En este año pandémico horrible
la economía mundial se encuentra abocada a la ralentización más fuerte desde la
Segunda Guerra Mundial. Lo peor es que, desafortunadamente, el final no está a
la vista.
GLOBAL:
La incertidumbre sigue
campando en la economía mundial. Desde luego, realizar predicciones económicas,
con un shock tan fuerte como el de la pandemia, es tremendamente difícil por no
decir imposible.
Según el último informe
de perspectivas económicas mundiales de la OCDE, “durante los próximos 18 meses
continuará una recuperación gradual de la economía global, pero a ritmos
diferentes”. La economía mundial cerrará 2020 con un retroceso del 4,5%. Para
2021 volverá a un crecimiento sólido del 5%, aunque no será suficiente para
regresar a los niveles previos a la crisis y compensar el batacazo de la
pandemia.
El crecimiento mundial
para 2021 sin embargo se prevé menos fuerte (0,2 puntos menos) que hace tres
meses.
Para la eurozona, aunque
la situación contempla cierta mejoría, sigue siendo bastante sombría: la
economía de la zona se contraerá un 7,9% este 2020, esperando que vuelva a
registrar cifras de crecimiento del PIB global de la región el año que viene.
Para la economía mundial, la caída en el
crecimiento global en 2020 espera que sea más pequeña de lo estimado en un
principio, aunque desde luego, una disminución sin precedentes registrados en
la historia reciente mundial.
Se prevén en el informe
de la OCDE “Coronavirus: vivir con la
incertidumbre”, diferencias considerables entre los países, con revisiones
al alza en China (para la que ahora se proyecta un crecimiento de 1,8%, frente
al -2,6% en junio), Estados Unidos (-3,8%, frente al -7,3% en junio) y Europa,
pero con resultados más débiles de lo esperado en India, México (-10,2%, frente
a -7,5% en junio) y Sudáfrica.
La OCDE propone dos
escenarios más en función de la evolución de diversos factores. Las
estimaciones actuales prevén que el PIB mundial perderá, para 2021, siete
billones de dólares con respecto a 2019. Si sigue mejorando la confianza del
consumidor y de las empresas o si solo se necesitan medidas de contención
“suaves” a partir de ahora, el crecimiento mundial en 2021 podría aumentar
otros dos puntos porcentuales, hasta llegar al 7%. Por el contrario, si se
mantiene la débil confianza y la incertidumbre se profundiza, o si se
intensifican los brotes de covid-19, el PIB mundial podría caer entre dos y
tres puntos porcentuales, es decir, que la pérdida aumentaría a hasta 11
billones.
Por todo ello, en su
informe la OCDE señala que “hay que mantener las ayudas en materia de política
fiscal y monetaria para mantener la confianza y limitar la incertidumbre. Ya
habrá tiempo de ajustar las finanzas públicas, pero ese momento no este 2021”.
De hecho, la OCDE insiste
en la necesidad de lograr un “delicado equilibrio” sobre todo en lo que
respecta a las medidas para frenar la pérdida de empleos. Hay que seguir
impulsando políticas para evitar un paro masivo, pero también se debe tener
“flexibilidad suficiente para una redistribución necesaria entre los sectores a
lo largo del tiempo” y “ajustar” las medidas implementadas en lo más duro de la
crisis para apoyar empleos, ingresos y empresas. Si no se hace, se podría
obstaculizar la productividad total y la recuperación económica al quedar los
recursos atrapados en empresas y empleos zombis no productivos
y al reducir las perspectivas de cambio de trabajo hacia posiciones más
productivas y mejor remuneradas. Se precisa un renovado impulso para
implementar reformas estructurales que aumenten las oportunidades de los
trabajadores desplazados y refuercen el dinamismo económico, impulsando la
redistribución de recursos laborales y de capital hacia sectores y actividades con
el mayor potencial de crecimiento”.
Por otro lado, el
presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, Jerome Powell, ha señalado
algo evidente, pero muy poco comentado, “ni nuestros pronósticos de inflación
ni los del sector privado se han materializado. Y otras economías avanzadas
también han pasado apuros para cumplir sus objetivos en las últimas décadas. Estados
Unidos y, sobre todo, la eurozona, llevan años entrampados en un callejón de
difícil salida. La inflación no sube ni a tiros y las políticas monetarias ultra
expansivas, que tantos frutos han dado en otros frentes, han evitado la
deflación en los momentos más crudos de la última crisis, pero no han traído
consigo el aumento de precios que algunos pronosticaron.
Cuando el BCE lanzó la
primera compra masiva de deuda pública y privada en la eurozona, hace casi seis
años, los sectores más ortodoxos airearon sus preocupaciones por una inflación
que, decían, podría desbocarse. Los programas de expansión cuantitativa o QE (record de creación de dinero por
parte del banco central), apuntaban a que llevarían a una espiral de aumento de
precios que complicaría aún más las cosas. Pero la realidad le ha dado la
espalda: ni los tipos de interés en cero o próximos, ni las inyecciones masivas
de liquidez en los mercados financieros han creado inflación ni han logrado
revertir del todo una tendencia que viene de atrás”. Vuelvo a señalar algo
sobre lo que hace tiempo vengo expresando mi temor: ¿No estaremos en una
situación parecida a la de Trampa de la Liquidez”?
El expresidente del BCE, Mario
Draghi, tenía razón cuando lanzó el plan de compra masiva de deuda pública
y también privada esquivando las embestidas de sus críticos. Señalaba Draghi
entonces: “¿hemos visto mucha inflación desde que se activaron los primeros QE en
Estados Unidos hace cinco años? ¿Va a haber incrementos desorbitados esta vez? Por
favor, díganme cuándo. No estamos para chistes”.
Casi seis años después,
seguimos esperando: en la década transcurrida entre la Gran Recesión y la Gran
Reclusión, la inflación ha promediado un 1,2% en la eurozona (alejada del
objetivo del 2%) y un 1,7% en EE UU. Las cifras publicadas por el BCE señalan
una tasa del 0,3% este año, y del 1% en
2021. Por tanto, muy lejos de la meta del 2%. ¡Qué paradoja! El 2% que se
señaló como objetivo de crecimiento máximo de los precios, resulta que ahora es
un objetivo a conseguir que no se lo logra.
Por si fuera poco,
últimamente se está alertando sobre un nuevo peligro en la situación de crisis
económico sanitaria que estamos sufriendo: el llamado “efecto acantilado (cliff
effect, en inglés)”: el riesgo de que se suprima un estímulo
sin haber recuperado lo suficiente la actividad provocando una abrupta caída
que dañe la estructura productiva.
En España se pone la lupa
en cinco puntos: los ERTE, las carencias del ICO, la moratoria para la
obligación de declarar el concurso de acreedores y, en menor medida, los
aplazamientos de hipotecas y de créditos al consumo. Quizás el mayor riesgo de
todos sea una reducción del programa del BCE de compras de deuda por la
pandemia, que ahora está adquiriendo en torno al 90% del nuevo endeudamiento
del Tesoro español y cuya disminución podría dejar a España sin su mayor apoyo,
máxime si la economía se queda rezagada y sin reconducir el agujero de las
cuentas públicas.
También hay un efecto
acantilado de alcance global: el panorama empresarial internacional está
dominado por compañías cuya facturación no es suficiente para hacer frente a su
deuda. Bastaría con unas pocas rebajas de rating que colocasen
a algunas firmas significativas en bono basura para desatar una estampida y
dejar a muchas empresas sin acceso a financiación, alimentando la desconfianza
y las turbulencias en los mercados.
A diferencia de la
anterior crisis, se diagnosticó que la caída provocada por la pandemia era
temporal, y que por tanto había que apoyar la economía, evitando daños mayores.
Sin embargo, estas políticas tienen como límite un incremento muy fuerte de la
deuda que está siendo sostenido por las compras de los bancos centrales y cuyo
riesgo es que en algún momento se perciba como insostenible. De ahí la
necesidad de volver a la disciplina, sobre todo en países con deudas altas y
problemas de envejecimiento.
Ahora bien, se habla del
efecto acantilado cuando se produce un repentino e inesperado descenso de las
ayudas públicas con solo un ligero incremento de rentas. El peligro es que con
una recuperación insuficiente haya una supresión de las ayudas que tenga
consecuencias mayores. El Banco de España y el FMI han pedido que se mantengan
pero que se vayan graduando, centrándolas donde sea más necesario y en empresas
viables. ¿Cómo se consigue eso?...
Por ejemplo, en el caso
de los ERTE, si finalizan sin que se haya reanimado la actividad, de poco
habrán servido, y el efecto será mayúsculo en el empleo, la demanda y la
confianza.
CHINA:
La economía de China es
la gran excepción de las principales economías devastadas por la pandemia
de covid-19. El FMI prevé una contracción mundial del 4,9% en 2020, que será de
un -8% en Estados Unidos y se precipitará a un -12,8% en España. Pero en China,
el efecto del coronavirus parece haber quedado ya atrás. Su recuperación ha
llegado antes y más rápido de lo que calculaban los más optimistas. Los
expertos del FMI prevén que su PIB aumentará un 1%. Muy lejos del 6% al
que aspiraba Pekín antes de que estallara la crisis, pero todo un cambio con
respecto al panorama del primer trimestre, cuando su economía se contrajo un
6,8%. el primer retroceso desde la
muerte de Mao Zedong en 1976.
La curva del PIB de la
economía china muestra la ansiada “recuperación
en V” que de momento escapa al resto de los países. La inversión en activos
fijos aumentó en agosto un 9,3% frente al 8,3% del mes anterior, y la
producción industrial un 5,6% desde el 4,8% de julio. Los principales grupos
inmobiliarios registraron un aumento del 30,7% en compraventa de viviendas. La
de automóviles, un 6%. Hasta las salas de cines, que el 26 de septiembre
ampliarán su capacidad a tres cuartos del aforo, ya sitúan su cuota de ingresos
al 90%.
Otros indicadores también
apuntan a una actividad en los niveles previos, o incluso superiores, a los de
la pandemia: el consumo eléctrico, que se había desplomado durante el parón de
febrero y marzo, creció un 0,5% en los nueve primeros meses del año con
respecto al mismo periodo de 2019.
Hasta el consumo, que ha
ido hasta ahora por detrás de la industria, ha comenzado a dar señales
alentadoras a medida que se ha ido afianzando la recuperación y, con ella, la
confianza de los ciudadanos.
La clave ha sido, en
primer lugar, el rápido control de
la pandemia. Tras unos inicios desastrosos, el Gobierno
decretó duras medidas de confinamiento, sin precedentes en la historia reciente
y que en otro país hasta entonces hubieran sido impensables. En abril, casi
tres meses después de imponerlo, se levantaba el bloqueo de Wuhan; este
septiembre, según los datos oficiales, todo el país ha cumplido más de un mes
sin infecciones locales, lo que permite una vida prácticamente normal.
Además, para insuflar
nueva vida en una economía en coma como la que China presentaba en marzo, Pekín
optó por una batería de medidas de apoyo al sector de la producción. La
prioridad era proteger el empleo, fundamental para un Gobierno que tiene en la
estabilidad social su principal meta: se había pasado de un paro oficial del 5,2%
en las áreas urbanas al 6% (es decir, cinco millones de personas perdieron su
puesto de trabajo). Las cifras reales pudieron ser todavía mucho mayores ya que
los datos oficiales no contabilizan el desempleo entre los millones de
inmigrantes rurales de la China interior, la mano de obra de la que se nutren
las fábricas de la próspera zona costera.
Así, el Gobierno aplicó
la misma fórmula a la que había recurrido en el pasado: crédito y subsidios a
las empresas, estímulos que han primado la inversión del sector público en
áreas como la logística y las infraestructuras, grandes generadoras de puestos
de trabajo. Qu Hongbin, economista jefe para China del banco HSBC, calcula que
en el segundo semestre del año el gasto en infraestructuras crecerá un 15% con
respecto al año pasado.
La fórmula ha agravado
desequilibrios que ya existían. Como en otros países, los hogares de menor
renta han sufrido más el impacto de la crisis: solo una quinta parte de
los oficialmente parados recibió subsidio de desempleo; las pequeñas empresas
afrontan mayores dificultades que las grandes, especialmente en el sector
servicios. Según el Instituto Nacional de Investigación Económica de China, “la
distancia en ingresos y consumo entre los residentes acomodados y aquellos con
ingresos medio-bajos está aumentando drásticamente”.
Por tanto, se trata de
una recuperación desigual (mas sustentada en la producción que en el consumo),
ya que los hogares de renta más baja todavía no se han recuperado del impacto
inicial de la pandemia (la subida en la venta al por menor ha sido impulsada
por los productos de gama alta y no esenciales como cosmética, joyería y
electrónica; mientras que la comida, la ropa y otros artículos de uso diario se
han mantenido estables).
En todo caso, la
recuperación, aunque asimétrica, continuará en los próximos meses. El Banco
Popular de China –su banco central- prevé un crecimiento del PIB del 6% en el
cuarto trimestre, y una normalización de las políticas macroeconómicas en el
primero de 2021. Señala que “se subestima el poder que tienen los responsables
políticos en China para estimular la demanda y hacer que se reactive. China
volverá a algo parecido a lo normal más rápido de lo que esperan muchos, y ya
estamos en ese camino”.
Señalan algunos
analistas, que, dentro de este peculiar sistema de Capitalismo del Estado
chino, en el próximo Comité Central del Partido Comunista se trazaran las
líneas maestras del XIV Plan Quinquenal que dirigirá la segunda economía del
mundo entre 2021 y 2025; del plan “Estándares de China 2035”, y de otros
proyectos con los que Pekín quiere llegar a ser en 15 años un país de “riqueza
y poder”.
Para algunos analistas,
según lo que llaman “circulación dual”,
China trata, por un lado, de mantener la integración con el resto del mundo; y
por otro en aumentar la fortaleza de la demanda doméstica reduciendo a la par la
dependencia de importaciones, especialmente de tecnología y otros productos
manufacturados de alta gama.
Y es que, en estos
momentos, el gasto de los consumidores nacionales solo representa aún el 38,8%
del PIB chino, frente al 66% del de Estados Unidos. Por esta razón, se persigue
incrementar el consumo doméstico.
Esa necesidad se
acrecienta por el hecho de que la economía china deberá lidiar con un entorno
internacional más hostil, ya que el mundo ha comenzado a ser más cauto ante el
auge de la economía China.
No obstante, Un giro
hacia la “Autarquía o autosuficiencia
económica” supondría un gran desastre económico para esa economía, dado que
China mantiene importantes lazos, y dependencia, con firmas extranjeras para
cubrir sus necesidades básicas, desde la alimentación a la tecnología. Gran
parte de la recuperación de China este año se ha debido a la fortaleza de sus
exportaciones durante la pandemia.
Algunas medidas han
comenzado a vislumbrarse: las autoridades chinas han presentado, por ejemplo,
ambiciosos planes para crear zonas libres de impuestos por todo el país, que
pongan al alcance de los bolsillos menos pudientes productos de lujo hasta
ahora prohibitivos.
En todo caso, es un gran
reto estimular el consumo interno. Se requieren reformas estructurales de
calado para que los inmigrantes rurales y las capas más desfavorecidas obtengan
mayores rentas y, con ello, aumenten sus ingresos disponibles. Cerca de 130
millones de personas, o casi el 10% de la población china, viven en pobreza
relativa (ganan menos del 40% del ingreso medio, lo que equivale a rentas de
menos de 5.000 yuanes o 625 euros, al año).
Hasta 270 millones de inmigrantes rurales
carecen de permiso de residencia interno en las ciudades donde habitan, lo que
les niega en ellas el acceso completo a servicios sociales básicos como la
educación o la sanidad. Es fundamental atajar el desempleo: aunque el paro ha
mejorado desde los peores días de la pandemia, hasta agosto solo se habían
creado ocho millones de empleos este año, dos millones menos que el año pasado;
el desempleo juvenil continúa en aumento.
Por tanto, un gran
objetivo es eliminar por completo para finales de este año la pobreza rural,
que en diciembre de 2019 aún padecían oficialmente 5,5 millones de personas. El
problema está en el conflicto de siempre: las políticas que incrementen los
salarios de los empleados pueden poner en peligro la competitividad de las
exportaciones.
En todo caso, la buena
marcha de la economía china se ha reflejado en la evolución de su divisa. Desde
mayo, el renminbi ha ganado un 5%
frente al dólar. Hoy en día, 6,75 yuanes compran una unidad de su equivalente
estadounidense. Se trata del nivel más alto desde comienzos de 2019. Esta
revalorización abaratará las importaciones y atenuará la inflación, lo que a su
vez estimulará el consumo doméstico.
INDIA:
“Desde medianoche, el
país entero deberá cumplir un confinamiento absoluto”. Este fue el mensaje
oficial del primer ministro indio, Narendra Modi, el 24 de marzo, apenas
unas horas antes de que entrara en vigor. Aunque el Gobierno había recomendado
otras medidas de contención meses antes y algunos Estados ya
decretaron el aislamiento de sus ciudadanos, el Su confinamiento absoluto
sorprendió a más de 1.300 millones de personas con algo más de cuatro horas
para prepararse para el encierro, inicialmente de 21 días (que se extendió
por fases 46 días más). Grandes empresas, tiendas de barrio, el sector del
transporte, vendedores ambulantes...
El segundo país más
poblado del mundo se detuvo económicamente a fin de priorizar una crisis
sanitaria que ha provocado más de 95.000 muertos y seis millones de contagios.
Medio año después, las fuertes restricciones sanitarias y la falta de un plan
de rescate económico a largo plazo han pasado factura. India es el país del
G-20 que sufrió la mayor caída de su PIB (25,2%) en el segundo trimestre
respecto al primero, y la nación con más casos en datos absolutos, después de Estados
Unidos.
Una economía donde el
sustento de muchas familias depende de la calle (su oficina de trabajo) llevo a
que el 75% de estos trabajadores
informales perdiera su sustento durante los meses de encierro. Según un
Informe de “Action Aid” (organización internacional presente en 20 de los 28
Estados indios), de los cerca de 12.000 encuestados, tres de cada cuatro
aseguraron no haber sido atendidos por el sistema sanitario cuando lo
necesitaron, y más del 30% reconoció no tener acceso a más de un plato de
comida al día.
Según el FMI y la OIT,
los trabajos informales suponen más del 90% de la población activa. De ellos,
450 millones son migrantes. El equivalente a 10 veces la población española
ocupa puestos temporales y precarios en las grandes ciudades, lejos de sus
pueblos de origen, habitando chabolas y con la eterna incertidumbre de si al
día siguiente volverán a requerir sus servicios. Con el inicio de la pandemia,
la mayoría no tuvo tiempo ni dinero para volver a sus casas y se vieron varados
en las capitales rezando para que todo pasara, con más fe en la caridad que en
las medidas del Gobierno.
El economista indio y ex
consejero económico del primer ministro, Rathin Roy, alerta de un impacto “sin
precedentes” en la historia de la India: “Esta crisis nos hará retroceder tres
años. Hemos perdido de un plumazo tres años de crecimiento, que para un país
como la India es horrible”.
Fundamentalmente, las
medidas gubernamentales adoptadas han consistido en una mayor accesibilidad a
créditos, ayudas en efectivo a los sectores más empobrecidos, microcréditos
para las mujeres y una campaña de alimentos y combustible gratuito del que se
han beneficiado más de 800 millones de personas, según fuentes de la embajada
de la India en España.
Según la embajada, está
en marcha un programa con 250.000 millones de euros “para aliviar la economía”.
Sin embargo, estas medidas no serán suficientes para reanimar a la
superpotencia en que se había convertido India: No están pensando a tres o
cinco años vista. Cada Gobierno decide dónde invertir su dinero y ellos están
tomando medidas instantáneas cuando lo que necesita la India son proyectos de
educación, vivienda y agricultura, que generen empleo y cubran las fuertes
carencias actuales.
Es enormemente dramático:
el hambre se convirtió en una amenaza similar al coronavirus. Por ello, según
Action Aid, millones de empleados migrantes decidieron emprender el camino de
vuelta a sus pueblos. “La gente equiparó el coronavirus a la malaria o la
tuberculosis y nos decían que ya les daba igual de qué morir. Solo querían
salir de ahí. Los que consiguieron llegar a sus pueblos transportaron el virus
a sus pueblos.
LATINOAMERICA:
Según la OCDE, Naciones
Unidas y el Banco de Desarrollo Regional, la pandemia hará regresar la renta
por habitante en América Latina hasta niveles de 2009: “las consecuencias
socioeconómicas de la pandemia en la región no tienen precedentes. Pese a la
gran heterogeneidad entre países, el golpe ha sido muy fuerte en todos los
casos: de media, según sus proyecciones, el PIB regional se contraerá más de un
9% en 2020 y los precios (lo que llaman carestía)
aumentará en hasta en 4,4 puntos porcentuales.
El impacto social será
desigual, mucho mayor para el 40% de los trabajadores que no tienen acceso a
ninguna forma de ayuda ni mecanismo de protección social y para las micro y
pequeñas empresas que carecen de capacidad para amortiguar el golpe.
La pandemia ha minado a
la confianza de los consumidores y de los inversores, por lo que ha quedado
lastrada la demanda agregada no sólo a corto plazo, sino que también la
limitará a medio plazo.
Ya antes de la pandemia,
la situación de la economía latinoamericana apuntaba a una atonía preocupante. Pero
el virus lo ha agravado de manera muy fuerte: bien por los confinamientos, o
bien, por la bajada de la demanda externa, del precio de las materias primas,
de las remesas y del turismo y aumento de las salidas de capitales.
Circunstancias agravadas por la baja capacidad del sector público de intervenir
por falta de recaudación fiscal.
Los confinamientos en
Latinoamérica han agravado la brecha digital social Actividades que hasta hace
unos meses se hacían, íntegra o parcialmente, directamente, hoy se realizan
online, lo que ha amplificado la brecha digital entre personas, empresas y
países.
Basta observar, que
previamente a la pandemia, solo el 68% de los latinoamericanos tenían acceso a
Internet, frente al 84% de media en los países ricos. Y mientras el 20% más
rico de los latinoamericanos usa la Red en su día a día, solo el 37% del 20%
más pobre lo hace. Esa brecha, de 40 puntos porcentuales, contrasta con los
menos de 25 en el conjunto de la
Según la OCDE, “el
coronavirus ha hecho de la transformación digital inclusiva una prioridad
máxima para atenuar los efectos negativos y acelerar la recuperación económica
inclusiva. La necesidad de adoptar una transformación digital beneficiosa para
todos es una de las principales lecciones extraídas de esta crisis, y puede ser
una oportunidad para que los países le den el protagonismo que se merece en sus
agendas digitales”.
ESTADOS UNIDOS:
En sus previsiones para
el año 2022, la Reserva Federal de Estados Unidos ha mostrado cierto
moderado optimismo. La Fed prevé una
contracción del 3,7% para este año, casi tres puntos porcentuales menos que lo
que calculaban en junio, cuando el país veía un repunte de los casos de
coronavirus en la mitad de su inmenso territorio.
El presidente de la Fed,
Jerome Powell, destacó que la recuperación ha sido más rápida de lo esperado,
pero aclaró que las proyecciones “suponen que se materialice un apoyo fiscal
adicional sustancial”. Insistió en que la actividad económica se mantiene por
debajo del nivel previo a la pandemia "y el camino sigue sin estar claro”.
Su cautela se ve
reflejada en la proyección de crecimiento para el próximo año, que cayó de un
5% a un 4%.
Por otro lado, se han
mantenido las tasas de interés oficiales cercanas a cero. La encuesta interna a
los miembros de la Reserva Federal, refleja que esperan mantenerlas en esos
niveles hasta al menos el año 2023.
En relación al desempleo,
para este año prevén una tasa del 7,6% y para el próximo, de un 5,5%. Powell
reiteró que “la Reserva Federal está fuertemente comprometida en conseguir sus
objetivos de máximo empleo y estabilidad de precios”.
Respecto a señales
positivas, resaltó que el gasto de los hogares ha recuperado alrededor del 75%
de su caída y hay señales de mejoría en la inversión empresarial. Pero también
puso paños fríos en el panorama general, asegurando de que “es probable que se
necesite más apoyo fiscal” enfocado en los millones de desempleados, las
pequeñas empresas que tienen dificultades y que es difícil que haya una
recuperación económica completa hasta que la gente tenga confianza y se sienta
segura participando en la mayoría de las actividades.
Desde mediados de junio,
la Fed ha estado comprando 80 mil millones de dólares al mes en bonos del
Tesoro y 40 mil millones mensuales en hipotecas. Este miércoles Powell sostuvo
que continuarán realizando esta operación de inconmensurable crecimiento
monetario.
Para la Reserva Federal,
en una situación en Estados Unidos cercana a los 200.000 muertos por coronavirus,
y con niveles de incertidumbre y riesgos “extraordinariamente altos”, permite,
sin embargo, contemplar indicios de que la economía estadounidense ya superó lo
peor de la recesión: la tasa de desempleo cayó al 8,4% en agosto, el nivel más
bajo desde que el país cerró y la gente se guardó en sus casas en marzo,
forzando el fin de la fase laboral más boyante en cinco décadas. La Fed y Wall
Street habían estimado que el dato se situaría entre el 9% y el 10% en los
últimos tres meses del año. El número de parados se redujo hasta los 13,6
millones.
Lo que sí está claro, es
que los tipos de interés bajos en Estados Unidos seguirán acompañando a la
economía y a los mercados durante los próximos tres años. Esa es una de las
premisas de la nueva estrategia de política monetaria de la Reserva Federal:
los tipos de interés permanecerán sin cambios en la horquilla del 0 y 0,25%
durante, al menos, los tres próximos ejercicios. Es decir, la era de tipos cero
que retornó el pasado 15 de marzo se prolongará al menos hasta 2023 y no se
espera una nueva subida hasta 2024.
La Reserva Federal aspira
a una subida media de los precios del
2% en el largo plazo. El cambio es de
suma transcendencia, ya que supone un giro en la orientación del banco central estadounidense.
De forma que periodos de baja inflación podrán compensarse con otros en los que
el indicador se sitúe por encima del 2% sin que esto derive en una subida
anticipada de los tipos de interés. Se persigue priorizar el objetivo de
crecimiento de la economía respecto a la inflación (algo inexistente por el
momento).
La institución “se
compromete a utilizar toda su gama de herramientas para apoyar la
economía". En los próximos meses el banco central de EE UU aumentarán sus
tenencias de deuda pública y valores respaldados al ritmo actual con el
objetivo de mantener unas condiciones financieras acomodaticias y apoyar la
concesión de crédito a hogares y empresas. A la hora de determinar los ajustes
de la política monetaria, la Fed tendrá en cuenta una amplia gama de informaciones
que van desde los indicadores macroeconómicos tradicionales como las presiones
inflacionistas, las expectativas de precios o el mercado laboral, hasta otros
como las lecturas sobre la salud pública y los acontecimientos financieros e
internacionales.
La Fed ha insistido de
nuevo, en que la evolución de la economía dependerá de la evolución del
Covid-19: “la actual crisis de salud pública seguirá pesando sobre la actividad
económica, el empleo, y la inflación a corto plazo, y plantea riesgos considerables
para las perspectivas económicas de a medio plazo”.
Las previsiones del
comité de la Reserva Federal han mejorado para el corto plazo: prevén que el
PIB se contraiga un 3,7% este año frente al 6,5% que auguraban en junio. La
vuelta al crecimiento se aplaza a 2021, año para el que se espera que la
economía de EE UU se eleve un 4%, una décima menos de lo previsto hace tres
meses, pues se prevé que la recuperación será lenta.
El ministro Shinzo Abe ha
anunciado su dimisión. No ha logrado completar su programa Abeconomía basado en tres puntos centrales: expansión monetaria,
consolidación fiscal y reformas estructurales. Su propósito era reactivar un
modelo anémico y, en parte, lo logró: el país eludió el lastre de la deflación
y experimentó su segunda etapa de expansión más prolongada en medio
siglo.
Ahora bien, muchos
analistas hacen un balance positivo, aunque más bien, digamos que, intermedio: “si
tomamos como referencia la evolución del PIB real, la media anual de
crecimiento del producto en su mandato ha sido del 1% (el objetivo era del 2%).
Y el 2% de aumento de los precios tampoco se ha alcanzado”.
Se han obtenido avances
en otros aspectos: impulsar la incorporación laboral de las mujeres, propiciar
una apertura a la inmigración y reducir el desempleo.
En su primera legislatura
Abe encomendó al Banco Central, (Nippon Ginko o Banco de Japón) una campaña sin
precedentes de expansión cuantitativa y cualitativa. Gracias a ello, la
cotización del yen se redujo, lo que dio un respiro al sector exterior, y
permitió que el índice Nikkei 225 volviera a sobrepasar la barrera de los
20.000 puntos en 2015 tras hundirse por debajo de los 10.000 tres años antes.
Los otros dos objetivos no
se han cumplido: la reforma fiscal apenas ha tenido lugar, y las reformas
estructurales son inexistentes. Para muchos, el gran desafío que encara la
economía nipona es que su banco central es el mayor inversor en Bolsa, pero
comprando, fundamentalmente, acciones en lugar de bonos de renta fija.
Este desequilibrio se ha
acelerado a causa de la pandemia. El Gobierno anunció en abril y mayo sendos
paquetes de estímulos, movilizando una cantidad total equiparable al 40%
del PIB, una de las reacciones monetarias más contundentes del mundo. Las
medidas se han sostenido con el apoyo incondicional del Nippon Ginko
(Banco Central), y recurriendo a una colosal deuda pública. Esta se
elevaba antes del comienzo de la crisis sanitaria a cerca del 240% del PIB, y
las autoridades han dado margen para que crezca al menos otros veinte puntos
porcentuales más. Los mercados de momento se muestran optimistas, pero
semejante cifra podría acabar siendo una losa para generaciones futuras.
La covid-19 ha ahondado
el daño en sus cuentas: en el segundo trimestre el PIB registró su mayor
caída en siete décadas, con un -7,8%, lo que agrava la recesión provocada por
una polémica subida de impuestos en octubre del año pasado y que ya deja tres
periodos consecutivos en números rojos. A causa de esto, la economía ha
desandado casi todo el camino. Los últimos resultados reflejan una producción de
41 billones de yenes (327.000 millones de euros) inferior a la del trimestre
previo. El total de 485 billones (3,86 billones de euros) registrados están por
debajo de los 498 del último trimestre de 2012, cuando Abe tomó las riendas.
Desde una perspectiva
anual, su descenso (-28%) ha sido inferior al de Estados Unidos (-32%) o al de
la Eurozona (-40%), aunque responde a muchos menos casos de contagio (apenas
70.000, frente a los 6,5 millones en EE UU y 2,5 millones en la UE), unas
medidas de distanciamiento social menos restrictivas y el mayor paquete de
estímulos del mundo en términos porcentuales.
La evolución de la
pandemia es una de las claves que explica la decisión de Abe, al declarar que “los
contagios están descendiendo, pero el virus volverá a crecer en otoño, por lo
que es un buen momento para dar un paso al lado. El país necesita ahora un
líder sólido”. Este posible sustituto podría ser Suga Yoshihide, actual
secretario jefe del Gabinete.
Dado que la Abeconomía,
cuenta con el apoyo popular: un 73% de los japoneses, según una encuesta de
Nikkei Asian Review, Suga (uno de sus implantadores) ha declarado: “quiero
mantener la Abeconomía y fortalecerla”., por lo que mantendrá la
expansión cuantitativa y los estímulos.
Quizá la única diferencia
con respecto a Abe resida en la fórmula para evadir la deflación: Suga se ha
distanciado de los ideólogos que abogan por un incremento del gasto público, a
favor de los que se inclinan por medidas como la subida del salario mínimo.
La verdad, es que las
perspectivas de la economía de Japón, no son tan malas: el sistema de salud ha
resistido y el país no ha tenido que reimponer cuarentenas. Su economía no es
muy dependiente del turismo ni de la inmigración, por lo que la clave será
calibrar hasta qué punto los estímulos se mantendrán en vigor. Se espera que en
el tercer trimestre del año el PIB crezca un 4,5%, aunque con una caída
anualizada del 3%, y cerrará la media anual con un descenso del 5,3%.
UNIÓN EUROPEA:
El reciente empeoramiento
de la situación sanitaria en varios países europeos empieza a hacer mella sobre
los indicadores adelantados, que apuntan a una importante ralentización en el
ritmo de recuperación de la economía. El índice compuesto de gerentes de
compras (conocido bajo las siglas PMI) de la zona euro, una de las cifras que
los economistas observan con especial intensidad para tratar de adivinar qué
ocurrirá en el futuro más próximo, se sitúa en septiembre en 50,1 puntos, solo
una décima por encima del punto que marca la frontera entre expansión y
contracción y lejos de los 51,9 puntos del mes precedente.
La recuperación económica
de la zona euro se ha estancado en septiembre, ya que el aumento de las
infecciones de la covid-19 ha llevado a una renovada reducción de la actividad
del sector servicios en toda la región, por lo que el otoñó y el invierno serán
muy complicados, ya que el número de casos del covid-19 está creciendo de
nuevo.
Durante el verano, los
europeos parece que esperaban un regreso a la actividad más rápido de lo que se
está demostrando. En la misma línea, los precios de productos y servicios
cayeron a su ritmo más elevado desde junio, acumulando así siete meses de
descensos. Descenso que contrasta con lo sucedido del lado de los costes, que
repuntaron por cuarto mes consecutivo.
Las nuevas restricciones
en las principales capitales europeas, como ya está sucediendo en Madrid, los
servicios y, muy especialmente, los que requieren de contacto directo con los
clientes, como bares y restaurantes, volverán a llevarse la peor parte.
En el lado contrario, el
mejor dato llega de la industria: las manufacturas alcanzaron máximos de dos
años y medio. Lo que muestra una recuperación con más brío en aquella Europa
cuya economía más descansa en el sector secundario (Alemania y los países
del este) y aletargada en los países del arco mediterráneo, mucho más
dependientes del sector terciario.
Los rebrotes, igualmente
desiguales y especialmente persistentes en dos países del sur de la Unión,
España y Francia, amenazan con agravar esa tendencia. Fuera de la industria
alemana, la recuperación se está deteniendo.
Las dinámicas son similares
en el mercado de trabajo: las pérdidas de empleo también se aceleraron en el
sector servicios a medida que más empresas ejercieron cautela por los costes.
Afortunadamente, en el sector industrial se ha observado una menor destrucción
a medida que la presión en la capacidad comienza a emerger, y eso sugiere que
la tasa de reducción de las plantillas, en general, ya ha alcanzado su punto
máximo.
Pero, en definitiva, la
recuperación económica está muy en el aire.
Mientras las economías
del arco mediterráneo (con España a la cabeza) muestran una mejoría amenazada y
lenta, sus vecinos del norte (Alemania al frente) se apuntan un rebote inicial
notablemente más vigoroso, aupado por las exportaciones de bienes industriales
y una segunda ola de contagios hasta hoy más contenida que en Francia o en la
propia España.
La recuperación señala
una situación económica a dos o más velocidades: el norte y el este del
continente, industriales y menos golpeados por el virus, por un lado; el sur,
muy dependiente del turismo y el sector servicios, por otro.
Solo los primeros
desembolsos del necesario Fondo Europeo de Recuperación, previstos
para 2021, pueden darle la vuelta a una asimetría que amenaza con profundizar
las brechas en una Unión Europea, ya muy desigual.
Incluso la canciller Ángela
Merkel ha urgido a no bajar la guardia. Esta diferencia en los índices de
contagio está dificultando la recuperación en el sur, pero la pauta viene de
muy atrás: prácticamente desde el minuto cero de la pandemia, las economías
meridionales han encajado peor el golpe que las manufactureras, por naturaleza mucho
más resistentes económicamente: Alemania sufrió mucho menos que España, Italia
y Francia. Y esa tendencia se está agravando en la recuperación: está siendo
más fácil para ellos.
El prestigioso IFO alemán
ha sido el último en constatar que el rebote germano en la segunda mitad del
año será bastante más robusto de lo que tenía en su hoja de ruta. El PIB caerá
poco más del 5% en 2020, frente al 7% que llegó a prever en su día. Unas cifras,
reconoce, “más favorables de lo esperado”. La producción manufacturera, que
crece al ritmo más rápido en casi tres años, tiene mucho que ver con esa
mejora.
En el lado opuesto, el
FMI mantenía su previsión de desplome de la española en el 12,8% para 2020 y,
aunque elevaba el rebote en 2021, también alertaba de los riesgos a los que se
enfrenta la senda de recuperación y animaba a mantener los estímulos.
En particular, los
últimos indicadores adelantados de la eurozona apuntan en la misma dirección:
Alemania y los países del este (que cuentan con importantes lazos con la
industria germana) no solo han aguantado mejor, sino que están saliendo más
rápido del pozo de la recesión en esta primera fase.
Un vistazo a las
principales partidas de exportaciones europeas resuelve cualquier atisbo de
duda: solo las que tienen como destino final China (origen del virus y, al
mismo tiempo, como hemos señalado, el país que mejor se ha recuperado) están
por encima de los niveles de enero, y el 80% del alza se corresponde con productos
alemanes: maquinaria, equipamiento de transporte, químicos, productos
farmacéuticos... Por eso Alemania mejora: es casi el único socio del euro que
se está beneficiando de la mejora china.
La otra cara de la moneda
es el turismo. Tras una temporada extremadamente decepcionante en el sur de
Europa, la nueva tendencia en el norte de veranear en sus países por la
pandemia ha dado un punto adicional de vigor al rebote allí.
Todo depende de la
integración que tenga cada país con la industria alemana, y en el sur, Italia
tiene algo, pero España y Francia no tanto. Solo un aumento del consumo y de
los viajes al sur de Europa podrían ayudar, aunque los rebrotes de la pandemia
invitan a todo lo contrario, ya que el ahorro, motivado por el miedo, la
incertidumbre y la caída de ingresos, está siendo el destino preferido de los
hogares y economías domésticas.
En España o Francia, por
ejemplo, la mayor parte del dinero público está siendo absorbido por los ERTE,
muy efectivos para evitar una gran destrucción de empleo, aunque no tanto para
reactivar el consumo inmediato.
El fondo de recuperación
europeo, que tendrá a España, Italia y Grecia como principales beneficiarios,
es la pieza fundamental de la situación que falta por definir. En gran parte
dependerá de los programas que los países envíen para obtener la parte que les
corresponde.
Por si fuera poco, la
situación puede empeorar con las negociaciones sobre el Brexit que se
encuentran en punto muerto: el 15 de
octubre es la fecha límite para alcanzar un pacto que evite que el próximo 31
de diciembre se produzca una salida abrupta.
Una opción muy temida por
las empresas españolas porque las relaciones con Londres pasarían a ser
similares a las de un país con el que no hay acuerdos comerciales de ningún
tipo, pero que cada vez es más plausible.
El gobierno británico ha
generado todavía más incertidumbre con su intención de aprobar una ley que
dejaría en papel mojado aspectos clave del acuerdo de retirada y que ya ha
superado su primer test parlamentario.
El impacto es muy
preocupante para la economía española, ya que no solo se verían afectados los
flujos comerciales, sino también aspectos vitales para la economía como son los
servicios financieros, las operaciones de transporte aéreo y por carretera o
los requisitos sanitarios y fitosanitarios.
En el primer trimestre de
este año, la inversión extranjera
directa de Reino Unido en España ascendió a 810 millones de euros, situándose a
la cabeza. La falta de acuerdo generaría un menor crecimiento de esa
inversión; la congestión que podría haber en las aduanas; la caída de la libra;
la volatilidad de los mercados financieros; e incluso el posible traslado de
algunas multinacionales o reajustes de cadenas productivas. Una dura factura
que dañaría a ambas partes.
El Reino Unido es el
segundo país inversor en España, sumando en valores absolutos 63.225 millones
de euros en 2018 (último dato disponible), lo que supone un 6,7% más respecto
al ejercicio anterior. Es también el segundo destino de la inversión española
en el exterior, solo superado por Estados Unidos. Por si fuera poco, en 2019 se colocó como el quinto cliente de
las exportaciones nacionales de bienes y servicios (6,8% del
total) y como el séptimo proveedor español de mercancías, con una cuota del
12,4% del total.
El Reino Unido es el principal mercado emisor de turistas a
nuestro país, con 18,08 millones de visitantes en 2019, y sus ciudadanos
continúan como los extranjeros que más vivienda compran en España. Unos sólidos
cimientos amenazados por la sombra de un Brexit duro (la peor forma de cerrar
este nefasto 2020).
Con un Brexit desordenado, el Reino Unido pasaría a formar
parte de la Organización Mundial del Comercio (OMC), y, por lo tanto, se
aplicarían los correspondientes aranceles a los productos españoles y de
la Unión Europea y viceversa, aranceles que en muchos casos son significativos.
La mayor parte de los
sectores de la economía española se verían afectados: el del automóvil (se impondrían aranceles del
22% en camiones y furgonetas y del 10% en vehículos) y otros sectores como el agroalimentario, el textil y el pesquero,
que perdería el acceso a los caladeros británicos en los que la flota española
captura anualmente 9.000 toneladas de pescado por un valor aproximado de 27
millones de euros. El transporte
tampoco se libraría, con IAG (Iberia) en el punto de mira ya que
por su estructura accionarial (las normas comunitarias exigen al menos un 50%
de accionistas de la UE) podría perder su licencia para operar vuelos dentro
del bloque europeo.
En todo caso, el más
afectado, sin duda, sería el sector turístico español. No tanto por la
posibilidad o no de acuerdo, sino por las repercusiones que dicho resultado
pueda tener sobre la economía británica y el poder adquisitivo de sus
ciudadanos o las fluctuaciones cambiarias de la Libra Esterlina.
A todo ello, hay que
añadir que el reino Unido firmaría sus acuerdos comerciales con mercados muy
competidores de España, como Estados Unidos, Japón, o Australia, y se producirá
un efecto negativo de desviación del comercio al empeorar las condiciones
competitivas de nuestros productos en Reino Unido y mejorar las de nuestros
competidores.
Murcia, Comunidad
Valencia, Galicia y Aragón, son las economías más expuestas: en la Región de
Murcia las exportaciones al Reino Unido suponen el 3% del PIB regional, frente a un 1,5% para el conjunto de España.
En el extremo contrario se encuentran las Islas Baleares y Canarias, con un 3%
y 2%, respectivamente.
En relación a la tasa de
paro, según ha señalado Eurostat, en la zona euro, se situó el pasado mes de
agosto en el 8,1%, una décima por encima del nivel del mes anterior y su peor
lectura desde julio de 2018, mientras que en el conjunto de la Unión Europea
subió una décima, hasta el 7,4%, en máximos desde abril de 2018. Grecia y España
se sitúan a la cabeza del desempleo en Europa, con una tasa del 18,3% (hasta
junio) y del 16,2%, respectivamente.
La oficina de estadística
comunitaria calcula que 15,6 millones de personas carecían de empleo en la UE
en agosto de 2020, de las que 13,18 millones se encontraban en la zona euro, lo
que supone un incremento de 238.000 desempleados en la UE y de 251.000 en la
zona euro con respecto al mes anterior. No obstante, en comparación con agosto
de 2019, la cifra de desempleados en la eurozona creció en 1,4 millones de
personas y en 955.000 en la UE.
Entre los Veintisiete,
los países con mayor desempleo registrado fueron Grecia, con un 18,3% en junio,
seguido de España, con un 16,2%, e Italia, con un 9,7%. Por contra, los países
con menores niveles de desempleo en agosto fueron República Checa, con un 2,7%,
por delante de Polonia (3,1%) y Malta (4,1%).
Por otro lado, la tasa de
paro femenina en la UE subió al 7,6% desde el 7,5% de julio, mientras que en la
zona euro alcanzó el 8,4%, una décima más que en julio. Entre los hombres, el
desempleo se mantuvo en el 7,1%, mientras que en la zona euro pasó del 7,8% de
julio al 7,9%. En el caso de España, la tasa de paro entre las mujeres aumentó
en agosto al 17,2% desde el 16,9%, mientras que entre los hombres subió al
15,3% desde el 14,9%.
Entre los menores de 25
años, la tasa de paro era del 17,6% en la UE y del 18,1% en la zona euro, por
encima del 17,4% y del 17,8% registrado, respectivamente en julio. En cifras
absolutas, el número de jóvenes desempleados en la UE alcanzó en julio los 3,03
millones, de los que 2,46 millones correspondían a la eurozona, lo que implica
un aumento de 64.000 jóvenes en paro en la UE y de 69.000 en la eurozona en
comparación con el mes anterior.
En el caso de España, la
tasa de paro juvenil se situó en agosto en el 43,9% desde el 41,7% del mes
anterior, la más elevada de toda la UE, por delante del 39,3% de Grecia en
junio. En cifras absolutas, en España se registraban 555.000 jóvenes
desempleados en julio, un incremento de 38.000 respecto del mes anterior y de
43.000 en un año.
ESPAÑA:
La economía española cayó
en el segundo trimestre un poco menos de lo anticipado por el Instituto
Nacional de Estadística: un 17,8% en lugar del 18,5% que la institución
anunció inicialmente. El INE ha incorporado los datos de gasto de las
Administraciones, cuyo consumo aumentó más de lo que había previsto en la primera
mitad del año. Y también ha añadido datos más completos de consumo de los
hogares y de la balanza de pagos con el exterior, cuyos números mejoran muy
levemente.
Esas revisiones explican
fundamentalmente la ligera mejoría en las cifras del PIB. Aun así, la caída
provocada por la pandemia sigue siendo la mayor anotada en la serie oficial que
arranca en 1970 y habría que remontarse a la Guerra Civil para encontrar un
desplome similar. Con esta revisión, tras dos trimestres seguidos en negativo,
la economía española vuelve a entrar en recesión en este siglo XXI.
El segundo trimestre casi
coincide con el periodo en el que se decretó el Estado de Alarma por el
coronavirus y se paralizaron numerosas actividades. La caída interanual ahora
se cifra en el 21,5%, frente al 22,1% adelantado a finales de julio. Hasta la
llegada de la covid-19, la mayor contracción anual había sido en el segundo
trimestre de 2009, cuando el PIB español retrocedió un 4,4% interanual.
Pese a la mejora, de
siete décimas en el dato trimestral y seis en el interanual, España sigue
siendo uno de los países más damnificados por la pandemia. En la Unión Europea
solo el Reino Unido experimenta un hundimiento similar con un -21,7%
interanual.
El resto de economías,
aunque están mal, muestra una situación mejor que la española: Alemania,
-11,3%; Francia, -18,9%; Italia, -17,7%; Portugal, -16,3%; Grecia, -15,5%;
Holanda, -9%; Austria, -12,9%; Dinamarca, -8,2%; Suecia, -7,7%; Irlanda, -3,7%
o Polonia, -7,9%.
El peor comportamiento de
la economía española se debe, probablemente, a una estructura de la economía
más dependiente de sectores muy golpeados por las restricciones que impone la
pandemia. Tienen un peso mayor el turismo, la hostelería, el ocio, el
transporte y las actividades que requieren la interacción social. Solo Grecia
es comparable en la importancia del turismo. Y un estudio de la OCDE ya
concluyó que España es el país con mayor proporción de puestos de trabajo
expuestos al contagio.
Al contar ya con
estadísticas más actualizadas y no solo las de uso de tarjetas, el INE ha
podido constatar la fuerte caída del consumo de los hogares: fue del 20,4% en
el segundo trimestre (un desplome sin precedentes en la serie histórica). En
cambio, el consumo de las Administraciones aumentó un 1,8% entre enero y marzo
y un 0,3% entre abril y junio.
La inversión también
registró en el segundo trimestre un recorte histórico, del 22,1%. En vivienda
se hundió un 22,6% y en maquinaria y bienes de equipo, un 28,6%. Por sectores,
la industria manufacturera descendió un 22,5%; la construcción, un 21,9%; el
comercio, transporte y hostelería un 39,6%; las actividades profesionales, un
24,2%; las artísticas y recreativas, un 31,6% y las inmobiliarias un 5,7%.
Llama la atención que Administración pública, educación y sanidad perdiesen un
0,5% pese a las necesidades de la pandemia. Por el contrario, Agricultura
creció un 3,9%. Y el sector financiero, un 0,9%.
El INE destaca que las
horas efectivamente trabajadas son en estos momentos más relevantes a la hora
de medir la evolución del mercado de trabajo. El empleo de la economía en horas
trabajadas cayó entre abril y junio un 21,7% trimestral. Por dos razones: los
puestos de trabajo equivalentes a tiempo completo retrocedieron un 17,7%. Y la
jornada media a tiempo completo se redujo un 5%.
En términos interanuales,
las horas trabajadas decrecen un 24,9%. Y los puestos equivalentes a tiempo
completo, un 18,4%, lo que implica que en un año se han destruido 3,38 millones
de puestos de trabajo equivalentes a tiempo completo. Esta cifra incluye los
trabajadores en ERTE, ya que se si se toman solo las personas que trabajan,
estas bajan el 7,6%. Y ahí sí que se están contabilizando como ocupados a los
que están acogidos a ERTE
La situación es muy
preocupante: el Fondo Monetario Internacional (FMI) ha alertado a
España de que el incipiente repunte de la economía corre peligro por la segunda
oleada de infecciones. Señalando que “es crítico asegurar la efectividad de las
nuevas medidas de contención de la pandemia y el apoyo fiscal que debe
mantenerse hasta que la recuperación esté firmemente encarrilada”.
El FMI prevé un desplome del
PIB español para este año del 12,8%, y una recuperación para el que viene del
7,2%, que mejora levemente, en casi un punto, respecto a su pronóstico
anterior debido a la llegada de las ayudas europeas y su efecto en la previsible
mejoría de la confianza de los agentes.
Las estimaciones del
Banco de España son más negativas: prevé una caída del PIB entre la banda del
10,5% al 12,6%. Y advierte de que el rebote vaticinado dependerá de dos
factores: de la capacidad para limitar los rebrotes de la pandemia, y del gasto
correcto de los fondos europeos.
En cualquier caso, según
el Banco de España, la recuperación económica será lenta y “el PIB tardará
varios años en recobrar sus niveles prepandemia”. Esto en el mejor de los
escenarios, no se alcanzaría, al menos, hasta el año 2023.
Evidentemente, estas ya
malas perspectivas podrían deteriorarse todavía más si fracasa el control de
los contagios. En el supuesto de que eso ocurra, el Gobierno debería reforzar
temporalmente el apoyo a la economía según evolucione la pandemia. Y para ello
el FMI sugiere que se usen las nuevas líneas europeas como la del mecanismo de
rescate, que el Ejecutivo rechaza tomar por el estigma que acarrea y que según
el Fondo ayudarían a mantener bajos los costes de financiación.
En opinión de los
expertos del Fondo, “los ERTE y los avales del ICO deberían calibrarse con el
fin de emplearse de una manera más focalizada y flexible. Recomiendan que el
Gobierno vaya poco a poco rebajándolos y concentrándolos donde más se necesite.
Con el tiempo defienden que la red de seguridad debería volver poco a poco a
ser la prestación de paro, lo que permitiría que haya una reasignación de los trabajadores
para que estos no sigan en empresas inviables o zombi. Y consideran que las
ayudas al desempleo y la asistencia social podrían incluso ser temporalmente
reforzadas mejorando los beneficios, rebajando los requisitos para conseguirlas
y aumentando la duración. Todas las ayudas deben ser adaptadas y revisadas
cuando sea posible para evitar que al retirarlas se produzcan bancarrotas,
pérdidas de ingresos o impagos”.
Ahora bien, se plantea la
siguiente cuestión: ¿es posible mantener los estímulos hasta que lleguen
los fondos europeos y suavicen la retirada de los ERTE y demás ayudas?
Respecto a los avales del
ICO, estos tienen una carencia en torno al año. En un programa parecido
desarrollado por Estados Unidos durante la anterior crisis, el final de la
carencia provocó un fuerte aumento de la morosidad, algo que de suceder ahora
repercutiría en las ya maltrechas cuentas de la banca. Además, si las empresas
tienen que usar su liquidez para pagar la reincorporación de trabajadores o
despidos, entonces no la tendrán para devolver los créditos.
Otro peligroso asunto se
encuentra en los procesos concursales. Al igual que en otros países, el
Ministerio de Justicia decretó que con la pandemia no se declarase el concurso
forzoso hasta el 1 de enero. A partir de esa fecha se espera que numerosas
empresas lo hagan, con el consiguiente riesgo de colapso en unos procesos que
empantanan muchos recursos. Lo que también obligará a los bancos a provisionar.
Por eso el Banco de España y el FMI han reclamado que se faciliten las
reestructuraciones de deudas y que se formulen soluciones extrajudiciales más
ágiles.
Según el FMI, “la
pandemia de covid-19 ha sido particularmente grave para España. Las
características de la estructura productiva española, muy basada en pymes, en
el turismo y con una abundancia de contratos temporales, han exacerbado el
impacto del confinamiento y harán que la actividad sea muy vulnerable a
disrupciones prolongadas”.
Afirma que se deben
implantar medidas de apoyo a los grupos más afectados: sobre todo los jóvenes,
los poco formados y los trabajadores de sectores golpeados. En esta línea
brinda una buena acogida a la renta mínima recién aprobada. Y reclama más
alquiler social, lo que a su juicio permitiría bajar los precios del alquiler y
una mayor movilidad laboral. A la hora de cerrar la brecha de género, considera
necesario apoyar el cuidado de los niños y promover la flexibilidad en el
trabajo.
En general, el FMI
considera positivo que los fondos europeos se dediquen a la digitalización y la
transición verde. Pero defiende que además podrían destinarse a hacer reformas.
Los recursos que proporciona la UE deberían aprovecharse para mejorar las
políticas de formación y reciclaje aumentando la empleabilidad. También para
hacer una reforma laboral que haga más atractivo el contrato indefinido.
En
relación a la maltrecha situación de las cuentas públicas
(la deuda de las Administraciones alcanzará el 120% del PIB, el Fondo subraya
que será necesario un plan de ajuste fiscal a medio plazo para reducirla, igual
que han solicitado el Banco de España o la Autoridad Fiscal. Se trata así de
ganar la confianza esencial de unos mercados que financian el extraordinario
incremento de la deuda.
La institución con sede
en Washington pide además que se mejoren cuanto antes los procesos concursales
y se faciliten las reestructuraciones de deudas, incluyendo las que se deben a
la Administración, para evitar mayores quiebras en unas empresas que han
aumentado mucho su endeudamiento por la caída del negocio. Y ve apropiado que
el sector público pueda entrar en el capital de empresas viables que estén
sufriendo dificultades financieras por la pandemia.
En cuanto a la banca,
esta ha mantenido el crédito, respaldada por los avales del ICO y las medidas
del BCE. Sin embargo, el organismo explica que el riesgo es ahora mucho mayor y
que la morosidad aumentará, especialmente en las empresas conforme se retiren
las ayudas. La baja rentabilidad de las entidades bancarias va a empeorar, y
pueden incluso surgir retos para la solvencia, advierte. El impacto de la
pandemia en la banca puede verse amplificado por una recesión más severa y unos
menores niveles de capital que en Europa. De modo que el Fondo recomienda una
política prudente de dividendos, racionalizar costes, invertir en tecnología y
un reconocimiento a tiempo de los activos problemáticos. Respecto a la fusión
de Bankia y Caixabank, sostiene que la consolidación es una respuesta adecuada
a los retos de rentabilidad.
Por otro lado, la tímida
recuperación que se esperaba del turismo, finalmente, ha quedado en casi nada. Agosto
se cerró con la llegada de 2,44 millones de turistas extranjeros. Esto supone
un hundimiento del 75,86% respecto al mismo mes del año anterior, según los
datos publicados por el Instituto Nacional de Estadística (INE). En el gasto el
panorama es similar: en el octavo mes del año, los turistas extranjeros
gastaron 2.456 millones, un 79% menos que en 2019.
Así se cierra un
verano aciago para una industria fundamental para la economía española, ya que generaba
más de un 12% del PIB.
En agosto, por ejemplo,
solo llegaron 2,44 millones de viajeros, muy lejos de los 10,12 del mismo mes
de 2019. Un mundo entre ambos. Con el gasto la diferencia es igual de abismal:
de los 11.764 millones en agosto de 2019 a los 2.456 millones del octavo mes
del año del coronavirus.
Por países de
procedencia, Francia fue el principal caladero de turistas, con 863.665
viajeros, un 35,4% del total. Le siguen en volumen Alemania (298.217) y el
Reino Unido (256.528). Si se fija la mirada en las caídas anotadas, Francia es
de las que mejor aguanta el embate de la pandemia con una pérdida del 57%
respecto a agosto del año anterior. En cambio, la llegada de visitantes del
Reino Unido ha sufrido un duro golpe, con una caída del 88%, provocado en
parte por las restricciones que impuso el Gobierno británico a los viajes por
España desde final de julio. Alemania, otro caladero importante, también
emitió advertencias durante agosto y ha registrado una corrección importante,
del 73%.
Por comunidades, según el
INE, el destino principal de los visitantes en agosto fue Cataluña, donde
fueron 459.271 viajeros extranjeros (un 80% menos que un año antes). Le siguen
Baleares, con 453.794 turistas (un 79,9% menos) y la Comunidad Valenciana, con
430.092 turistas (un 66,2% menos). En el resto de comunidades el número de
turistas desciende un 74,1% en Andalucía, un 76,9% en Canarias y un 88,8% en la
Comunidad de Madrid, recoge el INE en un comunicado.
Como resumen, muy
desafortunadamente clarificador, el hundimiento en la llegada de turistas
se sitúa en el 73%.
Ahora bien, pese a los
rebrotes y la incertidumbre derivada de la pandemia de covid-19, septiembre ha resultado
ser el mejor septiembre de la serie histórica para el mercado laboral, aunque
ni de lejos llega para paliar los estragos causados por el virus. Tanto el
paro, con un descenso de 26.329 personas, como la afiliación a la Seguridad
Social, con un aumento de 84.013, registraron cifras históricas, las mejores de
sus series, que arrancan en los 90. Pero el tirón no es suficiente para
recuperar siquiera la mitad del empleo perdido a causa de la pandemia y hay que
tener en cuenta que aún hay más de 700.000 personas en ERTE, que cuentan como
afiliados. Y se frena el ritmo al que vuelven al trabajo.
En los últimos años,
septiembre ha sido un mes relativamente bueno para el mercado laboral español.
Después de los despidos de finales de agosto, cuando baja la actividad
turística, con las consiguientes caídas de afiliación, al siguiente mes se daba
un efecto rebote que empujaba al alza la afiliación, aunque no con la fuerza
suficiente como para reducir el paro. En este caso, en medio de una pandemia
que ha trastocado todo, con el refuerzo extra del profesorado debido al inicio
del curso escolar más atípico, y gracias a la agricultura, sí ha sido así. Para
Funcas, el empujón del empleo se debe a “una menor destrucción de empleos de
temporada como consecuencia de una contratación muy inferior en los meses previos”.
Septiembre fue el quinto
mes consecutivo de aumento en el número de afiliados a la Seguridad Social,
gracias al tirón de la educación, que sumó 55.428 afiliados más, seguida de las
actividades administrativas y servicios auxiliares, que sumaron otros 40.005,
la agricultura, con 35.525 más, y la industria, con 13.359. Aunque en
septiembre perdió casi 2.000 afiliados, el sector sanitario es uno de los que
más empleo ha ganado en términos anuales, debido al refuerzo requerido desde
marzo para hacer frente a la pandemia: en septiembre trabajaban 1.692.033
personas en este sector, 55.960 más que en septiembre de 2019.
En el otro lado, se
siguen desangrando la hostelería y el comercio, que perdieron conjuntamente más
de 67.000 cotizantes solo en septiembre. En términos anuales, la hostelería ha
perdido más de 241.000 empleos (un 16,76% menos) y el comercio, 76.700
(-3,12%).
Con todo, los buenos
datos de afiliación en septiembre no bastan para enjugar las pérdidas debidas a
la pandemia, tras las debacles en el empleo de marzo y abril, cuando se
destruyeron casi un millón de empleos. Desde mayo se han recuperado 447.367,
menos de la mitad del empleo perdido. En términos anuales, los 18.876.389
afiliados de septiembre son 447.062 menos que hace un año. Los trabajadores en
ERTE cuentan como afiliados a la Seguridad Social, por lo que, sin este
esquema, la caída del número de afiliados estaría por encima 1,2 millones desde
marzo. Según la CEOE “queda, por lo tanto, un largo camino por recorrer para
recuperar los niveles de empleo anteriores a la crisis y la normalidad de la
actividad en algunos sectores y territorios”.
La cifra total de parados
registrados asciende a 3.776.485 personas, casi 700.000 más que en septiembre
de 2019 y 530.000 más que en marzo.
Además, en septiembre se
firmaron 1,6 millones de contratos, un 22% menos que en el mismo mes de 2019,
con lo que, en el acumulado del año se han producido un 31% menos de
contrataciones (11,6 millones, medio millón menos).
Otro dato para situar la
situación del mercado laboral es el número de trabajadores en expedientes de
regulación temporal de empleo (ERTE). Al término del mes de septiembre, aún
quedaban 728.909 personas en ERTE. Son 83.529 menos que un mes antes, pero se
aprecia una ralentización del ritmo en el que los trabajadores se van
reincorporando a sus puestos. La cifra representa una reducción del 10,3%
respecto a los 812.438 trabajadores en ERTE del cierre de agosto. En ese mes,
la reducción respecto a julio fue del 27,3% y la de julio respecto a junio, el
38,9%, como destacó la CEOE que, además, destacó el “comportamiento
heterogéneo” de la recuperación y la mayor dificultad en regiones con mayor
dependencia del turismo.
De los trabajadores en
ERTE, 605.861 están inmersos en ERTE por causas de fuerza mayor y 123.048, de
otro tipo. Los servicios de alojamiento y restauración concentran la mayor
parte de los trabajadores amparados por este sistema de protección del empleo,
con más de 250.000 trabajadores, a los que se suman otros 62.000 del comercio,
24.000 de las agencias de viaje o 14.000 del transporte aéreo.
En abril, se llegó a 3,4
millones de trabajadores en ERTE, por lo que han salido de esa situación tres
cuartas partes de los que estuvieron en ella a causa de la pandemia. Ese
porcentaje se reduce en los destinos turísticos, castigados por la ausencia de
viajeros. Así, los trabajadores en ERTE se han reducido menos en Baleares
(-48,8%) y Canarias (-62,3%).
Según el Ministerio de
Trabajo, el gasto en prestaciones por ERTE ascendió en agosto (septiembre aún
no está contabilizado) a 867 millones de euros, con lo que el total gastado por
el Estado en este concepto se acerca a los 11.000 millones desde abril. El pico
mensual se alcanzó en mayo, con 3.426 millones de euros.
En otro orden, la deuda
del conjunto de las administraciones públicas repuntó un 8,2% en julio respecto
al mismo mes del año anterior, como consecuencia del mayor gasto derivado de la
crisis del coronavirus, y suma casi 100.000 millones de euros más en el
último año, según los datos publicados este jueves por el Banco de España.
Sólo en el mes de julio
sumó 1.307 millones de euros más, un 0,1% por encima del dato de junio, por lo
que volvió a marcar un nuevo máximo histórico de 1.291.212 millones de
euros. De esta forma, la deuda pública se mantiene por encima del 100% del PIB,
aproximándose a una cifra equivalente al 104%.del PIB español.
Según las estimaciones
del último informe trimestral del Banco de España, en el escenario más moderado
de caída del PIB por la crisis de la covid-19, la ratio de deuda pública se
elevará en torno al 116,8% del PIB este año, mientras que en el más adverso
podría alcanzar el 120,6% del PIB.
Por lo que respecta al
IPC, la subida de precios estimada referida al mes de septiembre es del –0,4%, de acuerdo con el indicador adelantado
elaborado por el INE. Este indicador proporciona un avance del IPC que, en caso
de confirmarse, supondría un aumento de una décima en su tasa anual, ya que en
el mes de agosto esta variación fue del –0,5%. En este comportamiento destaca
la subida de los precios de la electricidad, frente a la bajada de 2019, y los
paquetes turísticos, que disminuyeron menos este mes que el pasado año. Cabe
reseñar también, aunque en sentido contrario, la disminución de los precios de
los carburantes, que aumentaron en septiembre de 2019.
MERCADOS:
El caótico debate
electoral entre Donald Trump y Joe Biden no ha despejado las dudas de los
mercados, aunque los datos macro y la esperanza de un acuerdo sobre un nuevo
paquete fiscal en Estados Unidos han dado impulso a Wall Street y moderado las
caídas de las Bolsas europeas. En septiembre, el selectivo español ha perdido
un 3,6% y en el tercer trimestre, un 7,1%.
Las Bolsas europeas no
han logrado despejar sus dudas en la última sesión del mes. Septiembre se
convierte en el peor mes en el conjunto de la renta variable mundial desde
marzo, el mes en el que gran parte de los mercados tocaron fondo en sus
derrumbes por el coronavirus. Y el tercer trimestre del año ha enfriado
sustancialmente el optimismo reinante en el segundo, cuando parte de los
inversores apostó por una rápida recuperación.
El constante aumento de
la segunda ola de coronavirus en Europa, la crisis del turismo y los últimos
datos macro han eliminado las esperanzas de una recuperación en forma
de “V”.
Las elecciones
presidenciales en Estados Unidos que se celebrarán el 3 de noviembre se
presentaban como un factor adicional de incertidumbre, acrecentado con la
covid-19 que ha contraído el presidente Trump.
Respecto al primer debate
televisado, lejos de servir de revulsivo, ha incrementado las dudas entre los
inversores. Las continuas interrupciones y las descalificaciones han acaparado
los mayores titulares del debate.
El Fondo Monetario
Internacional (FMI), en su último informe sobre España, ha alertado que la
segunda oleada del Covid-19 está poniendo en peligro la recuperación económica y
ha apuntado que hay riesgo de que los problemas se trasladen al sector
financiero. Con todo, el Ibex, tras varios bandazos, ha cerrado el mes de
septiembre con una caída del 3,6% y ha ampliado los recortes del tercer
trimestre al 7,1%.
Los ajustes de carteras
de cara al último trimestre del año han aliviado las caídas en los bancos,
protagonistas de cuatro de las cinco mayores caídas de todo el Ibex. El sector
intenta superar las sombras económicas que marcan la pauta en los mercados y
las presiones derivadas de los nuevos mínimos históricos en el Euribor y
del posible cambio en los objetivos de inflación del BCE.
Por otro lado, el FMI ha
pedido a la banca prudencia en el dividendo y más fusiones tras la de
CaixaBank y Bankia. Los inversores han tomado posiciones en el sector de cara a
una eventual recuperación en recta final del año, justo antes de la posible
reanudación de los dividendos.
Sabadell ha subido
un 4,03% después de anunciar el cierre de otras 164 oficinas en Reino
Unido de su filial TSB. BBVA ha ganado un 1,76% y Santander, un
0,46%. De los protagonistas de la fusión, Bankia ha sumado un 0,81%,
mientras que CaixaBank se ha desmarcado con un recorte del 0,25%.
No sólo los inversores de
la renta variable esperaban el debate electoral en EEUU para ajustar sus
carteras. Los operadores del mercado de divisas deshicieron posiciones en un
principio en el dólar. Pero las ventas se tornaron compras tras los
mensajes de Christine Lagarde en los que abre la puerta a un cambio en los
objetivos de inflación del BCE, siguiendo los pasos de la Fed.
El euro se debilita en los 1,17 dólares, mientras que
la libra se refuerza y llega a superar los 1,29 dólares a pesar de
todas las dudas que rodean la cuenta atrás para el Brexit. La última jornada de
septiembre confirmó la mayor caída trimestral del dólar frente al yuan
desde el estallido de la crisis financiera.
En el mercado de deuda,
el interés del bono español a diez años repunta ligeramente hasta el 0,25%, con
la prima de riesgo próxima a los 75 puntos básicos.
Respecto al Euribor,
nunca se había encontrado tan bajo. El índice con el que se calcula el tipo de
interés de las hipotecas variables cierra la media de septiembre en el -0,412%.
Este desplome, provocado por el exceso de liquidez inyectada por el Banco
Central Europeo (BCE) para hacer frente a la crisis, se traduce en un
abaratamiento tanto de los préstamos que se soliciten ahora como de los
antiguos cuya revisión anual toque este mes. En este último caso, los usuarios
con una hipoteca de 300.000 euros a 30 años ahorrarán más de 100 euros a lo
largo de los próximos 12 meses.
En las primeras fases
de la emergencia sanitaria, la carrera del euríbor para volver a nivel
cero parecía imparable. Desde el -0,288% en febrero, el índice pasó en
marzo al -0,266%, y al -0,108% en abril, hasta alcanzar el -0,081% en
mayo, un nivel que no se registraba desde diciembre de 2016.
Al representar el
euríbor el tipo de interés con el que se prestan dinero entre ellos, unos
bancos que forman parte del panel del organismo que lo gestiona (el Instituto
Europeo de Mercados Monetarios; EMMI, por sus siglas en inglés), este índice se
vio afectado por la desconfianza entre las entidades. El miedo por un posible
deterioro del sistema bancario, determinado por un eventual aumento de la
morosidad, hizo que el euríbor subiera con fuerza en aquellas semanas.
Por el contrario, ahora,
“los bancos están tratando de coger toda la liquidez que el BCE les está
ofreciendo con condiciones extraordinariamente favorables, pero las entidades
no logran prestar todo ese dinero, lo que hace que tengan mucho excedente y no
les interese acudir al mercado interbancario. La lógica consecuencia es un
euríbor en caída libre y que ya el mes pasado había superado su anterior récord
negativo, cerrando en -0,359%.
De esta forma, este
índice en septiembre se sitúa 7,3 puntos básicos por debajo del nivel que
registró hace un año. En el caso de una hipoteca de 300.000 euros a 30 años con
un tipo de interés compuesto por el euríbor más un diferencial del 0,99%, si en
el último año el usuario pagaba una cuota de 918,43 euros al mes, ahora
desembolsará 909,59 euros, lo que supone 8,84 euros menos al mes o, lo que es
lo mismo, un ahorro de 106,08 euros al año.
Las consecuencias de un
euríbor instalado en terreno negativo desde hace más de cuatro años y medio, y,
ahora, en un nuevo mínimo histórico, se perciben también en las hipotecas a tipo
de interés fijo, unos préstamos en los que este índice no influye directamente.
“Los márgenes de los bancos en las hipotecas, uno de los productos que más
rentabilidad les daba en el pasado, se estrechan cada vez más, y los
beneficiados son los clientes, que están viendo cómo las entidades les ofrecen
tipos fijos del 1,5% o 1,75% a 30 años.
Con respecto al mercado
del crudo petrolífero, la incertidumbre sobre cómo evolucionará la pandemia en
los próximos meses ha hecho que el mercado se repliegue ante una posible crisis
a largo plazo. Tanto la Asociación Internacional de la Energía (AIE), como la
Organización de Países Productores de Petróleo (OPEP), han rebajado su
pronóstico de demanda de crudo para lo que queda de año. Pese a que la revisión
a la baja de la AIE es ligeramente más optimista, ambas cifras rodean los 90
millones de barriles diarios y devolverían la demanda mundial de petróleo a
niveles de 2013.
La OCDE ha rebajado
sus perspectivas de demanda de petróleo en el tercer trimestre hasta los 93,7
millones de barriles por día (0,1 millones menos de lo previsto) y en el cuarto
a los 96 millones por jornada (0,6 millones menos) debido al repunte de los
casos de la covid-19, las medidas de confinamiento, el mantenimiento del
teletrabajo y la debilidad del sector aeronáutico. Para 2021, el organismo
estima que la demanda se recuperará en 5,4 millones de barriles diarios, hasta
situarse en 97,1 millones.
De igual forma, la OPEP
revisó a la baja sus cálculos de demanda mundial de petróleo en 2020 hasta los
90,2 millones de barriles diarios, 9,5 millones menos en comparación con 2019 y
400.000 menos de lo previsto el mes pasado, una mayor caída que la calculada
por la AIE. También rebajó en la misma cantidad las expectativas de cara al año
que viene. La OPEP espera que en 2021 el consumo de crudo aumente hasta
los 96,9 millones de barriles diarios, 400.000 menos de lo esperado.
“Dadas las considerables incertidumbres, el repunte vaticinado para 2021 no
alcanzará a cubrir la demanda perdida este año y no llegará pronto a los
niveles anteriores a la crisis de 100 millones de barriles diarios”, según la
OPEP.
EMPRESAS:
Es duro sólo dar noticias
negativas, pero es la situación actual.
El Corte Inglés registró
unas pérdidas de 510 millones de euros en su primer trimestre de su ejercicio
fiscal 2020, debido al impacto de la pandemia de coronavirus, que le obligó a
cerrar todos sus puntos de venta a excepción de los supermercados y los
espacios de alimentación de los centros comerciales. El cierre impactó en las ventas,
que se redujeron prácticamente a la mitad, si bien la parte de retail,
la más importante para la empresa, mantuvo el 59% de los ingresos por el
crecimiento de un 25% de las ventas de alimentación y por el tirón del
canal online, que multiplicó por cinco sus ingresos, que remontaron
hasta casi el 90% de las cifras del año pasado en el segundo trimestre. La
empresa planea realizar una nueva emisión de bonos por 600 millones de euros.
Según explica la cadena
de grandes almacenes que preside Marta Álvarez en una presentación para
inversores con motivo de la emisión de bonos, en los números rojos se incluye
una provisión de 338 millones para hacer frente al impacto de la pandemia, por
lo que las pérdidas reales se reducirían a 172 millones. En el segundo trimestre,
adelanta la empresa, las cuentas han vuelto a registrar un resultado operativo
(Ebitda) positivo, tras recuperar cerca del 90% de las ventas. Eso a pesar de
que la agencia de viajes se está viendo lastrada por la práctica inexistencia
de turismo internacional en España, según señalan fuentes de la cadena.
Entre el 1 de marzo y el
31 de mayo, el primer cuarto del ejercicio fiscal, la cifra de ingresos fue de
1.672 millones de euros, un 49,4% inferior al mismo periodo del año anterior.
En esa cifra se incluye las ventas de retail (alimentación,
moda y hogar) y las de no retail (seguros y viajes).
El hecho de que se
mantuvieran abiertos durante el confinamiento los supermercados del grupo, hizo
que la venta de alimentación se disparase un 25%, hasta 759 millones. En el
primer trimestre de 2019, los supermercados aportaron el 20% de los ingresos,
mientras que este año han aportado más del 45%. El crecimiento de la
alimentación compensó algo la caída del resto del retail, que pasó
de 2.098 millones a 925. Así, la caída media de venta del retail se
quedó en el 39%.
También ayudó a mantener
los ingresos el crecimiento de la venta online, que registró
un aumento del 432%, según los cálculos de la cadena. Un crecimiento, aseguran,
muy por encima del registrado en el mercado en general, que calculan en el
185%. En gran consumo (alimentación, droguería y perfumería), según las cifras
presentadas a los inversores, entre el 15 de marzo y el 15 de mayo, El Corte
Inglés pasó de tener una cuota de mercado online del 14% en
2019 a un 26% en el mismo periodo de 2020, lo que convierte a la empresa en
líder en este segmento de la venta online. También ganó cuota de
mercado en electrodomésticos, electrónica y vídeojuegos.
En cambio, en la división
de no retail, la agencia de viajes castigó con fuerza las cuentas.
Pasó de ingresar 690 millones en el primer cuarto de 2019 a apenas 94. De poco
sirvió que los seguros aumentasen ventas de 53 a 57 millones. Las ventas de
esta división caen un 77%.
La empresa cuenta, además,
con un colchón de liquidez de cerca de 2.200 millones de euros, entre 683
millones en caja y 1.506 en facilidades de crédito. En abril, en pleno
confinamiento, reforzó su liquidez con una línea de crédito de 1.311
millones concedida por un grupo de 14 entidades financieras y un préstamo
de 960 millones avalado por el ICO. La deuda financiera del grupo es de 3.266
millones a cierre de agosto, después de alcanzar casi 4.000 millones en el
primer trimestre.
La empresa, que no suele
presentar resultados salvo los semestrales, facilita estas cifras porque planea
realizar una emisión de bonos por importe de 600 millones, como la que ya realizó
en septiembre de 2018, para reforzar la liquidez. El Corte Inglés ya tiene una
emisión de bonos de 600 millones en el mercado irlandés. Justo antes de la
llegada de la pandemia, la empresa se esforzaba en reducir la deuda para
conseguir la máxima calificación crediticia (grado de inversión) para la
empresa, que está a un paso de conseguirla, y para los bonos, que ya la tienen.
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