viernes, 15 de mayo de 2020

LA POLÍTICA MONETARIA Y LA FISCAL FRENTE AL COVID 19


El FMI en su informe de Perspectivas Económicas Mundiales, señala para las economías avanzadas un retroceso medio del PIB del 6,1 %. Una previsión que es aún más pesimista para la eurozona, ya que el conjunto del área de la moneda única retrocederá un 7,5 %, (supera en más de dos puntos la caída de Estados Unidos del 5,9 %; o de Japón del 5,2 %).

Aunque la contracción es más importante en Italia y España: para nuestro país pronostica que el PIB caerá un 8% este año, tras Italia con un -9,1%. También es notable en el caso de Francia (7,2 %) y Alemania (7 %). Grecia registrará un desplome de dos dígitos (10 %), seguida por Letonia (8,6 %) y Lituania (8,1 %). Portugal y Eslovenia caerán un 8 %, lo mismo que España. Por su parte, la economía del Reino Unido retrocederá un 6,5 %.

El PIB mundial se contraerá un 3 % (superior a la caída de la crisis financiera de 2008). Todo ello, lógicamente, dependiendo de cuál sea la evolución de la pandemia para la segunda mitad de este año.

La Reserva Federal, a través de su presidente Jerome Powell, ha asegurado que “hay un sentimiento creciente de que la recuperación puede ser más lenta de lo que nos gustaría, por lo que se necesitará más apoyo fiscal, para superar una crisis de la que Estados Unidos tardará en recuperarse más de lo que inicialmente se estimaba”. 

La realidad, es que, para la zona del euro en particular, la situación económica previa a la crisis sanitaria, no estaba exenta de amenazas. Pero la pandemia nos ha abocado a una crisis económica que, encontrándonos en sus inicios, puede tener una gravedad e intensidad auténticamente catastróficos.

Quizá hay que esperar algo más, para dar tiempo a conocer más datos y cifras de las instituciones mundiales y nacionales respectivas. Pero creo que si es posible mostrar desde una perspectiva puramente macroeconómica la situación que se avecina.

Vaya por delante que pocos economistas, incluso ultraliberales -me atrevo a decir que ninguno- se atreverían a defender en esta encrucijada, aquello del “Laissez faire et laissez passer”, o “La mano invisible”, es decir, no intervenir, y dejar que sea “teóricamente” el mercado el que de solución a los problemas existentes.

Pues bien, superado el planteamiento anterior, fundamentalmente, la política económica, con independencia de las reiteradamente citadas reformas estructurales, tiene dos campos de actuación: la política monetaria y la política fiscal.

Como consecuencia de la crisis financiera iniciada en 2008, la política monetaria llevada a cabo por los Bancos Centrales de todo el mundo desarrollado ha consistido en incrementar, hasta cifras auténticamente colosales, la liquidez u oferta monetaria o cantidad de dinero existente. Para ello ha actuado incrementando la Base Monetaria a través de las llamadas operaciones “quantitative easing (acrónimo QE) o de expansión cuantitativa, alcanzando, desde una perspectiva histórica, cifras auténticamente record: sólo el BCE ha comprado en el mercado más de un Billón de euros, y acaba de anunciar en el pasado mes de marzo, un nuevo programa de compra de deuda pública, bajo el nombre de “Pandemic Emergency Purchase Program”, de 750.000 millones de euros.

En definitiva, el BCE va a continuar con la “barra libre de liquidez”, inyectando una colosal cantidad de dinero en la economía: se compran bonos, ya incluso de los denominados “basura o de escasa calidad crediticia”, que se pagan emitiendo, a raudales, dinero como contrapartida… dinero en el componente principal que existe desde hace años, es decir, depósitos a la vista en el banco central que son movilizados por los bancos comerciales, creando a su vez más dinero bancario (depósitos a la vista o cuentas corrientes en estas entidades, con las que prestan o realizan pagos).
El llamado “dinero legal” o billetes y monedas no tiene prácticamente importancia respecto a la oferta monetaria total (recuérdese que incluso se postula su completa desaparición).

Esa tremenda inyección de dinero, ha llevado a tasas o tipos de interés (los fijados por el propio Banco Central, y a los tipos en el mercado interbancario) a tasas de interés próximas a cero, e incluso negativas.

La finalidad de esta política monetaria es. precisamente, bajar los tipos, de forma que se consiga aumentar la Inversión en la economía (las empresas tienen más incentivos para invertir, ya que baja el coste de los recursos financieros que precisan).
Este aumento de la Inversión, debe favorecer un aumento de la demanda efectiva interna, propiciando, por tanto, un aumento de la actividad y del producto en la economía.

Pues bien, analicemos que está ocurriendo en estos momentos: las caídas tan bruscas del PIB que se están produciendo, a través del llamado en la teoría macroeconómica “Acelerador”, dan lugar o inducen a una caída de la Inversión Neta en la economía (entre otras razones, ya que si empeoran las expectativas de la demanda aumentará la incertidumbre, contrayendo la materialización de los posibles proyectos de inversión).
Y aparece un nuevo problema, y es que a través del llamado “Multiplicador de la Inversión”, la disminución en esta variable dará lugar a una disminución mayor en el PIB (decrece más el producto de lo que ha caído la inversión).

Esas mayores caídas del Producto deprimen aún más a la Inversión, y así sucesivamente… se produce la llamada “interacción del multiplicador y el acelerador” de forma que se entra en una situación de caídas del producto continuas. Una grave recesión económica, que además si va unida a la temida “deflación” (caídas de los precios), supone la entrada en una situación de depresión tremendamente grave. En todo este panorama, crece el desempleo y disminuye el consumo privado, por caídas de la renta, y por las expectativas de mayores caídas en los precios.

En ese cuadro, la política monetaria ya no tiene “munición”: los tipos de interés, como es el caso actual, están próximos a cero, y por tanto no pueden bajar más. La política monetaria deja de ser eficaz. Salvo el importante objetivo de facilitar la liquidez o préstamos a las empresas para que puedan, hasta cierto punto, mantener el empleo o, incluso, subsistir.

Pero desde luego, como instrumento de incentivar a la demanda y por la tanto el PIB, no tiene eficacia. Si, además, se entra en una situación de deflación, la política monetaria pierde su importancia como instrumento expansivo.

Veamos que ocurre con el otro instrumento: la política fiscal. Como es sabido, si es expansiva se articula a través de las bajadas de Impuestos, o bien mediante el incremento del Gasto Público, aumentando, por tanto, el déficit público, que ha de ser financiando mediante la emisión de Deuda Pública.

El objetivo, si se articula a través de las bajadas de impuestos, persigue incrementar el consumo privado. Pero el problema es que, si se dirige básicamente a segmentos de mayores rentas, dada su menor propensión marginal al consumo, lo que podría incrementar es el Ahorro y no el Consumo.

Por el contrario, si tiene lugar por el lado del incremento del Gasto Público, ha de llevarse a cabo a través del aumento de los Gastos Corrientes o consumo de la Administración (pagos al sector privado y a funcionarios), o bien acometiendo un programa de Inversiones Públicas que a su vez incrementen la capacidad de obtener en el futuro la posibilidad de obtención de un mayor PIB en la economía (inversiones productivas).

Actualmente, si las economías ya tienen un importante volumen de Deuda Pública, la Política Fiscal se encuentra limitada. Podría alcanzar volúmenes indeseados que motiven un aumento de las Primas de Riesgo (mayores intereses en las colocaciones de bonos en el mercado), agravando el problema al crecer aún más el endeudamiento.

De lo anterior se deduce la importancia de que, en el ámbito de la Eurozona, conscientes del peligro que supone para la estabilidad del Euro y de la propia área, se materialice el apoyo financiero y la realización de inversiones que logren tirar de la demanda y superar la crisis.

Un problema fundamental es que, si no se logra al menos contener la pandemia, cayendo en nuevas oleadas de contagios y muertos, se agravará tremendamente el problema económico. En este contexto, tampoco cabe esperar el crecimiento de la demanda externa o exportaciones, que también se han debilitado considerablemente al cerrarse el comercio internacional.

En este contexto es de esperar que se materialice una de las actuaciones financieras más importantes de la Unión Europea. Se trata del Plan de Reconstrucción al que el Consejo Europeo dio luz verde el pasado mes de abril. Está pendiente de discusión el tamaño, su financiación por contribuciones y/o apelando al endeudamiento común, su distribución entre transferencias a fondo perdido y créditos, y su reparto geográfico y sectorial.

Es urgente la materialización de ese Plan. De forma que los 27 Estados de la Unión Europea puedan acceder a sus recursos para conseguir la recuperación económica.
Veremos a ver… se propone que el Plan alcance los dos billones de euros y que se dispense en mayor proporción de subsidios que de créditos. Hace falta más contundencia y menos retórica. Nos jugamos mucho, quizá hasta la propia supervivencia del euro y de la Unión Europea.

No hay comentarios:

Publicar un comentario