Turquía y Argentina han podido
provocar una nueva crisis financiera a
nivel global. Por otro lado, la situación de las economías emergentes no es,
precisamente, boyante.
Según un informe de la
Cepal, América Latina y el Caribe seguirán creciendo en 2018, pero a un ritmo
notablemente más bajo de lo previsto. La economía de la región se expandirá un
1,5%, siete décimas menos de lo esperado.
GLOBAL:
Algo no marcha bien entre
las divisas de los países emergentes. La alarma la dio la dio la lira turca en
julio. Además, las sacudidas y los aranceles de Trump al acero y aluminio de
Turquía, llevaron durante el pasado mes de agosto a la lira turca a su mínimo
histórico respecto al dólar estadounidense.
Esta circunstancia, ha
conducido a Turquía a una situación peligrosa dado el volumen de su endeudamiento
en dólares y su abultado déficit por cuenta corriente.
La realidad, es que la
Lira turca no ha sido la única divisa emergente que ha tenido problemas, ya que
también han sufrido las monedas de las economías de Argentina, Sudáfrica,
Brasil, Rusia e India.
Son distintos los motivos
que han llevado a esta situación a esas monedas. Ha influido la incertidumbre
política, su dependencia de las materias primas y, desde luego, la política
monetaria de Estados Unidos, ya que cada vez que la Reserva Federal comienza a subir
sus tipos de interés, el dólar se aprecia y los mercados emergentes lo sufren
como consecuencia de un periodo de fuerte endeudamiento en dólares de esas
economías.
La depreciación de las
divisas emergentes ha avivado el temor a una repetición de las peores crisis,
como la que sacudió al Sureste asiático, Rusia y Latinoamérica entre 1997 y
1998. Se ha producido cierto contagio, ya que, tras el desplome de la lira
turca, la salida de capitales se ha acelerado en Sudáfrica y en China. Pero, la
mayoría de analistas opinan que es diferente a aquella crisis.
Ahora bien, existen motivos
para la preocupación, especialmente por la escalada de las tensiones
comerciales: los productores de materias
primas pueden verse duramente golpeados por la nueva ronda
arancelaria anunciada en la guerra que mantienen China y Estados Unidos.
La realidad, es que las sanciones
económicas de Trump, como las aplicadas con Turquía, Rusia, Irán o China, hacen
especialmente vulnerables a las economías emergentes.
LATINOAMERICA:
Como se ha señalado, América
Latina y el Caribe seguirán creciendo en este ejercicio, pero a un ritmo considerablemente
más bajo de lo previsto. La economía de la región se expandirá un 1,5%, siete
décimas menos de lo esperado hasta ahora por la Cepal, aunque tres más más
que en 2017.
La Cepal (Comisión
Económica para América Latina y el Caribe) ha declarado "como el resto de
organismos internacionales, fuimos demasiado optimistas. El año ha acabado
marcado por la alta incertidumbre y volatilidad sobre la economía global y, muy
especialmente, sobre el bloque emergente”.
La fortaleza del dólar
frente a las principales monedas latinoamericanas y la firme decisión de
la Reserva Federal de continuar con las alzas de tipos de interés han dañado a
esas economías. El desempleo, por su
parte, seguirá ligeramente a la baja durante el ejercicio en curso, aunque la
tasa de paro permanecerá por encima del 9% (un nivel elevado para las economías
emergentes).
Además, el crecimiento no
es equilibrado entre las distintas áreas y regiones: mientras que el área que
engloba a Centroamérica y México seguirá liderando holgadamente la tabla, con
una expansión media prevista del 2,5% en 2018 y con tres de los 10 países más
dinámicos de la región en su seno, las islas del Caribe crecerán a una tasa
media del 1,7% y América del Sur quedará por debajo de la media regional con un
incremento del PIB de solo el 1,2%, lastrado fundamentalmente por Venezuela,
Argentina y Brasil.
Según la Cepal esta divergencia
interregional tiene que ver con los precios de las materias primas: si suben,
como ahora, a América del Sur le debería ir mejor y a Centroamérica, peor. Sin
embargo, lo peor son las incertidumbres respecto a Argentina y Brasil.
Y, sin duda, el mayor
lastre es Venezuela que sufre una grave crisis económica e institucional en el
que la recesión se ha convertido en habitual (se espera que su PIB se contraiga
este año otro 12% a pesar del alza del precio del petróleo, el gran activo del
país). Desde 2013, la economía venezolana ha retrocedido, nada menos, que un
43%.
Más allá de la
hiperinflación, el problema de Venezuela es que su deuda es cada vez menos
sostenible. Y la producción de petróleo, que se destina al repago de la deuda, se
mantiene a la baja.
El segundo mayor problema
sudamericano es Argentina, que no ha logrado superar la tormenta cambiaria
iniciada a finales de abril, que provocó una rápida devaluación del peso (del
65%) frente al dólar. Por primera vez un organismo internacional estima que el
PIB argentino sufrirá una caída del 0,3%.
Por su parte, Brasil se ha
visto sacudido por una huelga de camioneros que paralizó al país en mayo.
"Afectó muchísimo, más de lo que pudiéramos anticipar", destacan los
técnicos de la Cepal. Sin embargo, el gigante suramericano se aleja de la
recesión.
En América Central y el
Caribe la tendencia es notablemente mejor que en el sur. México, el gran
exponente de la zona, cerrará 2018 con un crecimiento de su PIB del 2,2%. Solo superan
esa tasa de aumento, Chile (3,9%), Perú (3,6%) y Colombia (2,7%). Todas ellas
impulsadas por el encarecimiento de las materias primas, en las que descansa
buena parte de su crecimiento.
Además, un país caribeño,
la República Dominicana, y otro centroamericano, Panamá liderarán en 2018 el
crecimiento latinoamericano con sendas expansiones del 5,4% y del 5,2%.
Economías más pequeñas, como Costa Rica, Honduras, Antigua y Barbuda y Granada
también se encuentran entre las 10 con economías más dinámicas.
Tras varios años de
niveles históricamente bajos de volatilidad financiera, con la liquidez en
máximos, las mayores dudas afectan especialmente a los emergentes, con América
Latina a la cabeza. En paralelo, los flujos de capitales hacia mercados
emergentes, tras aumentar de forma sostenida el año pasado, caen en este 2018.
"La combinación de un dólar fuerte, tasas de interés altas y menos
liquidez es lo que ha disparado los niveles de incertidumbre". En
consonancia, el riesgo soberano de las principales economías de la región ha
repuntado a partir de febrero, sobre todo en Venezuela (el caso más dramático),
Argentina, tras el rescate del Fondo Monetario Internacional, y Ecuador, una
economía plenamente dolarizada.
América Latina y el
Caribe tampoco son ajenos a los movimientos proteccionistas de Washington. La
gran incertidumbre pasa por las tensiones comerciales. El conflicto arancelario
entre EE UU y China está creando una tensión muy fuerte en todas las economías,
también en las latinoamericanas y caribeñas.
ARGENTINA:
Realmente, nadie sabe
cómo va a terminar la situación de la economía argentina. El presidente Macri
anuncio el acuerdo con el FMI para recibir de este los fondos necesarios que el
país vaya precisando, y el peso argentino se ha depreciado alrededor del 14%
con respecto al dólar.
Frente a esta situación
el Banco Central argentino ha tratado de frenar la depreciación de su
moneda, subiendo los tipos de interés oficial (el que cobra a los bancos
comerciales), nada menos, que hasta el 60% (un incremento de 15 puntos).
El objetivo fundamental,
es evitar que tenga lugar el desbordamiento de la inflación.
El presidente Macri ha
declarado que el FMI adelantará a Argentina todos los fondos que sean
necesarios para que el Gobierno cumpla con los pagos de su deuda con
prestamistas extranjeros. Los fondos saldrán del rescate por valor de 50.000
millones de dólares que se aprobó en el pasado junio.
El escenario económico
del país es muy complicado, aunque el Gobierno trate de aparentar una situación
de calma.
TURQUÍA:
Los desequilibrios del
país euroasiático, agravados por el enfrentamiento con Estados Unidos a raíz de
la detención de un pastor protestante, han desencadenado la crisis de la
lira turca, que, consiguientemente, ha afectado a la economía real.
El índice de precios al
consumo, publicado por el Instituto de Estadística Turco (TÜIK), muestra que la
inflación se desbordo en el pasado agosto respecto al mismo mes del año
anterior. Ascendió al 17,9%, (el nivel más alto desde finales de 2003).
La situación ha forzado
al Banco Central de Turquía a señalar que tomará las medidas necesarias. De
forma que en la reunión de política monetaria del 13 de este mes subirá los
tipos de interés.
El problema es que el
presidente Erdogan considera a las subidas de los tipos de interés como “la
madre de todos los males” y origen de la inflación. Lo que ha, en otras
ocasiones, ha supuesto muchísimos esfuerzos convencer a Erdogan para que
autorizase el incremento de las tasas.
En todo caso, la
inflación es solo una de las dificultades y problemas a los que se enfrenta la
economía turca: su industria depende de la importación de energía, materias
primas, productos semielaborados y tecnología para funcionar. Pues bien, la depreciación
de la lira ha incrementado los costes de producción.
Que esos mayores costes
se trasladen al consumidor solo es cuestión de tiempo. De hecho, varias
empresas han utilizado ciertas estrategias para ocultarlo, disminuyendo el
gramaje de los productos empaquetados.
Todos estos factores y
problemas han llevado a que algunos hayan recomendado a Ankara que vaya negociando
con el Fondo Monetario Internacional (FMI) un préstamo que ayude a resolver los
problemas de financiación de la economía euroasiática. Entre el déficit por
cuenta corriente y la deuda privada a corto plazo de las empresas (que en los
últimos años han contraído préstamos en grandes cantidades en divisas), Turquía
necesita 180.000 millones de dólares en los próximos doce meses y los pagos exteriores
en divisas serán cada vez mucho más difíciles con una lira que ha perdido el 40
% de su valor en lo que va de año.
ESTADOS UNIDOS:
Durante el segundo
semestre de este año, la economía estadounidense tuvo un fuerte crecimiento, ya
que ha conseguido un crecimiento de su PIB, en tasa anualizada, del 4,1%.
Se trata del aumento más
elevado de los últimos cuatro años. Sin embargo, la mayoría de los analistas
afirman que este crecimiento se moderará a un aumento próximo al 2,5%, ya que
parte del incremento se debe a las exportaciones de soja en anticipación al arancel
chino (aceleración de los envíos de soja hacia China anticipando la
entrada en vigor del arancel de China a los productos agrícolas de EE UU).
El consumo privado, que
representa dos terceras partes de la economía, se ha intensificado ya que ha
crecido un 4% desde el bajísimo 0,9% a principios de 2018. Es un ritmo superior
a la tendencia media del 2,6% de los últimos años, y que Trump lo señala como
mérito propio a consecuencia de sus incentivos fiscales y a la subida de los
salarios. La inversión empresarial lo hizo un 7,3%.
La Reserva Federal de
Estados Unidos decidió dejar los tipos de interés intactos en una banda entre
el 1,75% y el 2% (hasta donde los había subido en junio, con la segunda alza en
un año), aunque ha indicado que volverá a subirlos en septiembre y posiblemente
otra vez en diciembre. Se anticipan tres incrementos más a lo largo de 2019 y
otro en 2020 en un proceso de normalización que va en paralelo a la reducción
de los activos que acumuló durante la crisis.
Donald Trump quiere que
la Fed deje de subir tipos alegando
que “complica su plan de crecimiento”. Sin embargo, El presidente de la Reserva
Federal, Jerome Powell, considera necesario seguir adelante con el plan para
llevar los tipos a un nivel más normal.
Powell ha señalado que no
se deben cometer errores estratégicos que posteriormente haya que lamentar, por
lo que “considera apropiado seguir avanzando con el alza gradual de los tipos
de interés. La economía se refuerza”, por lo que señala que no encuentra
motivos para dudar que se mantendrá el ritmo económico.
Los economistas están muy
pendientes respecto a la marcha de las curvas de los intereses a corto plazo y
a largo. Se trata de un indicador que sirve para predecir un cambio en el ciclo
expansivo, y Powell anticipa que la tendencia es hacia una moderación del crecimiento,
pero, sin embargo, no ve riesgos de una recesión.
Con respecto al empleo, según
las cifras publicadas por el Departamento del Trabajo de Estados Unidos,
durante el pasado mes de julio se crearon 157.000 nuevos empleos (por debajo de
las previsiones de 190.000) y la tasa de paro cayó una décima respecto al mes
anterior, hasta el 3,9%. La cifra supone cierta ralentización en la creación de
empleo ya que en junio registró 213.000 nuevos empleos.
El buen momento de la
economía estadounidense no es exclusivo de la Administración Trump, ya que la
economía acumula 94 meses consecutivos
presentando datos positivos en la creación de puestos de trabajo (un récord que
no se ha visto frenado hasta ahora por la guerra comercial del Trump con China).
Sin embargo, a pesar de situarse
en casi una situación de pleno empleo, y de las quejas de las empresas respecto
a las dificultades para conseguir trabajadores para ocupar sus vacantes, los
salarios están estancados: el aumento salarial anual de julio a julio se
mantuvo en un 2,7%, una cifra que no ha variado desde hace dos años.
UNIÓN EUROPEA:
Durante el pasado mes de
julio, Mario Draghi señaló que la eurozona va a mantener un crecimiento sólido.
Anunció el final de la compra de activos a finales de año, y una subida de las
tasas de interés durante el segundo semestre del próximo año.
Draghi apuntó que la
amenaza proteccionista de Estados Unidos supone un grave riesgo: “una guerra
comercial con rondas de represalias crearía un clima totalmente diferente”.
La realidad, es que
durante el tiempo que le resta al frente del BCE (alrededor de 15 meses) tiene
un trabajo muy comprometido: debe graduar la retirada de las medidas
históricamente excepcionales que se han adoptado (tipos de interés reducidísimos
y compras masivas de activos).
El presidente Trump ha
llegado a decir que la cotización del euro frente al dólar favorece a las
exportaciones de la eurozona. Frente a ello, Draghi ha declarado que “el tipo
de cambio no es un objetivo de nuestra política. En las últimas décadas hay un
consenso internacional para evitar las devaluaciones competitivas”.
Sin embargo, en contra de
lo anterior, se ha confirmado el enfriamiento económico de la eurozona, ya que,
según Eurostat, tan sólo ha crecido durante el segundo trimestre de este año un
0,4%.
El aumento citado del PIB
supera en una décima el dato preliminar proporcionado por la agencia
estadística. En los últimos 12 meses, la economía de los países del euro ha
registrado un aumento del 2,2%.
Hay que señalar que ha
sido la economía alemana la que ha evitado males mayores, pero la
desaceleración que se está registrando elimina el argumento que señalaba como
causa del problema a factores estacionales.
La economía alemana creció
entre abril y junio, por encima de lo esperado, un sólido 0,5%. La locomotora
de Europa esquiva por ahora la incertidumbre por las amenazas comerciales de
Estados Unidos, y toma aire gracias al aumento del gasto doméstico y del sector
público germano.
En el lado opuesto,
Francia e Italia, segunda y tercera economía de la eurozona, quedan rezagadas,
a la cola de los Diecinueve, con una pírrica mejora del PIB del 0,2%. En el
caso de París, las autoridades culpan a la huelga de transporte del mal dato.
Mientras que Italia acumula un largo historial de estancamiento del que no
consigue levantar cabeza.
Todo ello, supone que Europa
quede en peor posición que Estados Unidos. Sin embargo, hay economistas que ven
en la eurozona un crecimiento sólido y más equilibrado que en los últimos años,
ya se encuentra apoyado por el aumento del consumo y el empleo, si bien
persisten bolsas de desigualdad y pobreza por todo el continente.
Como causas del
enfriamiento económico se citan: "que el sentimiento general de los
actores económicos se está deteriorando por las tensiones comerciales
provocadas por Trump, la inestabilidad política en países como Italia, el posible
endurecimiento de la política monetaria del BCE, la subida en los precios de
los carburantes y las previsibles consecuencias de un Brexit sin acuerdo".
La última gran
preocupación procede de Turquía y de la caída libre de su moneda, la lira. La
exposición de la banca europea al país emergente ya está siendo vigilada por el
BCE. Y el riesgo de contagio a otras divisas está sobre la mesa.
No obstante, la mayor
preocupación a corto plazo proviene de Italia. El nuevo gobierno va a intentar
ir contra la ortodoxia de la reducción de deuda imperante en Bruselas y Berlín
y podemos encontrarnos con un choque de trenes mayor que él hubo con Grecia en
2015. Italia es el segundo país más
endeudado de la Unión Europa, solo por detrás de Grecia, con un pasivo que
representa, nada menos, casi un 132% del PIB.
En el ámbito de la guerra
comercial con Tump, pese al acuerdo Jean-Claude Juncker y Trump, los
nubarrones no han desaparecido, ya que la amenaza de guerra comercial sigue y
seguirá presente. Los aranceles entre China y Estados Unidos ya están teniendo
impacto en las exportaciones, y en lo que respecta a la Unión Europea los
acuerdos se han calificado de algo vagos.
En el conjunto de la Unión
Europea, los países del bloque del Este, liderados por Rumanía, Eslovaquia,
Hungría y Polonia encabezan las tasas de crecimiento con avances cercanos al 1%
en el segundo trimestre. España está por encima de la media, aunque ha perdido
fuelle y ha caído una décima hasta el 0,6% de crecimiento del PIB.
El Reino Unido, sumido en
unas inciertas negociaciones del Brexit, ha crecido un 0,4%.
Por otro lado, el periodo
de austeridad de la crisis está dando paso a un gasto público algo más fuerte. En
consecuencia, el déficit público no termina de bajar y la Comisión Europea ha
alertado varias veces de que hasta seis países podrían incumplir este año los
objetivos de estabilidad marcados por Bruselas.
Además de Francia e
Italia, Bélgica, Austria, Portugal y Eslovenia estarían en riesgo de
incumplimiento. En el caso de España no se trataría formalmente de un
incumplimiento del déficit, ya que la Unión Europea ha concedido un mayor
margen a nuestro país, elevando el objetivo desde el 2,2% inicial al 2,7%.
El vicepresidente
italiano Luigi Di Maio ha señalado que el límite del 3% del déficit impuesto
por la Unión Europea no será un dogma para su gabinete. “no lo excluyo, todo
puede ser, aunque ahora estamos trabajando en la ley de Presupuestos”.
Las medidas anunciadas
por el Gobierno italiano combinan un aumento en los subsidios de desempleo (se
anunció como “renta básica de ciudadanía”), un importante recorte de impuestos
y la reforma de las pensiones.
Esa situación ha
provocado una fuga de inversiones extranjeras de 72.000 millones de euros en
los últimos dos meses. El déficit italiano cerró en el 2,3% el pasado año, su
deuda pública continúa por encima del 130%.
En el caso de Francia, el
Gobierno galo ha reconocido que unas condiciones menos favorables de las
esperadas tendrán efecto sobre las finanzas públicas, lo que situará el déficit
este año en el 2,6% del PIB, tres décimas por encima el objetivo fijado hasta
ahora. Además, para 2019 se prevé que la economía gala crezca un 1,7%, frente a
la previsión oficial inicial, que era del 1,9%.
En otro orden, Grecia ha
abandonado la era de los rescates, de forma que deberá financiarse por sí misma
en los mercados. Transcurridos ocho años desde el rescate, ya no habrá más
dinero para Grecia. Tampoco nuevas órdenes desde Bruselas, Fráncfort y
Washington más allá de los compromisos adquiridos, que no son pocos ni
sencillos de cumplir. Atenas recupera las riendas de la soberanía de su
política económica, lastrada por una deuda mastodóntica de casi el 180% del
PIB, aunque la troika volverá cuatro veces al año, para comprobar que las
reformas no se revierten y que la situación fiscal sigue siendo holgada.
En Grecia casi nadie ha
salido indemne de la depresión: recortes de pensiones, subidas de IVA,
congelaciones salariales o ajustes en la sanidad pública forman parte de un
memorial de daños que se ha comido un 25% del PIB desde el comienzo de las
turbulencias y ha dejado a más de un tercio de la población al borde de la
pobreza, según Eurostat, el nivel más alto de la Unión Europea tras Rumanía y Bulgaria.
El Fondo Monetario
Internacional admite que a medio plazo la inquietud por la deuda griega
desaparece, pero advierte de que, al observar el problema con una visión más
larga, las incertidumbres hacen acto de presencia.
El Gobierno griego se ha
comprometido a cumplir con un superávit primario (antes del pago de intereses)
del 3,5% del PIB hasta 2022, y superior al 2% hasta el año 2060, unas cifras
sin precedentes.
No obstante, el FMI ha citado
varias amenazas que pueden hacer descarrilar el ambicioso plan acordado por
ambas partes: una ralentización de los países de su entorno, y el calendario
político doméstico. También factores demográficos como el envejecimiento de la
población, agravado por el éxodo de jóvenes sin oportunidades laborales.
Esa mejoría ha alentado a
Atenas a aventurarse tímidamente en los mercados. Lo ha hecho con mucha
prudencia: pequeñas emisiones de bonos a cinco y siete años en las que ha
debido abonar altos intereses. La prueba de fuego llegará cuando trate de
colocar bonos a diez años, algo que no hace desde 2010 pese a que cotiza
actualmente en niveles precrisis y su rentabilidad se aproxima cada vez más a
la del italiano que ha evolucionado en sentido opuesto al griego, y cada vez
más es considerado un activo de riesgo.
La crisis se ha saldado
con una importante fuga de cerebros: entre 350.000 y 400.000 griegos han dejado
el país desde 2010, más del 3% de la población, en su mayoría jóvenes. Los
recién incorporados al mercado laboral han pagado con creces la factura de la
crisis: el desempleo en la franja de edad de 15 a 24 años es del 39,7%, el
doble que la total. Y el siguiente grupo más afectado es el de entre 25 y 34
años.
Por otro lado, el Banco
de Inglaterra ha decidido subir un cuarto de punto porcentual el tipo de
interés de referencia de la libra, que queda situado en el 0,75%, lo que
supone el precio del dinero más elevado en Reino Unido desde febrero de
2009. Se trata de la segunda subida del precio del dinero durante el
mandato de Mark Carney, gobernador del Banco de Inglaterra desde julio de 2013,
después de la realizada el pasado mes de noviembre. La institución afirmó que
no tiene prisa por subirlos de nuevo ante la incertidumbre del Brexit.
Carney aseguró que “las
políticas necesitan caminar, no correr, hasta detenerse” y subrayó que
cualquier subida futura será “limitada y gradual”.
“Seguimos reconociendo
que las perspectivas económicas podrían verse significativamente influenciadas
por la respuesta de hogares, empresas y mercados financieros a la evolución de
los acontecimientos relacionados con el proceso de salida de la UE”, avisó. En
la mente de todos está el resultado de las negociaciones con Bruselas
sobre el Brexit, previsto para marzo de 2019. Los analistas no esperan
nuevas subidas de tipos de interés hasta después de esa decisiva fecha.
ESPAÑA:
El clima económico se ha
deteriorado estos últimos meses a causa del cambio de tendencia en el entorno
externo y en un contexto marcado por las incertidumbres sobre la política
presupuestaria. Después de un inicio de año boyante, una mayoría de indicadores
de coyuntura apunta ahora a un debilitamiento.
El turismo es uno de los
sectores que más se resienten, consecuencia de la saturación de los destinos
más populares. El número de extranjeros que vienen a pasar las vacaciones a
nuestro país apenas crece, lo que contrasta con las cifras récord de anteriores
temporadas. El frenazo se nota en la hostelería y la restauración.
España está recibiendo
estas vacaciones menos turistas extranjeros que otros años. En julio, a España
llegaron 9,98 millones de visitantes internacionales, un 4,9% menos que en el
mismo mes de 2017. Es la mayor caída de llegadas desde abril de 2010 y la causa
hay que buscarla en el pinchazo en los principales nichos de
turistas para España, como Reino Unido o Francia. En parte, porque los
competidores del turismo de sol y playa, como Turquía y Túnez, han recuperado
fuerza. Pero también porque la ola de calor del Norte de Europa frenó las reservas
de última hora.
En el sector turístico
español explican la aparente debilidad de este verano por la recuperación de la
competencia: los hoteleros y las grandes patronales ya explicaron que Túnez,
Turquía y otros destinos de sol y playa se habían recuperado este verano (tras
años de bajadas por atentados e inestabilidad en la zona). Y compiten con
precios atractivos. En el caso de Turquía, la depreciación de la lira es a
corto plazo un aliciente más para que a los extranjeros les resulte más barato
todavía
Pero, además, este
verano ha sido especialmente caluroso al norte del Viejo Continente. No ha
hecho falta volar a España para disfrutar de playas a 30 grados, ya que, en
países como Reino Unido, Rusia, Francia e incluso Noruega o Finlandia, han
tenido puntas de calor muy intenso. Eso ha frenado las reservas de última hora
e incluso ha llevado a algunas cancelaciones, algo que no ocurre cuando los
veranos llegan fríos en el Norte y la búsqueda del calor anima las costas
españolas.
Sin embargo, otros sectores
de servicios (actividades de apoyo a empresas, publicidad y márketing, servicios
administrativos) han mantenido su ritmo de actividad.
La industria también se ha resentido. Durante
la primera mitad del año, el índice de producción industrial progresó un escaso
1,8%, casi la mitad que en 2017. La desaceleración es especialmente perceptible
en la producción de bienes de consumo y de energía. Por el contrario, los
sectores de bienes de equipo, material informático y química muestran una
inalterable solidez.
Sin embargo, según Funcas,
la construcción es la principal excepción en este panorama de enfriamiento. La
actividad en este sector sigue avanzando a un ritmo elevado, próximo al 5%
según el índice sintético de esa institución, que corrobora el auge del mercado
de la vivienda, impulsado por los bajos tipos de interés y la entrada de
capital extranjero.
Respecto al sector
exterior. Las exportaciones apenas han crecido en lo que va de año, como
consecuencia del débil crecimiento de algunos de los principales mercados como
son Francia, Italia y un Reino Unido atenazado por un Brexit sin acuerdo. Las
turbulencias en los mercados emergentes y los esfuerzos para equilibrar el
crecimiento en China han provocado una disminución de las ventas fuera de
Europa.
Por su parte las
importaciones están ganando cuota en el mercado interno, sobre todo en un
sector clave como el automóvil. Todo ello, sumado a la debilidad exportadora,
está provocando que el sector exterior empiece a restar crecimiento. Se atasca
el motor externo de la expansión, lo que pone en evidencia la necesidad de
fortalecer el tejido productivo.
Durante los años de
crisis, fundamentalmente el petróleo barato condujo a España a reducir la
factura de las importaciones y a las empresas a lanzarse a vender al exterior.
Eso redujo el déficit comercial al mínimo e incluso se convirtió en superávit
algún mes (en marzo de 2013, por primera vez, con 635 millones). Sin
embargo, con la recuperación económica las importaciones se han recuperado
paulatinamente y, sobre todo, la subida del petróleo ha vuelto a elevar la
factura.
Como resultado, aunque
las ventas sigan al alza, el déficit comercial, la brecha entre lo que sale y
lo que entra en España, se dispara: creció el 31,5% en el primer semestre del
año, hasta los 14.585 millones de euros. En 2017 ya ocurrió algo similar
y el año terminó con una subida del déficit del 31,9%.
En concreto, entre enero
y junio las exportaciones españolas de mercancías se situaron en 144.916
millones de euros, un 2,9% más que en el mismo periodo de 2017. Por su parte,
las importaciones subieron a mayor ritmo, un 5%, hasta los 159.502 millones de
euros. Así, la diferencia entre unas y otras arroja un déficit comercial de
14.585 millones de euros, frente a los más de 11.000 millones del año anterior.
La culpa no solo la tiene
el petróleo, aunque es sin duda el principal catalizador del déficit
comercial. El saldo no energético (es decir, sin contar las compras de
productos energéticos del exterior, de los que España es muy dependiente)
arrojó un déficit de 2.348 millones de euros, que contrasta con el superávit de
262 millones de euros del acumulado hasta junio de 2017, y el déficit
energético aumentó un 7,8%, hasta los 12.237 millones de euros (déficit de
11.351 millones en enero-junio de 2017).
Así, entre lo que España
importa más, y sobre todo más caro, destaca la energía en el primer semestre:
las compras al exterior de productos energéticos incluso descendieron en
volumen, un 1,9%, pero en precio de esa carga importada supone una subida del
9,1%, porque según destaca el Ministerio de Industria, el coste subió más
11,2%. En cuanto al resto de compras no energéticas, subieron un 4,3%, en parte
porque compramos más en volumen (2,9%) pero también porque se compra más caro,
lo que arroja un aumento en precio del 4,3%. España adquiere más productos
químicos y más componentes y coches.
La tendencia de más
compras que ventas, además, parece ser sólida: si se mira solo el mes de junio,
las exportaciones españolas de mercancías crecieron un 3,1% mientras las
importaciones se incrementaron un 7,7%. Como resultado, en junio de 2018 se registró
un déficit de 2.448 millones de euros, frente a los 1.259 millones de euros en
el mismo mes de 2017.
Además, las importaciones
en España se incrementaron en todos los sectores excepto en manufacturas de
consumo (10,9% del total) que cayeron un 2% interanual. Las importaciones de
bienes de equipo (es lo que más importa España, con el 20,7% del total) se
incrementaron un 1,8% interanual; las de productos químicos subieron un 6,8%;
las de productos energéticos ascendieron un 9,1%; y las del sector automóvil
crecieron un 7%.
Por destino de las
exportaciones, las que España las elevó hacia los socios de la Unión Europea un
2,8%. Mientras, las que van fuera de la UE se incrementaron el 1,9%.
Por otro lado, la deuda
pública española vuelve a marcar otro récord histórico. El Estado, las Comunidades
y los Ayuntamientos deben en total 1,163 billones de euros. La mayor cifra, en
valores absolutos, alcanzada hasta ahora.
En todo caso, en términos
relativos (en relación al PIB español) no se ha vuelto a los niveles más
altos. En 2016 la deuda llegó a superar el 100% del PIB por primera vez en
un siglo. En este momento se sitúa cerca del 98,2% del PIB (tomando como
referencia las últimas cifras provisionales de PIB trimestral a precios
corrientes publicadas por el Instituto Nacional de Estadística), ya que la
economía española seguía creciendo con fuerza en la primera mitad del año. En
el segundo trimestre el avance fue algo más moderado (del 0,6% frente al 0,7%
del primer trimestre), pero todavía con cierta velocidad de crucero.
La desaceleración del
consumo privado, ya prevista por los principales analistas, pesa sobre la
actividad. Así pues, las ventas minoristas se han estancado desde marzo, o
incluso caen como en julio, último mes disponible (una tendencia que no se
registraba desde el inicio de la recuperación). La expansión de la inversión
residencial y en bienes de equipo no logra compensar el frenazo en el consumo,
lo que explica la desaceleración de la demanda interna.
Las perspectivas de
crecimiento podrían deteriorarse aún más si la crisis en Argentina y Turquía se
extendiera a otros países emergentes. En particular, habrá que prestar especial
atención a la maltrecha economía brasileña, dado su tamaño y los importantes
lazos comerciales y financieros con la economía española. También habrá que
vigilar las amenazas proteccionistas proferidas por la administración Trump.
En el plano interno, los
recientes acuerdos salariales podrían aportar un respiro al consumo privado.
Además, el desendeudamiento de las empresas y las favorables condiciones
financieras seguirán alentando la inversión. Sin embargo, las incertidumbres en
torno a la política presupuestaria afectan a las expectativas, como lo muestran
la evolución de los índices de confianza.
En definitiva, lo más
probable es que la economía siga expandiéndose en los próximos trimestres,
aunque a un ritmo cada vez menor y con riesgos externos claramente al alza. Las
incertidumbres que rodean el proceso de aprobación de los Presupuestos
Generales del Estado, y la indefinición en cuanto a la orientación de las
políticas de estímulo al crecimiento y al empleo pueden tener efectos
negativos.
Por lo que respecta al
mercado de trabajo, agosto es tradicionalmente un mes flojo para el empleo, ya
que tras la temporada estival llega el fin de muchos contratos unidos al
verano, ya sea en la hostelería, el comercio o las sustituciones por vacaciones
en la industria y la sanidad. Sin embargo, este año el balance es todavía peor
que en la pasada temporada: el número de parados registrados en las
oficinas de los Servicios Públicos de Empleo ha subido en agosto en 47.047
personas en relación con el mes anterior, frente a los 46.400 desempleados
nuevos del 2017. Y se han destruido casi 203.000 empleos.
El de agosto de 2018 es
el mayor aumento del paro registrado para un mes de agosto desde
2011. Así, la cifra total de parados registrados es de 3,18 millones de
personas. El desempleo masculino se sitúa en 1,30 millones personas —al subir
en 27.415 hombres (2,14%)— y el femenino, en 1,87 millones —sube en 19.632
mujeres (1,06%) en relación al mes de julio—.
Además, la afiliación a
la Seguridad Social arroja incluso datos más preocupantes: la creación de
empleo registra su peor cifra desde enero de 2016 y el peor mes de agosto desde
2008. En concreto, la afiliación media a la Seguridad Social alcanzó los
18.839.814 ocupados en agosto, tras destruirse 202.996 puestos de trabajo, el
-1,07%, respecto al mes de julio.
En concreto, el régimen
general registró un descenso de 184.660 personas (-1,18%), hasta los 15,51
millones de ocupados. En agosto, la afiliación creció en términos absolutos
principalmente en la sanidad (15.287) y la hostelería (5.833), pero disminuyó
en educación (-57.706), industria manufacturera (-23.632) y en la construcción
(-20.261). En cuanto al régimen de autónomos, cuenta con 3.249.275 personas,
tras descender en 17.894 (-0,55%) en el último mes.
Por Comunidades Autónomas,
el número de afiliados creció en agosto en Canarias en 2.126 afiliados (0,27%);
Asturias, con 988 afiliados más (0,27%); Cantabria, con 644 (0,29%), y en las
ciudades autónomas de Ceuta, con 360 ocupados más (1,71%), y Melilla, con 130
afiliados más (0,56%). Pero los mayores descensos, por el contrario, se
registraron en Cataluña, con 65.891 ocupados menos (-1,91%), la Comunidad de
Madrid, con -36.595 bajas (-1,17%), la Comunidad Valenciana, -31.499 (-1,69%) y
Andalucía, -19.028 (-0,63%).
En cuanto a los contratos
registrados, durante el mes de agosto fueron 1,60 millones en total. Supone un
incremento de 66.095 (4,3%) sobre el mismo mes del año 2017. Del total, solo
153.921 contratos de trabajo eran de carácter indefinido, el 9,61% de todos.
Aunque se trate de menos de uno de cada diez, supone un incremento de 38.539
(33,4%) sobre el año anterior. Del total de contratos indefinidos, 92.963 eran
a tiempo completo y 60.958 a tiempo parcial.
En cuanto a los contratos
temporales, que suman en total 1.448.574 en el mes de agosto, 945.086 eran a
tiempo completo y otros 503.488, además de ser temporales, eran solo para
jornadas a tiempo parcial.
En relación a los
precios, La inflación se mantuvo en agosto en el 2,2%, el mismo nivel que
registró en julio, según ha adelantado el Instituto Nacional de Estadística
(INE). Según el organismo estadístico, una vez más es la energía la responsable
de que el índice de precios de precios del consumo (IPC) no baje. Así, señala
que la subida del precio de la electricidad, que se mueve estos días en máximos
anuales, empuja hacia arriba la tasa de la inflación, mientras que los
combustibles (gasolina y diésel), que suben menos que el año pasado por estas
fechas, ayudan a contener el dato.
Al tratarse solo de un
dato provisional y de avance del IPC,
el INE no especifica las subidas y bajadas de los distintos productos que
forman la cesta con la que se elabora el índice. Tan solo adelanta a grandes
rasgos cuáles han sido los grandes responsables y, como viene siendo habitual
este año, han sido los productos energéticos los responsables de la tendencia.
En especial, la
electricidad, que ha encadenado máximos anuales en el mercado mayorista en
agosto.
El IPC lleva así dos años
al alza. Este año ha ido cogiendo fuerza: en enero la tasa interanual fue del
0,6%, en febrero superó el 1% y su máximo lo registró en junio, cuando se situó
en el 2,3%. Tanto en julio como agosto, se ha colocado en el 2,2%.
MERCADOS:
El IBEX 35 perdió durante
agosto el 2%, pero aún conserva cierta revalorización desde enero: el 9,06%.
Si
bien el indicador comenzó el mes pasado con ganas de subir, los
días de escalada dialéctica entre Donad Trump y el líder coreano King Jong motivaron
una bajada del indicador de un 4,21%, haciendo bajar al Ibex un 4,21%, lo que
ha supuesto perder una capitalización de 27.800 millones de euros.
Los nuevos retrocesos se
llevan por delante los 10.300 puntos, ponen fin al tercer mes consecutivo de
caídas y confirman la validez de la directriz bajista.
Sin embargo, ha
continuado la buena racha en Wall Street que lleva más de nueve años sin sufrir
una gran corrección, es decir, una caída de más del 20% desde su cota máxima.
Es el periodo más largo de mercado alcista que registra el índice S&P 500,
superando así el anterior récord marcado, que coincidió con la burbuja de
los valores tecnológicos.
En el parqué de Nueva
York todavía ven margen para que la subida continúe. Pero también hay analistas
que ven señales de que el ciclo podría estar llegando a su fin. El periodo
alcista arrancó técnicamente el 9 de marzo de 2009, seis meses después de
que la quiebra de Lehman Brothers detonara una crisis que puso al
sistema financiero al borde del precipicio. Fue el momento en el que se tocó
fondo. Entonces el S&P 500, el selectivo que integra a las mayores compañías
cotizadas, estaba en los 666 puntos. De ahí a escalar hasta los 2.872 puntos,
el récord al cierre marcado en enero.
El índice se está
moviendo estos días cerca de ese máximo histórico, lo que le permite acumular
un incremento del 320% en estos nueve años y medio de mercado alcista. La
solidez del crecimiento económico en Estados Unidos, los resultados
trimestrales y una expansión sincronizada a escala global son los principales
factores que respaldan el mercado alcista actual.
EMPRESAS:
El Corte Inglés no
es una empresa cotizada, pero tiene diversos accionistas entre los que cada año
se reparte dividendos. Y tras un ejercicio en 2017 más positivo (los beneficios
crecieron un 24,9%, hasta los 202 millones), la retribución de sus propietarios
crecerá. En concreto, la empresa repartirá 65 millones de euros, frente a los
50 millones del año anterior.
De los 65 millones del
ejercicio, 60 millones son con cargo a los resultados. Otros 5 millones, un
reparto extraordinario con cargo a reservas que aprobó la junta este domingo.
Entre ambas cosas, supone un aumento del
30% con respecto al anterior ejercicio, en el que se repartieron 50
millones con cargo a los beneficios.
Los grandes almacenes han
ido variando el reparto de dividendos en los últimos años, en especial en los ejercicios
en los que redujeron mucho sus resultados. Antes de 2007, en pleno boom de
ventas, solía aprobar remuneraciones a sus propietarios de más de 60 millones
de euros.
La empresa ganó en el
ejercicio 2017-2018 (se cierra en febrero, tras las rebajas) 202 millones
de euros, el 24,9% más que un año antes. La facturación creció el 2,8%, hasta
15.935 millones, con lo que firmó su cuarto año consecutivo al alza. A cierre
de año, la compañía contaba con 92.078 empleados en plantilla, el 0,4% más.