La realidad es que en
economía no hay nada seguro, unas medidas funcionan y son efectivas en un
determinado momento y, sin embargo, esas mismas medidas no son válidas y no
funcionan en otros momentos de la historia.
La corriente de
pensamiento neoliberal, cuyos máximos exponentes son el citado Hayek, Myrdal y
Freadman, defienden que el Estado ha de tener un papel minoritario en la
actividad económica, ya que no asigna eficientemente los recursos disponibles…
no es como en el caso de las decisiones individuales, dónde la búsqueda de la
satisfacción y posición individual
impulsa lo más eficiente.
Además señalan, que la
actividad pública expulsa a la actividad privada: el llamado efecto expulsión o
“Crowding out”: el Gasto Público, al competir con la actividad privada en la
captación de los recursos financieros, eleva los tipos de interés, lo que
disminuirá la inversión privada.
Postulan la total
liberalización de los mercados, dado que suponen que los mecanismos automáticos
de los mismos, corregirán cualquier efecto adverso de una crisis o depresión
económica,… en definitiva,… aquello de la mano invisible de la que nos hablaba
Adam Smith.
Por el contrario, la
corriente Keynesiana considera que los mercados son, generalmente,
ineficientes,… los mercados de competencia perfecta, sólo existen en los libros
de texto,… no en la realidad, por tanto, desafortunadamente, no existe ese
mecanismo autoregulador de los mercados. El mercado por sí sólo no es capaz de
solucionar el problema.
Igualmente, puede
ocurrir que en una situación de bajos tipos de interés y recesión económica, algo parecido a la situación actual, la política monetaria tampoco valga para
nada,… la única forma de estimular a la economía es la política fiscal
expansiva (liquidar el presupuesto con déficit mediante bajadas de impuestos o
incrementos de las inversiones públicas productivas). Déficits que habrán de
ser compensados con superávit públicos en las fases expansivas del ciclo
económico.
Como se aprecia el
modelo keynesiano está formulado para el corto plazo, y para una economía en
depresión. Cuándo sus adversarios lo criticaban por esa circunstancia, Keynes contestaba
afirmando aquella conocida frase de que, “a largo plazo, todos muertos”.
En realidad, siempre he
pensado que definirse como Keynesiano o como liberal no tiene ningún sentido. Cualquier
profesional de la teoría económica deberá proponer o utilizar las herramientas
y estrategias más adecuadas para cada momento y para cada circunstancia y
plazo, con independencia de la corriente
que las formule.
Lo malo, es que siempre
hay intereses ideológicos y posiciones de poder que crean opinión, motivando
discusiones, a veces totalmente carentes de rigor económico o poco versadas, que pretenden imponerse como axiomas o verdades universales que en realidad no
tienen ningún fundamento.
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