Las primeras evidencias
científicas de la nueva variante ómicron, han desencadenado la incertidumbre y
el miedo a que naufrague la recuperación iniciada. Para España el riesgo de
volver a perder nuestro principal activo, el turismo, es muchísimo más grave
que la inflación, aunque esta fuese estructural (no temporal).
GLOBAL:
La Organización para
la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) ha confirmado en su
último informe del año, el robusto crecimiento mundial de la economía, que
llegará al 5,6% este 2021 y a 4,5% en 2022. Pero advierte al mismo tiempo de
que esa recuperación ha perdido “impulso” y es “cada vez más desigual”.
Los riesgos siguen siendo
múltiples, (eso sin que el informe mencione la ómicron, la nueva variante de la
covid), y la situación requiere que se vigile de cerca tanto la evolución de la
pandemia como la inflación, más persistente de lo inicialmente estimado, o los
problemas de suministro que impiden, pese al crecimiento económico, hablar de
una vuelta al statu quo prepandémico. En ese punto, el organismo multilateral
advierte de que “el fracaso a la hora de garantizar una vacunación rápida y
eficaz en todos los países está resultando costoso, y subsiste un elevado grado
de incertidumbre ante la incesante aparición de nuevas variantes del virus”.
Señala el informe, que “la
recuperación es real, pero la tarea para los políticos es dura. Tienen que
equilibrar prudencia, paciencia y persistencia mientras desarrollan nuevos y
mejorados planes para transformar la economía de forma tal que se construya una
resiliencia mucho mayor ante el riesgo de desequilibrios crecientes”. El propio
informe titula este aspecto como “Acto de equilibrismo”.
La revisión de la OCDE es
pequeña para la eurozona: la sitúa en un crecimiento de 5,2% este año (también
una décima menos que en septiembre) y en 4,3% en 2022.
Algo más hacia la baja
varían las últimas previsiones para Estados Unidos, país para el que ahora
prevé que cerrará el año con un crecimiento de 5,6% (frente al 6% que estimaba
en septiembre) que bajará a 3,7% en 2022. De igual modo, China crecerá este año
a un robusto 8,1%, pero cuatro décimas menos de lo que calculaba hace solo tres
meses. Para 2022, la expectativa es que el gigante asiático crezca 5,1%.
Señala la institución,
que “la recuperación global sigue avanzando, pero ha perdido impulso y es
cada vez más desigual, lo que hace que algunos países estén en peligro de
quedarse atrás”. Advierte la OCDE de que “hay un número creciente de factores
que amenazan con una mayor incertidumbre sobre la evolución del futuro: los atascos
en las cadenas de aprovisionamiento, el aumento de los gastos de producción y,
por supuesto, los continuados efectos de la pandemia con la amenaza (más
evidente ahora con la ómicron) de nuevas variantes del virus.
Además, la
inflación, que en los primeros informes del año se consideraba algo pasajero y
sin grandes consecuencias, empieza a preocupar seriamente a los economistas. La
OCDE estima que el “pico inflacionario” se alcanzará entre finales de este año
y comienzos 2022 (un 3,5 y 4,2% respectivamente) antes de estabilizarse en
torno al 3% en 2023.
No se descartan
“sorpresas” al alza, si persisten las presiones sobre los suministros o
aumentan y/o se mantienen los altos costes de energía, lo que tendría efectos
negativos, señala el organismo, en momentos en que muchos países están
aumentando su deuda.
La subida de los precios
nos lleva a estar expectantes ante las posibles medidas que van a adoptar los
bancos centrales. Existe una gran preocupación ante una posible retirada de
estímulos (compra de deuda privada y pública) y posible subida de los tipos de
interés.
Esa inquietud es, sin
duda, mayor entre los más endeudados: familias, empresas y Estados. La Reserva
Federal de Estados Unidos ya ha reaccionado reduciendo su programa de compras
de deuda. El Banco Central Europeo (BCE) mantendrá su política de emergencia de
compra de bonos por el momento, pero Lagarde, su presidenta, ha precisado que,
en este mes de diciembre, probablemente, vaya a revisar sus medidas.
Los bancos centrales,
desde hace años, son los principales gestores de la economía. Su papel y
medidas salvaron a muchas economías de la Gran Recesión de 2008. Aunque la
realidad es que las históricas medidas adoptadas, la llamada “expansión
cuantitativa” con records de bajadas de tipos de interés e ingentes compras de
deuda, que parecían transitorias, se han convertido en permanentes, por lo que se
mantiene el debate respecto al tiempo que deben seguir vigentes.
No cabe duda, que es
preocupante las subidas de precios que están teniendo lugar en todo el mundo,
pero lo más inquietante, por sus efectos, es la incertidumbre que estamos
viviendo respecto a los nuevos brotes del covid y las nuevas variantes que
amenazan con truncar la recuperación económica. Habrá que esperar para ver,
pero las primeras noticias no parecen alentadoras.
Por otro lado, por si
fuera poco, la subida de costes es, sin duda, otro aspecto muy negativo. El
aumento del precio de transportar un contenedor cargado de las mercancías de
todo tipo desde Asia a Europa o Estados Unidos ha desencadenado una enorme preocupación
de los agentes (exportadores e importadores), que ven reducirse a sus márgenes
en un entorno que debía ser de fuerte recuperación.
La realidad, es que lo
que para algunos es una crisis de suministro, para otros es una oportunidad de
incrementar sus ganancias, que están sabiendo aprovechar: las navieras, dueñas
de los barcos responsables de hasta el 90% del tránsito global de bienes de
consumo, han visto dispararse sus ganancias a niveles sin precedentes. Se trata
de las, casi únicas, ganadoras de los cuellos de botella en el comercio global
y están utilizando la mayor caja derivada de la escalada de los fletes para
crecer mediante compras, diversificar su negocio y ampliar sus flotas.
La danesa Maersk,
que en el tercer trimestre del año ganó 5.440 millones de dólares (4.700
millones de euros), más de cinco veces más que en el mismo periodo del año
pasado y casi tanto como la suma de Amazon (la cuarta empresa más valiosa
del mundo) y UPS (la mayor empresa del Reino Unido). Con una plantilla de
83.000 empleados y una flota de más de 700 barcos, el valor de sus acciones en
Bolsa se ha disparado un 80% en el último año. Actualmente vale alrededor de
50.000 millones de euros (lo mismo que Telefónica, IAG y Endesa juntas).
Otro grupo, el francés
CMA-CGM ha pasado de perder más de 150 millones de euros en los seis
primeros meses de 2020 a ganar casi 200; el beneficio operativo de la taiwanesa
Evergreen se ha multiplicado, por 30 en la primera mitad del año; y el de
la hongkonesa Cosco casi se cuadruplicó. La japonesa NYK ha septuplicado
sus ganancias en el último trimestre y acaba de revisar al alza en
cerca de un 40% su previsión anual de beneficio.
El sector se ha
convertido en una especie de oligopolio, ya que el 85% del tráfico marítimo
internacional está en manos de 10 empresas, donde la empresa líder fija o sube
los precios y las demás le imitan.
Frente al posible cambio
cuando varie la situación, las navieras están diversificando su actividad por
dos vías para generar beneficios adicionales: transitando desde un modelo de transporte
“puerto a puerto” por el “de puerta a puerta”, y ampliando sus capacidades
aéreas reforzando su flota de aviones.
La conversión de aviones
de pasajeros a cargueros de mercancías, ha aliviado su situación durante los
meses más duros de la pandemia, como única alternativa a mantener las aeronaves
en tierra.
JAPÓN:
La economía de Japón
volvió a arrojar números rojos en el tercer trimestre de 2021, tras un
ligero crecimiento en el segundo. Los datos oficiales, hechos públicos,
muestran que el Producto Interior Bruto (PIB) nipón se contrajo entre julio y
septiembre mucho más rápido de lo previsto, con una caída del 0,8% con respecto
al trimestre anterior.
Según las estadísticas de
Japón, entre los meses de abril y junio, su PIB avanzó un 0,4% con respecto al
trimestre anterior y un 7,6% interanual, impulsado por el aumento del consumo y
de la inversión corporativa. Sin embargo, la variante delta del virus con el
repunte en el número de contagios de covid-19, obligó a la administración a
decretar medidas muy restrictivas, que, aunque finalizaron el 1 de octubre,
acarrearon una caída del 1,1% en el gasto de los consumidores durante el tercer
trimestre (tras un ascenso del 0,9% en el trimestre anterior) y un desplome del
3,8% en el gasto de capital (después de crecer un 2,2% en el segundo
trimestre).
Además, las exportaciones
de Japón retrocedieron entre julio y septiembre un 2,1% con respecto al
trimestre previo, impactadas por la escasez de chips, la reducción en la
producción de coches y los recortes en la cadena de suministros.
El Gobierno japonés ha
aprobado el tercer paquete de estímulo económico desde el inicio la pandemia,
el más cuantioso de su historia y valorado en 55,7 billones de yenes (unos
429.000 millones de euros, más del 10% de su PIB). El nuevo conjunto de medidas
representa casi el doble de la cuantía prometida por el primer ministro
nipón, Fumio Kishida, poniendo de relieve su determinación de centrarse en
la recuperación económica y redistribuir la riqueza entre los hogares y las
pequeñas empresas.
El plan de estímulo
aprobado en Japón incluye gastos para mejorar la respuesta a la crisis
sanitaria, así como otras medidas que no están directamente relacionadas con la
pandemia.
El gasto previsto podría
aumentar hasta los 79 billones de yenes (616.000 millones de euros) si se
tienen en cuenta otros elementos, como los préstamos a fondos privados. La
cuantía supera el plan de gasto que activó la administración de Shinzo Abe en
abril del año pasado (de unos 375.000 millones de euros) y el que aprobó el
Gobierno de Yoshihide Suga el pasado diciembre (309.000 millones de
euros).
El proyecto incluye
grandes medidas de financiación para los sectores que más han sufrido los
estragos de la pandemia y los colectivos sociales más vulnerables. La mayor
parte de los fondos se destinará al desarrollo de vacunas y a mejorar las
condiciones de los hospitales: se aumentará el número de camas, se ampliará la
disponibilidad de pruebas PCR, y se administrará la tercera dosis de la vacuna
de forma gratuita.
Igualmente
destaca la entrega de un cheque de 100.000 yenes (765 euros) a las personas con
ingresos bajos y otro de una cantidad similar por cada hijo menor de 18 años a
los hogares con pocos recursos, con el objetivo de fomentar el consumo de
productos básicos y cubrir los gastos de educación. También se han aprobado
subidas salariales para el personal sanitario, empleados de residencias de
ancianos, maestros de guarderías y preescolar y trabajadores sociales.
La partida también
comprende una inversión de 3.855 millones de euros en industrias estratégicas
para la nación, como el de los semiconductores o la inteligencia artificial, y
cerca de 5.400 millones de euros para equipamiento de seguridad y defensa.
A pesar de que la mayoría
de inversores han aprobado las nuevas medidas, para algunos, empeorará aún más
el problema de la deuda pública de Japón, la mayor del mundo, ya que se
encuentra por encima del 200% de su PIB.
CHINA:
Frente
a todos los debates respecto a la energía nuclear, China es el último defensor
de la misma. De forma que planea generar una cantidad,
realmente, ingente de energía nuclear, rápidamente y a un coste relativamente
bajo con el telón de fondo de un futuro sin emisiones de carbono.
China, el mayor emisor
del mundo en contaminantes, planea construir al menos 150 nuevos reactores en los próximos 15 años, más de los que el
resto del mundo ha construido en los últimos 35 años, y que podrían costar 440.000 millones de dólares.
El gobierno de China ha señalado
que la energía nuclear es la única forma para lograr sus objetivos futuros: 200 gigavatios para 2035, suficientes
para abastecer a más de una docena de ciudades del tamaño de Pekín.
Las autoridades del país
estiman que sus planes
podrían evitar unos 1.500 millones de toneladas de emisiones anuales de carbono,
más de lo que generan el Reino Unido, España, Francia y Alemania juntos.
Sin embargo, aunque China
pretende sustituir casi todos sus 2.990
generadores de carbón por energía limpia para 2060, con reactores más rentables,
seguros y flexibles del mundo, para muchos analistas, es poco probable que Estados Unidos, India y
Europa den facilidades a su mayor adversario mundial en sus
suministros de energía.
Veremos…,
alrededor del 70% del coste de los reactores chinos está cubierto por préstamos
de bancos estatales, a tipos de interés mucho más bajos que
los que pueden conseguir otras naciones.
LATINOAMERICA:
La subida de precios deja
a América Latina muy perjudicada, con dos grandes salvedades: Brasil y
Argentina. Brasil, un país en el que, aunque beneficiado en lo macro (exporta
mucha más comida de la que importa), el gasto alimentario de los hogares ha
aumentado alrededor de un 12% en el último año. Su IPC supera el 10%, lo que le
ha obligado a subir 1,5 puntos de golpe (la mayor subida en dos décadas).
México, donde las cuatro últimas reuniones de su banco central han decidido incrementos
en las tasas de interés. El índice general de precios sube empujado por la
energía y la comida.
Las expectativas no son
halagüeñas: la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica
de Estados Unidos ha pronosticado, con un 90% de probabilidades, que se repita
por segundo invierno consecutivo el fenómeno climatológico de “La
Niña”, que suele agravar las sequías y merma las cosechas en el Cono Sur
americano.
ESTADOS UNIDOS:
El presidente de Estados
Unidos, Joe Biden, ha anunciado que el Departamento de Energía estadounidense
liberará 50 millones de barriles de petróleo de la Reserva Estratégica de
Petróleo (unos 620 millones de barriles) con la finalidad de reducir los
precios y abordar el desajuste entre la demanda y la oferta. Se trata de un
movimiento coordinado con otros grandes consumidores de crudo como China,
Japón, el Reino Unido o Corea del Sur.
De esos millones de
barriles que se ofertan, más de la mitad, 32 millones, estarán disponibles
durante los próximos meses a través del mecanismo de intercambio, liberando así
un volumen de petróleo que eventualmente regresará automáticamente a la Reserva
Estratégica en los próximos años. El resto, 18 millones, se pondrán en
circulación de forma acelerada en los próximos meses como parte de una venta
que el Congreso estadounidense había autorizado con anterioridad.
El anuncio de la Casa
Blanca -un abierto desafío a la OPEP-, ha tenido lugar una vez que los
demócratas de la Cámara de Representantes urgiesen a Biden a liberar petróleo
de la Reserva Estratégica y a restablecer, al menos temporalmente, una
prohibición de las exportaciones de crudo para ayudar a reducir los precios y
garantizar “energía asequible para las familias estadounidenses”. La decisión
se ha adoptado cuando la inflación ha registrado su nivel más alto (6,2%) de
los últimos 30 años, un incremento que se hace notar especialmente en dos
gastos básicos como los alquileres y la factura de la luz y el gas.
La Casa Blanca en un
comunicado, ha señalado que “el presidente está dispuesto a tomar medidas
adicionales, si es necesario, y está dispuesto a utilizar todos sus poderes
trabajando en coordinación con el resto del mundo para mantener un suministro
adecuado a medida que salgamos de la pandemia. Los consumidores estadounidenses
están sintiendo el impacto de los elevados precios de la gasolina en el
surtidor y en las facturas de calefacción de sus hogares, y las empresas
también lo están porque el suministro de petróleo no se ha mantenido a la altura
de la demanda a medida que la economía mundial emerge de la pandemia. Por eso
el presidente Biden está utilizando todas las herramientas disponibles para
trabajar a fin de reducir los precios y abordar la falta de suministro”.
Para algunos analistas, estos
intentos para resolver abordar los problemas en el suministro de petróleo, pueden
resultar fallidos como consecuencia de las prácticas anticompetitivas de las
empresas dominantes del mercado, que impidan que los consumidores se beneficien
de la caída de los precios del petróleo. Según señala la propia administración
estadounidense, “existe una creciente evidencia de que la caída de los precios
del petróleo no se traduce en precios más bajos en el surtidor”.
EUROZONA:
La presidenta del Banco
Central Europeo, Christine Lagarde, ha reiterado que no prevé subidas de tipos
al menos hasta 2023. Ha sugerido que un cambio de este tipo en su política
monetaria, en respuesta a una escalada de la inflación que considera de
carácter transitorio, supondría un endurecimiento prematuro de las condiciones
financieras y añadiría un lastre injustificado a la recuperación de la
Eurozona, por lo que no cree que a lo largo de 2022 se den las circunstancias
necesarias para tomar esta decisión: “es muy poco probable que se cumplan las
condiciones para subir tipos el próximo año. Incluso después de que finalice la
situación de emergencia de la pandemia, será importante para la política
monetaria, incluido el ajuste de las compras de activos, apoyar la recuperación
y la vuelta sostenida al objetivo del 2%”.
“Esta inflación es
inoportuna y dolorosa y hay naturalmente preocupaciones sobre cuánto tiempo
durará. Tomamos muy en serio estas preocupaciones y observamos la evolución con
cuidado”. A la vez, reconocía que “una inflación más elevada reduce los
ingresos reales, especialmente de aquellos más desfavorecidos en la
distribución”.
La dirigente ha
argumentado que restringir la política monetaria prematuramente no abordaría
las causas de la inflación, porque los precios de la energía se utilizan de
forma global y la política monetaria del BCE no puede remediar los cuellos de
botella de la oferta. En este sentido, ha defendido que, para devolver la
inflación de manera sostenible a esa meta, cuando las tasas de interés están
cerca del límite inferior efectivo, el BCE debe ser “persistente en su política monetaria, y
no debe apresurarse a un endurecimiento prematuro empujado por shocks
inflacionarios transitorios o impulsados por la oferta. En un momento en que el
poder adquisitivo ya se está viendo reducido por el aumento de las facturas de
la energía y el combustible, un ajuste indebido representaría un viento en
contra injustificado para la recuperación. Solo empeoraría esta presión sobre
los ingresos”.
Por el contrario, el
presidente del Bundesbank alemán, Jens Weidmann, se apresuró a corregir en
público el discurso de la presidenta, señalando que el BCE debería evitar
cualquier compromiso que mantenga abierto el grifo del dinero. Ha señalado que
“unas expectativas de inflación más altas y un mayor crecimiento de los
salarios reforzarán las presiones sobre los precios a medio plazo y será
entonces más difícil poner palos en la rueda de la inflación”.
La realidad, es que según
Eurostat, los precios siguen subiendo. El IPC en la zona euro ha subido
hasta el 4,9% en noviembre. Es la cifra más alta, desde 1977, en la serie
histórica de la oficina europea de estadísticas. Esta subida estaba anunciada.
Analistas y bancos centrales lo habían advertido. Pero no por eso es menos
sorprendente ver la inflación en unos niveles que Europa no ha conocido en
varias décadas.
En países como Alemania,
con una opinión pública y política siempre sensible a los movimientos de los
precios, el incremento de los precios ha sido en un solo mes de 1,4 puntos al llegar
su IPC anual al 6%. Bélgica se sitúa en algo más del 7%, y le superan los tres
países bálticos (Lituania, Letonia y Estonia). Los únicos países de la zona
euro en los que podría hablarse de una inflación más moderada son Francia
(3,4%) y Portugal (2,7%).
Esta subida ha seguido
disparando las peticiones de quienes piden al Banco Central Europeo (BCE) que
empiece a retirar los estímulos económicos para tratar de contener los precios.
Sin embargo, por ahora, los
máximos responsables del BCE se mantienen firmes en las decisiones anunciadas
para los próximos meses, Luis de Guindos ha señalado que: “dejamos claro que
comenzaremos a subir los tipos poco después de haber finalizado nuestras
compras netas de activos. Confío en que esas compras netas continuarán durante
el próximo año”.
El cambio en la política
monetaria expansiva que ha mantenido el BCE en los últimos tiempos podría
enfriar la economía, justo en un momento en que las incertidumbres se han
disparado con la aparición de una nueva variante de la covid-19 sobre la que se
sabe muy poco. Entre lo que no se conoce de esta mutación del virus está la
eficacia de las vacunas. Esta nueva incógnita, en consecuencia, complica mucho
más el objetivo de alcanzar una política económica que mantenga los estímulos
para consolidar una recuperación vigorosa e incierta a la vez, y que intente
contener unos precios desbocados en los últimos meses.
Los bancos centrales
siguen apostando a que la subida es coyuntural y que entrado 2022 la inflación
perderá fuelle, aunque también han empezado a admitir que el aumento del IPC es
más vigoroso de lo que esperaban en principio. Por ahora, los efectos de
segunda ronda (que la inflación se traslade a los salarios) son muy pequeños.
Analizando el aumento de
precios en la zona euro, destacan los habidos en estos recientes meses: electricidad
e hidrocarburos (los precios de este epígrafe han subido algo más del 27,4%). Muy
por encima de otros productos básicos de la cesta de la compra, como los
productos de comida frescos (1,9%) o la comida procesada 2,6%.
Lagarde, igualmente, ha
soportado las quejas de la banca privada, ahogada por los bajos tipos de
interés y convencida, según los bancos de que “el BCE no actúa con fidelidad a
su mandato, sino como un agente político que trata de sostener artificialmente
a los países del sur del Europa que se encuentran en quiebra técnica. La
inflación durará más y las tasas de inflación se mantendrán más altas de lo que
muchos piensan en este momento. Por lo tanto, una reacción de los bancos centrales
debería ser más rápida de lo planeado”.
ESPAÑA:
Comencemos por lo
positivo: según las cifras de paro registrado a fínales de noviembre, por
noveno mes consecutivo el paro sigue disminuyendo en España, una situación
bajista sin precedentes en la estadística laboral. Con mayor brillo, si cabe,
por extenderse a lo largo de meses, como el de noviembre, tradicionalmente
malos para el empleo.
De nuevo los datos del
empleo siguen siendo buenos (según las afiliaciones a la Seguridad Social, tenemos
más ocupados que nunca en España) y el histórico contable suma la cifra más
alta. En noviembre el paro bajó respecto
a octubre (-74.381) hasta situarse en 3.182.687 personas desempleadas, el dato
más bajo para este momento del año desde 2008. Los sectores que capitalizan
este recorte son la Agricultura (-6.072, un -3,89%) y la Industria (-7.689, un
-2,91%); por delante de los Servicios (-48.528, un -2,11%) y la Construcción
(-4.336, un 1,70%).
Las afiliaciones a la
Seguridad Social suben por tercer mes consecutivo hasta situarse en 19.752.358
(+61.768), nuevo máximo, situándose de nuevo por encima de los datos previos a
la aparición del coronavirus. También los datos son buenos por el lado de las
contrataciones: se han formalizado 2.021.546 contratos, la cifra más alta para
este mes en toda la serie histórica; siendo 282.981 de ellas de carácter
indefinido (14%), de nuevo el dato más alto para esta categoría desde que se
tienen registros.
Igualmente, destaca que,
respecto a los ERTE, los datos de finales de noviembre reflejan que al amparo
de la recuperación el colectivo de trabajadores afectados todavía sigue siendo
cada vez menor. En noviembre se contabilizaron 125.632 personas, la cifra más
baja desde que allá por abril de 2020 se reunieran más de 3,6 millones.
La inesperada
consistencia del empleo no parece haberse inmutado por alteraciones como la
subida del salario mínimo interprofesional (SMI), a pesar de los pronósticos
del propio Banco de España. Los 15 euros en los que se incrementó desde
septiembre hasta situarse en 965 mensuales en 14 pagas, auguraban reducciones
en las contrataciones que no se están produciendo. Y ya son tres meses en los
que el efecto de la subida no se ha hecho notar.
La no correspondencia de
este repunte y las estadísticas de la marcha del PIB, que, aunque el producto
siga creciendo, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos
(OCDE) para 2021, ha rebajado el crecimiento económico del 6,8% al 4,5%, y
en 2022, del 6,6% al 5,5%.
Esta circunstancia unida
al aumento de la recaudación, en cierta medida, supone cierta distorsión en las
cifras.
Y es que la OCDE ha
rebajado las previsiones de crecimiento para España para 2021, del 6,8% al
4,5%, y en 2022, del 6,6% al 5,5%. Para 2023, augura una expansión del 3,8%. El
organismo con sede en París sigue la estela de otras instituciones
internacionales, entre ellas el FMI y la Comisión Europea, que recortaron sus
pronósticos para España después de que el Instituto Nacional de
Estadística (INE) diera una drástica rebaja a su estimación inicial del
crecimiento del PIB del segundo trimestre, del 2,8% al 1,1%.
La recuperación económica
es clara, pero más modesta que la augurada en anteriores informes, por lo que
el Producto Interior Bruto (PIB) español no recuperará el nivel que tenía antes
de la pandemia hasta el primer trimestre de 2023.
Según la OCDE, “la
demanda doméstica será el principal motor del crecimiento, ya que una mayor
confianza, la mejora de las condiciones del mercado laboral, las condiciones de
financiación favorables y los fondos Next Generation de la UE impulsaran al
consumo y a la inversión privados”.
La OCDE prevé que la tasa
de ahorro vaya recuperando los niveles anteriores a la pandemia a medida que
los hogares vayan consumiendo y atendiendo las necesidades que pospusieron,
pasando del 10,8% de sus ingresos disponibles en 2020 al 6,9% en 2021 y el 4,8%
en 2022.
Igualmente, señala el
Informe de la OCDE, que han sido decisivos los ERTE que el documento señala “que
han permitido limitar la destrucción de empleo y allanar el camino a la
recuperación económica. El aumento de las afiliaciones a la Seguridad Social y
la reducción del volumen de trabajadores que se hallan en esos mecanismos de
protección temporal están devolviendo al mercado laboral a niveles casi
similares a los de antes de la pandemia”. En concreto, la OCDE prevé que la
tasa de paro regrese en 2022 a una tasa del 14,2% y siga cayendo en 2023 hasta
el 13,6%. Sin embargo, el informe señala los dos grandes agujeros del mercado
laboral español: la elevada tasa de parados de larga duración (32%) y jóvenes
(30%).
La crisis ha tenido un
impacto en las finanzas públicas, tanto por las dimensiones del desplome (la
economía cayó un 10,8% en 2020) como por el gasto en el que incurrieron las
Administraciones para hacer frente a la emergencia sanitaria y económica.
España cerró el año pasado con un desfase presupuestario equivalente al 11% del
Producto Interior Bruto (PIB). Las Administraciones irán drenando ese déficit
hasta el 8,1% del PIB en 2021, el 5,4% en 2022 y el 4,2% en 2023. La deuda
pública, que escaló del 95,5% de 2019 al 120% de 2020, también irá reduciéndose
hasta llegar al 115,9% del PIB en 2024.
Por otro lado, la
posibilidad de que los precios den una tregua en la recta final del año se
desvanece. La inflación subió en noviembre un 5,6% respecto al año pasado, dos
décimas por encima de la registrada en octubre, y su nivel más alto desde
septiembre de 1992, hace casi tres décadas. Los datos preliminares, publicados
por el Instituto Nacional de Estadística (INE), marcan nuevos máximos anuales
para la inflación en España, que ha crecido sin interrupciones desde marzo. El
organismo achaca el avance a las subidas de los precios de la alimentación y,
en menor medida, de los carburantes y lubricantes para vehículos. Como noticia
más positiva, detecta una caída de los precios de la electricidad.
Las cifras elevan la
inquietud por la pérdida de poder adquisitivo de los salarios, y coloca nuevos
obstáculos a la recuperación al desviar parte del ahorro embalsado que debía ir
a consumo hacia partidas como el sobrecoste en la cesta de la compra, llenar el
depósito del coche, y la factura eléctrica situada en umbrales históricamente
elevados.
La inflación subyacente, sin
duda el indicador más fiable para medir la evolución y tendencia de los
precios, ya que no tiene en cuenta los precios de la energía y de los alimentos
frescos (los elementos más volátiles), también ha subido, pasando del 1,4% al
1,7%.
Con el dato de noviembre
ya puede calcularse la inflación media de diciembre de 2020 a noviembre de 2021
(sirve de referencia para la subida de las pensiones). Como resultado, las
pensiones aumentarán un 2,5% a partir de enero. La vinculación de las pensiones
con el índice de precios de consumo (IPC) aprobada en la primera parte de
la reforma de las pensiones provocará ese incremento.
Junto a ese aumento, será
necesario otro ajuste más en 2022, como consecuencia de un aumento de los
precios superior al estipulado por el Gobierno para 2021: por ello, habrá otra
paga para los pensionistas con la que compensar el desfase de las previsiones.
Según los últimos datos
del Ministerio de Seguridad Social, en noviembre se contabilizaron 8,9 millones
de beneficiarios, cuya asignación media fue de 1.038,49 euros; mientras que la
cuantía media para las jubilaciones alcanzó los 1.194,94 euros.
La realidad, es que la
inflación lleva meses en el debate económico. Los bancos centrales repiten que
es transitoria, una fórmula intencionadamente ambigua que nadie sabe traducir
en meses. Países muy endeudados, como España, temen que se acelere la retirada
de estímulos monetarios para evitar el sobrecalentamiento y se encarezca así su
financiación en los mercados. Los inversores hacen cábalas sobre el impacto en
Bolsas, divisas y materias primas de las futuras subidas de tipos de interés.
Los trabajadores reclaman, en casos como el del sector del metal en Cádiz,
adaptar sus salarios a la nueva realidad del coste de la vida. Y los
consumidores ya han detectado el golpe al acudir a los supermercados, con
importantes alzas en productos tan utilizados como el aceite de oliva, y otros
muy importantes en la cesta de la compra.
Sin embargo, mucho más
preocupante que el comportamiento de los precios, es la amenaza de la recién
descubierta variante Ómicron del coronavirus que puede propiciar un cambio de
prioridades. Si el riesgo sanitario vuelve a un primer plano acompañado de
confinamientos, restricciones a la movilidad y limitaciones horarias a los
negocios, la preocupación virará desde la inflación hacia la debilidad de la
recuperación económica en marcha, y la caída de los precios llegaría,
previsiblemente, no por la deseada vuelta a la normalidad, sino por un fuerte
retroceso del consumo y de las cotizaciones de gas y petróleo, muy ligadas al
crecimiento económico.
Según Ontiveros,
presidente de Analistas Financieros Internacionales (AFI), existe una enorme
incertidumbre: “si la variante sudafricana cobra personalidad, la inflación no
sería la principal preocupación, sino la cuantía y la calidad de la
recuperación. Es un momento complicado, porque, aunque veamos indicadores
sanitarios aceptables aquí, en Europa empezamos a ver países en situación
complicada. Si la variante complica la vida a Europa y vuelven restricciones
serias en movilidad, la Semana Santa y el verano se irán al traste. Y eso son
malas noticias: una parte muy significativa de la recuperación española depende
de volver a los 83 millones de visitantes extranjeros de 2019”.
Por ahora, ya se está
notando su incidencia negativa, ya que la subida de la incidencia de la
pandemia del coronavirus impacta ya en las reservas hoteleras y hosteleras. Las
cancelaciones que está sufriendo el sector está inquietando a los empresarios,
que temen que la situación acabe con la campaña de invierno. En los destinos
más dependientes del turismo extranjero, el impacto es mayor que el nacional.
Algunos hoteles están
empezando a sufrir un aluvión de
cancelaciones por las restricciones de la pandemia. En la Costa del Sol
las reservas de los hoteles se han reducido un 25%. La variante sudafricana ómicron
se suma al retroceso del turismo que sufre Canarias, siempre dependiente de la
llegada de extranjeros a sus islas desde países como Alemania y Reino Unido.
Además dentro de la
elevada incertidumbre general (no existen análisis que puedan prever cuál va a
ser la evolución de la crisis económico-sanitaria), las subidas de precios y
sus causas siguen latentes: los problemas de las cadenas de suministro en el
comercio global se mantienen en forma de cuellos de botella en los puertos por
la falta de camioneros y una carencia de chips que está obligando a las
fábricas de automóviles a efectuar parones por retrasos en su llegada de hasta
25 semanas, y mantiene en vilo a casi 40.000 empleados de las factorías de
Volkswagen, Stellantis, Renault, Ford y Mercedes en España.
Por otro lado, la
revalorización de las pensiones con el IPC ha sido uno de los hitos principales
de la primera parte de la reforma de las pensiones que han acordado Gobierno,
sindicatos y patronal en el seno del diálogo social, y con la que se daba
cumplimiento a la recomendación segunda del Pacto de Toledo.
Durante la tramitación
parlamentaria de la reforma de las pensiones el Gobierno aprobó también la
equiparación de las parejas de hecho con los matrimonios en cuanto a las
pensiones de viudedad, y la elaboración y remisión a la Comisión de Seguimiento
y Evaluación de los Acuerdos del Pacto de Toledo “un informe relativo a los
ingresos provenientes de cotizaciones sociales y a los gastos de naturaleza
contributiva y no contributiva”.
Volviendo a la subida de
los precios, el aumento refleja que los alimentos se han sumado a una tendencia
tan preocupante para el bolsillo de los consumidores (especialmente para los de
menores recursos) como para los bancos centrales. La pandemia ha trastocado
todas las variables económicas, y el sector primario no es ni mucho menos
ajeno: un inusual y peligroso cóctel de menor oferta y mayor demanda ha
elevado en un 30% los precios en origen en solo un año, su nivel más alto
en una década, según los datos de la Organización de las Naciones Unidas
para la Alimentación (FAO).
Los precedentes son
escasos, y no admite paralelismos con nuestros días.
Lo más alarmante ha sido
la velocidad a la que se han disparado los precios de los alimentos. Según el
Centro de Investigación de Economía y Desarrollo Agroalimentario (CREDA), “con
los cuellos de botella en el transporte, la subida de precios parece coyuntural
y no debería ir para muy largo. Pero es una tormenta perfecta en la que
confluyen muchas cosas a la vez”.
Aunque el alza es
generalizada, hay importantes diferencias por grupos de productos: el mayor
aumento, es el que afecta a los aceites vegetales, que suben un 75% desde
octubre del año pasado, seguidos a gran distancia por el azúcar (+40%) y los
cereales (+22%). La escalada de estos últimos es especialmente significativa:
además de ser la clave de bóveda de la dieta a lo largo y ancho del mundo,
tienen un significativo efecto arrastre sobre otros subgrupos de productos,
como la carne (son la base de la alimentación del ganado) que se encarece un
22%.
Existe una extraordinaria
confluencia de factores que influyen en el comportamiento de los precios. Entre
ellos se encuentra el fortísimo estirón de las compras del país más poblado del
planeta, China, que en la primera mitad del año pugnó con fuerza en los
mercados para reconstruir sus reservas estratégicas. También por un aumento en
la demanda de biocombustibles (etanol, biodiésel), que son mucho más atractivos
con la energía en máximos (tal como se encuentra en estos momentos) y que
presionan al alza tanto al azúcar como a los aceites. Y por una menor oferta de
lo habitual en algunos de los mayores productores de alimentos del mundo por
factores climáticos: inundaciones en Asia, sequía en Brasil, Rusia y en
varios Estados de Estados Unidos. El reciente encarecimiento de los
fertilizantes, un elemento clave en los costes agrícolas ha terminado de contribuir
al comportamiento de los precios.
En todo caso, la
especulación ha crecido con fuerza en los mercados alimentarios. Este fenómeno
de “creciente financiarización”, según Brigit Busicchia, profesora de la
Macquarie University de Sídney (Australia), “está perturbando los fundamentos
tradicionales de la oferta y la demanda en el sector primario, y está
amplificando las fluctuaciones de precios”.
Para que el análisis sea
completo, hay que sumar a la tremenda subida en los costes de transporte
derivada del atasco global en los puertos, y del igualmente brutal encarecimiento
del petróleo en los últimos tiempos.
Según técnicos del FMI,
la subida de los precios de los precios citados, tardará entre seis y 12 meses
en llegar en toda su extensión a la factura que recae sobre el consumidor. Así
“que el incremento, que empezó la primavera pasada solo empieza a notarse
ahora en los lineales de los supermercados. En los próximos tiempos seguiremos
viendo subidas en la factura que pagamos por la comida”.
Los efectos de la
inflación alimentaria son muy regresivos: afectan más a quienes menos tienen, y
es asimétrico en lo geográfico. En el mundo rico, las capas más pobres de la
población tienen las de perder. La comida supone una fracción mayor de sus
gastos y, por tanto, su encarecimiento resta un mayor poder de compra. Los más
acaudalados, mientras, apenas notarán el alza: para ellos la factura del
supermercado tiene una importancia residual sobre sus gastos totales. Con todo,
el problema fundamental está en las naciones de renta media, donde la
dependencia de las importaciones es mayor y gran parte de la población se ve
severamente golpeada por cualquier aumento en la cesta de la compra.
Esta divergencia, además,
surge en un momento crítico, tras una pandemia que ha agravado la
desigualdad en todas sus vertientes: entre individuos, pero también entre
países y bloques.
Como consecuencia de la
pandemia, se han provocado grandes vaivenes en la economía. Ello ha agudizado
los cambios en las estadísticas con la consiguiente dificultad de su
interpretación. Ello explica la
controversia vivida con la revisión a la baja del crecimiento del PIB del
segundo trimestre realizada por el Instituto Nacional de Estadística (INE).
Igualmente ha surgido dudas sobre la brecha que existe entre el empleo y
el PIB: a pesar de la buena marcha del mercado laboral, la economía no avanza
al mismo ritmo y la productividad se hunde. Los técnicos del INE han
manifestado que usan más de 700 indicadores y que siguen al pie de la letra el
manual del Sistema Estadístico Europeo, lo que ha supuesto un esfuerzo ímprobo
durante la pandemia. Además, anticiparon que a la luz de las últimas cifras
podría haber una revisión al alza del tercer trimestre, que en la
estimación avanzada por el organismo a finales de octubre contabilizó un
crecimiento trimestral del 2%.
Una de las razones, según
los técnicos del INE, es el comportamiento del turismo internacional. Lo que
está afectando negativamente al consumo.
Respecto al
distanciamiento señalado entre el empleo y el PIB, el INE indicó que lo
importante es tomar las horas trabajadas, dado que ha habido muchos empleados
en ERTE. En un momento de grandes cambios sectoriales, el PIB parece
recuperarse más en ramas de baja productividad como el sector público, la
rehabilitación de vivienda, la hostelería o el transporte. Es decir, por más
que se recobre el empleo, las ventas no mejoran en la misma medida porque se
trata de actividades poco productivas. Muchas empresas han podido recuperar a
sus trabajadores del ERTE antes de haber recobrado la demanda.
Sin embargo, las
exportaciones han recuperado los niveles previos a la pandemia, e incluso alcanzando
niveles récord. Aunque la realidad, es que esta evolución se explica por la
subida de precios de las mismas. En todo caso, hasta septiembre las ventas
españolas al exterior se situaron en los 229.962 millones, un 22,1% más que
hace un año y un 6% más que en 2019.
En ese periodo, las
exportaciones de productos no energéticos crecieron un 14,9% interanual en
volumen, mientras que los precios aumentaron un 5%. En el caso de los productos
energéticos, los precios subieron un 33,2% y en volumen crecieron un 11,3%.
Solo en septiembre las
ventas crecieron un 21,9%. Pero en ese mes se vio todavía de manera más
evidente el peso de los precios: por volumen, el aumento de ventas fue del
8,9%, ya que los precios por índice de valor unitario repuntaron un 11,9%.
Según datos publicados
por el Ministerio de Industria, los principales sectores en términos de peso
sobre las exportaciones de los tres primeros trimestres del año fueron los
bienes de equipo (18,8% del total tras aumentar un 17,8%), el sector
agroalimentario más tabaco (18,2%), los productos químicos (16,9%) y la
automoción (15,4%). Pero la actividad que mayor está aportando al crecimiento
de las ventas al extranjero es la química, que aporta 4,6 puntos del
crecimiento general del 22,1%. Las ventas de petróleo y derivados a Italia,
Países Bajos, Marruecos y Estados Unidos fueron las que más contribuyeron al
repunte.
Por lo que respecta al
ritmo de las importaciones, estas registran un nivel similar que el de las
exportaciones. Crecieron un 21,9% entre enero y septiembre, pese a que al ser
un valor superior (243.229 millones de euros), el saldo comercial aumentó un
19,5%. Mientras el saldo no energético tuvo un superávit de 3.125 millones (un
año antes fue de 116 millones), el déficit energético creció un 46% (16.392
millones).
Por otro lado, según
datos del Banco de España, la banca ha efectuado provisiones para cubrirse de
futuros impagos, por un valor de 103.000 millones de euros a finales del pasado
junio.
El sector bancario ha cesado
la venta de carteras de activos improductivos, tanto de inmuebles como de
préstamos dudosos, desde la crisis sanitaria. Solo una reactivación de estas
operaciones rebajaría la mora en los balances de las entidades. De hecho, la
banca realizó transacciones de créditos dudosos en 2020 por 6.900 millones de
euros, muy lejos de los traspasos por 21.000 millones de euros de 2019.
Sólo los mayores bancos, Santander, CaixaBank y BBVA, alcanzarán una
ratio de mora a 2023 que rozará o alcanzará el 5%. No obstante, esta
cifra aún no supera la tasa de morosidad que alcanzaron estas entidades en la
última gran recesión, especialmente en 2013, el año en el que los impagos se
situaron en su pico más alto, llegando a superar el conjunto del sector el 13%.
Por entidades, Santander alcanzó ese ejercicio una tasa de mora del 5,64%; BBVA
la situó en el 6,8% y CaixaBank, la incrementó hasta el 11,6%.
Todo ello, ha llevado a
que el Banco de España haya alertado, en la presentación de su informe de
Estabilidad Financiera, que hay entidades que tienen que realizar más
provisiones ante el riesgo del deterioro crediticio, puesto que el 40% de los
bancos no cubrirían todas sus pérdidas.
MERCADOS:
La nueva variante de
coronavirus detectada en Sudáfrica, bautizada como Ómicron por la Organización Mundial de la Salud (OMS),
y el ritmo creciente de contagios ha hecho saltar la alarma en los mercados. El
Ibex 35 se desplomó durante un “viernes negro”, no precisamente por el Black Friday. Como resultado, el Ibex 35 se ha convertido de nuevo en
el peor índice de todo el continente. El selectivo español sufrió
una caída de 4,96%, (la mayor
desde junio de 2020) y perdió el nivel de los 8.500 puntos En estos momentos, se
ha situado algo por encima de los 8.300 puntos. En definitiva, ha tenido lugar el
mayor hundimiento del índice español en casi un año y medio.
Y es que el mes de noviembre ha sido un mes nefasto para la Bolsa española, que ha perdido un 8,31 %.
Se trata de la mayor caída en un mes desde que comenzó la pandemia el
año pasado. El Ibex 35, principal índice del mercado, se ha dejado 752
puntos y ha cerrado en 8.305,1 puntos. No se había visto una caída tan
intensa desde marzo de 2020,
cuando estalló la pandemia y la Bolsa se hundió 1.937 puntos, un 22,21 %.
El resto de los parqués
europeos también han apuntado pérdidas considerables: Fráncfort, Milán, París y
el Eurostoxx 50, que agrupa las 50 empresas más importantes de la zona del
euro, se han derrumbado siguiendo la estela iniciada por los mercados
asiáticos. Lo mismo ha ocurrido en Wall Street.
El miedo a la vuelta a la
fase más aguda de la crisis sanitaria ha teñido de rojo a casi todos los
valores del selectivo español. Los más penalizados son aquellos relacionados
con el turismo y los viajes. Pero los bancos también han sufrido fuertes
caídas.
La amenaza de una nueva
variante puede retrasar la retirada de estímulos por parte de los bancos
centrales si perciben que la recuperación está en riesgo. La fecha clave es
mediados de diciembre, cuando tanto la Reserva Federal de Estados Unidos como
el Banco Central Europeo se reunirán.
Por otro lado, el precio
del barril de petróleo Brent, el de referencia para el Viejo Continente, se ha
situado algo por encima de los 70 dólares, y el Texas en alrededor de 68
dólares.
Entre las materias
primas, destaca también la revalorización del oro hasta casi 1.600 euros por onza,
un valor refugio para los inversores ante los retrocesos experimentados en el
mercado.
Por otro lado, en
relación al mercado de divisas, la divergencia en el tono de la política
monetaria a ambos del Atlántico (con la inflación al alza en todo el mundo, la
Reserva Federal ha anunciado que empezará a retirar estímulos este mes
mediante la reducción de sus masivas compras de deuda) ha llevado a la moneda
única a mínimos de un año y cuatro meses frente al dólar.
A finales de noviembre,
un euro barato se cambiaba por 1,13 dólares, frente a los 1,23 de principios de
año. Se trata de una excelente noticia para los exportadores españoles que ven
como sus productos se abaratan frente a sus competidores de fuera de la
eurozona, pero también una mala nueva desde el punto de vista energético, dado
que tanto el petróleo como el gas natural cotizan en la divisa estadounidense y
su fortalecimiento encarece las importaciones.
Respecto al mercado
inmobiliario, según datos del Índice Inmobiliario Fotocasa, en España el precio
de la vivienda en alquiler descendió en octubre un 0,5% respecto al mes
anterior y un 6,1% en el último año, situando su precio en 10,09 /m2 al mes.
La caída interanual del
alquiler (-6,1%) fue la mayor registrada en 10 años, desde noviembre de 2011
(-6,4%).
Según el INE. la
compraventa de viviendas se disparó un 40,6% el pasado mes de septiembre en
relación al mismo mes de 2020, hasta sumar 53.410 operaciones, su mayor cifra
en un mes de septiembre desde el ejercicio 2007. Pero es que, además, el número
de compraventas de viviendas de septiembre es además la mayor cifra de
operaciones efectuada en cualquier mes desde abril de 2008, cuando las
compraventas alcanzaron las 54.801.
Según los datos
publicados, la compraventa de viviendas ya ha encadenado siete meses consecutivos de tasas positivas tras
las subidas del 32,4% y del 65,9% registradas en marzo y abril,
respectivamente, del 107,6% en mayo, del 73,5% en junio, del 53,5% en julio y
del 57,9% en agosto.
Finalmente, las ventas de
coches continúan en caída libre a causa de la escasez mundial de microchips.
Según cifras facilitadas por Anfac, la Asociación Nacional de Fabricantes de
Automóviles y Camiones, en el mes de noviembre se han matriculado en España
66.399 turismos, lo que supone una reducción del 12,3% respecto al mismo mes de
2020, un año marcado por el inicio de la pandemia. Si la comparación se hace
con el 2019, el desplome es del 28,7%.
Con este dato de
noviembre, las matriculaciones acumulan ya cinco meses de caídas, aunque en el
conjunto del año las ventas de coches se mantienen en positivo, con un
crecimiento del 4% respecto a 2020, con un total de 773.396 unidades (una
tercera parte menos que el mismo periodo de 2019).
EMPRESAS:
El consejo de
administración de Inditex, a petición de su presidente, Pablo Isla, de 57 años,
ha aceptado la salida del ejecutivo tanto de la presidencia como del consejo y
su comisión ejecutiva. Se trata de una desvinculación de “mutuo acuerdo”, según
ha informado la compañía a la Comisión Nacional del Mercado de Valores. Tomará
el relevo como presidenta, aunque con carácter no ejecutivo, Marta Ortega
Pérez, de 37 años, hija de Amancio Ortega, fundador del grupo, en un
nombramiento que será efectivo a partir del 1 de abril del próximo año. Hasta
entonces, Isla seguirá al frente de la compañía.
Como suele ocurrir con
cambios de tal calado en las grandes empresas, los mercados son los primeros en
reaccionar. Y en este caso no han recibido con agrado el anuncio de salida de
Isla, un directivo muy bien valorado por los analistas que no ha querido
adelantar qué hará cuando deje el grupo. La cotización de Inditex llegó a caer
en el momento de conocerse la noticia, a finales de noviembre, nada menos que
un 6.10%.