martes, 15 de marzo de 2022

LA ESPIRAL PRECIOS - SALARIOS O BENEFICIOS - SALARIOS, Y LA POLITICA DE RENTAS. ¿ESTANFLACIÓN?

 

Desde hace años, es frecuente confundir inflación con meras subidas de precios. Es normal que los precios registren variaciones como consecuencia de variaciones en las fuerzas que los determinan. A corto plazo, estos varían, alcanzándose un nuevo equilibrio para el nuevo precio.

Sin embargo, la inflación es un proceso fundamentalmente dinámico, Se trata de un proceso persistente y notable del nivel general de precios, iniciado por alguna variación (de la demanda o de la oferta), y propagado a lo largo de la economía, por las reacciones de los dos grupos más dinámicos que existen, empresarios y trabajadores. Cuanto más agresivas sean estas reacciones mayor impacto final tendrá el proceso.

La confusión entre meras subidas de precios e inflación, es lo que ha llevado a que, a veces, se utilicen términos que no tiene mucho sentido, como “inflación negativa”, “desinflación”, etc…

En las economías de mercado, los precios se fijan añadiendo un margen de beneficios al coste del producto o servicio. De forma, que una subida del coste de determinadas materias primas, o de la energía, o de cualquier input utilizado en el proceso productivo, podría motivar el desencadenamiento de una espiral precios – salarios, o beneficios - salarios.

Veamos cómo funciona el proceso: la subida del precio del input utilizado en la empresa, motiva que, para mantener el margen, se repercuta en el precio del producto o servicio vendido. Pues bien, este incremento de precios, supone una pérdida del poder adquisitivo de los salarios, razón por la que los trabajadores, a su vez, exigen un incremento de sus sueldos.

Ese incremento de los salarios, da lugar a un nuevo incremento de los costes, que, a su vez, para mantener los márgenes, provoca una nueva subida de los precios, y así continuamente… Se desencadena la temida espiral precios salarios o beneficios salarios. En la práctica, ambos grupos luchan por mantener su participación en distribución del producto o de la renta nacional. Viene a ser, algo parecido a la lucha de clases.

Este proceso puede desencadenarse con independencia de cuál sea la situación de crecimiento económico y del empleo existente en ese momento, por lo que podría tener lugar, incluso, en una situación de estancamiento económico y elevadas tasas de paro. Se trata de la llamada “estanflación”. Una situación muy grave, como la que vivimos en los años 70 del siglo pasado, donde registramos tasas de inflación de hasta un 44%, coexistiendo con tasas de paro superiores al 20%, con una enorme destrucción de empresas y puestos de trabajo.

La solución, fue aplicar lo que se conoce como “política de rentas”. Que, dicho sin ningún eufemismo, no es otra cosa que el control de los salarios. Se trata de cortar la espiral inflacionista, asumiendo el sacrificio de los trabajadores para cortar la espiral conteniendo los precios.

En España, junto a otras importantes medidas, se llevó a cabo a través de los “Pactos de la Moncloa”. Se alcanzaron una serie de acuerdos no solo económicos, firmados por el Gobierno, partidos políticos, sindicatos y empresarios.

En la situación actual, llevamos 14 meses registrando subidas de precios. En el pasado mes de febrero los precios subieron un 7,6%, incremento no visto desde el año 1986 (periodo de tiempo en el que, incluso, hemos sufrido deflación o disminuciones de precios). Esta cifra de febrero, no refleja los incrementos causados por la invasión y el conflicto en Ucrania.

Similar comportamiento está teniendo la subida de precios en todo el mundo: en Estados Unidos, se ha registrado un aumento del 7,9%, y en la zona euro el 5,8%.

Pero la realidad, es que, por ahora, no se dan los elementos que desencadenen una situación de estanflación: en España aquellos salarios que se revisaron en 2021, tan solo afectaron a casi 3 millones de trabajadores, subieron un 1,47%. En el reciente mes de enero subieron un 2% (cinco puntos por debajo de los precios). Además, por el momento, la economía sigue creciendo.  

Que la situación sea muy negativa para familias y empresas, no quiere decir que nos encontremos en una situación de coexistencia de estancamiento, inflación y paro. Para que se produzca esa gravísima situación de espiral inflacionaria, es imprescindible que las subidas de precios se trasladen a los salarios por la presión de los sindicatos. Esta subida de los salarios provocaría que los empresarios, para mantener los márgenes, la trasladasen a los precios y, a su vez, vuelta a empezar.

Hasta el Banco Central Europeo ha sido bastante optimista, de forma que espera que la inflación media de la eurozona se situé en el 5,1% este 2022, de forma que en los próximos años se vaya situando próxima al objetivo del 2%.

Ahora bien, en la situación actual de subidas de precios, tanto la Reserva Federal de Estados Unidos como el Banco Central Europeo, se encuentran con el dilema de comenzar a restringir la política monetaria tan expansiva que han venido aplicando en las sucesivas crisis que hemos venido padeciendo, e incluso desactivar o bien mantener la “cláusula general de escape” (suspensión de las reglas fiscales de deuda y déficit fiscal).

Si a ello, añadimos el efecto “bumerang” de las sanciones económicas a Rusia, nos lleva al riesgo de un excesivo enfriamiento económico, provocando un crecimiento nulo, e incluso la recesión o caída del producto.

En cualquier caso, la incertidumbre es tan grande, sobre todo acrecentada por las consecuencias de la guerra en Ucrania, que es muy difícil predecir cuál será la evolución final y sus consecuencias, que, desde luego, podrían ser tremendamente graves y complicadas para la economía.

viernes, 11 de marzo de 2022

SITUACION ECONÓMICA ESPAÑOLA Y MUNDIAL A MARZO DE 2022: enormes riesgos para la economía, conflicto armado, inflación... Desde 2008, la Gran Recesión, Pandemia, y ahora guerra...

 

Rusia es el país más grande del mundo, pero apenas supone el 1,7% de la economía global. Sin embargo, su capacidad para desestabilizar la economía mundial es extraordinaria. No solo desde el ámbito geopolítico, sino también económico, gracias a sus ingentes reservas de hidrocarburos: gas y petróleo.

GLOBAL:

En este artículo se persigue analizar, exclusivamente, sus consecuencias económicas. Pero vaya por delante, la más enérgica condena a la invasión desencadenada por Putin, que está sometiendo a Ucrania al dolor, destrucción y pérdida de vidas, de cuya responsabilidad algún día debería responder ante un tribunal internacional. Un megalómano autócrata que está llevando al mundo al peligroso borde de un conflicto mundial.

La invasión de Rusia a Ucrania ha desencadenado una guerra en Europa, que ha dado lugar al riesgo del mayor conflicto armado desde la II Guerra Mundial, y que, con independencia de la gravísima tragedia humana, constituye una grave amenaza para la recuperación de la economía internacional tras la crisis originada por la pandemia.

El ataque lanzado por Rusia ocasionará gravísimas subidas en los precios de la energía, aumentando las expectativas de una mayor subida de la inflación, que afectarán en mayor medida a las economías más dependientes de las importaciones de gas (los países europeos), y a los cereales que llegan desde la región.

 La combinación de las sanciones, la guerra, y el golpe de probables represalias rusas en los mercados de la energía, reducirá el crecimiento económico mundial, agravado por los problemas de las cadenas de suministro.

Europa compra a Rusia la mitad del gas que consume y casi una cuarta parte del petróleo. Los precios llevan meses subiendo y cada vez se cuestionan más las previsiones oficiales de crecimiento del PIB. Por ahora, no hay señales de que el Kremlin cierre el grifo de sus suministros, dado que, aunque aumente las ventas de gas a China, los gasoductos que van hacia la economía asiática, aún no tienen la capacidad necesaria para compensar la disminución de las ventas rusas a Europa.

Es una realidad, que la enorme dependencia europea del gas ruso, sitúa al viejo continente como el mercado más expuesto al conflicto.

También, respecto a las exportaciones de la Unión Europea a Rusia, hay que señalar que el 88% del total son bienes manufacturados (alrededor de 78.000 millones de euros anuales sobre todo de vehículos y maquinaria), y que en caso de represalias rusas se podrían redirigir hacia China.

Igualmente, desde Rusia y Ucrania se suministran el 30% de las exportaciones mundiales de trigo. Ucrania es un gran productor de maíz y cebada. Hasta el momento los precios de los cereales han superado su mayor nivel desde julio de 2012, lo que podría ser devastador para las economías más frágiles (norte de África y Oriente Próximo).

En realidad, la marcha de la economía global ha empeorado sensiblemente y, previsiblemente, irá empeorando con las sanciones impuestas a la economía rusa.

Rusia no puede ignorar las características y funcionamiento del sistema financiero internacional, controlado por los gobiernos y banqueros fuera de la economía rusa. Frente a la gigantesca movilización militar de Rusia, los gobiernos aliados han movilizado su gran poder financiero, pero, desde luego, aumentando los riesgos para la economía global.

También habrá dificultades para algunos bancos europeos, que podrían perder su acceso al dinero que mantienen en Rusia.

Otros países petroleros se pueden ver beneficiados por el aumento en sus ingresos. Entre ellos Irán, que lleva años aislado de la economía global.

A largo plazo, el conflicto tendrá efectos presupuestarios para varios países, aumentando el gasto militar, como así ha anunciado la economía germana.

Algunos analistas apuntan el riesgo de una posible recesión mundial (caídas del PIB) acompañada de inflación. Lo que se conoce como estanflación (situación económica caracterizada por el estancamiento económico con alza de los precios y aumento del desempleo).

Cerca del 40% de gas natural que consume la Unión Europea.  y una cuarta parte del petróleo provienen de Rusia. Dependencia que, desafortunadamente, va a ocasionar el retraso de la recuperación económica, manteniendo una subida de precios superior al 6% durante este año 2022.

Por si fuera poco, en la economía global la posición que detenta Rusia también afectará a la cadena de suministros. Moscú produce alrededor del 6% del aluminio a nivel global y el 7% del níquel, lo que afectaría la producción mundial en caso de que decidiera cortar el abastecimiento. A esto se suma Ucrania, gran suministrador del neón y otros materiales que se utilizan en la fabricación de chips.

A todo ello, hay que añadir el problema del precio de los alimentos. Como se ha citado anteriormente, junto a Ucrania, Rusia es el mayor productor del trigo del mundo, representando más de la cuarta parte de las exportaciones mundiales.

Todos estos factores que inciden en la inflación a largo plazo, se estima que pueden obligar al Banco Central Europeo a mantener los tipos de interés en mínimos, durante los próximos tres años.

Otros analistas señalan que no siempre un conflicto bélico supone caídas del PIB. A las guerras de Irak y de Crimea les sucedieron periodos de aceleración económica. Ahora bien, los riesgos de la guerra actual, pueden ser de tal magnitud humana y económica que no parecen comparables a los citados.

Ahora bien, incluso con una deseable resolución del conflicto de forma rápida, la inflación perece que no va a dar tregua. Por lo que, lamentablemente, una inflación más elevada va a erosionar la renta real o capacidad de compra de los hogares, disminuyendo el consumo de las economías domésticas, y, por tanto, incidiendo negativamente en el crecimiento económico.

La escalada de la guerra, en el caso español, también afectaría a las exportaciones hacia países como Alemania, aún más expuesta a los recortes de suministro de gas ruso. Todo ello sin contar el previsible deterioro de la confianza, factor clave de la inversión empresarial, o el impacto sobre los tipos de interés y las primas de riesgo.

Por otro lado, incluso en el caso de que Moscú consiguiera de China el apoyo incondicional a su agresiva política, la realidad, es que la suma del PIB agregado de los actuales integrantes de la OTAN (que supone más de 34 billones de euros), aún supondrías casi el triple la suma de las economías china y rusa.

Rusia es el país con mayor peso militar, debido a sus armas nucleares y a la extensión de su territorio. Sin embargo, económicamente es, desde hace tiempo, una economía   emergente, distanciada de las economías más desarrolladas. Dispone de 150 millones de habitantes, pero sus 1,3 billones de PIB equivalen a una cantidad casi idéntica al Producto de las economías de España, o de Australia, o de Brasil.

Estados Unidos sigue siendo la primera potencia mundial con un Producto Interior Bruto superior a los 18 billones. China con sus 13 billones, no ha conseguido superar al de Estados Unidos. Por ello, Rusia ni con China consigue igualarse al que suponen los países de la Alianza Atlántica.

Se puede concluir que es improbable que Moscú esté en condiciones de sostener una prolongada ocupación en Ucrania, porque, para algunos, realizaría un repliegue tras asegurarse un Gobierno satélite en Kiev.

En cualquier caso, es muy aventurado tratar de prever el comportamiento del presidente Putin, cuyas decisiones irresponsablemente arriesgadas y contrarias al derecho internacional, están haciendo temer al mundo el desencadenamiento de un conflicto global de previsiones inimaginables.

ESTADOS UNIDOS:

En la economía estadounidense, los precios escalaron hasta el 7,5% en enero, el mayor ritmo en cuatro décadas. Esta cifra, la más elevada desde 1997, podría de un lado suponer una mayor presión para forzar subidas en el tipo de interés. Pero de otro, para no frenar la recuperación en el contexto actual   surgen serias dudas respecto a la oportunidad y conveniencia de subirlos.  

La Reserva Federal está en un aprieto. La invasión de Ucrania está enfriando las expectativas de subidas en los tipos de interés.  El retraso de la subida de tipos por parte de los bancos centrales se basa en la lógica de intentar evitar un frenazo del crecimiento económico que trunque la recuperación, pero pone en riesgo la posibilidad de que se incremente la inflación. Sea como sea, cada vez más analistas avisan del riesgo de estanflación citado anteriormente en la región del euro.

Sin embargo, el empleo en Estados Unidos ha aumentado considerablemente, ya que, en febrero, una vez que ha disminuido el impacto de la variante ómicron, se han creado 678.000 puestos de trabajo. La cifra está por encima de las previsiones del consenso.

UNIÓN EUROPEA:

La invasión rusa de Ucrania, claramente, va a ocasionar más inflación y un menor crecimiento por el fuerte incremento de los precios de la energía, si bien, el BCE cree que no va a ser el desencadenante de una situación de recesión económica.

Durante el pasado mes de febrero, el Incremento de los Precios al Consumo en la zona euro de febrero, fue del 5,8%. Y eso que aún no refleja el efecto de la subida del precio del gas y el petróleo a causa de la guerra de Ucrania.

Luis de Guindos, vicepresidente del Banco Central Europeo, ha señalado que “la situación no afecta a la estabilidad financiera de la zona euro. Los mercados financieros no han registrado una tensión extrema de liquidez. Sí ha habido una búsqueda lógica de activos refugio, pero nada comparable a lo sucedido en marzo de 2020. La razón está en que la economía rusa no es grande, es similar en términos de PIB a España, aunque haya que tener en consideración otros rasgos como su poder energético o militar. La exposición del sistema financiero europeo a Rusia es muy limitada, de apenas el 0,3% del total de la exposición bancaria y no bancaria. El problema es el impacto energético en los precios. Y, sobre todo, cómo se trasladará a los precios de la energía y la inflación, y si eso lleva a reducir la renta de las familias y puede derivar en un menor crecimiento de las economías mundiales y europeas”. 

En cualquier caso, la guerra en Ucrania obliga a las instituciones comunitarias a replantearse su política económica para los próximos meses. Si Bruselas y Fráncfort apuntaban a comienzos de año a un repliegue progresivo de las medidas de política monetaria expansivas, las consecuencias del conflicto abierto por Rusia han alterado esos planes de “normalización”. La Comisión Europea esperaba volver a sujetar a todos los socios a las reglas fiscales el año que viene, pero ahora se abre a dar otro año más de oxígeno.

Según la Comisión Europea, “dada la incertidumbre actual, necesitaremos reevaluar la esperada desactivación de la cláusula general de escape en 2023 (la citada clausula se activó con la pandemia para que se pudieran activar las economías con inversiones públicas incumpliendo los criterios de control de déficit y deuda: 3% del PIB para el déficit público y un 60% para la deuda) de acuerdo con nuestras previsiones de primavera, que se presentaran a mediados de mayo”.  

Y es que los mercados están asumiendo que el Banco Central Europeo no subirá los tipos de interés este año por el peligro de que la recuperación descarrile a pesar de que Estados Unidos pueda decidir seguir adelante con sus planes elevando los tipos de interés.

Durante el pasado mes de enero, la presidenta del BCE Christine Lagarde rechazaba pronunciarse sobre si pensaba subir los tipos de interés este año 2022. Sin embargo, en las últimas semanas, los miembros del Banco Central Europeo han ido dejando la puerta abierta a retrasar la subida de tipos.

Se apunta ahora, por la mayoría de los analistas, que el conflicto de Ucrania va a retrasar el incremento de los tipos de interés en la eurozona hasta el primer trimestre de 2023.  

Antes de la invasión, el mercado de opciones y futuros descontaba dos subidas de tipos de 25 puntos básicos, en septiembre y en diciembre de este mismo año. Sin embargo, los inversores ahora descuentan que el BCE preferirá intentar no afectar negativamente al crecimiento económico, que se verá afectado por el impacto de las sanciones económicas a Rusia, y mantendrá la política de tipos al 0% más tiempo de lo previsto.

Y es que el BCE no puede subir los tipos de interés sin tener claro el impacto económico que tendrá la guerra. Se trata de evitar otro frenazo al crecimiento.

De forma, que el fin de la era de los tipos negativos tendrá que esperar un poco más. La agresión rusa a Ucrania ha afectado tremendamente a los mercados financieros.  

A principios de año, las instituciones comunitarias hablaban de la “fase de normalización económica”. De forma que la Comisión Europea pedía ir retirando ya los estímulos fiscales de la economía, abogando por desactivar la cláusula general de escape (suspensión de las reglas fiscales). Pues bien, la situación está conduciendo a extender otro año más la suspensión de las reglas para dar margen a los socios para evitar que la recuperación acabe descarrilando.

Los inversores descartan que pueda producirse un encarecimiento del precio del dinero este año y lo aplazan a 2023, ya que el BCE se muestra más preocupado por el crecimiento económico que por la inflación.

ESPAÑA:

La escalada del conflicto tras la invasión rusa recortará en alrededor de medio punto las proyecciones de avance del PIB, que se situará en torno al 5%. La mayoría de instituciones apuntan al aumento de la inflación como consecuencia de la subida de los precios de la energía, como la principal causa del frenazo a la recuperación.

La realidad, es que la enorme incertidumbre existente permite afirmar su incidencia al frenazo del crecimiento, pero su magnitud e intensidad en el tiempo es bastante imprevisible.

Y es que, la consecuencia económica principal del conflicto es el impacto en el precio de la energía por la gran dependencia europea de Rusia, en petróleo, gas, o metales preciosos e industriales, y de otras materas primas. Su impacto provocará subidas de precios en toda la economía, que algunos prevén no bajará del 4,5% en 2022 y restará unas tres o cuatro décimas al PIB, hasta el entorno del 5%”.

En ese sentido, el Instituto Nacional de Estadística (INE) ha publicado el IPC adelantado, que en febrero ha tenido una variación mensual del 0,6%, mientras que en tasa interanual ha aumentado un punto, hasta situarse en 7,4%. Se trata de la tasa más alta en 33 años, concretamente desde julio de 1989. El IPC interanual encadena su decimocuarta tasa positiva consecutiva.

Asimismo, los posibles problemas en las cadenas de suministro, que ya parecía que se estaban relajando, también pueden frenar la producción. El índice PMI compuesto de la actividad total de la Eurozona en febrero (indicador económico que incluye informes y encuestas mensuales de empresas manufactureras del sector privado), ha sido de 55,8 frente a 52,3 de enero. Se ha constatado una intensa aceleración del crecimiento económico que, dada la situación, puede verse truncada.

Una autentica inflación (subidas persistentes y notables del nivel general de precios) a lo largo de 2022, puede ocasionar que los ciudadanos se vean obligados a reducir su consumo, obligando a las empresas a reducir su producción, impactado negativamente en el crecimiento económico.

El INE incorpora en el avance de datos del IPC una estimación de la inflación subyacente (aquella que no incluye a los elementos más volátiles: alimentos no elaborados y productos energéticos), que aumentó en febrero seis décimas, hasta el 3%, con lo que se sitúa más de cuatro puntos por debajo de la tasa del IPC general.

Sin embargo, respecto al empleo, en febrero el número de desempleados bajó en 11.394 personas hasta situarse en los 3.111.684 parados, registrando la caída más pronunciada para este periodo desde 2015. La disminución está acompañada de una mejoría de la calidad de los contratos firmados (de los 1.444.057 acuerdos laborales, 316.841 fueron de carácter indefinido, representando al 22% del total). Se trata del porcentaje mayor de una serie histórica que arrancó hace 25 años, y el registro más alto de la historia dentro la estadística de contratación, que se remonta a 1987.

Los contratos temporales (1.127.216, que suponen el 78% del total) suman ya tres meses de caídas porcentuales consecutivas (la última del 16,97%). La entrada en vigor de la reforma laboral a comienzos de año, que sitúa la contratación fija en el centro de las relaciones profesionales, puede encontrarse detrás del aumento.

En relación a las afiliaciones a la Seguridad Social, también han crecido con respecto al mes de enero. Durante el pasado febrero se ha alcanzado la cifra de 19.694.272 (67.111 más que en el mes anterior, y cerca de un millón más que hace un año). Por lo que respecta a los ERTE (Expedientes de Regulación Temporal de Empleo) han disminuido en 3.307 personas, hasta los 101.736. En este grupo de afectados continúan siendo mayoría los trabajadores de las agencias de viajes (28% del total). El Gobierno ha acordado ampliar hasta el 31 de marzo, la posibilidad de que las empresas sigan acogidas a los ERTE por covid.

Según los datos anteriores publicados, la mayoría de los contratos indefinidos se han celebrado para jornada completa (173.960), mientras que los 142.881 restantes firmaron una relación laboral a tiempo parcial. Y los contratos de un día de duración se han desplomado.

En la comparativa interanual, se registraron 184.410 contratos indefinidos más que en el mes de febrero de 2021 (+139,25%), y, además, sumando los registros de los dos primeros meses de 2022, en este periodo se han realizado 555.513 contratos por tiempo indefinido, lo que supone un ascenso de 298.891 (+116,47%) sobre el mismo lapso de tiempo del año anterior.

En otro orden, respecto al sector exterior, el año 2021 ha concluido con un saldo positivo de 8.400 millones de euros, con lo que acumula nueve años consecutivos con superávit por cuenta corriente. Sin embargo, hay una reducción del 9,7% respecto al que presentaba el año anterior, cuando fue de 9.300 millones. El Banco de España ha señalado también un incremento de los ingresos en el sector turismo, pero aún se encuentran muy por debajo de los niveles previos a la pandemia.

En la Balanza por Cuenta Corriente, sin duda la de mayor significado económico, los ingresos ascendieron a 494.000 millones de euros (un 18,9% más que en 2020, cuando la cifra fue de 425.700 millones). En el otro lado, los pagos ascendieron a 485.600 millones de euros (un 19,5% más respecto al mismo periodo). Esta evolución de la balanza, y su pérdida de crecimiento respecto a 2019, se explica por el aumento de déficit de las rentas primaria y secundaria. La antigua Balanza de Rentas se divide en dos: una, la Cuenta de Ingreso o Rentas Primarias, que recoge todas las operaciones derivadas de los rendimientos del proceso de producción, del suministro de activos financieros y recursos naturales en forma de renta; y dos, la Cuenta de Rentas Secundarias, que incluye todas las transferencias corrientes. No obstante, se registra una mejora del superávit de la balanza de bienes y servicios, especialmente por los ingresos derivados del turismo.

En concreto, la balanza de rentas primaria y secundaria, registró un déficit de 8.600 millones de euros. Esto es un 17,8% más que el año anterior. Por contra, la balanza de bienes y servicios presentó un superávit de 17.100 millones de euros, un 3,6% más que en 2020. Dentro de esta categoría destaca el superávit de turismo y viajes, que se disparó más de un 130% para llegar a los 19.900 millones.

Los ingresos que registró España en el capítulo de viajes, se dispararon un 78% respecto al ejercicio de 2020, en plena pandemia. En ese año las restricciones sanitarias provocaron el desplome de la actividad hasta los 16.200 millones de euros. En cambio, en este los ingresos fueron de 280.900 millones. No obstante, aún nos encontramos lejos de las cifras de hace dos años, cuando se alcanzaron los 71.200 millones.

Por otro lado, el saldo de la cuenta de capital (recoge todos los movimientos de capital, tanto a corto como a largo plazo, así como la variación de las reservas de divisas que posee un país frente a terceros), ha elevado su superávit entre enero y diciembre del año 2021 hasta los 9.900 millones, frente a los 4.500 millones de euros del ejercicio anterior.

Así, el saldo agregado de las cuentas corriente y de capital, que determina la capacidad o necesidad de financiación de la economía española, registró un superávit de 18.300 millones de euros entre enero y diciembre, un 33,6% más que los 13.700 millones registrados en el mismo periodo de 2020.

Hay que señalar que, en 2021, la economía española registró una salida de capitales por valor de 11.600 millones, frente a la salida de 98.200 millones de un año antes. Se trata del saldo resultante de la diferencia entre lo que los residentes españoles invierten fuera del país y lo que los extranjeros destinan a España.

MERCADOS:

En la situación que estamos sufriendo, las Bolsas se han instalado en el nerviosismo y en los altibajos.  El bono alemán a 10 años (utilizado también para calcular las primas de riesgo) que el pasado mes de enero había regresado a tipos positivos, ha vuelto a terreno negativo con jornadas de elevada volatilidad. Igualmente, han caído con fuerza la deuda de Francia, Italia o España.

En estos momentos la volatilidad es tal, que los mercados se han convertido en un lugar peligroso e impredecible.  Y el nerviosismo se hizo máximo tras los bombardeos rusos a la central nuclear de Energodar, en el sureste de Ucrania. Se ha hecho más patente la amenaza del terrible desastre nuclear. Afortunadamente, según el Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA), por el momento "no se han registrado cambios en los niveles de radiación”: se trata de la central nuclear más grande de Europa, ya que dispone, nada menos que de seis reactores nucleares.

El Ibex 35 ha caído en este momento hasta los 7.700 puntos. Y las caídas han sido generalizadas en todos los mercados mundiales. 

En el mercado de materias primas continúan las subidas: el Brent sube más del 4% y supera los 115 dólares por barril. Los futuros del gas de Holanda también han repuntado.

Y es que los inversores están buscando refugio ante el riesgo de que la guerra en Ucrania desemboque en una tormenta nuclear. Ante las alternativas, la deuda estadounidense es uno de los valores favoritos. Y los precios del oro también han subido, apuntando a su mayor ganancia desde mayo de 2021.

Detrás de la fuerte caída del selectivo español, sobre todo destaca la penalización a los valores del sector turístico, y los de los bancos, por la expulsión de entidades rusas del SWIFT y el retraso de la subida de tipos, que mejoraría la rentabilidad de los bancos,

Los mercados occidentales siguen la estela de los índices asiáticos, que han cerrado con fuertes descensos: Hong Kong y el Nikkei de Tokio han cedido posiciones.

Por su parte, la Bolsa de Moscú lleva días cerrada ante el miedo de un desplome de sus cotizadas, y el rublo no levanta cabeza, después de que las agencias de rating Moody’s y Fitch hayan calificado la deuda rusa como bono basura.

El dólar ha seguido reforzándose frente al euro, que ha continuado con su depreciación.

También ha tensionado aún más la situación, la negativa de la Organización de Países Exportadores Petroleros (OPEP) y sus socios externos, entre ellos, la propia Rusia, de inyectar al mercado mundial una mayor oferta de crudo para aliviar la tremenda presión existente.

Hay que destacar, igualmente, el varapalo para la economía de Rusia recibido de parte de las agencias de calificación crediticia Moody's y Fitch, que han decidido rebajar la nota de solvencia de la deuda soberana de Rusia hasta “B3” y “B”, respectivamente, dentro de la categoría especulativa o “bono basura”. Manteniéndose los 'ratings' del país en vigilancia de cara a posibles recortes adicionales.

En concreto, la agencia Moody's Investors Service ha degradado la nota de solvencia a largo plazo como emisor de Rusia desde “Baa3” hasta “B3” y mantiene la calificación del país en revisión para posibles rebajas adicionales:  “la rebaja de varios escalones de las calificaciones de Rusia y el mantenimiento en revisión para una nueva rebaja vienen provocados por las severas sanciones impuestas por los países occidentales, incluida la sanción al Banco Central de la Federación Rusa y algunas grandes instituciones financieras, en respuesta a su invasión militar de Ucrania”.

Por su parte, Fitch Ratings ha recortado la nota de solvencia a largo plazo como emisor de Rusia hasta “B” desde “BBB”. Asimismo, ha colocado los ratings de Rusia en vigilancia negativa, lo que abre la puerta a nuevos recortes de calificación en el corto plazo.

De este modo, las tres principales agencias de calificación del mundo han situado la nota de solvencia de Rusia en la categoría de “bono basura”.

La invasión de Putin desencadénate del conflicto, coloca a las materias primas en el punto de mira:  no solo los recursos energéticos como el gas, el carbón y el petróleo, sino también de metales como el aluminio, paladio, platino, níquel, cobre y plata. Todo ello, produce un impacto importante en las dinámicas de la inflación en los próximos meses.

Respecto a los alimentos, Ucrania, es el “granero de Europa”, y Rusia aún lo es más. Como hemos señalado anteriormente, entre ambos países exportan alrededor de un 30% dentro del comercio mundial.

Por otro lado, en el mercado de divisas, el rublo se ha desplomado cerca de un 30% frente al dólar y el euro, tras el anuncio de las sanciones por parte de la Unión Europea y Estados Unidos. La decisión de excluir algunos bancos rusos del sistema de comunicaciones interbancario internacional SWIFT y la congelación de las transacciones con el banco central de Rusia ha golpeado al corazón financiero de Moscú.

Para tratar de contener la hemorragia, el Banco de Rusia ha duplicado los tipos de interés al 20% y ha impuesto límites para evitar la fuga de capitales. El organismo ordenó retrasar la apertura de los mercados bursátiles y suspendió la venta de valores de titularidad de no residentes “para garantizar la protección de los derechos e intereses legítimos de los inversores en los mercados financieros”.

Esta fuerte depreciación del rublo, va a afectar al poder adquisitivo de los rusos. Los productos importados se encarecen porque la divisa local es más débil respecto al euro o el dólar. Para tratar de contrarrestar este efecto, el banco central ruso ha subido los tipos tipos. Sin embargo, esta elevación de los tipos de interés es insuficiente, entre otras cosas porque la máxima autoridad monetaria ha perdido margen de maniobra. La congelación de sus activos en los países que han decidido dar el paso (la Unión Europea, Estados Unidos y Canadá) supone que Moscú se ha quedado sin cerca de la mitad de sus reservas para actuar contra las presiones deflacionarias de los mercados. Según la memoria económica del propio banco ruso, las reservas ascendían a finales de 2020 a unos 640.000 millones de dólares. Pero como ha explicado el alto representante para la Política Exterior de la UE, Josep Borrell, al bloquear al banco central ruso el acceso a estos activos, ha perdido la posibilidad de utilizar al menos la mitad de sus recursos en esta batalla.

Para evitarlo, el Banco de Rusia ha empleado más contramedidas. Entre otras ha intervenido en los mercados vendiendo divisas por más de 84.000 millones de rublos y ha permitido que las entidades rusas usen sin restricciones las dotaciones de capital que tenían que proveerse al conceder préstamos al consumo e hipotecas no garantizadas. Según Interfax, estos “colchones” ante impagos sumaban actualmente unos 733.000 millones de rublos (unos 6.000 millones de euros).

EMPRESAS:

El Banco Santander ha reclamado a Hacienda la conversión de otros 642 millones de euros por créditos fiscales para compensar pagos futuros, una cuantía que se deriva de las pérdidas cosechadas en 2020. La normativa fiscal española permite que las entidades financieras se anoten contablemente las pérdidas registradas en años anteriores que no pudieron deducirse y las incluyan en el balance como activos fiscales diferidos (DTA, acrónimo de defferred tax assets, en inglés). En realidad, se trata de derechos de cobro frente a la Administración, que los bancos se van deduciendo en los ejercicios siguientes.

“En la autoliquidación del Impuesto sobre Sociedades del ejercicio 2020, como consecuencia de las pérdidas incurridas en dicho ejercicio, el grupo fiscal consolidado en España ha consignado la conversión en crédito exigible frente a la Administración de activos monetizables por importe de 642 millones de euros. Esta declaración de impuestos está sujeta a revisión por parte de las autoridades fiscales”, explica el Santander en su último informe financiero.

Por acabar con una noticia más positiva, hay que señalar, que nunca en la historia las compañías cotizadas en la Bolsa española habían ganado tanto dinero como el pasado año 2021: 64.021 millones de euros. Los primeros ejecutivos han sacado pecho ante semejantes números. “Aumentan con fuerza los ingresos en todos los negocios”, destacó Ana Botín, presidenta del Santander; “Ha sido un año extraordinario”, subrayó Josu Jon Imaz, consejero delegado de Repsol; “Seguimos mejorando nuestra posición competitiva en los principales mercados”, enfatizó el presidente de Telefónica, José María Álvarez-Pallete.

La cosecha de resultados adquiere una dimensión aún más espectacular si se analiza de dónde venían las más de 120 empresas escrutadas. Exactamente, de un agujero negro que las llevó a perder 9.389 millones un año antes. ¿Cómo ha sido posible esta resurrección de las ganancias en un ejercicio como el de 2021 donde la pandemia estuvo aún muy presente, la crisis energética despertó la inflación y se produjeron cuellos de botella en las cadenas de suministro que ralentizaron el comercio mundial?

En el caso, por ejemplo, de Repsol, el precio del crudo, en máximos de ocho años, es combustible de alto octanaje para su cuenta de resultados. La petrolera se anotó el año pasado un beneficio neto de 2.499 millones de euros, por encima de las previsiones de los analistas y la mayor cifra desde 2010, un ejercicio aquel inflado por las plusvalías obtenidas por la venta parcial de su filial brasileña al gigante chino Sinopec. Solo en los tres últimos meses del año, la energética española ganó 560 millones, también más de lo que esperaba el mercado. La empresa deja atrás así las pérdidas de casi 3.300 millones sufridas en 2020, el peor ejercicio de la pandemia, y eleva en un 5% el dividendo. La deuda neta se redujo en un 15%, hasta los 5.762 millones de euros.

En 2021, sin plusvalías de ninguna clase, la división de Exploración y Producción voló como consecuencia de la elevada cotización del petróleo hasta obtener una ganancia neta ajustada de 1.687 millones.