sábado, 23 de abril de 2022

SITUACIÓN ECONÓMICA ESPAÑOLA Y MUNDIAL A ABRIL DE 2022: no existe estanflación gracias a que seguimos creciendo. La guerra, los precios del gas y de la energía causantes de las subidas de precios.

 

Durante los años del férreo gobierno de Putin se ha incrementado la gran dependencia de Europa del proveedor del gas y petróleo ruso. En este momento de guerra en Ucrania, las sanciones impuestas por Estados Unidos, la UE y Reino Unido, está estrangulando a la economía de Rusia, pero existe un “efecto búmeran” que, a su vez, ha encarecido los precios energéticos y de determinadas materias primas y minerales básicos.

GLOBAL:

Son impredecibles los costes humanos y económicos de esta guerra en Europa. Las primeras estimaciones son muy negativas humanamente y económicamente. Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), va a costar al mundo al menos un punto porcentual en su crecimiento este año (alrededor de 1,4 puntos a la eurozona) así como un incremento de, al menos, 2,5 puntos en la inflación global.

El organismo, igualmente, advierte de importantes consecuencias humanitarias. Por un lado, en Europa el impacto del alto número de refugiados ucranios. De otro, un alza de los precios de productos básicos para la población, como es el trigo.  

Señala la OCDE en su informe “Evaluación de los impactos económicos y sociales e implicaciones políticas de la guerra en Ucrania”, que “justo cuando la economía mundial parecía salir de dos años de crisis por la pandemia de coronavirus, una guerra brutal y devastadora ha irrumpido en Europa”, por lo que propone responder con medidas inmediatas, como estudiar el establecimiento de un impuesto a los “beneficios caídos del cielo” de las compañías eléctricas. A más largo plazo, alienta a acelerar todos aquellos proyectos que puedan ayudar a “minimizar la dependencia de Rusia” en materia energética.

Sin saber si el conflicto será de larga duración, la OCDE advierte ya de que “los movimientos de los precios de las materias primas y de los mercados financieros vistos desde el comienzo de la guerra podrían, si se mantienen, reducir el crecimiento del PIB global en más de un punto porcentual en el primer año, provocando una profunda recesión en Rusia”.

El informe llama la atención sobre el mercado energético de la Unión Europea, altamente dependiente de Rusia tanto en sus importaciones de crudo (un 27% lo compra al mercado ruso), como de gas natural (41%) y de combustible sólido (47%). Señala que “en las circunstancias extremas que afronta el mercado energético europeo, se necesita encarecidamente una mentalidad abierta a la hora de reexaminar el marco normativo, incluyendo una revaluación de la estructura y diseño de mercado para garantizar la seguridad y asequibilidad energética, mientras se mantienen los objetivos de cambio climático”.

La OCDE recomienda un “apoyo fiscal bien diseñado y cuidadosamente focalizado que permita reducir el impacto negativo de la guerra en el crecimiento con solo un pequeño impulso a la inflación. Algunos países, especialmente los europeos, podrían financiar estas medidas con la tributación de los beneficios excepcionales de las eléctricas. Hay una oportunidad de ayudar a financiar medidas temporales dirigidas y para compartir el impacto del aumento del precio de la electricidad en los hogares vulnerables mediante medidas temporales impositivas sobre los beneficios excepcionales directamente ligados al actual diseño del mercado”.

Por otro lado, se ha provocado el mayor flujo de refugiados en Europa desde la Segunda Guerra Mundial (3 millones de ucranios ya han huido de su país y la UE calcula que podrían superar los 6,5 millones). Se hace necesario ofrecer ayuda humanitaria de emergencia, un alojamiento, cobertura médica y colegios para los niños, así como ayudarles a encontrar rápidamente un trabajo para sobrevivir.

Lo anterior, implica una carga económica que, según la OCDE, recordando los costes de la anterior crisis de refugiados, en 2015 y 2016, la actual podría resultar en un coste directo de al menos el 0,25% del PIB de la Unión Europea. El coste será mucho mayor en los países que reciban a los refugiados, como Polonia que, según el organismo, “está haciendo mucho más sin los mismos medios que otros países”.

En otro orden, muchos analistas se plantean si estamos sufriendo un proceso de “desglobalización”. Puede que así sea, pero sus consecuencias serían muy graves y peores si estamos viviendo un significativo retroceso del comercio mundial. Y aunque China no ha intervenido, al menos directamente en el conflicto, su respuesta a la covid, también ha sido otra fuente de perturbación económica. Pekín sigue insistiendo en utilizar vacunas de fabricación nacional que no han funcionado demasiado bien y en responder a los brotes con confinamientos draconianos que están causando problemas no solo a China, sino al resto del mundo.

ESTADOS UNIDOS:

Una guerra situada a miles de kilómetros de Estados Unidos está amenazando con sacudir las carteras de inversión y ralentizar la recuperación económica, que avanzaba tras la pandemia pese a las turbulencias del atasco global en las cadenas de suministro. La suma de todos los factores (aumento de los precios, volatilidad bursátil, escasez de materias esenciales en la industria, además de una energía cada vez más cara) constituye un desafío mayúsculo para la economía norteamericana tras dos años de tensión extrema. Algunos analistas han comenzado a contemplar el posible riesgo de estanflación (alta inflación y bajo crecimiento) si la guerra se prolongara en el tiempo.  

La Reserva Federal de Estados Unidos ya ha aumentado los tipos de interés por primera vez desde 2018. Ha incrementado en 0,25 puntos porcentuales las tasas, que han quedado en un rango de entre 0,25% a 0,5%.

La medida busca amortiguar erápido aumento de una inflación que ha escalado a un 7,9%, el nivel más alto en ese país desde 1982, y los economistas prevén que pueda alcanzar una tasa en torno al 9% en los próximos meses.

No obstante, la Reserva Federal ha insistido en que el banco se moverá “con cuidado” a la hora de endurecer su política monetaria. Los indicadores económicos estadounidenses son contradictorios. Para la agencia de calificación Moody´s, para Estados Unidos formula una previsión de su PIB ligeramente inferior a la esperada este año (un 3,5% frente al 3,7% esperado). El exceso de ahorro en los hogares por la inyección de estímulos del Gobierno federal para contrarrestar la pandemia puede amortiguar la fuerte subida de la energía. Pero no solo suben los combustibles y la luz: también, de manera desbocada, los alquileres; los coches usados, las tarifas de avión… por no hablar de la cesta de la compra.

Aquellos analistas que ven una inflación del 5% al 7% como alta y un crecimiento económico inferior al 2% como bajo, hablan del riesgo de estanflación (inflación junto a estancamiento económico).

La volatilidad de otras materias primas tendrá en el caso de Estados Unidos especial impacto en la cadena de suministros, ya tensada desde la aparición de la variante delta del coronavirus. Materiales como el níquel, el aluminio o el gas neón, por no citar el tungsteno, cuyas reservas mundiales se reparten China y Rusia, son esenciales en la fabricación de láseres, baterías electrónicas, semiconductores, instalaciones de energías limpias e industria automovilística.

También en el sector primario, los agricultores esperan un aumento en el precio de los fertilizantes, ya en niveles récord antes del conflicto. Rusia, productor mundial de abonos de bajo costo y gran volumen, es el segundo mayor productor del mundo de potasa después de Canadá, un nutriente clave utilizado en los principales cultivos, lo que tendrá consecuencias directas en el precio de algunos alimentos.

Si la economía estadounidense siente los efectos negativos de la guerra de Ucrania en términos de inflación, ingresos familiares disponibles y políticas monetarias inestables del banco central, se podría producir una débil recesión a finales de 2022. Aunque los efectos de la guerra serán menores que los que se sienten en Europa. Hay que esperar a que se publiquen los datos de crecimiento estadounidense correspondientes a este primer trimestre de este año.

REINO UNIDO:

El Banco de Inglaterra ha subido los tipos de interés desde el 0,5% al 0,75%. Se trata de la tercera subida en cuatro meses. Y es que su tasa de inflación se sitúa ya en el 5,5%, muy por encima del objetivo del 2%. El precio del dinero ha regresado al nivel prepandémico de marzo de 2020, antes de que la actividad británica se hundiera por la aparición del coronavirus.

El Comité de Política Monetaria del Banco de Inglaterra ha sugerido que, provocará alguna nueva subida de los tipos, pero no será una tendencia firmemente sostenida en el tiempo. Ha señalado que, “con el análisis de la situación económica actual, se estima que pueden ser necesarios ajustes modestos de la política monetaria en los próximos meses, pero existen riesgos en uno y otro lado del análisis que dependen de cómo evolucione la inflación a medio plazo. El comité revisará los datos que vayan surgiendo, incluidas las implicaciones económicas de los acontecimientos geopolíticos recientes”.

El aumento de los tipos en el Reino Unido se produce en un momento en el que los precios energéticos y el coste de los alimentos están escalando a nivel nacional y global, al tiempo que existe la preocupación de que la guerra en Ucrania los impulse todavía más. Para justificar la medida, el comité de política monetaria del Banco de Inglaterra, ha señalado que, aunque en el pasado enero el alza del Producto Interior Bruto (PIB) fue más fuerte de lo previsto, el crecimiento de la economía británica “probablemente se ralentice” a causa de las presiones ocasionadas por la escalada bélica.

Alerta el informe del Banco de Inglaterra, que “probablemente, los efectos de la invasión de Rusia en Ucrania acentuarán tanto un repunte en la inflación como su impacto adverso en la actividad, intensificando las presiones en los ingresos de los hogares”. También se alerta sobre el golpe para las finanzas de los hogares que suponen los elevados costes energéticos.

La Oficina Nacional de Estadísticas (ONS, por sus siglas en inglés) del Reino Unido indicó que la tasa de la inflación aumentó en un 5,5% en enero, mientras que el Banco había señalado previamente que podría repuntar hasta llegar al 7,25% y ahora está alertando de que ese aumento podría ser incluso más acusado. Señala este organismo, que “se espera que la inflación aumente más en los próximos meses, hasta alrededor del 8% en 2022, y quizás incluso más para finales de este año”.

UNIÓN EUROPEA:

Según la oficina estadística Eurostat, el IPC (incremento de los precios de consumo) de los 19 países de la moneda única, durante el pasado mes de marzo, ha superado una nueva barrera al subir hasta el 7,5% en tasa interanual. El incremento de los precios, que venía ya lanzado por el gran atasco global derivado de la pandemia, alcanza de nuevo este mes cotas nunca vistas desde la creación del euro por el efecto de la invasión rusa de Ucrania, que comenzó hace cinco semanas y cuyos efectos se han extendido en la economía europea a través del coste de la energía.

Y es que se está dejando sentir notablemente el impacto del auge de los precios de la energía, y de las cuatro rondas de sanciones de la Unión Europea a Rusia, además de las represalias del resto de aliados occidentales contra el régimen de Putin.

El ritmo de la inflación sigue una tendencia ascendente que ya había dado en febrero señales de estar fibrilado (contracción espontánea e incontrolada), durante febrero se elevó hasta un 5,8%. En marzo ha sido unos 1,6 puntos más alta. Es ya el cuarto registro histórico consecutivo para la zona euro. Y, con un 2,5%, se trata también de la mayor subida intermensual desde que la creación del euro en 1999.

La energía es el principal responsable de la escalada de los precios, con una tremenda subida, nada menos, del 44,7% interanual en marzo, casi 13 puntos más que en febrero. La enconada relación con Rusia, que aporta en torno al 40% del gas que importa la Unión Europea, se deja sentir así en los bolsillos europeos y en unos mercados energéticos tensionados por la contienda y la escasez de oferta que se arrastraba tras la pandemia.

Siguen en las alzas a los precios de la energía, la de los alimentos, el alcohol y el tabaco, con una subida del 5% (el 4,3% en febrero), entre los que destacan los alimentos sin procesar, con un alza del 7,8%. Mientras, los bienes desvinculados de la industria energética suben, pero mucho menos, un 3,4% (un 3,1% en febrero).

El impacto de la guerra se está dejando sentir en todas las economías. En Alemania, con un alza del 7,6% con respecto a marzo del 2021 y una subida de 2,5 puntos respecto a febrero (hay que remontarse a hace 40 años, antes de la reunificación, para encontrar una cifra semejante).

La inflación está apareciendo de forma muy intensa en las economías que comparten fronteras de Rusia: Lituania (15,6%) y Estonia (14,8%) encabezan la tabla, seguidos de Países Bajos (que llegó al 11,9%, casi 5 puntos porcentuales más respecto a febrero) y Letonia (11,2%). Malta, en cambio, se queda en el otro lado de la tabla, con un incremento del 4,6%, seguido de Francia, donde el incremento de precios se limita al 5,1%. Para algunos analistas, con la inflación de la zona euro aumentando por encima de las previsiones del Banco Central Europeo, y teniendo en cuenta que probablemente se mantenga muy alta durante el resto del año, no tardará mucho el BCE en incrementar los tipos de interés.

Pues bien, el Gobierno alemán ha tomado el control de la filial alemana de la empresa de gas rusa Gazprom. En una decisión sin precedentes, el Ministerio de Economía y Clima ha ordenado a la Agencia Federal de Redes que asuma la tutela de Gazprom Germania de forma temporal, hasta el próximo septiembre. El objetivo: asegurar el suministro de energía en el país.

La decisión se enmarca en los esfuerzos que en los últimos meses está haciendo el Gobierno del socialdemócrata Olaf Scholz para tratar de librarse de su dependencia de los hidrocarburos rusos; no solo de su suministro, también de su almacenamiento, especialmente en lo que respecta al gas. Después de años cediendo poder a las empresas públicas controladas por Moscú, Berlín trata ahora de recuperar el control de sus infraestructuras energéticas críticas.

Se había publicado que Gazprom había intentado traspasar la filial alemana a otras sociedades con sede en la ciudad rusa de San Petersburgo, supuestamente para evitar la expropiación por parte del Gobierno alemán. Ante la falta de transparencia sobre la propiedad de Gazprom Germania, el Ejecutivo alemán la ha puesto bajo tutela de la agencia pública que regula el sector energético. “El Gobierno está haciendo todo lo necesario para garantizar la seguridad del suministro en Alemania. Esto también significa que no vamos a exponer las infraestructuras energéticas alemanas a decisiones arbitrarias del Kremlin”, ha señalado en un comunicado el gobierno germano.

El depósito de la ciudad de Rehden, gestionado por Astora (una de las filiales de Gazprom Germania) juega un papel decisivo en Alemania ya que gestiona el mayor almacén de gas del país, (una de las instalaciones con mayor capacidad de toda Europa, con 4.000 millones de metros cúbicos). Pues bien, este depósito de Rehden ha estado en el punto de mira ya que ha permanecido casi vacío durante todo el invierno. Berlín y Bruselas sospechan que Gazprom ha estado manteniendo unos niveles de almacenamiento artificialmente bajos para alimentar la crisis del suministro de gas y elevar los precios.

Sin duda, también ha influido la disputa con Vladímir Putin, que exigió el pago en rublos del gas y amenazó con cerrar el grifo. Alemania, junto con los otros miembros del G7, se negó en redondo a pagar los suministros en otra cosa que no fueran euros o dólares, las monedas que figuran en los contratos. Por ahora, el gas sigue fluyendo, tanto por el gasoducto del Báltico, el Nord Stream 1, como por el Yamal, que cruza Bielorrusia y Polonia hasta llegar a territorio alemán.

Alemania sigue bloqueando un embargo de los hidrocarburos rusos ya que cortar el suministro ruso afectaría más a la economía alemana que a Putin. Prescindir de golpe del gas ruso supondría entrar en recesión y pondría en peligro centenares de miles de puestos de trabajo germano.

Berlín trabaja a marchas forzadas para reducir la dependencia de los hidrocarburos rusos. En unos meses ha conseguido reducir del 55% al 40% el porcentaje de gas de Moscú que utiliza su industria y con el que alimenta las calefacciones de sus 83 millones de habitantes. El Gobierno ha anunciado que podrá prescindir del carbón y el petróleo rusos a finales de este año, pero asegura que con el gas es más complicado y que necesita mantener los gasoductos abiertos hasta mediados de 2024.

En ese sentido, Estados Unidos se ha comprometido a incrementar en un 68% sus exportaciones de gas natural a la Unión Europea para que el bloque pueda acelerar su desconexión con Rusia. Washington auxilia a sus socios y, además, abre un potente negocio, consolidando su liderazgo como principal exportador mundial del gas natural licuado.

Todo esto abre una profunda contradicción. La mayor parte de ese gas procedente de Estados Unidos, procede del fracking (fracturación hidráulica), o extracción de hidrocarburos cuyo uso se disparó en Estados Unidos a partir del año 2010, y que le ha situado como el primer productor mundial y exportador neto de crudo y de gas, pero que no ha calado en la Unión Europea y el Reino Unido por su menor rentabilidad, su elevado impacto ambiental y las protestas sociales.

Por otro lado, la mayoría de analistas apuestan por una subida de tipos suave y gradual en el tiempo. Así se desprende del Consenso Económico y Empresarial, correspondiente al primer trimestre de 2022, que elabora PwC desde 1999, a partir de la opinión de un panel de más de 450 expertos, en el que tengo el honor de participar.

Los resultados del Consenso validan la estrategia del BCE de acelerar el calendario de reducción de compra de activos y analizar su cancelación en el tercer trimestre del año, para iniciar después una fase de subida.

La opinión mayoritaria (44,7%) sostiene que el BCE hará uno o dos movimientos al alza cada año durante los próximos tres e, incluso, el 31,7% contempla una opción más relajada y que el precio del dinero se sitúe, simplemente, en terreno positivo.

En línea con estas opiniones, los encuestados creen que el tipo de intervención, actualmente en el 0%, se situará a finales de este año entre el 0,25% (para el 38%) y el 0,5% (para el 25,6%). De cara a 2024, son más los que piensan que los tipos no llegarán al 1% (un 43,8%) que los que los colocan en una banda entre el 1% y el 1,5% (un 40,5%). En promedio, se puede decir que una mayoría significativa de los expertos cree que los tipos de interés rondarán el 1% en 2024.

ESPAÑA:

Según el dato adelantado del Instituto Nacional de Estadística, la guerra en Ucrania ha tenido un considerable impacto en los precios. De forma que la inflación ha subido durante el pasado mes de marzo un 9,8% respecto al año pasado, frente al 7,6% de febrero. Es la cifra más alta desde mayo de 1985.

Hace casi 37 años que no se producían estos aumentos de precios en España. Y la persistencia del fenómeno, que afecta al volumen del ahorro, disolviéndolo al perder su valor adquisitivo, está superando todas las expectativas, en las que no aparecía la hipótesis de una contienda militar en Europa.

El Ministerio de Asuntos Económicos ha detallado que un 73% del aumento de precios se debe al impacto de la invasión de Ucrania sobre la energía y los alimentos no elaborados, y ve urgente, “para revertir esta tendencia alcista”, desplegar cuanto antes el paquete de ayudas, de hasta 16.000 millones (6.000 millones en ayudas directas y rebajas de impuestos, y otros 10.000 millones en créditos ICO). Entre sus medidas incluye un límite del 2% en las subidas del alquiler y un descuento de 20 céntimos en el precio del combustible, que ya ha entrado en vigor, aunque con algunos problemas en su interpretación y aplicación.  

El Índice de Precios de Consumo (IPC) hace ya un año que se ha situado por encima del 2% objetivo del Banco Central Europeo, arrastrado por dos fuerzas que actúan como aceleradores de la subida de precios: por un lado, una demanda que estaba aumentando alentada por los estímulos públicos, el fin de las restricciones y la salida de ahorro acumulado en la pandemia. Y por el otro, una oferta con múltiples problemas, sobre todo en el suministro de energía.

En el ámbito doméstico, la huelga del transporte ha reducido la oferta y tensionado las cadenas de suministro de numerosas empresas e industrias, lo que ha favorecido a la inflación. Por otro lado, internacionalmente, los confinamientos de Shenzhen (el polo tecnológico más importante de China); Shanghái (el epicentro financiero del país, con 26 millones de habitantes); y otras ciudades, dentro de la estricta estrategia de “covid cero” aplicadas por Pekín, han generado nuevos desajustes logísticos y retrasos en las entregas debido al cierre de fábricas y la obligación de los camioneros de someterse a test para poder trabajar. Paradójicamente, los cierres impulsan una tendencia opuesta que forcejea con el resto: a más restricciones, menos consumo de petróleo, lo que ha propiciado caídas puntuales de su cotización por una posible ralentización de la demanda china.

El comercio global tampoco trae buenas noticias: un estudio del Fondo Monetario Internacional (FMI) respecto el transporte marítimo que supone más del 80% del comercio global, señala que el impacto inflacionario de los elevados fletes, que suele trasladarse a los precios con retraso, seguirá aumentando hasta finales de este año. Señala el organismo que “el aumento en los costes de envío observado en 2021 podría aumentar la inflación en aproximadamente 1,5 puntos porcentuales en 2022″.

El FMI se muestra pesimista acerca de una solución rápida del problema. “Es probable que la guerra en Ucrania provoque más interrupciones en las cadenas de suministro, lo que podría mantener los costes de envío globales, y sus efectos inflacionarios, más altos por más tiempo”.  La realidad es más dinero para las relucientes cuentas de resultados de las navieras, que viven una etapa dorada que se prolonga aún más en el tiempo, y unas mercancías con unos precios más elevados para el resto de agentes y sectores.

Además, la invasión de Ucrania ha disparado el precio de metales como el níquel, esenciales para la producción de baterías eléctricas, los fertilizantes antes importados de Rusia que hacen falta para los cultivos. Y con la dependencia de las cosechas de Ucrania, de donde España y Europa traían buena parte del trigo y el maíz necesario para los piensos, cuya carencia ha encarecido la alimentación del ganado.

En el lado energético, el litro de gasolina y gasóleo han alcanzado precios de hasta los 2 euros por litro. El precio medio de la electricidad también ha superado al de febrero. Si el mes pasado fue de 200,23 euros por megavatio hora en el mercado mayorista, en marzo se han batido todos los récords con 283,30 euros, y un máximo histórico de 545 euros.

La inflación subyacente, que descuenta la evolución de los componentes más volátiles, como la energía o los alimentos frescos, subió en marzo cuatro décimas hasta el 3,4%. La diferencia entre la inflación del índice general, y el de la subyacente nunca había sido mayor que ahora en toda la serie histórica, aunque la subyacente no empezó a calcularse hasta 1986.

El problema fundamental, es que podemos estar asistiendo a un proceso autentico de inflación, y no una mera subida de precios: “un proceso de alza persistente y notable del nivel general de precios, iniciado por alguna variación (en este caso un aumento de los precios de la energía y materias primas), y propagado por la economía por las reacciones de los diversos agentes económicos. En este caso, se trataría de una “inflación de costes”.

La inflación española ha estado manteniéndose ligeramente por debajo de la de Estados Unidos, pero casi dos puntos por encima de la de sus socios europeos. Los salarios no están acompañando ese movimiento, lo cual está provocando una pérdida generalizada de poder adquisitivo. Para el BCE, eso tiene una parte positiva, al evitar la llamada “espiral de precios- salarios o beneficios- salarios” que genera bastante temor: si los sueldos suben como respuesta a la inflación sufrida, los costes de las empresas también lo hacen, lo que les lleva a aumentar los precios para mantener o mejorar sus márgenes. Al sufrir esa nueva subida de precios, los empleados vuelven a reclamar actualizaciones salariales para protegerse frente al incremento del coste de la vida o disminución de su “salario real”. De esta forma, una y otra vez, en el peor escenario, seguirían retroalimentándose fuera de control. Frente a esta espiral, sufrida en la crisis de los años setenta del siglo pasado, se aplicó la llamada “política de rentas”, que, dicho sin ningún eufemismo, no es otra cosa que el control de los salarios. Esta espiral, al final, a quien más perjudica es a aquellos agentes que tienen menor poder o capacidad, para exigir actualizaciones en el precio de los factores que ellos controlan, Es decir en sus rentas.

La realidad, es que hasta este momento los salarios en España, ha venido creciendo en los convenios colectivos, levemente, por encima del 2%.

Por su lado, el Banco Central Europeo, espera que, en los próximos años 2023 y 2024, la inflación europea volverá a niveles más normales y rondará el 2%.

En todo caso, el panel de previsiones marzo realizado por Funcas (centro de análisis o “think tank” dedicado a la investigación económica y social), elaborado a partir de una encuesta realizada entre 19 servicios de análisis, el agravamiento de las tensiones inflacionistas y el temor al desabastecimiento como consecuencia de la guerra en Ucrania ponen cada vez más en peligro la recuperación tras la pandemia. Según Funcas, la economía española crecerá este año un 4,8% (ocho décimas menos de lo esperado) ante la elevada incertidumbre resultante de la guerra en Ucrania.

Las previsiones varían desde la mayor, un 6%, para Analistas Financieros Internacionales, y la mínima, un 2,9%, de la consultora Metyis. Estas diferencias ponen de manifiesto las diferencias en las hipótesis de partida sobre las que se sustentan las estimaciones de los panelistas.

La economía vive pendiente de los efectos originados por la devastadora guerra de Ucrania. Sin embargo, según los datos del Paro Registrado correspondientes al mes de marzo, el mercado laboral ha logrado aislarse, de momento, resguardado de las consecuencias del conflicto. El paro bajó con respecto a febrero hasta situarse en 3.108.763 personas (disminuyó en 2.921 personas), la cifra más baja para este mes desde 2008; y el número de afiliados a la Seguridad Social se incrementó en algo más de 140.000 trabajadores, hasta llegar a los 19.834.504, la cifra más alta para este periodo del año desde 2001.

Lo más destacable, sin duda, ha sido que por primera vez desde que comenzó la serie histórica, se han firmado más de medio millón de indefinidos en un mes (513.677 trabajadores), casi uno de cada tres.

Desde que se aprobó la reforma laboral, en el primer trimestre de este año se han realizado más de un millón de contratos fijos (1.069.190), y su porcentaje respecto del total no ha hecho más que aumentar: en enero fue del 15%, en febrero subió hasta el 21,9%; y en marzo se ha duplicado respecto a cómo comenzó el año, 30,7%; todos ellos superan ampliamente la media de 2021 (10,87%). Aunque los contratos temporales siguen siendo la modalidad principal (1.158.164 en el último mes), los fijos están cerca de representar un tercio del total, una representatividad sin antecedentes en las estadísticas.

Se persigue atajar a la temporalidad. En ese sentido, de enero a marzo de este año, se han reducido considerablemente, pasando de suponer un tercio entre 2017 y 2019 (31,8% los de un solo día, y 30,7% para los de 2 a 7), a casi la mitad (13,1% y 17,3%, respectivamente). Detrás de esta rebaja también se esconde la reforma laboral, puesto que para aquellos contratos temporales que no superen los 30 días de duración se contempla una sanción para las empresas en forma de cotización adicional de 26,57 euros.

En todo caso, la huelga de transportistas ha impactado negativamente en las afiliaciones a la Seguridad Social. Los datos muestran un importante crecimiento durante la primera mitad de marzo, hasta el comienzo del parón, donde hubo una desaceleración en sectores como el transporte, la industria manufacturera o la construcción.

La cifra de afectados por un expediente de regulación temporal de empleo (ERTE) marcó en marzo un nuevo mínimo: 26.142 trabajadores, de los cuales 23.662 estaban acogidos bajo la modalidad Covid. Dentro de este grupo vuelven a representar un porcentaje amplio los empleados de agencias de viajes (9.175 trabajadores).

Por otro lado, es importante resaltar un aspecto clave: los salarios pactados por convenio subieron de media un 2,26% hasta febrero, según los datos de la estadística de negociación colectiva del Ministerio de Trabajo. Se trata de un aumento de dos décimas con respecto a los datos de enero, y de casi ocho décimas con respecto a la media de 2021 (1,47%). Sin embargo, la distancia con respecto a la inflación de ese mes, es de casi cinco puntos por debajo (7,4%).

MERCADOS:

El Ibex 35 ha retrocedido un 0,4% en marzo y un 3,08% en el primer trimestre de 2022. Todo ello, como consecuencia de la escalada de la inflación, las políticas de tipos de interés y la invasión rusa en Ucrania.

Tras estrenar abril con dudas, las Bolsas europeas parecen inclinarse por ligeras ganancias. Las expectativas de un alto los fuegos a corto plazo se han diluido.  

Por otro lado, el euríbor lleva años en negativo y ha llegado a superar la barrera del -0,5% en varias ocasiones. Esta circunstancia pudo provocar que hubiera entidades que tuvieran que pagar a sus clientes por prestarles dinero. Sin embargo, esta anomalía ya tiene los días contados como consecuencia de la evolución al alza del Euribor al que están referenciadas el 80% de las hipotecas en España.

El interés de la hipoteca variable, por lo general, se calcula sumando un diferencial (que es fijo) al Euríbor. Como es sabido, llegó a darse el caso de que esa suma resultaba negativa. Es decir, que el banco no solo no cobraba intereses, sino que de hecho debería pagarlos.

Por otro lado, se mantiene la volatilidad en el mercado de los hidrocarburos. El precio del petróleo Brent ha rondado los 100 dólares por barril. En el contexto de las preocupaciones por las restricciones a la movilidad en China, el crudo ha reanudado cierta caída tras haberse disparado. Los futuros del Brent, por su parte, anticipan ahora que el precio del Brent se mantendrá por encima de los 100 dólares por lo menos hasta agosto de 2022.

El conflicto en Ucrania ha empeorado sensiblemente los precios en las gasolineras españolas. Con el crudo y los refinados disparados en las cotizaciones internacionales, los precios de la gasolina y el gasóleo no han dejado de batir récords en las estaciones de servicio. De acuerdo con los datos del geoportal del Ministerio para la Transición Ecológica, que monitoriza los importes en más de 11.500 establecimientos de toda España, la gasolina y gasóleo ha alcanzado dos euros por litro en muchas gasolineras (superando por primera vez el gasóleo a la gasolina).

EMPRESAS:

Cepsa regresó a números positivos durante el pasado año, el primer año de la recuperación económica y en plena escalada de precios de los combustibles fósiles. La petrolera española, que es propiedad (63%) de Mubadala Investment (el vehículo de inversión del emirato de Abu Dabi), y del fondo estadounidense Carlyle (37%), vivió un beneficio neto de 661 millones el ejercicio pasado, dejando atrás las pérdidas de 919 millones de 2020, cuando el barril llegó a cotizar en negativo. Una mejoría que la propia empresa achaca a la “recuperación de la demanda” y al “aumento de los precios del crudo”. El beneficio neto de 2021 fue el segundo mayor en más de una década, tras los 743 millones ganados en 2017.

El año pasado, la inversión acometida por la compañía cayó un 27%, hasta los 473 millones, un descenso que justifica por el exhaustivo control para mantener la generación de caja.

Tras la invasión rusa de Ucrania, la petrolera dejó de comprar crudo, gas natural y productos petrolíferos rusos. Lo hizo, afirma la propia empresa el mismo día en que empezó la guerra. “La compañía no prevé que esta postura vaya a cambiar en un futuro próximo”, subraya. “Cepsa ha tenido tradicionalmente una actividad comercial muy limitada en Rusia y actualmente ha dejado de vender productos en este país”.

El resultado bruto de explotación ajustado, o EBITDA ajustado, de Cepsa ascendió el año pasado a 1.815 millones de euros, un 53% más que 12 meses antes, lo que permitió una reducción de la ratio de endeudamiento sobre Ebitda, que pasó de 2,7 a 1,6 veces. Según las cifras publicadas por la petrolera, su liquidez asciende a 3.476 millones, una cantidad suficiente para cubrir cuatro años y medio de vencimientos de deuda.

Por áreas de negocio, la mayor contribución al Ebitda ajustado provino de la rama de Exploración y Producción de crudo, que prácticamente duplicó su resultado bruto, hasta los 905 millones de euros. Esto se debe, reconoce Cepsa, al “incremento de los precios del crudo, sustancialmente más altos que en 2020 (más del 70%), gracias a la recuperación de la demanda”.

La unidad de Refino logró una mejora aún mayor, al pasar de un Ebitda ajustado de 10 millones en 2020 a uno de 93 millones en 2021, con un incremento del margen de ganancias pese al encarecimiento del gas natural, una de las principales materias primas necesarias en ese proceso. Y la división de Química (que la empresa lleva meses sopesando vender), logró un beneficio bruto ajustado de 461 millones en 2021, casi un 30% más que un año antes, por una confluencia de mayores volúmenes (más de un 5%), mejor margenes y precios más altos.