jueves, 19 de mayo de 2022

SITUACIÓN ECONÓMICA ESPAÑOLA Y MUNDIAL A MAYO DE 2022: la caída de la producción, la inflación y los riesgos de la guerra en Ucrania, generan una fuerte incertidumbre que están ensombreciendo el panorama económico mundial.

 

La inesperada caída de la producción, la inflación y los riesgos de la guerra en Ucrania, generan una fuerte incertidumbre que están ensombreciendo el panorama económico mundial.

GLOBAL:

Es sector de la logística (todos los procesos de coordinación, gestión y transporte de los bienes comerciales desde el lugar de distribución hasta el cliente final), de nuevo, se está viendo amenazado por el confinamiento de cuatro semanas en Shanghái y la posibilidad de otro gran encierro en Pekín.

El primer golpe, fue la crisis marítima de la segunda mitad de 2021, provocada por un exceso de demanda y un acaparamiento de barcos por parte de China, que multiplicó por cinco el precio de los fletes marítimos (el derecho para navegar) y duplicó el tiempo medio de recepción de la mercancía, de cuatro a ocho semanas. El segundo golpe, tuvo lugar como consecuencia del encarecimiento del petróleo y de todas las materias primas, que obligó a las empresas a reducir pedidos y, por lo tanto, afectando al transporte de las mercancías.

Pues bien, la paralización del tráfico de contenedores en Shanghai, (tiene el puerto con mayor actividad mundial), de nuevo, tensionará la cadena global de suministros, lastrando la competitividad de un sector fundamental en la actividad económica, insuflando nuevos bríos a las subidas de precios.

Sin duda, todo lo anterior, está induciendo a buscar nuevas formas de reubicación en zonas más próximas al consumo, con cadenas de suministro más cortas y próximas al cliente.

Con el puerto Sanghai operando al 25% de su capacidad, la situación amenaza con agravar los problemas en las cadenas de suministro que se generaron a raíz de la pandemia en 2020, y que todavía no han quedado del todo resueltos. A esto se suman las dificultades por las que también atraviesa el transporte por carretera en China, en especial ante un nuevo confinamiento en Pekín. De hecho, se estima que el número de camiones que están operando en Shanghái actualmente es un 20% inferior a lo registrado antes de la pandemia.

La propia OMC (Organización Mundial del Comercio) ha señalado a la guerra en Ucrania y a los confinamientos en China como importantes amenazas para los intercambios comerciales. De forma, que, si anteriormente se estimaba para este año 2022, un aumento del comercio de mercancías del 4,7%, ese indicador ha caído hasta al 3% (caída que podría quedarse corta si el conflicto bélico se mantiene).

Sin duda, una de las consecuencias económicas más inmediatas de la invasión rusa de Ucrania, ha sido el aumento de los precios básicos. Aunque Rusia y Ucrania representan un porcentaje relativamente pequeño del comercio y de la producción globales, se trata de suministradores de mercancías esenciales (alimentos, energía, abonos, …).

En este contexto, invadido de obstáculos e incertidumbre, la previsión es que se ralentice el crecimiento global: La OMC estima que el PIB avanzará un 2,8% en 2022, frente al 4,1% que preveía hasta ahora. El crecimiento repuntaría hasta alcanzar el 3,2% en 2023, cifra próxima al 3% de ritmo medio al que aumentó entre 2010 y 2019.

RUSIA:

La presidenta del Banco Central de Rusia, Elvira Nabiúllina, ha advertido que las reservas del país se acaban y la verdadera crisis llegará entre el segundo y el tercer trimestre de este año. Su aviso fue rechazado por el propio Vladímir Putin pocas horas después: “Rusia ha resistido una presión sin precedentes, pero la situación, según afirmó, se está estabilizando.

Sin embargo, la presidenta Nabiúllina subrayó que la situación está lejos de normalizarse: “el periodo en el que la economía ha podido vivir de las reservas se ha terminado. Ya en el segundo trimestre o principios del tercero entraremos en una etapa de transformación estructural. Las sanciones han afectado a los mercados financieros, pero a partir de ahora empezarán a perjudicar cada vez más a los sectores de la economía real. El problema no está en el sistema financiero, sino en la escasez de suministros que recibirán en un futuro próximo las fábricas y empresas, ya que las restricciones a las importaciones y, en el futuro, a las exportaciones de productos rusos serán importantes”.

Además, el Banco Central ruso no tratará de compensar la inflación: “no intentaremos reducirla de ninguna manera porque impediría que las empresas se adapten. Restaurar ahora el suministro de componentes importados es más difícil y costoso, y eso afecta inevitablemente al precio del producto final”, por lo que los van a sufrir una importante pérdida de su poder adquisitivo.

Durante el pasado mes de marzo (primer mes de la guerra), la tasa de inflación interanual oficial rondó el 20%.

Respecto a la cantidad de reservas disponibles en Rusia, Nabiúllina quitó importancia a la cantidad que existía antes de crisis: de los 620.000 millones de dólares (592.000 millones de euros), prácticamente, la mitad de esta dotación fue congelada por occidente, y el resto se ha utilizado para proteger la cotización del rublo.

Pues según la presidenta, esa cantidad no es suficiente: “se trata de oro y yuanes, lo que no permite gestionar de forma operativa nuestra moneda en el mercado interno, pero no en el externo, ya que los hipotéticos compradores del oro (si decidiese liquidarlo) se enfrentarían a sanciones estadounidenses y europeas).  

A los pocos días del comienzo de la guerra, el banco central ruso impuso un “minicorralito” al movimiento de capitales, elevando el tipo de interés del 9,5% al 20%. Igualmente, se obligó a las empresas a cambiar por rublos el 80% de sus fondos en dólares y euros, se prohibió que los bancos y casas de cambio que vendiesen esas divisas a los ciudadanos, y se ha vetado que los extranjeros deshagan sus posiciones en la Bolsa de Moscú.

El hecho, es que la cotización de la moneda rusa, que llegó a cambiarse a 160 rublos por euro, ha llegado a caer hasta alrededor de los 80 rublos por euro (una importantísima depreciación).

CHINA:

La segunda potencia económica mundial, China, ha crecido un 4,8% interanual en el primer trimestre de 2022, Se trata de una cifra algo superior a la esperada (los analistas esperaban que en los tres primeros meses de este año el crecimiento de su PIB fuese del 4,3%).

El Gobierno chino se ha fijado un objetivo de crecimiento para 2022 “en torno al 5,5%”, el más bajo en tres décadas.

Shanghái, capital financiera de la segunda economía mundial, que cuenta con 26 millones de personas, está sufriendo un severo confinamiento que está ocasionando un fuerte descontento social.

El efecto de este confinamiento se ha dejado notar, advirtiendo los analistas que pueden empeorar en los meses venideros. Las ventas al por menor cayeron un 3,5%.

Aunque lastren a la economía, China es la única que ha mantenido a toda costa la política de “covid cero”, manteniendo sus fronteras cerradas de manera casi total y cualquier pequeño brote se ataja con cuarentenas centralizadas, confinamientos localizados, limitaciones a los movimientos y pruebas PCR masivas.

La mayoría del teletrabajo de las tareas de oficina se puede desarrollar durante el confinamiento, pero no es tan posible si los trabajadores son trasladados a centros de cuarentena. Para las empresas, se ocasionan cortes en los servicios portuarios y repartos muchos más tardíos.

El Banco Central de China ha reducido la cantidad de efectivo que los bancos deben guardar como reservas de caja, por tanto, inyectando una mayor cantidad de dinero, pero ha mantenido los tipos de interés.

JAPÓN:

Tras reafirmarse, por el Banco Central japonés, en el mantenimiento de su política monetaria, el yen se mantiene en caída libre. La autoridad monetaria japonesa ha dejado nítidamente claro, que no tiene prisa en volver a las políticas monetarias más ortodoxas y estrictas, que han comenzado a aplicar la Reserva Federal estadounidense y el Banco Central Europeo.

El gobernador del Banco de Japón, Haruhiko Kuroda, expresó que no existe justificación para incrementar las tasas de interés de los préstamos: “queremos evitar que los tipos de interés a largo plazo se coticen por encima del 0,25%, porque es inapropiado”.

La depreciación del Yen frente al dólar estadounidense favorece a las exportaciones japonesas (la apreciación del dólar aumenta su capacidad de compra de productos de Japón), aunque, también, perjudica seriamente a sus importaciones (encarece sus compras de materias primas y energía).

La divergencia de políticas monetarias entre Estados Unidos y Japón, está ampliando la brecha entre el rendimiento de los bonos de los gobiernos japonés y estadounidense, lo que disminuye la demanda del yen y provoca que los inversores internacionales opten por vender sus títulos en el mercado de valores nipón.

El Banco Central japonés también comunicó que continuará con su programa de expansión cuantitativa y con la política de control de los tipos de interés para alcanzar el objetivo de inflación del 2%.

ESTADOS UNIDOS:

Frente a la subida de precios, la Reserva Federal de Estados Unidos ha subido los tipos de interés en 0,5 puntos, lo que los deja entre el 0,75% y el 1%. La Fed ya los había subido 0,25 puntos durante el pasado marzo. 

El Banco central estadounidense, ha advertido que serán necesarias subidas sucesivas, - medio punto en cada una de las dos próximas reuniones-  lo que situará a los tipos al 1,75% al 2% a finales de julio.

Powell, presidente de la Reserva Federal, ha señalado que “la inflación es demasiado alta y entendemos las dificultades que eso está provocando, por lo que nos estamos moviendo decididamente para rebajarla”.

Y es que la Reserva Federal tiene un doble mandato: lograr la estabilidad de precios y el máximo de empleo. Con una inflación que ha llegado al 8,5% (el máximo en cuatro décadas), y una tasa de paro en el entorno del 3,5%, en zona de mínimos históricos, la subida de las tasas de interés estaba, claramente, esperada.

Señala la autoridad monetaria que “la creación de empleo ha sido importante durante los últimos meses y la tasa de desempleo ha disminuido sustancialmente. La inflación sigue siendo elevada, lo que refleja los desequilibrios de la oferta y la demanda relacionados con la pandemia, el aumento de los precios de la energía y las presiones generales sobre los precios”.  

Los tipos de los bonos del Tesoro estadounidense a 10 años han superado el 3% de interés, los tipos hipotecarios también se han encarecido y el dólar se ha revalorizado y se encuentra en su nivel más alto en 20 años frente a las principales divisas mundiales.

Lo peor, es que la inflación subyacente (no incluye los productos más volátiles como la energía o los alimentos no elaborados), ha superado el 5% suponiendo una fuerte amenaza, ya que marca una tendencia de los precios.

Hace nada menos que 22 años, el entonces presidente Greenspan subió los tipos medio punto, pasando del 6% al 6,5%. Pues bien, junto con el estallido de la burbuja tecnológica, se acabó provocando una recesión económica (caídas del PIB).

Lo peor, es que se ha conocido que el Producto Interior Bruto (PIB) estadounidense durante el primer trimestre del año, se contrajo a una tasa anualizada del 1,4% en el primer trimestre del año. Un descenso del 0,4% intertrimestral. Se trata de una situación no esperada, por la amenaza que supone la aparición de la temida “estanflación” (simultaneidad de inflación y estancamiento económico).  

Según Bloomberg, se esperaba un crecimiento del 1,1% entre enero y marzo, pero se ha puesto de relieve una importante desaceleración con respecto al ritmo de crecimiento registrado anteriormente. La inflación, en máximos en 41 años, es la principal responsable de la caída de la producción. La oficina de estadísticas estadounidense (BEA) ha atribuido el descenso del PIB al repunte de casos de covid-19 por la variante ómicron, con un pico a mediados de enero, y a la reducción y la finalización de los pagos previstos en los paquetes de ayuda y estímulos que el Gobierno federal aprobó para aliviar el batacazo económico de la pandemia.

De esta forma, el PIB de Estados Unidos, durante el primer trimestre, se ha situado en el 2,8% (mayor que el registrado en el cuarto trimestre de 2019, justo antes de que la pandemia).

Dentro del panorama de las elecciones legislativas del próximo noviembre, la inflación es el mayor problema para el presidente Biden.  si desea evitar un resultado adverso en las urnas. La inflación ha comenzado a reflejar el impacto de la guerra, encareciendo el precio de la energía y los alimentos. El precio de la gasolina se ha llegado a situar, de media, en 4,33 dólares (3,99 euros) por galón (3,7 litros).

Muy preocupante, es el comportamiento de la inflación subyacente (el mejor indicador que excluye a los elementos más volátiles, precios de la energía y alimentos frescos o no elaborados), Ha subido durante marzo el 0,3% (un 6,5% en su tasa interanual). Como ya se ha comentado, este indicador indica la tendencia de los precios.

Lo precios de la energía y la alimentación han sufrido una subida interanual del 32% y el 8,8%, respectivamente, durante 2021. Ello, frente a la liberación masiva de millones de barriles de crudo procedentes de las reservas estratégicas del país, para compensar la interrupción del suministro de petróleo ruso, así como incentivar la producción petrolera y de gas interior.

Sin embargo, las expectativas de inflación a largo plazo no prevén fuertes subidas. Pero el desconocido final de la guerra de Ucrania, hace temer que todo vaya a peor.  

EUROZONA:

¡Cómo puede cambiar todo en un breve espacio de tiempo!...  Hace tres años Europa vivía una situación deflacionaria, y ahora la situación es completamente la contraria: unos precios desbocados.

De nuevo, el aumento del coste de la energía es la razón de las subidas de precios en la Eurozona, que se ha situado durante el pasado mes de abril, en el 7,5%.

Las razones: el encarecimiento de las energías fósiles y de las materias primas; el desajuste entre oferta y demanda que se ha producido en la posible salida de la pandemia, y, como no, la guerra en Ucrania. Sin embargo, por si fuera poco, hay que añadir otro factor. El comportamiento del euro frente al dólar, ya que su fuerte depreciación está encareciendo la factura del petróleo (se paga en dólares, por lo que su coste en euros se está incrementando). 

Cuanto más se aprecie el dólar frente al euro, (en este momento se encuentra en 0,95 dólares por euro, muy lejos de los 1,25 de principios de 2018 o los 1,22 de hace un año), mayor es la cantidad en euros que hemos de pagar los importadores europeos por productos básicos como el petróleo, el cobre, el hierro o la soja.

Al aumentar el diferencial de tipos de interés entre la eurozona y Estados Unidos, se produce a corto plazo un aumento de la demanda de dólares y de la oferta de euros, que ha ocasionado una depreciación del euro de más casi un 25% en relación al dólar.  

La depreciación de euro respecto al resto de divisas, no ha sido tan fuerte, aunque también se ha producido: frente al franco suizo, la caída acumulada en los 12 últimos meses es del 7% (la mitad que en el caso del dólar); frente a la libra se deja apenas un 3%, y frente al yen japonés, la divisa única incluso gana terreno.

Sin duda, también está contribuyendo también, que se siga valorando al dólar estadounidense como una divisa estable, considerándose como un “valor refugio”.  Pero la fortaleza del dólar, como lamentaba amargamente Trump en 2019, también perjudica a Estados Unidos. En el primer trimestre del año, la economía estadounidense se contrajo por primera vez desde 2020, en pleno confinamiento. Entre otros desequilibrios, los analistas destacaron la caída de las exportaciones (-5,9%) y la subida en las importaciones (+17,7%). En ambos casos, el tipo de cambio juega un papel no único, pero sí relevante.

Por el contrario, la depreciación del euro es una buna noticia para las exportaciones, ya que abarata, por la mayor capacidad de compra de las demás divisas, los productos y servicios de la eurozona en moneda extranjera. La situación puede favorecer, sobre todo el al turismo, en países como Francia, Italia, España, Portugal o Grecia.

En esta situación, preocupa el giro o cambio de la política monetaria del Banco Central Europeo (BCE), por los riesgos que conlleva: la fragmentación financiera de la región. Es decir, que a unos países les resulte más caro obtener fondos que a otros (una eventual subida de tipos agita de nuevo el fantasma de las “primas de riesgo”, que puso en jaque al euro en 2012).

En la Eurozona, la tasa de aumento de los precios en marzo situó en el 7,4%. El vicepresidente del BCE, Guindos, ha señalado que espera que la inflación podría llegar pronto a su “pico” para empezar a descender en la segunda mitad del año. Aun así, afirmó que en diciembre seguirá siendo igualmente elevada, por encima del 4%. Ese dato condicionará las decisiones que vaya adoptando el BCE, que los mercados esperan que empiece a aumentar los tipos entre julio y septiembre y pueda realizar hasta dos subidas si la guerra en Ucrania no lleva a Europa a la recesión económica (caídas del PIB).

El BCE ha señalado que el crédito, no solo para familias y empresas, sino también para los gobiernos, acostumbrados a una era de tipos negativos, han visto cómo el rendimiento de sus bonos ha ido creciendo: el bono alemán a 10 años ha llegado al 0,9%, mientras que el de España rebasaba el 1,9%, y el de Italia, el 2,7%. Sin embargo, el vicepresidente del BCE señaló que, si bien ha habido un “aumento de los tipos nominales” de los bonos soberanos “bastante generalizado”, la entidad no ha visto “una ampliación importante hasta ahora de las primas de riesgo”.

El riesgo preocupa, ya que los déficits públicos ocasionados por la pandemia, se agrandaron considerablemente. Aunque el pasado año, comenzaron a rebajarse: en la zona euro, el ejercicio se cerró con un volumen total de deuda equivalente al 95,6% del producto interior bruto (PIB), 1,6 puntos porcentuales menos que en 2020, y el déficit anual acabó en el 5,1% del PIB, dos puntos menos, según los datos que ha publicado Eurostat. Las cifras son algo mejores en el conjunto de la Unión Europea, un 88,1% y el 4,7% respectivamente.

En cualquier caso, el volumen total de deuda ha aumentado en la zona euro de 11,1 billones a 11,7 billones, y debido al crecimiento económico, la ratio respecto del PIB ha disminuido en 1,6 puntos.

Ahora bien, la guerra de Ucrania motiva que pocos analistas duden de que el año que viene todavía continuará activa la llamada “cláusula de escape”, que permite mantener el Déficit Público por encima del umbral del 3% del PIB en cada país.

Sin embargo, no parece inminente una subida de los tipos de interés en la región del euro. Según Guindos, “tenemos algo de tiempo. El programa de compra de activos debería concluir en julio y para la primera subida de las tasas de interés debemos ver nuestras proyecciones, los diferentes escenarios y, solo entonces, decidir. Nada se ha cerrado de momento.  Las maniobras del BCE este verano dependerán de los datos de junio. Desde la perspectiva de hoy, en julio es posible y en septiembre o más tarde también. Miraremos los datos y solo entonces decidiremos”.

Algunos analistas apuestan por un incremento de los tipos de tres cuartos de punto por parte del Banco Central Europeo este año, al estimar que el aumento de la inflación obligará a ello. Los mercados están valorando el ajuste de 75 puntos básicos adoptado por el BCE en diciembre, según los contratos swap (seguros que supeditan una operación a un tipo de interés) vinculados al tipo de interés a corto plazo del euro.

ESPAÑA:

Comenzando por las buenas noticias: el empleo crece, la contratación fija no deja de multiplicarse. Según los últimos datos publicados, durante el mes de abril se firmaron casi 700.000 contratos de carácter indefinido entre empresarios y trabajadores (la cifra más alta de la serie que arranca en el año 2001).

Importante es el dato, de que en el cuarto mes de este año se han superado por primera vez los 20 millones de afiliados a la Seguridad Social (20.098.119 nuevos afiliados). El paro bajó en más de 86.000 personas, situándose escasamente por encima de los tres millones de desempleados (3.022.503). Se trata de la cifra más baja desde el año 2008.

El número de contratos ha crecido, y especialmente los fijos. En abril se firmaron un total de 1.450.093 acuerdos, de los cuales 698.646, el 48,2% (prácticamente uno de cada dos), tenían carácter indefinido. Sumando todos los contratos de estas características que se han firmado en 2022, el total para este año se acerca ya a los dos millones (1.767.836), y se coloca un 181,55% por encima del cómputo total que arrojaron los mismos cuatro meses de 2021.

Con la nueva normativa laboral ha mejorado sensiblemente la situación. Los contratos fijos en febrero crecieron hasta el 22% y en marzo sumaron un 31% más, dando lugar a la mayor subida en lo que va de este 2022.

Según las cifras de la Seguridad Social, los contratos de muy corta duración, aquellos de duración menor de siete días, han seguido cayendo también en abril: han pasado de suponer el 75,8% del total de los firmados en el mes de abril en los ejercicios previos a la pandemia, a representar mucho menos de la mitad (el 28%). Mientras que en años anteriores solo el 8,4% de los contratos firmados desde el inicio del ejercicio seguían vigentes en marzo, ahora el porcentaje se ha elevado hasta el 46,7%.

Como colofón, gracias a las contrataciones de Semana Santa, también ha descendido el número de parados, que ha caído en 86.260 personas con respecto al mes de marzo. 

El paro se ha reducido en todos los sectores con respecto a los datos del mes anterior. Lo ha hecho en 65.422 personas en los servicios (-2,98%), en 9.544 en agricultura (-6,10%), en 6.972 en construcción (-2,80%) y en 4.340 personas en Industria (-1,71%). En cuanto a la comparativa por razón de sexo, aunque sigue habiendo más mujeres que hombres (1.788.385 y 1.234.118, respectivamente) desempleadas, ambos grupos han experimentado una bajada de más de 43.000 personas con respecto a los datos de marzo.

Ahora bien, contrastando con lo anterior, según el dato adelantado del Instituto Nacional de Estadística (INE), el Producto Interior Bruto (PIB) español apenas creció un 0,3% entre enero y marzo, frente a la expansión superior al 2% de los dos trimestres anteriores. El arranque del año se vio lastrado por la última oleada de la variante ómicron del coronavirus, la huelga de transportistas, los problemas de suministros y una inflación creciente propulsada por la energía y agravada por la invasión de Ucrania. El corolario de las subidas de precios es que restan poder adquisitivo: aunque en euros se pague más, en volumen real se compra menos. Y todos estos factores asfixiaron el consumo de las familias, que según el INE se ha hundido un inesperado y fortísimo 3,7% trimestral.

En los dos últimos trimestres de 2021, la economía española había sorprendido a los analistas con crecimientos trimestrales superiores al 2%, que permitieron cerrar el año con un crecimiento del 5,1%. Todavía quedaba camino por recorrer para regresar a los niveles anteriores a la pandemia, pero las previsiones de los organismos internacionales invitaban al optimismo. Todos apuntaban a una expansión superior al 5% gracias a la reapertura del turismo y a una demanda interna apuntalada por una elevada tasa de ahorro. A pesar de que España no es a priori el país más expuesto a las importaciones de gas y materias primas de Rusia, la economía no ha hecho sino encontrarse con obstáculos y, al final, los efectos de la guerra han agravado todavía más las fuertes subidas de los precios de la energía. En ese contexto, los mercados ya esperaban una cierta ralentización.

Nadie, sin embargo, preveía un frenazo tan pronunciado del gasto de los hogares, sobre todo si se tiene en cuenta la elevada bolsa de ahorro acumulado durante la pandemia. Ese retroceso nos devuelve a niveles de consumo de finales de 2020 y principios de 2021. Pero entonces nos encontrábamos en un entorno de grandes restricciones a la movilidad, incluso entre comunidades autónomas, que limitaban mucho esa capacidad. De confirmarse, esas cifras nos están indicando que el impacto de la pérdida de poder adquisitivo por la subida de precios, y de la fuerte incertidumbre existente, ha sido mucho mayor.

Ahora bien, en este maremágnum de cifras, las exportaciones de bienes y servicios han crecido un 20,8%. Igualmente, ha avanzado el consumo público, y de forma no esperada por los analistas, también ha crecido la inversión, ya que, a pesar de la incertidumbre generada por la guerra de Ucrania y la inflación, se ha disparado el gasto en bienes de equipo.

Los organismos internacionales preveían que la economía española iba a estar entre las que más crecerán este año y el que viene pese al recorte de sus previsiones. La proyección más reciente es la del Fondo Monetario Internacional (FMI), que augura que la actividad económica en España aumentará un 4,8% en 2022 y un 3,3% en 2023, si bien no se regresará a los niveles de 2019 hasta el año que viene.

Y es que la crisis energética agravada por la invasión de Ucrania ha transformado todas las previsiones económicas. El Gobierno ha recortado con fuerza su previsión de crecimiento para este año hasta el 4,3%. Según el Ejecutivo español, el año que viene la economía crecerá un 3,5% y la tasa de paro irá descendiendo hasta situarse en el 11,7%. A pesar de haber rozado tasas interanuales del 10%, y la inflación irá perdiendo fuerza (el Índice de Precios del Consumo irá registrando una desaceleración durante la segunda mitad de este año hasta situarse el próximo año en una media del 2%). Aunque no ha comunicado cifras de este ejercicio, el Gobierno ha sugerido que este año pueda situarse en una media anual del entorno del 6%.

La previsión del Ejecutivo para este año es la misma que la de la Autoridad Fiscal (organismo que tiene que validarla ante Bruselas), y se encuentra ligeramente por debajo de la del FMI, del 4,8%, y la del Banco de España, del 4,5%. Apenas está un poco por encima de la de Funcas, un 4,2%, o la del BBVA, un 4,1%.

En todo caso, la incertidumbre sobre cómo acabará el año es enorme. Según la ministra de economía, Calviño, “depende de factores exógenos que no controlamos y que están en manos de Putin”. El 4% de aumento del PIB, supone una tasa de crecimiento importante, y se apoya en el esperado comportamiento de varios factores:  la recuperación del turismo tras el final de las restricciones por la pandemia, aunque no compensará del todo el impacto negativo que sufrirán las exportaciones por el deterioro de nuestros socios comerciales tras la invasión de Ucrania.

Otro factor, es el desembolso de los fondos europeos. Aunque se ha retrasado mucho la puesta en marcha, el Ejecutivo asegura que ya se han encarrilado y que en los próximos meses se verá cómo estos recursos brindan un importante impulso a la economía. Hay casi 28.000 millones presupuestados para este año y una buena parte de los 24.000 millones del año pasado que no se ejecutaron.

Otro elemento determinante puede ser la evolución del consumo, y el momento en que, realmente, se gaste la bolsa de ahorro acumulada durante la pandemia (según cálculos de Funcas alcanzó los 60.000 millones en 2020 y sumó otros 30.000 millones en 2021).

Respecto a las cuentas públicas, la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, ha señalado que el buen comportamiento de los ingresos, con un fortísimo incremento del 15%, permitió el año pasado rebajar el déficit en 19.000 millones más de lo que se esperaba. Y eso brindará un colchón para mantener el ritmo de ajuste de las cuentas a pesar de haber rebajado la previsión de crecimiento. Para este año, la estimación de aumento de los ingresos es de un robusto 7,4%. La ministra ha afirmado que esta mayor recaudación se debe sobre todo a la recuperación económica y del empleo, y no tanto a la inflación. El crecimiento de la economía y la reducción del déficit harán posible que la deuda descienda al 118,4% del PIB en 2022 y el 115,2% en 2023.

Veremos… el problema es que el 0,3% de crecimiento del PIB español en el primer trimestre es tan bajo, que podría dar lugar a una nueva serie de revisiones a la baja. A lo largo del año, el BCE tendrá que endurecer su política monetaria, lo que también podría lastrar los pronósticos y presionará al Gobierno para que tome medidas que aceleren la reducción del déficit en las cuentas públicas.

Habrá que esperar al comportamiento de los precios: según el dato adelantado por el Instituto Nacional de Estadística, se situó en abril en el 8,4%, El retroceso respecto a marzo, (alcanzó un muy peligroso 9,8% anual, al borde de los dígitos), es la mayor bajada en un solo mes de los últimos 35 años (desde enero de 1987).

Para empeorar la situación, hay que señalar que la inflación subyacente ha crecido hasta el 4,4%, su nivel más alto desde 1995, y el INE señala que los precios de los productos comestibles y las bebidas no alcohólicas siguen subiendo con más fuerza que en abril del año pasado, un síntoma del efecto contagio de la energía a la cesta de la compra.

Por ahora, la caída del precio de la electricidad ha sido clave para empezar a disminuir la inflación. El abaratamiento del gas natural, el aumento de la producción eólica y fotovoltaica gracias a que ha soplado más viento y ha habido más horas de sol, y el menor consumo de los hogares por el repunte de las temperaturas tras el fin del invierno, aunque todavía son caras comparadas con ejercicios anteriores, han contribuido a frenar las tarifas del megavatio hora.

Hay que esperar a la entrada en vigor de la propuesta de “isla energética” española y portuguesa, para limitar el precio del gas que alimenta las centrales de generación de electricidad. En los 12 meses en los que estará operativo este mecanismo de urgencia, ideado para rebajar la factura de la luz, habrá un tope de 50 euros de media por megavatio hora, una intervención que propiciará un descenso de lo que pagan los hogares, y, consiguientemente, una inflación mucho más leve.

En sus previsiones para España, el Fondo Monetario Internacional (FMI) espera que la inflación disminuya a finales de este año: espera que acabe este 2022 en el 2,7%., De acertar en su previsión, la inflación desaparecería, situándose en el 0,8% en diciembre de próximo año 2023.

Por otro lado, según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), los hogares españoles empezaron a perder ingresos a finales de 2021, previamente al estallido de la guerra en Ucrania y la inflación terminara por descontrolarse recortando el poder de compra de las familias.

Según el organismo, en España, la renta de los hogares disminuyó algo menos del 1,6% en el último trimestre, coincidiendo con una aplicación más rígida de los ERTE y las ayudas a autónomos.

 Y es que las familias españolas están tardando en recobrar el nivel de ingresos prepandemia. España es junto a Irlanda, Grecia y Holanda, una de las economías donde los hogares están más lejos de recobrar el nivel precrisis.

Por otro lado, señalar que la industria del automóvil sigue en una situación muy difícil. El sector confiaba en recuperar la normalidad una vez que las vacunas hiciesen efecto y la economía se recuperase, sin embargo, a mitad del año pasado hizo acto de presencia la crisis de microchips, que impidió a los fabricantes producir al ritmo que deseaban. Y cuando aún no se había solucionado la escasez de semiconductores, llegó el último gran impacto: la guerra en Ucrania y sus consecuencias en la cadena de suministros y los precios de la energía.

Todo ello ha provocado que el nivel de producción de las factorías de coches españolas haya registrado su peor primer trimestre de toda la pandemia, con apenas 550.454 unidades producidas, lo que supone un descenso del 16,9% respecto al mismo periodo del año pasado, según los datos publicados por la patronal de fabricantes de coches, Anfac. Comparado con el primer trimestre de 2019, último ejercicio antes de la pandemia, el desplome es del 27,3%, más de una cuarta parte.

MERCADOS:

El volumen negociado por la Bolsa española alcanzó los 36.881 millones de euros, un 27,9% más que en el mismo periodo de 2021, pero a cierta distancia de los 43.846 millones registrados durante marzo (el importe más elevado desde junio de 2020). En los cuatro primeros meses del año, la Bolsa española negoció 82.344 millones, un 20,1% más que en los cuatro primeros meses de 2021.

La caída del volumen negociado tuvo su reflejo en el número de operaciones, que alcanzaron los 3,2 millones, un 13,6% por debajo del abril del año anterior y un 40,4% menos que en marzo.

Sin embargo, los mercados de renta variable estadounidense vivieron su mejor jornada desde mayo de 2020. El índice S&P 500 se apuntó una subida del 3% con la que se repone de una parte de las caídas acumuladas en el año.

Las subidas de tipos de interés no gustan a los inversores, pero de alguna forma el mercado ya había anticipado esa subida e incluso se temía algo peor.

Los temores a la desaceleración económica parecen no asustar a los inversores. Aunque en las últimas sesiones de abril los datos macroeconómicos empiezan a constatar un frenazo en la actividad, el Ibex español fue capaz de encadenar jornadas consecutivas al alza.

Junto al Ibex, el FTSE británico fue el otro índice que concluyó abril en positivo tras registrar un avance del 0,38%. En un contexto en el que la guerra está encareciendo el precio de las materias primas, las mineras son las cotizadas más beneficiadas. Este sector tiene un fuerte peso en el índice británico que escapa a la corriente bajista en 2022 y suma un 2,17% en el año.

El Dax alemán retrocedió un 2,2% en abril; el Cac francés, un 1,89% y el Mib italiano, un 3,07%.

En relación al Euribor, hay que señalar que lleva más de tres meses al alza y ya se nota en la cuota a pagar cada mes en aquellos casos que les toque actualizar en estas fechas.

Alrededor del 80% de las hipotecas en España están referenciadas al Euríbor, el índice que se utiliza para calcular el interés de ciertos préstamos. En este caso, de las hipotecas a tipo variable, cuyo interés se configura por la suma del diferencial (un porcentaje fijo durante todo el préstamo y que durante el Covid los bancos en su guerra hipotecaria lo han mantenido por debajo del 1%) y el euríbor.

Este índice a 12 meses llegó a situarse en el -0,505% en enero de 2021 y se mantuvo todo el año cercano a ese mínimo histórico. Un alivio para las familias, que veían reducida su cuota mensual. La situación está cambiando. Durante el mes de marzo de 2022 subió hasta el -0,237%, y en lo que llevamos de abril se ha vuelto a disparar. La media mensual se situaba a fecha de ayer en el -0,047%; incluso, este mes ya ha alcanzado valores positivos en dos días hasta el 0,005% y la tendencia apunta a que la media del mes ya podría finalizar en el terreno positivo.

Un aumento del Euríbor ya se está notando en el bolsillo de los consumidores: actualmente, la hipoteca media cuesta 384 euros más al año frente al cierre del pasado diciembre, y de continuar esta tendencia, aquellos que tengan que revisar la hipoteca con los datos del cierre de abril verán como sus cuotas se encarecen.

Las entidades financieras estaban potenciando las hipotecas a tipo fijo dados los niveles negativos del euríbor, llegando a ofrecer intereses por debajo del 1%. Pero la estrategia de la banca ha cambiado, reforzando la oferta de préstamos a tipo variable, que les reporta mayores expectativas de ingresos por intereses. También están encareciendo los préstamos a tipo fijo.

EMPRESAS:

El BBVA ganó en los tres primeros meses del año 1.651 millones de euros, un 36,4% más que en el mismo periodo de 2021 (un 41% más en euros constantes). Se trata de su mayor beneficio recurrente de la historia, según ha comunicado la entidad a la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV), gracias al crecimiento de los ingresos recurrentes del negocio bancario (margen de intereses y comisiones).

El margen de intereses alcanzó los 4.158 millones, un 20,5% más que hasta marzo del año pasado. Esta mejora se basa en la buena evolución de la actividad en México, Turquía y América del Sur. En estos mercados ya empiezan a “reflejarse las subidas de tipos de interés llevadas a cabo por las autoridades monetarias en 2021 y durante el primer trimestre de 2022.

Las comisiones netas, por su parte, también mejoraron en el primer trimestre (+9,5%) hasta los 1.241 millones. Así, los ingresos recurrentes del grupo alcanzaron los 5.399 millones de euros, encadenando cuatro trimestres de subidas.

Por otro lado, respecto a la empresa fabricante del Volkswagen, se ha anunciado que para la fabricación de la futura gigafactoría de baterías para vehículos eléctricos de la firma en Sagunto llevará a cabo una inversión de 3.000 millones de euros para su construcción y puesta en marcha.

Ocupará una extensión de 200 hectáreas del término de la ciudad valenciana, y creará unos 3.000 puestos de trabajo directos. Entre el 20% y el 30% de la energía que alimentará la primera factoría de este tipo de la multinacional alemana en España y tercera en Europa, procederá de una nueva planta solar que Iberdrola instalará en las proximidades, con un coste cercano a los 500 millones de euros, y para la que precisará una superficie de 240 hectáreas.

La futura factoría debería estar operativa en 2026, según los planes de la firma. Ha habido otros anuncios o concreciones: el grupo prevé invertir también en los próximos años en torno a 3.000 millones de euros en la electrificación de su fábrica de vehículos de Martorell (Barcelona) y en otras instalaciones y servicios de Seat en Cataluña y unos 1.000 millones en la planta de Volkswagen en Pamplona.

En total, la multinacional va a movilizar 10.000 millones de euros junto a sus socios, 62 empresas con las que se ha aliado para presentarse al Proyecto Estratégico para la Recuperación y Transformación económica del Vehículo Eléctrico y Conectado (Perte-VEC), los fondos europeos que concede el Gobierno. Los 3.000 millones de diferencia con los 7.000 anunciados inicialmente por Volkswagen se explican por las aportaciones de las citadas empresas (más del 60% pymes) para diversos proyectos, según han especificado desde la corporación.