Los momentos que estamos
viviendo tienen aspectos que, si cabe, aún los hacen más peligrosos: la
velocidad a la que se producen, su imprevisibilidad, y la enorme incertidumbre
que generan.
MACROECONOMÍA GLOBAL:
Desde luego, mi mayor
preocupación en estos momentos es, sin duda, la gravedad y el sufrimiento que
está provocando la pandemia. Ha habido un cierto debate, tal vez oculto,
respecto a la prioridad de luchar con todas las herramientas contra la
pandemia, aunque a corto plazo tengan efectos económicos perniciosos. En
cualquier caso, lo primero son las personas, además de que cuanto más larga sea
la duración de la pandemia, mayores serán los estragos económicos.
En todo caso, quiero
insistir, “lo primero, por encima de cualquier cosa, son las personas”. Para
mí, personalmente, sin ese objetivo no tendría ningún sentido la economía.
Ahora bien, como
economista, las consecuencias económicas pueden ser devastadoras.
La llegada del
Coronavirus a España fue deteniendo la actividad hasta que, finalmente, la
declaración del estado de alarma (aunque en algunos sectores se haya pasado al
teletrabajo), supuso el parón de una parte muy importante de la economía
española. La ampliación del cierre a todas las actividades económicas –salvo
las esenciales- hasta el 12 de abril (lo que se ha denominado hibernación), y
abandono de este a partir de esta fecha para prolongar el estado de alarma, ha
dado lugar a la debacle de pedidos cancelados, campañas anuladas, despidos,
ERTEs, etc….
Diversos informes, que
luego comentaremos, coinciden al señalar que el PIB español podría disminuir
hasta un 10% durante este año 2020. Será Italia la más afectada, ya que estiman
que su producto caerá casi un 12%. Alemania y Francia registrarán disminuciones
de su PIB del 9% y superiores al 7%, respectivamente.
En otros informes se
estima que la disminución del PIB será de 3 puntos por cada mes de
confinamiento.
En definitiva, existe
consenso de que nos adentramos en una situación de recesión económica (caídas
del Producto Interior Bruto). Un panorama completamente distinto al de la Gran
recesión de 2008 y, desgraciadamente, creo que más grave.
Una caída del producto de
esta magnitud, daría lugar a un desplome de la inversión muy fuerte, y también
del consumo como consecuencia de la disminución de las rentas, del aumento del
paro, y de la incertidumbre y desconfianza. En definitiva, a una caída de la
demanda interna muy fuerte.
Tampoco la demanda
externa (exportaciones) que, lógicamente, se ha frenado por el cierre, tendría
una reacción rápida por el colapso del comercio internacional.
Una vez superada la
pandemia, se debate si la senda de la salida será una “V” (rebote rápido del
PIB alcanzado el suelo), o bien una “U”, o por el contario una senda en forma
de “L” (el PIB cae y se mantiene, prolongadamente, a ese nivel bajo en el que
se haya situado).
Siempre he mantenido que
“los economistas no somos brujos”, por lo que en la situación presente resulta
imprevisible: tanto la disminución del PIB que vaya a ocurrir, como el momento
y la forma en la que se produzca la gradual recuperación.
Habrá que ver cómo se
comportan los precios en este escenario (algo que no he visto comentar en los
análisis realizados). Si como es previsible, el nivel de precios –de acuerdo al
batacazo- cae fuertemente, nos encontraríamos en una situación impredecible de
deflación, depresión económica y elevado paro… lo que en Macroeconomía
conocemos como la “Trampa de la Liquidez”.
Ese riesgo ya era
apuntado por algunos economistas (incluso algunos muy ortodoxos liberales) para
la región de euro. En esa situación, las medidas monetarias expansivas no
tienen ningún efecto para dinamizar la economía.
Se precisan medidas de
expansión fiscal tan importantes como las que se han llevado a cabo de carácter
monetario, ya que sería preciso incrementar fortísimamente la demanda.
Fundamentalmente, Inversiones Públicas, ya que el otro componente, el consumo,
que también debe crecer, no tendría individualmente una contribución suficiente
como estímulo económico.
Ha sorprendido la
inacción de la Unión Europea: es imprescindible acometer, como llegó a expresar
el Eurogrupo: “una estrategia de salida, un plan global de recuperación
económica y una inversión sin precedentes”.
A ello, habría que añadir
la emisión de los Eurobonos, o bonos de estabilidad europeos (títulos
de deuda pública emitidos por la eurozona), con el objetivo de evitar una
crisis de deuda en los países europeos de economías más debilitadas, y reforzar
su sostenibilidad fiscal, permitiendo su recuperación económica.
A diferencia de los demás
artículos, que tradicionalmente realizamos, en este nos vemos forzados a que
todo gire en torno al Covid-19. Con los datos que se disponen hasta este
momento y, que, dada la aceleración de los hechos, cambian a una velocidad
vertiginosa, trataremos de resaltar lo más importante en cada área del
análisis.
LATINOAMERICA:
Se ha pasado del bajo
crecimiento a la recesión. La CEPAL (Comisión económica para América y el
Caribe) ha señalado que el golpe para las economías de la región va a ser
extremadamente fuerte. Se trata de una región que se va a ver muy afectada por la
disminución de la actividad económica en sus principales socios (Estados
Unidos, Europa y China), el abaratamiento de las materias primas, la
interrupción de las cadenas mundiales de valor, una menor actividad turística, la
reducción de las remesas, y la intensificación de la aversión al riesgo en los
mercados mundiales.
El desenlace tendrá un
efecto social muy fuerte: el crecimiento de la pobreza extrema.
Según las cifras del
organismo, si el avance de la pandemia provocase una caída del 5% en el ingreso
medio de la población activa de la región, el número de latinoamericanos en
pobreza extrema pasaría de los 67,5 millones actuales a 82 millones. Si la
merma de ingresos para la población económicamente activa fuese del 10%, esa
cifra se dispararía hasta los 90 millones de personas.
Antes de la pandemia, la
zona no marchaba en la buena dirección, pero la pandemia supone “la puntilla”
al grave problema planteado.
En el nuevo escenario,
los cálculos más optimistas (que contemplan una reducción de la desigualdad del
1,5% y un aumento del PIB por habitante del 5%) apuntan a una pobreza extrema
en el entorno del 2,9% en 2030; y en el más pesimista (sin cambio en el patrón
distributivo y con un crecimiento per cápita del 1%), ligeramente inferior al
9%.
Pero la sacudida del
virus sobre los cimientos mismos de la economía de los países latinoamericanos es
muy grave: hoy el cálculo más optimista apunta a una pobreza extrema del 5,7%
de la población en 2030 y en el más pesimista, el 11,9%.
ESTADOS UNIDOS:
El presidente Trump quitó
importancia –llegó a ironizar sobre la situación- al coronavirus cuando la crisis se ensañaba con China. Decía que
era “como una gripe” y que “se habría ido en abril”.
Desgraciadamente, en el
mejor de los escenarios la crisis podría acabar con 240.000 fallecidos en
Estados Unidos, de forma que la economía estadounidense ha recibido un golpe
realmente devastador.
El mercado laboral, uno
de los grandes logros del presidente Trump (una tasa de paro menor del 4%) se
ha esfumado en una semana: la economía estadounidense, está registrando el peor
dato de solicitudes de prestaciones por desempleo desde que existe su
registro.
Se trata de un nivel
desconocido: históricamente, el peor dato correspondía al año 1982 (695.000
solicitantes). En este momento, el dato es diez veces mayor que el peor dato de
la crisis financiera de 2008-2009. En escasamente dos semanas, la economía de Estados
Unidos ha perdido diez millones de empleos, lo que equivale a toda la creación
de empleo desde el año 2015. Todo se ha esfumado de golpe.
Gran parte de esa pérdida
de empleo tiene lugar en el sector servicios (cierres por el confinamiento que afecta
al 80% de la población), pero también ha afectado a la producción
manufacturera. Cada día, las empresas anuncian despidos o bajas temporales fortísimas.
Y desde luego, en un contexto, de total desconocimiento de la fecha en la que
se pueda recuperar la normalidad.
La realidad, es que un
número considerable de empleos perdidos no se ha contabilizado: existen
trabajadores que han perdido el empleo y no pueden acceder al subsidio, y otros
que no han podido formular su solicitud por colapso, ante la avalancha, de los
sistemas informáticos.
Las principales
estimaciones señalan una tasa de paro en lo peor de la pandemia entre un 20% y
un 32% de la población activa. Situación extremadamente angustiosa ya que el
desplome de sus ingresos puede poner en peligro sus necesidades básicas como el
pago de los alquileres e hipotecas.
Todo ello, en una
situación dónde el coronavirus siga aumentado los contagios a todos los
Estados, y dejando sentir el peligro de falta de respiradores y de hospitales.
Además, que, por el precio de los servicios, no está al alcance de la totalidad
de la población.
En esa situación, y tras
intensas negociaciones (entre la Casa Blanca y republicanos, por un lado y la
oposición demócrata, por otro), el Congreso de Estados Unidos ha acordado la
aprobación del Plan de Rescate Económico más potente de la historia, un arsenal
de cerca de dos billones de dólares en ayudas a empresas y ciudadanos
para tratar de contener los estragos económicos del coronavirus y el
parón de la actividad que supone esta pandemia mundial.
El primer conjunto de medidas
anunciado por Donald Trump suponía movilizar un billón de dólares. La munición
ahora sobre la mesa, tras intensas negociaciones, roza los dos billones de dólares. No obstante, el jefe del Consejo Económico
de la Casa Blanca, Larry Kudlow, ha señalado que la estrategia global alcanzará
los seis billones, al sumar los cuatro más de capacidad de préstamo por parte
de la Reserva Federal.
El plan contempla
inyecciones directas de dinero al bolsillo de los ciudadanos, con el envío
masivo de cheques a la mayor parte de ciudadanos estadounidenses. Hasta ahora
se había hablado 1.200 dólares por adulto y 500 por menor de edad, aunque
Kudlow ha señalado como ejemplo, que una familia de cuatro miembros recibiría
3.000 dólares. En total, esta inyección puede alcanzar una cifra total de 500.000
millones de dólares.
Los legisladores se han
puesto de acuerdo también una línea de préstamos de 367.000 millones para
pequeñas y medianas empresas y un fondo de 500.000 millones para industrias,
ciudades y estados.
El proyecto de ley
definitivo, según los demócratas, ayudará a compensar el salario de los
trabajadores despedidos durante cuatro meses, en lugar de tres, como establecía
la propuesta inicial. Los trabajadores recibirán lo que su Estado pague
habitualmente por desempleo más un extra de 600 dólares, según los datos de
Associated Press. Además, trabajadores de empresas de la llamada economía
colaborativa, como Uber, quedarán cubiertos por primera vez. Las compañías
también contarán con ayudas fiscales, como el aplazamiento del 6,2% de la
cotización a la Seguridad Social de las nóminas.
EUROZONA:
En plena pandemia
del coronavirus, COVID-19, la confianza de los consumidores y los
empresarios en la economía de la eurozona se ha hundido durante el mes de
marzo, al registrar una caída de 8,9 puntos frente a febrero y situarse en
los 94,5 puntos, la mayor bajada desde que comenzaron los registros
en 1985, según el Indicador de Sentimiento Económico (ISE) publicado por
la Comisión Europea.
En el conjunto de la
Unión Europea, el descenso también ha sido notable, pues el índice ha decrecido
8,2 puntos, hasta alcanzar los 94,8 puntos, frente al 103 de febrero.
No obstante, el Ejecutivo
comunitario ha advertido de que los datos publicados pueden ser menos
fiables que en meses anteriores, ya que las medidas de confinamiento
aprobadas en diferentes Estados miembros han impedido que la recopilación de
datos se realizara con normalidad.
En el área del euro, el mayor descenso desde el inicio de los
registros en 1985 se debe al hundimiento de la confianza de los
consumidores en todos los sectores empresariales, industria, construcción,
servicios, comercio minorista, pero particularmente en estos dos últimos.
En concreto, sobre
los servicios, la Comisión Europea señala que la caída de 13,3 puntos
en marzo con respecto a febrero constituye un récord, y que está motivada
fundamentalmente por la caída en las expectativas de la demanda.
Detrás de la mayor bajada
en la confianza de los consumidores jamás anotada (5 puntos menos) se encontraría un
descenso "excepcionalmente fuerte" en las expectativas sobre la
situación económica general. Este retroceso ha sido de 8,1 puntos en el
comercio minorista, y en la construcción, de 2,7 puntos.
Mientras, la confianza en
el sector de los servicios financieros, que no forma parte del Indicador del
Sentimiento Económico, ha bajado 15 puntos.
Entre las principales
economías de la eurozona, los mayores descensos se han registrado en
Italia (caída de 17,6 puntos) y Alemania (9,8 puntos menos), si bien el
indicador también ha caído de manera significativa en Francia (4,9 puntos
menos), Holanda (4 puntos menos) y España (3,4 puntos menos).
En el caso español,
la confianza ha descendido 3 puntos en la industria y 7,6 en los servicios, en
tanto que en el comercio minorista el retroceso ha sido de 3,3 y en la
construcción, de 0,6. La confianza de los consumidores ha descendido en 3,7
puntos.
También se hunde, en 10,9
puntos, el indicador sobre expectativas de empleo y se sitúa en los
94,1 puntos en los diecinueve países que comparten el euro, mientras que en el
conjunto de la Unión Europea ha bajado 9,7 puntos, hasta los 94,8 puntos.
Un informe de Goldman
Sachs revisa muy a la baja el crecimiento del PIB de España. Ha pasado de
prever que la economía avanzaría un 1,8% este año, antes del golpe de la
Covid-19, a pronosticar que su PIB disminuirá, nada menos, que un 9,7%.
El informe de Goldman
recoge vaticinios para las grandes economías europeas. Todas sufrirán grandes
caídas. La eurozona sufrirá una contracción del 9% en 2020. Los analistas del
banco de inversión esperan un efecto rebote que permita una recuperación del
Continente del 7,8% el próximo año.
España no es la que
saldrá peor parada. Será Italia. La economía de este país se hundirá un 11,6%
en 2020, según los cálculos del estudio. Aunque su recuperación será del 7,9%
el próximo año. Alemania y Francia no quedarán inmunes. Registrarán
contracciones del 8,9% y del 7,4%, respectivamente, mientras que para 2021
crecerán un 8,5% y un 6,4%.
Por otro lado, en una
columna publicada por el diario Financial Times, el expresidente del Banco Central
Europeo, Mario Draghi, ha reclamado una movilización completa e inmediata de
los sistemas financieros de los países europeos para hacer frente al impacto de
la epidemia de coronavirus y evitar que la profunda recesión a la que Europa
parece abocada no se transforme en una depresión prolongada que cause un daño
irreversible. Ha asegurado que, para ello, será necesario asumir un mayor
endeudamiento público y cancelar deudas del sector privado.
Draghi señala que “la
pandemia de coronavirus es una tragedia humana de proporciones potencialmente
bíblicas”, y advierte de que el coste económico de las medidas de contención
implementadas “hacen inevitable una profunda recesión”, por lo que, asegura, el
desafío actual es actuar con la suficiente firmeza y rapidez.
En este sentido, Mario
Draghi apunta que “la respuesta pasa por un aumento significativo de la deuda
pública, que se convertirá en una característica permanente de las economías
europeas y vendrá acompañada por la cancelación de deuda privada. Es obligación
del Estado desplegar su balance para proteger a los ciudadanos y la economía
contra shocks de los que el sector privado no es responsable y
no puede absorber”.
Recuerda Mario Draghi que
los Estados siempre lo han hecho frente a emergencias nacionales como las guerras,
y que en la actualidad representan la angustia humana de la pandemia y los
cierres.
Draghi sostiene que “la
cuestión no es ya si el Estado debe hacer uso de su balance, sino cómo debería
emplearlo mejor, y subraya que la prioridad no debe ser solo proporcionar
una renta básica a aquellos que pierdan su empleo, sino evitar, en primer
lugar, la destrucción de puestos de trabajo, lo que hace necesario un apoyo
inmediato en forma de liquidez para las empresas y emprendedores. Algunos
países ya han introducido medidas para inyectar liquidez a los negocios en
dificultades. Pero es necesario un acercamiento más integral”.
Draghi afirma que “la
única manera eficaz de abordar la situación con inmediatez pasa por la completa
movilización de los sistemas financieros de los países de manera inmediata y evitando demoras burocráticas para que los
bancos puedan prestar fondos a coste cero
a las empresas que salvaguarden el empleo bajo garantía de los gobiernos, para
lo que el italiano señala que ni las regulaciones ni los colaterales deberían
obstaculizar la creación de todo el espacio necesario en los balances bancarios
para este propósito”.
Sostiene Draghi que “los
niveles de deuda pública se habrán incrementado, pero la alternativa, una
destrucción permanente de capacidad productiva y, por tanto, de la base fiscal,
será mucho más dañina para la economía y, eventualmente, para la solvencia del
Gobierno”.
Considera, por tanto,
Draghi, que “es imprescindible un cambio de mentalidad semejante al de
periodos de guerra en el que los europeos se apoyen mutuamente en lo que
representa una causa común y advierte de que el coste de vacilar podría ser irreversible”.
Por otro lado, el Banco
Central Europeo ha lanzado un plan de compra de 750.000 millones de euros en
activos públicos y privados. Con ello, los Gobiernos podrían asegurar de esta
forma la financiación para sus planes de estímulo.
Su presidenta, Christine
Lagarde, trata de salvaguardar la unidad del euro, e incluso siguiendo el leitmotiv de su antecesor. Mario
Draghi, al asegurar que “el consejo de gobierno asegura que hará todo lo
necesario dentro de su mandato y que está totalmente preparado para aumentar el
tamaño de sus programas de compra de activos y ajustar su composición, tanto
como sea necesario y durante el tiempo que sea necesario. Explorará todas las
opciones y todas las contingencias para apoyar a la economía. Apoyará a todos
los ciudadanos de la zona del euro en este momento extremadamente desafiante. El
BCE se asegurará de que todos los sectores de la economía puedan beneficiarse
de condiciones financieras favorables que les permitan absorber este shock.
Esto se aplica igualmente a las familias, empresas, bancos y Gobiernos”.
Este programa de
emergencia para combatir la pandemia de coronavirus, que estará vigente hasta
finales de este año, se basa en la adquisición de activos públicos y privados
por valor de 750.000 millones de euros (la cifra equivale a alrededor de las tres
cuartas partes del PIB español).
Expresamente se señala,
que el programa se aplicará de forma flexible, los que significa que se podría
comprar más deuda de países como Italia o España si lo considerara necesario. El
propio BCE ha señalado que “permite fluctuaciones en la distribución de los
flujos de compra a lo largo del tiempo, entre las clases de activos y entre las
jurisdicciones”.
Anteriormente, la reunión
de ministros de Finanzas del euro acabó con el mensaje de que “cada país
hiciese cuanto pudiera para hacer frente a la Covid-19”. Es decir, que cada economía
hiciera frente por su cuenta, y rezara para que el BCE compre deuda para
aguantar la de todos.
El propio gobernador del
Banco de España, Pablo Hernández de Cos, ya señaló que el BCE podía
temporalmente comprar más de un país que de otros para asegurar que no se incrementarían
las primas de riesgo. Se trataba de contener la fuerte subida de la prima de
Italia.
Un factor decisivo para
que el BCE haya adoptado el Plan señalado, es el claro riesgo de deflación con
la demanda cayendo (no preocupa que surja un brote inflacionista en pleno parón
de la economía). El BCE, por tanto, trata con todas sus fuerzas de evitar una
crisis en forma de la temida “L”, y apuesta, por tanto, por una senda de
recuperación en forma de “U”.
La realidad de la crisis,
es que ningún Estado miembro debería tener que acogerse a un plan de rescate o
memorándum de entendimiento para acceder a la financiación de emergencia de la
Unión Europea. Estamos ante una crisis del continente que requiere una solución
europea.
La “trifulca” de la
cumbre europea del pasado 26 de marzo, en la que el presidente del Gobierno,
Pedro Sánchez, y el primer ministro italiano, Giuseppe Conte, exigieron
una respuesta europea de mayor alcance, ha llevado a revisar y ampliar la
oferta del fondo.
El plan actualizado tras
la cumbre apunta a la creación de un nuevo instrumento de financiación,
bautizado por ahora como Rapid Financing Instrument, y con “una
capacidad de financiación global de unos 80.000 millones de euros”. Esa línea
de crédito estaría disponible hasta 12 meses, con una dotación para cada país
proporcional a su participación en el capital del MEDE o vinculada a factores
como la gravedad de la pandemia o la envergadura del daño económico sufrido. En
el caso de España, con una cuota en el MEDE del 11,8%, la línea podría
facilitar hasta 9.440 millones de euros.
La gran novedad de esa
línea pendiente de creación es que está abierto a todos los Estados miembros
(sin ninguna condición previa relacionada con su situación fiscal), así como el
carácter benévolo de su condicionalidad, relajada hasta extremos sin
precedentes. Aunque los aspirantes a su utilización deben respetar las normas
del Pacto de Estabilidad y los compromisos asumidos en el marco del llamado
Semestre europeo (sistema de vigilancia macroeconómica), esas obligaciones no
quedarán recogidas en un pliego de condiciones específico sino en un “plan de
respuesta económica” que será considerado como equivalente al Memorándum
requerido por el Tratado del MEDE y permitirá la liberación de los fondos.
Los créditos tendrían una
duración de entre tres y cinco años. Según los documentos del Eurogrupo, en
este plazo “daría tiempo suficiente para la absorción del shock económico”.
El coste de la financiación, según el proyecto, podría reducirse al mínimo
posible para que el Estado receptor no pague más que las comisiones
imprescindibles.
La participación del MEDE
en la lucha contra la crisis económica se completa con una “línea de crédito
reforzada ligada a la pandemia”. En este caso, sí que se trata de una línea ya
existente (nunca utilizada), a la que se añadirían ligeras modificaciones para
adaptar y rebajar su condicionalidad.
El proyecto de acuerdo
señala que los Estados que se acojan a esta segunda línea de crédito deberán
comprometerse a destinar los recursos a gastos relacionados con la crisis
sanitaria, así como a respetar el Pacto de Estabilidad y
Crecimiento (lo cual no quiere decir que el déficit esté por debajo del
3%) y el Semestre europeo. A diferencia de la primera línea, estos compromisos
sí que quedarán recogidos en un Memorándum suscrito de manera individual por el
Estado que desee acceder a los fondos del MEDE.
Una vez activada, la
línea podrá conceder créditos equivalentes al 2% del PIB de cada país, aunque
se contempla posibilidad de ajustar esos límites “a la vista de las necesidades
que surjan en cada Estado en función de la severidad de la pandemia y de su
impacto económico”. Para España, los recursos disponibles podrían rozar los
25.000 millones de euros como mínimo.
La línea de la pandemia
también abriría la posibilidad de que el MEDE adquiriese deuda pública del
Estado beneficiario en el momento mismo de su emisión (mercado primario). Ello
podría ayudar, llegado el caso, a colocar las emisiones de los Tesoros en
momentos de tensión en los mercados de deuda soberana. El BCE no puede ayudar
en ese terreno porque, a diferencia del MEDE, no puede actuar en el mercado
primario.
La línea de crédito
estaría disponible durante 12 meses, prorrogable por otros seis. Los préstamos
serán reembolsables en un plazo de entre 5 y 10 años. El plan también prevé
rebajar las comisiones del crédito, fijados ahora en 50 puntos básicos en la
apertura de la línea y 35 puntos básicos de cuota anual.
El tercer frente que
quiere abrir el Eurogrupo es a través del Banco Europeo de Inversiones. El BEI
y la Comisión Europea ya habían puesto en marcha un plan de apoyo que aspiraba
a movilizar 40.000 millones de euros. “Sin embargo, dada la gravedad de los
retos que encara la economía de la Unión Europea esa cantidad está lejos de ser
suficiente”, reconoce el documento del Eurogrupo que diseña una intervención
reforzada.
La intención del
Eurogrupo es establecer “un fondo paneuropeo de garantías en respuesta al
Covid-19”, con el que inyectar hasta 200.000 millones de euros en las empresas
europeas, desde las pequeñas y medianas hasta las grandes multinacionales.
El fondo se diseñará
“para financiar operaciones de alto riesgo”, un perfil alejado de la
tradicional prudencia del BEI, siempre celoso de su elevada calificación
crediticia. Las empresas potencialmente beneficiarias serán todas aquellas
cuyas dificultades económicas sean consecuencia clara y directa de la pandemia
del Covid-19. El BEI gestionará el fondo, pero no se verá salpicado por ningún
riesgo potencial. Las operaciones estarán avaladas “de manera conjunta” por los
Estados miembros, que deberán ofrecer por adelantado unos avales por valor de
25.000 millones de euros. Las posibles pérdidas se repercutirán de manera
proporcional a la aportación de cada país, que se espera que sea según su
participación en el BEI.
La última gran pata del
plan es el mecanismo de reaseguro de desempleo comunitario, cuya propuesta
ha sido lanzada por la Comisión para financiar, de forma temporal, los esquemas
que fomentan la suspensión temporal de empleo, como los ERTE españoles, y las
ayudas a autónomos. La propuesta se articulará mediante préstamos y es vista
por los grupos de izquierda parlamentaria como un primer paso, pero no
definitivo, para un fondo europeo de desempleo. Sin embargo, Bruselas teme las
críticas que puedan llegarle de los halcones, por lo que
defiende que su despliegue se hará bajo el artículo 122 del Tratado de Lisboa.
Con 100.000 millones de euros, Bruselas espera que con ese instrumento se pueda
evitar la destrucción masiva de puestos de trabajo.
En todo caso, para muchos
analistas, es más necesario que nunca la creación de los Eurobonos (un eurobono
común), como un instrumento de deuda común que mutualice los costes fiscales de
combatir la crisis.
Francia y España insisten
en la necesidad de añadir los eurobonos (algunos ya les llaman coronabonos),
que serían reembolsados entre todos los socios a través de un nuevo "impuesto solidario"
excepcional.
El Gobierno español ha
reclamado insistentemente estos eurobonos, que permitan financiar inversiones y
gasto social para combatir el virus. Sánchez ha declarado que “hemos defendido
que el Mecanismo de Estabilidad (MEDE) de que se dotó la UE después
de la crisis de 2008, sirva para emitir bonos que mutualicen la deuda a nivel
europeo, por ejemplo, emitiendo bonos en coronavirus, que es lo que ha
propuesto por ejemplo la gobernadora del BCE, Lagarde, y la presidenta de la
Comisión, Von der Leyen, y que desde luego el Gobierno de España junto con
otros muchos países pedimos y exigimos”.
El presidente Sánchez ha
respaldado lo que piden bastantes analistas: “que el Banco Europeo de
Inversiones (BEI) financie los desembolsos necesarios. Amparando muchas de
las medidas de liquidez que estamos poniendo los países. Europa está en guerra
contra el coronavirus y tenemos que responder con todas nuestras armas y
nuestros instrumentos. No hay excusa que valga para no movilizar todos esos
recursos”.
Reiteradamente Sánchez
viene pidiendo la adopción de un gran “Plan Marshall para el conjunto de la UE
e iniciar ese proceso de reconstrucción que necesariamente vamos a tener en el
ámbito social y económico cuando todo esto pase”.
La realidad, es que la
Unión Europea está siendo fuertemente criticada por el escaso papel que ha tenido
hasta el momento.
Dentro de la falta de
unidad e impulso europeo, la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, ha
señalado que el presupuesto plurianual para el próximo periodo (2021-2027), que
está actualizando estos días, podría
ser el “Plan Marshall” demandado.
En definitiva, de esta manera, parece vislumbrarse un nuevo periodo de
austeridad para los próximos años.
ESPAÑA:
La actividad del sector
servicios registró el pasado mes de marzo un hundimiento sin precedentes como
consecuencia de las medidas de confinamiento implementadas para
contener la propagación de la Covid-19, según refleja el índice PMI (Índice
Gestores de Compras), que cayó hasta los 23 puntos desde los 52,1 de febrero,
con la destrucción de empleo más intensa desde la Gran Recesión.
Los indicadores PMI son
índices de confianza elaborados por encuestas a los directores de compras de
cientos de compañías en todo el mundo. El índice de actividad comercial del
sector servicios cayó en marzo más de 24 puntos, de los 52,6 puntos registrados
en febrero a 28,4. Esta cifra cae por debajo de la mínima anterior de la
encuesta de 39,2 en febrero de 2009.
Y es que el sector
servicios se ha visto especialmente afectado, principalmente en los sectores
orientados al consumidor como los viajes, el turismo y el de los restaurantes.
El desplome del sector
servicios en marzo, se suma así a la fuerte caída registrada en la
actividad del sector manufacturero, cuyo índice PMI se situó en el tercer mes
del año en 45,7 puntos desde los 50,4 de febrero. Esta es su peor lectura desde
2012, lo que ha llevado el dato del índice PMI compuesto hasta los 26,7 puntos,
frente a los 51,8 del mes anterior.
Como se aprecia, la
encuesta de marzo muestra cómo ha afectado al sector la pandemia de la Covid-19
y el esfuerzo asociado para contener el brote, registrando las empresas del
sector servicios caídas sin precedentes de la actividad, de los nuevos pedidos
y de la confianza empresarial. El impacto se centró, en sectores que dependen
del contacto social, como el de hoteles y restaurantes.
Ante la disminución sin
precedentes de la actividad y de los nuevos pedidos, las empresas del sector
servicios español se mostraron más preocupadas que nunca por el futuro. Así, la
confianza con respecto a los próximos 12 meses cayó de golpe a un nivel nunca
observado.
La enorme preocupación
sobre el impacto a largo plazo que la pandemia pueda tener en la actividad, la
inversión y el empleo durante los próximos 12 meses, ha llevado a que muchas
empresas hayan optado por reducir sus plantillas en marzo.
Todas las circunstancias
conducen a que no sea posible predecir o cuantificar la magnitud y duración de
la pandemia en términos de caídas en el PIB y el empleo. Aunque,
desafortunadamente, es altamente probable el hecho, de que la severidad de la
recesión en el segundo trimestre supere todo lo que hemos observado durante la
Gran recesión desencadenada en el año 2008.
El coronavirus está
causando una destrucción de empleo sin precedentes en la economía, pero no
afecta por igual a todas las comunidades autónomas, ya que las regiones más
dependientes del turismo se llevan la peor parte. El paro registrado aumentó
respecto al mes anterior casi seis veces más en la comunidad andaluza (17,2%)
que en Madrid (3,1%).
El estado de alarma
precipitó el cierre de restaurantes y congeló toda la actividad turística. Los
extranjeros que visitaban España se apresuraron a regresar a sus hogares y la
costa se vació de ingleses, nórdicos, alemanes o franceses. Todo el empleo
vinculado a este sector, que suele ser precario y temporal, fue el primero en
recibir el embate del virus.
Todas las provincias
españolas registraron una destrucción de empleo desde la víspera del estado de
alarma. Las que menos sufrieron son Gipuzkoa, Lugo y Segovia.
Canarias es otra de las
autonomías más turísticas que ha sufrido. La crisis sanitaria se desató en
plena temporada para el archipiélago. En Santa Cruz de Tenerife el paro subió
más de un 10% y en Las Palmas un 8,6%
La estadística de Paro Registrado
del Ministerio de Trabajo no recoge las suspensiones temporales de empleo
(ERTE), por lo que las autonomías más prósperas, donde más trabajadores se han
visto afectados, no registran grandes caídas. Por ejemplo, en la Comunidad de
Madrid el desempleo solo aumenta un 3,08%, una de las subidas más tímidas de
España. En Cataluña ocurre algo parecido. El desempleo sube en las cuatro
provincias catalanas, pero mucho menos que la media del país (9,31% más
respecto al mes anterior). Sorprende Navarra, menos turística, al ser la
segunda autonomía donde más aumenta el desempleo (9,9%).
La crisis sanitaria está
provocando una fuerte avalancha de suspensiones
de empleo (ERTE). Las empresas usan esta fórmula antes de empezar con
los despidos. La cifra de afectados por ERTE asciende ya a más 1,5 millones de
trabajadores, según los datos recopilados del Ministerio de Trabajo. Este
cálculo incluye estimaciones sobre Madrid —la comunidad más afectada por la
pandemia—, Murcia y Baleares y Canarias, tres regiones que sufrirán bastante
esta crisis por el peso del turismo en la economía.
Desde que se declaró el
estado de alarma, las Administraciones han tramitado cerca de 200.000
expedientes. De forma que, entre el 12% y el 15% de los asalariados dados de
alta en el régimen general de la Seguridad Social en febrero, se habrían visto
incluidos en un ERTE.
Casi la mitad de los ERTE
confirmados oficialmente proceden de dos comunidades: en Cataluña hay 342.000
trabajadores con el empleo suspendido, y en Andalucía, la Junta proyecta que
hay unos 280.000, partiendo de que tiene 37.363 expedientes presentados con una
media de 7,5 empleados por cada uno. Madrid sigue sin dar a conocer el dato de
afectados, pero no pueden estar muy lejos de estas dos, por el tamaño de su
economía y por el impacto de la crisis sanitaria, ya que es el epicentro de la
epidemia.
Tampoco estarían los
números de Canarias y Baleares. Fuentes no oficiales de esta última estimaban
que ahora habrá algo más de 30.000 trabajadores afectados.
El Gobierno maneja una
previsión de unos dos millones de trabajadores afectados.
Y ¿cómo podrá afectar el
Covid -19 a cada uno de los sectores?
Es algo impredecible, ya
que no existen precedentes cercanos de emergencias sanitarias de esta
naturaleza y alcance, y por tanto históricamente tampoco se comprobado su
impacto en la economía real. Lo que más se le aproxima es la epidemia del
síndrome respiratorio agudo grave (SARS, por sus siglas en inglés), que en 2003
también hizo saltar las alarmas sanitarias en medio mundo, pero cuya
propagación fue relativamente limitada (se contabilizaron unos 8.000 casos a
nivel global. Sin embargo, su repercusión en mercados y empresas fue durísima:
se llevó por delante el 1% del PIB de China y el 2,5% de Hong Kong, entre otros.
El golpe está siendo muy
duro y no será fácil que la actividad económica recupere la normalidad o la
velocidad de crucero de antes del brote epidémico. Dependerá de la profundidad
de la crisis sanitaria y de la efectividad de las medidas de prevención del
contagio y de respuesta económica que se están poniendo en marcha en todo el
mundo.
Lo ideal para la economía
española sería experimentar la senda de rebote del PIB en “V”, lo que parece
improbable a la vista del peso de sectores intensivos en personal y mano de
obra relativamente cualificada de nuestra economía, a diferencia de otras
economías como Reino Unido o Alemania.
En el caso de España, las
actividades económicas vinculadas directa o indirectamente al turismo y al
consumo van a ser especialmente castigadas por la pandemia. Por eso, es de
esperar que la pauta de recuperación de la economía española se acabe
pareciendo más a la trayectoria de “U”, siendo la más grave la que comenté al
principio, la “L”. Estudios de Deloitte señalan como más probable un escenario
en “U”, dándose por perdido alrededor de un año.
Con estas expectativas,
no quedan muchas dudas de que España, como la mayor parte de las economías
occidentales, debe prepararse para una importante recesión económica.
Por sectores empresariales,
el impacto del Coronavirus tiene una doble trayectoria, en función de cómo
afecta a los suministros de bienes y servicios (es decir, si perjudica a la
capacidad de oferta de las empresas) y/o a los ingresos (si es previsible un
freno en la demanda). Aplicando ese doble baremo de riesgos, el sector más
perjudicado será probablemente el de la automoción, ya que combina una
previsible fuerte caída de la demanda por parte de los consumidores con la
interrupción del suministro de sus materias primas.
Esta última repercusión
negativa es algo más que un riesgo potencial, ya que estamos viendo cómo los
fabricantes de automóviles están cerrando temporalmente sus plantas en Europa y
Estados Unidos, en parte para prevenir el contagio, pero también precisamente por
la imposibilidad de tener garantizado el buen funcionamiento de su cadena de
suministros, que depende en parte de sus proveedores asiáticos. No muy distinta
es la situación del sector de distribución o retail (no alimentación), también
golpeado por la caída de la demanda y las limitaciones de suministro.
El sector turístico y de
transporte está asimismo en la diana de la crisis. Las restricciones de la
demanda ya han empezado (prohibición de fiestas y viajes, limitación del
transporte entre determinadas zonas, cierre obligatorio de establecimientos,
etc.) y se espera que continúen siendo muy severas durante las próximas
semanas, con lo cual es de prever una fuerte caída de sus ingresos.
Parece que los sectores
menos expuestos, en términos relativos, sean las actividades relacionadas con
las telecomunicaciones.
Respecto a las áreas de
mayor riesgo para la gestión empresarial, la gestión de la tesorería o liquidez
será crítica en los próximos meses para asegurar la supervivencia: es necesario
asegurar un control estricto del circulante o activo corriente, y dirigir
“desde cerca y día a día”, la marcha del negocio y las operaciones comerciales,
limitando gastos e inversiones no esenciales. Es necesario adaptar la operativa
laboral, asegurando la continuidad de las funciones de negocio “esenciales”, a
la par que se garantiza la seguridad sanitaria de los trabajadores.
Desplegar medidas en el
ámbito de las operaciones, asegurando la continuidad de la producción y
manteniendo el impulso comercial, explorando nuevos canales y alternativas de
manera creativa, desarrollar una batería de comunicaciones para los principales
stakeholders (interesado o partes
interesadas: todas aquellas personas u organizaciones afectadas por las
actividades y las decisiones de una empresa), y asegurar la formación de
“equipos de crisis” dedicados en la alta dirección, que complementen un plan de
choque efectivo para asegurar la continuidad de la compañía.
Por otro lado, los
efectos de la pandemia en el mercado laboral están siendo devastadores. En
apenas algo más de dos semanas, desde que comenzaron a notarse en la economía
las consecuencias de la crisis, la caída del empleo no ha tenido precedentes:
casi 900.000 afiliados menos a la Seguridad Social, que dejaron el volumen
total en 18,4 millones a final de mes. El paro también ha roto sus registros
negativos al subir en 302.265 desempleados, según los datos publicados por los
ministerios de Trabajo y Seguridad Social. En este golpe laboral, no se suman
los 620.00 afectados por ERTE ya procesados por los servicios públicos.
El impacto de la Covid-19
en la economía apenas se notaba en los registros laborales hasta que el 9 de
marzo comenzaron a cerrarse los colegios por el avance de la crisis sanitaria. En
los días siguientes comenzó a apreciarse el estancamiento brusco en la
afiliación a la Seguridad Social y, por tanto, en la ocupación. Y el 12 de
marzo llegó el desplome. Desde entonces, se han perdido 898.822 empleos, como
cuantificó la propia ministra, Yolanda Díaz. Si se toma el mes entero, la caída
es un poco menor: 838.979 afiliados menos entre el 29 de febrero y el 31 de
marzo. Aun así, es el peor dato de la serie estadística.
Para ilustrar la magnitud
del impacto, el ministro de Seguridad Social, José Luis Escrivá, comparó lo
sucedido en las dos semanas posteriores a la declaración del estado de alarma
con lo ocurrido entre el 2 octubre de 2008 y el 27 febrero de 2009. En aquellos
cinco meses (101 días laborables), que podían calificarse como la zona
cero de la Gran Recesión provocada por la quiebra Lehman Brothers, el
instituto previsor perdió un poco más de 900.000 afiliados. Ahora se ha dejado
una cifra similar en 14 días y deja la cifra total de ocupados cotizando en
18,4 millones. En este breve periodo, la Seguridad Social ha vuelto al nivel de
afiliación con que cerró febrero de 2018. Según Escrivá, “estamos en una
situación excepcional y los datos son excepcionales”.
Tampoco existen
precedentes para explicar lo ocurrido en el paro: las cifras del Ministerio de
Trabajo de marzo arrojan un aumento en un mes de 302.365 parados y deja la
cifra total en 3,54 millones de desempleados. Las referencias más próximas para
comparar este golpe vuelven a encontrarse en los peores momentos de la Gran
Recesión: hasta ahora el mayor incremento en un solo mes correspondía a enero
de 2009.
Una gran diferencia entre
aquel momento y el desplome actual son los mecanismos de ajuste y ayudas
públicas. A los pocos días de declarar el estado de alarma, el Gobierno aprobó
la agilización de los trámites para aprobar expedientes de regulación de empleo
provocados por la crisis sanitaria y la creación de una prestación
extraordinaria para los damnificados. Desde entonces, bajo ese paraguas se han
protegido 620.000 trabajadores que tienen el empleo suspendido o la jornada
disminuida, según la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz. En todo 2009, los
afectados por suspensiones de empleo y reducciones de jornada sumaron 485.806
personas.
La Seguridad Social
cuenta en sus datos que son casi 260.000 quienes están en un ERTE. No obstante,
fuentes de este último ministerio explicaron que la diferencia entre sus cifras
y las de Trabajo se debe a que en el instituto público contabilizan a los
afectados días después que los servicios empleo, que es el organismo público
que paga la prestación. Tanto la cifra de Trabajo como la de la Seguridad
Social quedan bastante en el aire...
De no haber mediado
el shock sanitario, lo lógico es que marzo se hubiera saldado
con un avance del empleo. La Semana Santa y el principio del buen tiempo
empujan el empleo en sectores como la construcción y, sobre todo, el turismo
que se prepara para su temporada alta. El coronavirus ha llegado justo en este
momento y ha cortado con brusquedad ese arranque parando completamente uno de
los principales motores de la economía española: el turismo.
Esto se ve en los datos
de afiliación por ramas a la Seguridad Social, que ya muestran caídas
superiores al 5% del empleo en la hostelería, la construcción y las actividades
recreativas o de ocio. Desde luego, el retroceso en la ocupación no es
homogéneo en todas las actividades. Pero es prácticamente general. Solo se
salva, en consonancia con la coyuntura provocada por el coronavirus, la sanidad
y los servicios sociales que han ganado más 11.000 asalariados en este mes.
De los casi 900.000
empleos evaporados en estas dos semanas, 613.000 correspondían a trabajadores
temporales. El resto son indefinidos y autónomos, principalmente.
En otro orden, respecto a
la afectación de la crisis a los bancos, Goldman Sachs cree que una recesión
global puede hacer mucho daño en las cuentas de resultados de la banca europea.
Este banco de inversión
prevé una bajada del 55% de los beneficios de los grandes del sector en 2020.
De acuerdo con sus cálculos, este año ganarán 45.100 millones, la mitad de los
99.800 millones de 2019.
El principal responsable
será el incremento de los impagos, sobre todo empresariales, que se dispararán
de 47.600 millones a 106.000 millones año sobre año.
Esto tendrá una traducción
directa en la rentabilidad del negocio. Según sus previsiones, la ratio ROTE
(rentabilidad sobre capital tangible) promedio de la banca europea caerá del
6,7% al 2,8%. Es decir, no alcanzará ni mucho menos para cubrir el coste del
capital.
La cifra bruta de
créditos y de depósitos, en cambio, apenas registrará variaciones respecto al
año pasado.
El golpe alcanzará
también a los bancos españoles. Goldman Sachs cree que Bankia y
Sabadell pueden cerrar el año con pérdidas. El banco de inversión pronostica
caídas del beneficio por acción que van desde el 91% de Unicaja al 67% de
Santander, pasando por el 71% de BBVA, el 75% de CaixaBank y el 82% de
Bankinter.
En cuanto a la
rentabilidad del negocio, su estimación es que Santander y BBVA reportarán
ratios ROTE del 3,3% y el 3,1% respectivamente. En el caso de Bankinter, que
viene batiendo a sus competidores en años atrás, prevé una ROTE del 1,7%.
MERCADOS:
Los mercados de todo el
mundo se han despedido con un pésimo primer trimestre por culpa de
la pandemia del Covid-19, unido a las medidas que, consiguientemente, han
adoptado los diferentes Gobiernos para combatir la pandemia.
El Ibex 35 se ha dejado
un 28,94% en el que ha sido su peor inicio de año de toda su historia. Solo en
el mes de marzo, el selectivo ha bajado un 22,21% pulverizando también el
anterior récord mensual de caídas del 21,24% que marcó en agosto de 1998. El
resto de grandes Bolsas europeas también han acusado el golpe. El Dax cae cerca
de un 25,54% en lo que va de año, el Stoxx 50, un 26,24%; el FTSE británico
retrocede el 25,67% mientras que Cac francés y FTSE italiano ya restan un
27,11% y el 28,09%.
Estos pronunciados
descensos se han producido a pesar de la intervención de Gobiernos y bancos
centrales. La Reserva Federal ha inundado de liquidez el mercado y
eliminado todo límite a su programa de compra de activos. El Banco Central
Europeo aumentó en 750.000 millones de euros su programa de adquisición de
deuda y también retocó las condiciones del mismo eliminando los límites al
volumen que puede acumular de un mismo país.
Estados Unidos ha sido el
más ambicioso al poner sobre la mesa 2 billones de dólares en estímulos.
Además de hundimiento, la
palabra que mejor define el inicio de año de los mercados y, especialmente,
durante el mes de marzo, es su fuerte volatilidad: desplomes históricos dieron
paso a repuntes de la misma categoría cada vez que se conocían nuevos estímulos
o medidas de las autoridades monetarias. Así, El Dow Jones registró su mejor
sesión desde 1933 el pasado 24 de marzo al avanzar un 11,37% en un solo día.
Con todo, el miedo y la incertidumbre se han impuesto y siguen siendo enormes.
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