lunes, 13 de diciembre de 2021

SITUACIÓN ECONÓMICA A DICIEMBRE DE 2021. Una recuperación con incertidumbres: el tapering, la inflación y la estanflación

 

Las primeras evidencias científicas de la nueva variante ómicron, han desencadenado la incertidumbre y el miedo a que naufrague la recuperación iniciada. Para España el riesgo de volver a perder nuestro principal activo, el turismo, es muchísimo más grave que la inflación, aunque esta fuese estructural (no temporal).

GLOBAL:

La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) ha confirmado en su último informe del año, el robusto crecimiento mundial de la economía, que llegará al 5,6% este 2021 y a 4,5% en 2022. Pero advierte al mismo tiempo de que esa recuperación ha perdido “impulso” y es “cada vez más desigual”.

Los riesgos siguen siendo múltiples, (eso sin que el informe mencione la ómicron, la nueva variante de la covid), y la situación requiere que se vigile de cerca tanto la evolución de la pandemia como la inflación, más persistente de lo inicialmente estimado, o los problemas de suministro que impiden, pese al crecimiento económico, hablar de una vuelta al statu quo prepandémico. En ese punto, el organismo multilateral advierte de que “el fracaso a la hora de garantizar una vacunación rápida y eficaz en todos los países está resultando costoso, y subsiste un elevado grado de incertidumbre ante la incesante aparición de nuevas variantes del virus”.

Señala el informe, que “la recuperación es real, pero la tarea para los políticos es dura. Tienen que equilibrar prudencia, paciencia y persistencia mientras desarrollan nuevos y mejorados planes para transformar la economía de forma tal que se construya una resiliencia mucho mayor ante el riesgo de desequilibrios crecientes”. El propio informe titula este aspecto como “Acto de equilibrismo”.

La revisión de la OCDE es pequeña para la eurozona: la sitúa en un crecimiento de 5,2% este año (también una décima menos que en septiembre) y en 4,3% en 2022.

Algo más hacia la baja varían las últimas previsiones para Estados Unidos, país para el que ahora prevé que cerrará el año con un crecimiento de 5,6% (frente al 6% que estimaba en septiembre) que bajará a 3,7% en 2022. De igual modo, China crecerá este año a un robusto 8,1%, pero cuatro décimas menos de lo que calculaba hace solo tres meses. Para 2022, la expectativa es que el gigante asiático crezca 5,1%.

Señala la institución, que “la recuperación global sigue avanzando, pero ha perdido impulso y es cada vez más desigual, lo que hace que algunos países estén en peligro de quedarse atrás”. Advierte la OCDE de que “hay un número creciente de factores que amenazan con una mayor incertidumbre sobre la evolución del futuro: los atascos en las cadenas de aprovisionamiento, el aumento de los gastos de producción y, por supuesto, los continuados efectos de la pandemia con la amenaza (más evidente ahora con la ómicron) de nuevas variantes del virus.

Además, la inflación, que en los primeros informes del año se consideraba algo pasajero y sin grandes consecuencias, empieza a preocupar seriamente a los economistas. La OCDE estima que el “pico inflacionario” se alcanzará entre finales de este año y comienzos 2022 (un 3,5 y 4,2% respectivamente) antes de estabilizarse en torno al 3% en 2023.

No se descartan “sorpresas” al alza, si persisten las presiones sobre los suministros o aumentan y/o se mantienen los altos costes de energía, lo que tendría efectos negativos, señala el organismo, en momentos en que muchos países están aumentando su deuda.

La subida de los precios nos lleva a estar expectantes ante las posibles medidas que van a adoptar los bancos centrales. Existe una gran preocupación ante una posible retirada de estímulos (compra de deuda privada y pública) y posible subida de los tipos de interés.

Esa inquietud es, sin duda, mayor entre los más endeudados: familias, empresas y Estados. La Reserva Federal de Estados Unidos ya ha reaccionado reduciendo su programa de compras de deuda. El Banco Central Europeo (BCE) mantendrá su política de emergencia de compra de bonos por el momento, pero Lagarde, su presidenta, ha precisado que, en este mes de diciembre, probablemente, vaya a revisar sus medidas.

Los bancos centrales, desde hace años, son los principales gestores de la economía. Su papel y medidas salvaron a muchas economías de la Gran Recesión de 2008. Aunque la realidad es que las históricas medidas adoptadas, la llamada “expansión cuantitativa” con records de bajadas de tipos de interés e ingentes compras de deuda, que parecían transitorias, se han convertido en permanentes, por lo que se mantiene el debate respecto al tiempo que deben seguir vigentes.

No cabe duda, que es preocupante las subidas de precios que están teniendo lugar en todo el mundo, pero lo más inquietante, por sus efectos, es la incertidumbre que estamos viviendo respecto a los nuevos brotes del covid y las nuevas variantes que amenazan con truncar la recuperación económica. Habrá que esperar para ver, pero las primeras noticias no parecen alentadoras.

Por otro lado, por si fuera poco, la subida de costes es, sin duda, otro aspecto muy negativo. El aumento del precio de transportar un contenedor cargado de las mercancías de todo tipo desde Asia a Europa o Estados Unidos ha desencadenado una enorme preocupación de los agentes (exportadores e importadores), que ven reducirse a sus márgenes en un entorno que debía ser de fuerte recuperación.

La realidad, es que lo que para algunos es una crisis de suministro, para otros es una oportunidad de incrementar sus ganancias, que están sabiendo aprovechar: las navieras, dueñas de los barcos responsables de hasta el 90% del tránsito global de bienes de consumo, han visto dispararse sus ganancias a niveles sin precedentes. Se trata de las, casi únicas, ganadoras de los cuellos de botella en el comercio global y están utilizando la mayor caja derivada de la escalada de los fletes para crecer mediante compras, diversificar su negocio y ampliar sus flotas.

La danesa Maersk, que en el tercer trimestre del año ganó 5.440 millones de dólares (4.700 millones de euros), más de cinco veces más que en el mismo periodo del año pasado y casi tanto como la suma de Amazon (la cuarta empresa más valiosa del mundo) y UPS (la mayor empresa del Reino Unido). Con una plantilla de 83.000 empleados y una flota de más de 700 barcos, el valor de sus acciones en Bolsa se ha disparado un 80% en el último año. Actualmente vale alrededor de 50.000 millones de euros (lo mismo que Telefónica, IAG y Endesa juntas).

Otro grupo, el francés CMA-CGM ha pasado de perder más de 150 millones de euros en los seis primeros meses de 2020 a ganar casi 200; el beneficio operativo de la taiwanesa Evergreen se ha multiplicado, por 30 en la primera mitad del año; y el de la hongkonesa Cosco casi se cuadruplicó. La japonesa NYK ha septuplicado sus ganancias en el último trimestre y acaba de revisar al alza en cerca de un 40% su previsión anual de beneficio.

El sector se ha convertido en una especie de oligopolio, ya que el 85% del tráfico marítimo internacional está en manos de 10 empresas, donde la empresa líder fija o sube los precios y las demás le imitan.  

Frente al posible cambio cuando varie la situación, las navieras están diversificando su actividad por dos vías para generar beneficios adicionales: transitando desde un modelo de transporte “puerto a puerto” por el “de puerta a puerta”, y ampliando sus capacidades aéreas reforzando su flota de aviones.

La conversión de aviones de pasajeros a cargueros de mercancías, ha aliviado su situación durante los meses más duros de la pandemia, como única alternativa a mantener las aeronaves en tierra.

JAPÓN:

La economía de Japón volvió a arrojar números rojos en el tercer trimestre de 2021, tras un ligero crecimiento en el segundo. Los datos oficiales, hechos públicos, muestran que el Producto Interior Bruto (PIB) nipón se contrajo entre julio y septiembre mucho más rápido de lo previsto, con una caída del 0,8% con respecto al trimestre anterior.

Según las estadísticas de Japón, entre los meses de abril y junio, su PIB avanzó un 0,4% con respecto al trimestre anterior y un 7,6% interanual, impulsado por el aumento del consumo y de la inversión corporativa. Sin embargo, la variante delta del virus con el repunte en el número de contagios de covid-19, obligó a la administración a decretar medidas muy restrictivas, que, aunque finalizaron el 1 de octubre, acarrearon una caída del 1,1% en el gasto de los consumidores durante el tercer trimestre (tras un ascenso del 0,9% en el trimestre anterior) y un desplome del 3,8% en el gasto de capital (después de crecer un 2,2% en el segundo trimestre).

Además, las exportaciones de Japón retrocedieron entre julio y septiembre un 2,1% con respecto al trimestre previo, impactadas por la escasez de chips, la reducción en la producción de coches y los recortes en la cadena de suministros.

El Gobierno japonés ha aprobado el tercer paquete de estímulo económico desde el inicio la pandemia, el más cuantioso de su historia y valorado en 55,7 billones de yenes (unos 429.000 millones de euros, más del 10% de su PIB). El nuevo conjunto de medidas representa casi el doble de la cuantía prometida por el primer ministro nipón, Fumio Kishida, poniendo de relieve su determinación de centrarse en la recuperación económica y redistribuir la riqueza entre los hogares y las pequeñas empresas.

El plan de estímulo aprobado en Japón incluye gastos para mejorar la respuesta a la crisis sanitaria, así como otras medidas que no están directamente relacionadas con la pandemia.

El gasto previsto podría aumentar hasta los 79 billones de yenes (616.000 millones de euros) si se tienen en cuenta otros elementos, como los préstamos a fondos privados. La cuantía supera el plan de gasto que activó la administración de Shinzo Abe en abril del año pasado (de unos 375.000 millones de euros) y el que aprobó el Gobierno de Yoshihide Suga el pasado diciembre (309.000 millones de euros).

El proyecto incluye grandes medidas de financiación para los sectores que más han sufrido los estragos de la pandemia y los colectivos sociales más vulnerables. La mayor parte de los fondos se destinará al desarrollo de vacunas y a mejorar las condiciones de los hospitales: se aumentará el número de camas, se ampliará la disponibilidad de pruebas PCR, y se administrará la tercera dosis de la vacuna de forma gratuita.

Igualmente destaca la entrega de un cheque de 100.000 yenes (765 euros) a las personas con ingresos bajos y otro de una cantidad similar por cada hijo menor de 18 años a los hogares con pocos recursos, con el objetivo de fomentar el consumo de productos básicos y cubrir los gastos de educación. También se han aprobado subidas salariales para el personal sanitario, empleados de residencias de ancianos, maestros de guarderías y preescolar y trabajadores sociales.

La partida también comprende una inversión de 3.855 millones de euros en industrias estratégicas para la nación, como el de los semiconductores o la inteligencia artificial, y cerca de 5.400 millones de euros para equipamiento de seguridad y defensa.

A pesar de que la mayoría de inversores han aprobado las nuevas medidas, para algunos, empeorará aún más el problema de la deuda pública de Japón, la mayor del mundo, ya que se encuentra por encima del 200% de su PIB.

CHINA:

Frente a todos los debates respecto a la energía nuclear, China es el último defensor de la misma. De forma que planea generar una cantidad, realmente, ingente de energía nuclear, rápidamente y a un coste relativamente bajo con el telón de fondo de un futuro sin emisiones de carbono.

China, el mayor emisor del mundo en contaminantes, planea construir al menos 150 nuevos reactores en los próximos 15 años, más de los que el resto del mundo ha construido en los últimos 35 años, y que podrían costar 440.000 millones de dólares.

El gobierno de China ha señalado que la energía nuclear es la única forma para lograr sus objetivos futuros: 200 gigavatios para 2035, suficientes para abastecer a más de una docena de ciudades del tamaño de Pekín.

Las autoridades del país estiman que sus planes podrían evitar unos 1.500 millones de toneladas de emisiones anuales de carbono, más de lo que generan el Reino Unido, España, Francia y Alemania juntos.

Sin embargo, aunque China pretende sustituir casi todos sus 2.990 generadores de carbón por energía limpia para 2060, con reactores más rentables, seguros y flexibles del mundo, para muchos analistas, es poco probable que Estados Unidos, India y Europa den facilidades a su mayor adversario mundial en sus suministros de energía.

Veremos…, alrededor del 70% del coste de los reactores chinos está cubierto por préstamos de bancos estatales, a tipos de interés mucho más bajos que los que pueden conseguir otras naciones.

LATINOAMERICA:

La subida de precios deja a América Latina muy perjudicada, con dos grandes salvedades: Brasil y Argentina. Brasil, un país en el que, aunque beneficiado en lo macro (exporta mucha más comida de la que importa), el gasto alimentario de los hogares ha aumentado alrededor de un 12% en el último año. Su IPC supera el 10%, lo que le ha obligado a subir 1,5 puntos de golpe (la mayor subida en dos décadas). México, donde las cuatro últimas reuniones de su banco central han decidido incrementos en las tasas de interés. El índice general de precios sube empujado por la energía y la comida.

Las expectativas no son halagüeñas: la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos ha pronosticado, con un 90% de probabilidades, que se repita por segundo invierno consecutivo el fenómeno climatológico de “La Niña”, que suele agravar las sequías y merma las cosechas en el Cono Sur americano.

ESTADOS UNIDOS:

El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, ha anunciado que el Departamento de Energía estadounidense liberará 50 millones de barriles de petróleo de la Reserva Estratégica de Petróleo (unos 620 millones de barriles) con la finalidad de reducir los precios y abordar el desajuste entre la demanda y la oferta. Se trata de un movimiento coordinado con otros grandes consumidores de crudo como China, Japón, el Reino Unido o Corea del Sur.

De esos millones de barriles que se ofertan, más de la mitad, 32 millones, estarán disponibles durante los próximos meses a través del mecanismo de intercambio, liberando así un volumen de petróleo que eventualmente regresará automáticamente a la Reserva Estratégica en los próximos años. El resto, 18 millones, se pondrán en circulación de forma acelerada en los próximos meses como parte de una venta que el Congreso estadounidense había autorizado con anterioridad.

El anuncio de la Casa Blanca -un abierto desafío a la OPEP-, ha tenido lugar una vez que los demócratas de la Cámara de Representantes urgiesen a Biden a liberar petróleo de la Reserva Estratégica y a restablecer, al menos temporalmente, una prohibición de las exportaciones de crudo para ayudar a reducir los precios y garantizar “energía asequible para las familias estadounidenses”. La decisión se ha adoptado cuando la inflación ha registrado su nivel más alto (6,2%) de los últimos 30 años, un incremento que se hace notar especialmente en dos gastos básicos como los alquileres y la factura de la luz y el gas.

La Casa Blanca en un comunicado, ha señalado que “el presidente está dispuesto a tomar medidas adicionales, si es necesario, y está dispuesto a utilizar todos sus poderes trabajando en coordinación con el resto del mundo para mantener un suministro adecuado a medida que salgamos de la pandemia. Los consumidores estadounidenses están sintiendo el impacto de los elevados precios de la gasolina en el surtidor y en las facturas de calefacción de sus hogares, y las empresas también lo están porque el suministro de petróleo no se ha mantenido a la altura de la demanda a medida que la economía mundial emerge de la pandemia. Por eso el presidente Biden está utilizando todas las herramientas disponibles para trabajar a fin de reducir los precios y abordar la falta de suministro”.

Para algunos analistas, estos intentos para resolver abordar los problemas en el suministro de petróleo, pueden resultar fallidos como consecuencia de las prácticas anticompetitivas de las empresas dominantes del mercado, que impidan que los consumidores se beneficien de la caída de los precios del petróleo. Según señala la propia administración estadounidense, “existe una creciente evidencia de que la caída de los precios del petróleo no se traduce en precios más bajos en el surtidor”.

EUROZONA:

La presidenta del Banco Central Europeo, Christine Lagarde, ha reiterado que no prevé subidas de tipos al menos hasta 2023. Ha sugerido que un cambio de este tipo en su política monetaria, en respuesta a una escalada de la inflación que considera de carácter transitorio, supondría un endurecimiento prematuro de las condiciones financieras y añadiría un lastre injustificado a la recuperación de la Eurozona, por lo que no cree que a lo largo de 2022 se den las circunstancias necesarias para tomar esta decisión: “es muy poco probable que se cumplan las condiciones para subir tipos el próximo año. Incluso después de que finalice la situación de emergencia de la pandemia, será importante para la política monetaria, incluido el ajuste de las compras de activos, apoyar la recuperación y la vuelta sostenida al objetivo del 2%”.

“Esta inflación es inoportuna y dolorosa y hay naturalmente preocupaciones sobre cuánto tiempo durará. Tomamos muy en serio estas preocupaciones y observamos la evolución con cuidado”. A la vez, reconocía que “una inflación más elevada reduce los ingresos reales, especialmente de aquellos más desfavorecidos en la distribución”.

La dirigente ha argumentado que restringir la política monetaria prematuramente no abordaría las causas de la inflación, porque los precios de la energía se utilizan de forma global y la política monetaria del BCE no puede remediar los cuellos de botella de la oferta. En este sentido, ha defendido que, para devolver la inflación de manera sostenible a esa meta, cuando las tasas de interés están cerca del límite inferior efectivo, el BCE debe ser “persistente en su política monetaria, y no debe apresurarse a un endurecimiento prematuro empujado por shocks inflacionarios transitorios o impulsados por la oferta. En un momento en que el poder adquisitivo ya se está viendo reducido por el aumento de las facturas de la energía y el combustible, un ajuste indebido representaría un viento en contra injustificado para la recuperación. Solo empeoraría esta presión sobre los ingresos”.

Por el contrario, el presidente del Bundesbank alemán, Jens Weidmann, se apresuró a corregir en público el discurso de la presidenta, señalando que el BCE debería evitar cualquier compromiso que mantenga abierto el grifo del dinero. Ha señalado que “unas expectativas de inflación más altas y un mayor crecimiento de los salarios reforzarán las presiones sobre los precios a medio plazo y será entonces más difícil poner palos en la rueda de la inflación”.

La realidad, es que según Eurostat, los precios siguen subiendo. El IPC en la zona euro ha subido hasta el 4,9% en noviembre. Es la cifra más alta, desde 1977, en la serie histórica de la oficina europea de estadísticas. Esta subida estaba anunciada. Analistas y bancos centrales lo habían advertido. Pero no por eso es menos sorprendente ver la inflación en unos niveles que Europa no ha conocido en varias décadas.

En países como Alemania, con una opinión pública y política siempre sensible a los movimientos de los precios, el incremento de los precios ha sido en un solo mes de 1,4 puntos al llegar su IPC anual al 6%. Bélgica se sitúa en algo más del 7%, y le superan los tres países bálticos (Lituania, Letonia y Estonia). Los únicos países de la zona euro en los que podría hablarse de una inflación más moderada son Francia (3,4%) y Portugal (2,7%).

Esta subida ha seguido disparando las peticiones de quienes piden al Banco Central Europeo (BCE) que empiece a retirar los estímulos económicos para tratar de contener los precios.

Sin embargo, por ahora, los máximos responsables del BCE se mantienen firmes en las decisiones anunciadas para los próximos meses, Luis de Guindos ha señalado que: “dejamos claro que comenzaremos a subir los tipos poco después de haber finalizado nuestras compras netas de activos. Confío en que esas compras netas continuarán durante el próximo año”.

El cambio en la política monetaria expansiva que ha mantenido el BCE en los últimos tiempos podría enfriar la economía, justo en un momento en que las incertidumbres se han disparado con la aparición de una nueva variante de la covid-19 sobre la que se sabe muy poco. Entre lo que no se conoce de esta mutación del virus está la eficacia de las vacunas. Esta nueva incógnita, en consecuencia, complica mucho más el objetivo de alcanzar una política económica que mantenga los estímulos para consolidar una recuperación vigorosa e incierta a la vez, y que intente contener unos precios desbocados en los últimos meses.

Los bancos centrales siguen apostando a que la subida es coyuntural y que entrado 2022 la inflación perderá fuelle, aunque también han empezado a admitir que el aumento del IPC es más vigoroso de lo que esperaban en principio. Por ahora, los efectos de segunda ronda (que la inflación se traslade a los salarios) son muy pequeños.

Analizando el aumento de precios en la zona euro, destacan los habidos en estos recientes meses: electricidad e hidrocarburos (los precios de este epígrafe han subido algo más del 27,4%). Muy por encima de otros productos básicos de la cesta de la compra, como los productos de comida frescos (1,9%) o la comida procesada 2,6%.

Lagarde, igualmente, ha soportado las quejas de la banca privada, ahogada por los bajos tipos de interés y convencida, según los bancos de que “el BCE no actúa con fidelidad a su mandato, sino como un agente político que trata de sostener artificialmente a los países del sur del Europa que se encuentran en quiebra técnica. La inflación durará más y las tasas de inflación se mantendrán más altas de lo que muchos piensan en este momento. Por lo tanto, una reacción de los bancos centrales debería ser más rápida de lo planeado”.

ESPAÑA:

Comencemos por lo positivo: según las cifras de paro registrado a fínales de noviembre, por noveno mes consecutivo el paro sigue disminuyendo en España, una situación bajista sin precedentes en la estadística laboral. Con mayor brillo, si cabe, por extenderse a lo largo de meses, como el de noviembre, tradicionalmente malos para el empleo.  

De nuevo los datos del empleo siguen siendo buenos (según las afiliaciones a la Seguridad Social, tenemos más ocupados que nunca en España) y el histórico contable suma la cifra más alta.  En noviembre el paro bajó respecto a octubre (-74.381) hasta situarse en 3.182.687 personas desempleadas, el dato más bajo para este momento del año desde 2008. Los sectores que capitalizan este recorte son la Agricultura (-6.072, un -3,89%) y la Industria (-7.689, un -2,91%); por delante de los Servicios (-48.528, un -2,11%) y la Construcción (-4.336, un 1,70%).

Las afiliaciones a la Seguridad Social suben por tercer mes consecutivo hasta situarse en 19.752.358 (+61.768), nuevo máximo, situándose de nuevo por encima de los datos previos a la aparición del coronavirus. También los datos son buenos por el lado de las contrataciones: se han formalizado 2.021.546 contratos, la cifra más alta para este mes en toda la serie histórica; siendo 282.981 de ellas de carácter indefinido (14%), de nuevo el dato más alto para esta categoría desde que se tienen registros.

Igualmente, destaca que, respecto a los ERTE, los datos de finales de noviembre reflejan que al amparo de la recuperación el colectivo de trabajadores afectados todavía sigue siendo cada vez menor. En noviembre se contabilizaron 125.632 personas, la cifra más baja desde que allá por abril de 2020 se reunieran más de 3,6 millones.

La inesperada consistencia del empleo no parece haberse inmutado por alteraciones como la subida del salario mínimo interprofesional (SMI), a pesar de los pronósticos del propio Banco de España. Los 15 euros en los que se incrementó desde septiembre hasta situarse en 965 mensuales en 14 pagas, auguraban reducciones en las contrataciones que no se están produciendo. Y ya son tres meses en los que el efecto de la subida no se ha hecho notar.

La no correspondencia de este repunte y las estadísticas de la marcha del PIB, que, aunque el producto siga creciendo, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) para 2021, ha rebajado el crecimiento económico del 6,8% al 4,5%, y en 2022, del 6,6% al 5,5%.

Esta circunstancia unida al aumento de la recaudación, en cierta medida, supone cierta distorsión en las cifras.

Y es que la OCDE ha rebajado las previsiones de crecimiento para España para 2021, del 6,8% al 4,5%, y en 2022, del 6,6% al 5,5%. Para 2023, augura una expansión del 3,8%. El organismo con sede en París sigue la estela de otras instituciones internacionales, entre ellas el FMI y la Comisión Europea, que recortaron sus pronósticos para España después de que el Instituto Nacional de Estadística (INE) diera una drástica rebaja a su estimación inicial del crecimiento del PIB del segundo trimestre, del 2,8% al 1,1%.

La recuperación económica es clara, pero más modesta que la augurada en anteriores informes, por lo que el Producto Interior Bruto (PIB) español no recuperará el nivel que tenía antes de la pandemia hasta el primer trimestre de 2023.

Según la OCDE, “la demanda doméstica será el principal motor del crecimiento, ya que una mayor confianza, la mejora de las condiciones del mercado laboral, las condiciones de financiación favorables y los fondos Next Generation de la UE impulsaran al consumo y a la inversión privados”.

La OCDE prevé que la tasa de ahorro vaya recuperando los niveles anteriores a la pandemia a medida que los hogares vayan consumiendo y atendiendo las necesidades que pospusieron, pasando del 10,8% de sus ingresos disponibles en 2020 al 6,9% en 2021 y el 4,8% en 2022.

Igualmente, señala el Informe de la OCDE, que han sido decisivos los ERTE que el documento señala “que han permitido limitar la destrucción de empleo y allanar el camino a la recuperación económica. El aumento de las afiliaciones a la Seguridad Social y la reducción del volumen de trabajadores que se hallan en esos mecanismos de protección temporal están devolviendo al mercado laboral a niveles casi similares a los de antes de la pandemia”. En concreto, la OCDE prevé que la tasa de paro regrese en 2022 a una tasa del 14,2% y siga cayendo en 2023 hasta el 13,6%. Sin embargo, el informe señala los dos grandes agujeros del mercado laboral español: la elevada tasa de parados de larga duración (32%) y jóvenes (30%).

La crisis ha tenido un impacto en las finanzas públicas, tanto por las dimensiones del desplome (la economía cayó un 10,8% en 2020) como por el gasto en el que incurrieron las Administraciones para hacer frente a la emergencia sanitaria y económica. España cerró el año pasado con un desfase presupuestario equivalente al 11% del Producto Interior Bruto (PIB). Las Administraciones irán drenando ese déficit hasta el 8,1% del PIB en 2021, el 5,4% en 2022 y el 4,2% en 2023. La deuda pública, que escaló del 95,5% de 2019 al 120% de 2020, también irá reduciéndose hasta llegar al 115,9% del PIB en 2024.

Por otro lado, la posibilidad de que los precios den una tregua en la recta final del año se desvanece. La inflación subió en noviembre un 5,6% respecto al año pasado, dos décimas por encima de la registrada en octubre, y su nivel más alto desde septiembre de 1992, hace casi tres décadas. Los datos preliminares, publicados por el Instituto Nacional de Estadística (INE), marcan nuevos máximos anuales para la inflación en España, que ha crecido sin interrupciones desde marzo. El organismo achaca el avance a las subidas de los precios de la alimentación y, en menor medida, de los carburantes y lubricantes para vehículos. Como noticia más positiva, detecta una caída de los precios de la electricidad.

Las cifras elevan la inquietud por la pérdida de poder adquisitivo de los salarios, y coloca nuevos obstáculos a la recuperación al desviar parte del ahorro embalsado que debía ir a consumo hacia partidas como el sobrecoste en la cesta de la compra, llenar el depósito del coche, y la factura eléctrica situada en umbrales históricamente elevados.

La inflación subyacente, sin duda el indicador más fiable para medir la evolución y tendencia de los precios, ya que no tiene en cuenta los precios de la energía y de los alimentos frescos (los elementos más volátiles), también ha subido, pasando del 1,4% al 1,7%.

Con el dato de noviembre ya puede calcularse la inflación media de diciembre de 2020 a noviembre de 2021 (sirve de referencia para la subida de las pensiones). Como resultado, las pensiones aumentarán un 2,5% a partir de enero. La vinculación de las pensiones con el índice de precios de consumo (IPC) aprobada en la primera parte de la reforma de las pensiones provocará ese incremento.

Junto a ese aumento, será necesario otro ajuste más en 2022, como consecuencia de un aumento de los precios superior al estipulado por el Gobierno para 2021: por ello, habrá otra paga para los pensionistas con la que compensar el desfase de las previsiones.

Según los últimos datos del Ministerio de Seguridad Social, en noviembre se contabilizaron 8,9 millones de beneficiarios, cuya asignación media fue de 1.038,49 euros; mientras que la cuantía media para las jubilaciones alcanzó los 1.194,94 euros.

La realidad, es que la inflación lleva meses en el debate económico. Los bancos centrales repiten que es transitoria, una fórmula intencionadamente ambigua que nadie sabe traducir en meses. Países muy endeudados, como España, temen que se acelere la retirada de estímulos monetarios para evitar el sobrecalentamiento y se encarezca así su financiación en los mercados. Los inversores hacen cábalas sobre el impacto en Bolsas, divisas y materias primas de las futuras subidas de tipos de interés. Los trabajadores reclaman, en casos como el del sector del metal en Cádiz, adaptar sus salarios a la nueva realidad del coste de la vida. Y los consumidores ya han detectado el golpe al acudir a los supermercados, con importantes alzas en productos tan utilizados como el aceite de oliva, y otros muy importantes en la cesta de la compra.

Sin embargo, mucho más preocupante que el comportamiento de los precios, es la amenaza de la recién descubierta variante Ómicron del coronavirus que puede propiciar un cambio de prioridades. Si el riesgo sanitario vuelve a un primer plano acompañado de confinamientos, restricciones a la movilidad y limitaciones horarias a los negocios, la preocupación virará desde la inflación hacia la debilidad de la recuperación económica en marcha, y la caída de los precios llegaría, previsiblemente, no por la deseada vuelta a la normalidad, sino por un fuerte retroceso del consumo y de las cotizaciones de gas y petróleo, muy ligadas al crecimiento económico.

Según Ontiveros, presidente de Analistas Financieros Internacionales (AFI), existe una enorme incertidumbre: “si la variante sudafricana cobra personalidad, la inflación no sería la principal preocupación, sino la cuantía y la calidad de la recuperación. Es un momento complicado, porque, aunque veamos indicadores sanitarios aceptables aquí, en Europa empezamos a ver países en situación complicada. Si la variante complica la vida a Europa y vuelven restricciones serias en movilidad, la Semana Santa y el verano se irán al traste. Y eso son malas noticias: una parte muy significativa de la recuperación española depende de volver a los 83 millones de visitantes extranjeros de 2019”.

Por ahora, ya se está notando su incidencia negativa, ya que la subida de la incidencia de la pandemia del coronavirus impacta ya en las reservas hoteleras y hosteleras. Las cancelaciones que está sufriendo el sector está inquietando a los empresarios, que temen que la situación acabe con la campaña de invierno. En los destinos más dependientes del turismo extranjero, el impacto es mayor que el nacional.

Algunos hoteles están empezando a sufrir un aluvión de cancelaciones por las restricciones de la pandemia. En la Costa del Sol las reservas de los hoteles se han reducido un 25%. La variante sudafricana ómicron se suma al retroceso del turismo que sufre Canarias, siempre dependiente de la llegada de extranjeros a sus islas desde países como Alemania y Reino Unido.

Además dentro de la elevada incertidumbre general (no existen análisis que puedan prever cuál va a ser la evolución de la crisis económico-sanitaria), las subidas de precios y sus causas siguen latentes: los problemas de las cadenas de suministro en el comercio global se mantienen en forma de cuellos de botella en los puertos por la falta de camioneros y una carencia de chips que está obligando a las fábricas de automóviles a efectuar parones por retrasos en su llegada de hasta 25 semanas, y mantiene en vilo a casi 40.000 empleados de las factorías de Volkswagen, Stellantis, Renault, Ford y Mercedes en España.

Por otro lado, la revalorización de las pensiones con el IPC ha sido uno de los hitos principales de la primera parte de la reforma de las pensiones que han acordado Gobierno, sindicatos y patronal en el seno del diálogo social, y con la que se daba cumplimiento a la recomendación segunda del Pacto de Toledo.

Durante la tramitación parlamentaria de la reforma de las pensiones el Gobierno aprobó también la equiparación de las parejas de hecho con los matrimonios en cuanto a las pensiones de viudedad, y la elaboración y remisión a la Comisión de Seguimiento y Evaluación de los Acuerdos del Pacto de Toledo “un informe relativo a los ingresos provenientes de cotizaciones sociales y a los gastos de naturaleza contributiva y no contributiva”.

Volviendo a la subida de los precios, el aumento refleja que los alimentos se han sumado a una tendencia tan preocupante para el bolsillo de los consumidores (especialmente para los de menores recursos) como para los bancos centrales. La pandemia ha trastocado todas las variables económicas, y el sector primario no es ni mucho menos ajeno: un inusual y peligroso cóctel de menor oferta y mayor demanda ha elevado en un 30% los precios en origen en solo un año, su nivel más alto en una década, según los datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación (FAO).

Los precedentes son escasos, y no admite paralelismos con nuestros días.

Lo más alarmante ha sido la velocidad a la que se han disparado los precios de los alimentos. Según el Centro de Investigación de Economía y Desarrollo Agroalimentario (CREDA), “con los cuellos de botella en el transporte, la subida de precios parece coyuntural y no debería ir para muy largo. Pero es una tormenta perfecta en la que confluyen muchas cosas a la vez”.

Aunque el alza es generalizada, hay importantes diferencias por grupos de productos: el mayor aumento, es el que afecta a los aceites vegetales, que suben un 75% desde octubre del año pasado, seguidos a gran distancia por el azúcar (+40%) y los cereales (+22%). La escalada de estos últimos es especialmente significativa: además de ser la clave de bóveda de la dieta a lo largo y ancho del mundo, tienen un significativo efecto arrastre sobre otros subgrupos de productos, como la carne (son la base de la alimentación del ganado) que se encarece un 22%.

Existe una extraordinaria confluencia de factores que influyen en el comportamiento de los precios. Entre ellos se encuentra el fortísimo estirón de las compras del país más poblado del planeta, China, que en la primera mitad del año pugnó con fuerza en los mercados para reconstruir sus reservas estratégicas. También por un aumento en la demanda de biocombustibles (etanol, biodiésel), que son mucho más atractivos con la energía en máximos (tal como se encuentra en estos momentos) y que presionan al alza tanto al azúcar como a los aceites. Y por una menor oferta de lo habitual en algunos de los mayores productores de alimentos del mundo por factores climáticos: inundaciones en Asia, sequía en Brasil, Rusia y en varios Estados de Estados Unidos. El reciente encarecimiento de los fertilizantes, un elemento clave en los costes agrícolas ha terminado de contribuir al comportamiento de los precios.

En todo caso, la especulación ha crecido con fuerza en los mercados alimentarios. Este fenómeno de “creciente financiarización”, según Brigit Busicchia, profesora de la Macquarie University de Sídney (Australia), “está perturbando los fundamentos tradicionales de la oferta y la demanda en el sector primario, y está amplificando las fluctuaciones de precios”.

Para que el análisis sea completo, hay que sumar a la tremenda subida en los costes de transporte derivada del atasco global en los puertos, y del igualmente brutal encarecimiento del petróleo en los últimos tiempos.

Según técnicos del FMI, la subida de los precios de los precios citados, tardará entre seis y 12 meses en llegar en toda su extensión a la factura que recae sobre el consumidor. Así “que el incremento, que empezó la primavera pasada solo empieza a notarse ahora en los lineales de los supermercados. En los próximos tiempos seguiremos viendo subidas en la factura que pagamos por la comida”.

Los efectos de la inflación alimentaria son muy regresivos: afectan más a quienes menos tienen, y es asimétrico en lo geográfico. En el mundo rico, las capas más pobres de la población tienen las de perder. La comida supone una fracción mayor de sus gastos y, por tanto, su encarecimiento resta un mayor poder de compra. Los más acaudalados, mientras, apenas notarán el alza: para ellos la factura del supermercado tiene una importancia residual sobre sus gastos totales. Con todo, el problema fundamental está en las naciones de renta media, donde la dependencia de las importaciones es mayor y gran parte de la población se ve severamente golpeada por cualquier aumento en la cesta de la compra.

Esta divergencia, además, surge en un momento crítico, tras una pandemia que ha agravado la desigualdad en todas sus vertientes: entre individuos, pero también entre países y bloques.

Como consecuencia de la pandemia, se han provocado grandes vaivenes en la economía. Ello ha agudizado los cambios en las estadísticas con la consiguiente dificultad de su interpretación.  Ello explica la controversia vivida con la revisión a la baja del crecimiento del PIB del segundo trimestre realizada por el Instituto Nacional de Estadística (INE). Igualmente ha surgido dudas sobre la brecha que existe entre el empleo y el PIB: a pesar de la buena marcha del mercado laboral, la economía no avanza al mismo ritmo y la productividad se hunde. Los técnicos del INE han manifestado que usan más de 700 indicadores y que siguen al pie de la letra el manual del Sistema Estadístico Europeo, lo que ha supuesto un esfuerzo ímprobo durante la pandemia. Además, anticiparon que a la luz de las últimas cifras podría haber una revisión al alza del tercer trimestre, que en la estimación avanzada por el organismo a finales de octubre contabilizó un crecimiento trimestral del 2%.

Una de las razones, según los técnicos del INE, es el comportamiento del turismo internacional. Lo que está afectando negativamente al consumo.

Respecto al distanciamiento señalado entre el empleo y el PIB, el INE indicó que lo importante es tomar las horas trabajadas, dado que ha habido muchos empleados en ERTE. En un momento de grandes cambios sectoriales, el PIB parece recuperarse más en ramas de baja productividad como el sector público, la rehabilitación de vivienda, la hostelería o el transporte. Es decir, por más que se recobre el empleo, las ventas no mejoran en la misma medida porque se trata de actividades poco productivas. Muchas empresas han podido recuperar a sus trabajadores del ERTE antes de haber recobrado la demanda.

Sin embargo, las exportaciones han recuperado los niveles previos a la pandemia, e incluso alcanzando niveles récord. Aunque la realidad, es que esta evolución se explica por la subida de precios de las mismas. En todo caso, hasta septiembre las ventas españolas al exterior se situaron en los 229.962 millones, un 22,1% más que hace un año y un 6% más que en 2019.

En ese periodo, las exportaciones de productos no energéticos crecieron un 14,9% interanual en volumen, mientras que los precios aumentaron un 5%. En el caso de los productos energéticos, los precios subieron un 33,2% y en volumen crecieron un 11,3%.

Solo en septiembre las ventas crecieron un 21,9%. Pero en ese mes se vio todavía de manera más evidente el peso de los precios: por volumen, el aumento de ventas fue del 8,9%, ya que los precios por índice de valor unitario repuntaron un 11,9%.

Según datos publicados por el Ministerio de Industria, los principales sectores en términos de peso sobre las exportaciones de los tres primeros trimestres del año fueron los bienes de equipo (18,8% del total tras aumentar un 17,8%), el sector agroalimentario más tabaco (18,2%), los productos químicos (16,9%) y la automoción (15,4%). Pero la actividad que mayor está aportando al crecimiento de las ventas al extranjero es la química, que aporta 4,6 puntos del crecimiento general del 22,1%. Las ventas de petróleo y derivados a Italia, Países Bajos, Marruecos y Estados Unidos fueron las que más contribuyeron al repunte.

Por lo que respecta al ritmo de las importaciones, estas registran un nivel similar que el de las exportaciones. Crecieron un 21,9% entre enero y septiembre, pese a que al ser un valor superior (243.229 millones de euros), el saldo comercial aumentó un 19,5%. Mientras el saldo no energético tuvo un superávit de 3.125 millones (un año antes fue de 116 millones), el déficit energético creció un 46% (16.392 millones).

Por otro lado, según datos del Banco de España, la banca ha efectuado provisiones para cubrirse de futuros impagos, por un valor de 103.000 millones de euros a finales del pasado junio.

El sector bancario ha cesado la venta de carteras de activos improductivos, tanto de inmuebles como de préstamos dudosos, desde la crisis sanitaria. Solo una reactivación de estas operaciones rebajaría la mora en los balances de las entidades. De hecho, la banca realizó transacciones de créditos dudosos en 2020 por 6.900 millones de euros, muy lejos de los traspasos por 21.000 millones de euros de 2019.

Sólo los mayores bancos, Santander, CaixaBank y BBVA, alcanzarán una ratio de mora a 2023 que rozará o alcanzará el 5%. No obstante, esta cifra aún no supera la tasa de morosidad que alcanzaron estas entidades en la última gran recesión, especialmente en 2013, el año en el que los impagos se situaron en su pico más alto, llegando a superar el conjunto del sector el 13%. Por entidades, Santander alcanzó ese ejercicio una tasa de mora del 5,64%; BBVA la situó en el 6,8% y CaixaBank, la incrementó hasta el 11,6%.

Todo ello, ha llevado a que el Banco de España haya alertado, en la presentación de su informe de Estabilidad Financiera, que hay entidades que tienen que realizar más provisiones ante el riesgo del deterioro crediticio, puesto que el 40% de los bancos no cubrirían todas sus pérdidas.

MERCADOS:

La nueva variante de coronavirus detectada en Sudáfrica, bautizada como Ómicron por la Organización Mundial de la Salud (OMS), y el ritmo creciente de contagios ha hecho saltar la alarma en los mercados. El Ibex 35 se desplomó durante un “viernes negro”, no precisamente por el Black Friday. Como resultado, el Ibex 35 se ha convertido de nuevo en el peor índice de todo el continente. El selectivo español sufrió una caída de 4,96%, (la mayor desde junio de 2020) y perdió el nivel de los 8.500 puntos En estos momentos, se ha situado algo por encima de los 8.300 puntos. En definitiva, ha tenido lugar el mayor hundimiento del índice español en casi un año y medio.


Y es que el mes de noviembre ha sido un mes nefasto para la Bolsa española, que ha perdido un 8,31 %. Se trata de la mayor caída en un mes desde que comenzó la pandemia el año pasado. El Ibex 35, principal índice del mercado, se ha dejado 752 puntos y ha cerrado en 8.305,1 puntos. No se había visto una caída tan intensa desde marzo de 2020, cuando estalló la pandemia y la Bolsa se hundió 1.937 puntos, un 22,21 %.

El resto de los parqués europeos también han apuntado pérdidas considerables: Fráncfort, Milán, París y el Eurostoxx 50, que agrupa las 50 empresas más importantes de la zona del euro, se han derrumbado siguiendo la estela iniciada por los mercados asiáticos. Lo mismo ha ocurrido en Wall Street.

El miedo a la vuelta a la fase más aguda de la crisis sanitaria ha teñido de rojo a casi todos los valores del selectivo español. Los más penalizados son aquellos relacionados con el turismo y los viajes. Pero los bancos también han sufrido fuertes caídas.

La amenaza de una nueva variante puede retrasar la retirada de estímulos por parte de los bancos centrales si perciben que la recuperación está en riesgo. La fecha clave es mediados de diciembre, cuando tanto la Reserva Federal de Estados Unidos como el Banco Central Europeo se reunirán.

Por otro lado, el precio del barril de petróleo Brent, el de referencia para el Viejo Continente, se ha situado algo por encima de los 70 dólares, y el Texas en alrededor de 68 dólares.

Entre las materias primas, destaca también la revalorización del oro hasta casi 1.600 euros por onza, un valor refugio para los inversores ante los retrocesos experimentados en el mercado.

Por otro lado, en relación al mercado de divisas, la divergencia en el tono de la política monetaria a ambos del Atlántico (con la inflación al alza en todo el mundo, la Reserva Federal ha anunciado que empezará a retirar estímulos este mes mediante la reducción de sus masivas compras de deuda) ha llevado a la moneda única a mínimos de un año y cuatro meses frente al dólar.

A finales de noviembre, un euro barato se cambiaba por 1,13 dólares, frente a los 1,23 de principios de año. Se trata de una excelente noticia para los exportadores españoles que ven como sus productos se abaratan frente a sus competidores de fuera de la eurozona, pero también una mala nueva desde el punto de vista energético, dado que tanto el petróleo como el gas natural cotizan en la divisa estadounidense y su fortalecimiento encarece las importaciones.

Respecto al mercado inmobiliario, según datos del Índice Inmobiliario Fotocasa, en España el precio de la vivienda en alquiler descendió en octubre un 0,5% respecto al mes anterior y un 6,1% en el último año, situando su precio en 10,09 /m2 al mes.

La caída interanual del alquiler (-6,1%) fue la mayor registrada en 10 años, desde noviembre de 2011 (-6,4%).

Según el INE. la compraventa de viviendas se disparó un 40,6% el pasado mes de septiembre en relación al mismo mes de 2020, hasta sumar 53.410 operaciones, su mayor cifra en un mes de septiembre desde el ejercicio 2007. Pero es que, además, el número de compraventas de viviendas de septiembre es además la mayor cifra de operaciones efectuada en cualquier mes desde abril de 2008, cuando las compraventas alcanzaron las 54.801.

Según los datos publicados, la compraventa de viviendas ya ha encadenado siete meses consecutivos de tasas positivas tras las subidas del 32,4% y del 65,9% registradas en marzo y abril, respectivamente, del 107,6% en mayo, del 73,5% en junio, del 53,5% en julio y del 57,9% en agosto.

Finalmente, las ventas de coches continúan en caída libre a causa de la escasez mundial de microchips. Según cifras facilitadas por Anfac, la Asociación Nacional de Fabricantes de Automóviles y Camiones, en el mes de noviembre se han matriculado en España 66.399 turismos, lo que supone una reducción del 12,3% respecto al mismo mes de 2020, un año marcado por el inicio de la pandemia. Si la comparación se hace con el 2019, el desplome es del 28,7%.

Con este dato de noviembre, las matriculaciones acumulan ya cinco meses de caídas, aunque en el conjunto del año las ventas de coches se mantienen en positivo, con un crecimiento del 4% respecto a 2020, con un total de 773.396 unidades (una tercera parte menos que el mismo periodo de 2019).

EMPRESAS:

El consejo de administración de Inditex, a petición de su presidente, Pablo Isla, de 57 años, ha aceptado la salida del ejecutivo tanto de la presidencia como del consejo y su comisión ejecutiva. Se trata de una desvinculación de “mutuo acuerdo”, según ha informado la compañía a la Comisión Nacional del Mercado de Valores. Tomará el relevo como presidenta, aunque con carácter no ejecutivo, Marta Ortega Pérez, de 37 años, hija de Amancio Ortega, fundador del grupo, en un nombramiento que será efectivo a partir del 1 de abril del próximo año. Hasta entonces, Isla seguirá al frente de la compañía.

Como suele ocurrir con cambios de tal calado en las grandes empresas, los mercados son los primeros en reaccionar. Y en este caso no han recibido con agrado el anuncio de salida de Isla, un directivo muy bien valorado por los analistas que no ha querido adelantar qué hará cuando deje el grupo. La cotización de Inditex llegó a caer en el momento de conocerse la noticia, a finales de noviembre, nada menos que un 6.10%.

miércoles, 10 de noviembre de 2021

SITUACIÓN ECONÓMICA ESPAÑOLA Y MUNDIAL A NOVIEMBRE DE 2021: una recuperación con incertidumbre, tapering (retirada progresiva de los estímulos monetarios) y amenaza de inflación

 

Tras la pandemia mundial, la economía se enfrenta a la mayor crisis histórica de abastecimiento sufrida. La ruptura de la cadena de suministros ha provocado una carestía de productos básicos que añade presión a la inflación, que alcanzó el 5,5% en octubre en España por el encarecimiento de la energía. Puede que el efecto dominó no ha hecho más que comenzar, de forma que la escasez de productos puede afectar a la inflación y recuperación económica.

GLOBAL:

En la reunión de política monetaria del Banco Central Europeo (BCE), el riesgo de la inflación ha sido el principal problema analizado.  Ello unido a la prolongación de los problemas de los suministros; la subida del precio de la energía; y a las causas que han elevado la inflación en la zona euro al 4,1% (2,1% la inflación subyacente, es decir, aquella que no tiene en cuenta los productos más volátiles, productos frescos y energéticos, que son más volátiles). Inflación que, siendo temporal, puedan retroalimentar las expectativas de los agentes y los salarios.

También otros bancos centrales que, con mayores tasas de inflación, están muy cerca de retirar estímulos. La Reserva Federal de Estados Unidos lo hará este mes, el Banco de Canadá lo acaba de realizar, y el Banco de Inglaterra parece estar cerca de subir los tipos de interés. Sin embargo, el Banco Central Europeo ha mantenido su postura, ya que afirma que la inflación es temporal, esperando que vayan desapareciendo a lo largo del próximo 2022.

En cualquier caso, el mercado sigue descontando subidas de tipos a finales de 2022, en clara desconexión con la visión del BCE que la presidenta del BCE, Cristhine Lagarde, señaló quizá como más tarde.

Podría ser que el mercado sea más pesimista respecto a la inflación. En ese caso, la postura del BCE relativa a la subida de los tipos de interés no resulte creíble.

El mes de diciembre va a ser clave: además de la decisión relativa a los programas de compra de activos, se actualizarán las previsiones de inflación. Por tanto, actualizando o manteniendo sus expectativas.

CHINA:

Tras la crisis de la pandemia, se ha frenado la recuperación económica de China. Los problemas del sector inmobiliario, los cortes y racionamientos eléctricos y varios brotes de covid-19 en diversas provincias.

Según los datos de la Oficina Nacional de Estadísticas, la economía de China ha registrado el crecimiento más bajo desde el tercer trimestre de 2020. El PIB de la segunda potencia mundial creció un 4,9% interanual entre julio y septiembre de este año, muy por debajo del 7,9% del trimestre anterior y del consenso de los analistas, que anticipaban un alza en torno al 5,2%. Con respecto al trimestre anterior, la expansión de la actividad fue de solo el 0,2%, frente al 1,3% logrado entre abril y julio.

China fue la primera gran economía en comenzar la recuperación económica superado el fuerte golpe de la pandemia, pero su mejoría puede estancarse, lastrada por la preocupación en el sector de la vivienda, un consumo que no termina de despegar, los altos precios de las materias primas y la debilidad en la producción manufacturera. Igualmente, está pesando negativamente el incierto futuro de la promotora Evergrande, con una deuda de más de 300.000 millones de dólares, y, por tanto, una seria incógnita de cómo vaya a afectar finalmente al sector inmobiliario y al financiero.

También la industria de China se ha resentido: la producción industrial creció un 3,1% en septiembre con respecto al mismo mes del año anterior, por debajo de las expectativas y del 5,3% alcanzado en agosto. Algo mejores fueron las ventas al por menor, que crecieron un 4,4% en septiembre. Ese aumento contrasta con la subida del 2,5% registrada en agosto, cuando el consumo aún se vio penalizado por las medidas de control sanitario para sofocar los brotes de covid-19 en algunas provincias chinas.

La Oficina Nacional de Estadísticas del país ha señalado que “la economía nacional en general mantuvo el impulso hacia la recuperación en los primeros tres trimestres. No obstante, debemos mencionar que aumentan las incertidumbres actuales en el panorama internacional y la recuperación interna sigue siendo inestable y desigual”.

Mayor sorpresa, quizá haya sido, que el Ministerio de Comercio de China ha recomendado a las familias que “tengan almacenada una cierta cantidad de artículos de primera necesidad para estar preparados en caso de emergencias”, en medio de una preocupación generalizada por una escalada fuera de lo común en los precios de las verduras, que en algunos casos ya superan a los de la carne, y el miedo a que se desaten problemas de suministro.

Mediante una directiva del ministerio, se insta a las autoridades locales a garantizar la estabilidad de los precios y la disponibilidad de los suministros, y a vigilar el comportamiento de los mercados para advertir a tiempo de posibles problemas.

El ministerio ha querido aclarar que el aviso se debe a “la abundancia de desastres naturales registrados este año, la fluctuación de los precios de las verduras, el fenómeno meteorológico de La Niña (del que se espera que traiga unas temperaturas especialmente bajas este invierno en el hemisferio Norte) y los casos de covid en varios puntos del país”. La idea es tomar medidas para que haya un suministro adecuado de cara al invierno y la primavera del año próximo”.  

Todos los años, de cara a los meses de enero y febrero, cuando se celebra el Año Nuevo lunar y las familias de todo el país se reúnen alrededor de sus mesas, el Gobierno chino refuerza las cadenas de suministro de carne de cerdo (el producto cárnico por excelencia en la gran potencia asiática de 1.400 millones de habitantes) y de verduras.   

Sin duda, también están influyendo los preparativos para los Juegos Olímpicos de invierno, que se celebraran en Pekín durante el próximo mes de febrero. El Gobierno busca que sirvan de escaparate mundial de sus logros y que no exista problema alguno.

Todas estas circunstancias han disparado los precios de las verduras y hortalizas. Los importes han crecido, de media, un 16% con respecto a septiembre. Las alzas, consideran los analistas, elevarán el índice de precios al consumo de China, y es que realmente los precios se han disparado.

Para evitar un mayor descontento popular, los funcionarios chinos supervisan las oscilaciones diarias en los precios de verduras, carne, grano y aceites. Incluso, según el ministerio, se “recurrirá a las reservas nacionales cuando sea necesario” (las autoridades locales almacenen verduras u hortalizas más duraderas y refuercen los sistemas de suministro de emergencia para casos de desastre).

ESTADOS UNIDOS:

Realmente, parece mentira, pero los rollos de papel higiénico, zapatillas deportivas, juguetes e incluso disfraces infantiles están siendo objeto de deseo en Estados Unidos por culpa de la crisis de desabastecimiento que recorre el mundo y que ha gripado la actividad en la capital mundial del consumo.

En vísperas de la temporada comercial más intensa del año, entre Acción de Gracias y Navidad, el estrangulamiento de la cadena de suministro acumula demoras y disfunciones, las primeras como efecto del parón de la pandemia; las otras, por debilidades sistémicas, pero también coyunturales, como la falta de mano de obra.

Una vez descargadas las mercancías en los puertos, faltan lugares de almacenaje y conductores para transportarlas por carretera, para no tener que depender del mal estado de muchas vías férreas. Se trata, en suma, de la congestión de un sistema anquilosado que el presidente Joe Biden pretende solventar, entre otras medidas, con su ambicioso plan de infraestructuras, que tantas dificultades está encontrando en el Congreso.

Todas estas circunstancias están suponiendo un serio problema para a la economía estadounidense, a lo que hay que añadir la “fiebre consumista” tras año y medio de contención y un incremento de los precios alimentado a su vez por la escasez. De forma que el precio de la gasolina, ha subido un 42% hasta septiembre; y el de la carne un 13%.

La deficiente situación de los puertos (a mediados de septiembre había 73 mercantes fondeados a la espera de poder atracar) y otras infraestructuras del país y las condiciones laborales de los camioneros (la patronal del transporte por carretera considera que faltan unos 80.000 camioneros), y el hecho de que las personas no han perdido poder adquisitivo gracias a las ayudas, y llevan medio año sin gastar en salir a cenar, ir al cine, cortarse el pelo o recibir en casa, …  Se trata de un problema de demanda, que desaparecerá cuando se terminen de ajustar los patrones de consumo a los previos al coronavirus.  

Algunas de las grandes cadenas de distribución, que en los últimos meses han llegado a fletar sus propios barcos para transportar mercancías desde Asia, secundan la propuesta de la Casa Blanca de trabajar a destajo las 24 horas, sin interrupción. Sin embargo, los 3.500 contenedores adicionales que se espera que muevan semanalmente, en horario nocturno y hasta fin de año, cada una de las seis principales empresas del sector representan una pequeña fracción del total que ahora pasa por el puerto.

Durante la pandemia, la dependencia del comercio por internet creció un 32% entre los estadounidenses, lo cual ha convertido los vestíbulos de los grandes edificios de apartamentos en improvisados centros de logística.

Otro problema que ha surgido es la falta de componentes. La alarma saltó ya a comienzos de este año, cuando varias cadenas de montaje de automóviles se vieron obligadas a parar temporalmente por la falta de componentes adecuados (semiconductores), dada la gran dependencia de China (que también ocurrió con las mascarillas, EPI y guantes).

Todas estas circunstancias han llevado a la economía estadounidense a registrar una desaceleración económica, vigorosa creación de empleo y presión inflacionaria, en un escenario de atasco productivo global y con leves repuntes del coronavirus.

Y es que la economía estadounidense afronta la peor crisis de suministros desde la del petróleo de 1973, y el frenazo que eso implica en la recuperación ha condicionado la decisión acerca de la progresiva retirada de estímulos en la primera economía mundial, así como sobre el precio del dinero, congelado en torno al 0% desde marzo de 2020.

Ello ha conducido a que la Reserva Federal, la Fed, que va a comenzar a retirar estímulos monetarios (tapering) durante este mes de noviembre. Lo hará reduciendo en 15.000 millones de dólares mensuales su programa de compras de bonos (10.000 millones) y valores respaldados por hipotecas (5.000 millones), vigente desde marzo de 2020, que hasta ahora funcionaba por un importe de 120.000 millones de dólares al mes.

Sin embargo, mantendrá sus tasas de interés en el rango del 0%-0,25%. La Fed justifica su decisión por la “sustancial mejora” de la economía, aunque reconoce que la inflación sigue siendo elevada (acabó septiembre con una tasa interanual del 5,4%, la mayor en 13 años).

Para todos los analistas la clave está en determinar si las subidas de precios son localizadas y temporales, o por el contrario se trata de tendencias a más largo plazo si continúan los desequilibrios entre la oferta y demanda en los mercados. oferta y la demanda. La Fed, según ha afirmado, espera que las presiones existentes se deben a “factores que espera que sean transitorios.  Aunque es difícil predecir la persistencia de los efectos de los problemas logísticos, y en especial el de la inflación, está claro que es un momento de incertidumbre, pero deberíamos ver el descenso de la inflación para el segundo o tercer trimestre de 2022”.

Con la temporada navideña a la vista, el dilema de la Fed es averiguar si la contracción de la oferta representa una amenaza inflacionaria tan grande que justifique una política monetaria más estricta, o si la economía vuelve a la normalidad, lo que permitiría una política monetaria más flexible.

Según Jeromin Powell, presidente de la Fed, “las restricciones de oferta y la escasez, y, por lo tanto, la elevada inflación, es probable que duren más de lo esperado, tal vez hasta bien entrado 2022. Aunque lo más probable, es que después la inflación se modere, hasta estabilizarse cerca del objetivo del 2%”. En estos momentos el incremento en el nivel de precios ha alcanzado el 5,4%, (su nivel más alto en 13 años).  

La realidad, es que los operadores del mercado ya esperan dos incrementos de tipos el próximo año. Los rendimientos de los bonos a plazos más cortos son un buen indicador de las expectativas de alza de tipos: el bono a cinco años sube al 1,2% y pone rumbo a los máximos anuales del 1,24% que tocó a principios de 2020. Por parte el bono a dos años se sitúa sobre el 0,5%, nuevo máximo anual.  

EUROZONA:

Según ha publicado la Oficina Estadística de Unión Europea (Eurostat), la zona euro aceleró ligeramente su actividad durante el verano. Su economía creció un 2,2% respecto al trimestre anterior, una décima más de lo que había hecho entre abril y junio.

La cifra ha sido impulsada por el aumento de Francia y de Italia, cuyo PIB aumentó un 3% y un 2,6% respectivamente. En el conjunto de la Unión Europea el crecimiento ha sido ligeramente menor, de un 2,1%.

Junto a Francia e Italia, también Austria y Bélgica han tenido un comportamiento más positivo de lo previsto, lo cual ha contribuido a que el crecimiento del área monetaria del euro haya mejorado sus expectativas. El dato podría haber sido incluso mejor, pero Alemania y España han tenido la evolución contraria: han crecido menos de lo que se esperaba.

La economía de la región del euro creció en el anterior trimestre un 2,1%, abandonando la corta recesión de dos trimestres que vivió entre finales de 2020 y comienzos de este año. No obstante, la persistencia de los problemas de suministro en las cadenas de producción ralentiza todavía la actividad, especialmente en las economías más industriales, como la alemana, la gran locomotora europea, que ha crecido un 1,8% el pasado trimestre.

La Comisión Europea ha señalado la disparidad de los datos provisionales conocidos, en el que países como Austria crecen en un trimestre un 3,3% y otros como Lituania están estancados.

No obstante, a pesar de los “cuellos de botella”, la economía europea está recuperándose a un ritmo mayor que las de Estados Unidos y China, al menos en los últimos dos trimestres. En el tercero, concretamente, el crecimiento de las dos grandes economías mundiales fue de un 0,5% y de un 0,2%, respectivamente.

La falta de materias primas y el aumento de los precios de la energía lastran el crecimiento de la actividad manufacturera. El índice PMI (índice de gestores de compra es un indicador económico que incluye informes y encuestas mensuales de empresas manufactureras del sector privado), cayó de 58,6 puntos en septiembre a 58,3 en octubre. Los 50 puntos representan la frontera entre el crecimiento y la contracción en este indicador que los analistas utilizan como un termómetro adelantado sobre la actividad. Aunque la producción manufacturera aumentó, el ritmo de crecimiento fue el más lento en la tendencia actual que acumula dieciséis meses de crecimiento. Sin duda, el principal causante es la ralentización del crecimiento de la producción: los plazos medios de entrega de materias primas se alargaron a un ritmo superado solo dos veces en casi veinticinco años de datos del estudio, ya que las empresas informaron que la demanda una vez más superó a la oferta para una amplia variedad de insumos y componentes.  

No todos los países de la eurozona mostraron la misma evolución. Países Bajos, Irlanda, Italia y Grecia registraron expansiones más fuertes. En cambio, Alemania y Francia apuntaron declives en el crecimiento de la actividad manufacturera: ambos índices se desplomaron hasta sus mínimas de nueve meses. El indicador español también sufrió una ralentización, situándose en los 57,4 puntos, su nivel más bajo desde marzo.

Los retrasos graves que se producen en la entrega de insumos a los fabricantes son una amenaza cada vez mayor para la recuperación económica, sobre todo en un momento en el que los nuevos pedidos siguen aumentando, aunque con un ritmo menor con respecto a los meses pasados.

La preocupación por la inflación y por la escasez de la oferta han impulsado a las compañías a comprar productos con antelación si estaban disponibles en el mercado, lo que dio lugar a un aumento del almacenamiento de los insumos durante más de tres años.

Por si fuera poco, la crisis energética se ha ido colando en el debate europeo poco a poco, a medida que el “el fuerte golpe” del gas se extendía por el bloque comunitario. La crisis energética es una de las preocupaciones existenciales de la Unión Europea.

Y es que los precios mayoristas de la electricidad han crecido en la región comunitaria un 200% de media en el último año, y la enorme dependencia de las importaciones del gas (el 90% viene de fuera de la Unión, sobre todo de Rusia) eleva su exposición a la volatilidad y a los caprichos del mercado.

Por ahora no se han decidido medidas conjuntas, pero se ha acordado el compromiso de “explorar” la creación de reservas estratégicas y las compras conjuntas, y de estudiar el funcionamiento del mercado energético, el del gas y el del comercio de derechos de emisiones de CO₂. Al contrario, el Ejecutivo comunitario ha dado prioridad a las medidas nacionales que permiten actuar sobre las personas y empresas vulnerables a través de ayudas, subsidios o exenciones fiscales, sin necesidad de cambiar algo del actual marco legislativo.

Hasta ahora, 19 de los 27 Estados miembros han comunicado a la Comisión la aplicación o la intención de aplicar algún tipo de iniciativa para hacer frente a la crisis de la electricidad: desde las tarifas sociales a los bonos energéticos, pasando por mecanismos para evitar la desconexión de la red o incluso ayudas monetarias directas para paliar la subida de la gasolina. España es uno de los pocos países que ha actuado en todos los frentes para contener la subida del mercado eléctrico.

Respecto al comportamiento de la locomotora europea, Alemania, su ministro de economía ha señalado que “el crecimiento de este año será menor de lo que todos imaginábamos”. Y es que, Berlín espera un aumento de solo el 2,6% en 2020, en lugar del 3,5% previsto en primavera, tras el desplome del producto interior bruto inducido por la pandemia.

Se ha afirmado que la corrección a la baja del PIB alemán, se debe a la escasez de materias primas y el aumento de los precios de la energía. El ministro de economía, por cierto, saliente, “la economía alemana está creciendo. Pero solo se convertirá realmente en un boom el año que viene, con más del 4%. La demanda de productos alemanes en los mercados mundiales sigue siendo alta. Si los cuellos de botella de la oferta desaparecen gradualmente, habrá importantes efectos de recuperación en 2022. El país prevé registrar una inflación de 3% en 2021, la más alta desde 1993. En septiembre, la tasa de inflación fue del 4,1%, alimentada principalmente por el aumento de los costes energéticos”.

El ministro admitió que se espera que la economía alemana recupere y supere su nivel anterior a la pandemia a finales del primer trimestre de 2022: “un trimestre más tarde de lo que se suponía en un principio. El requisito previo, por supuesto, es que la trayectoria de crecimiento no se estanque en los próximos meses. Esto se debe a que el fuerte aumento de las cifras de contagio del virus podría tener efectos económicos negativos, incluso sin un nuevo cierre. Nos enfrentamos a un segundo invierno pandémico. Por ello, es importante seguir usando mascarillas y observar las normas de precaución”.

La verdad, es que están cundiendo las noticias negativas para la mayor economía europea: el indicador de clima empresarial del instituto alemán Ifo cayó en octubre por cuarto mes consecutivo, con un deterioro en el sentimiento de los sectores de servicios, manufactura y comercio, mientras que la construcción fue el único que mejoró.

Con la caída en los suministros, los costes han crecido con fuerza en la locomotora europea. Los precios de la industria subieron un 14,2% interanual a septiembre, un incremento inédito desde la década de los setenta. Otros indicadores también cayeron: las exportaciones alemanas lo hicieron en agosto por primera vez desde abril de 2020, en pleno confinamiento. La producción industrial, por su parte, bajó el 4% en agosto y los nuevos pedidos perdieron un 7,7% ese mismo mes.

ESPAÑA:

Según el análisis de BBVA Research, la previsión de crecimiento de la economía española para este 2021 pasa del 6,5% al 5,2% para 2021. Este observatorio de la entidad ha señalado que todas las comunidades autónomas pierden fuelle en su actividad. Y cuando termine el año 2022 únicamente seis comunidades habrán alcanzado la actividad anterior al Covid: Cantabria, Galicia, Castilla-La Mancha, Extremadura, Murcia y Aragón. Las más retrasadas serán Baleares, Asturias y La Rioja.

Y es que según ha señalado el Instituto Nacional de Estadística (INE), la economía española creció un 2% trimestral entre julio y septiembre. Aunque se trata de un crecimiento muy vigoroso, en este trimestre era cuando se tenía que producir el gran rebote de la actividad tras el levantamiento de las restricciones y el avance en la vacunación. Y en ese sentido el dato se ha quedado bastante corto. A pesar del buen comportamiento del empleo, la progresiva recuperación del turismo, la robusta mejora de los servicios, el producto interior bruto no tira con el empuje que se esperaba hace tan solo un mes, justo antes de que el INE revisara con fuerza a la baja el crecimiento y cambiase el relato sobre la fortaleza de la recuperación.

Ahora bien, sin duda, la sorpresa es que, en plena recuperación económica, el consumo de los hogares ha caído un 0,5% trimestral. Por más que el empleo se esté recuperando, las ventas no avanzan con la misma intensidad. Pueden estar influyendo las compras de coches y otros bienes, que pesan mucho en el consumo y están paradas por la falta de suministros. O el despegue de la inflación, que merma la capacidad de compra: incluso si las familias están gastando más en euros, en realidad en volúmenes adquieren menos cantidad. Ni la evolución del crédito, ni la caída del ahorro acumulado durante las restricciones apuntan a un crecimiento fuerte en el consumo. La acusada desaceleración que se está produciendo se observa perfectamente en el crecimiento interanual del mismo, que se coloca en el 2,7% frente al 17,5% del trimestre precedente.

Las exportaciones registran, gracias al turismo, un fuerte crecimiento del 6,4% trimestral frente a un avance de las importaciones del 0,7%. La inversión repunta un 2% a pesar del retraso en los suministros, los malos datos de inversión en transporte y la falta de ejecución de los fondos europeos. La construcción sube un 1,8% después de tres trimestres en negativo. Y el consumo público apenas suma un 0,1% tras haber estado registrando importantes incrementos durante toda la pandemia.

Distinto es el comportamiento de los servicios, que se benefician del levantamiento de las restricciones y en su conjunto remontan un 3,2% trimestral. Destacan en esta rúbrica el comercio, transporte y hostelería, que se dispara un 7,9%, las actividades artísticas y recreativas, que se incrementan un 18,6%, y las actividades profesionales, que aumentan un 4%. Por el contrario, el sector financiero cae un 1,1%, la información y comunicaciones ceden un 0,6%, y la administración pública, educación y sanidad pierden un 0,6%, entrando por primera vez en el terreno negativo desde principios de 2020.

Dado que nos encontramos en una situación con grandes vaivenes y muy complejo para recabar las estadísticas, el propio INE advierte de que hay que tomar con cautela estas cifras hasta que no haya datos más definitivos. En cualquier caso, la economía todavía se encuentra un 6,6% por debajo de los niveles previos al coronavirus. Y falta por recuperar casi un 30% de la producción perdida.

En fin, … para el año que viene se espera que el crecimiento sea mejor si se van solucionando los desajustes entre oferta y demanda, baje el coste de la energía a partir de la primavera y empiecen a gastarse los fondos europeos. De esos tres factores dependerá la robustez del crecimiento en 2022.

En relación a los precios, subieron en octubre un 5,5% respecto al año pasado (una cota que no se alcanzaba desde hace 29 años). El dato aún preliminar, publicado por el Instituto Nacional de Estadística (INE), marca un nuevo pico en España este año, que mantiene una tendencia alcista desde marzo. Desde entonces, el coste de la vida encadena ya ocho meses encareciéndose por los altos precios de la electricidad y los combustibles, el repunte del consumo y los problemas en las cadenas de suministro globales, azotadas por una tormenta perfecta de colapso en los puertos, falta de contenedores, escasez de trabajadores, carencia de chips y un aumento inasumible de los pedidos por el desembalse del ahorro acumulado por los hogares durante la pandemia en un entorno de estímulos públicos y recuperación económica.

El aumento de la inflación se está sufriendo en todo el mundo: Alemania registra un aumento del 4,6% (un nivel cercano a los tiempos de la reunificación).

Mientras, la inflación subyacente, la que no tiene en cuenta los precios de la energía y de los alimentos frescos (los elementos más volátiles) se mantiene en el 1,4%. Los altos precios de la energía explican la diferencia entre una y otra. La más significativa para la política monetaria es, sin duda, la subyacente.

Según los mercados de futuros, el precio de la energía remitirá en primavera, y, por lo tanto, en el próximo año 2022, muy probablemente, observaremos un fuerte crecimiento con una inflación menos elevada que en 2021.

En el mes de octubre, el petróleo brent ha cotizado por encima de los 83 dólares, frente a los 78 dólares en que cerró septiembre. Y en prácticamente todo el mes de octubre, el precio medio de la electricidad ha sido de 208,05 euros por megavatio hora, el mes más caro de la historia, inflado por los máximos del precio del gas natural y la escalada de los derechos de emisión de dióxido de carbono.

La pregunta es la misma en todo el mundo: ¿La subida de precios es transitoria? El Banco Central Europeo y la Reserva Federal estadounidense, aseguran que se trata de un fenómeno transitorio, ya que la oferta y la demanda se irán ajustando. Resultando, por tanto, un mero aumento de los precios para un nuevo equilibrio, y no un proceso dinámico de subida de precios (inflación).

En el otro lado, los halcones (los ultraliberales más ortodoxos) advierten de los peligros de una espiral inflacionista si las alzas de precios se trasladan a los salarios y a otros productos, generando un círculo vicioso que se retroalimenta.

En cualquier caso, las subidas de tipos de interés aún están lejos, si bien hay factores económicos que la desaconsejan. Es difícil dar marcha atrás en la política monetaria ultraexpansiva, dados los elevados niveles de deuda acumulados que supondrían el pago de elevados intereses; así como los riesgos que persisten para el crecimiento.

Ahora bien, vamos a oír hablar bastante de la llamada “espiral inflacionista” o “espiral precios o beneficios- salarios”. En España, la distancia entre los aumentos de precios y los de la nómina sigue siendo alta, pero con la inflación ascendiendo en octubre hasta el 5,5% debido a los precios de la energía, el debate sobre la pérdida de poder adquisitivo gana terreno, y ahí el juego de equilibrios entre mantener la paz social y evitar una retroalimentación de precios y salarios.  

El encarecimiento del coste de la vida en España afecta doblemente al bolsillo de los ciudadanos. Si los precios suben y el sueldo se mantiene, los salarios o ingresos reales bajan. Ahora bien, según los últimos datos de Trabajo para medir la distancia entre ambos: los salarios por convenio han crecido de media un 1,4% este año, más de cuatro puntos por debajo de la inflación actual; y también por debajo de la media inflacionaria que prevé el Gobierno para final de año, y que es del 2,3%.

El proceso, en pocas palabras, consiste en una “lucha”: los empleadores, que, al tener mayores costes salariales, suben los precios de sus productos para mantener los márgenes de beneficio, y, por otro lado, los trabajadores, que, al percibir ese encarecimiento de la cesta de la compra con la consiguiente pérdida de poder adquisitivo, demandan a su vez nuevos aumentos de sueldo, en un bucle difícil de frenar. Este dinámico proceso es el que lleva a los “halcones monetarios” a postular que se lleven a cabo “ya” restricciones monetarias, y no se revisen los salarios de acuerdo a la subida de precios (pérdida del poder adquisitivo).

Por otro lado, en octubre se registraron 159.478 afiliados más a la Seguridad Social, hasta alcanzar un total de 19.690.590 (un nuevo récord de la serie histórica). El paro registrado, por su parte, también se anota otro tanto en octubre: bajó en 734 personas (-0,02%), que, aunque resulte una cifra menor en comparación con las que se venían produciendo en anteriores meses, es la primera vez que baja en 46 años, desde 1975. Es, también, el octavo mes consecutivo en el que el número de desempleados se reduce, hasta llegar a los 3.257.068.

En términos interanuales, comparando los datos con los de octubre de 2020, las afiliaciones han crecido en 700.226, y son 440.361 más que las contabilizadas en febrero del año pasado, el último mes sin afectación del virus.

Si bien, a nivel general, los datos de octubre son buenos, muestran que nuevamente son los jóvenes el colectivo más castigado: el desempleo de los menores de 25 años subió en 5.867 personas (+2,34%). También se mantiene la temporalidad. Según los datos facilitados por los ministerios de Trabajo y Seguridad Social, en octubre se firmaron 1.892.584 contratos, 341.227 más que en septiembre, pero de entre todos ellos, 1.682.012 (88,8%) fueron temporales.

De igual forma, la EPA (Encuesta de Población Activa) elaborada por el INE trimestralmente, señala que el número de ocupados aumentó en el tercer trimestre de 2021 en 359.300 personas, hasta alcanzar los 20.031.000, lo que supone no solo un aumento del 1,83% con respecto al trimestre anterior, sino la superación de la barrera de los 20 millones de ocupados por primera vez desde el cuarto trimestre de 2008, cuando comenzó la pasada crisis financiera.

Según la EPA, entre los meses de julio, agosto y septiembre el paro cayó en 127.100 personas (-3,59%) hasta situarse en 3.416.700 desempleados y reflejar una tasa del 14,57%. Un porcentaje que sigue a la baja por cuarto trimestre consecutivo.

Para todos los analistas, la EPA es la fuente más fiable. Y la del tercer trimestre del año tiene, no obstante, cierta estacionalidad: el incremento de la población activa (personas de 15 años y más con disposición y disponibilidad para trabajar durante la semana anterior a la realización de la entrevista), y que en el tercer trimestre de 2021 creció en 232.200, hasta situarse en los 23.447.700 de demandantes de empleo. Según subraya el INE, este colectivo se ha incrementado en 547.900 personas respecto al tercer trimestre de 2020.

Este aumento del número de personas que buscan un trabajo (y que supone el 50,52% de la población activa) impacta directamente sobre el cómputo de la tasa de empleo (que toma como referencia el tamaño de este nicho), por lo que su incremento con respecto a los guarismos del segundo trimestre es algo ligeramente significativa, puesto que no llega al punto porcentual (+0,89%).

El número de personas ocupadas creció en 359.300 personas respecto al cómputo de los meses de mayo, abril y junio, y según apunta el INE ha aumentado en 854.100 en los últimos doce meses (+4,45%). La ocupación ha aumentado en todos los sectores, especialmente en los servicios, donde hay 377.200 trabajadores más; seguido de la industria con 63.000. Sin embargo, esta ha bajado en la agricultura (-49.600) y la construcción (-31.200).

Los mayores aumentos de ocupación se han dado en tres territorios especialmente dependientes del turismo, y que se han beneficiado de la recuperación de este sector en el segundo verano de la pandemia: Cataluña (62.300 más), Canarias (50.000) e Islas Baleares (47.900). Aun así, otras comunidades como Andalucía (–7.200) o La Rioja (–2.100) no han salido tan reforzadas. Sin embargo, en cuanto a la variación anual (comparando los datos con los del tercer trimestre de 2020) el empleo ha subido en todas las comunidades, focalizándose los mayores incrementos en el número de ocupados en Andalucía (+162.300), Cataluña (+155.500) y la Comunidad de Madrid (+124.000).

Por edades, el desempleo juvenil descendió especialmente en aquellos entre 20 y 24 años (-13,2%), por delante de los de 16 a 19 años (-9,5%). Sin embargo, a partir de esta franja la balanza se inclina hacia el lado contrario: el paro subió entre los mayores de 55 años en 65.500 (+11,6%).

El número de hogares que tienen a todos sus miembros activos en paro y que descendieron en 35.800 en el tercer trimestre, hasta establecerse en 1.122.100; y que son 50.700 menos que hace un año. La otra cara de la moneda es igualmente positiva: el número de hogares con todos sus miembros activos ocupados aumentó en 197.300 hasta llegar a los 10.798.900, la cifra más alta en los últimos 14 años.

MERCADOS:

Noviembre ha comenzado con subidas en las Bolsas europeas. Los inversores permanecen pendientes de la temporada de resultados. Las primeras referencias procedentes del exterior han sido positivas, con una subida del Nikkei del 2,6% tras la cómoda victoria de la coalición gobernante en las elecciones generales celebradas en Japón.

La bolsa española alcanzó a principios de noviembre una cifra de negocios de 42.561,1 millones de euros. Se trata del mes que ha batido todos los récords de rentabilidad del Ibex 35. El número de operaciones en la bolsa española se disparó un 85,1% frente al año anterior, según datos aportados por la propia Bolsa.

El auge de la negociación que ha traído la recuperación de la renta variable al calor de los avances médicos frente al coronavirus se traduce en 5,8 millones de transacciones, lo que también supone un 39,2% más que en octubre.

A pesar de este importante incremento, la fuerte caída de cotizaciones que acumula el grueso de valores se traduce en unos volúmenes de efectivo un 8,4% más débiles que en noviembre de 2019.

En el caso de los fondos cotizados (ETF), que son una herramienta muy empleada por los inversores para adaptar rápidamente sus carteras a cambios de tendencia en el mercado, las cifras también reflejan un fuerte incremento. En número de operaciones, se alcanzaron los 15,1 millones de transacciones, mientras que en efectivo se contabilizaron 287,2 millones de euros.

Estos números suponen, respectivamente, un 254,5% y un 100,6% más que en noviembre del año pasado.

Por lo que se refiere a la renta fija, en noviembre se alcanzó un volumen de 15.298,4 millones de euros, lo que supuso quedarse un 38,7% por debajo del nivel del mismo mes del año anterior.  No obstante, las admisiones a negociación en este segmento ascendieron a 13.321,8 millones de euros, con un crecimiento del 26,6% desde enero.

En otro orden, en relación al mercado energético, se ha pasado de grandes pérdidas a beneficios multimillonarios. Tras un 2020 muy malo, los grandes del mercado petrolero se encaminan a un 2021 de brillantes números verdes. Sin duda, como consecuencia de una tremenda subida de los precios de ambas materias primas: el gas natural quintuplica su valor en lo que va de año y el crudo sube un 70%.

Repsol no solo ha dejado atrás los números rojos del año pasado, sino que en los nueve primeros meses del año ha superado en un 32% el beneficio cosechado en 2019, cuando no padecíamos la pandemia. Una mejora que le ha permitido aumentar la retribución al accionista a la vez que aumenta sus inversiones en nuevos nichos de negocio que le permitan dejar atrás su todavía elevada dependencia del crudo.

En la misma línea, la francesa Total ha batido las previsiones de los analistas, superando en un 18% el beneficio cosechado entre enero y septiembre de 2019. Y la anglo-holandesa Shell ha borrado de sus cuentas las pérdidas de casi 18.000 millones registradas en los aciagos nueve primeros meses de 2019 para anotarse una ganancia de 7.400 millones, notable pero todavía lejana respecto a las cifras prepandemia.

Aún mejores están siendo los resultados al otro lado del Atlántico. La segunda mayor petrolera del mundo, Exxon Mobil, ganó casi 12.200 millones de euros en los nueve primeros meses de 2021, dejando atrás los algo más de 2.000 millones de pérdidas del mismo periodo del año anterior. Una de sus mayores competidores, Chevron, se anotó un beneficio ligeramente superior a los 9.000 millones frente a los 4.000 millones perdidos entre enero y septiembre de 2020. En ambos casos, acorde con la cuenta de pérdidas y ganancias, los dividendos del próximo año serán mucho más jugosos que en anteriores ejercicios.

Hasta las empresas de tamaño medio, que dependen íntegramente del crudo obtenido por fracturación hidráulica (fracking), mayoritariamente en el Estado de Texas, las que más han sufrido en los últimos tiempos y que necesitan precios altos del petróleo para ser rentables, también han vuelto a los beneficios gracias a una cotización del crudo Brent que ronda los 85 dólares por barril, niveles inéditos en tres años.

Y en particular, la escalada de los costes de los carburantes no se ha frenado: el precio de la gasolina ha alcanzado un precio casi de 50 euros desde marzo de 2013, al superar los 1,48 euros, según el Boletín Petrolero de la Unión Europea publicado. El diésel se ha encarecido y acumula, igualmente, un mes y medio de subidas interrumpidas.

Aunque el encarecimiento de la energía es un fenómeno común a todos los países europeos, el precio de la gasolina sin plomo de 95 octanos en España está ligeramente por debajo de la media de la Unión Europea, situada en 1,63 euros. También de la zona euro, donde el precio medio es de 1,69 euros. En el caso del diésel, la diferencia es similar, ya que el precio en la Unión Europea es de 1,49 euros y en la zona de euro de 1,52 euros. Esta diferencia de precios a favor de España se debe, esencialmente, a la menor presión fiscal sobre los carburantes en comparación con los países vecinos.

Por lo que respecta al mercado automovilístico, según los datos elaborados por Anfac, Faconauto y Ganvam, la caída del mes de octubre ha sido muy importante. Las ventas se redujeron un 20,5% respecto al mismo mes del año pasado, hasta las 59.044 unidades, y poco a poco se va estrangulando la mejora respecto a las cifras del ejercicio pasado, cuando el confinamiento causó un importante agujero. En los diez primeros meses del ejercicio apenas se han comercializado un 5,6% más de coches que hace un año (un total de 706.998 unidades), y la falta de semiconductores está laminando las esperanzas de un efecto rebote provocado por la demanda embalsada de 2020.

Respecto a 2019, año sin afectación de la pandemia, la caída es de un 33%. La crisis por la falta de los semiconductores y la tensión en las cadenas globales de suministros están sustituyendo en los concesionarios a la crisis económica generada por el coronavirus: si hace un año no había clientes a quien vender, ahora no hay coches. Los potenciales compradores aguardan en las listas de espera de las marcas, mientras estas atesoran más existencias y bienes intermedios en sus inventarios que nunca, incapaces de utilizarlos en las líneas de producción porque la falta de chips las mantiene a medio gas.

EMPRESAS:

Según han informado ambas compañías, el Grupo Mutua ha adquirido el 8% de El Corte Inglés por 555 millones, lo que supone valorar la empresa en 6.937,5 millones de euros. Una operación de calado con la que entra en el accionariado de la cadena de grandes almacenes.

Mutua, también conocida como Mutua Madrileña, se queda también con la mitad de la división de seguros de El Corte Inglés por otros 550 millones, por lo que el montante total de la operación asciende a 1.105 millones, de los que la mayoría se destinarán a reducir la deuda de El Corte Inglés.

Mutua puede hacer crecer el volumen de ventas de seguros porque tiene el conocimiento de los clientes, la tecnología y una amplia gama de productos. Por su parte, El Corte Inglés es un gran distribuidor con acceso a millones de personas, una ventaja que también utilizó cuando se unió al Banco Santander en el negocio de tarjetas para financiar las compras.

El Corte Inglés sumaba una deuda de 3.811 millones de euros, por lo que se podría reducir más de un cuarto del total. Pese a ello, explican que el objetivo principal no era bajar esta cifra: “queríamos crecer en la división de seguros y para eso necesitamos un socio que tuviera capacidad de crecimiento”, explican portavoces de la firma.

La pandemia del coronavirus supuso un shock tremendo para El Corte Inglés, que acabó el año con unas pérdidas históricas de 2.945 millones, aunque dos tercios se debieron al saneamiento del valor contable que se les daba a ciertos activos, especialmente algunos centros comerciales. Pero el trabajo en la cúpula de la cadena no ha cesado y desde que cogió algo de aire con las reaperturas se ha esmerado para sacar diferentes acuerdos que relancen su negocio.

Por otro lado, el Banco Santander deja atrás los peores escenarios de la crisis derivada de la pandemia e incrementa todos los márgenes de la cuenta de resultados de los nueve primeros meses gracias a los buenos desempeños de las filiales del Reino Unido y de Estados Unidos, que en otros tiempos fueron fuentes de problemas. Así, la entidad que preside Ana Botín obtuvo un beneficio atribuido de 5.849 millones en los nueve primeros meses de 2021, frente a las pérdidas de 9.048 millones en el mismo periodo del año anterior, cuando el banco realizó ajustes del fondo de comercio y de los créditos fiscales diferidos (DTAs) ante el hundimiento de la economía por la crisis sanitaria.

En un año, el banco ha pasado de realizar provisiones por 19.760 millones en el tercer trimestre de 2020, a 6.134 millones este año, un 69% menos. La morosidad del grupo se sitúa en el 3,18%, apenas 0,03 puntos más que en septiembre de 2020. En este aspecto, España destaca como la peor filial, con un 6% de impagados, lo que le sitúa por encima de geografías con peor comportamiento tradicional en este aspecto, como Brasil (4,72%), Polonia (4,34%), o México, (3,14%). Por otro lado, todos los márgenes de la cuenta de resultados presentan mejorías.

En cuanto a los resultados, si se excluye el cargo por 530 millones por costes de reestructuración del primer trimestre, el beneficio ordinario de enero a septiembre fue de 6.379 millones, un 87% más que en el mismo periodo del año anterior. Es el mayor beneficio ordinario de Santander en los primeros nueve meses del año desde 2009.