En el mes de marzo se
celebra el Día Internacional de la Mujer. Su origen se remonta a principios del
siglo XX, ya que viene celebrándose desde 1910 a instancias de Clara
Zetkin, quien lo propuso para promover el sufragio femenino en la II
Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas.
Con ocasión del evento, António Guterres, Secretario General de las
Naciones Unidas, ha declarado que “debemos comprometernos a hacer todo
lo posible para superar los prejuicios arraigados, apoyar la participación y el
activismo y promover la igualdad de género y el empoderamiento de la mujer”.
Se habla de “techo de cristal y empoderamiento de la
mujer”. Comenzaré tratando de aclarar el significado de estos términos:
El llamado “techo de cristal” es una barrera
invisible que encuentran muchas mujeres en su desarrollo profesional,
normalmente en el acceso a los puestos más altos de la jerarquía de las
organizaciones en las que trabajan, de modo que una vez llegado a este punto
muy pocas mujeres consiguen cruzar dicha barrera, quedando la mayoría estancadas
en su carrera profesional.
Esa barrera invisible aparece
por los obstáculos impuestos por complejos entramados de estructuras, o normas
no escritas, que existen en las organizaciones tradicionalmente dominadas por
hombres; y también por las limitaciones profesionales que se imponen a sí
mismas muchas mujeres (y todavía muy pocos hombres) con objeto de poder
conciliar el trabajo fuera del hogar con las responsabilidades familiares y el
trabajo doméstico.
Por otro lado, respecto
al “empoderamiento de la mujer, se
trata de conseguir la plena participación de las mujeres en todos los sectores
y a todos los niveles de la actividad económica, eliminando la brecha salarial
discriminatoria existente y, de manera especial, facilitando su acceso a
puestos de responsabilidad y toma de decisiones.
Estos objetivos deben ser
prioritarios para conseguir la igualación de derechos desde una perspectiva de
justicia social, e incluso para estimular el empleo y emprendimiento femenino
en todos sus ámbitos.
Las
mujeres se concentran en aquellas ocupaciones que tienen relación con los roles
y estereotipos que tradicionalmente se les han atribuido. Desde luego, si
analizamos la EPA elaborada por el INE, resulta difícil encontrar en
determinados trabajos a mujeres y, de la misma forma, también resulta muy
escasa la participación del hombre en determinadas actividades que parecen
estar reservadas al género femenino. En todos los casos no existen
circunstancias físicas o intelectuales que justifiquen tal asignación o
distribución del trabajo.
Y
es que, a pesar del salto cuantitativo que han dado las mujeres en su
incorporación al mundo laboral en las últimas décadas y de que en algunos
sectores como en las Administraciones Públicas se haya logrado la paridad, se
sigue dando una "segregación horizontal". La presencia femenina se encuentra
mayoritariamente representada en determinadas ocupaciones: enfermería y cuidados
en la sanidad, la enseñanza, la limpieza, el comercio y la atención al público.
Sin
embargo, las mujeres, que frecuentemente obtienen más brillantes expedientes
académicos y mejores notas en la Selectividad y en oposiciones y concursos
públicos, al iniciar sus estudios se decantan por carreras de Ciencias de la
Salud, Humanidades y Ciencias Sociales. De forma, que, a la vista de las
estadísticas disponibles, son pocas las que optan por una ingeniería (menos de
un 15% de los aspirantes en los procesos de selectividad para estudiar esas
carreras son mujeres).
Según
estudios publicados, las decisiones que se toman en la edad en la que orientan
sus estudios están basadas en mayor o menor medida en estereotipos con los
que la persona se identifica, con un desconocimiento enorme, sobre todo, de las
profesiones más técnicas.
Por
otro lado, aunque el empleo de las mujeres ha aumentado, no ha tenido reflejo
alguno en los puestos de dirección, en los que la participación femenina ha
permanecido estable en torno al 30%.
La
participación de las mujeres en los puestos directivos cae drásticamente a
partir de los 35 años. Y las mujeres que no abandonan la carrera directiva
después de esa edad no renuncian a la maternidad: los porcentajes de mujeres
directivas con hijos menores de 3 años y de 12 años son ligeramente inferiores a
los de los hombres directivos.
En
las encuestas realizadas aparecen cinco obstáculos principales que limitan más
el desarrollo profesional de las mujeres: las obligaciones familiares, la
cultura corporativa, los prejuicios de los responsables de recursos humanos,
los horarios laborales y la disponibilidad para viajar.
En
particular, en los Consejos de Administración en nuestro país las mujeres
ocupan el 16% de los puestos en los mismos. Y el porcentaje de presidentas de
los Consejos es, tan sólo, del 4% del total. Se ha reducido un 2% con respecto
a estudios anteriores.
Es
sintomático que, en las compañías lideradas por mujeres, la diversidad del Consejo
sea mayor. Cuando una mujer ocupa el cargo de presidenta del mismo o bien sea
CEO de la compañía, el número de mujeres en el Consejo de Administración
aumenta, con una diferencia de alrededor de un 10% con respecto a las compañías
lideradas por hombres.
Finalmente,
respecto a la discriminación o “brecha salarial”, según Eurostat, la
retribución por hora trabajada de las mujeres españolas es casi de un 19%
inferior a la retribución bruta de los hombres (otros organismos apuntan a
cifras superiores al 22%). De forma que nuestro país es la sexta economía con
mayor brecha salarial de género entre los 28 Estados miembros de la Unión, por
encima de la media de la zona euro (16,5% de desfase salarial) y de la propia Unión
Europea (16,1%). La realidad, es que hay estudios que señalan que el salario
del hombre equivale, nada menos, que al 130% del salario de la mujer.
Además,
la crisis ha contribuido a empeorar la situación comparativa de España. La
razón, probablemente, se encuentre en que el número de contratos a tiempo
parcial es relativamente mucho más numeroso en la mujer (las mujeres contratadas
a tiempo parcial ganan un 33,7% menos que los hombres) y, además, se trata de
contratos en determinados sectores donde la devaluación salarial ha sido más
fuerte con la reforma laboral acometida.
Es
evidente que superar todas esas discriminaciones es una ardua y complicada
tarea. Pero no se puede limitar a las reclamaciones de los colectivos feministas,
sino que es preciso el apoyo justo y solidario del género masculino.
También
es imprescindible la intervención de las autoridades que arbitren políticas
discriminatorias positivas en favor de la mujer.
Se
precisan medidas de impulso que fueron pioneras en la política, donde el éxito
de las cuotas ha sido rotundo. Se trata de un tema controvertido para las
propias mujeres, pero es indudable que medidas como la aprobada por la
Eurocámara el pasado mes de noviembre, fijando el objetivo último de alcanzar
en el 2020 una cuota del 40% de mujeres en los Consejos de Administración, van
en la buena dirección.
Realmente interesante ...
ResponderEliminarGracias Mark.
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