Cunde la incertidumbre. Comenzaremos
otoño sin ninguna certeza y con unas perspectivas muy duras: la situación
sanitaria y económica es mala. Se necesitan unos presupuestos públicos,
los del ministro Montoro para 2018 no resisten nuevas prorrogas y son imprescindibles
para que, de manera efectiva, nos lleguen las importantes ayudas de la Unión
Europea.
GLOBAl:
Según el ex presidente del
BCE, Mario Draghi, los jóvenes deben ser lo primero. El fuerte crecimiento de
la Deuda Pública con la que Europa y el mundo saldrá de la crisis actual debe ser
destinada a financiar gasto productivo. Se trata de una referencia clara a
Keynes. Con lo que nos alejamos de la teoría liberal que venía siendo la
referencia macroeconómica reinante.
A la crisis actual, incluso
con una rápida mejora sanitaria, le queda bastante tiempo (si se mantienen los
rebrotes podría ir a peor). La mayoría de los países occidentales no recuperará
el nivel anterior de su PIB hasta, como pronto, 2022 o 2023. Por lo que el
paradigma de teoría económica vigente desde décadas está cambiando.
En la Unión Europea con
un plan que en lo fiscal se asemeja a la mutualización de la deuda, y en el
plano monetario destaca a un, históricamente, activo Banco Central que, al
igual que en todo el mundo, trata de ayudar a los costes de financiación de
cada Estado.
Bien es cierto, que, tratando
de evitar una Gran Depresión económica, se pretenden aplicar los únicos instrumentos
que siempre han estado dispuestos en la teoría Macroeconómica para el Corto Plazo.
Aunque, quizá, el cambio
de paradigma económico se ha visto de manera más acusada con el actual
republicano en la Casa Blanca: el dinero casi gratis ha convertido a Estados
Unidos en defensor del keynesianismo por la vía de los hechos (estímulo
billonario de dólares que ha conseguido sostener el ingreso disponible de los
hogares durante la cuarentena).
En Europa, el
“sacrosanto” Pacto de Estabilidad y Crecimiento ha quedado superado. Si en la
década pasada era Alemania quien lideraba el grupo de los opuestos a cualquier
medida intervencionista, hoy es Holanda quien ha tratado de torpedear cualquier
avance de las necesarias medidas.
Paralelamente y a golpe
de rescates, solo hay que ver qué ha ocurrido con las mayores aerolíneas
europeas, el punto de equilibrio entre las esferas pública y privada se ha
movido. Como ha subrayado Paul de Grauwe de la London School of Economic, “hemos
aprendido que cuando el sistema de mercado recibe un golpe fuerte, como el del
coronavirus, puede implosionar y solo una fuerza externa, como el Estado, puede
estabilizarlo. Esto afectará a nuestra visión del equilibrio de poder entre
mercados y Gobiernos”.
En el ámbito laboral, unos
cuantos dogmas están saltando por los aires: en Estados Unidos y en la mayoría de
las economías europeas, se han lanzado cuantiosos programas de mantenimiento
del empleo para evitar una ruptura de los trabajadores con sus empresas, y
evitar el empeoramiento de la situación social y económica (ERTES, o como se llamen,
furloughs, kurzabeit o chômage partie).
En todo caso, la
situación peor podría llegar en unos meses: cuando haya que desconectar este
respirador artificial y evitar el necesario trasvase de trabajadores entre
sectores.
Desde la crisis de los
años setenta, la llamada “crisis del petróleo”, para la gran mayoría de los
economistas occidentales la inflación ha sido el mayor riesgo económico. De
forma que el mecanismo de la política económica se concentró en luchar contra
ese “proceso persistente y notable de incremento en el nivel de los precios”.
Hasta tal punto, que hemos venido llamando inflación a una “mera subida de
precios”. Sin embargo, ya desde la crisis financiera global, uno de los
problemas ha sido justo al revés. Aunque sea leve una situación inversa de
“deflación” o caída continúa de los precios (esa temida situación que incluso
nos resistimos a llamar por su nombre). ¡Que paradoja! las autoridades
económicas tratando de que los precios suban moderadamente, pero que suban.
Se necesita una mayor
coordinación entre la política fiscal y la política monetaria, lo que no
implica que el gasto público pueda financiarse emitiendo dinero (monetización
del déficit), pero a corto plazo la política monetaria ha de mantener unos
bajos costes de financiación pública y privada para respaldar a la política
fiscal. Recordaba Olivier Blanchard (ex jefe del FMI) que si los tipos de
interés no son desorbitados no serán necesarios rebajas o subidas de impuestos,
ya que los intereses (carga de la deuda) nos permitirán asumir los gastos
públicos que habrá que acometer hasta
que consigamos superar a la crisis económica.
Como la Reserva Federal
ha dejado claro, las tasas de interés cero y la “barra libre de liquidez” van
para largo. De forma que la ortodoxia monetaria sólo será posible cuando
hayamos superado la grave crisis sanitaria y económica que padecemos.
Por otro lado, según ha
comunicado la propia organización, el Foro Económico Mundial (WEF, en
sus siglas en inglés) ha decidido aplazar la celebración de su reunión anual en
la estación suiza de Davos. No se celebrará, como estaba previsto, el próximo
mes de enero, sino a principios del próximo verano. Los líderes globales se
vienen reuniendo personalmente para diseñar un camino común. En este caso, para
la reactivación económica global postcovid.
JAPÓN:
Según el Ejecutivo nipón,
el Producto Interior Bruto de Japón se desplomó un 7,8% en el segundo trimestre
del año. El coronavirus también está afectando gravemente a la tercera economía
mundial, agravando la frágil situación económica que padece desde hace décadas.
Aunque solo hay
constancia de las variaciones trimestrales desde 1980, las autoridades niponas
han señalado que, con los últimos datos publicados, se trata de la caída más
acusada desde el año 1955.
¿Las razones? la reducción
en un 8,2% del consumo privado, como consecuencia del “estado de alerta”, de
abril a finales de mayo, que mantuvo en sus domicilios a los consumidores con
los comercios cerrados. Y la inversión empresarial que también cayó durante ese
mismo periodo; al igual que las exportaciones niponas.
La pandemia tras el
tsunami y posterior desastre nuclear de Fukushima, los tifones Faxai y Habigis,
y las consecuencias de la guerra comercial entre China y Estados Unidos, han
dado lugar a la maltrecha situación económica de Japón.
De ahí que el Ejecutivo
japones haya lanzado un grueso plan de estímulos para tratar de evitar un aumento del desempleo o la quiebra
generalizada de empresas. Hasta este momento, se han aprobado dos paquetes de
estímulos para hacer frente al impacto de la pandemia, movilizando en cada
ocasión hasta 117 billones de yenes (casi un billón de euros), un montante
total equiparable al 40% de su PIB. Se trata de la segunda respuesta más
cuantiosa del mundo, solo superada por Estados Unidos.
Según Shinzo Abe, primer
ministro de Japón, “debemos proteger los negocios y el empleo por todos los
medios ante el duro camino que tenemos por delante”. Y en otoño podrían llegar
más ayudas, lo que supone aumentar la enorme deuda pública equivalente al 230%
de su PIB, una cota sin parangón entre las economías avanzas, que se ha ido
acumulando durante décadas de la llamada “trampa a la japonesa” que en alguna ocasión
ya he analizado.
Como en todo el mundo, la
velocidad de la recuperación de Japón dependerá en gran medida de la evolución
de la pandemia, La posibilidad de nuevos confinamientos harían muy difícil la
vuelta al crecimiento económico. Según el ministro de economía, Yasutoshi
Nishimura “si volvemos a la forma en que solíamos vivir, las infecciones del
coronavirus aumentarán”. Se trata de un intento por prevenir la transmisión del
virus sin frenar la actividad económica.
No obstante, según Marciel
Thieliant, economista senior para Japón de Eurasia, “dados los sólidos balances
corporativos, el generoso esquema de garantías al crédito y su escasa
dependencia del turismo, darán lugar a que Japón se recupere más rápidamente de
lo previsto. Se prevé un repunte del 4,5% en el PIB del tercer trimestre,
esperando que la economía se expanda un 3,5% en 2021”.
ESTADOS UNIDOS:
La economía
estadounidense, pese a las subidas de Wall Street, ha sufrido el mayor batacazo
de PIB de su historia moderna. La Bolsa es más un juego de expectativas que de
hechos consumados.
En víspera de elecciones
presidenciales, la Casa Blanca seguirá tirando de la cartera de dinero público
lo que es música celestial para los inversores locales, y además hay que añadir
que, en las últimas semanas, el dólar, en mínimos desde hace dos años y medio,
alimenta las compras de los inversores foráneos espoleando las cuentas de
resultados de las grandes empresas estadounidenses con negocios en el exterior,
que son prácticamente todas.
La Reserva Federal de
Estados Unidos (Fed) ha diseñado una nueva estrategia. Su presidente, Jerome
Powell, acuciado por la crisis derivada de la pandemia, ha anunciado nuevas
medidas para combatir el desplome económico y ha lanzado un compromiso renovado
del organismo con la “creación de empleo como objetivo supremo”, en una
disposición que, si no proviniese del templo del liberalismo, se podría
calificar de profundo carácter social.
Los riegos sobre el
empleo se han incrementado de tal manera sobre la población de Estados Unidos
que la reacción de la Fed y su nueva estrategia avanzan otro largo periodo de
tipos de interés bajos.
El banco central
estadounidense ha optado con este nuevo enfoque por la flexibilidad con
respecto al objetivo de inflación, que se situará en un nivel medio del
2% a largo plazo, pero admitirá periodos en los que se supere ese tope “durante
algún tiempo”.
La realidad es que no se
consigue, como citaba antes, llegar a esa cifra.
Ahora bien, se trata de un
intento de asegurar el crecimiento y que el empleo no se aleje de sus niveles
máximos. Así, la nueva hoja de ruta aumenta su margen de maniobra en la
aplicación de estímulos a la economía. Este notable giro estratégico para el
largo plazo de la Fed, con el máximo nivel de empleo como “objetivo amplio e
inclusivo”, prueba tanto la firme voluntad de combatir desde la política
monetaria la crisis económica como la profundidad de esta.
Powell, que a poco más de
dos meses de las elecciones estadounidenses también ha lanzado un nítido
mensaje a Washington reclamando respaldo de la política fiscal, marca así un
camino que también ha empezado a transitar el Banco Central Europeo (BCE).
Lo que la Reserva Federal
de Estados Unidos contempla como un “objetivo nacional” - la solidez en el
empleo- debe ser el libro de cabecera de la política monetaria a
nivel global, pero también del empeño político de los Gobierno
REINO UNIDO:
Otro riesgo existente, la
anterior citada “trampa de la liquidez”, es que la política monetaria hubiese
“agotado la munición” (los tipos de interés no pueden bajar más). Frente a este
debate, el gobernador del Banco de Inglaterra, Andrew Bailey, ha negado el
riesgo: “de ninguna manera nos hemos quedado sin potencia de fuego. Son
tiempos, ha remarcado, en los que debemos “actuar rápido y a lo grande. Al Banco
de Inglaterra no le temblará la mano”.
Se trata de un mensaje de
calado dirigido , con toda la razón, a quienes ven a la economía británica en
el trance más crítico de su historia reciente: el PIB se hundió un 20,4% en
entre abril y julio, el mayor desplome de toda Europa; la libra se está
resintiendo; y la crisis sanitaria ha llegado justo cuando el Gobierno de
Boris Johnson negociaba con Bruselas las bases de su relación futura con la
Unión Europea tras un Brexit que será muy nocivo para los intereses de
Londres.
La Gran Reclusión, como
el FMI ha bautizado a la crisis económica derivada de la pandemia, está
demostrando que siempre hay más margen de maniobra de lo que se cree. Según Baile
“desde el aventajado punto de vista de hoy parece que fuimos demasiado
cautelosos sobre nuestra potencia de fuego antes del coronavirus. La
combinación adecuada de políticas en el futuro puede tener más matices de lo
que se pensaba”.
De esta forma, el
responsable del Banco de Inglaterra, en un discurso cargado de mensajes para
quienes dudan de la capacidad de maniobra de los banqueros centrales, está
dispuesto a llegar hasta el final con tal de garantizar la recuperación
económica, incluso con tasas de interés negativas. Nuestra caja de herramientas
incluye esa posibilidad”.
Los bancos centrales de
Japón, Dinamarca, Suiza o Suecia (este último dio marcha atrás a finales del
año pasado) sí han cruzado esa línea roja que, muy grosso modo,
lleva cobrar por tomar prestado y pagar por prestar. En las islas británicas,
el precio del dinero permanece en el 0,1% (su mínimo histórico) desde el último
recorte, justo al principio de los confinamientos, en marzo.
Tras las palabras de
Bailey, sin embargo, el 0% ya no parece una barrera infranqueable en la reunión
del mes que viene: aunque el Banco de Inglaterra sigue apostando por una
recuperación total del nivel de PIB previo a la pandemia para finales de 2021,
los analistas tienen muchas más dudas. El camino de espinas será largo y el
activismo del banco central inglés, es totalmente imprescindible.
CHINA:
Según datos oficiales, el
índice gerente de compras (PMI), indicador de referencia de la industria
manufacturera de China, se situó en agosto en 51 puntos, con lo que prorroga su
racha de crecimiento por sexto mes consecutivo.
La cifra es 0,1 puntos
menor que el mes anterior y ligeramente más bajo de lo esperado por los
analistas, que habían pronosticado 51,2 puntos para el presente mes. No
obstante, en este índice, un registro por encima del umbral de los 50 puntos
supone crecimiento y por debajo, contracción.
El dato, divulgado por la
Oficina Nacional de Estadística (ONE), confirma la recuperación del sector dado
que el indicador evita la contracción por sexto mes consecutivo tras el
desplome de febrero, cuando el PMI registró 35,7 puntos por el parón que causó
el coronavirus.
En febrero, el brote
provocó un declive en la industria manufacturera mayor que el registrado en su
peor lectura hasta ahora, la de noviembre de 2008 (38,8 puntos), cuando el
mundo se enfrentaba a la crisis financiera.
En el desglose por tamaño
de empresas, las grandes se mantuvieron como en julio, con 52 puntos, mientras
que las medianas aumentaron 0,4 puntos hasta los 51,6, y las pequeñas cayeron
0,9 puntos hasta los 47,7.
También ha mejorado la
situación en el sector de Servicios. En los negocios no relacionados con la
manufactura, el índice se situó en 55,2 puntos, ampliando incluso el
crecimiento registrado en los meses posteriores a un febrero nefasto (29,6
puntos) y lo que supone el máximo registrado en este indicador desde enero de
2018.
El sector servicios, que
representa más de la mitad del PIB del país, se situó en agosto en 54,3, frente
a los 53,1 puntos de julio, los 53,4 puntos de junio o los 52,3 de mayo.
La ONE apunta que, en el desglose
de esos negocios, el índice del precio de ventas se mantuvo por segundo mes
consecutivo en la franja del crecimiento con 50,1 puntos.
En cuanto al índice de
expectativa de actividad económica, que mide la confianza de las empresas no
manufactureras en el desarrollo del mercado en el futuro, marcó 62,1 puntos, un
leve descenso de 0,1 puntos.
El índice integral de
producción del PMI, la radiografía combinada de las industrias manufacturera y
no manufacturera se situó en 54,5 en agosto, frente a los 54,1 puntos de julio.
Según los analistas de la
consultora británica Capital Economics, los datos de agosto
muestran que "un sector servicios más fuerte ha compensado de sobra la
pequeña pérdida de impulso en el sector manufacturero y de la construcción. Un
rebote liderado por la inversión terminará empujando el consumo y el gasto de
los hogares, encarrilando así la recuperación económica general".
LATINOAMERICA:
Llueve sobre mojado en
América Latina. La recesión causada por la pandemia, la mayor de la que hay
registros, es el colofón a un lustro de bajo crecimiento y desacoplamiento de
la senda del resto de países emergentes. A finales del año pasado, cuando una
pandemia ni de lejos entraba en las matrices de riesgo de Gobiernos y grandes
corporaciones, el panorama ya era todo menos halagüeño: la región profundizaba
su estancamiento con el menor crecimiento posible (0,1%) y ponía un triste
broche a su peor quinquenio económico desde el final de la Segunda Guerra
Mundial. Pero la crisis sanitaria ha terminado de tirar todo por la borda: Latinoamérica
y Caribe son hoy el rostro más crudo de la crisis y se exponen a un retroceso
de casi dos décadas en sus principales indicadores de desarrollo si las cosas
no mejoran pronto.
Durante este 2020, el coronavirus
desplomará el PIB latinoamericano entre un 7,2% (según el Banco Mundial), un
9,1% (según la Cepal) o un 9,4% (previsión del FMI) este 2020.
Lo peor es que la crisis,
desigual por naturaleza, motivará que el número de personas bajo el umbral de
la pobreza pasará de 185 a 231 millones —casi cuatro de cada 10
latinoamericanos—, una cifra inédita desde 2005, mientras que la pobreza
extrema pasará de 68 a 96 millones —algo más del 15% de la población—, siempre
según las cifras del brazo de Naciones Unidas para el desarrollo regional.
UNIÓN EUROPEA:
Puede que el desplome de
la economía alemana sea menor que el de los grandes países de la Unión Europea,
pero la incipiente recuperación tras el frenazo motivado por la pandemia es
frágil y viene acompañada de numerosas incertidumbres, sobre todo por la propia
evolución de la pandemia.
El desplome del PIB del
9,7%, publicado por la Oficina Federal de Estadística (Destatis), es
ligeramente inferior que las cifras preliminares dadas a conocer en julio, pero
supera con creces al de la crisis financiera de 2008. Aun así, queda lejos del
20,4% que retrocedió el Reino Unido en el mismo periodo, el 18,5% de España o
incluso el 12% de la zona euro.
Berlín ha respondido con
una ingente lluvia de millones a la crisis aguda provocada por la crisis
sanitaria, lo que ha provocado un déficit presupuestario del 3,2% del PIB
durante la primera mitad del año.
Esta entrada de Alemania
en déficit público es una gran novedad para la Alemania de la última década:
2011 fue el último año en el que las arcas públicas gastaron más de lo que
ingresaron. En los seis primeros meses de este año, el gasto público creció un
9,3%.
Mientras, la confianza
empresarial ha mejorado en agosto más de lo previsto, según los datos que el
instituto económico germano Ifo, los analistas interpretan, sin embargo,
que la intensidad de la llamada segunda ola de covid-19 resultará clave
para determinar el posible crecimiento de la mayor potencia europea. En
Alemania, como en otros países europeos, la cifra de infecciones ha vuelto a
crecer desde finales de julio, aunque las últimas cifras oficiales apuntan a
una cierta ralentización.
La debilidad de las
economías europeas y de Estados Unidos golpea además de lleno a la economía de
un país que se alimenta en buena medida de la exportación y que se encuentra
especialmente expuesta a los vaivenes globales.
Al Brexit, las elecciones
de Estados Unidos, y las tensiones comerciales con China se le añaden los
descomunales interrogantes que plantea la evolución de la pandemia en todo el
mundo. El comercio exterior cayó con fuerza, con un descenso de las
exportaciones del 20,3% en el segundo trimestre. Las importaciones también
cayeron un 16%. Ambas cifras superan con creces las caídas registradas durante
la crisis financiera anterior: en el primer trimestre de 2009, las
exportaciones e importaciones cayeron un 11% y 5,9%, respectivamente.
Alemania exporta productos
con alto valor añadido, como maquinaria industrial. En tiempos de crisis como
la actual resulta menos probable que las empresas decidan invertir en nueva
maquinaria para ampliar o modernizar su producción. Se reduce además la compra
de automóviles, lo que supone un fuerte golpe para la industria alemana. Los
últimos datos preliminares de pedidos industriales indican una subida del 27,9%
respecto al mes anterior, pero una caída del 11,3% respecto al mismo mes del
año anterior. Los pedidos nacionales crecieron un 35,3% en junio, mientras que
los procedentes de la eurozona incrementaron un 22,3%. En la industria del
automóvil, los pedidos aumentaron un 66,5% respecto al mes anterior, pero
continúan en junio un 12,2% por debajo del nivel de febrero de 2020, antes de que
la pandemia impactara de lleno en la economía alemana.
Una segunda ola
significaría, de fronteras para fuera, una fuerte caída de la demanda
procedente de países como España o Francia, pero en Alemania significaría que
muchas empresas que han aguantado hasta ahora gracias a la fórmula de reducción
de horas de trabajo, el célebre kurzarbeit que tan buenos
resultados dio en Alemania durante la crisis financiera, tal vez no aguanten
más y acaben quebrando. La idea del kurzarbeit -el equivalente
a los ERTE españoles- es evitar el desempleo y reducir a la caída de ingresos,
lo que permite a la vez mitigar la caída del consumo interno.
En Alemania se viene
produciendo un debate sobre la aplicación de una jornada laboral de cuatro días
laborales. A mediados de agosto, el gran sindicato alemán IG Metall propuso
establecer la semana de cuatro días con vistas a las negociaciones salariales
previstas para el año que viene. La idea del sindicato, que representa a 2,3
millones de trabajadores, es preservar el mayor número de empleos en un
contexto pospandémico muy cambiante y en pleno proceso de reconversión de
grandes industrias como la del automóvil.
El ministro de Trabajo,
Hubertus Heil, aseguró no estar cerrado a la idea. “Una reducción del tiempo de
trabajo, con una compensación salarial, puede ser una medida apropiada”, indicó
recientemente el ministro socialdemócrata alemán.
Respecto a Francia, el
Gobierno galo ha anunciado un nuevo paquete de 100.000 millones de euros en
estímulos mediante subsidios, recortes de impuestos y fondos para financiar
proyectos medioambientales con el objetivo de impulsar la incipiente
recuperación de su economía y poder recuperar en 2022 el nivel de PIB anterior
a la pandemia.
Según el primer
ministro, Jean Castex, “será un poderoso acelerador de la transición
ecológica. De forma que el Ejecutivo espera crear 160.000 empleos a partir de
2021”.
Estos estímulos se suman
a los 470.000 millones comprometidos por París tras el confinamiento y al plan
europeo de recuperación (cuyos fondos empezarán a llegar a partir del año que
viene), se incluirá en las cuentas de 2021 y equivale a unos cuatro puntos
porcentuales del PIB, cuatro veces más de lo destinado en 2008 para enfrentar
la crisis financiera. Según el Gobierno francés “se trata de volver a lanzar
inmediatamente la inversión para frenar los efectos de la crisis y apoyar
efectos estructurales que tengan un impacto duradero en la economía”.
Se ha lanzado el programa
fiscal, denominado “Francia Relanza”, que contempla una inyección de unos
30.000 millones de euros para impulsar la transición energética, con unos 7.000
millones destinados a la renovación energética de edificios, 5.000 millones
para impulsar la modernización de los ferrocarriles y otros 1.200 millones para
mejorar la movilidad en el día a día de los ciudadanos.
En segundo lugar, se
destinarán otros 35.000 millones de euros a mejorar la competitividad de las
empresas y frenar la deslocalización industrial, incluido un recorte de
impuestos de unos 20.000 millones en dos años.
Asimismo, se invertirán
6.500 millones en impulsar el plan de empleo juvenil, además de otros 6.600
millones para el trabajo a jornada reducida, 5.200 millones en ayudas a las
comunidades locales y unos 6.000 millones de inversión para hospitales.
Según Castex, “este plan
busca que la economía no se hunda. La crisis ha revelado algo insoportable, la
dependencia de la economía francesa en ciertos sectores vitales. Hemos
seleccionado un cierto número de sectores en los que vamos a invertir de forma
masiva para reubicar sus actividades actuales o futuras. No se trata de
palabrería, tendremos indicadores concretos y herramientas de seguimiento
transparentes a las que tendrán acceso el Parlamento y los interlocutores
sociales. No es un regalo a las empresas, es un regalo a Francia para luchar
contra el desempleo”.
Todo va en línea con el
discurso del expresidente Mario Draghi, alertando de que el “acertado” esfuerzo
fiscal europeo para hacer frente a la pandemia, sin precedentes en tiempos de
paz, es sostenible “solo si se dedica a fines productivos: capital humano,
infraestructuras cruciales para la producción e investigación”. Si, por el
contrario, las nuevas obligaciones asumidas con los acreedores tienen como
destino “propósitos improductivos”, será “deuda mala y su sostenibilidad se
erosionará”. Estas reflexiones están guiando los pasos de su sucesora, la
francesa Christine Lagarde, “la movilización de todos los recursos
disponibles para proteger a los trabajadores y las empresas ha evitado que una
recesión inevitable se convirtiese en una depresión prolongada, Pero el estado
de emergencia y las medidas que este justifica no durará para siempre: ahora es
el momento de demostrar sabiduría y elegir el futuro que queremos construir”.
Tras semanas de
tribulaciones, a finales de julio la Unión Europea alumbró un acuerdo para
poner en marcha un ambicioso y multimillonario Fondo de Reconstrucción que
será un auténtico salvavidas para los eslabones más débiles del club: de nuevo,
el sur, con España e Italia a la cabeza. Draghi, firme defensor de una unión
fiscal de verdad y de la mutualización de deuda a escala continental, aplaude
sin fisuras el giro de guion. “Tras décadas en las que la voluntad de Gobiernos
individuales ha prevalecido en la toma de decisiones, la Comisión está de nuevo
en el corazón de la acción. Europa puede salir reforzada de esta crisis: la
acción de los Estados descansa sobre los cimientos creados por la política
monetaria y el fondo EU Next Generation (el nombre oficial del nuevo
instrumento europeo de inversión] enriquece el arsenal de políticas”. Además,
ha deslizado, “el reconocimiento del papel que un Presupuesto europeo puede
desempeñar en la estabilización de nuestras economías y el precedente de una
emisión conjunta de deuda es importante y puede sentar las bases para el
nombramiento de un ministro del Tesoro común”.
Según Draghi, “debemos
hacer mucho más para apoyar a los jóvenes. Las subvenciones se acabarán y se
mantendrá la falta de cualificación profesional, sacrificando su libertad de
elección y sus ingresos futuros. Sobre los hombros de quienes hoy están
estudiando o acaban de incorporarse al mercado laboral recaerá, además, el ingente
volumen de nueva deuda pública del que saldrán todos los países occidentales,
sin excepción. Será devuelto, principalmente, por los jóvenes de hoy. Es
nuestra responsabilidad equiparles con los medios para que puedan afrontar ese
endeudamiento y que vivan en sociedades mejores”
ESPAÑA:
Ha dejado un sabor
agridulce el mercado de trabajo. No se ha conseguido, como era de esperar, reactivar
la contratación tras el golpe de los rebrotes a la campaña turística.
El empleo, según los
recientes datos del del Ministerio de trabajo repuntó muy ligeramente en el mes
de agosto al crearse 6.822 puestos de trabajo según afiliaciones a la
Seguridad Social.
La cifra supone demasiado
poco para contrarrestar el duro impacto de la pandemia, ya que todavía quedan
por recuperar unos 688.000 empleos destruidos por la Covid. Desde que se inició
el desconfinamiento, se han recobrado unos 333.000 afiliados y el total se
coloca en los 18,79 millones.
Y aunque agosto también
es un mes en el que el paro registrado solía aumentar mucho, el número de
trabajadores apuntados a las oficinas del desempleo subió en 29.780 personas
hasta los 3,8 millones, el menor incremento en este mes desde 2016. Los
trabajadores que están protegidos por ERTE han disminuido en 306.000 hasta un
total de unos 812.000. Se ralentiza el ritmo de reincorporación de estos
trabajadores al mercado laboral, aunque ya tres de cada cuatro de los que
estaban han salido de esta situación.
Tras el aumento del
empleo en julio con 161.000 afiliados más, agosto tenía que haber sido el mes
en el que se confirmaba la progresiva recuperación del mercado laboral tras la
pandemia. El ministro de Seguridad Social, José Luis Escrivá, incluso apuntó
que en las primeras tres semanas de agosto se habían creado 132.000 empleos.
“Domina la recuperación de empleo perdido por coronavirus frente al patrón
estacional habitual de agosto. Sin embargo, los rebrotes del virus y las recomendaciones
de otros países de no viajar a España han dado un vuelco a la situación durante
este mes. La cuarentena que impuso el Reino Unido a todos los viajeros
procedentes de España a finales de julio provocó el comienzo de la sangría. Y
desde entonces las expectativas del sector turístico, decisivo en la
contratación de esta época del año, han empeorado drásticamente. Ya se anunció
a finales de agosto el cierre adelantado de hoteles ante la falta de la
demanda, con el consiguiente impacto en el empleo. Septiembre era
tradicionalmente un mes todavía fuerte para el turismo. Sin embargo, este año,
a la luz de estos datos, podría acabar siendo negativo”.
Según María Jesús
Fernández, analista de Funcas, habitualmente en agosto se produce una fuerte
caída de la afiliación por la destrucción al final de mes de muchos empleos
estacionales, pero este año se ha dado un incremento que se explica por la
recuperación de empleos debida a la apertura progresiva de empresas que habían
permanecido cerradas”.
La sanidad y los
servicios sociales fue el sector que más empleo generó con 31.795 trabajadores
más. La hostelería también sumó 24.536 afiliados cuando de normal en agosto los
destruía. Antes la contratación para la campaña turística comenzaba con la
Semana Santa y empezaba a perderse empleo en agosto al darse el final del
periodo punta. Pero este año esa escalada de contratación no ha existido. Se ha
tenido que contratar sobre todo para julio y agosto. Aunque el turismo
internacional está hundido un 75% por debajo del año pasado, el nacional ha
aguantado un poco más y explica buena parte de esa contratación que compensa
algo, aunque poco, el empleo destruido. Y de ahí que el saldo esta vez sea
positivo frente a otros agostos que siempre son negativos.
En sentido contrario,
como es tradicional, se perdió empleo en ramas como la educación y la
construcción, donde es habitual la práctica fraudulenta de dar de baja los
contratos por vacaciones para ahorrarse costes. La educación perdió 34.147
afiliados. Y la construcción, 7.355. En la industria también suele caer el
empleo en agosto, este año con 7.240 ocupados menos. En las actividades de ocio
puede aumentar la ocupación si ha sido un año bueno de turismo, pero en esta
ocasión, lastradas por la pandemia, han destruido 8.690. El régimen de
autónomos solo elevó su número en 402, un exiguo 0,01%. E incluso así ya están
casi en niveles prepandemia debido a que intentan resistir, aunque sea con una
facturación mucho menor.
En el último año se han
destruido 527.000 puestos de trabajo, un 2,73% menos. Y en los últimos seis
meses, 688.000. Pese a encadenar ya cuatro meses de creación de empleo, a
cierre de agosto solo se ha recobrado el 20% de la ocupación perdida desde
finales de febrero.
Andalucía y Galicia, más
apoyadas en el turismo nacional, lideraron la recuperación del empleo en agosto
con 18.000 y 7.000 empleos creados, respectivamente; mientras que los mayores
retrocesos se produjeron en Madrid, que perdió unos 7.000, y Cataluña, que está
especialmente afectada por la ausencia de turistas extranjeros y destruyó
22.000 puestos de trabajo.
El Ministerio de Trabajo
destaca que 4,18 millones de personas recibieron una prestación del servicio
público de empleo en julio, 949.202 personas menos que en el mes anterior. De
ellas, 1,91 millones estaban acogidos a ERTE y 2,1 millones eran beneficiarias
de una prestación contributiva, un 144% más que hace un año. Y el gasto total
en prestaciones en julio ascendió a 3.238 millones de euros, 877 millones menos
que en junio y 2.270 millones menos que en mayo, cuando la partida de
prestaciones alcanzó su máximo durante la pandemia. Pese a ello, todavía está
un 106% más alto que hace un año.
Por otro lado, en
relación a la evolución de los precios, según el indicador adelantado del
Instituto Nacional de Estadística (INE), el Índice de Precios de Consumo (IPC)
no experimentó variación en agosto respecto al mes anterior, pero elevó una
décima su tasa interanual, hasta el -0,5%, frente al -0,6% de julio, debido
principalmente al encarecimiento de la electricidad,
Con este avance de una
décima, el IPC interanual regresa a los ascensos después de haber retrocedido
en julio tres décimas. Con el dato de agosto, la inflación encadena cinco meses
en tasas negativas.
Debido a la situación de
confinamiento de los hogares por el Covid-19, el INE ha elaborado dos
agregaciones especiales en las que se recoge el efecto en los precios de los
bienes y servicios que la mayoría de los hogares siguieron consumiendo durante
la pandemia. Estas dos agregaciones se seguirán publicando para permitir
analizar la situación tras el fin del estado de alarma.
Los precios de los productos
del “Grupo especial bienes Covid-19”, en el que se incluyen los productos de
alimentación, bebidas, tabaco, limpieza y artículos no duraderos para el hogar,
comida para animales, productos farmacéuticos y cuidado personal, aumentan un
1,7% en agosto respecto al mismo de 2019, una décima menos que en julio.
Estadística destaca el
comportamiento de los alimentos frescos, que alcanzan una tasa del 3,5%, cuatro
décimas más que en el mes anterior, y de los alimentos envasados, que sitúan su
tasa anual en el 1,3%, cuatro décimas por debajo de la de julio.
Por su parte, los precios
del “Grupo especial servicios Covid-19”, en el que figuran los servicios de
alquiler de vivienda y garaje, la distribución de agua, alcantarillado,
recogida de basuras, gastos comunitarios, electricidad, gas, gasóleo para
calefacción, telefonía, música y televisión en 'streaming', seguros, comisiones
bancarias y servicios funerarios, disminuyeron un 2% en agosto en tasa
interanual, nueve décimas por encima de la de julio, debido al encarecimiento
de la electricidad.
Por lo que respecta al
sector exterior español, las exportaciones se desplomaron un 15,8% en el primer
semestre hasta alcanzar los 124.100 millones de euros. Sin embargo, la mayor
caída de las importaciones permitió reducir el déficit comercial a la mitad en
el primer semestre, aunque aún alcanza los 7.573 millones de euros.
Con respecto a la
evolución económica general de la economía española, el índice PMI, elaborado
por la consultora IHS Markit a partir de una encuesta entre los responsables de
compras de cientos de empresas, refleja que en julio la actividad económica
volvió a crecer en España, por primera vez desde febrero y a su mayor ritmo de
los últimos 15 meses. Sin embargo, la salida de la crisis está siendo más modesta
que en el conjunto de la zona euro, lastrada por la lenta recuperación del
sector servicios.
Según datos del Banco de
España, los bancos españoles están recurriendo al Banco Central Europeo para
prestar a las empresas al calor del ICO (instituto de Crédito Oficial).
Desde el inicio de la crisis sanitaria, a principios de marzo, las entidades
que operan en España casi han duplicado su deuda con el instituto emisor hasta
superar los 256.000 millones de euros (supone la quinta parte del PIB).
La Gran Reclusión, lo
está cambiando todo. Y la banca comercial, por definición uno de los eslabones
más conectados a la economía real, no es ajena a este cambio radical de
escenario. El impulso oficial del crédito a empresas en forma de avales para evitar
su colapso durante los meses de ingresos cero (o cercanos a cero) ha
propiciado, a su vez, una mayor recurrencia de las entidades financieras al
banco central, que les presta desde hace años en condiciones muy favorables con
el objetivo de que el dinero fluya lo máximo posible hacia los sectores
productivos.
Solo en julio, la deuda
de la banca española con el instituto emisor repuntó un 31% respecto al mes
anterior, acumulando ya un aumento del 97% desde finales de febrero, cuando la
incidencia de la covid-19 en España era mínima. Este incremento, aunque muy
sustancial, es sin embargo notablemente inferior al registrado por el conjunto
de la banca de la eurozona, que solo en julio subió casi un 40% y que va camino
de triplicar sus obligaciones con el BCE: los poco más de 617.000 millones de
euros de febrero se convirtieron el mes pasado en casi 1,6 billones.
La realidad es que la
recuperación económica, según la ministra Calviño, no se está dando con la
misma intensidad en todos los sectores ni en todos los territorios. “Es
evidente que hay ámbitos, como una parte del sector turístico, algunos
segmentos de la hostelería, que se están viendo impactados de manera más dura”.
MERCADOS:
La Bolsa estadounidense,
ajena a la economía real, ha alcanzado máximos
al calor de los estímulos para
sacar a la primera potencia mundial del mayor agujero desde la II Guerra
Mundial y de la ausencia de activos rentables en un mundo de tipos de interés
bajo cero.
Al otro lado del
Atlántico la tendencia no podría ser más divergente: la renta variable europea
permanece abonada en las últimas semanas a la atonía pese a haber dejado atrás
ya los mínimos. Las acciones del Viejo Continente repiten los analistas, están
muy baratas en comparación con EE UU. Pero el orden de preferencias de los
grandes fondos de inversión sigue siendo otro.
Los mínimos de mediados
de marzo, cuando Wall Street tocó fondo tras un severo varapalo de varias
sesiones consecutivas parecen ya muy lejanos: desde entonces, el S&P500 (el
índice más representativo del parqué Nueva York) sube más de un 50%,
reponiéndose del golpe de la pandemia y pulverizando sus máximos históricos de
febrero pasado. Al otro lado del Atlántico, el Eurostoxx, que reúne a los 50
mayores valores de la zona euro, muestra una historia diferente: recupera casi
el 40%, sí, pero sigue otro 40% por debajo de su cumbre, hace justo dos
décadas. Mucho ha llovido desde entonces: la crisis de las puntocom,
los atentados del 11-S, la Gran Recesión y, ahora, el zarpazo
del coronavirus.
El Ibex subió durante el
mes de agosto un 1,34%, pero ha perdido durante el año el 27% (frente a una
revalorización anual del Dax alemán del 5,13%).
La banca española afronta
serios problemas para remontar el vuelo en la Bolsa. Hubo dos momentos durante
la pandemia que su curva se alineó para mirar hacia arriba pero el verano ha
echado por tierra esas esperanzas. La cuesta de septiembre ha llegado para
las entidades financieras, que ya despiertan especial preocupación en la
Autoridad Europea de Valores y Mercados (ESMA, por sus siglas en inglés que es la CNMV
comunitaria).
En el último día de
agosto la sesión ha sido la peor: el Ibex 35, se dejó los 7.000 puntos y
gran parte de la meritoria remontada de las semanas precedentes. Acaba así con la
posibilidad de cerrar su mejor mes del año. La caída del 2,29% vuelve a situar
al selectivo madrileño a la cola de las Bolsas europeas.
Las referencias europeas
tampoco han ayudado. Italia ha empeorado al 12,8% la caída de su PIB en el
segundo trimestre, cuatro décimas más de lo anticipado. En ese contexto, las
principales Bolsas continentales se han ido desinflando tras un buen inicio de
sesión marcado por los indicadores adelantados de la actividad económica en
China.
Por lo que respecta al
mercado de divisas, el euro, ha seguido revalorizándose, acercándose a los 1,20
dólares por euro. Y la prima de riesgo (el diferencial del bono español a 10
años y el bono alemán) sigue controlada por debajo de los 80 puntos básicos.
Respecto al Euribor, el
índice de referencia para la mayoría de las hipotecas, ha cerrado agosto
volviendo a su mínimo histórico mensual en -0,356%. El dato es exactamente el
mismo que el registrado en agosto de 2019, por lo que los deudores cuyo
préstamo revise ahora su tipo de interés variable tomando como referencia el
dato de agosto no verán reducirse el importe de su hipoteca.
Con el leve retroceso de
agosto, el euríbor encadena tres caídas consecutivas en un año marcado por sus
continuos vaivenes. Tras un primer semestre en el que cotizó siempre por debajo
del -0,25%, el índice sufrió una subida importante con la expansión de la
pandemia del coronavirus. Así, su valor aumentó desde el -0,266% de marzo hasta
el -0,108% de abril y el -0,081% de mayo.
De esta forma, el índice
más utilizado en el mercado hipotecario lleva en terreno negativo
desde febrero de 2016, hace ya más de cuatro años. Ello explica que los bancos
estén apostando por las hipotecas a interés fijo.
Las ventas de
coches volvieron a caer en agosto y rompieron la buena tendencia que los
concesionarios empezaron a notar en julio. La contracción fue del 10,1% (66.925
turismos y todoterrenos matriculados), que crece hasta el 40,6% (524.706) en lo
que va de año. Los rebrotes de la covid y las dudas sobre la evolución de la economía
tras el verano parece que ganaron la partida a las medidas lanzadas para
intentar dinamizar el mercado: las ayudas a la compra (plan Renove)
habilitadas por el Gobierno y las promociones impulsadas por los
fabricantes para sacarse de encima las existencias acumuladas desde el
pasado mes de marzo.
Ni compradores
particulares, ni empresas se lanzaron a los concesionarios para comprar un
coche en un mes que acostumbra a ser débil en lo que respecta a ventas. Sus
operaciones cayeron un 9,5% y un 15,5%, respectivamente. Las empresas de alquiler
de vehículos vieron en agosto aumentar un 21,5% su demanda.
La buena noticia para los
fabricantes es el nuevo tirón que están teniendo los vehículos eléctricos, de
los que se matricularon 1.378 unidades, más del doble que en el mismo mes del
año pasado, favorecidos por el Plan Moves con el que se pretende impulsar la
venta de vehículos no contaminantes.
EMPRESAS:
En tan solo cuatro meses
de pandemia, entre marzo y junio, la deuda de las empresas se ha disparado en
54.701 millones de euros, el equivalente a casi cinco puntos de PIB. Después de
una década disminuyendo el apalancamiento o endeudamiento empresarial, este
podría aumentar cerca de 20 puntos. El Banco de España y Fedea alertan de que
es necesario facilitar las reestructuraciones de deuda para hacer frente a un
otoño complicado.
En mayo y junio el
crédito bancario a las sociedades no financieras ha aumentado a ritmos del 8%
interanual con la demanda cayendo y cuando hace solo un año todavía seguía
disminuyendo tras una década de descensos. Los préstamos en títulos de deuda,
que llevaban tiempo creciendo con fuerza porque las grandes empresas ven más
barato financiarse directamente en unos mercados inundados de liquidez por los
bancos centrales, se frenaron en seco con la pandemia. Pero en junio volvieron
a subir a tasas cercanas al 8%. Y los préstamos extranjeros están de nuevo
repuntando algo entre abril y junio frente a los decrecimientos del año
anterior. Se ha pasado de una economía que crecía y que todavía reducía deuda,
a una que se desploma y en la que las empresas han tenido que recurrir al
endeudamiento para aguantar el vendaval.
Dependiendo de la dureza
de la recesión, el Banco de España estima que en torno al 70% de las empresas
tendrá en algún momento de este año un déficit de liquidez. Es decir, no
obtendrán los suficientes ingresos como para costear sus gastos de explotación,
las amortizaciones y las inversiones ya comprometidas.
Parte del nuevo
endeudamiento ha sido generado por compañías que están saneadas pero que han
tratado de asegurarse la liquidez. Esas no deberían experimentar muchas
dificultades. Y en general las empresas se encuentran en una mejor posición
porque gracias a los ERTE y el ajuste de los temporales han podido
reducir sus gastos de personal mientras caía la actividad. También porque la
fortaleza de sus balances es mucho mayor y aglutinan niveles récord de liquidez
tras un largo periodo de desendeudamiento.
Sin embargo, la
distribución de esas nuevas deudas ha sido muy desigual. No todas reúnen la
misma solvencia. A pesar del impacto de la covid, más de un 40% de las
compañías podría afrontar este año sin deteriorar su situación patrimonial, según
sostiene el Banco de España.
Sin embargo, se ha
elevado significativamente la vulnerabilidad financiera, sobre todo en las
pymes y los sectores más afectados por la pandemia como el turismo y
ocio, los vehículos de motor, el transporte y el almacenamiento. En estas ramas
de actividad abundan las sociedades que han estado cubriendo con préstamos sus
costes fijos ante la falta de ingresos.
En la Central de Balances
del primer trimestre, que se elabora sobre todo con datos de empresas grandes,
ya se apreciaba que el conjunto de la muestra tenía una rentabilidad por debajo
de sus costes de financiación, un hecho que no sucedía desde los peores
momentos de la anterior crisis.
Según se calcula en el
informe de necesidades de liquidez, un tercio de las empresas tendría este año
una probabilidad alta o muy alta de impago, que el Banco de España cifra
superior al 5%.
“Las tensiones de
liquidez podrían derivar en algunos problemas de solvencia”, ya sea porque
cueste financiarse o porque la deuda se vuelva insostenible, concluye el Banco
de España.
Un segmento no pequeño de
las empresas que sobrevivan se enfrenta a una larga travesía del desierto.
Tendrán más deuda que devolver y un escenario de menor demanda durante al menos
un par de años. Toda la caja que consigan deberán utilizarla para bajar deuda.
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