La mayoría de organismos
multilaterales apuntan a un debilitamiento del crecimiento mundial, en buena
parte, debido a las tensiones comerciales existentes.
GLOBAL:
El presidente Trump
impuso aranceles del 25% al acero,
y del 10% al aluminio durante marzo de 2018. Se desencadenaron las
fuertes tensiones comerciales a partir de ese momento: impuso gravámenes por
valor de 50.000 millones de dólares anuales a China y, posteriormente, otros
200.000 millones más. China, al igual que Europa, reaccionó rápidamente, de
forma que este “fuego cruzado” está afectando a toda la economía global.
En mayo del año pasado, el
Fondo Monetario Internacional (FMI) señaló que el crecimiento mundial sería del
3,9% en este año 2019. Posteriormente, rebajó esa previsión en dos décimas, y
de nuevo en enero de este año, ha rebajado su previsión al 3,5% de aumento del
PIB.
Por su parte la OCDE (Organización
para la Cooperación y el Desarrollo Económicos), se ha pronunciado en ese mismo
sentido, aunque prevé mayores recortes para el crecimiento económico, al
situarlo en el 3,3% de aumento. Lo anterior en un contexto de frenazo económico
en la Unión Europea, con la economía alemana casi en el filo de la recesión.
Y es que los mensajes de
Twitter, que tanto gustan al presidente Trump, se ya están mostrando sus
efectos en la economía real.
Ahora bien, el FMI al
anunciar su crecimiento del 3,5% para la economía mundial este año, ha
precisado que se trata de una "desaceleración sincronizada". Sin
embargo, no precisó en qué consiste esta definición de desaceleración.
Sin duda, todo ello ha
influido en las decisiones de política monetaria más laxa: el Banco Central
Europeo ha avanzado que inyectará más liquidez a la banca, manteniendo los
tipos de interés oficiales intactos, al menos, hasta el año 2020.
De la misma forma, la
Reserva Federal también ha descartado adoptar nuevas subidas en las tasas de
interés este año 2019.
Otro factor de riesgo
apuntado por el FMI, es la incertidumbre que genera la salida del Reino Unido
de la Unión Europea ante la falta de acuerdo para el Brexit.
También existen otros
aspectos o factores de riesgo: elevado nivel de endeudamiento en algunos
sectores económicos y países; las tensiones derivadas de la política comercial;
y la intranquilidad de los mercados financieros.
Todo ello, ha conducido
el FMI a señalar que “la economía global se encuentra un momento delicado”.
El FMI ha seguido postulando
“una mayor integración comercial, ya que se trata de un aspecto fundamental para
el crecimiento económico, la inversión, el empleo y de la productividad. Por el
contrario, las barreras comerciales claramente perjudican”.
Ha señalado el FMI, que
hay que conseguir “evitar errores que contribuyan a alimentar aún más la
incertidumbre, dando los pasos adecuados. Se deben adoptar políticas
equilibradas que refuercen las economías al tiempo que garanticen que sean más
inclusivas.
La directora gerente del
FMI, ha expresado “la necesidad de proceder a modernizar el sistema de
tributación internacional de las empresas, para evitar que las corporaciones
desvíen sus beneficios a países con impuestos más bajos. El sistema está
desfasado”.
También la institución se
ha referido a la economía digital. En concreto a las grandes empresas
tecnológicas dominantes, al señalar que: “no tenemos un problema de monopolio,
pero se deberían adoptar las medidas apropiadas para que no lo sea”.
Los técnicos del FMI trazan
varios escenarios para ilustrar los efectos de la guerra comercial y de la
incertidumbre que genera. El informe no cita directamente a Donald Trump pero
sí incluye una simulación del impacto de una eventual escalada en el choque. EE
UU y China sufrirían básicamente todo el daño. Los intercambios entre los dos
países podrían caer un 30% a corto plazo si se elevara un 25% el arancel a
todos los bienes. El desplome sería del 70% si se prolonga.
Volviendo al tema de las
tensiones comerciales, el Fondo ha señalado que la caída de la demanda externa
por el declive de las exportaciones lastrará a las economías de Estados Unidos
y de China. Aunque la economía de China lo notará antes, y que en el caso de la
economía estadounidense sus efectos se mantendrán a más largo plazo.
CHINA:
De nuevo resalta la
preocupación económica mundial de la desaceleración del crecimiento económico
de China: tras décadas de crecimiento, a menudo superiores al 10%, su economía incrementó
su PIB durante el pasado 2018, según las cifras oficiales, un 6,6% (la tasa más
baja desde 1990). Algunos economistas chinos señalan que ese 6,6% exagera la
realidad y que el verdadero crecimiento económico chino ronda el 4%.
Sin dejar de imputar como
causas de la deceleración a factores coyunturales (un enfriamiento de la
economía mundial, y a la guerra comercial con Estados Unidos), existen otras
importantes causas:
Una de ellas, es lo que
algunos analistas llaman el agotamiento de las “ventajas del atraso”: cuando
una economía de bajo desarrollo se libera de rigideces que impiden su
desarrollo, esta crecerá, durante décadas, a tasas muy elevadas, ya que acumula
capital rápidamente, e importa tecnología extranjera (ocurrió en España con el
Plan de Estabilización de 1959 al renunciar a la “Autarquía Económica”). China
está sufriendo la misma desaceleración que todas las otras economías asiáticas
experimentaron una vez que las “ventajas del atraso” se agotaron.
Otra causa de la desaceleración
de China, es la transformación demográfica: durante el año 1963, con 682
millones de habitantes, China tuvo 29,6 millones de nacimientos. En 2018, con
1.395 millones de habitantes, casi el doble que, en 1963, China tuvo 15,2
millones de nacimientos, casi la mitad que en 1963. Esta brutal reducción de la
fertilidad, que ha continuado incluso después de la eliminación de la política
del hijo único, hace que la población activa en China ya esté cayendo en 2019
(la población total empezará a contraerse hacia 2029). Esta caída irá
reduciendo puntos adicionales de crecimiento de la economía (aunque el efecto
será menor en términos per cápita) tanto directamente, al bajar el insumo de
trabajo, como indirectamente, al debilitarse la innovación tecnológica y la
creación de nuevas empresas. Poblaciones más envejecidas son poblaciones que
innovan y emprenden menos.
Otra posible causa, según
los analistas, es el deterioro institucional sufrido en China desde la llegada
al poder de Xi Jinping en 2012. Más nacionalista y autoritario que sus
predecesores, Xi se ha lanzado a una agresiva campaña de recentralización
política y revigorización del intervencionismo estatal en la economía.
El Partido Comunista ha
sobrevivido gracias a la aquiescencia de una clase media urbana que ha
disfrutado de unos incrementos inusitados de bienestar. Olvidando esa clase la
ausencia de libertades políticas, la corrupción y la ineficiencia de los
servicios públicos a cambio de continuas subidas de ingresos. Por lo que otro
factor de riesgo, es el hecho de que la experiencia señala que esa aquiescencia
con las dictaduras se disuelve rápidamente en cuanto el crecimiento económico
cae.
Frente a las anteriores
dificultades, China ha pivotado de un modelo basado en las exportaciones, a
otro centrado en el consumo interno.
Las estadísticas chinas
hay que tomarlas con cierta prudencia, debido a las dimensiones de su economía
y por el caos burocrático que padece, pero las que realmente preocupan más son,
paradójicamente, las de su enorme deuda.
Según el Banco
Internacional de Pagos, al
final del tercer trimestre del año pasado, la deuda total de China
ascendía a una cifra equivalente al 252,7% de su PIB. Incluyendo los
créditos al sector público y al privado, formado por empresas y hogares, eran
unos 32,5 billones de dólares (28,6 billones de euros), por debajo de los 50,1
billones de dólares (44,1 billones de euros) de Estados Unidos, pero por encima
de los 17,9 billones de dólares (15,7 billones de euros) de Japón.
La mayor parte de la
deuda de China es de las empresas privadas: 19,7 billones de dólares (17,3
billones de euros) alrededor del 153,0 % de su PIB. (casi el doble de la
estadounidense).
Pero el gran problema de
China está en los gobiernos locales, fuertemente endeudados, y en la
denominada “Banca en la Sombra” (técnicamente nos referimos a las entidades
financieras no bancarias pero que actúan como tal concediendo crédito, como
puede ser el caso de ciertos fondos de inversión), un sistema de financiación
privada que opera al margen de los bancos e instituciones de crédito y es
difícil de cuantificar.
En el primer trimestre de
2017, la agencia Moody´s estimaba que dicha “Banca en la Sombra” podía suponer
el 80% del PIB de la economía de China.
En ese mismo año, Goldman
Sachs cuantificaba la deuda total del país en una cifra equivalente al 317% de
su PIB. Las autoridades de Pekín están intentando poner orden en sus cuentas
para reducir su excesivo endeudamiento.
ESTADOS UNIDOS:
Se mantienen dos
importantes dudas respecto a la primera potencia económica mundial: ¿cuándo
subirá de nuevo los tipos de interés la Reserva Federal, y qué va a hacer con
los activos de deuda que acumuló en su balance para salir la crisis?
La mayoría de los analistas apuntan a que no habrá nuevas subidas en este 2019,
y se dejará de reducir la cartera de títulos, resultado de las medidas de
expansión cuantitativa, en septiembre.
Por tanto, los tipos de
interés, desde diciembre pasado, han quedado situados en una banda que va del 2,25%
al 2,5%. Y es que el Banco Central estadounidense es menos optimista: si bien
afirma que la expansión económica continua, lo está haciendo a un ritmo menos
fuerte del esperado.
Las previsiones son de un
crecimiento del 2,1% para todo el año 2019 (dos décimas menos de lo anticipado),
y que caiga al 1,9% en el próximo 2020.
Se espera una subida de
precios del 2%, por lo que existe margen de maniobra para mantener invariables
los tipos de interés. También la Reserva Federal espera a ver, finalmente, la
evolución de la economía global.
Powel, presidente de la Reserva
Federal, ha señalado que siguen estudiando cómo reducir los títulos que esta fue
adquiriendo en las excepcionales medidas de política monetaria, y reducir de
esa forma su balance. Lo que pone de
relieve, que aún no se ha determinado la composición de títulos que la Fed desea
seguir manteniendo en su, denominada, Cartera de Mercado Abierto.
Las cifras record de
política monetaria adoptadas durante la Gran Recesión, llevaron a esta cartera
a los 4,5 billones de dólares a la existente a finales de 2014.
Frente a la circunstancia
de que el crecimiento de la economía estadounidense se está moderando –aunque
aún no es preocupante- podría acelerar su caída en el segundo semestre de este
año, lo que llevará a tener que virar su política monetaria de su estrategia
neutral actual, hacia otra de nuevo expansiva. No existe, por tanto, urgencia
en subir las tasas de interés oficiales.
Por otro lado, la
revolución del “fracking” ha llevado a la Agencia Internacional de la Energía
(AIE) a anticipar que Estados Unidos ya ocupa la cúspide de la producción
mundial de petróleo. El organismo señala en un informe que el país que, hasta
hace poco era un importador neto de petróleo, superará dentro de cinco años al
segundo productor mundial (Rusia), acercándose mucho al primero (Arabia
Saudí).
La AIE asegura que “Estados
Unidos lidera cada vez más el crecimiento en la oferta de productos
petrolíferos, con un importante crecimiento de países no miembros de la OPEP
como Brasil, Noruega y Guyana”.
Califica de “inédito”
cómo se ha convertido en menos de una década en un gran exportador de crudo. Esto
se debe a la capacidad de su industria de fracking de responder rápidamente a
los movimientos de precios impulsando la producción.
UNIÓN EUROPEA:
La economía de Alemania
depende en un 50% de sus exportaciones. Por lo que su ministro de
economía, Peter Altmeier, se ha mostrado preocupado por las guerras comerciales
desatadas.
El
PIB germano,
que había sido capaz de remontar lo peor de las crisis y seguir tirando de la
economía de la región de euro, sufrió en noviembre pasado su peor contracción
de los últimos cinco años, de forma que en el último trimestre de 2018 estuvo a
punto de entrar en recesión técnica (caídas del PIB).
Pues bien, el Gobierno
alemán ha rebajado reiteradamente sus previsiones de crecimiento, hasta apenas
el 0,8% anteriormente citado, argumentando especialmente la debilidad de su
sector automovilístico. La realidad, es que la industria automotriz ha tenido
problemas con la introducción de las nuevas pruebas de emisiones, pero incluso
sin ese efecto, el PIB alemán apenas habría crecido debido a la disminución de
la demanda china.
En el pasado, China era
para Alemania su principal mercado de exportación de maquinaria y tecnología,
pero progresivamente esa economía se ha ido convirtiendo en el socio principal
en la relación existente entra ambas economías. Con el agravante de que China
no compra productos “todo a un euro”, sino que compra empresas alemanas con
patentes de alta tecnología. Por esta razón, Alemania en diciembre, introdujo
una nueva ley para reducir la participación de capital extranjero en las
empresas alemanas.
Ahora, los operadores
germanos de teléfonos móviles están particularmente interesados en la oferta de
5G de la china Huawei porque ya utilizan el hardware de la compañía en sus redes, y las exportaciones
alemanas necesitan evitar cualquier desaire por parte de Berlín al Gobierno
chino, pero el presidente Trump no está dispuesto a permitir ese acercamiento y
el embajador estadounidense en Alemania, Richard Grenell, ha enviado una carta
al ministro Altmeier amenazando con reducir la cooperación en seguridad e
inteligencia, si Huawei entra
en la estructura 5G de Alemania.
En ese sentido desairar a
Trump, la opción alternativa del 5G a la de Huawei, tendría igualmente
consecuencias devastadoras sobre la balanza comercial alemana. El presidente estadounidense.
ya ha demostrado que no le tiembla el pulso y ha amenazado con imponer
aranceles del 20 al 25% a
los automóviles de la UE. Los fabricantes alemanes envían 494.000 coches cada año a Estados Unidos,
casi la mitad de las exportaciones europeas a ese país. Hay que recordar, que
las autoridades estadounidenses han llevado a empresas emblemáticas alemanas
como Deutsche Bank o Volkswagen a situaciones insostenibles en los tribunales,
atando indirectamente de pies y manos al Gobierno de Berlín, y por extensión a
la zona euro, paralizados por la disyuntiva y en shock ante el retroceso posible.
La
situación de la economía alemana se ve reflejada en los informes de los institutos
alemanes que confirman la peor caída de los últimos siete años: el Informe
de Primavera de los Institutos Económicos alemanes, hace una previsión de
crecimiento para este año de solamente el 0,8% del PIB. Los expertos apuntan
que el enfriamiento no solo ha afectado a la industria automotriz, sino al
conjunto del sector manufacturero, algo que en parte puede atribuirse a los
riesgos relacionados con la imposición de aranceles, pero también, advierten, a
que Alemania no se está subiendo a tiempo al tren de la digitalización y de la
inteligencia artificial.
El Informe de los
institutos alemanes señala que la economía experimentará una expansión algo más
fuerte el resto de 2019, a medida que surten efecto las medidas aplicadas en
China, y siempre que Estados Unidos mantenga su ritmo de crecimiento económico.
En otro orden de
problemas, refiriéndonos al Brexit, el Banco de Inglaterra ha remitido un
informe al Parlamento del Reino Unido, dónde considera cuatro escenarios: en el
primero, para el caso de una negociación exitosa para el Reino Unido, señalaba,
triunfalmente, un 1,75% más de crecimiento adicional para el PIB de la economía
británica. Algo, completamente inviable.
Los otros escenarios
“pintan mal” para la economía británica: uno sería un acuerdo comercial al estilo del
CETA de Canadá con un periodo transitorio, y quitaría unos 0,75 puntos de PIB a
los británicos.
Otro, consistiría en una
salida ordenada, pero sin acuerdo y en el que los aranceles se establecerían
por defecto según las reglas de la Organización Mundial de Comercio. Esta
posibilidad arrojaría una contracción de la economía de Reino Unido del 4,75%.
Y, por último, un Brexit
por las bravas, desplomaría el PIB en 7,75 puntos porcentuales. Este último
supondría una recesión de la magnitud que ha sufrido España y provocaría
"disrupciones de las cadenas productivas e inestabilidad financiera",
según señala el propio Banco de España.
En el primer escenario
negativo habría una apreciación de la libra del 2%. Y en los otros dos habría
depreciaciones de la libra del 15% y el 25%, respectivamente. A estos
escenarios y sus posibles impactos sobre las relaciones comerciales con España,
se añade el cálculo de un shock de crecimiento en el resto de
la zona euro, calibrando caso por caso con el objetivo de conocer mejor cuáles
serían las consecuencias totales para la economía española. Según el FMI, la UE
perdería entre un 0,5% en el escenario optimista y un 1,5% si no hubiese
acuerdo. Irlanda, Alemania, Holanda, Bélgica y Francia serían los países más
afectados por ese orden. España e Italia se encontrarían entre los menos
perjudicados.
Por otro lado, para toda
la región, el FMI ha declarado que la desaceleración que sufre la economía
europea está durando más de lo previsto, de forma, que es posible que el crecimiento
esté por debajo de su potencial durante varios trimestres.
Por su parte el Banco
Central Europeo no vislumbra, por ahora, una recesión económica, señalando que
la probabilidad de que tal cosa ocurra es relativamente baja. Sin embargo, no
todos los miembros del BCE se han mostrado partidarios de aplazar las subidas
en los tipos de interés, por lo que según señalan las actas de las reuniones, “se
expresó cierta precaución en torno la idea de comprometerse con un horizonte
más amplio, que fuera hasta bien entrado el próximo año, en una situación de
alta incertidumbre en la que los datos que van llegando podrían evolucionar de
muy distintas formas”.
La
realidad, es que, ante este panorama, el mercado apuesta
por el año 2021 como la fecha más probable para la primera subida de tipos
desde 2011. Los últimos datos de inflación, que en marzo cayó en la eurozona al
1,4%, y los malos resultados industriales de Alemania alimentan la idea de que
este calendario sigue alejándose progresivamente.
En todo caso, según las
Actas de sus reuniones, el BCE ya ha dejado claro que se toma muy en serio la
preocupación de los bancos por el daño que les está causando la situación de
tipos súper reducidos, que incluso están en niveles negativos del 0,4% para los
fondos que las entidades dejan aparcadas en el eurobanco. “Se expresó la
preocupación de que a lo largo del tiempo los efectos de unos tipos
persistentemente bajos podrían deprimir los márgenes de los bancos y su
rentabilidad, con efectos negativos en la intermediación de los bancos y la
estabilidad financiera a largo plazo”.
Para
algunos analistas, la situación de la región del euro tiene similitudes con la
“situación a la japonesa” que vive esa economía desde hace décadas: bajo
crecimiento, muy poca o inexistente inflación, y una sociedad envejecida.
Según las previsiones del
BCE, el PIB de la eurozona subirá este año solo un 1,1% (casi la
mitad de lo que pronosticaba unos meses antes), y tiene bajas subidas de
precios (el mes pasado cayó al 1,4%, alejándose una vez más del objetivo
oficial del 2% del eurobanco). Con estos datos, ningún dirigente de la política
monetaria sensato se arriesgaría a subir los tipos de interés.
Ahora bien, la idea de
alargar en el tiempo los intereses súper reducidos, no sólo tiene a la banca en
“pie de guerra” por la escasa rentabilidad de su negocio, sino porque apunta a
muchos economistas a señalar un fantasma, cada vez más cercano, “la japonización de la economía europea”.
Como ya hemos comentado,
desde hace muchos años, se trata de un escenario en el que se conoce como se
entra, pero, realmente, no sabemos cómo se sale. Japón está atrapado en esta
situación de estancamiento, desde los años noventa del siglo pasado.
Es evidente, el riesgo
para la economía europea de una situación similar: una mezcla de atonía en el
crecimiento y en la inflación, aderezada además con un acelerado envejecimiento
de la población y una productividad incapaz de tirar del crecimiento económico.
Los planes de Mario
Draghi, que, tras seis años de crecimiento económico ininterrumpido en la
eurozona, pretendía dejar el cargo el próximo 31 de octubre subiendo el precio
del dinero, demostrando que él también sabía ser ortodoxo, han quedado en
irrealizables.
La situación comenzó a
complicarse en el segundo semestre de 2018. Además de los riesgos globales
ligados al comercio y a los problemas de los países emergentes, la economía
alemana daba muestras de agotamiento. Italia, lanzada hacia una recesión de
largo alcance, preocupaba aún más. Y la inflación seguía empecinadamente baja.
¡Qué gran paradoja! Hace
una década que el BCE no logra su objetivo de mantener de forma sostenida un
crecimiento de los precios ligeramente inferior al 2%. La situación empezaba a
preocupar. Pero desde entonces solo ha ido a peor.
Algunos analistas, como
el jefe de ING Alemania, declaran que la eurozona deberá acostumbrarse a unos
tipos de interés en niveles mínimos durante mucho tiempo: “veo muy, muy difícil
escapar de este escenario en los próximos cinco años” ha declarado.
Japón, un país que lleva
más de 20 años con los tipos por debajo del 1% (desde 2016, en territorio
negativo), que ha pasado la mitad de los últimos 25 años con leve deflación
(caída de los precios), tuvo que esperar a 2016 para recuperar el PIB nominal
que tenía en 1997. Pues según el
responsable de ING de Alemania, “el bajo crecimiento y la baja inflación de la
eurozona, unidos a una política monetaria aún laxa, ofrecen un parecido notable
con la situación japonesa, lo que despierta preguntas sobre el manual de
herramientas del banco central y las opciones a su disposición”.
El debate sobre este
asunto, desborda los objetivos de este artículo, y además conduce a una serie
de actuaciones de muy difícil o, quizá, imposible, aplicación en las economías
actuales.
La situación, desde luego
apunta, a que las economías tendrán que acostumbrarse a que la nueva normalidad
ya está aquí: unos intereses mucho más bajos de los que eran habituales hasta
la crisis de 2008.
Al margen de si el modelo
nipón encaja a la perfección en el europeo o no, los tipos en la franja que va
del 0% al 1% han llegado para quedarse en la eurozona. Otra novedad es que su
subida o bajada va a dejar de ser la principal arma con la que cuenta el BCE.
Las medidas extraordinarias ensayadas en los duros años de la Gran Recesión van
a pasar a formar parte del manual de herramientas de los grandes bancos
centrales para combatir las próximas crisis. Porque si no fuera así, quedarían desarmados.
El precio del dinero ya no será la clave para apagar los incendios del futuro.
Ahora bien, la
inquietante pregunta es: si bien al arranque de la crisis de 2008, lo tipos
estaban en torno al 3,25%, ¿Qué herramientas le quedan a los Bancos Centrales,
frente a una eventual nueva crisis, con unos tipos de interés tan próximos a
cero, y unas carteras de títulos de los Bancos Centrales tan, extremadamente,
abultadas?... ¿la Política Fiscal?... ¿Las medidas, menos ortodoxas, habrán
vuelto a ser ortodoxas?…
Ahora bien, lo anterior, no
tiene por qué suponer automáticamente unos menores niveles de bienestar. La
renta per cápita nipona ha ido creciendo pese a los fantasmas de la deflación y
el estancamiento secular. Y el país disfruta de unas tasas de paro mínimas, que
en febrero cayeron al 2,3%.
La caída de la población
en Japón (las previsiones oficiales apuntan a que de sus 127 millones de
habitantes actuales podría pasar a 100 en 2049) contribuye a este mantenimiento
del bienestar: la producción se mantiene estancada, pero cada vez hay menos
entre los que repartir. Pero esta demografía supone una amenaza para las
pensiones del futuro.
Sin embargo, este
escenario de débil, o bajo crecimiento, es muy indeseable en el ámbito europeo:
el escaso crecimiento impedirá cerrar la brecha entre los países más ricos de
la eurozona y los más pobres.
Así las cosas, con una
política monetaria que no da ya mucho más de sí, parece llegado el momento de
la política fiscal: el margen de maniobra del BCE para responder a la próxima
crisis va a ser mucho más reducido. Así que sería extremadamente bueno que los
miembros de la eurozona acordaran nuevos instrumentos sobre la política fiscal,
como el presupuesto europeo que propone el presidente Macron. Pero esto es muy
difícil. Así que al final todo dependerá de que las autoridades nacionales
quieran impulsar el gasto con inversiones productivas o no.
La tarea de impulsar la
política fiscal se presenta como titánica. Con las reglas europeas actuales,
países como España e Italia tienen un margen de maniobra prácticamente nulo
para tirar de gasto público endeudándose más. Y los países que sí podrían
hacerlo, encabezados por Alemania, no están dispuestos a dar ese paso. Solo un
susto importante, en forma de recesión, parecería capaz de hacerles cambiar de
opinión.
El responsable de la
eurozona de Oxford Economics, Ángel Talavera, apuesta por el tirón al
crecimiento que podría llegar de los presupuestos públicos: “países como
Alemania no deberían tener miedo a emitir deuda. Cuando te puedes financiar a
coste cero o incluso negativo, no hay ninguna razón económica para no
aprovechar esa oportunidad e invertir para aumentar la productividad. Países
como España no se pueden permitir por ahora este debate, pero los que pueden
deberían acabar ya con la obsesión por los ajustes fiscales”, concluye.
ESPAÑA:
El Instituto Nacional de
Estadística (INE) ha revisado al alza el crecimiento de la economía española en
2018. En lugar del 2,5% inicialmente estimado, el organismo ha calculado
que el Producto Interior Bruto (PIB) avanzó un 2,6%, una décima más debido
sobre todo a que las importaciones restaron menos de lo que se detectó en un
principio. Sin embargo, se trata del menor crecimiento en cuatro años. Y,
además, la composición de la segunda mitad del año empeora. En vez de los
crecimientos trimestrales del 0,6% y el 0,7% que se dieron respectivamente en
el tercer y el cuarto trimestre, ahora se corrigen y se registra un 0,5% y un
0,6%. Es decir, en la primera mitad del año la economía creció más de lo que se
estimó en el dato adelantado. Y en la segunda mitad se está produciendo una
desaceleración de la actividad algo más pronunciada de lo que se esperaba, tal
y como ya vaticinó el Banco de España.
Otros indicadores de
coyuntura sobre el consumo y las exportaciones parecen confirmar que la
economía española sigue debilitándose. Este decaimiento puede significar que el
crecimiento del PIB en el primer trimestre del año estará por debajo del
registrado en el trimestre anterior.
El Banco de España ha
publicado datos sobre la evolución del sector exterior español durante el mes
de enero de 2019: el año ha arrancado mal, ya que, en el mes de enero, el saldo
por cuenta corriente arrojó un valor negativo de 1.472 millones de euros. La
razón ha sido que las exportaciones de bienes, han caído un 1,3% anual. Este
descenso supone que se lleven ya tres meses seguidos de caídas y que, por
primera vez desde 2006, las exportaciones españolas hayan crecido por debajo de
la media de la zona euro. Además, el déficit comercial se situó en los 4.483
millones en enero, casi un 14% más que hace un año. Por último, la balanza de
bienes y servicios del mes de enero por primera vez en mucho tiempo arrojó un
saldo negativo (641 millones de euros).
Debajo de la situación descrita,
se encuentran “demasiados aspectos negativos”: el menor crecimiento de la
Eurozona; la incertidumbre de la política económica de Italia; la debilidad de
la economía alemana; las elecciones españolas y al Parlamento Europeo; el
Brexit y la política comercial proteccionista de Estados Unidos.
El IPC (Incremento de Precios al
Consumo) se aceleró en marzo, colocándose en un 1,3% interanual (dos décimas
más que en el mes anterior). De nuevo, la energía es el principal contribuyente
a la subida de los precios. Con este dato de marzo, la tasa interanual del IPC
acumula 31 meses en positivo.
Según el INE, la subida
de los precios, se debe a la de los combustibles, que el año pasado en el mismo
mes bajaban en términos mensuales. Aunque el INE no detalla las subidas de
gasóleo y gasolina para transporte o para calefacción, hay que señalar que
llevan una tendencia alcista desde que comenzó el año. Así, el gasóleo subió un
0,8% en enero y un 4% en febrero, acumulando una subida interanual ese mes del
6%. La gasolina también acumula dos subidas mensuales seguidas, aunque más
leves.
Por lo que se refiere al
mercado de trabajo, el pasado mes de marzo, podía haber confirmado que la
desaceleración golpeaba al empleo. La Semana Santa cae este año muy entrado
abril y eso alejaba las muchas contrataciones que suelen traer aparejadas estos
días festivos. Pero la afiliación a la Seguridad Social, uno de los
medidores más fiables del empleo, ganó 155.104 cotizantes, el tercer mejor dato
de la serie estadística, y ha elevado la cifra total de afiliados a
19.043.576, desde agosto de 2008 no había tantos ocupados inscritos en el
instituto previsor. También el dato de paro registrado fue positivo,
bajó en 33.954 demandantes, aunque fue la menor caída en un marzo desde 2014.
Comparado con marzo de
2018, el mes pasado había un 2,93% más de ocupados cotizando. En enero y
febrero este porcentaje había bajado. En marzo esta tendencia se detuvo al
aumentar el dato en unas centésimas y prolonga el alto ritmo de creación de
empleo que ya acumula más de cuatro años ganando afiliados en torno al 3%. Si
se mantiene este rumbo, es probable que en los próximos meses España supere su
máximo histórico de afiliados marcado en julio de 2007.
Sí que se ha superado ya
ese máximo histórico entre las mujeres (8,84 millones de afiliadas). La
incorporación de mujeres al mercado de trabajo es una tendencia de fondo que
apenas se interrumpió en algunos momentos de la crisis.
La nota negativa de marzo
hay que buscarla en la contratación indefinida. En el pasado febrero ya hubo
menos contratos fijos que en el mismo mes del año anterior. Ahora en marzo la
caída es mayor, al llegar al 7%. A pesar de este retroceso el empuje de los
contratos temporales ha provocado que siga aumentando la contratación en
conjunto. Los 5,14 millones de contratos hasta marzo suponen un incremento de
casi el 4% en el primer trimestre del año.
Por lo que respecta a las
repercusiones del Brexit para la economía española, según los cálculos del
Banco de España a partir de las proyecciones que hizo el Banco de
Inglaterra en 2018, se estima que un Brexit sin acuerdo y desordenado podría
restar a la economía española más de 9.000 millones de euros en un plazo de
cinco años. Esto es, unos 0,82 puntos porcentuales de PIB a razón de entre una
y dos décimas al año,
En el caso de que la
salida de Reino Unido de la UE sea ordenada, pero sin acuerdo, el coste
superaría los 6.000 millones, un 0,5% del PIB. En este segundo supuesto se
considera que los planes de contingencia funcionan y que la voluntad de las
partes es que el problema no vaya a mayores.
Por el contrario, un
desenlace con un acuerdo comercial tendría una factura casi inexistente: poco
más de 200 millones, un 0,02% del PIB gracias a que la apreciación de la libra
compensaría buena parte de las pérdidas.
Las exportaciones de
España a Reino Unido se han resentido desde que se celebró el referéndum a
favor del Brexit en 2016. Pero los costes podrían multiplicarse si se produce
una salida desordenada y sin acuerdo. En términos de empleo, el mercado laboral
español perdería un 0,77%, es decir, unos 150.000 puestos de trabajo en un
periodo de cinco años. Las exportaciones retrocederían un 2,65%, y las importaciones
un 1,78 %.
En otro orden, la Sareb (Sociedad
de Gestión de Activos Procedentes de la Reestructuración Bancaria), donde se
trasladaron 51.000 millones en créditos con un 90% de morosidad y los peores
pisos que tenían las cajas de ahorros en 2012 (los conocidos como activos
tóxicos), no ha conseguido recuperarse: en el año 2018 registró unas
pérdidas netas de 878 millones de euros, un 55% más que un año antes, por la
caída en un 41% del margen que obtiene vendiendo créditos y los mayores costes
financieros de su deuda, que se elevaron un 22%.
El presidente de la
Sareb, preguntado por si las pérdidas de 2018 obligarán a los bancos y
aseguradoras privadas que tienen el 54,1% del capital a realizar nuevas
provisiones, como sucedió en ejercicios pasados, comentó: "supongo que los
socios apuntarán en sus libros la situación de la compañía". No obstante,
descartó que, pese a las pérdidas, tuvieran que pedir más capital a los
accionistas. El más relevante de ellos es el Estado, que tiene el 45,9% de la
Sareb. Su presidente aseguró que tanto las entidades privadas como el Gobierno,
han apoyado el cambio de estrategia de la firma y conocen sus planes de
futuro.
MERCADOS:
La ganancia trimestral
del Ibex se ha logrado en dos meses. En marzo, tras llamar a la puerta de los
9.500 puntos, se frenó en seco con volúmenes bajo mínimos, con una media diaria
de negociación que ronda los 1.720 millones, frente a los 2.324 millones del
primer trimestre de 2018.
Y si el Ibex ha subido en
el trimestre el 8,2%, el mejor desde 2017, el S&P 500 el 12,77% y el
Eurostoxx 50 el 11,67%, la mayor alza desde 2015.
Dentro de un ánimo
optimista, si el PIB español crece el 2,2%, con un Bolsa tan barata, para los
más optimistas, sólo sería posible mejorar… pero como siempre, hay que extremar
la prudencia.
Por lo que respecta al
mercado de divisas, el euro ha vuelto a marcar dos mínimos muy señalados
respecto al dólar. Aumentan los riesgos sobre el desempeño de la divisa
comunitaria, que se negocia por debajo del importante nivel psicológico de los
1,13 dólares y que podría ver atacada la zona de soporte que presenta en los
mínimos de 2018 en los 1,1214 dólares.
En esta tendencia, que
parece ir ganando peso, influye el impulso que Donald Trump se ha empeñado en
insuflar a la moneda estadounidense. El dólar también se ve fortalecido por los
mensajes de altos cargos de la Administración de Washington sobre los progresos
en las negociaciones con China y por informaciones publicadas en el Reino Unido
sobre la posibilidad de que el proceso de salida de la Unión Europea, previsto
para el mes de marzo, sufra un importante retraso al no haber alcanzado Londres
un acuerdo con Bruselas. Esas mismas informaciones están debilitando a la libra
esterlina y al euro.
Europa, por otra parte,
está demostrando que se basta y se sobra para presionar a la baja su propia
moneda. Los inversores están optando por moverse a monedas refugio como el yen,
el franco o el propio dólar ante la acumulación de datos económicos procedentes
de la UE.
Por su parte, el mercado
de automóviles ha perdido protagonismo: durante el pasado marzo, se vendieron
122.664 coches, un 4,3% menos que en el mismo periodo del año anterior. Ya van
siete meses seguidos de caídas, según las tres patronales del sector, Anfac,
Faconauto y Ganvam. Desde finales de 2012 y comienzos de 2013 no había un
periodo de caídas igual de prolongado. Aunque esta vez las explicaciones no hay
que buscarlas tanto en la coyuntura económica como en el cambio que las
restricciones medioambientales.
EMPRESAS:
Según datos de la
Central de Balances Trimestral del Banco de España, las grandes empresas
registraron un “crecimiento muy elevado” de sus resultados finales en 2018. Es
más, los duplicaron gracias sobre todo a operaciones extraordinarias de ventas
que generaron cuantiosas plusvalías.
La encuesta del Banco de
España, recaba información de 960 sociedades y se considera que presenta un
sesgo hacia las compañías de mayor tamaño.
En un contexto de mayor
demanda en España, la cifra de negocios aumentó un 7,2% el año pasado. Y el
llamado valor añadido bruto (las ventas de la empresa menos las compras) subió
un 3,3%. Aunque esta cifra encierra mucha heterogeneidad, se elevó de forma
generalizada en todos los sectores salvo en la industria.
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