Tras la pandemia mundial,
la economía se enfrenta a la mayor crisis histórica de abastecimiento sufrida.
La ruptura de la cadena de suministros ha provocado una carestía de productos
básicos que añade presión a la inflación, que alcanzó el 5,5% en octubre en
España por el encarecimiento de la energía. Puede que el efecto dominó no ha
hecho más que comenzar, de forma que la escasez de productos puede afectar a la
inflación y recuperación económica.
GLOBAL:
En la reunión de política
monetaria del Banco Central Europeo (BCE), el riesgo de la inflación ha
sido el principal problema analizado. Ello
unido a la prolongación de los problemas de los suministros; la subida del
precio de la energía; y a las causas que han elevado la inflación en la zona
euro al 4,1% (2,1% la inflación subyacente, es decir, aquella que no tiene en
cuenta los productos más volátiles, productos frescos y energéticos, que son
más volátiles). Inflación que, siendo temporal, puedan retroalimentar las
expectativas de los agentes y los salarios.
También otros bancos
centrales que, con mayores tasas de inflación, están muy cerca de retirar
estímulos. La Reserva Federal de Estados Unidos lo hará este mes, el Banco de
Canadá lo acaba de realizar, y el Banco de Inglaterra parece estar cerca de
subir los tipos de interés. Sin embargo, el Banco Central Europeo ha mantenido su
postura, ya que afirma que la inflación es temporal, esperando que vayan
desapareciendo a lo largo del próximo 2022.
En cualquier caso, el
mercado sigue descontando subidas de tipos a finales de 2022, en clara
desconexión con la visión del BCE que la presidenta del BCE, Cristhine Lagarde,
señaló quizá como más tarde.
Podría ser que el mercado
sea más pesimista respecto a la inflación. En ese caso, la postura del BCE relativa
a la subida de los tipos de interés no resulte creíble.
El mes de diciembre va a
ser clave: además de la decisión relativa a los programas de compra de activos,
se actualizarán las previsiones de inflación. Por tanto, actualizando o
manteniendo sus expectativas.
CHINA:
Tras la crisis de la
pandemia, se ha frenado la recuperación económica de China. Los problemas del
sector inmobiliario, los cortes y racionamientos eléctricos y varios
brotes de covid-19 en diversas provincias.
Según los datos de la
Oficina Nacional de Estadísticas, la economía de China ha registrado el
crecimiento más bajo desde el tercer trimestre de 2020. El PIB de la segunda
potencia mundial creció un 4,9% interanual entre julio y septiembre de este
año, muy por debajo del 7,9% del trimestre anterior y del consenso de
los analistas, que anticipaban un alza en torno al 5,2%. Con respecto al
trimestre anterior, la expansión de la actividad fue de solo el 0,2%, frente al
1,3% logrado entre abril y julio.
China fue la primera gran
economía en comenzar la recuperación económica superado el fuerte golpe de la
pandemia, pero su mejoría puede estancarse, lastrada por la preocupación en el
sector de la vivienda, un consumo que no termina de despegar, los altos precios
de las materias primas y la debilidad en la producción manufacturera. Igualmente,
está pesando negativamente el incierto futuro de la promotora Evergrande, con
una deuda de más de 300.000 millones de dólares, y, por tanto, una seria
incógnita de cómo vaya a afectar finalmente al sector inmobiliario y al
financiero.
También la industria de
China se ha resentido: la producción industrial creció un 3,1% en septiembre
con respecto al mismo mes del año anterior, por debajo de las expectativas y
del 5,3% alcanzado en agosto. Algo mejores fueron las ventas al por menor, que
crecieron un 4,4% en septiembre. Ese aumento contrasta con la subida del 2,5%
registrada en agosto, cuando el consumo aún se vio penalizado por las medidas
de control sanitario para sofocar los brotes de covid-19 en algunas provincias
chinas.
La Oficina Nacional de
Estadísticas del país ha señalado que “la economía nacional en general mantuvo
el impulso hacia la recuperación en los primeros tres trimestres. No obstante,
debemos mencionar que aumentan las incertidumbres actuales en el panorama
internacional y la recuperación interna sigue siendo inestable y desigual”.
Mayor sorpresa, quizá
haya sido, que el Ministerio de Comercio de China ha recomendado a
las familias que “tengan almacenada una cierta cantidad de artículos de primera
necesidad para estar preparados en caso de emergencias”, en medio de una
preocupación generalizada por una escalada fuera de lo común en los precios de
las verduras, que en algunos casos ya superan a los de la carne, y el miedo a
que se desaten problemas de suministro.
Mediante una directiva
del ministerio, se insta a las autoridades locales a garantizar la estabilidad
de los precios y la disponibilidad de los suministros, y a vigilar el
comportamiento de los mercados para advertir a tiempo de posibles problemas.
El ministerio ha querido
aclarar que el aviso se debe a “la abundancia de desastres naturales
registrados este año, la fluctuación de los precios de las verduras, el
fenómeno meteorológico de La Niña (del que se espera que traiga unas
temperaturas especialmente bajas este invierno en el hemisferio Norte) y los
casos de covid en varios puntos del país”. La idea es tomar medidas para que
haya un suministro adecuado de cara al invierno y la primavera del año
próximo”.
Todos los años, de cara a
los meses de enero y febrero, cuando se celebra el Año Nuevo lunar y las
familias de todo el país se reúnen alrededor de sus mesas, el Gobierno chino
refuerza las cadenas de suministro de carne de cerdo (el producto cárnico por
excelencia en la gran potencia asiática de 1.400 millones de habitantes) y de
verduras.
Sin duda, también están
influyendo los preparativos para los Juegos Olímpicos de invierno, que se
celebraran en Pekín durante el próximo mes de febrero. El Gobierno busca que
sirvan de escaparate mundial de sus logros y que no exista problema alguno.
Todas estas circunstancias
han disparado los precios de las verduras y hortalizas. Los importes han
crecido, de media, un 16% con respecto a septiembre. Las alzas, consideran los
analistas, elevarán el índice de precios al consumo de China, y es que
realmente los precios se han disparado.
Para evitar un mayor descontento
popular, los funcionarios chinos supervisan las oscilaciones diarias en los
precios de verduras, carne, grano y aceites. Incluso, según el ministerio, se “recurrirá
a las reservas nacionales cuando sea necesario” (las autoridades locales
almacenen verduras u hortalizas más duraderas y refuercen los sistemas de
suministro de emergencia para casos de desastre).
ESTADOS UNIDOS:
Realmente, parece
mentira, pero los rollos de papel higiénico, zapatillas deportivas, juguetes e
incluso disfraces infantiles están siendo objeto de deseo en Estados Unidos por
culpa de la crisis de desabastecimiento que recorre el mundo y que ha gripado
la actividad en la capital mundial del consumo.
En vísperas de la
temporada comercial más intensa del año, entre Acción de Gracias y Navidad, el
estrangulamiento de la cadena de suministro acumula demoras y disfunciones, las
primeras como efecto del parón de la pandemia; las otras, por debilidades
sistémicas, pero también coyunturales, como la falta de mano de obra.
Una vez descargadas las
mercancías en los puertos, faltan lugares de almacenaje y conductores para
transportarlas por carretera, para no tener que depender del mal estado de
muchas vías férreas. Se trata, en suma, de la congestión de un sistema
anquilosado que el presidente Joe Biden pretende solventar, entre otras
medidas, con su ambicioso plan de infraestructuras, que tantas
dificultades está encontrando en el Congreso.
Todas estas
circunstancias están suponiendo un serio problema para a la economía
estadounidense, a lo que hay que añadir la “fiebre consumista” tras año y medio
de contención y un incremento de los precios alimentado a su vez por la
escasez. De forma que el precio de la gasolina, ha subido un 42% hasta
septiembre; y el de la carne un 13%.
La deficiente situación
de los puertos (a mediados de septiembre había 73 mercantes fondeados a la
espera de poder atracar) y otras infraestructuras del país y las condiciones
laborales de los camioneros (la patronal del transporte por carretera considera
que faltan unos 80.000 camioneros), y el hecho de que las personas no han
perdido poder adquisitivo gracias a las ayudas, y llevan medio año sin gastar
en salir a cenar, ir al cine, cortarse el pelo o recibir en casa, … Se trata de un problema de demanda, que desaparecerá
cuando se terminen de ajustar los patrones de consumo a los previos al
coronavirus.
Algunas de las grandes
cadenas de distribución, que en los últimos meses han llegado a fletar sus
propios barcos para transportar mercancías desde Asia, secundan la propuesta de
la Casa Blanca de trabajar a destajo las 24 horas, sin interrupción. Sin
embargo, los 3.500 contenedores adicionales que se espera que muevan
semanalmente, en horario nocturno y hasta fin de año, cada una de las seis principales
empresas del sector representan una pequeña fracción del total que ahora pasa
por el puerto.
Durante la pandemia, la
dependencia del comercio por internet creció un 32% entre los estadounidenses,
lo cual ha convertido los vestíbulos de los grandes edificios de apartamentos
en improvisados centros de logística.
Otro
problema que ha surgido es la falta de componentes. La
alarma saltó ya a comienzos de este año, cuando varias cadenas de montaje de automóviles
se vieron obligadas a parar temporalmente por la falta de componentes
adecuados (semiconductores), dada la gran dependencia de China (que
también ocurrió con las mascarillas, EPI y guantes).
Todas estas
circunstancias han llevado a la economía estadounidense a registrar una desaceleración
económica, vigorosa creación de empleo y presión inflacionaria, en un escenario
de atasco productivo global y con leves repuntes del coronavirus.
Y es que la economía
estadounidense afronta la peor crisis de suministros desde la del petróleo de
1973, y el frenazo que eso implica en la recuperación ha condicionado la
decisión acerca de la progresiva retirada de estímulos en la primera
economía mundial, así como sobre el precio del dinero, congelado en torno al 0%
desde marzo de 2020.
Ello ha conducido a que
la Reserva Federal, la Fed, que va a comenzar a retirar estímulos monetarios (tapering)
durante este mes de noviembre. Lo hará reduciendo en 15.000 millones de dólares
mensuales su programa de compras de bonos (10.000 millones) y valores
respaldados por hipotecas (5.000 millones), vigente desde marzo de 2020, que
hasta ahora funcionaba por un importe de 120.000 millones de dólares al mes.
Sin embargo, mantendrá
sus tasas de interés en el rango del 0%-0,25%. La Fed justifica su decisión por
la “sustancial mejora” de la economía, aunque reconoce que la inflación sigue
siendo elevada (acabó septiembre con una tasa interanual del 5,4%, la mayor en
13 años).
Para todos los analistas
la clave está en determinar si las subidas de precios son localizadas y temporales,
o por el contrario se trata de tendencias a más largo plazo si continúan los
desequilibrios entre la oferta y demanda en los mercados. oferta y la demanda.
La Fed, según ha afirmado, espera que las presiones existentes se deben a
“factores que espera que sean transitorios.
Aunque es difícil predecir la persistencia de los efectos de los
problemas logísticos, y en especial el de la inflación, está claro que es un
momento de incertidumbre, pero deberíamos ver el descenso de la inflación para
el segundo o tercer trimestre de 2022”.
Con la temporada navideña
a la vista, el dilema de la Fed es averiguar si la contracción de la
oferta representa una amenaza inflacionaria tan grande que justifique una
política monetaria más estricta, o si la economía vuelve a la normalidad, lo
que permitiría una política monetaria más flexible.
Según Jeromin Powell,
presidente de la Fed, “las restricciones de oferta y la escasez, y, por lo
tanto, la elevada inflación, es probable que duren más de lo esperado, tal vez
hasta bien entrado 2022. Aunque lo más probable, es que después la inflación se
modere, hasta estabilizarse cerca del objetivo del 2%”. En estos momentos el
incremento en el nivel de precios ha alcanzado el 5,4%, (su nivel más alto en
13 años).
La realidad, es que los
operadores del mercado ya esperan dos incrementos de tipos el próximo año. Los
rendimientos de los bonos a plazos más cortos son un buen indicador de las
expectativas de alza de tipos: el bono a cinco años sube al 1,2% y pone rumbo a
los máximos anuales del 1,24% que tocó a principios de 2020. Por parte el bono
a dos años se sitúa sobre el 0,5%, nuevo máximo anual.
EUROZONA:
Según ha publicado la
Oficina Estadística de Unión Europea (Eurostat), la zona euro aceleró
ligeramente su actividad durante el verano. Su economía creció un 2,2%
respecto al trimestre anterior, una décima más de lo que había hecho entre
abril y junio.
La cifra ha sido
impulsada por el aumento de Francia y de Italia, cuyo PIB aumentó un 3% y un
2,6% respectivamente. En el conjunto de la Unión Europea el crecimiento ha sido
ligeramente menor, de un 2,1%.
Junto a Francia e Italia,
también Austria y Bélgica han tenido un comportamiento más positivo de lo
previsto, lo cual ha contribuido a que el crecimiento del área monetaria del
euro haya mejorado sus expectativas. El dato podría haber sido incluso mejor,
pero Alemania y España han tenido la evolución contraria: han crecido
menos de lo que se esperaba.
La economía de la región
del euro creció en el anterior trimestre un 2,1%, abandonando la corta recesión
de dos trimestres que vivió entre finales de 2020 y comienzos de este año. No
obstante, la persistencia de los problemas de suministro en las cadenas de
producción ralentiza todavía la actividad, especialmente en las economías más
industriales, como la alemana, la gran locomotora europea, que ha crecido un
1,8% el pasado trimestre.
La Comisión Europea ha
señalado la disparidad de los datos provisionales conocidos, en el que países
como Austria crecen en un trimestre un 3,3% y otros como Lituania están
estancados.
No obstante, a pesar de
los “cuellos de botella”, la economía europea está recuperándose a un ritmo
mayor que las de Estados Unidos y China, al menos en los últimos dos
trimestres. En el tercero, concretamente, el crecimiento de las dos grandes
economías mundiales fue de un 0,5% y de un 0,2%, respectivamente.
La falta de materias
primas y el aumento de los precios de la energía lastran el crecimiento de la
actividad manufacturera. El índice PMI (índice de
gestores de compra es un indicador económico que incluye informes y encuestas
mensuales de empresas manufactureras del sector privado), cayó de 58,6 puntos
en septiembre a 58,3 en octubre. Los 50 puntos representan la frontera entre el
crecimiento y la contracción en este indicador que los analistas utilizan como
un termómetro adelantado sobre la actividad. Aunque la producción manufacturera
aumentó, el ritmo de crecimiento fue el más lento en la tendencia actual que
acumula dieciséis meses de crecimiento. Sin duda, el principal causante es la
ralentización del crecimiento de la producción: los plazos medios de entrega de
materias primas se alargaron a un ritmo superado solo dos veces en casi
veinticinco años de datos del estudio, ya que las empresas informaron que la
demanda una vez más superó a la oferta para una amplia variedad de insumos y
componentes.
No todos los países de la
eurozona mostraron la misma evolución. Países Bajos, Irlanda, Italia y Grecia
registraron expansiones más fuertes. En cambio, Alemania y Francia apuntaron
declives en el crecimiento de la actividad manufacturera: ambos índices se
desplomaron hasta sus mínimas de nueve meses. El indicador español también
sufrió una ralentización, situándose en los 57,4 puntos, su nivel más bajo
desde marzo.
Los retrasos graves que
se producen en la entrega de insumos a los fabricantes son una amenaza
cada vez mayor para la recuperación económica, sobre todo en un momento en el
que los nuevos pedidos siguen aumentando, aunque con un ritmo menor con
respecto a los meses pasados.
La preocupación por la
inflación y por la escasez de la oferta han impulsado a las compañías a comprar
productos con antelación si estaban disponibles en el mercado, lo que dio lugar
a un aumento del almacenamiento de los insumos durante más de tres años.
Por si fuera poco, la
crisis energética se ha ido colando en el debate europeo poco a poco, a medida
que el “el fuerte golpe” del gas se extendía por el bloque comunitario. La
crisis energética es una de las preocupaciones existenciales de la Unión Europea.
Y es que los precios
mayoristas de la electricidad han crecido en la región comunitaria un 200% de
media en el último año, y la enorme dependencia de las importaciones del gas
(el 90% viene de fuera de la Unión, sobre todo de Rusia) eleva su exposición a
la volatilidad y a los caprichos del mercado.
Por ahora no se han
decidido medidas conjuntas, pero se ha acordado el compromiso de “explorar” la
creación de reservas estratégicas y las compras conjuntas, y de estudiar el
funcionamiento del mercado energético, el del gas y el del comercio de derechos
de emisiones de CO₂. Al contrario, el Ejecutivo comunitario ha dado prioridad a
las medidas nacionales que permiten actuar sobre las personas y empresas
vulnerables a través de ayudas, subsidios o exenciones fiscales, sin necesidad
de cambiar algo del actual marco legislativo.
Hasta ahora, 19 de los 27
Estados miembros han comunicado a la Comisión la aplicación o la intención de
aplicar algún tipo de iniciativa para hacer frente a la crisis de la
electricidad: desde las tarifas sociales a los bonos energéticos, pasando por
mecanismos para evitar la desconexión de la red o incluso ayudas monetarias
directas para paliar la subida de la gasolina. España es uno de los pocos
países que ha actuado en todos los frentes para contener la subida del mercado
eléctrico.
Respecto al
comportamiento de la locomotora europea, Alemania, su ministro de economía ha
señalado que “el crecimiento de este año será menor de lo que todos
imaginábamos”. Y es que, Berlín espera un aumento de solo el 2,6% en 2020, en
lugar del 3,5% previsto en primavera, tras el desplome del producto interior
bruto inducido por la pandemia.
Se ha afirmado que la
corrección a la baja del PIB alemán, se debe a la escasez de materias primas y
el aumento de los precios de la energía. El ministro de economía, por cierto,
saliente, “la economía alemana está creciendo. Pero solo se convertirá
realmente en un boom el año que viene, con más del 4%. La
demanda de productos alemanes en los mercados mundiales sigue siendo alta. Si
los cuellos de botella de la oferta desaparecen gradualmente, habrá importantes
efectos de recuperación en 2022. El país prevé registrar una inflación de 3% en
2021, la más alta desde 1993. En septiembre, la tasa de inflación fue del 4,1%,
alimentada principalmente por el aumento de los costes energéticos”.
El ministro admitió que
se espera que la economía alemana recupere y supere su nivel anterior a la
pandemia a finales del primer trimestre de 2022: “un trimestre más tarde de lo
que se suponía en un principio. El requisito previo, por supuesto, es que la
trayectoria de crecimiento no se estanque en los próximos meses. Esto se debe a
que el fuerte aumento de las cifras de contagio del virus podría tener efectos
económicos negativos, incluso sin un nuevo cierre. Nos enfrentamos a un segundo
invierno pandémico. Por ello, es importante seguir usando mascarillas y
observar las normas de precaución”.
La verdad, es que están
cundiendo las noticias negativas para la mayor economía europea: el indicador
de clima empresarial del instituto alemán Ifo cayó en octubre por cuarto mes
consecutivo, con un deterioro en el sentimiento de los sectores de servicios,
manufactura y comercio, mientras que la construcción fue el único que mejoró.
Con la caída en los
suministros, los costes han crecido con fuerza en la locomotora europea. Los
precios de la industria subieron un 14,2% interanual a septiembre, un
incremento inédito desde la década de los setenta. Otros indicadores también
cayeron: las exportaciones alemanas lo hicieron en agosto por primera vez desde
abril de 2020, en pleno confinamiento. La producción industrial, por su parte,
bajó el 4% en agosto y los nuevos pedidos perdieron un 7,7% ese mismo mes.
ESPAÑA:
Según el análisis de BBVA
Research, la previsión de crecimiento de la economía española para este 2021
pasa del 6,5% al 5,2% para 2021. Este observatorio de la entidad ha señalado
que todas las comunidades autónomas pierden fuelle en su actividad. Y cuando termine
el año 2022 únicamente seis comunidades habrán alcanzado la actividad anterior
al Covid: Cantabria, Galicia, Castilla-La Mancha, Extremadura, Murcia y Aragón.
Las más retrasadas serán Baleares, Asturias y La Rioja.
Y es que según ha
señalado el Instituto Nacional de Estadística (INE), la economía española
creció un 2% trimestral entre julio y septiembre. Aunque se trata de un
crecimiento muy vigoroso, en este trimestre era cuando se tenía que producir el
gran rebote de la actividad tras el levantamiento de las restricciones y el
avance en la vacunación. Y en ese sentido el dato se ha quedado bastante corto.
A pesar del buen comportamiento del empleo, la progresiva recuperación del
turismo, la robusta mejora de los servicios, el producto interior bruto no tira
con el empuje que se esperaba hace tan solo un mes, justo antes de que el
INE revisara con fuerza a la baja el crecimiento y cambiase el relato
sobre la fortaleza de la recuperación.
Ahora bien, sin duda, la
sorpresa es que, en plena recuperación económica, el consumo de los hogares ha caído un 0,5% trimestral. Por más que
el empleo se esté recuperando, las ventas no avanzan con la misma
intensidad. Pueden estar influyendo las
compras de coches y otros bienes, que pesan mucho en el consumo y están paradas
por la falta de suministros. O el despegue de la inflación, que merma la
capacidad de compra: incluso si las familias están gastando más en euros,
en realidad en volúmenes adquieren menos cantidad. Ni la evolución del crédito,
ni la caída del ahorro acumulado durante las restricciones apuntan a un
crecimiento fuerte en el consumo. La acusada desaceleración que se está
produciendo se observa perfectamente en el crecimiento interanual del mismo,
que se coloca en el 2,7% frente al 17,5% del trimestre precedente.
Las exportaciones registran,
gracias al turismo, un fuerte crecimiento del 6,4% trimestral frente a un
avance de las importaciones del 0,7%. La inversión repunta un 2% a pesar del
retraso en los suministros, los malos datos de inversión en transporte y la
falta de ejecución de los fondos europeos. La construcción sube un 1,8% después
de tres trimestres en negativo. Y el consumo público apenas suma un 0,1% tras
haber estado registrando importantes incrementos durante toda la pandemia.
Distinto es el
comportamiento de los servicios, que se benefician del levantamiento de las
restricciones y en su conjunto remontan un 3,2% trimestral. Destacan en esta
rúbrica el comercio, transporte y hostelería, que se dispara un 7,9%, las
actividades artísticas y recreativas, que se incrementan un 18,6%, y las
actividades profesionales, que aumentan un 4%. Por el contrario, el sector
financiero cae un 1,1%, la información y comunicaciones ceden un 0,6%, y la
administración pública, educación y sanidad pierden un 0,6%, entrando por
primera vez en el terreno negativo desde principios de 2020.
Dado que nos encontramos
en una situación con grandes vaivenes y muy complejo para recabar las
estadísticas, el propio INE advierte de que hay que tomar con cautela estas
cifras hasta que no haya datos más definitivos. En cualquier caso, la economía
todavía se encuentra un 6,6% por debajo de los niveles previos al coronavirus.
Y falta por recuperar casi un 30% de la producción perdida.
En fin, … para el año que
viene se espera que el crecimiento sea mejor si se van solucionando los
desajustes entre oferta y demanda, baje el coste de la energía a partir de la
primavera y empiecen a gastarse los fondos europeos. De esos tres factores
dependerá la robustez del crecimiento en 2022.
En relación a los
precios, subieron en octubre un 5,5% respecto al año pasado (una cota que no se
alcanzaba desde hace 29 años). El dato aún preliminar, publicado por el Instituto
Nacional de Estadística (INE), marca un nuevo pico en España este año, que mantiene
una tendencia alcista desde marzo. Desde entonces, el coste de la vida encadena
ya ocho meses encareciéndose por los altos precios de la electricidad y los
combustibles, el repunte del consumo y los problemas en las cadenas de
suministro globales, azotadas por una tormenta perfecta de colapso en los
puertos, falta de contenedores, escasez de trabajadores, carencia de chips y un
aumento inasumible de los pedidos por el desembalse del ahorro acumulado por
los hogares durante la pandemia en un entorno de estímulos públicos y
recuperación económica.
El aumento de la inflación
se está sufriendo en todo el mundo: Alemania registra un aumento del 4,6% (un nivel
cercano a los tiempos de la reunificación).
Mientras, la inflación
subyacente, la que no tiene en cuenta los precios de la energía y de los
alimentos frescos (los elementos más volátiles) se mantiene en el 1,4%. Los altos
precios de la energía explican la diferencia entre una y otra. La más
significativa para la política monetaria es, sin duda, la subyacente.
Según los mercados de
futuros, el precio de la energía remitirá en primavera, y, por lo tanto, en el
próximo año 2022, muy probablemente, observaremos un fuerte crecimiento con una
inflación menos elevada que en 2021.
En el mes de octubre, el
petróleo brent ha
cotizado por encima de los 83 dólares, frente a los 78 dólares en
que cerró septiembre. Y en prácticamente todo el mes de octubre, el precio
medio de la electricidad ha sido de 208,05 euros por megavatio hora, el mes más
caro de la historia, inflado por los máximos del precio del gas natural y la
escalada de los derechos de emisión de dióxido de carbono.
La pregunta es la misma
en todo el mundo: ¿La subida de precios es transitoria? El Banco Central
Europeo y la Reserva Federal estadounidense, aseguran que se trata de un
fenómeno transitorio, ya que la oferta y la demanda se irán ajustando.
Resultando, por tanto, un mero aumento de los precios para un nuevo equilibrio,
y no un proceso dinámico de subida de precios (inflación).
En el otro lado, los
halcones (los ultraliberales más ortodoxos) advierten de los peligros de
una espiral inflacionista si las alzas de precios se trasladan a los salarios y
a otros productos, generando un círculo vicioso que se retroalimenta.
En cualquier caso, las
subidas de tipos de interés aún están lejos, si bien hay factores económicos
que la desaconsejan. Es difícil dar marcha atrás en la política monetaria
ultraexpansiva, dados los elevados niveles de deuda acumulados que supondrían
el pago de elevados intereses; así como los riesgos que persisten para el
crecimiento.
Ahora bien, vamos a oír
hablar bastante de la llamada “espiral inflacionista” o “espiral precios o
beneficios- salarios”. En España, la distancia entre los aumentos de precios y
los de la nómina sigue siendo alta, pero con la inflación ascendiendo en
octubre hasta el 5,5% debido a los precios de la energía, el debate sobre la
pérdida de poder adquisitivo gana terreno, y ahí el juego de equilibrios entre
mantener la paz social y evitar una retroalimentación de precios y salarios.
El encarecimiento del
coste de la vida en España afecta doblemente al bolsillo de los ciudadanos. Si
los precios suben y el sueldo se mantiene, los salarios o ingresos reales
bajan. Ahora bien, según los últimos datos de Trabajo para medir la distancia entre
ambos: los salarios por convenio han crecido de media un 1,4% este año, más de
cuatro puntos por debajo de la inflación actual; y también por debajo de la
media inflacionaria que prevé el Gobierno para final de año, y que es del 2,3%.
El proceso, en pocas
palabras, consiste en una “lucha”: los empleadores, que, al tener mayores
costes salariales, suben los precios de sus productos para mantener los
márgenes de beneficio, y, por otro lado, los trabajadores, que, al percibir ese
encarecimiento de la cesta de la compra con la consiguiente pérdida de poder
adquisitivo, demandan a su vez nuevos aumentos de sueldo, en un bucle difícil
de frenar. Este dinámico proceso es el que lleva a los “halcones monetarios” a
postular que se lleven a cabo “ya” restricciones monetarias, y no se revisen
los salarios de acuerdo a la subida de precios (pérdida del poder adquisitivo).
Por otro lado, en octubre
se registraron 159.478 afiliados más a la Seguridad Social, hasta alcanzar un
total de 19.690.590 (un nuevo récord de la serie histórica). El paro
registrado, por su parte, también se anota otro tanto en octubre: bajó en 734
personas (-0,02%), que, aunque resulte una cifra menor en comparación con las
que se venían produciendo en anteriores meses, es la primera vez que baja en 46
años, desde 1975. Es, también, el octavo mes consecutivo en el que el número de
desempleados se reduce, hasta llegar a los 3.257.068.
En términos interanuales,
comparando los datos con los de octubre de 2020, las afiliaciones han crecido
en 700.226, y son 440.361 más que las contabilizadas en febrero del año pasado,
el último mes sin afectación del virus.
Si bien, a nivel general,
los datos de octubre son buenos, muestran que nuevamente son los jóvenes el
colectivo más castigado: el desempleo de los menores de 25 años subió en 5.867
personas (+2,34%). También se mantiene la temporalidad. Según los datos
facilitados por los ministerios de Trabajo y Seguridad Social, en octubre se
firmaron 1.892.584 contratos, 341.227 más que en septiembre, pero de entre
todos ellos, 1.682.012 (88,8%) fueron temporales.
De igual forma, la EPA
(Encuesta de Población Activa) elaborada por el INE trimestralmente, señala que
el número de ocupados aumentó en el tercer trimestre de 2021 en 359.300
personas, hasta alcanzar los 20.031.000, lo que supone no solo un aumento del
1,83% con respecto al trimestre anterior, sino la superación de la barrera de
los 20 millones de ocupados por primera vez desde el cuarto trimestre de 2008,
cuando comenzó la pasada crisis financiera.
Según la EPA, entre los
meses de julio, agosto y septiembre el paro cayó en 127.100 personas (-3,59%)
hasta situarse en 3.416.700 desempleados y reflejar una tasa del 14,57%. Un
porcentaje que sigue a la baja por cuarto trimestre consecutivo.
Para todos los analistas,
la EPA es la fuente más fiable. Y la del tercer trimestre del año tiene, no
obstante, cierta estacionalidad: el incremento de la población activa (personas
de 15 años y más con disposición y disponibilidad para trabajar durante la
semana anterior a la realización de la entrevista), y que en el tercer
trimestre de 2021 creció en 232.200, hasta situarse en los 23.447.700 de
demandantes de empleo. Según subraya el INE, este colectivo se ha incrementado
en 547.900 personas respecto al tercer trimestre de 2020.
Este aumento del número
de personas que buscan un trabajo (y que supone el 50,52% de la población
activa) impacta directamente sobre el cómputo de la tasa de empleo (que toma
como referencia el tamaño de este nicho), por lo que su incremento con respecto
a los guarismos del segundo trimestre es algo ligeramente significativa, puesto
que no llega al punto porcentual (+0,89%).
El número de personas
ocupadas creció en 359.300 personas respecto al cómputo de los meses de mayo,
abril y junio, y según apunta el INE ha aumentado en 854.100 en los últimos
doce meses (+4,45%). La ocupación ha aumentado en todos los sectores,
especialmente en los servicios, donde hay 377.200 trabajadores más; seguido de
la industria con 63.000. Sin embargo, esta ha bajado en la agricultura
(-49.600) y la construcción (-31.200).
Los mayores aumentos de
ocupación se han dado en tres territorios especialmente dependientes del
turismo, y que se han beneficiado de la recuperación de este sector en el
segundo verano de la pandemia: Cataluña (62.300 más), Canarias (50.000) e Islas
Baleares (47.900). Aun así, otras comunidades como Andalucía (–7.200) o La
Rioja (–2.100) no han salido tan reforzadas. Sin embargo, en cuanto a la
variación anual (comparando los datos con los del tercer trimestre de 2020) el
empleo ha subido en todas las comunidades, focalizándose los mayores incrementos
en el número de ocupados en Andalucía (+162.300), Cataluña (+155.500) y la
Comunidad de Madrid (+124.000).
Por edades, el desempleo
juvenil descendió especialmente en aquellos entre 20 y 24 años (-13,2%), por
delante de los de 16 a 19 años (-9,5%). Sin embargo, a partir de esta franja la
balanza se inclina hacia el lado contrario: el paro subió entre los mayores de
55 años en 65.500 (+11,6%).
El número de hogares que
tienen a todos sus miembros activos en paro y que descendieron en 35.800 en el
tercer trimestre, hasta establecerse en 1.122.100; y que son 50.700 menos que
hace un año. La otra cara de la moneda es igualmente positiva: el número de
hogares con todos sus miembros activos ocupados aumentó en 197.300 hasta llegar
a los 10.798.900, la cifra más alta en los últimos 14 años.
MERCADOS:
Noviembre ha comenzado
con subidas en las Bolsas europeas.
Los inversores permanecen pendientes de la temporada de resultados. Las
primeras referencias procedentes del exterior han sido positivas, con una subida
del Nikkei del 2,6% tras la cómoda victoria de la coalición gobernante en las
elecciones generales celebradas en Japón.
La bolsa española alcanzó a
principios de noviembre una cifra de negocios de 42.561,1 millones de euros. Se
trata del mes que ha batido todos los récords de rentabilidad del
Ibex 35. El número de operaciones
en la bolsa española se disparó un 85,1% frente al año anterior,
según datos aportados por la propia Bolsa.
El auge de la negociación
que ha traído la recuperación de la renta variable al calor de los avances
médicos frente al coronavirus se traduce en 5,8 millones de transacciones,
lo que también supone un 39,2% más que en octubre.
A pesar de este importante
incremento, la fuerte caída de cotizaciones que acumula el grueso de valores se
traduce en unos volúmenes de efectivo un 8,4% más débiles que en noviembre de
2019.
En el caso de los fondos cotizados (ETF), que son
una herramienta muy empleada por los inversores para adaptar rápidamente sus
carteras a cambios de tendencia en el mercado, las cifras también reflejan un
fuerte incremento. En número de operaciones, se alcanzaron los 15,1 millones de transacciones, mientras que en
efectivo se contabilizaron 287,2 millones de euros.
Estos números suponen,
respectivamente, un 254,5% y un
100,6% más que en noviembre del año pasado.
Por lo que se refiere
a la renta fija, en
noviembre se alcanzó un volumen de 15.298,4 millones de euros, lo que supuso
quedarse un 38,7% por debajo del nivel del mismo mes del año
anterior. No obstante, las admisiones a negociación en este segmento ascendieron a 13.321,8 millones
de euros, con un crecimiento del 26,6% desde enero.
En otro orden, en
relación al mercado energético, se ha pasado de grandes pérdidas a beneficios multimillonarios.
Tras un 2020 muy malo, los grandes del mercado petrolero se encaminan a un 2021
de brillantes números verdes. Sin duda, como consecuencia de una tremenda
subida de los precios de ambas materias primas: el gas natural quintuplica su
valor en lo que va de año y el crudo sube un 70%.
Repsol no solo ha
dejado atrás los números rojos del año pasado, sino que en los nueve primeros
meses del año ha superado en un 32% el beneficio cosechado en 2019, cuando no
padecíamos la pandemia. Una mejora que le ha permitido aumentar la retribución
al accionista a la vez que aumenta sus inversiones en nuevos nichos de negocio
que le permitan dejar atrás su todavía elevada dependencia del crudo.
En la misma línea, la
francesa Total ha batido las previsiones de los analistas, superando en un 18%
el beneficio cosechado entre enero y septiembre de 2019. Y la anglo-holandesa
Shell ha borrado de sus cuentas las pérdidas de casi 18.000 millones
registradas en los aciagos nueve primeros meses de 2019 para anotarse una
ganancia de 7.400 millones, notable pero todavía lejana respecto a las cifras
prepandemia.
Aún mejores están siendo
los resultados al otro lado del Atlántico. La segunda mayor petrolera del
mundo, Exxon Mobil, ganó casi 12.200 millones de euros en los nueve primeros
meses de 2021, dejando atrás los algo más de 2.000 millones de pérdidas del
mismo periodo del año anterior. Una de sus mayores competidores, Chevron, se
anotó un beneficio ligeramente superior a los 9.000 millones frente a los 4.000
millones perdidos entre enero y septiembre de 2020. En ambos casos, acorde con
la cuenta de pérdidas y ganancias, los dividendos del próximo año serán mucho
más jugosos que en anteriores ejercicios.
Hasta las empresas de
tamaño medio, que dependen íntegramente del crudo obtenido por fracturación
hidráulica (fracking), mayoritariamente en el Estado de Texas, las que
más han sufrido en los últimos tiempos y que necesitan precios altos del
petróleo para ser rentables, también han vuelto a los beneficios gracias a una
cotización del crudo Brent que ronda los 85 dólares por barril, niveles
inéditos en tres años.
Y en particular, la
escalada de los costes de los carburantes no se ha frenado: el precio de la
gasolina ha alcanzado un precio casi de 50 euros desde marzo de 2013, al
superar los 1,48 euros, según el Boletín Petrolero de la Unión
Europea publicado. El diésel se ha encarecido y acumula, igualmente, un
mes y medio de subidas interrumpidas.
Aunque el encarecimiento
de la energía es un fenómeno común a todos los países europeos, el precio de la
gasolina sin plomo de 95 octanos en España está ligeramente por debajo de la
media de la Unión Europea, situada en 1,63 euros. También de la zona euro,
donde el precio medio es de 1,69 euros. En el caso del diésel, la diferencia es
similar, ya que el precio en la Unión Europea es de 1,49 euros y en la zona de
euro de 1,52 euros. Esta diferencia de precios a favor de España se debe,
esencialmente, a la menor presión fiscal sobre los carburantes en comparación
con los países vecinos.
Por lo que respecta al mercado automovilístico, según los datos elaborados por Anfac, Faconauto y Ganvam, la caída del mes de octubre ha sido muy importante. Las ventas se redujeron un 20,5% respecto al mismo mes del año pasado, hasta las 59.044 unidades, y poco a poco se va estrangulando la mejora respecto a las cifras del ejercicio pasado, cuando el confinamiento causó un importante agujero. En los diez primeros meses del ejercicio apenas se han comercializado un 5,6% más de coches que hace un año (un total de 706.998 unidades), y la falta de semiconductores está laminando las esperanzas de un efecto rebote provocado por la demanda embalsada de 2020.
Respecto a 2019, año sin
afectación de la pandemia, la caída es de un 33%. La crisis por la falta de los
semiconductores y la tensión en las cadenas globales de suministros están
sustituyendo en los concesionarios a la crisis económica generada por el
coronavirus: si hace un año no había clientes a quien vender, ahora no hay
coches. Los potenciales compradores aguardan en las listas de espera de las
marcas, mientras estas atesoran más existencias y bienes intermedios en sus
inventarios que nunca, incapaces de utilizarlos en las líneas de producción
porque la falta de chips las mantiene a medio gas.
EMPRESAS:
Según han informado ambas
compañías, el Grupo Mutua ha adquirido el 8% de El Corte Inglés por 555
millones, lo que supone valorar la empresa en 6.937,5 millones de
euros. Una operación de calado con la que entra en el accionariado de la cadena
de grandes almacenes.
Mutua, también conocida
como Mutua Madrileña, se queda también con la mitad de la división de seguros
de El Corte Inglés por otros 550 millones, por lo que el montante total de la
operación asciende a 1.105 millones, de los que la mayoría se destinarán a
reducir la deuda de El Corte Inglés.
Mutua puede hacer crecer
el volumen de ventas de seguros porque tiene el conocimiento de los clientes,
la tecnología y una amplia gama de productos. Por su parte, El Corte Inglés es
un gran distribuidor con acceso a millones de personas, una ventaja que también
utilizó cuando se unió al Banco Santander en el negocio de tarjetas para
financiar las compras.
El Corte Inglés sumaba
una deuda de 3.811 millones de euros, por lo que se podría reducir más de un
cuarto del total. Pese a ello, explican que el objetivo principal no era bajar
esta cifra: “queríamos crecer en la división de seguros y para eso necesitamos
un socio que tuviera capacidad de crecimiento”, explican portavoces de la
firma.
La pandemia del coronavirus
supuso un shock tremendo para El Corte Inglés, que acabó el
año con unas pérdidas históricas de 2.945 millones, aunque dos tercios se
debieron al saneamiento del valor contable que se les daba a ciertos activos,
especialmente algunos centros comerciales. Pero el trabajo en la cúpula de la
cadena no ha cesado y desde que cogió algo de aire con las reaperturas se ha esmerado
para sacar diferentes acuerdos que relancen su negocio.
Por otro lado, el Banco
Santander deja atrás los peores escenarios de la crisis derivada de la
pandemia e incrementa todos los márgenes de la cuenta de resultados de los
nueve primeros meses gracias a los buenos desempeños de las filiales del Reino
Unido y de Estados Unidos, que en otros tiempos fueron fuentes de problemas. Así,
la entidad que preside Ana Botín obtuvo un beneficio atribuido de 5.849
millones en los nueve primeros meses de 2021, frente a las pérdidas de
9.048 millones en el mismo periodo del año anterior, cuando el banco
realizó ajustes del fondo de comercio y de los créditos fiscales diferidos
(DTAs) ante el hundimiento de la economía por la crisis sanitaria.
En un año, el banco ha
pasado de realizar provisiones por 19.760 millones en el tercer trimestre de
2020, a 6.134 millones este año, un 69% menos. La morosidad del grupo se sitúa
en el 3,18%, apenas 0,03 puntos más que en septiembre de 2020. En este aspecto,
España destaca como la peor filial, con un 6% de impagados, lo que le sitúa por
encima de geografías con peor comportamiento tradicional en este aspecto, como
Brasil (4,72%), Polonia (4,34%), o México, (3,14%). Por otro lado, todos los
márgenes de la cuenta de resultados presentan mejorías.
En cuanto a los
resultados, si se excluye el cargo por 530 millones por costes de
reestructuración del primer trimestre, el beneficio ordinario de enero a
septiembre fue de 6.379 millones, un 87% más que en el mismo periodo del año
anterior. Es el mayor beneficio ordinario de Santander en los primeros nueve
meses del año desde 2009.