En la situación económica
y sanitaria actual destacan dos hechos: la esperanza que abren las vacunas
sobre la Covid en el próximo año, y la amenaza o temor de que estas fiestas de
navidad nos lleven a una tercera ola de la pandemia con muy graves
consecuencias.
GLOBAL:
El temor a la crisis
actual, por sus posibles dificultades, ha llevado a las economías domésticas y a
las empresas a ahorrar más de lo que era previsible. Pero con una
característica diferenciadora y peligrosa: “la preferencia por la liquidez” (“el
dinero líquido es el rey”) como queda reflejado en el aumento de las cuentas
corrientes o depósitos a la vista.
Según la OCDE (Organización
para la Cooperación y el Desarrollo Económico) la crisis del coronavirus ha impulsado
un notable aumento de los depósitos bancarios de familias y empresas en los
países ricos.
De todos ello, sólo
Dinamarca escapa de ese fuerte aumento del ahorro familiar. Además, el incremento
de los depósitos bancarios a nombre de personas físicas ha crecido por encima de
le serie histórica que media entre los años 2014 a 2019.
El mayor crecimiento ha
sido en Estados Unidos, economía donde la propensión al consumo es muy fuerte. Algunos analistas señalan como una de las
razones las políticas públicas de sostenimiento de ingresos, que han provocado el
aumento de la renta media disponible en tiempos de recesión (una novedad
histórica). En la economía estadounidense, hasta el pasado septiembre, los
depósitos de las empresas no financieras se dispararon casi un 40% y los de las
familias alrededor de un 15%.
Sin duda, además del
llamado “ahorro preventivo” (aumenta en las recesiones económicas) también han
influido notablemente las circunstancias: comercios a medio gas y menores
necesidades de transporte y de consumo fuera del hogar por el avance del
teletrabajo, restaurante y bares cerrados, etc.
Se trata de un ahorro que
no se está transfiriendo hacia la inversión y el consumo. Por lo que, aunque el
análisis desbordaría en contenido de este artículo, esta “preferencia por la
liquidez” recuerda a la llamada demanda especulativa de dinero Keynesiana, que
en una situación de bajos (actualmente cero y negativos) tipos de interés, es
más fuerte que la demanda por el motivo transacción o precaución. Esa situación
unida a las actuales leves caídas de los precios y del PIB, podrían tener unas
consecuencias imprevisibles. No se puede afirmar, ni mucho menos, que nos
encontremos en la eurozona en esa peligrosa situación, pero, personalmente, me
lo recuerda.
En cualquier caso, los
efectos sanitarios de la crisis causada por la pandemia siguen causando
toda una serie de contraindicaciones económicas muy dañinas. Mientras las esperanzas
de llegar a una recuperación estable dependen del optimismo que puedan generar
los avances de las vacunas, los datos relativos a los trabajadores motivan
cierta oscuridad a la ansiada salida del túnel. Y es que los datos publicados
por la OIT (Organización Internacional del Trabajo), referido a la situación de
los salarios durante el primer semestre de 2020, señalan que en dos de cada
tres países, las nóminas o bien se redujeron, o se ralentizó su crecimiento
(sobre todo de las mujeres y trabajadores más precarios).
Según la OIT, “la masa
salarial perdida a consecuencia de la caída de las horas de trabajo fue del
6,9% en el caso de las mujeres, frente al 4,7% en el de los hombres. En todo
caso, la implantación de las ayudas ha compensado el 40% de la pérdida de masa
salarial, incluido el 51% de la pérdida de masa salarial provocada por la
reducción de las horas de trabajo”. La institución alerta del peligro de una “inestabilidad
social y económica de enormes proporciones”.
LATINOAMERICA:
Según la OCDE, Argentina
tiene la economía que más va a sufrir los efectos adversos de la pandemia, ya
que su PIB caerá este año casi un 13% (aunque seguida, a no mucha
distancia, por España y el Reino Unido).
Respecto a la
recuperación, la OCDE espera que Argentina crezca un 3,7% en 2021 y un 4,6% en
2022. México y Brasil, las dos mayores economías de Latinoamérica, verán
disminuir también su PIB durante 2020: dejarán, respectivamente, un 9,2% y un
6%. Como Argentina, ambos países llegarán a 2022 sin haber recuperado los
valores previos a la pandemia.
Vencida la pandemia,
según el organismo, se evidenciará la fragilidad de la economía argentina. El
final de las ayudas de Estado provocará un aumento de las quiebras y consiguiente
pérdida de puestos de trabajo.
Argentina, actualmente,
tiene vedado el acceso a los mercados de capitales, a la espera de un acuerdo
con el FMI sobre el dinero que adeuda al organismo tras el rescate.
En cualquier caso, las
economías de Latinoamérica señalan una recuperación económica desigual y de
forma más tardía que la media mundial (al menos dos años más). Sólo uno, Chile, alcanzará el nivel de
actividad económica previo al Covid antes de finalizar el año 2022. Tras perder
el 6% de su PIB en 2020, se prevé que consiga crecer un 4,2% y un 3% en los dos
próximos ejercicios.
Colombia crecerá un 3,5% en
2021 (ha caído 8,3% este año). Brasil acabará el año 2022 con un nivel de su
PIB de un 1,5% por debajo su nivel previo a la covid. Y México quedará a casi
tres puntos de su nivel previo, tras registrar un retroceso de un 9,2% en 2020
y recuperarse a un ritmo del 3,6% y el 3,4% los dos próximos ejercicios.
México, es uno de los
países del mundo que ha puesto sobre la mesa una respuesta fiscal más tímida
frente a la pandemia, por lo que la OCDE le ha alertado del riesgo del “aumento
significativo de la pobreza, la desigualdad y la brecha de género” que está
provocando su crisis sanitaria y económica”.
La hiperinflación en Venezuela,
solo superada en la región por la que vivió Nicaragua entre 1986 y 1991, ha
cumplido el pasado mes de noviembre tres años con tasas de aumento de los
precios, mes a mes, del 50%.
La enorme caída del valor
de su moneda con especto al dólar (moneda de uso corriente en ese país, aunque
de circulación no oficial)) es un quebradero de cabeza diario de los
venezolanos, sobre todo de aquellos (la gran mayoría) que percibe el salario en
bolívares y tiene dificultad para acceder a la divisa estadounidense.
Con la destrucción de la
industria petrolera, se han mermado enormemente los ingresos públicos, por lo
que cualquier iniciativa pública ha de financiarse por el Banco Central de
Venezuela emitiendo dinero.
Sorprende que, según la compañía
de análisis económico Ecoanalítica, de acuerdo con las proyecciones de octubre
del Fondo Monetario Internacional, al cierre de 2020, Venezuela tendrá una
economía un 67,6% menor a la de 1999; una inflación del 6.500% y una tasa de
desempleo del 54%.
Está cundiendo la
dolarización de la economía venezolana: los billetes de bolívares solo circulan
en los autobuses del transporte público. El dólar es la moneda corriente en la Venezuela
de 2020. Tras 15 años de férreo control cambiario durante el cual estaba
prohibido comprar divisas. Pero no hay un sistema financiero en dólares, ni
contratos en dólares. Eso limita la capacidad que pudiera tener de hacer crecer
la economía y frenar la hiperinflación que padece el bolívar. Se ha generado
una enorme brecha entre aquellos que reciben sus ingresos en dólares y los que
los tienen en bolívares.
JAPÓN:
El PIB de Japón creció un
5% en el tercer trimestre de 2020 (un 21,4% en términos anualizados). La razón
hay que buscarla, coincidiendo con la recuperación de la pandemia, en la mejora
del consumo privado y las exportaciones. No consta una expansión mayor en la
serie histórica desde el año 1980.
No obstante, el virus aún
amenaza la marcha económica del país, que trata de evitar a la tercera oleada.
Aunque Japón ha logrado mantener el total de casos por debajo de los 130.000 (diez
veces menos que España con una población tres veces mayor).
El primer
ministro Yoshihide Suga ha asegurado que mantendrá en vigor la
campaña de subsidios para fomentar el turismo interior y ha rechazado la
posibilidad de declarar un nuevo estado de emergencia. Asimismo, ha llamado al
Ejecutivo a diseñar un nuevo paquete de estímulos que podría estar valorado entre
10 y 15 billones de yenes (81.000 a 120.000 millones de euros). Este supondría
el tercero, tras dos previos que han movilizado un montante total de 234
billones de yenes (1,9 billones de euros), equiparable al 40% del PIB (uno de
los mayores de las economías desarrolladas).
El consumo privado, que
supone más de la mitad de la economía japonesa, ha crecido un 4,7% de julio a
septiembre pasados, recuperando una parte sustancial del 8,1% perdido durante
el trimestre anterior a causa de las medidas contra la pandemia. Las
actividades de ocio y la compraventa de automóviles se encuentran detrás de
esta mejora.
Otra causa de la mejor
situación ha sido el rebote del 7% en las exportaciones. La inversión en bienes
de capital, en cambio, disminuyó un 3,4%
en un segundo periodo consecutivo en negativo (la incertidumbre sigue
afectando).
ESTADOS UNIDOS:
Ha generado una gran expectación
y agrado entre muchos analistas, el posible nombramiento por el electo Joe
Biden a Janet Yellen como próxima Secretaria del Tesoro (cargo equivalente a
ministra de Economía).
Será la primera mujer que
ocupe ese cargo en Estados Unidos, y además será la primera persona que haya
ejercido los tres cargos máximos en la política económica estadounidense:
presidenta del Consejo de Asesores Económicos, presidenta de la Reserva Federal
y ahora secretaria del Tesoro. En contraste con su destitución por Donald Trump,
que le negó el merecido segundo mandato como presidenta de la Reserva Federal, alegando
baja preparación profesional.
Antes de ocupar cargos
políticos era una investigadora en toda regla. Y fue, en concreto, una de las
principales figuras en un movimiento intelectual que ayudó a salvar la
macroeconomía como disciplina útil, en un momento en el que esa utilidad estaba
sometida a ataques externos e internos.
Yellen ha sido una figura
destacada en el ascenso de la ciencia económica “neokeynesiana”, basada en una
premisa clave: “los seres humanos no son estúpidos, pero tampoco son
perfectamente racionales e interesados. Y, por poco que sea, el realismo acerca
de la conducta humana devuelve su validez a la defensa de las políticas
agresivas para combatir las recesiones”. Esta frase da idea de sus preferencias
en la política económica aconsejable.
UNIÓN EUROPEA:
No será posible la
recuperación económica hasta que no hayamos vencido a la pandemia. El retorno de
las restricciones a la movilidad en buena parte de la eurozona ha provocado el
empeoramiento de los indicadores adelantados en noviembre: una nueva caída del
PIB en el cuarto trimestre del año. Sobre todo, en el sector servicios.
Las medidas restrictivas
impuestas en Alemania, Francia, Italia o España, entre otros, ha aumentado la
probabilidad de que la zona euro registre una nueva contracción del PIB en el
cuarto trimestre de este aciago 2020 que finaliza.
Incluso con la vacuna ya
en el horizonte, la contracción económica a finales de 2020 es una mala noticia
también para 2021, ya que se iniciaría el nuevo ejercicio en una mala
situación.
El golpe fue notablemente
mayor en el sector servicios (41,3 puntos, frente a los 46,9 previos) que en el
industrial (53,6 frente a 54,8). El ajuste generalizado en las plantillas de
las empresas del que solo escapó Alemania gracias a la fortaleza de su sector industrial
ha mostrado la dualidad económica que padecemos.
Cuando la mayoría de las economías
de la eurozona cerraron bares y restaurantes, y Francia, Bélgica e Irlanda
clausuraron toda la actividad comercial no esencial, estaba claro que la
economía volvería a caer de nuevo en el cuarto trimestre.
Un elemento positivo es
que el desarrollo de las vacunas ha mejorado el sentimiento empresarial. Aún
quedan meses de crisis, en los que la labor prioritaria seguirá siendo
mantener el tejido productivo lo más intacto posible para la recuperación.
La vacuna para la
covid-19 se erige ya como el único catalizador con la potencia suficiente para
llevar a Europa al terreno del crecimiento económico. El Fondo Monetario
Internacional (FMI) advierte de que la segunda oleada de contagios
debilitará la actividad del último trimestre de 2020 y el primero de 2021,
suponiendo un “importante riesgo” para la recuperación de la zona euro.
El FMI señala que el
fuerte deterioro hace necesario un mayor apoyo fiscal público, que puede ser
financiado con los préstamos del Plan Europeo de Recuperación o del Fondo
de Rescate (MEDE) que hasta ahora había evitado usar.
A las puertas de la
Navidad, Francia o Bélgica ya han decretado unas fiestas sin bares ni
restaurantes, mientras que Alemania ha decidido aplazar a enero la reactivación
de la vida pública. El rebote económico que siguió al hundimiento se vio
bruscamente interrumpido por la segunda ola de contagios.
Según la Comisión
Europea, “la actividad económica aún sigue muy por debajo de los niveles
anteriores a la crisis, y la nueva ola de infecciones está afectando muy
negativamente el impulso que tenía esa recuperación. Por lo que es probable que
se requiera de políticas fiscales durante más tiempo del previsto
inicialmente”.
El FMI recomienda no
retirar el “salvavidas” a empresas y trabajadores para evitar que la
recuperación “descarrile”.
El FMI ha destacado que la
respuesta política de Europa ha sido “notable” por su “rapidez, alcance y
escala”. Pero apunta a que “el Banco Central Europeo (BCE) tendrá que
aumentar la potencia de tiro de su programa de compra de activos después de que
la inflación haya regresado a territorios negativos por primera vez desde 2016.
Puesto que las perspectivas económicas se deterioran aún más, se necesitarán
estímulos adicionales para facilitar un aumento sostenido de la inflación”.
La presidenta del BCE,
Christine Lagarde, ya ha dado signos al mercado de que el próximo mes de
diciembre ampliará el plan de compras por la pandemia. El FMI aplaude el
compromiso de la institución de “recalibrar” sus instrumentos de política
económica en su próxima reunión. Sin embargo, el FMI pide que vaya más allá del
programa, hasta ahora de 1,35 billones de euros, y considere otras opciones.
Entre ellas, le plantea considerar “el apoyo directo a empresas no financieras
si el canal de préstamos acaba deteriorándose”.
La caída de los
precios es general en todas las economías europeas. El miedo a que se mantenga
en el tiempo una “trampa deflacionaria” o “trampa de la liquidez”, que, en
última instancia, motive que la economía se derrumbe.
Las economías que, en
mayor medida, dependen más de servicios como el turismo son las que corren
el mayor riesgo y ponen una vez más en peligro gran parte del sur de Europa. De
las siete naciones de la zona euro en el Mediterráneo y el Adriático, solo
Francia y Malta tienen tasas de variación de los precios positivas. La de
España ha sido negativa (un -0,8%), y la de Grecia es de -2%.
El caso español está en
el pelotón de los más castigados y el riesgo de deflación pone a prueba el
optimismo del BCE. El Gobierno no ve este peligro de entrar en una variación negativa
(deflación), y prevé que los precios suban un 0,9% el próximo año. Aunque la
Fundación de Cajas de Ahorros (Funcas), corrige esta estimación positiva y
calcula que los precios queden este año en el -0,3% (media anual) y en el -0,7%
en 2021.
Uno de los problemas de
la deflación es que, la percepción por los consumidores de la caída de los precios
pueda arraigar si convence a los consumidores de que pospongan el gasto con la
esperanza de una bajada de precios más adelante.
En todo caso, a nivel
oficial se remarca que no existen riesgos deflacionarios en ningún caso.
Otros analistas, ven este
riesgo unido al hecho del aumento de la preferencia por la liquidez
anteriormente apuntada.
ESPAÑA:
Funcas ha empeorado sus
previsiones sobre la economía española para el cuarto trimestre. El think
tank (centro de análisis) de las antiguas cajas de ahorros calcula que
la actividad se contraerá un 3% entre octubre y diciembre, frente al avance del
3,9% que pronosticaba hasta ahora.
El consenso de los
analistas de los 20 servicios de estudios que integran el panel de Funcas también
ha rebajado sus expectativas para 2021. Consideran que la inercia negativa del
último trimestre provocará “un efecto arrastre” que lastrará el avance previsto
en un primer momento, cuando las perspectivas de cierre de ejercicio eran
mejores. Eso se traducirá en un rebote del PIB el año que viene del 6,5%, ocho
décimas menos que la anterior. Si se cumpliesen sus previsiones, la economía
comenzará el próximo enero creciendo hasta tocar techo en el tercer
trimestre de 2021, esperando un crecimiento del PIB de un 4%.
Respecto al resultado de
este funesto 2020 Funcas espera que el PIB retroceda un -11,8%.
La verdad, es que un
escenario económico que aceleradamente cambia, casi de un día para otro, es
tremendamente complicado interpretar los indicadores económicos. De ahí que
existan notables divergencias en las previsiones para el próximo ejercicio.
Respecto al empleo,
Funcas estima que la tasa de paro media anual se situará en el 16,9% este año y
en el 17,5% en 2021 (todavía por debajo
de la barrera del 20% en que se movió durante nada menos que 22 trimestres tras
la Gran Recesión). Los ERTE han contenido una sangría que podía haber adquirido
proporciones mucho mayores: 2,7 millones de trabajadores han salido de los
expedientes de regulación temporal conforme la economía se reabría, y a finales
de octubre quedaban unos 600.000.
Sin embargo, el FMI
espera que el empleo, a niveles prepandemia, no se alcance, nada menos, que
hasta el año 2026.
En relación a los
precios, el IPC registró en noviembre su octavo mes consecutivo en negativo
(durante el pasado abril entró en negativo como consecuencia de la pandemia).
Según ha adelantado el INE, la variación de los precios se mantuvo en el -0,8%.
El Instituto Nacional de Estadística
señala como causa de la evolución del índice al encarecimiento de la
electricidad, frente a la caída del precio de la luz hace un año, que, no
obstante, no ha sido suficiente para compensar el abaratamiento de los
alimentos.
En términos mensuales, el
índice de precios subió un 0,2% respecto al mes de octubre, lo que deja la tasa
anual en el -0,8%, la misma que el mes anterior. En Europa, desde la irrupción
de la pandemia, todos los precios de los bienes y servicios relacionados con la
movilidad (combustibles, viajes, hostelería) cayeron vertiginosamente, llevando
el índice a tasas negativas por primera vez desde el año 2016.
Si analizamos al mercado de
trabajo, la gran ayuda de los ERTE está mostrando más vigor del previsto en una
crisis económica sin precedentes. En noviembre ha vuelto a subir la afiliación.
Van siete meses seguidos. Lo que ha servido para que la media de cotizantes con
empleo llegara el mes pasado a 19.022.002. Se recupera de esta forma la cuota
de 19 millones por primera vez desde marzo, cuando se decretó el primer estado
de alarma.
El paro registrado, por
su parte, aumentó en 25.269 desempleados, según los datos de los Ministerios de
Trabajo y Seguridad Social. La cifra total de personas sin trabajo inscritas en
las oficinas públicas llegó a los 3,85 millones.
Para tener un cuadro
completo de lo que sucede en el mercado laboral, hay que contemplar a los ERTE.
El mes pasado aumentó algo la cifra de afectados y llegó a los 746.900 a
finales de noviembre, unos 18.500 más que al acabar octubre. Estos números son
similares a los que había en agosto pasado.
Esos 750.000
trabajadores, con el contrato suspendido o la jornada reducida, cuentan en las
estadísticas como afiliados a la Seguridad Social con empleo. Este es uno de
los elementos que demuestra que, a pesar de ese regreso a los 19 millones de
cotizantes, la situación en el mercado laboral dista muchísimo de haber vuelto
la normalidad precovid-19. Otra evidencia se encuentra en que hay 354.877
afiliados menos que hace un año o casi 230.000 menos que en febrero.
También los datos de
contratación muestran un mercado laboral bastante menos dinámico desde que
explotó la pandemia. En noviembre se firmaron 1,45 millones de contratos, un
17,8% menos que en el mismo mes de hace un año. Y si se toman los primeros 11
meses el desplome en la contratación es mucho mayor. Si hasta noviembre de 2019
se habían firmado más de 20 millones de contratos; en el mismo periodo de 2020,
se queda en 14,59 millones.
La mejora de la
afiliación ha estado bastante repartida por las diferentes ramas de actividad.
La que más ha ganado en noviembre, tomando los datos del régimen general, ha
sido la educación, con algo más de 30.000 nuevos empleados. Le siguen las
actividades administrativas y el sector público, en ambos casos la ganancia
supera los 12.000 cotizantes. En el lado negativo aparece la hostelería, que
cayó en casi 78.000 afiliados.
A diferencia de lo que ha
sucedido en noviembre en los años inmediatamente anteriores, este año la
Seguridad Social ha cerrado el mes con datos positivos. En cambio, el paro ha
registrado un saldo negativo. Esto a primera vista puede parecer
contradictorio, pero no tiene por qué serlo. Ambos datos tienen fuentes
distintas y, además, que suba o baje el desempleo no solo está en función del
mercado laboral sino también de aspectos demográficos, como que haya más o
menos población activa.
Analizando un pilar
fundamental de la economía española, durante el pasado octubre según el INE
tuvo lugar una nueva recaída: durante ese mes la caída en la llegada de
turistas fue del 86,6% (visitaron el país poco más de un millón de personas),
con un gasto que se hundió un 89,6% (apenas fue de 861 millones de euros). En
la mayor parte de España se da por perdido este aciago 2020, aunque Canarias ha
encarado su temporada alta y se juega mucho: un tercio del PIB de la comunidad
y cuatro de cada diez empleos dependen del sector.
El impacto sobre el
turismo de la pandemia ha sido brutal: durante los primeros 10 meses del año la
caída en la llegada de turistas fue del 76%. En el conjunto del ejercicio han
visitado España 17,8 millones de viajeros, mientras que en el mismo periodo de
2019 fueron 74,5 millones. Y en los ingresos el desplome es incluso algo mayor,
del 77,3%: 18.576 millones entre enero y octubre de 2020 frente a los 81.838
millones de un año antes (en esta cifra también influyen las sustanciosas
ofertas de bajadas de precios).
Ha sido menos negativa la
llegada de turistas franceses, pero la caída fue muy grande de alemanes e
ingleses: en el acumulado del año, los países que más viajeros aportaron fueron
Francia (más de 3,6 millones con una caída del 63,6%); Reino Unido (casi 3
millones y un desplome del 81,8%) y Alemania (2,25 millones de turistas, un
77,7% menos).
Por comunidades autónomas
de destino, Cataluña fue la que más visitantes recibió en octubre (230.580
turistas). Le siguió la Comunidad Valenciana (176.971) y Andalucía (143.378).
Los desplomes más acusados por regiones se registraron en Madrid (-94,7%),
Baleares (-93,1%) y Canarias (-88%).
Respecto a las Cuentas
Públicas, según la Agencia Tributaria, destaca la caída de los ingresos
tributarios: durante octubre cayeron un
12,4% en comparación con el mismo mes de 2019, y el acumulado desde enero
también arroja una caída de doble dígito, del 10,1%, por encima del retroceso
del 9,6% registrado en septiembre.
El mes de octubre es el más
importante en términos de recaudación (además de las declaraciones mensuales
habituales, recoge los ingresos de las declaraciones trimestrales de las pymes
y el segundo pago a cuenta del impuesto sobre sociedades). Pues bien, estas
partidas han sufrido un importantísimo retroceso.
La recaudación del IRPF
(Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas) se ha estancado hasta octubre
(con un crecimiento interanual del 0% y una caída del 0,6% en términos
homogéneos).
Todas las otras grandes
figuras tributarias recaudatorias han sufrido retrocesos tanto en el mes como
en términos acumulados.
La importante caída del
Impuesto de Sociedades tiene como principal interprete a las grandes empresas y
grupos consolidados, ya que los ingresos relativos por estas firmas del segundo
pago fraccionado descendieron un 36% comparado con 2019 (un 47% en el caso de
las multinacionales, reduciéndose de 1.938 millones a 3.430 millones de euros).
La razón no es otra que la fuerte reducción que ha vivido de sus beneficios, y
a que los grupos más relevantes tributaron por el pago mínimo. En cuanto a las
declaraciones de las pymes, la caída ha sido más suave, del 13,9%.
Entre los grandes
impuestos, el IVA fue la figura que registró hasta octubre el segundo mayor
descalabro, con una caída del 12,6%. El retroceso de sus ingresos es, no
obstante, más moderado que en septiembre (-14,5%) y en el periodo de la
hibernación económica, cuando llegó a caer cerca de un 30% en términos
mensuales.
La recaudación por
impuestos especiales sufrió una disminución parecida, del 12,3%, aunque
inferior al 13% acumulado hasta septiembre: los ingresos por el gravamen sobre
hidrocarburos disminuyeron un 6,2%, un 4,1% los relativos al tributo sobre la
electricidad y un 7,2% el que grava las labores del tabaco.
El déficit del Estado,
por otra parte, ha alcanzado los 57.736 millones de euros hasta octubre (5,22%
del PIB), debido a un aumento del 16% de los gastos, que se sitúan en los
206.617 millones como efecto, entre otras cosas, de las transferencias hacia otras
Administraciones para hacer frente a la pandemia, y a una caída del 13,5% de
los ingresos.
Según ha explicado el
Ministerios de Hacienda, “los ingresos correspondientes al mes de octubre están
afectados, de manera similar a lo que viene ocurriendo en meses anteriores, por
la situación económica derivada de la crisis sanitaria provocada por la
covid-19”.
La pandemia lleva meses
tensionando las cuentas públicas. A la fuerte expansión del gasto para hacer
frente a la emergencia, desde el aumento de los recursos destinados a la
Sanidad a las prestaciones extraordinarias para mantener a flote las rentas
como los ERTE o el cese de actividad para los autónomos, se suma la fuerte
caída de los ingresos anteriormente detallada.
La Administración central
acumula el mayor desajuste en las cuentas hasta septiembre, con un agujero
equivalente al 5,17% del PIB. Le sigue la Seguridad Social, que hasta
septiembre acumula un déficit del 1,89% del PIB, efecto de un aumento de los
ingresos inferior al alza del gasto. Con más detalle, el déficit de la
Seguridad Social se ha situado en el 0,69% del PIB, frente al 0,67% de 2019,
gracias a la transferencia de 14.003 millones aportada por el Estado el pasado mes
de junio.
El Servicio Público de
Empleo Estatal (SEPE), encargado de abonar prestaciones como los ERTE, ha
acumulado por su parte un desfase de 13.195 millones hasta septiembre.
Las comunidades han sido
el único subsector que ha registrado superávit hasta el noveno mes del año: un
saldo positivo en 2.597 millones, equivalente al 0,23% del PIB, frente al
déficit del 0,29% de 2019. Este resultado se explica por la mayor financiación
que han recibido y las transferencias excepcionales puestas en marcha para
hacer frente a la pandemia, entre las que destaca el fondo covid-19 dotado con
16.000 millones.
Por otro lado, en el
ámbito del sistema financiero, según los datos de Eurostat y el BCE, los cinco
grandes bancos españoles han elevado en 25 puntos porcentuales su cuota de
mercado, al pasar de aglutinar el 42,4% del mercado en 2008 al 67,4% el
año pasado (supone un incremento del 59%). En ningún otro país, las entidades se
han concentrado tanto en tan poco tiempo y son cifras superiores a la evolución
en el conjunto de la Eurozona y en países como Francia, Italia o Alemania. En
Italia la concentración de los grandes se ha elevado en 19 puntos (del 31,2% al
47,9%), un 53,5%. En Grecia la subida en puntos ha sido de 27,9, pero con un
porcentaje del 40%, menor al español. Grecia es donde más concentrada está la
banca de toda Europa: los grandes tienen el 94,7% del mercado, prácticamente
todo.
En un nivel similar está
Estonia, Lituania y Letonia. En el nivel del 80% de concentración está Holanda
(84,7% entre los cinco grandes), Finlandia, Chipre y Malta. En la zona euro la
cuota media de los grandes es del 53,3% en 2019, y concentración ha subido
nueve puntos entre 2008 y 2019.
En relación con los
bancos en España, algunos han alertado del “posible riesgo de oligopolio”, que
podría tener unos efectos nocivos para la posibilidad de obtener créditos por
las familias y empresas.
Por otro lado, se teme
por el desenlace del Brexit. El Banco de España señala que la economía
británica caería en 2022 en torno a un 3% adicional en el caso más adverso,
aquel en que los intercambios entre Londres y la Unión Europea pasarían a
regirse por las reglas de la Organización Mundial del Comercio (OMC).
La circunstancia sería
especialmente negativa para España, ya que la exposición comercial de nuestra
economía al Reino Unido es “significativa”: concretamente, las exportaciones
españolas de bienes y servicios a Gran Bretaña han supuesto el 9,6% del total en
2019, equivalentes el 3,4% del PIB, un porcentaje inferior a la media del euro,
pero mayor al de Alemania, Francia o Italia.
La clave está en el
importante peso del turismo británico. El Banco de España señala que el Reino
Unido es el principal mercado emisor para la economía española, con el 21% de
las entradas totales en 2019 y un 19% del gasto.
Mirando únicamente el
comercio de bienes, el Banco de España sitúa al Reino Unido como el quinto
socio más relevante para España por detrás de Francia, Alemania, Italia y
Portugal, con una tendencia ligeramente decreciente por la disminución del
porcentaje de empresas españolas que exportan al Reino Unido y el peor
comportamiento del sector de la automoción y el agroalimentario, que junto a
bebidas, tabaco y bienes industriales intermedios son las partidas más
cuantiosas en los intercambios bilaterales con el Reino Unido.
Murcia, la Comunidad
Valenciana, Galicia y Aragón serían las regiones más vulnerables a un escenario
adverso hipotético en el que el Reino Unido y la Unión Europea implantaran
aranceles mutuos, debido al mayor peso del mercado británico en las
exportaciones de estas regiones.
También existen otros
factores de riesgo: los ingleses son los principales compradores extranjeros de
vivienda en España, fundamentalmente en el litoral mediterráneo y en las islas,
acaparando un 14% de las compraventas de vivienda realizadas por no residentes
en 2019, el 2% del total si se incluye también a los residentes en España.
Según el Banco de España,
“nadie saldrá indemne de la ruptura, sea por las buenas o por las malas”, pero
los cálculos se agravan cuando se comparan con el shock que
supondrá para Londres la vuelta atrás en su relación comercial con
27 países. “En cualquiera de los escenarios, el impacto sobre la economía del
Reino Unido es considerable”. Aunque las autoridades británicas podrían verse
tentadas a camuflar el impacto del Brexit bajo los enormes efectos secundarios
de la pandemia.
Centrándonos de nuevo en
nuestra economía, ha ocurrido algo totalmente inédito: aunque la renta de las
familias haya caído un 8,8% (rozando los 200.000 millones), el gasto en consumo
también se ha contraído, nada menos que un impresionante 24% (133.222 millones
en el segundo trimestre).
En consecuencia, la tasa
de ahorro, que solía estar en torno al 6% de la renta disponible de las
familias, en el segundo trimestre se ha situado en el 22,5% de los ingresos
corrientes de las familias (renta disponible).
De igual forma, desde que
comenzó la segunda ola de coronavirus, los movimientos de las tarjetas
bancarias demuestran de nuevo que los confinamientos y limitaciones a la
movilidad lastran el consumo
El adelantado Black
Friday, que en España ha pasado de celebrarse un día a prolongarse durante
cerca de un mes; el Cyber Monday y la campaña navideña quieren romper esa
negativa tendencia en el consumo haciendo que en este difícil 2020 vayamos a
pasar un trimestre entero con los escaparates cargados de descuentos y rebajas.
Los últimos tres meses del año son claves para el consumo, ya que concentran en
torno al 30% o 35% de las ventas anuales y también las más rentables, de ahí
que, muy probablemente, pasemos del Black Friday a las rebajas de enero sin
descanso en las ofertas.
Ahora bien, existe una
gran polarización: el Banco de España alerta de que antes de entrar en este
funesto año, casi un tercio de los trabajadores, que ahora están siendo los más
afectados por la crisis vivía en hogares cuyos activos financieros representaban
menos de un mes de renta; y una parte de ellos tenía abultadas deudas bancarias
(muchos jóvenes y mujeres con contratos precarios en el sector servicios y
que, en estos momentos, lejos de acumular, si pueden, se están endeudando más).
Junto a ellos hay otra
realidad, un numeroso grupo de asalariados que no han perdido esa red de
seguridad y que ahorran de manera compulsiva por esa mezcla de circunstancias
objetivas y subjetivas.
En cualquier caso, si la
campaña de Navidad se espera complicada, todavía lo es más prever qué pasará
con las grandes compras. Por lo pronto, las ventas de ciertos bienes, como los
coches, no muestran el mejor panorama. Según ANFAC (Asociación Española de
Fabricantes de Automóviles y Camiones) en el pasado octubre el desplome alcanzó
el 21% y el mercado es el tercero que peor se está recuperando de Europa.
En vivienda, el INE
constata hasta septiembre siete meses consecutivos de caídas, aunque en los
últimos meses se han moderado y algunos análisis apuntan a un cambio de
tendencia.
MERCADOS:
El selectivo español, el
Ibex, uno de los más castigados desde el inicio de la pandemia, ha cerrado el
mes de noviembre con una subida ligeramente superior al 25% (la más elevada de
entre los mayores índices del Viejo Continente y la mayor desde su nacimiento,
en 1992). Con todo, el parqué madrileño sigue claramente en números rojos en lo
que va de año: se deja más de un 15%, por lo que recuperar en diciembre todo el
terreno perdido desde el 1 de enero es imposible.
También, el FTSE MIB
de Milán (otro de los más golpeados desde el inicio de la crisis sanitaria)
se anota casi un 23%; el CAC parisino un 20% y el DAX de
Fráncfort, ha logrado ya dejar atrás los números rojos provocados por la covid-19,
con una revalorización del 15%.
En España, los más
beneficiados por este noviembre récord han sido, también, los valores que más
habían sufrido desde el inicio de la pandemia: la hotelera Meliá se
dispara casi un 70% en noviembre, y el grupo de aerolíneas IAG (al
que pertenecen British Airways, Iberia y Vueling, entre otras), más de un 60%.
El motivo: la expectativa de una pronta aplicación de la vacuna es importante
para toda la economía, pero lo es aún más para sectores como el de transporte y
turismo, en el que la normalidad no llegará hasta que no se haya levantado la
última restricción a la movilidad. A pesar de ello, ambos valores siguen
claramente en negativo en lo que va de 2020: la primera pierde casi la tercera
parte de su valor desde enero y las acciones de la segunda se dejan casi las
dos terceras de lo que valían a principios de año.
Los otros dos grandes
nombres de la Bolsa española en el último mes son los dos mayores bancos del
selectivo, el Santander y el BBVA, que se anotan un 47% y casi
un 60% respectivamente.
La compañía Repsol completa
el grupo de empresas alcistas en noviembre con una subida del 51%, gracias al
buen comportamiento del crudo desde que el pasado día 18 Pfizer anunciase una
efectividad de su vacuna que no entraba ni siquiera en las quinielas de los más
optimistas. Aun así, en el año es el tercer valor más castigado: cae más de un
40%.
Cuando menos, da sonrojo
citar que el mes récord de la Bolsa haya coincidido en el tiempo con las peores
cifras de muertos por coronavirus (durante el pasado noviembre, Sanidad
notificó 9.200 fallecidos, el máximo desde marzo y abril por el avance de la
segunda ola).
Las subidas han sido, al
otro lado del Atlántico mayores: en Estados Unidos, las Bolsas no solo han
vivido un mes para recordar (especialmente el tecnológico Nasdaq, que se
anota nada menos que un 26% de subida), sino que siguen revalidando máximos
ajenos a las cifras de contagios.
La realidad, es que,
salvo la esperanza por las vacunas, las cuentas de resultados de las cotizadas
siguen sufriendo los estragos de una pandemia que ha golpeado con fuerza al
consumo, y sin embargo, han cotizado este noviembre como si nada hubiese
ocurrido. Por tanto, cabe plantearse si la subida obedece a la especulación y
modernos algoritmos utilizados últimamente en las Bolsas, o por contrario están
basados en datos de la situación real. En mi opinión, todo ello invita a la
cautela y prudencia.
Respecto al Euribor, ya
ha sufrido la sexta caída consecutiva que supone el cuarto mínimo histórico
seguido en lo que va de año. Lo que hasta hace no mucho hubiera parecido
imposible, es ya habitual en el euríbor. El índice al que se referencian casi
todas las hipotecas variables en España cierra noviembre en el -0,48%, es
decir, dos puntos básicos menos que el mes anterior, el nivel más bajo de
toda la serie.
Consiguientemente, la
consecuencia es el abaratamiento tanto de los nuevos préstamos hipotecarios
como de los antiguos cuya revisión toque ahora, ya que la variación con
respecto al nivel del euríbor de hace un año es negativa. En el corto plazo,
los expertos no atisban ninguna subida, aunque en el medio, si la coyuntura
económica presentase señales de una sólida recuperación, podría empezar cierta
remontada.
La mayoría de análisis
apuntan a la previsión de un Euribor en el corto plazo estancado por debajo del
-0,40%.
En el mercado de crudo
petrolífero, la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo, que
supone alrededor del 60% de los bombeos globales) y Rusia han acordado
un aumento paulatino de la producción de crudo que ponen cada día en los
mercados tras el drástico recorte pactado en lo más duro de la pandemia. De
forma que aumentarán en 500.000 barriles diarios más a partir del 1 de enero,
aunque la cifra será recalibrada cada mes si es necesario.
El acuerdo supone oxígeno
para los países exportadores, que necesitan vender una cantidad cada vez mayor
para reequilibrar sus maltrechas finanzas públicas. Y una oportunidad de ir
deshaciéndose de un volumen cada vez mayor de crudo justo cuando crecen las
voces que piden que miles de millones de barriles queden definitivamente bajo
tierra como única opción posible para frenar el cambio climático.
El petróleo ha sido una
de las materias primas más golpeadas por la pandemia, hasta el punto de que, en
el peor momento de la crisis sanitaria, a mediados de abril, el precio del
Texas (la referencia del mercado en Estados Unidos) llegó a situarse en negativo.
EMPRESAS:
Según la Asociación
Internacional de Transporte Aéreo (IATA), las empresas de transporte aéreo
global sufrirán este año unas pérdidas netas de 118.500 millones de dólares
(99.500 millones de euros), y aunque se espera que su situación mejore en 2021,
aún se prevé un cierre en 2021 también con cifras en rojo.
Las perspectivas
negativas para uno de los sectores más golpeados por la pandemia de la
covid-19, empeoran las previsiones emitidas en junio, cuando la asociación
vaticinó pérdidas netas de 84.300 millones de dólares (70.000 millones de
euros) para 2020 y 15.800 millones de dólares (13.000 millones de euros) en
2021.
Según declaraciones de la
propia asociación, “los libros de historia recordarán el año 2020 como el peor
año financiero para el sector, que, aunque redujo sus costes en 1.000 millones
de dólares diarios de media, seguirá acumulando pérdidas sin precedentes”.
Según ha informado la
organización, “las aerolíneas han recortado sus costes en un 45,8%, pero los
ingresos han caído un 60,9%, y como resultado las compañías perderán 66 dólares
(55 euros) por cada pasajero transportado este año”.
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