lunes, 29 de abril de 2019

SITUACIÓN ECONÓMICA ESPAÑOLA Y MUNDIAL A ABRIL 2019: tensiones comerciales y debilitamiento económico



La mayoría de organismos multilaterales apuntan a un debilitamiento del crecimiento mundial, en buena parte, debido a las tensiones comerciales existentes.

GLOBAL:

El presidente Trump impuso aranceles del 25% al acero, y del 10% al aluminio durante marzo de 2018. Se desencadenaron las fuertes tensiones comerciales a partir de ese momento: impuso gravámenes por valor de 50.000 millones de dólares anuales a China y, posteriormente, otros 200.000 millones más. China, al igual que Europa, reaccionó rápidamente, de forma que este “fuego cruzado” está afectando a toda la economía global.
En mayo del año pasado, el Fondo Monetario Internacional (FMI) señaló que el crecimiento mundial sería del 3,9% en este año 2019. Posteriormente, rebajó esa previsión en dos décimas, y de nuevo en enero de este año, ha rebajado su previsión al 3,5% de aumento del PIB.
Por su parte la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos), se ha pronunciado en ese mismo sentido, aunque prevé mayores recortes para el crecimiento económico, al situarlo en el 3,3% de aumento. Lo anterior en un contexto de frenazo económico en la Unión Europea, con la economía alemana casi en el filo de la recesión.
Y es que los mensajes de Twitter, que tanto gustan al presidente Trump, se ya están mostrando sus efectos en la economía real.
Ahora bien, el FMI al anunciar su crecimiento del 3,5% para la economía mundial este año, ha precisado que se trata de una "desaceleración sincronizada". Sin embargo, no precisó en qué consiste esta definición de desaceleración.
Sin duda, todo ello ha influido en las decisiones de política monetaria más laxa: el Banco Central Europeo ha avanzado que inyectará más liquidez a la banca, manteniendo los tipos de interés oficiales intactos, al menos, hasta el año 2020.
De la misma forma, la Reserva Federal también ha descartado adoptar nuevas subidas en las tasas de interés este año 2019.
Otro factor de riesgo apuntado por el FMI, es la incertidumbre que genera la salida del Reino Unido de la Unión Europea ante la falta de acuerdo para el Brexit.
También existen otros aspectos o factores de riesgo: elevado nivel de endeudamiento en algunos sectores económicos y países; las tensiones derivadas de la política comercial; y la intranquilidad de los mercados financieros.
Todo ello, ha conducido el FMI a señalar que “la economía global se encuentra un momento delicado”.
El FMI ha seguido postulando “una mayor integración comercial, ya que se trata de un aspecto fundamental para el crecimiento económico, la inversión, el empleo y de la productividad. Por el contrario, las barreras comerciales claramente perjudican”.
Ha señalado el FMI, que hay que conseguir “evitar errores que contribuyan a alimentar aún más la incertidumbre, dando los pasos adecuados. Se deben adoptar políticas equilibradas que refuercen las economías al tiempo que garanticen que sean más inclusivas.
La directora gerente del FMI, ha expresado “la necesidad de proceder a modernizar el sistema de tributación internacional de las empresas, para evitar que las corporaciones desvíen sus beneficios a países con impuestos más bajos. El sistema está desfasado”.
También la institución se ha referido a la economía digital. En concreto a las grandes empresas tecnológicas dominantes, al señalar que: “no tenemos un problema de monopolio, pero se deberían adoptar las medidas apropiadas para que no lo sea”.
Los técnicos del FMI trazan varios escenarios para ilustrar los efectos de la guerra comercial y de la incertidumbre que genera. El informe no cita directamente a Donald Trump pero sí incluye una simulación del impacto de una eventual escalada en el choque. EE UU y China sufrirían básicamente todo el daño. Los intercambios entre los dos países podrían caer un 30% a corto plazo si se elevara un 25% el arancel a todos los bienes. El desplome sería del 70% si se prolonga.
Volviendo al tema de las tensiones comerciales, el Fondo ha señalado que la caída de la demanda externa por el declive de las exportaciones lastrará a las economías de Estados Unidos y de China. Aunque la economía de China lo notará antes, y que en el caso de la economía estadounidense sus efectos se mantendrán a más largo plazo.

CHINA:

De nuevo resalta la preocupación económica mundial de la desaceleración del crecimiento económico de China: tras décadas de crecimiento, a menudo superiores al 10%, su economía incrementó su PIB durante el pasado 2018, según las cifras oficiales, un 6,6% (la tasa más baja desde 1990). Algunos economistas chinos señalan que ese 6,6% exagera la realidad y que el verdadero crecimiento económico chino ronda el 4%.
Sin dejar de imputar como causas de la deceleración a factores coyunturales (un enfriamiento de la economía mundial, y a la guerra comercial con Estados Unidos), existen otras importantes causas:
Una de ellas, es lo que algunos analistas llaman el agotamiento de las “ventajas del atraso”: cuando una economía de bajo desarrollo se libera de rigideces que impiden su desarrollo, esta crecerá, durante décadas, a tasas muy elevadas, ya que acumula capital rápidamente, e importa tecnología extranjera (ocurrió en España con el Plan de Estabilización de 1959 al renunciar a la “Autarquía Económica”). China está sufriendo la misma desaceleración que todas las otras economías asiáticas experimentaron una vez que las “ventajas del atraso” se agotaron.
Otra causa de la desaceleración de China, es la transformación demográfica: durante el año 1963, con 682 millones de habitantes, China tuvo 29,6 millones de nacimientos. En 2018, con 1.395 millones de habitantes, casi el doble que, en 1963, China tuvo 15,2 millones de nacimientos, casi la mitad que en 1963. Esta brutal reducción de la fertilidad, que ha continuado incluso después de la eliminación de la política del hijo único, hace que la población activa en China ya esté cayendo en 2019 (la población total empezará a contraerse hacia 2029). Esta caída irá reduciendo puntos adicionales de crecimiento de la economía (aunque el efecto será menor en términos per cápita) tanto directamente, al bajar el insumo de trabajo, como indirectamente, al debilitarse la innovación tecnológica y la creación de nuevas empresas. Poblaciones más envejecidas son poblaciones que innovan y emprenden menos.
Otra posible causa, según los analistas, es el deterioro institucional sufrido en China desde la llegada al poder de Xi Jinping en 2012. Más nacionalista y autoritario que sus predecesores, Xi se ha lanzado a una agresiva campaña de recentralización política y revigorización del intervencionismo estatal en la economía.     
El Partido Comunista ha sobrevivido gracias a la aquiescencia de una clase media urbana que ha disfrutado de unos incrementos inusitados de bienestar. Olvidando esa clase la ausencia de libertades políticas, la corrupción y la ineficiencia de los servicios públicos a cambio de continuas subidas de ingresos. Por lo que otro factor de riesgo, es el hecho de que la experiencia señala que esa aquiescencia con las dictaduras se disuelve rápidamente en cuanto el crecimiento económico cae.
Frente a las anteriores dificultades, China ha pivotado de un modelo basado en las exportaciones, a otro centrado en el consumo interno.
Las estadísticas chinas hay que tomarlas con cierta prudencia, debido a las dimensiones de su economía y por el caos burocrático que padece, pero las que realmente preocupan más son, paradójicamente, las de su enorme deuda.
Según el Banco Internacional de Pagos, al final del tercer trimestre del año pasado, la deuda total de China ascendía a una cifra equivalente al 252,7% de su PIB. Incluyendo los créditos al sector público y al privado, formado por empresas y hogares, eran unos 32,5 billones de dólares (28,6 billones de euros), por debajo de los 50,1 billones de dólares (44,1 billones de euros) de Estados Unidos, pero por encima de los 17,9 billones de dólares (15,7 billones de euros) de Japón.
La mayor parte de la deuda de China es de las empresas privadas: 19,7 billones de dólares (17,3 billones de euros) alrededor del 153,0 % de su PIB. (casi el doble de la estadounidense).
Pero el gran problema de China está en los gobiernos locales, fuertemente endeudados, y en la denominada “Banca en la Sombra” (técnicamente nos referimos a las entidades financieras no bancarias pero que actúan como tal concediendo crédito, como puede ser el caso de ciertos fondos de inversión), un sistema de financiación privada que opera al margen de los bancos e instituciones de crédito y es difícil de cuantificar.
En el primer trimestre de 2017, la agencia Moody´s estimaba que dicha “Banca en la Sombra” podía suponer el 80% del PIB de la economía de China.
En ese mismo año, Goldman Sachs cuantificaba la deuda total del país en una cifra equivalente al 317% de su PIB. Las autoridades de Pekín están intentando poner orden en sus cuentas para reducir su excesivo endeudamiento.

ESTADOS UNIDOS:

Se mantienen dos importantes dudas respecto a la primera potencia económica mundial: ¿cuándo subirá de nuevo los tipos de interés la Reserva Federal, y qué va a hacer con los activos de deuda que acumuló en su balance para salir la crisis? La mayoría de los analistas apuntan a que no habrá nuevas subidas en este 2019, y se dejará de reducir la cartera de títulos, resultado de las medidas de expansión cuantitativa, en septiembre.
Por tanto, los tipos de interés, desde diciembre pasado, han quedado situados en una banda que va del 2,25% al 2,5%. Y es que el Banco Central estadounidense es menos optimista: si bien afirma que la expansión económica continua, lo está haciendo a un ritmo menos fuerte del esperado.
Las previsiones son de un crecimiento del 2,1% para todo el año 2019 (dos décimas menos de lo anticipado), y que caiga al 1,9% en el próximo 2020.
Se espera una subida de precios del 2%, por lo que existe margen de maniobra para mantener invariables los tipos de interés. También la Reserva Federal espera a ver, finalmente, la evolución de la economía global.
Powel, presidente de la Reserva Federal, ha señalado que siguen estudiando cómo reducir los títulos que esta fue adquiriendo en las excepcionales medidas de política monetaria, y reducir de esa forma su balance.  Lo que pone de relieve, que aún no se ha determinado la composición de títulos que la Fed desea seguir manteniendo en su, denominada, Cartera de Mercado Abierto.
Las cifras record de política monetaria adoptadas durante la Gran Recesión, llevaron a esta cartera a los 4,5 billones de dólares a la existente a finales de 2014.
Frente a la circunstancia de que el crecimiento de la economía estadounidense se está moderando –aunque aún no es preocupante- podría acelerar su caída en el segundo semestre de este año, lo que llevará a tener que virar su política monetaria de su estrategia neutral actual, hacia otra de nuevo expansiva. No existe, por tanto, urgencia en subir las tasas de interés oficiales.
Por otro lado, la revolución del “fracking” ha llevado a la Agencia Internacional de la Energía (AIE) a anticipar que Estados Unidos ya ocupa la cúspide de la producción mundial de petróleo. El organismo señala en un informe que el país que, hasta hace poco era un importador neto de petróleo, superará dentro de cinco años al segundo productor mundial (Rusia), acercándose mucho al primero (Arabia Saudí). 
La AIE asegura que “Estados Unidos lidera cada vez más el crecimiento en la oferta de productos petrolíferos, con un importante crecimiento de países no miembros de la OPEP como Brasil, Noruega y Guyana”.
Califica de “inédito” cómo se ha convertido en menos de una década en un gran exportador de crudo. Esto se debe a la capacidad de su industria de fracking de responder rápidamente a los movimientos de precios impulsando la producción.

UNIÓN EUROPEA:

La economía de Alemania depende en un 50% de sus exportaciones. Por lo que su ministro de economía, Peter Altmeier, se ha mostrado preocupado por las guerras comerciales desatadas.
El PIB germano, que había sido capaz de remontar lo peor de las crisis y seguir tirando de la economía de la región de euro, sufrió en noviembre pasado su peor contracción de los últimos cinco años, de forma que en el último trimestre de 2018 estuvo a punto de entrar en recesión técnica (caídas del PIB).
Pues bien, el Gobierno alemán ha rebajado reiteradamente sus previsiones de crecimiento, hasta apenas el 0,8% anteriormente citado, argumentando especialmente la debilidad de su sector automovilístico. La realidad, es que la industria automotriz ha tenido problemas con la introducción de las nuevas pruebas de emisiones, pero incluso sin ese efecto, el PIB alemán apenas habría crecido debido a la disminución de la demanda china.
En el pasado, China era para Alemania su principal mercado de exportación de maquinaria y tecnología, pero progresivamente esa economía se ha ido convirtiendo en el socio principal en la relación existente entra ambas economías. Con el agravante de que China no compra productos “todo a un euro”, sino que compra empresas alemanas con patentes de alta tecnología. Por esta razón, Alemania en diciembre, introdujo una nueva ley para reducir la participación de capital extranjero en las empresas alemanas.
Ahora, los operadores germanos de teléfonos móviles están particularmente interesados en la oferta de 5G de la china Huawei porque ya utilizan el hardware de la compañía en sus redes, y las exportaciones alemanas necesitan evitar cualquier desaire por parte de Berlín al Gobierno chino, pero el presidente Trump no está dispuesto a permitir ese acercamiento y el embajador estadounidense en Alemania, Richard Grenell, ha enviado una carta al ministro Altmeier amenazando con reducir la cooperación en seguridad e inteligencia, si Huawei entra en la estructura 5G de Alemania.
En ese sentido desairar a Trump, la opción alternativa del 5G a la de Huawei, tendría igualmente consecuencias devastadoras sobre la balanza comercial alemana. El presidente estadounidense. ya ha demostrado que no le tiembla el pulso y ha amenazado con imponer aranceles del 20 al 25% a los automóviles de la UE. Los fabricantes alemanes envían 494.000 coches cada año a Estados Unidos, casi la mitad de las exportaciones europeas a ese país. Hay que recordar, que las autoridades estadounidenses han llevado a empresas emblemáticas alemanas como Deutsche Bank o Volkswagen a situaciones insostenibles en los tribunales, atando indirectamente de pies y manos al Gobierno de Berlín, y por extensión a la zona euro, paralizados por la disyuntiva y en shock ante el retroceso posible.
La situación de la economía alemana se ve reflejada en los informes de los institutos alemanes que confirman la peor caída de los últimos siete años: el Informe de Primavera de los Institutos Económicos alemanes, hace una previsión de crecimiento para este año de solamente el 0,8% del PIB. Los expertos apuntan que el enfriamiento no solo ha afectado a la industria automotriz, sino al conjunto del sector manufacturero, algo que en parte puede atribuirse a los riesgos relacionados con la imposición de aranceles, pero también, advierten, a que Alemania no se está subiendo a tiempo al tren de la digitalización y de la inteligencia artificial.
El Informe de los institutos alemanes señala que la economía experimentará una expansión algo más fuerte el resto de 2019, a medida que surten efecto las medidas aplicadas en China, y siempre que Estados Unidos mantenga su ritmo de crecimiento económico.
En otro orden de problemas, refiriéndonos al Brexit, el Banco de Inglaterra ha remitido un informe al Parlamento del Reino Unido, dónde considera cuatro escenarios: en el primero, para el caso de una negociación exitosa para el Reino Unido, señalaba, triunfalmente, un 1,75% más de crecimiento adicional para el PIB de la economía británica. Algo, completamente inviable.
Los otros escenarios “pintan mal” para la economía británica:  uno sería un acuerdo comercial al estilo del CETA de Canadá con un periodo transitorio, y quitaría unos 0,75 puntos de PIB a los británicos.
Otro, consistiría en una salida ordenada, pero sin acuerdo y en el que los aranceles se establecerían por defecto según las reglas de la Organización Mundial de Comercio. Esta posibilidad arrojaría una contracción de la economía de Reino Unido del 4,75%.
Y, por último, un Brexit por las bravas, desplomaría el PIB en 7,75 puntos porcentuales. Este último supondría una recesión de la magnitud que ha sufrido España y provocaría "disrupciones de las cadenas productivas e inestabilidad financiera", según señala el propio Banco de España. 
En el primer escenario negativo habría una apreciación de la libra del 2%. Y en los otros dos habría depreciaciones de la libra del 15% y el 25%, respectivamente. A estos escenarios y sus posibles impactos sobre las relaciones comerciales con España, se añade el cálculo de un shock de crecimiento en el resto de la zona euro, calibrando caso por caso con el objetivo de conocer mejor cuáles serían las consecuencias totales para la economía española. Según el FMI, la UE perdería entre un 0,5% en el escenario optimista y un 1,5% si no hubiese acuerdo. Irlanda, Alemania, Holanda, Bélgica y Francia serían los países más afectados por ese orden. España e Italia se encontrarían entre los menos perjudicados.
Por otro lado, para toda la región, el FMI ha declarado que la desaceleración que sufre la economía europea está durando más de lo previsto, de forma, que es posible que el crecimiento esté por debajo de su potencial durante varios trimestres.
Por su parte el Banco Central Europeo no vislumbra, por ahora, una recesión económica, señalando que la probabilidad de que tal cosa ocurra es relativamente baja. Sin embargo, no todos los miembros del BCE se han mostrado partidarios de aplazar las subidas en los tipos de interés, por lo que según señalan las actas de las reuniones, “se expresó cierta precaución en torno la idea de comprometerse con un horizonte más amplio, que fuera hasta bien entrado el próximo año, en una situación de alta incertidumbre en la que los datos que van llegando podrían evolucionar de muy distintas formas”.
La realidad, es que, ante este panorama, el mercado apuesta por el año 2021 como la fecha más probable para la primera subida de tipos desde 2011. Los últimos datos de inflación, que en marzo cayó en la eurozona al 1,4%, y los malos resultados industriales de Alemania alimentan la idea de que este calendario sigue alejándose progresivamente.
En todo caso, según las Actas de sus reuniones, el BCE ya ha dejado claro que se toma muy en serio la preocupación de los bancos por el daño que les está causando la situación de tipos súper reducidos, que incluso están en niveles negativos del 0,4% para los fondos que las entidades dejan aparcadas en el eurobanco. “Se expresó la preocupación de que a lo largo del tiempo los efectos de unos tipos persistentemente bajos podrían deprimir los márgenes de los bancos y su rentabilidad, con efectos negativos en la intermediación de los bancos y la estabilidad financiera a largo plazo”.
Para algunos analistas, la situación de la región del euro tiene similitudes con la “situación a la japonesa” que vive esa economía desde hace décadas: bajo crecimiento, muy poca o inexistente inflación, y una sociedad envejecida.
Según las previsiones del BCE, el PIB de la eurozona subirá este año solo un 1,1% (casi la mitad de lo que pronosticaba unos meses antes), y tiene bajas subidas de precios (el mes pasado cayó al 1,4%, alejándose una vez más del objetivo oficial del 2% del eurobanco). Con estos datos, ningún dirigente de la política monetaria sensato se arriesgaría a subir los tipos de interés.
Ahora bien, la idea de alargar en el tiempo los intereses súper reducidos, no sólo tiene a la banca en “pie de guerra” por la escasa rentabilidad de su negocio, sino porque apunta a muchos economistas a señalar un fantasma, cada vez más cercano, “la japonización de la economía europea”. 
Como ya hemos comentado, desde hace muchos años, se trata de un escenario en el que se conoce como se entra, pero, realmente, no sabemos cómo se sale. Japón está atrapado en esta situación de estancamiento, desde los años noventa del siglo pasado.  
Es evidente, el riesgo para la economía europea de una situación similar: una mezcla de atonía en el crecimiento y en la inflación, aderezada además con un acelerado envejecimiento de la población y una productividad incapaz de tirar del crecimiento económico.
Los planes de Mario Draghi, que, tras seis años de crecimiento económico ininterrumpido en la eurozona, pretendía dejar el cargo el próximo 31 de octubre subiendo el precio del dinero, demostrando que él también sabía ser ortodoxo, han quedado en irrealizables.
La situación comenzó a complicarse en el segundo semestre de 2018. Además de los riesgos globales ligados al comercio y a los problemas de los países emergentes, la economía alemana daba muestras de agotamiento. Italia, lanzada hacia una recesión de largo alcance, preocupaba aún más. Y la inflación seguía empecinadamente baja.
¡Qué gran paradoja! Hace una década que el BCE no logra su objetivo de mantener de forma sostenida un crecimiento de los precios ligeramente inferior al 2%. La situación empezaba a preocupar. Pero desde entonces solo ha ido a peor.
Algunos analistas, como el jefe de ING Alemania, declaran que la eurozona deberá acostumbrarse a unos tipos de interés en niveles mínimos durante mucho tiempo: “veo muy, muy difícil escapar de este escenario en los próximos cinco años” ha declarado.
Japón, un país que lleva más de 20 años con los tipos por debajo del 1% (desde 2016, en territorio negativo), que ha pasado la mitad de los últimos 25 años con leve deflación (caída de los precios), tuvo que esperar a 2016 para recuperar el PIB nominal que tenía en 1997.  Pues según el responsable de ING de Alemania, “el bajo crecimiento y la baja inflación de la eurozona, unidos a una política monetaria aún laxa, ofrecen un parecido notable con la situación japonesa, lo que despierta preguntas sobre el manual de herramientas del banco central y las opciones a su disposición”.
El debate sobre este asunto, desborda los objetivos de este artículo, y además conduce a una serie de actuaciones de muy difícil o, quizá, imposible, aplicación en las economías actuales.
La situación, desde luego apunta, a que las economías tendrán que acostumbrarse a que la nueva normalidad ya está aquí: unos intereses mucho más bajos de los que eran habituales hasta la crisis de 2008.
Al margen de si el modelo nipón encaja a la perfección en el europeo o no, los tipos en la franja que va del 0% al 1% han llegado para quedarse en la eurozona. Otra novedad es que su subida o bajada va a dejar de ser la principal arma con la que cuenta el BCE. Las medidas extraordinarias ensayadas en los duros años de la Gran Recesión van a pasar a formar parte del manual de herramientas de los grandes bancos centrales para combatir las próximas crisis. Porque si no fuera así, quedarían desarmados. El precio del dinero ya no será la clave para apagar los incendios del futuro.
Ahora bien, la inquietante pregunta es: si bien al arranque de la crisis de 2008, lo tipos estaban en torno al 3,25%, ¿Qué herramientas le quedan a los Bancos Centrales, frente a una eventual nueva crisis, con unos tipos de interés tan próximos a cero, y unas carteras de títulos de los Bancos Centrales tan, extremadamente, abultadas?... ¿la Política Fiscal?... ¿Las medidas, menos ortodoxas, habrán vuelto a ser ortodoxas?…
Ahora bien, lo anterior, no tiene por qué suponer automáticamente unos menores niveles de bienestar. La renta per cápita nipona ha ido creciendo pese a los fantasmas de la deflación y el estancamiento secular. Y el país disfruta de unas tasas de paro mínimas, que en febrero cayeron al 2,3%.
La caída de la población en Japón (las previsiones oficiales apuntan a que de sus 127 millones de habitantes actuales podría pasar a 100 en 2049) contribuye a este mantenimiento del bienestar: la producción se mantiene estancada, pero cada vez hay menos entre los que repartir. Pero esta demografía supone una amenaza para las pensiones del futuro.
Sin embargo, este escenario de débil, o bajo crecimiento, es muy indeseable en el ámbito europeo: el escaso crecimiento impedirá cerrar la brecha entre los países más ricos de la eurozona y los más pobres.
Así las cosas, con una política monetaria que no da ya mucho más de sí, parece llegado el momento de la política fiscal: el margen de maniobra del BCE para responder a la próxima crisis va a ser mucho más reducido. Así que sería extremadamente bueno que los miembros de la eurozona acordaran nuevos instrumentos sobre la política fiscal, como el presupuesto europeo que propone el presidente Macron. Pero esto es muy difícil. Así que al final todo dependerá de que las autoridades nacionales quieran impulsar el gasto con inversiones productivas o no.
La tarea de impulsar la política fiscal se presenta como titánica. Con las reglas europeas actuales, países como España e Italia tienen un margen de maniobra prácticamente nulo para tirar de gasto público endeudándose más. Y los países que sí podrían hacerlo, encabezados por Alemania, no están dispuestos a dar ese paso. Solo un susto importante, en forma de recesión, parecería capaz de hacerles cambiar de opinión.
El responsable de la eurozona de Oxford Economics, Ángel Talavera, apuesta por el tirón al crecimiento que podría llegar de los presupuestos públicos: “países como Alemania no deberían tener miedo a emitir deuda. Cuando te puedes financiar a coste cero o incluso negativo, no hay ninguna razón económica para no aprovechar esa oportunidad e invertir para aumentar la productividad. Países como España no se pueden permitir por ahora este debate, pero los que pueden deberían acabar ya con la obsesión por los ajustes fiscales”, concluye.
ESPAÑA:
El Instituto Nacional de Estadística (INE) ha revisado al alza el crecimiento de la economía española en 2018. En lugar del 2,5% inicialmente estimado, el organismo ha calculado que el Producto Interior Bruto (PIB) avanzó un 2,6%, una décima más debido sobre todo a que las importaciones restaron menos de lo que se detectó en un principio. Sin embargo, se trata del menor crecimiento en cuatro años. Y, además, la composición de la segunda mitad del año empeora. En vez de los crecimientos trimestrales del 0,6% y el 0,7% que se dieron respectivamente en el tercer y el cuarto trimestre, ahora se corrigen y se registra un 0,5% y un 0,6%. Es decir, en la primera mitad del año la economía creció más de lo que se estimó en el dato adelantado. Y en la segunda mitad se está produciendo una desaceleración de la actividad algo más pronunciada de lo que se esperaba, tal y como ya vaticinó el Banco de España. 
Otros indicadores de coyuntura sobre el consumo y las exportaciones parecen confirmar que la economía española sigue debilitándose. Este decaimiento puede significar que el crecimiento del PIB en el primer trimestre del año estará por debajo del registrado en el trimestre anterior.
El Banco de España ha publicado datos sobre la evolución del sector exterior español durante el mes de enero de 2019: el año ha arrancado mal, ya que, en el mes de enero, el saldo por cuenta corriente arrojó un valor negativo de 1.472 millones de euros. La razón ha sido que las exportaciones de bienes, han caído un 1,3% anual. Este descenso supone que se lleven ya tres meses seguidos de caídas y que, por primera vez desde 2006, las exportaciones españolas hayan crecido por debajo de la media de la zona euro. Además, el déficit comercial se situó en los 4.483 millones en enero, casi un 14% más que hace un año. Por último, la balanza de bienes y servicios del mes de enero por primera vez en mucho tiempo arrojó un saldo negativo (641 millones de euros).
Debajo de la situación descrita, se encuentran “demasiados aspectos negativos”: el menor crecimiento de la Eurozona; la incertidumbre de la política económica de Italia; la debilidad de la economía alemana; las elecciones españolas y al Parlamento Europeo; el Brexit y la política comercial proteccionista de Estados Unidos.
El IPC (Incremento de Precios al Consumo) se aceleró en marzo, colocándose en un 1,3% interanual (dos décimas más que en el mes anterior). De nuevo, la energía es el principal contribuyente a la subida de los precios. Con este dato de marzo, la tasa interanual del IPC acumula 31 meses en positivo.
Según el INE, la subida de los precios, se debe a la de los combustibles, que el año pasado en el mismo mes bajaban en términos mensuales. Aunque el INE no detalla las subidas de gasóleo y gasolina para transporte o para calefacción, hay que señalar que llevan una tendencia alcista desde que comenzó el año. Así, el gasóleo subió un 0,8% en enero y un 4% en febrero, acumulando una subida interanual ese mes del 6%. La gasolina también acumula dos subidas mensuales seguidas, aunque más leves.
Por lo que se refiere al mercado de trabajo, el pasado mes de marzo, podía haber confirmado que la desaceleración golpeaba al empleo. La Semana Santa cae este año muy entrado abril y eso alejaba las muchas contrataciones que suelen traer aparejadas estos días festivos. Pero la afiliación a la Seguridad Social, uno de los medidores más fiables del empleo, ganó 155.104 cotizantes, el tercer mejor dato de la serie estadística, y ha elevado la cifra total de afiliados a 19.043.576, desde agosto de 2008 no había tantos ocupados inscritos en el instituto previsor. También el dato de paro registrado fue positivo, bajó en 33.954 demandantes, aunque fue la menor caída en un marzo desde 2014.
Comparado con marzo de 2018, el mes pasado había un 2,93% más de ocupados cotizando. En enero y febrero este porcentaje había bajado. En marzo esta tendencia se detuvo al aumentar el dato en unas centésimas y prolonga el alto ritmo de creación de empleo que ya acumula más de cuatro años ganando afiliados en torno al 3%. Si se mantiene este rumbo, es probable que en los próximos meses España supere su máximo histórico de afiliados marcado en julio de 2007.
Sí que se ha superado ya ese máximo histórico entre las mujeres (8,84 millones de afiliadas). La incorporación de mujeres al mercado de trabajo es una tendencia de fondo que apenas se interrumpió en algunos momentos de la crisis.
La nota negativa de marzo hay que buscarla en la contratación indefinida. En el pasado febrero ya hubo menos contratos fijos que en el mismo mes del año anterior. Ahora en marzo la caída es mayor, al llegar al 7%. A pesar de este retroceso el empuje de los contratos temporales ha provocado que siga aumentando la contratación en conjunto. Los 5,14 millones de contratos hasta marzo suponen un incremento de casi el 4% en el primer trimestre del año.
Por lo que respecta a las repercusiones del Brexit para la economía española, según los cálculos del Banco de España a partir de las proyecciones que hizo el Banco de Inglaterra en 2018, se estima que un Brexit sin acuerdo y desordenado podría restar a la economía española más de 9.000 millones de euros en un plazo de cinco años. Esto es, unos 0,82 puntos porcentuales de PIB a razón de entre una y dos décimas al año,
En el caso de que la salida de Reino Unido de la UE sea ordenada, pero sin acuerdo, el coste superaría los 6.000 millones, un 0,5% del PIB. En este segundo supuesto se considera que los planes de contingencia funcionan y que la voluntad de las partes es que el problema no vaya a mayores.
Por el contrario, un desenlace con un acuerdo comercial tendría una factura casi inexistente: poco más de 200 millones, un 0,02% del PIB gracias a que la apreciación de la libra compensaría buena parte de las pérdidas. 
Las exportaciones de España a Reino Unido se han resentido desde que se celebró el referéndum a favor del Brexit en 2016. Pero los costes podrían multiplicarse si se produce una salida desordenada y sin acuerdo. En términos de empleo, el mercado laboral español perdería un 0,77%, es decir, unos 150.000 puestos de trabajo en un periodo de cinco años. Las exportaciones retrocederían un 2,65%, y las importaciones un 1,78 %.
En otro orden, la Sareb (Sociedad de Gestión de Activos Procedentes de la Reestructuración Bancaria), donde se trasladaron 51.000 millones en créditos con un 90% de morosidad y los peores pisos que tenían las cajas de ahorros en 2012 (los conocidos como activos tóxicos), no ha conseguido recuperarse: en el año 2018 registró unas pérdidas netas de 878 millones de euros, un 55% más que un año antes, por la caída en un 41% del margen que obtiene vendiendo créditos y los mayores costes financieros de su deuda, que se elevaron un 22%.
El presidente de la Sareb, preguntado por si las pérdidas de 2018 obligarán a los bancos y aseguradoras privadas que tienen el 54,1% del capital a realizar nuevas provisiones, como sucedió en ejercicios pasados, comentó: "supongo que los socios apuntarán en sus libros la situación de la compañía". No obstante, descartó que, pese a las pérdidas, tuvieran que pedir más capital a los accionistas. El más relevante de ellos es el Estado, que tiene el 45,9% de la Sareb. Su presidente aseguró que tanto las entidades privadas como el Gobierno, han apoyado el cambio de estrategia de la firma y conocen sus planes de futuro. 

MERCADOS:

La ganancia trimestral del Ibex se ha logrado en dos meses. En marzo, tras llamar a la puerta de los 9.500 puntos, se frenó en seco con volúmenes bajo mínimos, con una media diaria de negociación que ronda los 1.720 millones, frente a los 2.324 millones del primer trimestre de 2018.
Y si el Ibex ha subido en el trimestre el 8,2%, el mejor desde 2017, el S&P 500 el 12,77% y el Eurostoxx 50 el 11,67%, la mayor alza desde 2015.
Dentro de un ánimo optimista, si el PIB español crece el 2,2%, con un Bolsa tan barata, para los más optimistas, sólo sería posible mejorar… pero como siempre, hay que extremar la prudencia.
Por lo que respecta al mercado de divisas, el euro ha vuelto a marcar dos mínimos muy señalados respecto al dólar. Aumentan los riesgos sobre el desempeño de la divisa comunitaria, que se negocia por debajo del importante nivel psicológico de los 1,13 dólares y que podría ver atacada la zona de soporte que presenta en los mínimos de 2018 en los 1,1214 dólares.
En esta tendencia, que parece ir ganando peso, influye el impulso que Donald Trump se ha empeñado en insuflar a la moneda estadounidense. El dólar también se ve fortalecido por los mensajes de altos cargos de la Administración de Washington sobre los progresos en las negociaciones con China y por informaciones publicadas en el Reino Unido sobre la posibilidad de que el proceso de salida de la Unión Europea, previsto para el mes de marzo, sufra un importante retraso al no haber alcanzado Londres un acuerdo con Bruselas. Esas mismas informaciones están debilitando a la libra esterlina y al euro.
Europa, por otra parte, está demostrando que se basta y se sobra para presionar a la baja su propia moneda. Los inversores están optando por moverse a monedas refugio como el yen, el franco o el propio dólar ante la acumulación de datos económicos procedentes de la UE. 
Por su parte, el mercado de automóviles ha perdido protagonismo: durante el pasado marzo, se vendieron 122.664 coches, un 4,3% menos que en el mismo periodo del año anterior. Ya van siete meses seguidos de caídas, según las tres patronales del sector, Anfac, Faconauto y Ganvam. Desde finales de 2012 y comienzos de 2013 no había un periodo de caídas igual de prolongado. Aunque esta vez las explicaciones no hay que buscarlas tanto en la coyuntura económica como en el cambio que las restricciones medioambientales.

EMPRESAS:

Según datos de la Central de Balances Trimestral del Banco de España, las grandes empresas registraron un “crecimiento muy elevado” de sus resultados finales en 2018. Es más, los duplicaron gracias sobre todo a operaciones extraordinarias de ventas que generaron cuantiosas plusvalías.
La encuesta del Banco de España, recaba información de 960 sociedades y se considera que presenta un sesgo hacia las compañías de mayor tamaño.
En un contexto de mayor demanda en España, la cifra de negocios aumentó un 7,2% el año pasado. Y el llamado valor añadido bruto (las ventas de la empresa menos las compras) subió un 3,3%. Aunque esta cifra encierra mucha heterogeneidad, se elevó de forma generalizada en todos los sectores salvo en la industria.