viernes, 11 de septiembre de 2020

CUNDE LA INCERTIDUMBRE EN GENERAL

 

Cunde la incertidumbre. Comenzaremos otoño sin ninguna certeza y con unas perspectivas muy duras: la situación sanitaria y económica es mala. Se necesitan unos presupuestos públicos, los del ministro Montoro para 2018 no resisten nuevas prorrogas y son imprescindibles para que, de manera efectiva, nos lleguen las importantes ayudas de la Unión Europea. 

GLOBAl:

Según el ex presidente del BCE, Mario Draghi, los jóvenes deben ser lo primero. El fuerte crecimiento de la Deuda Pública con la que Europa y el mundo saldrá de la crisis actual debe ser destinada a financiar gasto productivo. Se trata de una referencia clara a Keynes. Con lo que nos alejamos de la teoría liberal que venía siendo la referencia macroeconómica reinante.

A la crisis actual, incluso con una rápida mejora sanitaria, le queda bastante tiempo (si se mantienen los rebrotes podría ir a peor). La mayoría de los países occidentales no recuperará el nivel anterior de su PIB hasta, como pronto, 2022 o 2023. Por lo que el paradigma de teoría económica vigente desde décadas está cambiando.

En la Unión Europea con un plan que en lo fiscal se asemeja a la mutualización de la deuda, y en el plano monetario destaca a un, históricamente, activo Banco Central que, al igual que en todo el mundo, trata de ayudar a los costes de financiación de cada Estado.

Bien es cierto, que, tratando de evitar una Gran Depresión económica, se pretenden aplicar los únicos instrumentos que siempre han estado dispuestos en la teoría Macroeconómica para el Corto Plazo.

Aunque, quizá, el cambio de paradigma económico se ha visto de manera más acusada con el actual republicano en la Casa Blanca: el dinero casi gratis ha convertido a Estados Unidos en defensor del keynesianismo por la vía de los hechos (estímulo billonario de dólares que ha conseguido sostener el ingreso disponible de los hogares durante la cuarentena).

En Europa, el “sacrosanto” Pacto de Estabilidad y Crecimiento ha quedado superado. Si en la década pasada era Alemania quien lideraba el grupo de los opuestos a cualquier medida intervencionista, hoy es Holanda quien ha tratado de torpedear cualquier avance de las necesarias medidas.

Paralelamente y a golpe de rescates, solo hay que ver qué ha ocurrido con las mayores aerolíneas europeas, el punto de equilibrio entre las esferas pública y privada se ha movido. Como ha subrayado Paul de Grauwe de la London School of Economic, “hemos aprendido que cuando el sistema de mercado recibe un golpe fuerte, como el del coronavirus, puede implosionar y solo una fuerza externa, como el Estado, puede estabilizarlo. Esto afectará a nuestra visión del equilibrio de poder entre mercados y Gobiernos”.

En el ámbito laboral, unos cuantos dogmas están saltando por los aires: en Estados Unidos y en la mayoría de las economías europeas, se han lanzado cuantiosos programas de mantenimiento del empleo para evitar una ruptura de los trabajadores con sus empresas, y evitar el empeoramiento de la situación social y económica (ERTES, o como se llamen, furloughs, kurzabeit o chômage partie).

En todo caso, la situación peor podría llegar en unos meses: cuando haya que desconectar este respirador artificial y evitar el necesario trasvase de trabajadores entre sectores.

Desde la crisis de los años setenta, la llamada “crisis del petróleo”, para la gran mayoría de los economistas occidentales la inflación ha sido el mayor riesgo económico. De forma que el mecanismo de la política económica se concentró en luchar contra ese “proceso persistente y notable de incremento en el nivel de los precios”. Hasta tal punto, que hemos venido llamando inflación a una “mera subida de precios”. Sin embargo, ya desde la crisis financiera global, uno de los problemas ha sido justo al revés. Aunque sea leve una situación inversa de “deflación” o caída continúa de los precios (esa temida situación que incluso nos resistimos a llamar por su nombre). ¡Que paradoja! las autoridades económicas tratando de que los precios suban moderadamente, pero que suban.

Se necesita una mayor coordinación entre la política fiscal y la política monetaria, lo que no implica que el gasto público pueda financiarse emitiendo dinero (monetización del déficit), pero a corto plazo la política monetaria ha de mantener unos bajos costes de financiación pública y privada para respaldar a la política fiscal. Recordaba Olivier Blanchard (ex jefe del FMI) que si los tipos de interés no son desorbitados no serán necesarios rebajas o subidas de impuestos, ya que los intereses (carga de la deuda) nos permitirán asumir los gastos públicos que habrá que acometer  hasta que consigamos superar a la crisis económica.

Como la Reserva Federal ha dejado claro, las tasas de interés cero y la “barra libre de liquidez” van para largo. De forma que la ortodoxia monetaria sólo será posible cuando hayamos superado la grave crisis sanitaria y económica que padecemos.

Por otro lado, según ha comunicado la propia organización, el Foro Económico Mundial (WEF, en sus siglas en inglés) ha decidido aplazar la celebración de su reunión anual en la estación suiza de Davos. No se celebrará, como estaba previsto, el próximo mes de enero, sino a principios del próximo verano. Los líderes globales se vienen reuniendo personalmente para diseñar un camino común. En este caso, para la reactivación económica global postcovid.

JAPÓN:

Según el Ejecutivo nipón, el Producto Interior Bruto de Japón se desplomó un 7,8% en el segundo trimestre del año. El coronavirus también está afectando gravemente a la tercera economía mundial, agravando la frágil situación económica que padece desde hace décadas.

Aunque solo hay constancia de las variaciones trimestrales desde 1980, las autoridades niponas han señalado que, con los últimos datos publicados, se trata de la caída más acusada desde el año 1955.

¿Las razones? la reducción en un 8,2% del consumo privado, como consecuencia del “estado de alerta”, de abril a finales de mayo, que mantuvo en sus domicilios a los consumidores con los comercios cerrados. Y la inversión empresarial que también cayó durante ese mismo periodo; al igual que las exportaciones niponas.

La pandemia tras el tsunami y posterior desastre nuclear de Fukushima, los tifones Faxai y Habigis, y las consecuencias de la guerra comercial entre China y Estados Unidos, han dado lugar a la maltrecha situación económica de Japón.

De ahí que el Ejecutivo japones haya lanzado un grueso plan de estímulos para tratar de evitar  un aumento del desempleo o la quiebra generalizada de empresas. Hasta este momento, se han aprobado dos paquetes de estímulos para hacer frente al impacto de la pandemia, movilizando en cada ocasión hasta 117 billones de yenes (casi un billón de euros), un montante total equiparable al 40% de su PIB. Se trata de la segunda respuesta más cuantiosa del mundo, solo superada por Estados Unidos.

Según Shinzo Abe, primer ministro de Japón, “debemos proteger los negocios y el empleo por todos los medios ante el duro camino que tenemos por delante”. Y en otoño podrían llegar más ayudas, lo que supone aumentar la enorme deuda pública equivalente al 230% de su PIB, una cota sin parangón entre las economías avanzas, que se ha ido acumulando durante décadas de la llamada “trampa a la japonesa” que en alguna ocasión ya he analizado.

Como en todo el mundo, la velocidad de la recuperación de Japón dependerá en gran medida de la evolución de la pandemia, La posibilidad de nuevos confinamientos harían muy difícil la vuelta al crecimiento económico. Según el ministro de economía, Yasutoshi Nishimura “si volvemos a la forma en que solíamos vivir, las infecciones del coronavirus aumentarán”. Se trata de un intento por prevenir la transmisión del virus sin frenar la actividad económica.

No obstante, según Marciel Thieliant, economista senior para Japón de Eurasia, “dados los sólidos balances corporativos, el generoso esquema de garantías al crédito y su escasa dependencia del turismo, darán lugar a que Japón se recupere más rápidamente de lo previsto. Se prevé un repunte del 4,5% en el PIB del tercer trimestre, esperando que la economía se expanda un 3,5% en 2021”.

ESTADOS UNIDOS:

La economía estadounidense, pese a las subidas de Wall Street, ha sufrido el mayor batacazo de PIB de su historia moderna. La Bolsa es más un juego de expectativas que de hechos consumados.

En víspera de elecciones presidenciales, la Casa Blanca seguirá tirando de la cartera de dinero público lo que es música celestial para los inversores locales, y además hay que añadir que, en las últimas semanas, el dólar, en mínimos desde hace dos años y medio, alimenta las compras de los inversores foráneos espoleando las cuentas de resultados de las grandes empresas estadounidenses con negocios en el exterior, que son prácticamente todas.

La Reserva Federal de Estados Unidos (Fed) ha diseñado una nueva estrategia. Su presidente, Jerome Powell, acuciado por la crisis derivada de la pandemia, ha anunciado nuevas medidas para combatir el desplome económico y ha lanzado un compromiso renovado del organismo con la “creación de empleo como objetivo supremo”, en una disposición que, si no proviniese del templo del liberalismo, se podría calificar de profundo carácter social.

Los riegos sobre el empleo se han incrementado de tal manera sobre la población de Estados Unidos que la reacción de la Fed y su nueva estrategia avanzan otro largo periodo de tipos de interés bajos.

El banco central estadounidense ha optado con este nuevo enfoque por la flexibilidad con respecto al objetivo de inflación, que se situará en un nivel medio del 2% a largo plazo, pero admitirá periodos en los que se supere ese tope “durante algún tiempo”.

La realidad es que no se consigue, como citaba antes, llegar a esa cifra.

Ahora bien, se trata de un intento de asegurar el crecimiento y que el empleo no se aleje de sus niveles máximos. Así, la nueva hoja de ruta aumenta su margen de maniobra en la aplicación de es­tímu­los a la economía. Este notable giro estratégico para el largo plazo de la Fed, con el máximo nivel de empleo como “objetivo amplio e inclusivo”, prueba tanto la firme voluntad de combatir desde la política monetaria la crisis económica como la profundidad de esta.

Powell, que a poco más de dos meses de las elecciones estadounidenses también ha lanzado un nítido mensaje a Washington reclamando respaldo de la política fiscal, marca así un camino que también ha empezado a transitar el Banco Central Europeo (BCE).  

Lo que la Reserva Federal de Estados Unidos contempla como un “objetivo nacional” - la solidez en el empleo- debe ser el libro de cabecera de la política monetaria a nivel global, pero también del empeño político de los Gobierno

REINO UNIDO:

Otro riesgo existente, la anterior citada “trampa de la liquidez”, es que la política monetaria hubiese “agotado la munición” (los tipos de interés no pueden bajar más). Frente a este debate, el gobernador del Banco de Inglaterra, Andrew Bailey, ha negado el riesgo: “de ninguna manera nos hemos quedado sin potencia de fuego. Son tiempos, ha remarcado, en los que debemos “actuar rápido y a lo grande. Al Banco de Inglaterra no le temblará la mano”.

Se trata de un mensaje de calado dirigido , con toda la razón, a quienes ven a la economía británica en el trance más crítico de su historia reciente: el PIB se hundió un 20,4% en entre abril y julio, el mayor desplome de toda Europa; la libra se está resintiendo; y la crisis sanitaria ha llegado justo cuando el Gobierno de Boris Johnson negociaba con Bruselas las bases de su relación futura con la Unión Europea tras un Brexit que será muy nocivo para los intereses de Londres.

La Gran Reclusión, como el FMI ha bautizado a la crisis económica derivada de la pandemia, está demostrando que siempre hay más margen de maniobra de lo que se cree. Según Baile “desde el aventajado punto de vista de hoy parece que fuimos demasiado cautelosos sobre nuestra potencia de fuego antes del coronavirus. La combinación adecuada de políticas en el futuro puede tener más matices de lo que se pensaba”.

De esta forma, el responsable del Banco de Inglaterra, en un discurso cargado de mensajes para quienes dudan de la capacidad de maniobra de los banqueros centrales, está dispuesto a llegar hasta el final con tal de garantizar la recuperación económica, incluso con tasas de interés negativas. Nuestra caja de herramientas incluye esa posibilidad”.

Los bancos centrales de Japón, Dinamarca, Suiza o Suecia (este último dio marcha atrás a finales del año pasado) sí han cruzado esa línea roja que, muy grosso modo, lleva cobrar por tomar prestado y pagar por prestar. En las islas británicas, el precio del dinero permanece en el 0,1% (su mínimo histórico) desde el último recorte, justo al principio de los confinamientos, en marzo.

Tras las palabras de Bailey, sin embargo, el 0% ya no parece una barrera infranqueable en la reunión del mes que viene: aunque el Banco de Inglaterra sigue apostando por una recuperación total del nivel de PIB previo a la pandemia para finales de 2021, los analistas tienen muchas más dudas. El camino de espinas será largo y el activismo del banco central inglés, es totalmente imprescindible.

CHINA:

Según datos oficiales, el índice gerente de compras (PMI), indicador de referencia de la industria manufacturera de China, se situó en agosto en 51 puntos, con lo que prorroga su racha de crecimiento por sexto mes consecutivo.

La cifra es 0,1 puntos menor que el mes anterior y ligeramente más bajo de lo esperado por los analistas, que habían pronosticado 51,2 puntos para el presente mes. No obstante, en este índice, un registro por encima del umbral de los 50 puntos supone crecimiento y por debajo, contracción.

El dato, divulgado por la Oficina Nacional de Estadística (ONE), confirma la recuperación del sector dado que el indicador evita la contracción por sexto mes consecutivo tras el desplome de febrero, cuando el PMI registró 35,7 puntos por el parón que causó el coronavirus.

En febrero, el brote provocó un declive en la industria manufacturera mayor que el registrado en su peor lectura hasta ahora, la de noviembre de 2008 (38,8 puntos), cuando el mundo se enfrentaba a la crisis financiera.

En el desglose por tamaño de empresas, las grandes se mantuvieron como en julio, con 52 puntos, mientras que las medianas aumentaron 0,4 puntos hasta los 51,6, y las pequeñas cayeron 0,9 puntos hasta los 47,7.

También ha mejorado la situación en el sector de Servicios. En los negocios no relacionados con la manufactura, el índice se situó en 55,2 puntos, ampliando incluso el crecimiento registrado en los meses posteriores a un febrero nefasto (29,6 puntos) y lo que supone el máximo registrado en este indicador desde enero de 2018.

El sector servicios, que representa más de la mitad del PIB del país, se situó en agosto en 54,3, frente a los 53,1 puntos de julio, los 53,4 puntos de junio o los 52,3 de mayo.

La ONE apunta que, en el desglose de esos negocios, el índice del precio de ventas se mantuvo por segundo mes consecutivo en la franja del crecimiento con 50,1 puntos.

En cuanto al índice de expectativa de actividad económica, que mide la confianza de las empresas no manufactureras en el desarrollo del mercado en el futuro, marcó 62,1 puntos, un leve descenso de 0,1 puntos.

El índice integral de producción del PMI, la radiografía combinada de las industrias manufacturera y no manufacturera se situó en 54,5 en agosto, frente a los 54,1 puntos de julio.

Según los analistas de la consultora británica Capital Economics, los datos de agosto muestran que "un sector servicios más fuerte ha compensado de sobra la pequeña pérdida de impulso en el sector manufacturero y de la construcción. Un rebote liderado por la inversión terminará empujando el consumo y el gasto de los hogares, encarrilando así la recuperación económica general".

LATINOAMERICA:

Llueve sobre mojado en América Latina. La recesión causada por la pandemia, la mayor de la que hay registros, es el colofón a un lustro de bajo crecimiento y desacoplamiento de la senda del resto de países emergentes. A finales del año pasado, cuando una pandemia ni de lejos entraba en las matrices de riesgo de Gobiernos y grandes corporaciones, el panorama ya era todo menos halagüeño: la región profundizaba su estancamiento con el menor crecimiento posible (0,1%) y ponía un triste broche a su peor quinquenio económico desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Pero la crisis sanitaria ha terminado de tirar todo por la borda: Latinoamérica y Caribe son hoy el rostro más crudo de la crisis y se exponen a un retroceso de casi dos décadas en sus principales indicadores de desarrollo si las cosas no mejoran pronto.

Durante este 2020, el coronavirus desplomará el PIB latinoamericano entre un 7,2% (según el Banco Mundial), un 9,1% (según la Cepal) o un 9,4% (previsión del FMI) este 2020.

Lo peor es que la crisis, desigual por naturaleza, motivará que el número de personas bajo el umbral de la pobreza pasará de 185 a 231 millones —casi cuatro de cada 10 latinoamericanos—, una cifra inédita desde 2005, mientras que la pobreza extrema pasará de 68 a 96 millones —algo más del 15% de la población—, siempre según las cifras del brazo de Naciones Unidas para el desarrollo regional.

UNIÓN EUROPEA:

Puede que el desplome de la economía alemana sea menor que el de los grandes países de la Unión Europea, pero la incipiente recuperación tras el frenazo motivado por la pandemia es frágil y viene acompañada de numerosas incertidumbres, sobre todo por la propia evolución de la pandemia.

El desplome del PIB del 9,7%, publicado por la Oficina Federal de Estadística (Destatis), es ligeramente inferior que las cifras preliminares dadas a conocer en julio, pero supera con creces al de la crisis financiera de 2008. Aun así, queda lejos del 20,4% que retrocedió el Reino Unido en el mismo periodo, el 18,5% de España o incluso el 12% de la zona euro.

Berlín ha respondido con una ingente lluvia de millones a la crisis aguda provocada por la crisis sanitaria, lo que ha provocado un déficit presupuestario del 3,2% del PIB durante la primera mitad del año.

Esta entrada de Alemania en déficit público es una gran novedad para la Alemania de la última década: 2011 fue el último año en el que las arcas públicas gastaron más de lo que ingresaron. En los seis primeros meses de este año, el gasto público creció un 9,3%.

Mientras, la confianza empresarial ha mejorado en agosto más de lo previsto, según los datos que el instituto económico germano Ifo, los analistas interpretan, sin embargo, que la intensidad de la llamada segunda ola de covid-19 resultará clave para determinar el posible crecimiento de la mayor potencia europea. En Alemania, como en otros países europeos, la cifra de infecciones ha vuelto a crecer desde finales de julio, aunque las últimas cifras oficiales apuntan a una cierta ralentización.

La debilidad de las economías europeas y de Estados Unidos golpea además de lleno a la economía de un país que se alimenta en buena medida de la exportación y que se encuentra especialmente expuesta a los vaivenes globales.

Al Brexit, las elecciones de Estados Unidos, y las tensiones comerciales con China se le añaden los descomunales interrogantes que plantea la evolución de la pandemia en todo el mundo. El comercio exterior cayó con fuerza, con un descenso de las exportaciones del 20,3% en el segundo trimestre. Las importaciones también cayeron un 16%. Ambas cifras superan con creces las caídas registradas durante la crisis financiera anterior: en el primer trimestre de 2009, las exportaciones e importaciones cayeron un 11% y 5,9%, respectivamente.

Alemania exporta productos con alto valor añadido, como maquinaria industrial. En tiempos de crisis como la actual resulta menos probable que las empresas decidan invertir en nueva maquinaria para ampliar o modernizar su producción. Se reduce además la compra de automóviles, lo que supone un fuerte golpe para la industria alemana. Los últimos datos preliminares de pedidos industriales indican una subida del 27,9% respecto al mes anterior, pero una caída del 11,3% respecto al mismo mes del año anterior. Los pedidos nacionales crecieron un 35,3% en junio, mientras que los procedentes de la eurozona incrementaron un 22,3%. En la industria del automóvil, los pedidos aumentaron un 66,5% respecto al mes anterior, pero continúan en junio un 12,2% por debajo del nivel de febrero de 2020, antes de que la pandemia impactara de lleno en la economía alemana.

Una segunda ola significaría, de fronteras para fuera, una fuerte caída de la demanda procedente de países como España o Francia, pero en Alemania significaría que muchas empresas que han aguantado hasta ahora gracias a la fórmula de reducción de horas de trabajo, el célebre kurzarbeit que tan buenos resultados dio en Alemania durante la crisis financiera, tal vez no aguanten más y acaben quebrando. La idea del kurzarbeit -el equivalente a los ERTE españoles- es evitar el desempleo y reducir a la caída de ingresos, lo que permite a la vez mitigar la caída del consumo interno.

En Alemania se viene produciendo un debate sobre la aplicación de una jornada laboral de cuatro días laborales. A mediados de agosto, el gran sindicato alemán IG Metall propuso establecer la semana de cuatro días con vistas a las negociaciones salariales previstas para el año que viene. La idea del sindicato, que representa a 2,3 millones de trabajadores, es preservar el mayor número de empleos en un contexto pospandémico muy cambiante y en pleno proceso de reconversión de grandes industrias como la del automóvil.

El ministro de Trabajo, Hubertus Heil, aseguró no estar cerrado a la idea. “Una reducción del tiempo de trabajo, con una compensación salarial, puede ser una medida apropiada”, indicó recientemente el ministro socialdemócrata alemán.

Respecto a Francia, el Gobierno galo ha anunciado un nuevo paquete de 100.000 millones de euros en estímulos mediante subsidios, recortes de impuestos y fondos para financiar proyectos medioambientales con el objetivo de impulsar la incipiente recuperación de su economía y poder recuperar en 2022 el nivel de PIB anterior a la pandemia.

Según el primer ministro, Jean Castex, “será un poderoso acelerador de la transición ecológica. De forma que el Ejecutivo espera crear 160.000 empleos a partir de 2021”.

Estos estímulos se suman a los 470.000 millones comprometidos por París tras el confinamiento y al plan europeo de recuperación (cuyos fondos empezarán a llegar a partir del año que viene), se incluirá en las cuentas de 2021 y equivale a unos cuatro puntos porcentuales del PIB, cuatro veces más de lo destinado en 2008 para enfrentar la crisis financiera. Según el Gobierno francés “se trata de volver a lanzar inmediatamente la inversión para frenar los efectos de la crisis y apoyar efectos estructurales que tengan un impacto duradero en la economía”.

Se ha lanzado el programa fiscal, denominado “Francia Relanza”, que contempla una inyección de unos 30.000 millones de euros para impulsar la transición energética, con unos 7.000 millones destinados a la renovación energética de edificios, 5.000 millones para impulsar la modernización de los ferrocarriles y otros 1.200 millones para mejorar la movilidad en el día a día de los ciudadanos.

En segundo lugar, se destinarán otros 35.000 millones de euros a mejorar la competitividad de las empresas y frenar la deslocalización industrial, incluido un recorte de impuestos de unos 20.000 millones en dos años.

Asimismo, se invertirán 6.500 millones en impulsar el plan de empleo juvenil, además de otros 6.600 millones para el trabajo a jornada reducida, 5.200 millones en ayudas a las comunidades locales y unos 6.000 millones de inversión para hospitales.

Según Castex, “este plan busca que la economía no se hunda. La crisis ha revelado algo insoportable, la dependencia de la economía francesa en ciertos sectores vitales. Hemos seleccionado un cierto número de sectores en los que vamos a invertir de forma masiva para reubicar sus actividades actuales o futuras. No se trata de palabrería, tendremos indicadores concretos y herramientas de seguimiento transparentes a las que tendrán acceso el Parlamento y los interlocutores sociales. No es un regalo a las empresas, es un regalo a Francia para luchar contra el desempleo”.

Todo va en línea con el discurso del expresidente Mario Draghi, alertando de que el “acertado” esfuerzo fiscal europeo para hacer frente a la pandemia, sin precedentes en tiempos de paz, es sostenible “solo si se dedica a fines productivos: capital humano, infraestructuras cruciales para la producción e investigación”. Si, por el contrario, las nuevas obligaciones asumidas con los acreedores tienen como destino “propósitos improductivos”, será “deuda mala y su sostenibilidad se erosionará”. Estas reflexiones están guiando los pasos de su sucesora, la francesa Christine Lagarde, “la movilización de todos los recursos disponibles para proteger a los trabajadores y las empresas ha evitado que una recesión inevitable se convirtiese en una depresión prolongada, Pero el estado de emergencia y las medidas que este justifica no durará para siempre: ahora es el momento de demostrar sabiduría y elegir el futuro que queremos construir”.

Tras semanas de tribulaciones, a finales de julio la Unión Europea alumbró un acuerdo para poner en marcha un ambicioso y multimillonario Fondo de Reconstrucción que será un auténtico salvavidas para los eslabones más débiles del club: de nuevo, el sur, con España e Italia a la cabeza. Draghi, firme defensor de una unión fiscal de verdad y de la mutualización de deuda a escala continental, aplaude sin fisuras el giro de guion. “Tras décadas en las que la voluntad de Gobiernos individuales ha prevalecido en la toma de decisiones, la Comisión está de nuevo en el corazón de la acción. Europa puede salir reforzada de esta crisis: la acción de los Estados descansa sobre los cimientos creados por la política monetaria y el fondo EU Next Generation (el nombre oficial del nuevo instrumento europeo de inversión] enriquece el arsenal de políticas”. Además, ha deslizado, “el reconocimiento del papel que un Presupuesto europeo puede desempeñar en la estabilización de nuestras economías y el precedente de una emisión conjunta de deuda es importante y puede sentar las bases para el nombramiento de un ministro del Tesoro común”.

Según Draghi, “debemos hacer mucho más para apoyar a los jóvenes. Las subvenciones se acabarán y se mantendrá la falta de cualificación profesional, sacrificando su libertad de elección y sus ingresos futuros. Sobre los hombros de quienes hoy están estudiando o acaban de incorporarse al mercado laboral recaerá, además, el ingente volumen de nueva deuda pública del que saldrán todos los países occidentales, sin excepción. Será devuelto, principalmente, por los jóvenes de hoy. Es nuestra responsabilidad equiparles con los medios para que puedan afrontar ese endeudamiento y que vivan en sociedades mejores”

ESPAÑA:

Ha dejado un sabor agridulce el mercado de trabajo. No se ha conseguido, como era de esperar, reactivar la contratación tras el golpe de los rebrotes a la campaña turística.

El empleo, según los recientes datos del del Ministerio de trabajo repuntó muy ligeramente en el mes de agosto al crearse 6.822 puestos de trabajo según afiliaciones a la Seguridad Social.

La cifra supone demasiado poco para contrarrestar el duro impacto de la pandemia, ya que todavía quedan por recuperar unos 688.000 empleos destruidos por la Covid. Desde que se inició el desconfinamiento, se han recobrado unos 333.000 afiliados y el total se coloca en los 18,79 millones.

Y aunque agosto también es un mes en el que el paro registrado solía aumentar mucho, el número de trabajadores apuntados a las oficinas del desempleo subió en 29.780 personas hasta los 3,8 millones, el menor incremento en este mes desde 2016. Los trabajadores que están protegidos por ERTE han disminuido en 306.000 hasta un total de unos 812.000. Se ralentiza el ritmo de reincorporación de estos trabajadores al mercado laboral, aunque ya tres de cada cuatro de los que estaban han salido de esta situación.

Tras el aumento del empleo en julio con 161.000 afiliados más, agosto tenía que haber sido el mes en el que se confirmaba la progresiva recuperación del mercado laboral tras la pandemia. El ministro de Seguridad Social, José Luis Escrivá, incluso apuntó que en las primeras tres semanas de agosto se habían creado 132.000 empleos. “Domina la recuperación de empleo perdido por coronavirus frente al patrón estacional habitual de agosto. Sin embargo, los rebrotes del virus y las recomendaciones de otros países de no viajar a España han dado un vuelco a la situación durante este mes. La cuarentena que impuso el Reino Unido a todos los viajeros procedentes de España a finales de julio provocó el comienzo de la sangría. Y desde entonces las expectativas del sector turístico, decisivo en la contratación de esta época del año, han empeorado drásticamente. Ya se anunció a finales de agosto el cierre adelantado de hoteles ante la falta de la demanda, con el consiguiente impacto en el empleo. Septiembre era tradicionalmente un mes todavía fuerte para el turismo. Sin embargo, este año, a la luz de estos datos, podría acabar siendo negativo”.

Según María Jesús Fernández, analista de Funcas, habitualmente en agosto se produce una fuerte caída de la afiliación por la destrucción al final de mes de muchos empleos estacionales, pero este año se ha dado un incremento que se explica por la recuperación de empleos debida a la apertura progresiva de empresas que habían permanecido cerradas”.

La sanidad y los servicios sociales fue el sector que más empleo generó con 31.795 trabajadores más. La hostelería también sumó 24.536 afiliados cuando de normal en agosto los destruía. Antes la contratación para la campaña turística comenzaba con la Semana Santa y empezaba a perderse empleo en agosto al darse el final del periodo punta. Pero este año esa escalada de contratación no ha existido. Se ha tenido que contratar sobre todo para julio y agosto. Aunque el turismo internacional está hundido un 75% por debajo del año pasado, el nacional ha aguantado un poco más y explica buena parte de esa contratación que compensa algo, aunque poco, el empleo destruido. Y de ahí que el saldo esta vez sea positivo frente a otros agostos que siempre son negativos.

En sentido contrario, como es tradicional, se perdió empleo en ramas como la educación y la construcción, donde es habitual la práctica fraudulenta de dar de baja los contratos por vacaciones para ahorrarse costes. La educación perdió 34.147 afiliados. Y la construcción, 7.355. En la industria también suele caer el empleo en agosto, este año con 7.240 ocupados menos. En las actividades de ocio puede aumentar la ocupación si ha sido un año bueno de turismo, pero en esta ocasión, lastradas por la pandemia, han destruido 8.690. El régimen de autónomos solo elevó su número en 402, un exiguo 0,01%. E incluso así ya están casi en niveles prepandemia debido a que intentan resistir, aunque sea con una facturación mucho menor.

En el último año se han destruido 527.000 puestos de trabajo, un 2,73% menos. Y en los últimos seis meses, 688.000. Pese a encadenar ya cuatro meses de creación de empleo, a cierre de agosto solo se ha recobrado el 20% de la ocupación perdida desde finales de febrero.

Andalucía y Galicia, más apoyadas en el turismo nacional, lideraron la recuperación del empleo en agosto con 18.000 y 7.000 empleos creados, respectivamente; mientras que los mayores retrocesos se produjeron en Madrid, que perdió unos 7.000, y Cataluña, que está especialmente afectada por la ausencia de turistas extranjeros y destruyó 22.000 puestos de trabajo.

El Ministerio de Trabajo destaca que 4,18 millones de personas recibieron una prestación del servicio público de empleo en julio, 949.202 personas menos que en el mes anterior. De ellas, 1,91 millones estaban acogidos a ERTE y 2,1 millones eran beneficiarias de una prestación contributiva, un 144% más que hace un año. Y el gasto total en prestaciones en julio ascendió a 3.238 millones de euros, 877 millones menos que en junio y 2.270 millones menos que en mayo, cuando la partida de prestaciones alcanzó su máximo durante la pandemia. Pese a ello, todavía está un 106% más alto que hace un año.

Por otro lado, en relación a la evolución de los precios, según el indicador adelantado del Instituto Nacional de Estadística (INE), el Índice de Precios de Consumo (IPC) no experimentó variación en agosto respecto al mes anterior, pero elevó una décima su tasa interanual, hasta el -0,5%, frente al -0,6% de julio, debido principalmente al encarecimiento de la electricidad,

Con este avance de una décima, el IPC interanual regresa a los ascensos después de haber retrocedido en julio tres décimas. Con el dato de agosto, la inflación encadena cinco meses en tasas negativas.

Debido a la situación de confinamiento de los hogares por el Covid-19, el INE ha elaborado dos agregaciones especiales en las que se recoge el efecto en los precios de los bienes y servicios que la mayoría de los hogares siguieron consumiendo durante la pandemia. Estas dos agregaciones se seguirán publicando para permitir analizar la situación tras el fin del estado de alarma.

Los precios de los productos del “Grupo especial bienes Covid-19”, en el que se incluyen los productos de alimentación, bebidas, tabaco, limpieza y artículos no duraderos para el hogar, comida para animales, productos farmacéuticos y cuidado personal, aumentan un 1,7% en agosto respecto al mismo de 2019, una décima menos que en julio.

Estadística destaca el comportamiento de los alimentos frescos, que alcanzan una tasa del 3,5%, cuatro décimas más que en el mes anterior, y de los alimentos envasados, que sitúan su tasa anual en el 1,3%, cuatro décimas por debajo de la de julio.

Por su parte, los precios del “Grupo especial servicios Covid-19”, en el que figuran los servicios de alquiler de vivienda y garaje, la distribución de agua, alcantarillado, recogida de basuras, gastos comunitarios, electricidad, gas, gasóleo para calefacción, telefonía, música y televisión en 'streaming', seguros, comisiones bancarias y servicios funerarios, disminuyeron un 2% en agosto en tasa interanual, nueve décimas por encima de la de julio, debido al encarecimiento de la electricidad.

Por lo que respecta al sector exterior español, las exportaciones se desplomaron un 15,8% en el primer semestre hasta alcanzar los 124.100 millones de euros. Sin embargo, la mayor caída de las importaciones permitió reducir el déficit comercial a la mitad en el primer semestre, aunque aún alcanza los 7.573 millones de euros.

Con respecto a la evolución económica general de la economía española, el índice PMI, elaborado por la consultora IHS Markit a partir de una encuesta entre los responsables de compras de cientos de empresas, refleja que en julio la actividad económica volvió a crecer en España, por primera vez desde febrero y a su mayor ritmo de los últimos 15 meses. Sin embargo, la salida de la crisis está siendo más modesta que en el conjunto de la zona euro, lastrada por la lenta recuperación del sector servicios.

Según datos del Banco de España, los bancos españoles están recurriendo al Banco Central Europeo para prestar a las empresas al calor del ICO (instituto de Crédito Oficial). Desde el inicio de la crisis sanitaria, a principios de marzo, las entidades que operan en España casi han duplicado su deuda con el instituto emisor hasta superar los 256.000 millones de euros (supone la quinta parte del PIB).

La Gran Reclusión, lo está cambiando todo. Y la banca comercial, por definición uno de los eslabones más conectados a la economía real, no es ajena a este cambio radical de escenario. El impulso oficial del crédito a empresas en forma de avales para evitar su colapso durante los meses de ingresos cero (o cercanos a cero) ha propiciado, a su vez, una mayor recurrencia de las entidades financieras al banco central, que les presta desde hace años en condiciones muy favorables con el objetivo de que el dinero fluya lo máximo posible hacia los sectores productivos.

Solo en julio, la deuda de la banca española con el instituto emisor repuntó un 31% respecto al mes anterior, acumulando ya un aumento del 97% desde finales de febrero, cuando la incidencia de la covid-19 en España era mínima. Este incremento, aunque muy sustancial, es sin embargo notablemente inferior al registrado por el conjunto de la banca de la eurozona, que solo en julio subió casi un 40% y que va camino de triplicar sus obligaciones con el BCE: los poco más de 617.000 millones de euros de febrero se convirtieron el mes pasado en casi 1,6 billones.

La realidad es que la recuperación económica, según la ministra Calviño, no se está dando con la misma intensidad en todos los sectores ni en todos los territorios. “Es evidente que hay ámbitos, como una parte del sector turístico, algunos segmentos de la hostelería, que se están viendo impactados de manera más dura”.

MERCADOS:

La Bolsa estadounidense, ajena a la economía real, ha alcanzado máximos   al calor de los estímulos para sacar a la primera potencia mundial del mayor agujero desde la II Guerra Mundial y de la ausencia de activos rentables en un mundo de tipos de interés bajo cero.

Al otro lado del Atlántico la tendencia no podría ser más divergente: la renta variable europea permanece abonada en las últimas semanas a la atonía pese a haber dejado atrás ya los mínimos. Las acciones del Viejo Continente repiten los analistas, están muy baratas en comparación con EE UU. Pero el orden de preferencias de los grandes fondos de inversión sigue siendo otro.

Los mínimos de mediados de marzo, cuando Wall Street tocó fondo tras un severo varapalo de varias sesiones consecutivas parecen ya muy lejanos: desde entonces, el S&P500 (el índice más representativo del parqué Nueva York) sube más de un 50%, reponiéndose del golpe de la pandemia y pulverizando sus máximos históricos de febrero pasado. Al otro lado del Atlántico, el Eurostoxx, que reúne a los 50 mayores valores de la zona euro, muestra una historia diferente: recupera casi el 40%, sí, pero sigue otro 40% por debajo de su cumbre, hace justo dos décadas. Mucho ha llovido desde entonces: la crisis de las puntocom, los atentados del 11-S, la Gran Recesión y, ahora, el zarpazo del coronavirus.

El Ibex subió durante el mes de agosto un 1,34%, pero ha perdido durante el año el 27% (frente a una revalorización anual del Dax alemán del 5,13%).

La banca española afronta serios problemas para remontar el vuelo en la Bolsa. Hubo dos momentos durante la pandemia que su curva se alineó para mirar hacia arriba pero el verano ha echado por tierra esas esperanzas. La cuesta de septiembre ha llegado para las entidades financieras, que ya despiertan especial preocupación en la Autoridad Europea de Valores y Mercados (ESMA, por sus siglas en inglés que es la CNMV comunitaria).

En el último día de agosto la sesión ha sido la peor:  el Ibex 35, se dejó los 7.000 puntos y gran parte de la meritoria remontada de las semanas precedentes. Acaba así con la posibilidad de cerrar su mejor mes del año. La caída del 2,29% vuelve a situar al selectivo madrileño a la cola de las Bolsas europeas.  

Las referencias europeas tampoco han ayudado. Italia ha empeorado al 12,8% la caída de su PIB en el segundo trimestre, cuatro décimas más de lo anticipado. En ese contexto, las principales Bolsas continentales se han ido desinflando tras un buen inicio de sesión marcado por los indicadores adelantados de la actividad económica en China.

Por lo que respecta al mercado de divisas, el euro, ha seguido revalorizándose, acercándose a los 1,20 dólares por euro. Y la prima de riesgo (el diferencial del bono español a 10 años y el bono alemán) sigue controlada por debajo de los 80 puntos básicos.

Respecto al Euribor, el índice de referencia para la mayoría de las hipotecas, ha cerrado agosto volviendo a su mínimo histórico mensual en -0,356%. El dato es exactamente el mismo que el registrado en agosto de 2019, por lo que los deudores cuyo préstamo revise ahora su tipo de interés variable tomando como referencia el dato de agosto no verán reducirse el importe de su hipoteca.

Con el leve retroceso de agosto, el euríbor encadena tres caídas consecutivas en un año marcado por sus continuos vaivenes. Tras un primer semestre en el que cotizó siempre por debajo del -0,25%, el índice sufrió una subida importante con la expansión de la pandemia del coronavirus. Así, su valor aumentó desde el -0,266% de marzo hasta el -0,108% de abril y el -0,081% de mayo.

De esta forma, el índice más utilizado en el mercado hipotecario lleva en terreno negativo desde febrero de 2016, hace ya más de cuatro años. Ello explica que los bancos estén apostando por las hipotecas a interés fijo.

Las ventas de coches volvieron a caer en agosto y rompieron la buena tendencia que los concesionarios empezaron a notar en julio. La contracción fue del 10,1% (66.925 turismos y todoterrenos matriculados), que crece hasta el 40,6% (524.706) en lo que va de año. Los rebrotes de la covid y las dudas sobre la evolución de la economía tras el verano parece que ganaron la partida a las medidas lanzadas para intentar dinamizar el mercado: las ayudas a la compra (plan Renove) habilitadas por el Gobierno y las promociones impulsadas por los fabricantes para sacarse de encima las existencias acumuladas desde el pasado mes de marzo.

Ni compradores particulares, ni empresas se lanzaron a los concesionarios para comprar un coche en un mes que acostumbra a ser débil en lo que respecta a ventas. Sus operaciones cayeron un 9,5% y un 15,5%, respectivamente. Las empresas de alquiler de vehículos vieron en agosto aumentar un 21,5% su demanda.

La buena noticia para los fabricantes es el nuevo tirón que están teniendo los vehículos eléctricos, de los que se matricularon 1.378 unidades, más del doble que en el mismo mes del año pasado, favorecidos por el Plan Moves con el que se pretende impulsar la venta de vehículos no contaminantes.

EMPRESAS:

En tan solo cuatro meses de pandemia, entre marzo y junio, la deuda de las empresas se ha disparado en 54.701 millones de euros, el equivalente a casi cinco puntos de PIB. Después de una década disminuyendo el apalancamiento o endeudamiento empresarial, este podría aumentar cerca de 20 puntos. El Banco de España y Fedea alertan de que es necesario facilitar las reestructuraciones de deuda para hacer frente a un otoño complicado.

En mayo y junio el crédito bancario a las sociedades no financieras ha aumentado a ritmos del 8% interanual con la demanda cayendo y cuando hace solo un año todavía seguía disminuyendo tras una década de descensos. Los préstamos en títulos de deuda, que llevaban tiempo creciendo con fuerza porque las grandes empresas ven más barato financiarse directamente en unos mercados inundados de liquidez por los bancos centrales, se frenaron en seco con la pandemia. Pero en junio volvieron a subir a tasas cercanas al 8%. Y los préstamos extranjeros están de nuevo repuntando algo entre abril y junio frente a los decrecimientos del año anterior. Se ha pasado de una economía que crecía y que todavía reducía deuda, a una que se desploma y en la que las empresas han tenido que recurrir al endeudamiento para aguantar el vendaval.

Dependiendo de la dureza de la recesión, el Banco de España estima que en torno al 70% de las empresas tendrá en algún momento de este año un déficit de liquidez. Es decir, no obtendrán los suficientes ingresos como para costear sus gastos de explotación, las amortizaciones y las inversiones ya comprometidas.

Parte del nuevo endeudamiento ha sido generado por compañías que están saneadas pero que han tratado de asegurarse la liquidez. Esas no deberían experimentar muchas dificultades. Y en general las empresas se encuentran en una mejor posición porque gracias a los ERTE y el ajuste de los temporales han podido reducir sus gastos de personal mientras caía la actividad. También porque la fortaleza de sus balances es mucho mayor y aglutinan niveles récord de liquidez tras un largo periodo de desendeudamiento.

Sin embargo, la distribución de esas nuevas deudas ha sido muy desigual. No todas reúnen la misma solvencia. A pesar del impacto de la covid, más de un 40% de las compañías podría afrontar este año sin deteriorar su situación patrimonial, según sostiene el Banco de España.

Sin embargo, se ha elevado significativamente la vulnerabilidad financiera, sobre todo en las pymes y los sectores más afectados por la pandemia como el turismo y ocio, los vehículos de motor, el transporte y el almacenamiento. En estas ramas de actividad abundan las sociedades que han estado cubriendo con préstamos sus costes fijos ante la falta de ingresos.

En la Central de Balances del primer trimestre, que se elabora sobre todo con datos de empresas grandes, ya se apreciaba que el conjunto de la muestra tenía una rentabilidad por debajo de sus costes de financiación, un hecho que no sucedía desde los peores momentos de la anterior crisis.

Según se calcula en el informe de necesidades de liquidez, un tercio de las empresas tendría este año una probabilidad alta o muy alta de impago, que el Banco de España cifra superior al 5%.

“Las tensiones de liquidez podrían derivar en algunos problemas de solvencia”, ya sea porque cueste financiarse o porque la deuda se vuelva insostenible, concluye el Banco de España.

Un segmento no pequeño de las empresas que sobrevivan se enfrenta a una larga travesía del desierto. Tendrán más deuda que devolver y un escenario de menor demanda durante al menos un par de años. Toda la caja que consigan deberán utilizarla para bajar deuda.