miércoles, 10 de noviembre de 2021

SITUACIÓN ECONÓMICA ESPAÑOLA Y MUNDIAL A NOVIEMBRE DE 2021: una recuperación con incertidumbre, tapering (retirada progresiva de los estímulos monetarios) y amenaza de inflación

 

Tras la pandemia mundial, la economía se enfrenta a la mayor crisis histórica de abastecimiento sufrida. La ruptura de la cadena de suministros ha provocado una carestía de productos básicos que añade presión a la inflación, que alcanzó el 5,5% en octubre en España por el encarecimiento de la energía. Puede que el efecto dominó no ha hecho más que comenzar, de forma que la escasez de productos puede afectar a la inflación y recuperación económica.

GLOBAL:

En la reunión de política monetaria del Banco Central Europeo (BCE), el riesgo de la inflación ha sido el principal problema analizado.  Ello unido a la prolongación de los problemas de los suministros; la subida del precio de la energía; y a las causas que han elevado la inflación en la zona euro al 4,1% (2,1% la inflación subyacente, es decir, aquella que no tiene en cuenta los productos más volátiles, productos frescos y energéticos, que son más volátiles). Inflación que, siendo temporal, puedan retroalimentar las expectativas de los agentes y los salarios.

También otros bancos centrales que, con mayores tasas de inflación, están muy cerca de retirar estímulos. La Reserva Federal de Estados Unidos lo hará este mes, el Banco de Canadá lo acaba de realizar, y el Banco de Inglaterra parece estar cerca de subir los tipos de interés. Sin embargo, el Banco Central Europeo ha mantenido su postura, ya que afirma que la inflación es temporal, esperando que vayan desapareciendo a lo largo del próximo 2022.

En cualquier caso, el mercado sigue descontando subidas de tipos a finales de 2022, en clara desconexión con la visión del BCE que la presidenta del BCE, Cristhine Lagarde, señaló quizá como más tarde.

Podría ser que el mercado sea más pesimista respecto a la inflación. En ese caso, la postura del BCE relativa a la subida de los tipos de interés no resulte creíble.

El mes de diciembre va a ser clave: además de la decisión relativa a los programas de compra de activos, se actualizarán las previsiones de inflación. Por tanto, actualizando o manteniendo sus expectativas.

CHINA:

Tras la crisis de la pandemia, se ha frenado la recuperación económica de China. Los problemas del sector inmobiliario, los cortes y racionamientos eléctricos y varios brotes de covid-19 en diversas provincias.

Según los datos de la Oficina Nacional de Estadísticas, la economía de China ha registrado el crecimiento más bajo desde el tercer trimestre de 2020. El PIB de la segunda potencia mundial creció un 4,9% interanual entre julio y septiembre de este año, muy por debajo del 7,9% del trimestre anterior y del consenso de los analistas, que anticipaban un alza en torno al 5,2%. Con respecto al trimestre anterior, la expansión de la actividad fue de solo el 0,2%, frente al 1,3% logrado entre abril y julio.

China fue la primera gran economía en comenzar la recuperación económica superado el fuerte golpe de la pandemia, pero su mejoría puede estancarse, lastrada por la preocupación en el sector de la vivienda, un consumo que no termina de despegar, los altos precios de las materias primas y la debilidad en la producción manufacturera. Igualmente, está pesando negativamente el incierto futuro de la promotora Evergrande, con una deuda de más de 300.000 millones de dólares, y, por tanto, una seria incógnita de cómo vaya a afectar finalmente al sector inmobiliario y al financiero.

También la industria de China se ha resentido: la producción industrial creció un 3,1% en septiembre con respecto al mismo mes del año anterior, por debajo de las expectativas y del 5,3% alcanzado en agosto. Algo mejores fueron las ventas al por menor, que crecieron un 4,4% en septiembre. Ese aumento contrasta con la subida del 2,5% registrada en agosto, cuando el consumo aún se vio penalizado por las medidas de control sanitario para sofocar los brotes de covid-19 en algunas provincias chinas.

La Oficina Nacional de Estadísticas del país ha señalado que “la economía nacional en general mantuvo el impulso hacia la recuperación en los primeros tres trimestres. No obstante, debemos mencionar que aumentan las incertidumbres actuales en el panorama internacional y la recuperación interna sigue siendo inestable y desigual”.

Mayor sorpresa, quizá haya sido, que el Ministerio de Comercio de China ha recomendado a las familias que “tengan almacenada una cierta cantidad de artículos de primera necesidad para estar preparados en caso de emergencias”, en medio de una preocupación generalizada por una escalada fuera de lo común en los precios de las verduras, que en algunos casos ya superan a los de la carne, y el miedo a que se desaten problemas de suministro.

Mediante una directiva del ministerio, se insta a las autoridades locales a garantizar la estabilidad de los precios y la disponibilidad de los suministros, y a vigilar el comportamiento de los mercados para advertir a tiempo de posibles problemas.

El ministerio ha querido aclarar que el aviso se debe a “la abundancia de desastres naturales registrados este año, la fluctuación de los precios de las verduras, el fenómeno meteorológico de La Niña (del que se espera que traiga unas temperaturas especialmente bajas este invierno en el hemisferio Norte) y los casos de covid en varios puntos del país”. La idea es tomar medidas para que haya un suministro adecuado de cara al invierno y la primavera del año próximo”.  

Todos los años, de cara a los meses de enero y febrero, cuando se celebra el Año Nuevo lunar y las familias de todo el país se reúnen alrededor de sus mesas, el Gobierno chino refuerza las cadenas de suministro de carne de cerdo (el producto cárnico por excelencia en la gran potencia asiática de 1.400 millones de habitantes) y de verduras.   

Sin duda, también están influyendo los preparativos para los Juegos Olímpicos de invierno, que se celebraran en Pekín durante el próximo mes de febrero. El Gobierno busca que sirvan de escaparate mundial de sus logros y que no exista problema alguno.

Todas estas circunstancias han disparado los precios de las verduras y hortalizas. Los importes han crecido, de media, un 16% con respecto a septiembre. Las alzas, consideran los analistas, elevarán el índice de precios al consumo de China, y es que realmente los precios se han disparado.

Para evitar un mayor descontento popular, los funcionarios chinos supervisan las oscilaciones diarias en los precios de verduras, carne, grano y aceites. Incluso, según el ministerio, se “recurrirá a las reservas nacionales cuando sea necesario” (las autoridades locales almacenen verduras u hortalizas más duraderas y refuercen los sistemas de suministro de emergencia para casos de desastre).

ESTADOS UNIDOS:

Realmente, parece mentira, pero los rollos de papel higiénico, zapatillas deportivas, juguetes e incluso disfraces infantiles están siendo objeto de deseo en Estados Unidos por culpa de la crisis de desabastecimiento que recorre el mundo y que ha gripado la actividad en la capital mundial del consumo.

En vísperas de la temporada comercial más intensa del año, entre Acción de Gracias y Navidad, el estrangulamiento de la cadena de suministro acumula demoras y disfunciones, las primeras como efecto del parón de la pandemia; las otras, por debilidades sistémicas, pero también coyunturales, como la falta de mano de obra.

Una vez descargadas las mercancías en los puertos, faltan lugares de almacenaje y conductores para transportarlas por carretera, para no tener que depender del mal estado de muchas vías férreas. Se trata, en suma, de la congestión de un sistema anquilosado que el presidente Joe Biden pretende solventar, entre otras medidas, con su ambicioso plan de infraestructuras, que tantas dificultades está encontrando en el Congreso.

Todas estas circunstancias están suponiendo un serio problema para a la economía estadounidense, a lo que hay que añadir la “fiebre consumista” tras año y medio de contención y un incremento de los precios alimentado a su vez por la escasez. De forma que el precio de la gasolina, ha subido un 42% hasta septiembre; y el de la carne un 13%.

La deficiente situación de los puertos (a mediados de septiembre había 73 mercantes fondeados a la espera de poder atracar) y otras infraestructuras del país y las condiciones laborales de los camioneros (la patronal del transporte por carretera considera que faltan unos 80.000 camioneros), y el hecho de que las personas no han perdido poder adquisitivo gracias a las ayudas, y llevan medio año sin gastar en salir a cenar, ir al cine, cortarse el pelo o recibir en casa, …  Se trata de un problema de demanda, que desaparecerá cuando se terminen de ajustar los patrones de consumo a los previos al coronavirus.  

Algunas de las grandes cadenas de distribución, que en los últimos meses han llegado a fletar sus propios barcos para transportar mercancías desde Asia, secundan la propuesta de la Casa Blanca de trabajar a destajo las 24 horas, sin interrupción. Sin embargo, los 3.500 contenedores adicionales que se espera que muevan semanalmente, en horario nocturno y hasta fin de año, cada una de las seis principales empresas del sector representan una pequeña fracción del total que ahora pasa por el puerto.

Durante la pandemia, la dependencia del comercio por internet creció un 32% entre los estadounidenses, lo cual ha convertido los vestíbulos de los grandes edificios de apartamentos en improvisados centros de logística.

Otro problema que ha surgido es la falta de componentes. La alarma saltó ya a comienzos de este año, cuando varias cadenas de montaje de automóviles se vieron obligadas a parar temporalmente por la falta de componentes adecuados (semiconductores), dada la gran dependencia de China (que también ocurrió con las mascarillas, EPI y guantes).

Todas estas circunstancias han llevado a la economía estadounidense a registrar una desaceleración económica, vigorosa creación de empleo y presión inflacionaria, en un escenario de atasco productivo global y con leves repuntes del coronavirus.

Y es que la economía estadounidense afronta la peor crisis de suministros desde la del petróleo de 1973, y el frenazo que eso implica en la recuperación ha condicionado la decisión acerca de la progresiva retirada de estímulos en la primera economía mundial, así como sobre el precio del dinero, congelado en torno al 0% desde marzo de 2020.

Ello ha conducido a que la Reserva Federal, la Fed, que va a comenzar a retirar estímulos monetarios (tapering) durante este mes de noviembre. Lo hará reduciendo en 15.000 millones de dólares mensuales su programa de compras de bonos (10.000 millones) y valores respaldados por hipotecas (5.000 millones), vigente desde marzo de 2020, que hasta ahora funcionaba por un importe de 120.000 millones de dólares al mes.

Sin embargo, mantendrá sus tasas de interés en el rango del 0%-0,25%. La Fed justifica su decisión por la “sustancial mejora” de la economía, aunque reconoce que la inflación sigue siendo elevada (acabó septiembre con una tasa interanual del 5,4%, la mayor en 13 años).

Para todos los analistas la clave está en determinar si las subidas de precios son localizadas y temporales, o por el contrario se trata de tendencias a más largo plazo si continúan los desequilibrios entre la oferta y demanda en los mercados. oferta y la demanda. La Fed, según ha afirmado, espera que las presiones existentes se deben a “factores que espera que sean transitorios.  Aunque es difícil predecir la persistencia de los efectos de los problemas logísticos, y en especial el de la inflación, está claro que es un momento de incertidumbre, pero deberíamos ver el descenso de la inflación para el segundo o tercer trimestre de 2022”.

Con la temporada navideña a la vista, el dilema de la Fed es averiguar si la contracción de la oferta representa una amenaza inflacionaria tan grande que justifique una política monetaria más estricta, o si la economía vuelve a la normalidad, lo que permitiría una política monetaria más flexible.

Según Jeromin Powell, presidente de la Fed, “las restricciones de oferta y la escasez, y, por lo tanto, la elevada inflación, es probable que duren más de lo esperado, tal vez hasta bien entrado 2022. Aunque lo más probable, es que después la inflación se modere, hasta estabilizarse cerca del objetivo del 2%”. En estos momentos el incremento en el nivel de precios ha alcanzado el 5,4%, (su nivel más alto en 13 años).  

La realidad, es que los operadores del mercado ya esperan dos incrementos de tipos el próximo año. Los rendimientos de los bonos a plazos más cortos son un buen indicador de las expectativas de alza de tipos: el bono a cinco años sube al 1,2% y pone rumbo a los máximos anuales del 1,24% que tocó a principios de 2020. Por parte el bono a dos años se sitúa sobre el 0,5%, nuevo máximo anual.  

EUROZONA:

Según ha publicado la Oficina Estadística de Unión Europea (Eurostat), la zona euro aceleró ligeramente su actividad durante el verano. Su economía creció un 2,2% respecto al trimestre anterior, una décima más de lo que había hecho entre abril y junio.

La cifra ha sido impulsada por el aumento de Francia y de Italia, cuyo PIB aumentó un 3% y un 2,6% respectivamente. En el conjunto de la Unión Europea el crecimiento ha sido ligeramente menor, de un 2,1%.

Junto a Francia e Italia, también Austria y Bélgica han tenido un comportamiento más positivo de lo previsto, lo cual ha contribuido a que el crecimiento del área monetaria del euro haya mejorado sus expectativas. El dato podría haber sido incluso mejor, pero Alemania y España han tenido la evolución contraria: han crecido menos de lo que se esperaba.

La economía de la región del euro creció en el anterior trimestre un 2,1%, abandonando la corta recesión de dos trimestres que vivió entre finales de 2020 y comienzos de este año. No obstante, la persistencia de los problemas de suministro en las cadenas de producción ralentiza todavía la actividad, especialmente en las economías más industriales, como la alemana, la gran locomotora europea, que ha crecido un 1,8% el pasado trimestre.

La Comisión Europea ha señalado la disparidad de los datos provisionales conocidos, en el que países como Austria crecen en un trimestre un 3,3% y otros como Lituania están estancados.

No obstante, a pesar de los “cuellos de botella”, la economía europea está recuperándose a un ritmo mayor que las de Estados Unidos y China, al menos en los últimos dos trimestres. En el tercero, concretamente, el crecimiento de las dos grandes economías mundiales fue de un 0,5% y de un 0,2%, respectivamente.

La falta de materias primas y el aumento de los precios de la energía lastran el crecimiento de la actividad manufacturera. El índice PMI (índice de gestores de compra es un indicador económico que incluye informes y encuestas mensuales de empresas manufactureras del sector privado), cayó de 58,6 puntos en septiembre a 58,3 en octubre. Los 50 puntos representan la frontera entre el crecimiento y la contracción en este indicador que los analistas utilizan como un termómetro adelantado sobre la actividad. Aunque la producción manufacturera aumentó, el ritmo de crecimiento fue el más lento en la tendencia actual que acumula dieciséis meses de crecimiento. Sin duda, el principal causante es la ralentización del crecimiento de la producción: los plazos medios de entrega de materias primas se alargaron a un ritmo superado solo dos veces en casi veinticinco años de datos del estudio, ya que las empresas informaron que la demanda una vez más superó a la oferta para una amplia variedad de insumos y componentes.  

No todos los países de la eurozona mostraron la misma evolución. Países Bajos, Irlanda, Italia y Grecia registraron expansiones más fuertes. En cambio, Alemania y Francia apuntaron declives en el crecimiento de la actividad manufacturera: ambos índices se desplomaron hasta sus mínimas de nueve meses. El indicador español también sufrió una ralentización, situándose en los 57,4 puntos, su nivel más bajo desde marzo.

Los retrasos graves que se producen en la entrega de insumos a los fabricantes son una amenaza cada vez mayor para la recuperación económica, sobre todo en un momento en el que los nuevos pedidos siguen aumentando, aunque con un ritmo menor con respecto a los meses pasados.

La preocupación por la inflación y por la escasez de la oferta han impulsado a las compañías a comprar productos con antelación si estaban disponibles en el mercado, lo que dio lugar a un aumento del almacenamiento de los insumos durante más de tres años.

Por si fuera poco, la crisis energética se ha ido colando en el debate europeo poco a poco, a medida que el “el fuerte golpe” del gas se extendía por el bloque comunitario. La crisis energética es una de las preocupaciones existenciales de la Unión Europea.

Y es que los precios mayoristas de la electricidad han crecido en la región comunitaria un 200% de media en el último año, y la enorme dependencia de las importaciones del gas (el 90% viene de fuera de la Unión, sobre todo de Rusia) eleva su exposición a la volatilidad y a los caprichos del mercado.

Por ahora no se han decidido medidas conjuntas, pero se ha acordado el compromiso de “explorar” la creación de reservas estratégicas y las compras conjuntas, y de estudiar el funcionamiento del mercado energético, el del gas y el del comercio de derechos de emisiones de CO₂. Al contrario, el Ejecutivo comunitario ha dado prioridad a las medidas nacionales que permiten actuar sobre las personas y empresas vulnerables a través de ayudas, subsidios o exenciones fiscales, sin necesidad de cambiar algo del actual marco legislativo.

Hasta ahora, 19 de los 27 Estados miembros han comunicado a la Comisión la aplicación o la intención de aplicar algún tipo de iniciativa para hacer frente a la crisis de la electricidad: desde las tarifas sociales a los bonos energéticos, pasando por mecanismos para evitar la desconexión de la red o incluso ayudas monetarias directas para paliar la subida de la gasolina. España es uno de los pocos países que ha actuado en todos los frentes para contener la subida del mercado eléctrico.

Respecto al comportamiento de la locomotora europea, Alemania, su ministro de economía ha señalado que “el crecimiento de este año será menor de lo que todos imaginábamos”. Y es que, Berlín espera un aumento de solo el 2,6% en 2020, en lugar del 3,5% previsto en primavera, tras el desplome del producto interior bruto inducido por la pandemia.

Se ha afirmado que la corrección a la baja del PIB alemán, se debe a la escasez de materias primas y el aumento de los precios de la energía. El ministro de economía, por cierto, saliente, “la economía alemana está creciendo. Pero solo se convertirá realmente en un boom el año que viene, con más del 4%. La demanda de productos alemanes en los mercados mundiales sigue siendo alta. Si los cuellos de botella de la oferta desaparecen gradualmente, habrá importantes efectos de recuperación en 2022. El país prevé registrar una inflación de 3% en 2021, la más alta desde 1993. En septiembre, la tasa de inflación fue del 4,1%, alimentada principalmente por el aumento de los costes energéticos”.

El ministro admitió que se espera que la economía alemana recupere y supere su nivel anterior a la pandemia a finales del primer trimestre de 2022: “un trimestre más tarde de lo que se suponía en un principio. El requisito previo, por supuesto, es que la trayectoria de crecimiento no se estanque en los próximos meses. Esto se debe a que el fuerte aumento de las cifras de contagio del virus podría tener efectos económicos negativos, incluso sin un nuevo cierre. Nos enfrentamos a un segundo invierno pandémico. Por ello, es importante seguir usando mascarillas y observar las normas de precaución”.

La verdad, es que están cundiendo las noticias negativas para la mayor economía europea: el indicador de clima empresarial del instituto alemán Ifo cayó en octubre por cuarto mes consecutivo, con un deterioro en el sentimiento de los sectores de servicios, manufactura y comercio, mientras que la construcción fue el único que mejoró.

Con la caída en los suministros, los costes han crecido con fuerza en la locomotora europea. Los precios de la industria subieron un 14,2% interanual a septiembre, un incremento inédito desde la década de los setenta. Otros indicadores también cayeron: las exportaciones alemanas lo hicieron en agosto por primera vez desde abril de 2020, en pleno confinamiento. La producción industrial, por su parte, bajó el 4% en agosto y los nuevos pedidos perdieron un 7,7% ese mismo mes.

ESPAÑA:

Según el análisis de BBVA Research, la previsión de crecimiento de la economía española para este 2021 pasa del 6,5% al 5,2% para 2021. Este observatorio de la entidad ha señalado que todas las comunidades autónomas pierden fuelle en su actividad. Y cuando termine el año 2022 únicamente seis comunidades habrán alcanzado la actividad anterior al Covid: Cantabria, Galicia, Castilla-La Mancha, Extremadura, Murcia y Aragón. Las más retrasadas serán Baleares, Asturias y La Rioja.

Y es que según ha señalado el Instituto Nacional de Estadística (INE), la economía española creció un 2% trimestral entre julio y septiembre. Aunque se trata de un crecimiento muy vigoroso, en este trimestre era cuando se tenía que producir el gran rebote de la actividad tras el levantamiento de las restricciones y el avance en la vacunación. Y en ese sentido el dato se ha quedado bastante corto. A pesar del buen comportamiento del empleo, la progresiva recuperación del turismo, la robusta mejora de los servicios, el producto interior bruto no tira con el empuje que se esperaba hace tan solo un mes, justo antes de que el INE revisara con fuerza a la baja el crecimiento y cambiase el relato sobre la fortaleza de la recuperación.

Ahora bien, sin duda, la sorpresa es que, en plena recuperación económica, el consumo de los hogares ha caído un 0,5% trimestral. Por más que el empleo se esté recuperando, las ventas no avanzan con la misma intensidad. Pueden estar influyendo las compras de coches y otros bienes, que pesan mucho en el consumo y están paradas por la falta de suministros. O el despegue de la inflación, que merma la capacidad de compra: incluso si las familias están gastando más en euros, en realidad en volúmenes adquieren menos cantidad. Ni la evolución del crédito, ni la caída del ahorro acumulado durante las restricciones apuntan a un crecimiento fuerte en el consumo. La acusada desaceleración que se está produciendo se observa perfectamente en el crecimiento interanual del mismo, que se coloca en el 2,7% frente al 17,5% del trimestre precedente.

Las exportaciones registran, gracias al turismo, un fuerte crecimiento del 6,4% trimestral frente a un avance de las importaciones del 0,7%. La inversión repunta un 2% a pesar del retraso en los suministros, los malos datos de inversión en transporte y la falta de ejecución de los fondos europeos. La construcción sube un 1,8% después de tres trimestres en negativo. Y el consumo público apenas suma un 0,1% tras haber estado registrando importantes incrementos durante toda la pandemia.

Distinto es el comportamiento de los servicios, que se benefician del levantamiento de las restricciones y en su conjunto remontan un 3,2% trimestral. Destacan en esta rúbrica el comercio, transporte y hostelería, que se dispara un 7,9%, las actividades artísticas y recreativas, que se incrementan un 18,6%, y las actividades profesionales, que aumentan un 4%. Por el contrario, el sector financiero cae un 1,1%, la información y comunicaciones ceden un 0,6%, y la administración pública, educación y sanidad pierden un 0,6%, entrando por primera vez en el terreno negativo desde principios de 2020.

Dado que nos encontramos en una situación con grandes vaivenes y muy complejo para recabar las estadísticas, el propio INE advierte de que hay que tomar con cautela estas cifras hasta que no haya datos más definitivos. En cualquier caso, la economía todavía se encuentra un 6,6% por debajo de los niveles previos al coronavirus. Y falta por recuperar casi un 30% de la producción perdida.

En fin, … para el año que viene se espera que el crecimiento sea mejor si se van solucionando los desajustes entre oferta y demanda, baje el coste de la energía a partir de la primavera y empiecen a gastarse los fondos europeos. De esos tres factores dependerá la robustez del crecimiento en 2022.

En relación a los precios, subieron en octubre un 5,5% respecto al año pasado (una cota que no se alcanzaba desde hace 29 años). El dato aún preliminar, publicado por el Instituto Nacional de Estadística (INE), marca un nuevo pico en España este año, que mantiene una tendencia alcista desde marzo. Desde entonces, el coste de la vida encadena ya ocho meses encareciéndose por los altos precios de la electricidad y los combustibles, el repunte del consumo y los problemas en las cadenas de suministro globales, azotadas por una tormenta perfecta de colapso en los puertos, falta de contenedores, escasez de trabajadores, carencia de chips y un aumento inasumible de los pedidos por el desembalse del ahorro acumulado por los hogares durante la pandemia en un entorno de estímulos públicos y recuperación económica.

El aumento de la inflación se está sufriendo en todo el mundo: Alemania registra un aumento del 4,6% (un nivel cercano a los tiempos de la reunificación).

Mientras, la inflación subyacente, la que no tiene en cuenta los precios de la energía y de los alimentos frescos (los elementos más volátiles) se mantiene en el 1,4%. Los altos precios de la energía explican la diferencia entre una y otra. La más significativa para la política monetaria es, sin duda, la subyacente.

Según los mercados de futuros, el precio de la energía remitirá en primavera, y, por lo tanto, en el próximo año 2022, muy probablemente, observaremos un fuerte crecimiento con una inflación menos elevada que en 2021.

En el mes de octubre, el petróleo brent ha cotizado por encima de los 83 dólares, frente a los 78 dólares en que cerró septiembre. Y en prácticamente todo el mes de octubre, el precio medio de la electricidad ha sido de 208,05 euros por megavatio hora, el mes más caro de la historia, inflado por los máximos del precio del gas natural y la escalada de los derechos de emisión de dióxido de carbono.

La pregunta es la misma en todo el mundo: ¿La subida de precios es transitoria? El Banco Central Europeo y la Reserva Federal estadounidense, aseguran que se trata de un fenómeno transitorio, ya que la oferta y la demanda se irán ajustando. Resultando, por tanto, un mero aumento de los precios para un nuevo equilibrio, y no un proceso dinámico de subida de precios (inflación).

En el otro lado, los halcones (los ultraliberales más ortodoxos) advierten de los peligros de una espiral inflacionista si las alzas de precios se trasladan a los salarios y a otros productos, generando un círculo vicioso que se retroalimenta.

En cualquier caso, las subidas de tipos de interés aún están lejos, si bien hay factores económicos que la desaconsejan. Es difícil dar marcha atrás en la política monetaria ultraexpansiva, dados los elevados niveles de deuda acumulados que supondrían el pago de elevados intereses; así como los riesgos que persisten para el crecimiento.

Ahora bien, vamos a oír hablar bastante de la llamada “espiral inflacionista” o “espiral precios o beneficios- salarios”. En España, la distancia entre los aumentos de precios y los de la nómina sigue siendo alta, pero con la inflación ascendiendo en octubre hasta el 5,5% debido a los precios de la energía, el debate sobre la pérdida de poder adquisitivo gana terreno, y ahí el juego de equilibrios entre mantener la paz social y evitar una retroalimentación de precios y salarios.  

El encarecimiento del coste de la vida en España afecta doblemente al bolsillo de los ciudadanos. Si los precios suben y el sueldo se mantiene, los salarios o ingresos reales bajan. Ahora bien, según los últimos datos de Trabajo para medir la distancia entre ambos: los salarios por convenio han crecido de media un 1,4% este año, más de cuatro puntos por debajo de la inflación actual; y también por debajo de la media inflacionaria que prevé el Gobierno para final de año, y que es del 2,3%.

El proceso, en pocas palabras, consiste en una “lucha”: los empleadores, que, al tener mayores costes salariales, suben los precios de sus productos para mantener los márgenes de beneficio, y, por otro lado, los trabajadores, que, al percibir ese encarecimiento de la cesta de la compra con la consiguiente pérdida de poder adquisitivo, demandan a su vez nuevos aumentos de sueldo, en un bucle difícil de frenar. Este dinámico proceso es el que lleva a los “halcones monetarios” a postular que se lleven a cabo “ya” restricciones monetarias, y no se revisen los salarios de acuerdo a la subida de precios (pérdida del poder adquisitivo).

Por otro lado, en octubre se registraron 159.478 afiliados más a la Seguridad Social, hasta alcanzar un total de 19.690.590 (un nuevo récord de la serie histórica). El paro registrado, por su parte, también se anota otro tanto en octubre: bajó en 734 personas (-0,02%), que, aunque resulte una cifra menor en comparación con las que se venían produciendo en anteriores meses, es la primera vez que baja en 46 años, desde 1975. Es, también, el octavo mes consecutivo en el que el número de desempleados se reduce, hasta llegar a los 3.257.068.

En términos interanuales, comparando los datos con los de octubre de 2020, las afiliaciones han crecido en 700.226, y son 440.361 más que las contabilizadas en febrero del año pasado, el último mes sin afectación del virus.

Si bien, a nivel general, los datos de octubre son buenos, muestran que nuevamente son los jóvenes el colectivo más castigado: el desempleo de los menores de 25 años subió en 5.867 personas (+2,34%). También se mantiene la temporalidad. Según los datos facilitados por los ministerios de Trabajo y Seguridad Social, en octubre se firmaron 1.892.584 contratos, 341.227 más que en septiembre, pero de entre todos ellos, 1.682.012 (88,8%) fueron temporales.

De igual forma, la EPA (Encuesta de Población Activa) elaborada por el INE trimestralmente, señala que el número de ocupados aumentó en el tercer trimestre de 2021 en 359.300 personas, hasta alcanzar los 20.031.000, lo que supone no solo un aumento del 1,83% con respecto al trimestre anterior, sino la superación de la barrera de los 20 millones de ocupados por primera vez desde el cuarto trimestre de 2008, cuando comenzó la pasada crisis financiera.

Según la EPA, entre los meses de julio, agosto y septiembre el paro cayó en 127.100 personas (-3,59%) hasta situarse en 3.416.700 desempleados y reflejar una tasa del 14,57%. Un porcentaje que sigue a la baja por cuarto trimestre consecutivo.

Para todos los analistas, la EPA es la fuente más fiable. Y la del tercer trimestre del año tiene, no obstante, cierta estacionalidad: el incremento de la población activa (personas de 15 años y más con disposición y disponibilidad para trabajar durante la semana anterior a la realización de la entrevista), y que en el tercer trimestre de 2021 creció en 232.200, hasta situarse en los 23.447.700 de demandantes de empleo. Según subraya el INE, este colectivo se ha incrementado en 547.900 personas respecto al tercer trimestre de 2020.

Este aumento del número de personas que buscan un trabajo (y que supone el 50,52% de la población activa) impacta directamente sobre el cómputo de la tasa de empleo (que toma como referencia el tamaño de este nicho), por lo que su incremento con respecto a los guarismos del segundo trimestre es algo ligeramente significativa, puesto que no llega al punto porcentual (+0,89%).

El número de personas ocupadas creció en 359.300 personas respecto al cómputo de los meses de mayo, abril y junio, y según apunta el INE ha aumentado en 854.100 en los últimos doce meses (+4,45%). La ocupación ha aumentado en todos los sectores, especialmente en los servicios, donde hay 377.200 trabajadores más; seguido de la industria con 63.000. Sin embargo, esta ha bajado en la agricultura (-49.600) y la construcción (-31.200).

Los mayores aumentos de ocupación se han dado en tres territorios especialmente dependientes del turismo, y que se han beneficiado de la recuperación de este sector en el segundo verano de la pandemia: Cataluña (62.300 más), Canarias (50.000) e Islas Baleares (47.900). Aun así, otras comunidades como Andalucía (–7.200) o La Rioja (–2.100) no han salido tan reforzadas. Sin embargo, en cuanto a la variación anual (comparando los datos con los del tercer trimestre de 2020) el empleo ha subido en todas las comunidades, focalizándose los mayores incrementos en el número de ocupados en Andalucía (+162.300), Cataluña (+155.500) y la Comunidad de Madrid (+124.000).

Por edades, el desempleo juvenil descendió especialmente en aquellos entre 20 y 24 años (-13,2%), por delante de los de 16 a 19 años (-9,5%). Sin embargo, a partir de esta franja la balanza se inclina hacia el lado contrario: el paro subió entre los mayores de 55 años en 65.500 (+11,6%).

El número de hogares que tienen a todos sus miembros activos en paro y que descendieron en 35.800 en el tercer trimestre, hasta establecerse en 1.122.100; y que son 50.700 menos que hace un año. La otra cara de la moneda es igualmente positiva: el número de hogares con todos sus miembros activos ocupados aumentó en 197.300 hasta llegar a los 10.798.900, la cifra más alta en los últimos 14 años.

MERCADOS:

Noviembre ha comenzado con subidas en las Bolsas europeas. Los inversores permanecen pendientes de la temporada de resultados. Las primeras referencias procedentes del exterior han sido positivas, con una subida del Nikkei del 2,6% tras la cómoda victoria de la coalición gobernante en las elecciones generales celebradas en Japón.

La bolsa española alcanzó a principios de noviembre una cifra de negocios de 42.561,1 millones de euros. Se trata del mes que ha batido todos los récords de rentabilidad del Ibex 35. El número de operaciones en la bolsa española se disparó un 85,1% frente al año anterior, según datos aportados por la propia Bolsa.

El auge de la negociación que ha traído la recuperación de la renta variable al calor de los avances médicos frente al coronavirus se traduce en 5,8 millones de transacciones, lo que también supone un 39,2% más que en octubre.

A pesar de este importante incremento, la fuerte caída de cotizaciones que acumula el grueso de valores se traduce en unos volúmenes de efectivo un 8,4% más débiles que en noviembre de 2019.

En el caso de los fondos cotizados (ETF), que son una herramienta muy empleada por los inversores para adaptar rápidamente sus carteras a cambios de tendencia en el mercado, las cifras también reflejan un fuerte incremento. En número de operaciones, se alcanzaron los 15,1 millones de transacciones, mientras que en efectivo se contabilizaron 287,2 millones de euros.

Estos números suponen, respectivamente, un 254,5% y un 100,6% más que en noviembre del año pasado.

Por lo que se refiere a la renta fija, en noviembre se alcanzó un volumen de 15.298,4 millones de euros, lo que supuso quedarse un 38,7% por debajo del nivel del mismo mes del año anterior.  No obstante, las admisiones a negociación en este segmento ascendieron a 13.321,8 millones de euros, con un crecimiento del 26,6% desde enero.

En otro orden, en relación al mercado energético, se ha pasado de grandes pérdidas a beneficios multimillonarios. Tras un 2020 muy malo, los grandes del mercado petrolero se encaminan a un 2021 de brillantes números verdes. Sin duda, como consecuencia de una tremenda subida de los precios de ambas materias primas: el gas natural quintuplica su valor en lo que va de año y el crudo sube un 70%.

Repsol no solo ha dejado atrás los números rojos del año pasado, sino que en los nueve primeros meses del año ha superado en un 32% el beneficio cosechado en 2019, cuando no padecíamos la pandemia. Una mejora que le ha permitido aumentar la retribución al accionista a la vez que aumenta sus inversiones en nuevos nichos de negocio que le permitan dejar atrás su todavía elevada dependencia del crudo.

En la misma línea, la francesa Total ha batido las previsiones de los analistas, superando en un 18% el beneficio cosechado entre enero y septiembre de 2019. Y la anglo-holandesa Shell ha borrado de sus cuentas las pérdidas de casi 18.000 millones registradas en los aciagos nueve primeros meses de 2019 para anotarse una ganancia de 7.400 millones, notable pero todavía lejana respecto a las cifras prepandemia.

Aún mejores están siendo los resultados al otro lado del Atlántico. La segunda mayor petrolera del mundo, Exxon Mobil, ganó casi 12.200 millones de euros en los nueve primeros meses de 2021, dejando atrás los algo más de 2.000 millones de pérdidas del mismo periodo del año anterior. Una de sus mayores competidores, Chevron, se anotó un beneficio ligeramente superior a los 9.000 millones frente a los 4.000 millones perdidos entre enero y septiembre de 2020. En ambos casos, acorde con la cuenta de pérdidas y ganancias, los dividendos del próximo año serán mucho más jugosos que en anteriores ejercicios.

Hasta las empresas de tamaño medio, que dependen íntegramente del crudo obtenido por fracturación hidráulica (fracking), mayoritariamente en el Estado de Texas, las que más han sufrido en los últimos tiempos y que necesitan precios altos del petróleo para ser rentables, también han vuelto a los beneficios gracias a una cotización del crudo Brent que ronda los 85 dólares por barril, niveles inéditos en tres años.

Y en particular, la escalada de los costes de los carburantes no se ha frenado: el precio de la gasolina ha alcanzado un precio casi de 50 euros desde marzo de 2013, al superar los 1,48 euros, según el Boletín Petrolero de la Unión Europea publicado. El diésel se ha encarecido y acumula, igualmente, un mes y medio de subidas interrumpidas.

Aunque el encarecimiento de la energía es un fenómeno común a todos los países europeos, el precio de la gasolina sin plomo de 95 octanos en España está ligeramente por debajo de la media de la Unión Europea, situada en 1,63 euros. También de la zona euro, donde el precio medio es de 1,69 euros. En el caso del diésel, la diferencia es similar, ya que el precio en la Unión Europea es de 1,49 euros y en la zona de euro de 1,52 euros. Esta diferencia de precios a favor de España se debe, esencialmente, a la menor presión fiscal sobre los carburantes en comparación con los países vecinos.

Por lo que respecta al mercado automovilístico, según los datos elaborados por Anfac, Faconauto y Ganvam, la caída del mes de octubre ha sido muy importante. Las ventas se redujeron un 20,5% respecto al mismo mes del año pasado, hasta las 59.044 unidades, y poco a poco se va estrangulando la mejora respecto a las cifras del ejercicio pasado, cuando el confinamiento causó un importante agujero. En los diez primeros meses del ejercicio apenas se han comercializado un 5,6% más de coches que hace un año (un total de 706.998 unidades), y la falta de semiconductores está laminando las esperanzas de un efecto rebote provocado por la demanda embalsada de 2020.

Respecto a 2019, año sin afectación de la pandemia, la caída es de un 33%. La crisis por la falta de los semiconductores y la tensión en las cadenas globales de suministros están sustituyendo en los concesionarios a la crisis económica generada por el coronavirus: si hace un año no había clientes a quien vender, ahora no hay coches. Los potenciales compradores aguardan en las listas de espera de las marcas, mientras estas atesoran más existencias y bienes intermedios en sus inventarios que nunca, incapaces de utilizarlos en las líneas de producción porque la falta de chips las mantiene a medio gas.

EMPRESAS:

Según han informado ambas compañías, el Grupo Mutua ha adquirido el 8% de El Corte Inglés por 555 millones, lo que supone valorar la empresa en 6.937,5 millones de euros. Una operación de calado con la que entra en el accionariado de la cadena de grandes almacenes.

Mutua, también conocida como Mutua Madrileña, se queda también con la mitad de la división de seguros de El Corte Inglés por otros 550 millones, por lo que el montante total de la operación asciende a 1.105 millones, de los que la mayoría se destinarán a reducir la deuda de El Corte Inglés.

Mutua puede hacer crecer el volumen de ventas de seguros porque tiene el conocimiento de los clientes, la tecnología y una amplia gama de productos. Por su parte, El Corte Inglés es un gran distribuidor con acceso a millones de personas, una ventaja que también utilizó cuando se unió al Banco Santander en el negocio de tarjetas para financiar las compras.

El Corte Inglés sumaba una deuda de 3.811 millones de euros, por lo que se podría reducir más de un cuarto del total. Pese a ello, explican que el objetivo principal no era bajar esta cifra: “queríamos crecer en la división de seguros y para eso necesitamos un socio que tuviera capacidad de crecimiento”, explican portavoces de la firma.

La pandemia del coronavirus supuso un shock tremendo para El Corte Inglés, que acabó el año con unas pérdidas históricas de 2.945 millones, aunque dos tercios se debieron al saneamiento del valor contable que se les daba a ciertos activos, especialmente algunos centros comerciales. Pero el trabajo en la cúpula de la cadena no ha cesado y desde que cogió algo de aire con las reaperturas se ha esmerado para sacar diferentes acuerdos que relancen su negocio.

Por otro lado, el Banco Santander deja atrás los peores escenarios de la crisis derivada de la pandemia e incrementa todos los márgenes de la cuenta de resultados de los nueve primeros meses gracias a los buenos desempeños de las filiales del Reino Unido y de Estados Unidos, que en otros tiempos fueron fuentes de problemas. Así, la entidad que preside Ana Botín obtuvo un beneficio atribuido de 5.849 millones en los nueve primeros meses de 2021, frente a las pérdidas de 9.048 millones en el mismo periodo del año anterior, cuando el banco realizó ajustes del fondo de comercio y de los créditos fiscales diferidos (DTAs) ante el hundimiento de la economía por la crisis sanitaria.

En un año, el banco ha pasado de realizar provisiones por 19.760 millones en el tercer trimestre de 2020, a 6.134 millones este año, un 69% menos. La morosidad del grupo se sitúa en el 3,18%, apenas 0,03 puntos más que en septiembre de 2020. En este aspecto, España destaca como la peor filial, con un 6% de impagados, lo que le sitúa por encima de geografías con peor comportamiento tradicional en este aspecto, como Brasil (4,72%), Polonia (4,34%), o México, (3,14%). Por otro lado, todos los márgenes de la cuenta de resultados presentan mejorías.

En cuanto a los resultados, si se excluye el cargo por 530 millones por costes de reestructuración del primer trimestre, el beneficio ordinario de enero a septiembre fue de 6.379 millones, un 87% más que en el mismo periodo del año anterior. Es el mayor beneficio ordinario de Santander en los primeros nueve meses del año desde 2009.

martes, 2 de noviembre de 2021

SITUACIÓN ECONÓMICA ESPAÑOLA Y MUNDIAL A OCTUBRE 2021: la subida de los costes de producción en todo el mundo, amplificado por el encarecimiento del petróleo, es, sin duda, el mayor desafío a corto plazo.

 

El incremento de los costes de producción en todo el mundo, amplificado por el encarecimiento del petróleo, es, sin duda, el mayor desafío a corto plazo para la recuperación en los países importadores. Se debate respecto a sus consecuencias para el nivel general de precios. Los bancos centrales están emitiendo señales tranquilizadoras.

GLOBAL:

Los bancos centrales han llevado a cabo en su política monetaria la propuesta de una retirada prudente de los estímulos, a fin de seguir estimulando a la recuperación económica. Por esa razón, los responsables monetarios consideran que el alza de los precios es temporal. Los “halcones conservadores” señalan que se debería actuar con rapidez para tratar de evitar “los efectos de segunda ronda” (la situación en la que la subida de la inflación provoca a su vez una subida de los sueldos) que puedan agravar la inflación.

La recuperación económica ha animado a las autoridades monetarias a ir relajando los estímulos que lanzaron para sostener a las economías durante la pandemia. Uno de los resultados ha sido que se ha acabado con unos fuertes volúmenes deuda (un auténtico récord). Por lo que, en todo caso, es preciso actuar con prudencia.

En un foro organizado por el BCE, los jefes de los bancos centrales dijeron no estar preocupados. Pero la rotundidad con la que lo afirman, varía según la fase de la recuperación en la que se hallan sus economías.

Noruega es uno de los Estados que ha decidido una subida de tipos de interés al 0,25%. Canadá, Inglaterra y Australia han lanzado también señales de ir replegando las medidas expansivas. Pero, en cualquier caso, las decisiones relevantes las tomaran la Reserva Federal en Washington y el Banco Central Europeo en Fráncfort. Los mercados esperan que ambos marquen el camino de salida durante el próximo mes de diciembre.

En la economía estadounidense se han alcanzado niveles anteriores a la pandemia y la inflación ha subido hasta el 5,4%, (dos décimas por encima de la zona euro). Jerome Powell, el presidente de la Reserva Federal, sigue afirmando que es temporal.

De la misma forma, la presidenta del BCE, Christine Lagarde, que ha comenzado a reducir el ritmo de 80.000 millones de euros al mes, ha reiterado que va a seguir manteniendo su política monetaria acomodaticia: “el BCE no quiere repetir los errores de 2011, cuando el entonces presidente Jean-Claude Trichet subió los tipos de interés prematuramente. No podemos implantar una subida prematura que ponga en peligro la recuperación económica”.

Por tanto, a los grandes banqueros centrales del mundo no les inquieta el aumento de los precios, ya que lo consideran temporal. Sin embargo, si les preocupa la proliferación de “cuellos de botella” que obstruyan o impidan el funcionamiento de las cadenas de valor y frenen el impulso de la recuperación: sea de microchips (circuitos electrónicos), semiconductores, o minerales raros. También preocupa, la carestía del gas natural.

Tampoco tranquiliza la situación de la economía china, con la crisis de la inmobiliaria Evergrande.  A ello hay que añadir las posibles consecuencias del cambio climático.

Sin duda, lo que más preocupa son los efectos sobre la economía global de las turbulencias del sector energético: el gas natural y el carbón, en máximos históricos; el petróleo, en el entorno de los 80 dólares, lejos todavía de su pico de 2008 pero aún más de su mínimo de abril del año pasado, en pleno estallido de la crisis de la Covid; China, la fábrica del mundo, sumida en una ola de apagones que amenazan con causar estragos en su industria; la factura eléctrica, arrastrada por el gas y la subida de precio de los derechos de emisión de CO₂, erosionando la capacidad de compra de muchos hogares justo después de un periodo de sufrimiento económico. Una situación inquietante en un mundo con serias dificultades en sus cadenas de suministro, estrés y malestar social acumulado tras el drama de la Covid.

Para tratar de salvar la situación, España ha solicitado a la Unión Europea que centralice las compras de gas para así obtener un mejor precio conjunto. Solicitud que ha recibido el visto bueno de la presidenta del Banco Central Europeo (BCE), Christine Lagarde, pero que difícilmente podrá ofrecer resultados en el muy corto plazo.

Incluso el carbón, fuente muy dañina para el medioambiente, duplica su precio desde el pasado mes de enero. China es, sin duda, la que frente a su fortísima demanda energética y la escalada en el mercado gasista, ha aumentado su apuesta por el carbón.

CHINA:

Durante el mes de agosto del año pasado, el Gobierno chino impuso tres parámetros para limitar la enorme deuda en el sector inmobiliario, tratando de enfriar un mercado que llevaba dos décadas demasiado caliente.

Los precios en ese sector se han doblado en una década. Por lo que, siendo a largo plazo, necesaria la limitación de la deuda, a corto plazo ha desencadenado tal tormenta, que puede llevar a la quiebra de la promotora más endeudada del mundo, Evergrande, y extender sus efectos al conjunto del sector, e incluso afectar al propio crecimiento del PIB chino.

El sector inmobiliario en China representa alrededor de una cuarta parte del PIB nacional. Dentro del sector, el tamaño de Evergrande llega a suponer casi el 80% en las grandes metrópolis; y por razones culturales y económicas, la compra de vivienda es, a gran distancia, la inversión preferida de la inmensa mayoría de los ciudadanos. Algunas estimaciones sitúan su valor durante 2020, en, nada menos que, 52 billones de dólares.

La especulación se ha afianzado en el sector: alrededor de un 20% de las propiedades están vacías. Las familias que tienen capacidad para invertir, compran, al menos, una segunda vivienda, de forma que los precios se han disparado. En Pekín, el precio medio de una vivienda se sitúa en 55 veces el salario anual medio.

Ello ha conducido a que, en una economía en la que el endeudamiento corporativo supone el 220% del PIB, los créditos en el sector inmobiliario alcancen una cifra equivalente al 30% del total.

Pues bien, la permisividad del Gobierno ha llegado a su fin, de forma que el Partido Comunista chino está buscando eliminar las prácticas monopolísticas, y situar al nivel de deuda bajo control.  Y el sector inmobiliario es uno de los afectados.

El Gobierno chino, durante agosto del año pasado, impuso las llamadas “tres líneas rojas”:  una promotora debe contar con una proporción de deuda con respecto a sus activos de menos del 70%; menos del 100% con respecto al capital; y una proporción superior a “1” de liquidez con respecto a la deuda a corto plazo.

Resulta que Evergrande no cumplía ninguno de esos tres requisitos. Con unas obligaciones acumuladas superiores a los 300.000 millones de dólares, no ha podido acceder a más endeudamiento.

En el año 2020 Evergrande, que atendiendo a su tamaño es realmente descomunal (emplea a 200.000 personas y genera indirectamente trabajo para otros 3,5 millones y posee más de 1.300 proyectos en 280 ciudades de China) empezó a padecer serias dificultades.

La realidad es que, en estos momentos, Evergrande ha llegado a una situación prácticamente de insolvencia o quiebra. El grupo ha intentado desinvertir en algunas de sus subsidiarias y ofrecer descuentos en sus pisos para obtener liquidez. Pero no ha podido pagar a parte de sus subcontratistas y suministradores, por lo que el 60% de sus obras en marcha están paradas: 1,5 millones de viviendas. Ha dejado de atender al pago de cerca de 48 millones de dólares en intereses de un bono extranjero.

Dado que la quiebra de Evergrande podría ocasionar seísmos fuera de China, y dado que el presidente Xi Jinping se prepara para prorrogar su mandato en 2022, muchos analistas señalan que puede haber algún tipo de intervención del Gobierno chino para evitar la catástrofe.

La mayoría coincide en que no se dará una situación similar al de Lehman Brothers que precipitó la crisis financiera de 2008, ya que Evergrande no está tan vinculada al sistema financiero internacional.  

Sin embargo, la situación es mala para la economía china. Más de un año después de que Pekín diera el coronavirus por controlado, el consumo continúa sin levantar cabeza. De forma que es probable que el mercado inmobiliario, alimentado por la deuda, aseste un segundo golpe al crecimiento y vaya en contra de la inversión, el gasto y la confianza (el estallido de las burbujas inmobiliarias tiene consecuencias económicas duraderas).

Por otro lado, los apagones de luz que está sufriendo China están dañando a su economía. A lo largo del último mes, hasta 21 provincias de las 31 en la China continental se han visto obligadas a adoptar algún tipo de medida de racionamiento de la electricidad a sus industrias o a los consumidores. De forma que se teme que esta situación genere un impacto grave en la segunda economía del mundo, precisamente, en estos momentos de fuerte incertidumbre sobre su sector inmobiliario.

Semáforos y ascensores fuera de servicio en Shenyang, en el noreste. En Cantón, en el sur, empresarios adquiriendo a toda prisa generadores para mantener sus fábricas en funcionamiento. En Hunan, en el centro, las luces de los carteles publicitarios se apagan en horas punta.

No es la primera vez que los problemas de suministro obligan a racionar la electricidad de alguna forma en algún lugar de China, aunque lo normal es recortar el flujo a las industrias. Lo que en absoluto es frecuente, es que los recortes lleguen al consumidor, o que afecten a un territorio tan extenso.

El motivo, como ocurre en España que se refleja en el descomunal aumento de la factura, es una triple combinación que hace que China afronte problemas con su electricidad, pero que en este caso se manifiesta en apagones.

Por un lado, China ha visto un fuerte aumento de la demanda eléctrica, alimentada por un sector industrial y manufacturero a toda máquina para hacer frente a los pedidos tanto en el territorio nacional como en el extranjero, a raíz de la recuperación tras la pandemia de coronavirus: durante los primeros ocho meses de 2021, la producción industrial de valor añadido creció un 13,1% interanual, y la demanda de electricidad se elevó un 13,8%. Pero la producción de carbón solo aumentó un 4,4%.

A ello se suman los esfuerzos de las autoridades locales por cumplir sus objetivos anuales de recorte de consumo energético, medido tanto en volumen como en intensidad (el llamado “doble control” en el sector de la energía en China), para alcanzar la meta nacional de llegar al pico de emisiones antes de 2030 y llegar a la neutralidad de carbono antes de 2060. Como resultado, algunas provincias donde no hay escasez de electricidad, pero sí incumplían sus metas, han impuesto racionamientos a algunas empresas para conservar energía e intentar alcanzar los números adecuados a final de año.

Ahora bien, según expertos del sector energético, la causa principal es la escasez de carbón térmico, que a su vez ha disparado los precios, tanto de la materia prima local como la importada. El combustible fósil procedente de Australia se paga a un precio un 205% más alto que hace un año; el indonesio, un 233%, según un informe de la consultora Lantau Group. Estos elevados costes han hecho antieconómico operar a las centrales eléctricas alimentadas por este combustible, por lo que algunas han parado u operan por debajo de su capacidad.

Esa escasez y subida de precios del carbón (la principal fuente de energía en China, en torno al 67% del total) responde, a su vez, a lo que el Consejo para la Electricidad de China ha calificado de una “tormenta perfecta”. En el caso de los productos importados, el coste se ve aumentado por la guerra comercial entre Pekín y Canberra, o las intensas lluvias que han complicado el transporte desde Indonesia, y que han disparado las cotizaciones a futuro.

En el caso del combustible nacional, se añaden otros problemas: algunas minas han detenido la producción tras incidentes de seguridad laboral; trámites lentos en las solicitudes de ampliar la producción; las investigaciones sobre casos de corrupción en empresas mineras; la prolongación, más allá de lo que solía ser habitual, de las altas temperaturas veraniegas en provincias del sur como Cantón, que también aumentan la demanda de electricidad para alimentar los aires acondicionados; y en el norte, donde ya comienza a notarse la bajada de temperaturas, ha comenzado la temporada de adquisición de carbón para las calefacciones durante el invierno.

Pues bien, tanto Goldman Sachs como Nomura revisaron a la baja sus previsiones de crecimiento de la economía china para este año, que hasta ahora mantenían en un 8,2%. El banco de inversión estadounidense las rebajaba al 7,8%; el grupo de servicios financieros japonés, al 7,7%.

LATINOAMERICA:

La región ha sufrido la muerte de un millón y medio de personas a causa de la covid-19, y la pobreza ha aumentado, así como la inflación. En este contexto se está dando la recuperación económica, diferente en cada país, pero con un común denominador: el impacto positivo de los estímulos fiscales implementados por los Gobiernos. De forma que para aquellas economías que invirtieron en estímulos fiscales ha registrado un mayor crecimiento de su PIB. Mientras que los que no lo hicieron, no sólo se han quedado rezagados, sino que ha perdido posibilidades de crecimiento de su producto en el futuro.

Hay dos grupos de países: en el primero está Chile, Brasil y Perú que ya están en su nivel de PIB cerca de donde estaban antes de la pandemia. En el segundo grupo están los países más atrasados, entre ellos México y Colombia.

Entre las economías más grandes de América Latina, México es el país que menos medidas de gasto adicional como porcentaje del PIB destinó. Según el Fondo Monetario Internacional (FMI), México gastó 0,7% del PIB en medidas adicionales para contener el daño de la pandemia y se negó a hacer exenciones de impuestos. Mientras tanto, Chile destinó el 14%, Brasil 9,2%, Perú 7.8%, Colombia 4,7% Argentina 4,5%. Chile, por ejemplo, gastó muchos recursos en un seguro de desempleo y subsidió parcialmente la nómina para evitar que las empresas quebraran y los empleos no se perdieran. Brasil también aumentó el gasto público. El resultado es una recuperación más rápida.

Los programas de apoyos estatales en Colombia impulsaron la economía hasta que se topó con masivas protestas que se tornaron violentas y costaron decenas de vidas.

En Argentina sufren una inflación por encima del 50% en los últimos 12 meses, lo que está limitando su crecimiento económico. Argentina ha estado en recesión y comenzó un proceso de recuperación después de la pandemia, en el tercer trimestre del año pasado, pero fue más por un rebote aritmético que se presentó en prácticamente todas las economías del mundo.

No obstante, América Latina se encuentra en una fase de expansión económica: Chile, Brasil y Perú continuarán creciendo este año más allá de dónde estaba su nivel de PIB antes de la pandemia, mientras las demás economías, como México y Colombia, no podrán crecer más allá de nivel pre pandemia hasta el año 2022.

ESTADOS UNIDOS:

La Reserva Federal ha confirmado que mantendrá los tipos de interés, aunque apunta que a finales del año 2022 podrá acometer las primeras subidas de las tasas de interés. Por ahora, la Fed seguirá con los tipos en la horquilla de entre el 0% y el 0,25% y continuará comprando deuda al mismo ritmo que en los meses precedentes.

Sin embargo, el banco central estadounidense ha señalado que “si la economía progresa como se espera, el comité de la Fed considera que pronto se justificará una moderación en el ritmo de compra de activos.

La Reserva Federal ha decidido modificar sus previsiones de inflación y crecimiento por el impacto negativo de la variante delta del coronavirus en la recuperación económica. La previsión de la tasa de inflación aumenta casi un punto, del 3,4% previsto al 4,2%, mientras que el PIB se revisa a la baja, hasta el 5,9% desde el cálculo del 7% formulado en junio. También eleva ligeramente la tasa de desempleo hasta el 4,8%, sólo 0,3% más de lo estimado en primavera.

El banco central estadounidense ha reconocido que la inflación es “elevada”, muy por encima del 2% deseable a largo plazo, pero ha subrayado que gran parte del incremento registrado se debe a factores “transitorios” o estacionales. También considera que “las condiciones financieras siguen siendo acomodaticias como resultado de las medidas de apoyo a la economía frente a la pandemia y el flujo de crédito a hogares y empresas. Aunque los sectores más afectados por la crisis sanitaria han mejorado, el aumento de casos de covid-19 ha ralentizado la recuperación”.

Sobre la decisión de la Fed pesan la incertidumbre sobre el gasto fiscal de Estados Unidos; la sacudida de la inmobiliaria china Evergrande y su impacto en Wall Street; el repunte veraniego de la inflación; y el frenazo en la creación de empleo de agosto.

Hasta ahora la Reserva Federal ha mantenido un ritmo mensual de compra de bonos de 120.000 millones de dólares, lo que ha conseguido mantener a flote a su economía durante el año y medio de pandemia. Y ha mantenido este ritmo, aunque advirtiendo que puede reducir las compras, aunque no ha especificado una fecha concreta para ello.

Como se ha comentado anteriormente, la Reserva Federal considera “que, si la recuperación sigue su curso, un proceso de tapering (retirada progresiva de estímulos) gradual que concluya en torno a la mitad del año que viene es probablemente apropiado”.

Por otro lado, la aprobación por la Cámara de Representantes del aumento del techo de la deuda, para evitar el cierre de la Administración (si bien debe conseguir aún el visto bueno del Senado) ha aumentado el optimismo. El propio Jerome Powell ha señalado hoy que reviste una importancia “crucial” elevar el techo de la deuda cuanto antes “para que el país pueda seguir pagando sus facturas”.

UNIÓN EUROPEA:

La industria europea cada vez está más preocupada por los problemas en la cadena de suministros. El índice de gestores de compras (PMI) del sector manufacturero de IHS Markit (indicador macroeconómico que pretende reflejar la situación económica de un país basándose en los datos recabados por una encuesta mensual de sus empresas más representativas que realizan los gestores de compras) para la eurozona perdió fuelle entre agosto y septiembre, al pasar de los 61,4 a los 58,6 puntos. Es la caída en puntos más abultada desde abril de 2020, el peor momento de la pandemia, aunque aun así el índice se mantiene muy por encima de los 50 puntos que aseguran la expansión de la actividad.

El sector industrial de España también vio recortada su lectura respecto a agosto, pasando de los 59,5 a los 58,1 puntos en septiembre, aunque sigue en zona de máximo históricos. Las presiones inflacionistas y el retraso en la cadena de suministros son las causas de esta caída, tanto a nivel doméstico como en la zona euro. La falta de oferta es considerada un obstáculo clave para los programas de producción en septiembre, a lo que se le suma el debilitamiento de las condiciones de la demanda y el retraso en los tiempos de entrega de los proveedores, así como la escasez de componentes electrónicos y materias primas, particularmente generalizada y que lleva meses castigando al sector. Son problemas que se están agravando con los altos precios del carbón, el petróleo, el gas y la electricidad.

Christine Lagarde, presidenta del Banco Central Europeo (BCE), ha prometido reiteradamente que mantendrá los bajos tipos de interés.

Esta declaración de Lagarde era muy esperada, ya que el mercado sigue calibrando cómo será la secuencia exacta posterior al reciente anuncio de que reducirá “ligeramente” las compras de su programa anti pandémico, aunque no las adquisiciones de bonos de la ya habitual expansión cuantitativa, ni tampoco los tipos de interés.

Respecto a los precios, según Christine Lagarde, estamos viviendo ahora “una fase de inflación temporal vinculada a la reapertura” de la economía tras lo peor de la crisis, dijo como base de su argumento. Y que, por tanto, todavía es necesaria “una postura de política monetaria acomodaticia para salir de la pandemia de manera segura y llevar la inflación de forma sostenible al 2%”.

La calificación de “reiterada” declaración de la presidenta del BCE, se debe a que en varios momentos hizo alusión al fondo de la cuestión:  declaró que “por el momento no vemos ninguna señal de que el aumento de los precios esté alcanzando una amplia base transversal a toda la economía; los salarios no exageran y no hay sobrerreacción (volatilidad) de tipos: en suma: esperamos que la inflación suba desde el 1,5% en 2023 al 2% y se estabilice ahí en los siguientes cinco años”.

Así que “la política monetaria” debe “mirar a través” —o sea, sin dañarse de frente— de la inflación generada por la oferta (recuperación, impacto del crecimiento asiático), mientras sus expectativas “permanezcan ancladas”.

Y además Lagarde insistió de nuevo: “el reto clave es no sobrerreaccionar a los shocks que no se sostendrán a medio plazo”. Y de nuevo: “nuestra política monetaria continuará proporcionando las condiciones necesarias para nutrir la recuperación”.

Todavía por quinta vez señaló: “por nuestra parte, la política monetaria está comprometida a preservar las condiciones financieras favorables para todos los sectores” durante lo que quede de pandemia. “Y una vez esta se acerque a su fin, nuestra orientación de tipos de interés, igual que de compras de bonos, garantizará que apoyen el objetivo de alcanzar, a su tiempo, nuestro objetivo a medio plazo del 2%” de la inflación.

Y, por último: “la política monetaria debe mantener su objetivo de dirigir la economía con seguridad más allá de la emergencia pandémica y llevarnos a la inflación de nuestro objetivo, el 2%”.

ESPAÑA:

El Banco de España ha mejorado sus previsiones de crecimiento de la economía española: espera que este 2021 el producto interior bruto crezca un 6,3%, (una décima más que el 6,2% que preveía hace tres meses). Para el año que viene la proyección también se eleva del 5,8% al 5,9%. Y respecto a 2023 se sube del 1,8% al 2%.

El organismo explica que durante el segundo trimestre la actividad ha crecido muy positivamente, exhibiendo un comportamiento bastante mejor de lo que había anticipado, en especial el consumo privado. Las compras de los hogares se dispararon un 6,5% trimestral entre abril y junio, muy por encima del 2,9% que había estimado inicialmente, impulsadas por el avance en la vacunación, la relajación de las restricciones y el ahorro acumulado durante la pandemia.

Todo ello justifica la revisión al alza del crecimiento para este año. Por más que a finales de julio repuntasen los casos de coronavirus, gracias a la vacunación este rebrote no se ha traducido en la imposición de nuevas restricciones, favoreciendo la intensa recuperación de un sector servicios que había acusado mucho la pandemia.

Sin embargo, el Banco de España señala algunos factores que pueden enfriar a la fortaleza de la expansión en la segunda mitad del año. El supervisor cita “algunas señales tentativas de cierta desaceleración”. No significa que la actividad se frene. En absoluto. De hecho, se prevé que siga avanzando casi al mismo ritmo que durante la primera mitad del año. Simplemente quiere decidir que no aumentará el ritmo de crecimiento.

Uno de los factores es el retraso en el gasto de los fondos europeos, que pasarán a ejecutarse en mayor proporción en los siguientes ejercicios. Y de ahí la mejora prevista del crecimiento en 2022 y 2023. Es decir, el crecimiento repuntará algo porque en esos años se concentrarán más recursos europeos.

Igualmente, el Banco de España señala los ya citados cuellos de botella en el suministro de semiconductores, plásticos y otras materias primas. Y que la falta de estos materiales y equipos ya están produciendo algunos parones en la industria española, sobre todo en el sector del automóvil.

Respecto al comportamiento del nivel general de precios, la crisis energética ha llevado la inflación hasta su punto más alto de los últimos 13 años. Según el indicador adelantado del Instituto Nacional de Estadística (INE), el Índice de Precios al Consumo (IPC) se incrementó en septiembre un 4% en España con respecto a un año antes. Supone seis décimas más que el avance de Eurostat para el conjunto de la eurozona, lo que apunta a un diferencial desfavorable para España. La brecha se explica sobre todo por el alza del precio de la electricidad, especialmente intenso en nuestro país.

Descontando la energía y los alimentos no elaborados, el IPC subyacente (un magnifico indicador de la variación de los precios, que no tiene en cuenta el impacto ni de los alimentos no elaborados, ni de los productos energéticos ya que son los elementos más volátiles) ha aumentado a un ritmo anual del 1%, casi la mitad que en la eurozona.

Más allá de la energía, el aumento de los costes de los carburantes y lubricantes para vehículos particulares o el alza del precio de los paquetes turísticos con respecto a septiembre de 2020, cuando la crisis del coronavirus frenó buena parte de los viajes, son otras de las claves para entender este incremento de los precios.

Estos factores han propiciado que el IPC se haya colocado por noveno mes consecutivo en una tasa interanual positiva, desde que en diciembre del año pasado se situase en el -0,5%. La reactivación de la economía tras la pandemia ha propiciado un alza continuada de la inflación desde entonces.

A pesar del impacto que tiene la escalada de los precios en los consumidores, el Banco de España y otras instituciones son optimistas en que la situación se reconduzca a lo largo de la recuperación económica. Sus estimaciones son que el IPC cierre 2021 en el 2,1%. Mientras que el año siguiente seguiría reduciéndose hasta el 1,7% y en 2023 ya sería del 1,3%.

No obstante, hay que vigilar la evolución de los precios con respecto a la Eurozona, ya que puede afectar a la competitividad: en España la mayoría de episodios inflacionistas se ha padecido de forma más intensa. De momento, afortunadamente, este no es el caso: el superávit de la cuenta corriente se acerca a 9.000 millones (con datos acumulados entre enero y julio), en torno a la mitad de los niveles récord previos a la pandemia, pese al lastre de la disminución del turismo.

En todo caso, el verano de 2021 ha mostrado muy buenas señales para el sector turístico: aunque los datos siguen por debajo de la situación pre pandémica, se ha producido un vuelco en la tendencia y ha comenzado su recuperación. Persisten los problemas, pero al menos se ha duplicado el número de llegadas de turistas internacionales: según el INE, durante los meses de junio a agosto, hemos recibido 11,8 millones de visitantes extranjeros. Supone un incremento del 131% respecto al mismo periodo del año pasado. No obstante, si comparamos con el año 2019, es decir antes del confinamiento, la disminución es. nada menos, que del 59%. Los ingresos han sido de 13.550 millones (casi 20.000 menos que en el verano de 2019).

En cualquier caso, la situación invita al optimismo, ya que los datos consolidan la tendencia de recuperación del turismo internacional y confirman que España es percibida como un destino seguro.

Por otro lado, otro aspecto muy positivo, es la tendencia favorable es la inversión directa extranjera, con una inyección de capital en nuestro tejido productivo de 19.400 millones entre enero y julio, muy superior a los valores de 2019. Es posible que la reconfiguración de la globalización que se está produciendo tras la pandemia nos esté favoreciendo. Las empresas acortan las cadenas de valor, fragmentadas y dependientes de suministros provenientes de países alejados de los principales lugares de consumo.

Y es que, aunque parezca mentira, la estructura productiva española es relativamente competitiva de cara a los procesos de relocalización, en sectores clave como la química, el automóvil y los bienes de equipo. Es un hecho, que estos son los que están liderando las ventas en el exterior. Otro activo es la imbricación en un mercado eu­ropeo que intenta reducir su dependencia del abastecimiento desde Asia. Este movimiento pendular se está aprovechando, como lo muestra el fuerte incremento de nuestra cuota exportadora en la Unión Europea. Finalmente, la mano de obra disponible es abundante y de momento no asistimos a una espiral de precios-salarios o beneficios-salarios, a la inversa de otros socios europeos que se acercan al pleno empleo.

Por lo que respecta al empleo, el mes de septiembre, según el Paro Registrado, finalizó con 3.257.802 desempleados, 76.113 menos que en agosto (-2,28%), y la secuencia de mensualidades consecutivas a la baja se extiende ya hasta los siete meses. Según los datos de los Ministerios de Trabajo y Seguridad Social, no se encadenaba una situación de recorte del desempleo como la actual desde el año 2000, hace más de dos décadas.

De la misma forma, las afiliaciones a la Seguridad Social también han evolucionado muy favorablemente. La Seguridad Social registró 19.531.111 afiliados de media, lo que supone 57.387 cotizantes más que en la de agosto.

Sin embargo, como viene siendo habitual desde la irrupción de la pandemia, los datos de desempleo y afiliación han de observarse sin perder de vista el número de trabajadores en ERTE, puesto que no computan como parados y sí como cotizantes a pesar de no estar desempeñando su actividad con normalidad. El número de personas que se encontraron cobijados bajo este paraguas fue de 239.230, la cifra más baja desde el comienzo de la pandemia hace más de año y medio, y muy lejos de los más de tres millones y medio que llegaron a reunirse en los momentos más duros. Son, por tanto, 32.960 menos tomando como referencia la fecha de notificación, y 17.294 basándose en la fecha de alta.

Extrayendo a los trabajadores en ERTE de las cifras, los niveles de afiliación se acercan a los que se registraban antes de la pandemia. Los registros de septiembre no son solo mejores a los de los dos últimos años (18.876.389 y 19.323.451), sino también a los resultados que presentaba el mes de febrero de 2019 (18.888.472) y que marcan el final del periodo pre pandémico.

MERCADOS:

El energético ha sido uno de los sectores protagonistas del mes. A la subida del precio del Brent y el gas se ha sumado el alza de los precios de la electricidad, una tendencia que si bien ha sido una constante durante el año se ha visto agravada en las últimas semanas. Los esfuerzos del Gobierno por abaratar la tarifa aún no se han reflejado, pero sí se han dejado sentir en la Bolsa.

La inseguridad jurídica derivada del nuevo marco regulatorio ha propiciado la salida de los inversores. Superado el sobresalto de junio, cuando el Ejecutivo aprobó un recorte al exceso de retribución por el sobrecoste del CO2, ahora la decisión de apuntar directamente a los beneficios empresariales, aunque sea de manera temporal, se ha saldado con una caída en Bolsa del 9,27% para el índice que agrupa a las energéticas. Estos números rojos podrían haber sido mayores si en el cómputo no se incluyera la evolución de Repsol, uno de los valores más alcistas del mes.

Además, en las últimas semanas ha cundido el temor a subidas en las tasas de interés de los Bancos Centrales, que podría frenar el crecimiento económico.

Estas expectativas de tipos más altos han sido suficiente para que compañías como Iberdrola (-17,26%), Solaria (-18,6%), Endesa (-14,44%) y Siemens Gamesa (-12,31%) pasen a engrosar la lista de cotizadas más castigadas del Ibex 35 en el mes. Este balance contrasta con el buen hacer de estas firmas en 2020, año en el que el estallido de la pandemia llevó a los inversores a buscar refugio en estas firmas por la previsibilidad de sus resultados. Más moderados fueron los recortes de Naturgy (-0,23%) y Enagás (-0,31%). Fuera del selectivo, Audax perdió un 21,7% mensual y Acciona Energía, un 6,44%. Como en todo existen excepciones. Red Eléctrica suma un 2,49% mientras Grenergy avanza un 3,9% y Solarpack cierra el mes en tablas.

En Europa el sector bajó un 8,57%, situándose como uno de los más penalizados, solo superado por el inmobiliario (-8,59%). En el lado opuesto se situaron las gasísticas y petroleras (9,84%), seguidos por el bancario (3,67%), las empresas turísticas (2,64%) y las automovilísticas (0,4%), negocios de corte cíclico que se ven favorecidos por el levantamiento de las restricciones y la recuperación económica que ha acompañado al proceso de inmunización.

Los problemas del gigante chino Evergrande, anteriormente analizados, (sus deudas superan los 300.000 millones de dólares) ha llevado a algunos inversores a especular con una quiebra con consecuencias similares a la Lehman Brothers. Aunque las firmas de análisis descartan esta hipótesis, los inversores han aprovechado las dudas para recoger los beneficios acumulados en 2021.

El Ibex 35 no ha quedado al margen de esta corriente y tras cerrar la última sesión del mes con una caída del 0,94%, en septiembre el selectivo español retrocede un 0,57%, descensos que en el trimestre se limitan al 0,28% pero que sirven para poner freno a tres trimestres consecutivos al alza. La Bolsa española encara el último trimestre por debajo de los 8.800 puntos. El reto está ahora en recuperar la barrera psicológica de los 9.000, algo que ya logró hace unas semanas.

Las pérdidas de las Bolsas durante el pasado septiembre, alcanzan al Cac francés (-2,4%), al Mib italiano (-1,25%) y al FTSE británico. Más sonoros son los descensos mensuales del Dow Jones (-3.78%), el S&P 500 (-4,15%) y el Nasdaq (-5,05%).

Por otro lado, la evolución de los precios de la energía ha tenido repercusión también en las divisas. El dólar marcó máximos de 14 meses en su cotización respecto al euro. El dólar estadounidense se ha llegado a intercambiar a 1,1571 euros por dólar, un nivel un 5,5% inferior al registrado hace cuatro meses.

Respecto al mercado del petróleo, el barril de crudo brent superó por última vez el umbral de los 80 dólares. la principal referencia petrolera en Europa ha rebasado de nuevo esa barrera a lomos de la recuperación económica.   

En lo que ha transcurrido de este año 2021, el precio del barril de brent acumula una subida superior al 50%, cifra a la que hay que sumar las alzas registradas en el tramo final del año pasado, cuando la incipiente recuperación y las noticias positivas sobre la vacuna ya habían empezado a calentar los mercados de materias primas. Pero en estas últimas semanas se han sumado dos factores más al peligroso cóctel que es para Occidente el encarecimiento de la energía: la creciente demanda de China y de Asia en su conjunto, y un creciente temor al desabastecimiento de combustibles en el Reino Unido que ha hecho saltar las alarmas y que ha desatado las compras de pánico. Un punto más de desequilibrio en un mercado ya de por sí descompensado.

Pese a la subida acumulada, prácticamente nadie en el mercado se atreve a dar por concluida la escalada. Goldman Sachs, apunta a los 90 dólares por barril como próxima meta a final de año. Señala que “aunque nuestra visión sobre el petróleo siempre ha sido alcista, el desequilibrio actual entre la oferta y la demanda es mayor de lo que habíamos previsto. Ni la variante delta del virus ni los temores en torno los efectos adversos de los cuellos de botella en las cadenas de suministro sobre el crecimiento mundial parecen suficientes para aliviar la presión alcista. La recuperación de la demanda global de crudo ha sido incluso más rápida de lo que decían nuestros pronósticos”.

Respecto al mercado de la vivienda, ya se ha superado el valor que tenía en 2019 en la mayoría de España. Lleida, Vitoria y Vigo encabezan las subidas, por encima del 16%. Madrid lo supera en un 4,5%, y Barcelona se queda un 1,2% por debajo del nivel.

En relación al mercado automovilístico, las patronales de fabricantes, de concesionarios y de talleres y vendedores mantienen los mismos argumentos para explicar la caída de las ventas que en los últimos meses. Hay poca oferta de vehículos por la falta de semiconductores que está obligando a paralizar plantas a la vez que dirige a los potenciales compradores a los coches de segunda mano. Explica ese argumento el hecho de que la adquisición de coches por parte de particulares caiga un 21,8% respecto al año pasado, mientras que las empresas también han reducido sus transacciones un 15,3%. La paradoja es que, justo cuando acaba una temporada turística en la que se ha echado en falta una mayor oferta en las empresas de alquiler de vehículos, los rent a car han elevado sus compras un 39,6% en septiembre. Se explica porque las ventas en el mes de septiembre de 2020 fueron muy bajas (3.850 unidades), por lo que cualquier pequeño repunte dispara el porcentaje de crecimiento.

EMPRESAS:

El grupo textil Inditex ganó 1.272 millones de euros en la primera mitad de su actual ejercicio fiscal, que arrancó el pasado febrero, frente a las pérdidas de 195 millones en el mismo periodo del año pasado. Así, entre ese febrero y julio de 2021, la cabecera de marcas como Zara o Massimo Dutti obtuvo unos ingresos de 11.936 millones. Esto supone que las ventas de la compañía no solo están muy por encima de las de 2020, el año más golpeado por la crisis del coronavirus, sino también de 2019, antes de la pandemia. En la presentación de resultados del primer trimestre, Inditex ya señaló que en las cinco primeras semanas del segundo (es decir, durante mayo y el arranque de junio) su facturación era un 5% superior a la de 2019. Finalmente, en todo el periodo (de mayo a julio), las ventas han estado un 7% por encima de las de 2019. Y el grupo avisa de que en el inicio de su segundo semestre (concretamente del 1 de agosto al 9 de septiembre), las ventas han sido un 9% superiores a las de dos años atrás.

Gran parte de ello se debe a la creciente digitalización de la compañía, cuyas ventas por internet en el primer semestre crecieron un 36% con respecto al año pasado. Si se compara con el año 2019, lo que genera el negocio en línea es ya más del doble (un 137% más que en su primer semestre fiscal de hace dos ejercicios). La compañía señala que la migración a la Inditex Open Platform, la plataforma tecnológica propia de la que depende buena parte de su estrategia digital, ya ha avanzado hasta el 95%. 

Inditex ha declarado un EBITDA (recursos generados por la compañía) de 3.101 millones, un 109% más que en la primera parte del ejercicio anterior. Los gastos de explotación crecieron un 25% con respecto a un año antes, resultado lógico de la evolución de la pandemia, ya que durante gran parte de 2020 muchas de sus tiendas estuvieron cerradas, mientras que actualmente mantiene un 99% de ellas abiertas.

En paralelo, su tesorería progresó un 24% hasta alcanzar 8.023 millones al cierre del primer semestre del actual ejercicio, muy cerca del récord de 8.060 millones del cierre del ejercicio 2019. El grupo mantiene su intención de pagar 0,35 euros por acción, la segunda mitad de su dividendo del año 2020, el próximo 2 de noviembre.