Se
mantiene la resistencia alemana al cambio de política económica en
la eurozona, con críticas a los países que, como Francia, rechazan
la tesis de una receta única para salir de la recesión. Alemania se
muestra predispuesta a romper el eje París-Berlín (la pieza
fundamental de la cohesión europea).
La
economía germana debería plantearse que las rigideces suelen
volverse contra sus instigadores: las restricciones económicas del
Sur pueden ir en contra de las exportaciones alemanas, y los
Gobiernos mediterráneos pueden cansarse de que sus ahorros se
dirijan a los bancos alemanes.
Además,
los hechos señalan que las políticas de “ajuste y reformas” no
son la solución: Estados Unidos está mejor que la estancada
economía del euro y la política monetaria japonesa está dando
resultados.
GLOBAL:
Un
informe de la OCDE ha señalado que “la atonía prolongada en los
países de la moneda única, en un contexto de cansancio de la
población (motivado por el hecho de que los ajustes y las reformas
todavía no han dado resultados concretos), podría derivar en un
estancamiento con consecuencias negativas para la economía mundial".
El
informe señala "los importantes riesgos" que acechan a la
región del euro por "la mediocre capitalización de los bancos,
los imperativos de financiación de la deuda pública y los riesgos
de salida de la zona de las economías más débiles”.
Es
necesario, según su economista jefe Padoan, devolver la confianza y
estimular el crecimiento, por lo que postuló por aumentar los
salarios y liberalizar los mercados en los países con excedentes,
básicamente Alemania.
Igualmente,
abogó por nuevos estímulos en política macroeconómica,
fundamentalmente, una nueva rebaja de los tipos de interés por el
Banco Central Europeo (BCE), que además debería adoptar "medidas
no convencionales" (compra de títulos de deuda de los países
en dificultades) y, sobre todo, por la unión bancaria.
Se
señala explícitamente que "al tener un cierto tiempo de
retraso la acción pública en la zona euro, la impresión de que
existe un fuerte desacuerdo entre los Estados miembros (sobre la
unión bancaria) podría tener consecuencias negativas sobre la
confianza y agravar la fragmentación".
La
recesión de la zona euro afectará en este año 2013 a Grecia (-4,8
%), Portugal (-2,7 %), Eslovenia (-2,3 %), Italia (-1,8 %), España
(-1,7 %), Holanda (-0,9 %) y Francia (-0,3 %), además de Chipre
(para el que no hay datos), mientras que Alemania logrará escapar
con un discreto ascenso del 0,4 % de su PIB.
Por
todas esas razones la OCDE ha revisado a la baja sus previsiones para
la zona euro, cuya economía debería retroceder un 0,6 % este año y
limitar su recuperación al 1,1 % en 2014, en divergencia notable con
los otros grandes países desarrollados, en particular Estados
Unidos, y mucho más con los emergentes.
En
su informe semestral de perspectivas, la Organización para la
Cooperación y el Desarrollo Económico señaló que el paro sigue
siendo el principal desafío en la zona euro, sobre todo teniendo en
cuenta que aumentará del 11,2 % en 2012, al 12,1 % este 2013, y al
12,3 % el próximo año.
En
contraste, para Estados Unidos se espera que el Producto Interior
Bruto aumente un 1,9 % en 2013 (una décima más de lo que se preveía
en noviembre) y un 2,8 % en el 2014. La mejora viene impulsada por el
saneamiento del sistema financiero y el retorno de la confianza en la
economía.
No
obstante, la OCDE advierte a Estados Unidos respecto a que la
política de bajos tipos de interés y otras medidas no
convencionales tomadas por la Reserva Federal, necesarias hasta tener
un crecimiento sostenible, pueden conducir a una asunción de riesgos
excesivos en los mercados y a la formación de burbujas
especulativas, como las que desencadenaron la crisis.
Para
Japón, la OCDE mejoró sus previsiones con respecto a las realizadas
en noviembre, tanto para este ejercicio (1,6 % de crecimiento del PIB
en lugar de 0,7 %), como para el próximo (1,4 % en lugar de 0,8 %),
dando su "bienvenida" a las medidas adoptadas que calificó
de "radicalmente nuevas".
ESTADOS
UNIDOS:
Hace
algún tiempo, que se viene produciendo un debate respecto a qué
hacer con la política monetaria cuando no existe inflación y el
desempleo es altísimo. Las secuelas de la reciente crisis financiera
están aún presentes, por lo que han aparecido los temores a crear
una nueva burbuja.
Esta
discusión sobre la estrategia de salida de la Reserva Federal de EE
UU es una buena muestra de ello: la Fed lleva varios meses
comunicando a los mercados que el programa de compras de activos
podría estar llegando pronto a su fin, o al menos que se podría
reducir la magnitud de las compras mensuales. En estos momentos, está
comprando 85.000 millones de dólares al mes de bonos del Tesoro e
hipotecas titulizadas. Es posible que, llegado el otoño, con la
economía estadounidense en una suave aceleración, decida reducir el
ritmo de compras de activos y, según las actas de su última
reunión, podría culminar el proceso a finales de este año o a
principios de 2014.
Algunos
analistas no entienden cómo se está planteando una reducción de
los estímulos (no una subida de los tipos, ya que ha dejado claro
que los tipos aumentarán hasta que el desempleo haya caído, como
mínimo, al 6,5%), cuando el paro es todavía muy elevado; la
inflación baja y el crecimiento débil. A su vez, otros se plantean
que es posible que esta estrategia haya generado recalentamientos en
varios mercados, y que la única razón por la cual se mantiene la
euforia bursátil es que la Reserva Federal sigue comprando bonos.
JAPÓN:
Las
medidas adoptadas por Japón, para combatir la deflación y el
estancamiento de la tercera economía mundial desde hace dos décadas,
han superado con éxito su primer test. Los programas de estímulos
fiscales y monetarios han conseguido reactivar el crecimiento al
comienzo de este año 2013. Según los datos suministrados por el
Gobierno japonés el PIB avanzó un 0,9% entre enero y marzo respecto
a diciembre del año pasado.
Este
aumento del PIB triplica la tasa del último trimestre de 2012,
sobrepasando con creces las expectativas de los analistas. La
situación lleva a la economía japonesa a mostrar el mayor ritmo de
crecimiento (el PIB japonés aumentaría un 3,5% este año) de los
principales países avanzados.
El
contraste con la tendencia de la zona euro es notable. Un día
después de que Eurostat confirmara que sufre la recesión más
prolongada de su historia, con el PIB de los Diecisiete descontando
otro 0,2% trimestral, la economía japonesa emitió señales bien
distintas. La disparidad alimenta el debate sobre las distintas
orientaciones de la política monetaria. Los bancos centrales de
Japón y Estados Unidos son mucho más agresivos que el Banco Central
Europeo, con inyecciones de liquidez sin precedentes por su amplitud
(compran títulos públicos y privados) y por su cuantía.
“Las
políticas económicas del primer ministro japonés. Shinzo Abe,
están comenzando a surtir efecto”, destacó el ministro de
Economía japonés, Akira Amari, tras la difusión de los datos. “La
economía japonesa entra, de forma clara, en una fase de
recuperación”, coreó Tomo Kinoshita, economista jefe del servicio
de estudios de Nomura.
Las
“Abenomics”, como han sido bautizadas, además del tradicional
paquete de estímulo fiscal (unos 100.000 millones de euros,
centrados en la inversión pública), suponen un giro radical en la
política monetaria del Banco de Japón, ejecutada desde abril por
Haruhiko Kuroda, que no tiene ningún problema para asumir las
directrices de Abe.
En
su prolongada lucha contra la deflación, el Banco de Japón se ha
propuesto como objetivo llevar el IPC japonés a una tasa anual del
2% en dos años. Para ello, duplicó sus inyecciones de liquidez en
la economía mediante la adquisición de bonos públicos y títulos
privados de renta fija, desplazando buena parte de las compras a
plazos más largos.
Un
efecto de las medidas es la depreciación del yen, aunque el
Ejecutivo japonés defiende que su objetivo es reactivar la demanda
interna (no incentivar sus exportaciones depreciando al Yen, lo que
podría desatar una guerra de divisas). Aunque estas medidas se
contemplan con cierta suspicacia, han sido validadas por los foros
internacionales (G-7 y G-20).
El
yen se ha depreciado alrededor del 30% respecto al dólar y al euro,
desde que el Gobierno de Abe anunciara, en plena campaña electoral,
sus planes en noviembre.
Dado
que el índice Nikkei se apoya en las principales compañías
exportadoras japonesas, el índice selectivo de la Bolsa de Japón ha
subido más del 60% en seis meses.
El
importante aumento del PIB en el primer trimestre se basó en el
consumo privado, que también aumentó un 0,9% respecto al trimestre
anterior. Un incremento que los analistas japoneses relacionan con el
“efecto riqueza” derivado de la escalada del Nikkei, que lleva a
los ciudadanos con ganancias bursátiles a ganar confianza y aumentar
su gasto.
El
comportamiento del sector exterior también es significativo. La
depreciación del yen ha impulsado las ventas al exterior un 3,9%, en
contraste con la caída de los últimos meses de 2012 (-2,9%). Las
importaciones también han aumentado pero a menor ritmo (un 1%).
La
mayoría de los analistas opinan que la notable mejoría económica
se prolongará, ya que el plan de estímulo fiscal, que ya ha
inducido un crecimiento del 0,8% en la inversión pública, apenas ha
entrado en acción.
Sin
embargo, se resiste aún su principal objetivo: situar al IPC en el
2%. En marzo, los precios retrocedieron otro 0,9%, enlazando ya diez
meses a la baja. Los salarios no repuntan, con un descenso del 0,6%
respecto a 2012.
Las
empresas, con exceso de capacidad instalada, continúan sin invertir.
Y el repunte del rendimiento de los bonos del Tesoro japonés en el
mercado secundario (se ha duplicado en un mes, aunque todavía es
solo del 0,8%), si se mantiene, podría provocar dudas sobre la
sostenibilidad de la deuda pública japonesa, cercana al 200% del
PIB, además de encarecer los costes financieros.
En
suma, todavía está por ver si los riesgos de las inyecciones
masivas de liquidez (inflar burbujas financieras) acaben estallando,
generando de nuevo la entrada en otra nueva crisis económica.
UNIÓN
EUROPEA:
El
principal instrumento que acordaron los líderes comunitarios en
junio de 2012 para impulsar la recuperación y el empleo no funciona.
El cacareado plan de inversiones de más de 120.000 millones de
euros a cargo del Banco Europeo de Inversiones marcha muy lentamente.
En contraste, se han impuesto con gran rapidez los recortes alentados
por Bruselas, profundizado la recesión económica. El paro en la
zona euro se sitúa ya en el 12,1%, una media engañosa que encierra
realidades tan diversas como la griega o la española, con tasas del
27%, y, en el otro lado, la alemana (5,4%).
La
enfermedad que sufre la región del euro podría hacerse crónica:
los 17 países que comparten moneda única arrancaron el año como
habían cerrado el anterior (caídas de su PIB).
La
disminución del 0,2% del PIB registrada en la eurozona convierte a
esta recesión en la más duradera de la historia del euro. Tras año
y medio de retrocesos económicos consecutivos, los problemas se han
generalizado: además de los problemas de los periféricos, Francia,
la segunda economía del euro, ha entrado también en recesión,
mientras Alemania y Austria se quedan a un paso de esa categoría.
Según
los datos divulgados por la oficina estadística de la Unión Europea
(Eurostat), las economías del euro retroceden desde el último
trimestre de 2011, y no se espera un próximo retorno al crecimiento,
aunque la caída del PIB se modera algo respecto al mes de diciembre
de 2012.
Los
datos de Eurostat sitúan a España e Italia como las dos importantes
economías que sufren mayores descensos. Ambos
países se contraen un 0,5% respecto a diciembre, superando, de esta
forma, la situación media de la eurozona. Tan sólo un país de los
rescatados, Chipre, padece resultados peores.
La
situación económica en toda la Unión Europea ha empeorado. De
forma que, con excepción de la leve mejoría vivida durante el
verano de 2012, los 27 Estados miembros vuelven a la recesión (dos
trimestres consecutivos de descensos en el PIB), siendo la situación
extremadamente volátil.
Casi
un año después de que los líderes de los países miembros se
conjuraran para salvar el euro y promover el crecimiento, la deuda
pública ya no sufre el asedio de los mercados, pero la economía
real tampoco despega.
Sin
duda, la evidencia de que las recetas aplicadas no dan resultados, ha
llevado a la Comisión Europea a moderar su discurso: España y
Francia tendrán dos años más para cumplir con los objetivos de
déficit.
Ahora
bien, aunque se ha ralentizado el ritmo, no se varía el espíritu
del “recetario económico”, de forma que las políticas no van a
cambiar.
Pese
a que sus desequilibrios son de los más agudos de los países de la
UE, el único gran país de la Unión Europea que mejora con claridad
entre enero y marzo es el Reino Unido.
Quizá
se deba a que su política monetaria sea mucho más expansiva que la
europea, inyectando liquidez al sistema y facilitando los créditos a
las PYMES británicas.
Respecto
al año pasado el agravamiento de la crisis es notable. La asfixia
del sector privado, unida a la contracción del público, es el
principal freno en la recuperación de la zona euro. Las economías
del euro retroceden un 1% interanual, una décima más que en el
trimestre precedente. El deterioro también se acusa en el conjunto
de la UE, que desciende un 0,7%.
Alemania
está convencida de que su receta (austeridad y reformas) es la
mejor. Y esta imposición, difícilmente va a cambiar. La política
económica europea puede seguir suavizándose según los resultados
de las elecciones germanas en septiembre y del devenir de la crisis
económica, pero poco más. La mayoría de los analistas afirman que
“nadie espere ningún giro radical, más allá del tiempo extra en
algunos países para recortar el déficit o el renovado acento sobre
las políticas sociales para luchar contra el desempleo juvenil”.
Según
las autoridades de Berlin, la austeridad y las reformas es lo único
que puede sacar a la UE de la crisis en la que se ha metido. Lo demás
sería crecimiento sustentado sobre bases poco sólidas. La inversión
pública alemana es pírrica, de poco más del 1% del PIB (inferior
incluso a la española que se ha hundido con la crisis). Y eso, según
las fuentes consultadas, no va a variar pese a las peticiones del Sur
de Europa. En Berlín se alude continuamente al “crecimiento sano
sin más deuda”.
Berlín
no se ha opuesto a dar más tiempo para que Francia y España, por
ejemplo, recorten sus déficits, pero a cambio quiere prontas
reformas (sobre todo laborales).
Y
además, Alemania señala que “aún hay que hacer mucho para ganar
credibilidad en el saneamiento de la banca”. Y ahí apunta a
España, a cuyo Gobierno responsabiliza de no haber usado el grueso
de los 100.000 millones del rescate (recuérdese que tan sólo se han
tomado 40.000 millones de euros).
Según
las autoridades alemanas, las restantes áreas económicas (Estados
Unidos y Japón) “acabarán pagando caro el haber optado por las
vías fáciles”. Alemania no piensa que no haya alternativa a su
recetario, pero está convencida de que su fórmula es la mejor.
Las
autoridades alemanas opinan que si existen efectos colaterales, como
la creciente germanofobia, Berlín puede con ello: “Es un mal
temporal. Se evaporará cuando vuelva el crecimiento. Es más fácil
aplicar medidas dolorosas acusando a un enemigo externo; si hay que
buscar un chivo expiatorio en Alemania, podemos vivir con eso”.
En
realidad, a Alemania sólo le preocupa que no haya más
transferencias de dinero a otros países: una parte de la ciudadanía
no lo aceptaría, y por eso surgen partidos favorables a abandonar el
euro.
Según
ha explicado Stephan Homburg del Instituto de Finanzas Públicas, “el
objetivo principal de Ángela Merkel es evitar sorpresas hasta
septiembre. Es posible que por eso permita medidas de apoyo del BCE.
Porque si hubiera sobresaltos, algún rescate explícito antes de las
elecciones, los partidos radicales sacarían tantos votos como Beppe
Grillo en Italia, y Merkel podría estar acabada. No hay demasiada
austeridad en Alemania”. Afirmando que tampoco hay austeridad en
España: ¿Un déficit del 10% del PIB puede llamarse austeridad?”.
Según
algunos analistas, el pensamiento económico alemán “es uno de los
más extremos del mundo: niega completamente los efectos positivos
que pueda tener un keynesianismo moderado, incluso en la trampa de
liquidez en la que está Europa”.
Enmarcado
en ese ideario, el presidente del Banco Central alemán (Bundesbank),
Jens Weidmann, ha criticado la prórroga concedida a Francia para
ajustar su déficit. Teme que estas prórrogas erosionen las nuevas
reglas de estabilidad aprobadas en Europa el año pasado. Francia,
dice Weidmann, “tiene una responsabilidad especial, lo mismo que
Alemania”, para evitar que estos acuerdos queden en papel mojado.
También
dispara contra las medidas anticrisis del Banco Central Europeo
(BCE), que ha reducido los tipos de interés a su mínimo histórico
de medio punto. Afirma sentirse “preocupado porque la buena
evolución de los mercados financieros y que, en particular, los
bajos tipos de interés, rebajen la presión para combatir las causas
de la crisis”. Para Weidmann, “que países como España se
endeuden más barato gracias a las medidas del BCE es más un riesgo
que un alivio”. Yo añadiría que, sobre todo, lo es para los
bancos alemanes (nuestros acreedores).
Weidmann
también lamenta que Francia tenga “un déficit presupuestario muy
por encima del 3%” que fijan como máximo los tratados europeos.
Aunque admite que la flexibilidad en los criterios responde a que “la
evolución económica está siendo peor de lo esperado”, Weidmann
considera que el plazo no debería haberse alargado “de una sola
vez al máximo posible”. Hace unas semanas, Francia obtuvo de
Bruselas una prórroga hasta 2015 para reducir su déficit al 3%.
Las
críticas al país vecino se han convertido en moneda común en los
despachos políticos y financieros de Alemania. Las grandes
diferencias entre París y Berlín se están aireando en invectivas
directas o hasta insultantes, como la que lanzó el Partido
Socialista francés contra Merkel. El propio presidente Hollande tuvo
que salir a suavizar la controversia, asegurando en un discurso
público que las relaciones entre Francia y Alemania “no tienen
problemas”, y que su trato con Merkel siempre es “respetuoso”.
La
victoria de Hollande en las elecciones presidenciales, hace ahora un
año, abrió una brecha entre las dos primeras potencias de la
Eurozona. Merkel y Hollande son incapaces incluso de consensuar las
declaraciones conjuntas con las que ambos gobiernos iban a las
cumbres europeas.
Hollande
impulsó el año pasado un pacto por el crecimiento económico. Debía
tener vigor en paralelo a los acuerdos de estabilidad, es decir de
austeridad, propugnado por Merkel. No ha servido para nada. El
Gobierno alemán ha filtrado un informe en el que señala que a “la
movilización general hacia las reformas estructurales y la
competitividad” le queda, según el punto de vista alemán, mucho
camino por recorrer. Francia, aseguran en Berlín, sólo ha avanzado
en el ajuste de sus cuentas con medidas para elevar sus ingresos.
Alemania pide más recortes del gasto. En cuanto a España, Berlín
cree que “serán inevitables reformas para superar algunas
rigideces en el mercado laboral”. Es decir, despidos aún más
baratos y contratos aún más precarios. Igualmente en Italia
observan el mismo problema.
ESPAÑA:
La
Comisión Europea ha moderado levemente la austeridad, pero
acelerando las reformas. En realidad, para muchos analistas, se trata
de un giro retórico, acompañado de alguna medida, como la del paro
juvenil: 6.000 millones de euros para siete años en 27 países
(actualmente hay 26 millones de desempleados). Esperemos que,
efectivamente, se cumpla.
Ahora
bien, la Comisión Europea ha dictado plazos muy estrictos al
Gobierno español en las reforma de pensiones, impuestos, y mercado
laboral, advirtiendo que va a intensificar su vigilancia sobre España
en su cumplimiento. No obstante, aflojó la presión sobre el déficit
español evitando abrir el correspondiente expediente sancionador
contra nuestro país.
La
Comisión ha concedido más tiempo a siete Estados para cumplir el
objetivo del déficit, pero exigiendo reformas que en el caso español
o francés, darán lugar a serios problemas a sus Gobiernos, y
ahondan en las mismas causas que han provocado la recesión europea.
Bruselas
ha impuesto al Gobierno español una serie de fechas límite en otras
tantas reformas: ajuste (bajada para 2014) de las pensiones, y una
profunda revisión de la reforma laboral en septiembre, y nuevas
subidas fiscales.
Todo
ello, supone que sin estímulos de Fráncfort, de Berlín o de
cualquier procedencia, la economía española está, ojalá nos
equivoquemos, a un corto paso del cuadro depresivo a la japonesa,
como el que ha venido padeciendo durante dos décadas esa economía.
España
consiguió ampliar el margen para el déficit (que podrá llegar al
6,5% del PIB este año y al 5,8% el próximo, dos y tres décimas más
de lo previsto, respectivamente). A pesar de que algunos miembros de
la Comisión Europea, y algunos socios deseaban un mayor castigo para
España.
Para
el vicepresidente de la Comisión, Olli Rehn, “el esfuerzo fiscal
estructural de los últimos años se ajusta a las recomendaciones,
pero España no ha cumplido con el déficit y hay serios riesgos de
tampoco lo haga en el futuro”. Su conclusión es que “las medidas
aplicadas no han provocado la recesión, sino que la situación es
fruto de una inesperada degradación de la situación económica”.
Bruselas
también critica la baja presión fiscal, solicitando más medidas
contra el fraude y cerrando la posibilidad de bajadas de impuestos:
todo lo contrario, se recomiendan nuevas subidas. La Comisión
Europea solicita la “revisión sistemática” del sistema
tributario para marzo de 2014; “explorar una mayor limitación de
la aplicación de IVA reducidos” y subidas de los impuestos sobre
carburantes. Por tanto, incrementar en
plena recesión económica, al menos dos impuestos.
España
ha de “culminar a final de 2013 la regulación del factor de
sostenibilidad de las pensiones. Debe fijar, entre otros aspectos,
que la edad de jubilación vaya aumentando en función de la
esperanza de vida”. Esto implica el aumento de la edad de
jubilación.
En
otro orden, es importante destacar que el valor de las exportaciones
de mercancías ha superado, en el pasado mes de marzo, al valor de
las importaciones. Supone casi 635 millones de euros. Históricamente,
es la primera vez que las empresas españolas consiguen vender más
de lo que compran de mercancías. Es importante, que este primer
superávit comercial sea la antesala de un superávit de la Balanza
por Cuenta Corriente (mercancías, servicios, transferencias y
rentas). Ello significaría una reducción de la importantísima
deuda exterior española.
MERCADOS:
La
banca española es, en importancia por volumen, el segundo grupo
inversor en deuda pública: ha aumentado en 91.300 millones de euros
su cartera de bonos y obligaciones. De esta forma, ha superado a los
llamados inversores institucionales: fondos de inversión, de
pensiones, y las aseguradoras.
El
Banco Central Europeo ha sido el gran financiador de las entidades
de crédito españolas durante el pasado año, ya que para obtener
préstamos del BCE ha tenido que dejar bonos españoles pignorados
(operaciones de open market). También que las inyecciones de
liquidez de la autoridad monetaria al término del año 2012, y
comienzos del 2013, se dedicaron básicamente a la compra de deuda
pública con una elevada rentabilidad de estas operaciones. Una de
las razones, que motiva que las facilidades financieras del BCE a los
bancos no se hayan destinado a créditos a empresas y particulares.
La
situación ha permitido mejorar las tasas de interés que el Tesoro
Público ha debido pagar en sus emisiones de deuda (el tipo medio ha
bajado en 50 puntos básicos), suponiendo, nada menos, que un ahorro
de unos 1.000 millones de euros. Esta mejoría se está manteniendo
durante 2013 (los tipos han bajado del 3,01% y 2,68%), lo que implica
una reducción del gasto en alrededor de unos 300 millones de euros.
Por
otro lado, haciendo una referencia al caso del canje de las
preferentes por acciones de Bankia, la mayoría de pequeños
ahorradores y minoritarios han sufrido fuertes pérdidas. Las
pérdidas de las acciones en Bolsa, suponen para estos ahorradores,
muchos de ellos pensionistas, unas pérdidas de un 73% en los ahorros
que invirtieron.
EMPRESAS:
Es
indudable que la crisis afecta a todos sin excepción: nada menos que
El Corte Inglés debe mejorar su situación financiera, y ha decidido
reorganizar su deuda de alrededor de 5.000 millones de euros.
Según
se ha publicado, la empresa de distribución se ha sentado con BBVA,
Santander, Bankia y Caixabank para alargar los vencimientos de sus
créditos, que en los últimos años han crecido muy por encima de
sus habituales niveles de apalancamiento (endeudamiento).
La
adquisición del edificio Windsor, la compra de un 6% del capital en
manos de accionistas minoritarios, el desarrollo de nuevos centros
comerciales, como el recientemente inaugurado de Córdoba, o los de
Tarragona y Badajoz, justo cuando las tensiones en los mercados de
capitales empezaron a aflorar, y poco antes de que el consumo
retrocediese en tasas de dos dígitos, son causas de la situación
actual.
Los
acreedores, liderados por Santander y BBVA, están dispuestos a
alargar los plazos de vencimiento, siempre y cuando El Corte Inglés
aporte garantías patrimoniales. Esta condición, normal en cualquier
préstamo, era inaudita en la relación entre los bancos y el grupo
de Isidoro Álvarez, ya que todas las líneas de financiación se
concedían “tal cuál”, sin pignoración alguna, al considerar
que El Corte Inglés era una de las empresas más solventes de
España.
Los
bancos afirman que continua siendo un cliente solvente, fiable y
seguro, pero que la regulación sobre provisiones (deterioro de
valor) les obliga a tomar una mayor prudencia.
Algunas
fuentes apuntan a que la refinanciación no tendrá problemas, ya que
el grupo tiene un beneficio bruto de explotación de casi 1.000
millones y un inmovilizado material de más de 10.600 millones.
La
deuda bruta de El Corte Inglés asciende a 4.900 millones de euros si
se tienen en cuenta los algo más de 1.300 millones procedentes de
empleados que depositaron su dinero en la empresa a cambio de un
interés, como si fuera un banco. Sin embargo, teniendo en cuenta las
deudas pendientes de cobro, el endeudamiento neto se reduciría a
unos 2.500 millones. Esta última cifra supone un ratio de
apalancamiento de 2,5 veces el EBITDA, una posición cómoda si se
compara con grandes empresas del Ibex 35.
La
realidad es que se trata de una situación novedosa, ya que El Corte
Inglés tradicionalmente se ha financiado a través de su gran
liquidez (no ha tenido deuda bancaria).
Citan
algunos analistas, que sería suficiente, para eliminar el pasivo,
vender su negocio de tarjetas, la compañía de seguros o los
centros comerciales, todos en propiedad. “Solo con hacer una
operación de venta con alquiler, sell & leaseback, tendrían
suficiente”, argumentan.