lunes, 16 de febrero de 2009

Las diez cosas que no hay que hacer en tiempos de crisis

El CEF (Centro de Estudios Financieros), la escuela de negocios especializada en temas económicos y financieros, ha publicado un decálogo bajo el título de “Las diez cosas que no hay que hacer en tiempos de crisis”. La escuela de negocios pretende llamar la atención a los ciudadanos españoles sobre algunos errores típicos en materia económica y que en tiempos de recesión pueden tener consecuencias especialmente graves para las economías domésticas.
Según Juan José Pintado, profesor de Finanzas del CEF y responsable de este decálogo: “Se
pretende ayudar al ciudadano a evitar algunos errores de libro, al mismo tiempo que ayudarle a capear este periodo de crisis económica”.
En su elaboración han participado, además del profesor Pintado, varios especialistas financieros, todos ellos profesores del CEF. Está dirigido al “ciudadano de a pie”. Contiene una serie de recomendaciones en clave de “lo que no hay que hacer” para superar el actual momento de crisis. Los consejos están agrupados en diversas categorías, como son las compras, los bancos o las inversiones.
“Es normal que en tiempos de crisis a todos nos entre una cierta inquietud. Pero el peligro de incurrir en un excesivo nerviosismo, es que la incertidumbre hace que nos sintamos impelidos a la acción. Enseguida queremos tomar medidas que pongan a salvo nuestro futuro, algunas de las cuales, tomadas con la mejor de las intenciones, pueden ser contraproducentes”.

Las diez cosas que no hay que hacer en tiempos de crisis:

1. Amargarse la vida
Debe tener conciencia de la crisis, pero en absoluto dejarse llevar por el miedo. Deberá priorizar la cautela, pero evitando reaccionar por encima de lo debido. Gastar menos no tiene porque significar vivir peor, es más, la crisis puede ser una buena ocasión para reconducir nuestro estilo de vida.

2. Descuidar el trabajo
Tanto si usted es un empleado por cuenta ajena como si trabaja por cuenta propia, ha de esmerarse en el trabajo que le ocupa. Hágase más presente que nunca tomando iniciativas, mejorando su formación, y participando al máximo. Implíquese en los posibles nuevos proyectos.

3. Utilizar Internet sólo para mirar el correo
Hoy por hoy casi todo está en Internet. Todo un abanico de posibilidades a coste muy bajo. Conectados a la red podremos informarnos sobre la situación del banco o caja donde guardamos el dinero, leer el periódico gratuitamente, ver programas de TV y videos, oír música, contactar con quien quiera, colaborar en proyectos, desarrollar ideas, buscar trabajo, ofertas, inversiones. Pero Internet va más allá, ofrece algo inestimable para el consumidor: transparencia de mercado y posible eliminación de intermediarios. Así, para infinidad de gestiones, como comprar un billete de avión o realizar una reserva hotelera, podremos comparar precios y comprar la oferta más competitiva.

4. Comprar por impulso
Haga sus compras de acuerdo a una previa lista escrita. Y no se salga de ella. Son muchos los estudios que revelan que realizar la compra sin saber exactamente qué precisa puede acarrearle alrededor de un 30% más de gasto. En su lista de prioridad a los productos de temporada y a las marcas blancas.

5. Comprar en el primer sitio que encontremos
Es recomendable comparar precios y buscar el establecimiento más competitivo del barrio. Según estudios de la OCU hay notables diferencias de precios entre establecimientos, hasta el punto de que la diferencia puede llegar a 2.296 euros al año en una cesta de la compra media.

6. Tirar a la papelera los extractos bancarios sin leerlos
Todos esos extractos le proporcionan una información valiosísima: sus gastos en el periodo. Ya no se trata sólo de reducir gastos sino de optimizarlos. Cosas tan sencillas como utilizar la lavadora y el lavavajillas sólo cuando estén a plena carga, instalar un termostato en casa, revisar nuestras suscripciones o cuotas a ese gimnasio que nunca visitamos, utilizar el transporte público o cenar en casa con los amigos suponen un enorme ahorro con escaso impacto en nuestro estilo de vida.

7. Hablar con nuestro banco de año en año
Mantenga la vigilancia sobre las comisiones que le cobra el banco por sus cuentas y tarjetas. Con toda seguridad, en la situación que se avecina, las entidades de crédito tratarán de incrementar sus cobros por esta vía. La realidad es que los bancos no aplican el mismo criterio a todos sus clientes. Revise también lo que está pagando por seguros de hogar, coche, vida. Deberá estar atento a los plazos de vencimiento y buscar los mejores precios.

8. “Pasar” del ahorro
Si tiene alguna cantidad ahorrada, no la ponga a plazos muy largos, mejor tenerla en aquellos productos en los que le sea posible retirar su dinero de forma inmediata sin coste, aunque obtenga de ellos una menor rentabilidad. Si puede, mantenga un nivel de ahorro que le permita hacer frente a sus gastos fijos durante al menos 6 meses. Si aún le sobra algo de dinero ahorrado, procure amortizar las posibles deudas que pueda tener. No contraiga créditos nuevos, salvo extrema necesidad, y menos, créditos al consumo, o de dinero rápido.

9. Dejarse guiar por la “rumorología” o por “lo que hace la gente”
En tiempos de crisis, el rumor no es la antesala de la noticia, por el contrario, puede ser la antesala de una decisión equivocada. No olvide que la economía es “un juego de suma cero”: lo que para unos puede ser conveniente no tiene por qué serlo para usted.

10. Realizar y contraer préstamos arriesgados
Invierta en productos de rentabilidad fija como bonos, letras, etc. La Bolsa, en estos momentos, es una peligrosa “montaña rusa”. De forma que, incluso los expertos no conocen cuál va ser, a corto y medio plazo, la tendencia futura del valor de las acciones. Tenga especial atención a los préstamos en otras monedas distintas al euro. Sentirse atraído por la oferta de intereses mucho más bajos a los que tenemos en la eurozona, implica un gran riesgo a medio y largo plazo.

¿Afecta la crisis a nuestra psicología individual? ¿O al contrario, es la psicología del miedo la que alimenta a la crisis?

¿Modifica la crisis nuestras pautas de consumo?
Parece que así es. El problema es que, en general, las crisis son impredecibles y generan situaciones caóticas. Es como si nos sumergieran en “un túnel” en el que no sabemos lo que va a suceder. Las personas precisamos apoyarnos en una serie de "creencias" para enfrentarnos a la realidad. Una de las "creencias" más importante para la estabilidad psicológica es la sensación de control. Necesitamos predecir lo que va a suceder, pensar que el futuro no es algo tan desconocido. Las crisis afectan profundamente a esas creencias mostrándonos la cruda realidad.
Todo ello provoca numerosas consecuencias, como por ejemplo, en la toma de decisiones a muy corto plazo. ¡Si no puedo saber que va a suceder! ¿Cómo voy a programar mi comportamiento? Las consecuencias más importantes tienen que ver con la pérdida de confianza en tres niveles diferentes, cognitivo (en lo que pienso), metacognitivo (en la confianza que tengo en mis propios pensamientos) y social u organizacional (confianza en las instituciones).
De esta manera adoptamos una serie de ajustes, como moderar el consumo, y cambiamos los hábitos. En definitiva, disminuimos nuestros gastos y modificamos las pautas de comportamiento. ¡Hasta el número de divorcios ha caído de forma importante!
Es cierto que resulta prioritario reducir algunos gastos, pero hasta tal punto se modifican nuestras pautas de conducta, que incluso se ve afectada nuestra escala de valores. Las ONG han comenzado a ver mermadas las contribuciones de los particulares que, ante situaciones catastróficas o de especial repercusión social, se venían realizando. Parece ser que con la crisis nuestra "conciencia social" también podría verse afectada.
Investigaciones en el ámbito de la conducta social, han probado que “influimos con nuestra conducta en la economía, a la vez que la economía influye en nuestra decisiones individuales”: seguir pagando la hipoteca, acometer o retraernos en determinadas compras no esenciales…
Es indudable, que incluso aquellos a los que la crisis no les ha afectado aún directamente, y mantienen su nivel de ingresos, adoptan decisiones antes de ser golpeados directamente por la situación. Se produce una interacción en términos colectivos gigantesca. La teoría del rumor –el boca a boca- provoca una serie de reacciones emocionales que, en términos generales, provoca pérdidas de control y miedo, dando lugar a cierto estrés y ansiedad.
El ambiente provoca un mayor ahorro –está aumentado de forma considerable-, al decidir moderar los gastos. Nos ajustamos más a las necesidades reales y disminuimos los gastos en determinados “deseos o caprichos”, hasta que consigamos salir “del túnel”.
Sin perjuicio de nuestra percepción personal, no estaría de más cuestionarse el papel que juegan los medios de comunicación convencionales e internet. ¿Nos afecta más la crisis si estamos “enganchados” las 24 horas del día a ellos? Es indudable, que para las personas más directamente afectadas por la crisis, no resulta estimulante estar oyendo continuamente que todo irá a peor. ¿Y para los que aún no la sufren? ¿Frenan su consumo, cuando en realidad su riesgo es el mismo que tenían en los años de “vacas gordas”?
Es interesante plantearnos, si el comportamiento descrito es dañino para la propia crisis, dado el pernicioso efecto de retroalimentación que desencadena. La crisis tiene unas consecuencias obsesivas que afectan a cada persona de distinta forma.
El planteamiento podría llevar a cuestionarnos, llevado a un extremo, si somos víctimas de la crisis o nuestra conducta tiene alguna responsabilidad en su fomento.

Lo anterior, podría equivaler que los consumidores somos, de alguna forma, los causantes de las circunstancias actuales. Desde luego, en parte sí, debido al comportamiento irracional de gasto y excesivo endeudamiento que algunos, en el pasado más reciente, han podido tener.

Ahora bien, entra dentro de toda lógica, que la gravedad de la situación económica en la que nos vemos inmersos y, -lo qué es peor, el desconocimiento de su profundidad y duración- genere una absoluta falta de confianza. El aumento de la morosidad, el espectacular aumento del paro, la tremenda caída de las ventas de automóviles,… en definitiva, la significativa disminución del consumo doméstico, la están alimentando.

Para colmo, ¡nos amenaza la deflación! Según el INE, los precios desde agosto a enero de 2009, han bajado un 1,8 por ciento. El entorno en el que nos movemos genera ansiedad y una gran sensación de inseguridad. Comenzamos a ser conscientes de que no estamos ante una situación puntual. Incluso los más osados comienzan a plantearse si se pone en evidencia la propia estructura capitalista, sobre la cual nos hemos sentido tranquilamente asentados. O al menos, que se vaya a producir una “revolución de los valores éticos” que en la última parte del siglo XX, aparentemente, pudieron perder importancia.

Es lógico que cambiemos la conducta, ya que nuestra forma de actuar durante los últimos años ha consistido en un “aparente” enriquecimiento, muchas veces, a costa de un mayor endeudamiento. Hemos asumido elevadas deudas para comprar una vivienda, o para financiar ese “fabuloso” automóvil, o unas cortas vacaciones a miles de kilómetros,… sin tener en cuenta si se ajustaban a nuestra capacidad y necesidades reales de gasto. Tampoco se puede decir, que hayamos reflexionado respecto a los precios que hemos desembolsado: ¿eran una auténtica barbaridad , o por el contrario reflejaban el valor correcto de lo que hemos adquirido?

El “pinchazo” y necesarios ajustes, puede que no estén afectando solamente al sector inmobiliario. ¡No es posible mantener la anterior situación! Una lógica consecuencia es que nos podamos sentir “desorientados” e “inseguros”.

Ahora bien, ¿cómo hemos de actuar? ¿Qué debemos hacer para reactivar nuestra confianza?

En primer lugar deberíamos serenarnos un poco. Parece que esta crisis es un torbellino que nos ha atrapado en su centro. Conviene tomar suficiente distancia para observarlo desde fuera y tratar de hacer algo para estar preparados.

¡Hay que procurar ser positivos! En lo personal, en momentos como estos hay que refugiarse en aquellas cosas que nos hacen ver el mundo con mayor optimismo. La contemplación con calma de una obra de arte, escuchar nuestra música favorita, leer esas grandes obras que tenemos en casa y que nunca hemos disfrutado, o pasar un rato dedicados a no hacer nada, -si puede ser en buena compañía-, pueden devolvernos a un buen estado de ánimo.

De esa forma, no remediaremos la crisis, pero conseguiremos no amargaremos el bien más preciado que disponemos, que es nuestra propia vida.

Ello no supone que no debamos permanecer vigilantes de nuestras cuentas y situación financiera y personal. Hay que adoptar todas aquellas decisiones que nos ayuden a estar mejor preparados para cuando, antes o después, “las aguas vuelvan a su cauce”.