El 1 de enero de 1999 nació el euro como moneda en la que se podía operar como dinero bancario (pagos con depósitos a la vista en euros), y dos años más tarde comenzó a circular como dinero legal (billetes y monedas). No es probable que vuelva a registrarse un periodo tan favorable para el conjunto de las economías del euro como el que disfrutado durante su primera década de existencia.
Sin embargo, en el lado negativo hay que resaltar el gran fallo cometido por los Gobiernos e instituciones: se concedió todo el protagonismo en la asignación de los recursos a los mercados, mirando las autoridades hacia otro lado cuando el endeudamiento privado alcanzó límites realmente insostenibles.
ESTADOS UNIDOS:
La creación de empleo en Estados Unidos se aceleró en 2011 gracias al impulso del sector privado, cada vez más dispuesto a contratar. La mayor economía del mundo cerró así el año con 1,64 millones de puestos de trabajo de nueva creación. Es casi el doble que los 940.000 empleos del año precedente. La tasa de paro bajó en el año del 9,4% al 8,5%, pero eso se debió en gran medida a que la fuerza laboral se contrajo (una menor población activa o población que se ofrece para trabajar).
El mercado de trabajo en EE UU acumula 15 meses de contratación neta positiva, a pesar del fuerte bache que sufrió en la primavera pasada, haciendo revolotear los fantasmas de la recaída en la recesión, y de la tensión creada por la crisis de la deuda soberana en Europa. Es una noticia relativamente buena para la Administración del presidente Obama al comenzar este año electoral, donde la economía y empleo serán el factor clave de confrontación por el control de la Casa Blanca.
Haciendo recuento, la Gran Recesión destruyó un total de 8,7 millones de puestos de trabajo entre febrero de 2008 y el mismo mes de 2010. A pesar de los casi 2,6 millones de empleos creados en los últimos dos años, el balance de lo que va de mandato de Obama (contando desde finales de enero de 2009) tiene un saldo negativo de 1,7 millones. Y lo que pase en 2012 dependerá de cómo evolucione la crisis de la deuda soberana en Europa, del efecto de los recortes presupuestarios y de la marcha del mercado de la vivienda.
El dato de diciembre sugiere que la economía de EE UU arranca el año con más fuerza de la esperada, tras crear 200.000 empleos netos, el doble que en noviembre y octubre. La lectura que se hace es que el consumidor, del que dependen dos tercios del crecimiento, parece capear mejor de lo esperado la anémica recuperación, y eso lleva a las empresas a ser más optimistas y contratar a más mano de obra. De hecho, el único que disminuye su empleo en este ciclo ha sido el Gobierno.
El sector privado sumó 1,9 millones de empleos en 2011. Como señalan desde el Economic Policy Institute, el indicador revela que se capeó bien el año. "Los datos muestran una mejora continuada. Es un paso en la buena dirección", señalan. Pero si se juntan los 5,8 millones de empleos que quedan aún por recuperar de la Gran Recesión con el incremento de la población, el déficit en el mercado laboral es de 10 millones de empleos, según sus cálculos.
Como indican desde el fondo PIMCO (Pacific Investment Management), "se necesita mucho más". Durante los últimos seis meses, se crearon una media de 142.000 empleos. Pero para que la tasa de paro caiga de forma sostenida a los niveles previos a la recesión, la economía debería crecer a un ritmo cercano al 5% anual y generar 250.000 empleos al mes durante cinco años. Es un ritmo de contratación que no se ve desde hace seis años (sin tener en cuenta el efecto de la contratación pública en las cifras anteriores).
Cuando Obama llegó a la Casa Blanca, prometió que con su plan de estímulos la tasa de paro no superaría el 8%. No solo se rebasó, sino que la Reserva Federal dice ahora que no bajará de ese nivel antes de que acabe 2013. Ningún presidente en Estados Unidos fue elegido para un segundo mandato con un desempleo tan alto. Y los analistas advierten que con la llegada del buen tiempo, el paro volverá a subir.
Al mes de diciembre, se contabilizaron un total de 13,1 millones de parados en EE UU. Eso equivale al 8,5% de la población activa, el nivel más bajo desde febrero de 2009. En diciembre de 2008, el último mes en el que el republicano George Bush estaba al frente de la nación estadounidense, el paro era del 7,3%. Unas semanas después subió el 7,8% y de ahí escaló al 9,9% en noviembre de ese mismo año.
El dato de desempleo no muestra la imagen completa. Analizando los detalles se constata que el primer problema está en el paro de larga duración (más de seis meses sin trabajo), que afecta a 5,6 millones de personas. El segundo, es la baja tasa de participación laboral, del 64%. Y el tercero, el estancamiento de los salarios. Esto explica que haya 2,5 millones de personas que están al margen de mercado laboral, que no buscan empleo de forma activa (caída anteriormente mencionada de la población activa debida al efecto desánimo).
Si a todos estos se le suman los 8,1 millones que se ven forzados a trabajar a tiempo parcial, por un recorte de la jornada laboral en sus empresas o porque no encuentran empleo a tiempo completo, la tasa de subempleo en EE UU es del 15,2%. Solo para absorber el incremento de la población se necesitan 125.000 empleos al mes. Con estos números, no son pocos los que se preguntan si la mejora de la tasa de paro vista en 2011 se sostendrá en 2012.
EUROZONA:
Hermán van Rompuy, presidente del Consejo Europeo, ha proclamado que "el euro no va a desaparecer"; "el euro es irreversible", Ha asegurado Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo (BCE), y el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Barroso, ha llamado a "hacer todo lo posible para salvar el euro".
Angela Merkel, ha reiterado que "si el euro fracasa, fracasa Europa", su acolito el presidente Sarkozy, aún más grave ha afirmado que "no habrá una segunda oportunidad" para salvar el euro.
La realidad es que el proyecto europeo se encuentra en una gravísima situación. La posibilidad de una explosión de la zona euro no es un hecho descabellado. El nacimiento del Banco Central Europeo sin un Tesoro Público común ha supuesto el gran obstáculo que, durante la Gran Recesión, ha dejado a Europa sometida a una enorme deficiencia. Frente a ello, Alemania ha impuesto la austeridad y, de momento, poco más.
Por encima de todo, los alemanes no quieren pagar las facturas del resto de Europa. Según Paul de Grauwe, del Centre for European Policy Studies (CEPS) "Berlín quiere que los demás paguen por sus pecados. Incluso los mejores economistas alemanes han sucumbido a esta nueva proclama. Y sin esa fuerza motriz que ha sido Alemania durante tantos años, la integración europea está en punto muerto".
En realidad, respecto a la crisis de la deuda soberana no hay acuerdo sobre la reestructuración de Grecia, mientras que España e Italia se enfrentarán a mayores necesidades de refinanciación en 2012. La cumbre de Jefes de Estado de diciembre no logró una verdadera unión fiscal y las tensiones con Reino Unido se han acrecentado.
Los sucesivos fracasos de las repetidas pruebas de resistencia efectuadas al sistema bancario, indican que nadie conoce cuál es su situación real. Solo sabemos, como recordaba hace pocos días un alto funcionario del BCE, que "desde hace meses el crédito está paralizado". En un sistema económico basado en el crédito esa circunstancia es letal.
No es un asunto de ciencia ficción la salida de un Estado del euro. La prueba es que los bancos han estado simulando la situación, para cuantificar sus efectos devastadores. Ansgar Belke, del prestigioso instituto alemán DIW, es rotundo: "Los costes del peor de los escenarios (una ruptura de la zona euro, que sería una especie de día del juicio final) son demasiado grandes para ser cuantificados".
La crisis europea se desencadenó por la incapacidad de la Unión Europea para solucionar los problemas de Grecia (una economía que equivale al 2% del PIB europeo). Ganadas las elecciones, el Gobierno socialista de Atenas descubrió en octubre de 2009, que el déficit real de ese año era del 12,7% del PIB (el triple de lo declarado por el anterior Gobierno conservador), y los intereses de la deuda helena se dispararon.
Al no encontrar la Unión Europea una solución, el mal griego se fue contagiando a otros países como Portugal e Irlanda, que tuvieron que afrontar costes de financiación de sus deudas crecientes. Durante la primera década del euro, prácticamente toda Europa pagaba lo mismo por su deuda: a partir de la crisis griega resurgieron las primas de riesgo, que reflejan el sobrecoste que pagan los países menos fiables para financiar su deuda con respecto a Alemania.
Mientras la situación se iba pudriendo, el coste de la prima de riesgo griega se disparaba. Ángela Merkel, pendiente de sus elecciones en Renania del Norte-Westfalia y conocedora de lo impopular que era la ayuda a un país que había hecho trampas, fue manteniendo una actitud ambigua que oscilaba entre ofrecer fondos con durísimas condiciones y amenazar a los países con déficits desbocados con la expulsión del euro.
La situación estalló en mayo de 2010, en medio de una crisis bursátil internacional que despertó la alarma en Estados Unidos y China. La UE y el FMI acordaron conceder una línea de préstamos de 110.000 millones a Grecia. Pero la ayuda llegaba tarde, era muy cara y a muy corto plazo. A ese remiendo para Grecia se le han superpuesto sin éxito, varios parches.
En esa fecha se aprobó el primer fondo de rescate temporal, que debía ayudar a los países con dificultades con 440.000 millones de euros. Otro fracaso: sólo fue una proclama ya que su capacidad real era inferior. Al final, el BCE se ha hecho con las riendas, pero con considerables dudas, respecto a sus recursos para afrontar casos como el italiano y el español.
También en ese mes, el BCE comenzó a comprar deuda de países en dificultades. Aunque muy comedidamente, hasta ahora ha sido la única medicina posible, habiendo adquirido deuda de Grecia, Irlanda, Portugal, Italia y España por 211.000 millones.
Comparadas con las de la Reserva Federal en Estados Unidos o del Banco de Inglaterra en el Reino Unido son compras de poco volumen. Frente a esta circunstancia, destacados economistas vienen reclamando una acción mucho más fuerte. Según De Grauwe: "solo el BCE puede parar el contagio. Detener la crisis requiere una revisión fundamental de las instituciones de la zona euro. Y la parte más importante es asegurarse de que el BCE asumirá toda la responsabilidad como prestamista de última instancia en el mercado de bonos".
Por otro lado, no debemos olvidar que una de las causas de fondo de la crisis el tamaño descomunal de una banca, que ha acumulado pérdidas en sus operaciones especulativas, primero en Estados Unidos (con las hipotecas subprime) y después en Europa, con sus burbujas inmobiliarias y otros riesgos.
La Comisión encargó a un grupo de expertos el diseño de un sistema de supervisión bancaria a escala europea. Su propuesta inspira la creación de tres autoridades en materia de banca, Bolsa y seguros. Pero las reformas del sistema financiero van muy lentas y también son de escaso calado.
La verdad es que se sabe poco, por no decir casi nada, de la situación de los bancos. La primera prueba de resistencia, en julio de 2010, fue un fiasco. Se analizaron 91 bancos, suspendieron siete y las necesidades de capital fueron mínimas: inmediatamente después se hundieron los bancos irlandeses. Un año después se repitió el error: en julio de 2011 suspendieron ocho entidades, cinco de ellas españolas, y se detectó un agujero de 2.500 millones.
Un mes después, el FMI lanzó una cifra ocho veces mayor al apuntar que las necesidades reales de la banca europea son de 200.000 millones. Bruselas arremetió contra el FMI, pero al final Europa acabó admitiendo que ese dato es razonable.
La exigencia de Merkel, secundada por Sarkozy, de que los bancos deben asumir parte del coste de la crisis, es calificada por muchos analistas señalando que “tiene tanto de sentido justiciero como de infantil”. A primera vista, todo el mundo está de acuerdo con Merkel en que los bancos cargasen con parte de las pérdidas, sobre todo si se piensa que son quienes más responsabilidad tienen en lo ocurrido. Pero la situación bancaria está tan deteriorada que los bancos no pueden asumir la más mínima carga (Trichet, el mejor conocedor de la situación, se opuso radicalmente a esa ingenua propuesta).
La idea de Merkel implica que los tenedores de bonos (los bancos que los han adquirido) paguen una parte de la pérdida de su valor. Eso equivale a reconocer que los propios Estados le dicen a los bancos que la deuda que emiten no vale lo que efectivamente dice el título. Este mensaje fue el que provocó la caída de Irlanda, cuyos bancos recibieron el último empujón hacia el abismo. A finales de noviembre de 2010, la UE y el FMI tuvieron que salir al rescate de Dublín con una ayuda de 85.000 millones.
A Europa la están aniquilando los intereses nacionales, ya que uno de los efectos más perversos del creciente protagonismo del directorio germanofrancés (antiguamente se citaba como francogermano) es que ha acabado por anular a las instituciones europeas, especialmente a la Comisión. Merkel y Sarkozy pretenden obtener réditos políticos con la vista puesta en las elecciones de 2012 (Francia) y 2013 (Alemania).
Quizá uno de los errores más graves fue el asumido en la cumbre de Deauville (mayo de 2011), donde el Consejo Europeo acordó modificar el Tratado de la UE para establecer un fondo permanente: el llamado Mecanismo Permanente de Estabilidad (MEDE).
En ese mecanismo se señala la manera en que los tenedores de bonos tendrán que asumir pérdidas en futuras reestructuraciones. La propuesta no ha hecho más que alimentar la inestabilidad en los mercados (algunos analistas la tildan como similar a “verter gasolina en un incendio”). Los tenedores de títulos públicos solo piensan en deshacerse de ellos y solo están dispuestos a adquirirlos si es con mayores intereses. La presión se llevó por delante a un tercer país, Portugal, que en mayo de 2011 debió ser rescatado con 78.000 millones de euros.
Y Alemania “erre que erre”, Merkel no ha dejado de señalar que “la crisis es una oportunidad", que en versión europea consiste en dar “otra vuelta de tuerca”: el Consejo Europeo de marzo aprobó otra de las pretensiones de Alemania: el pacto del euro. Ya no se trata de establecer el máximo rigor en las cuentas públicas, sino que se exige a los Estados de la UE un control de los salarios, la productividad, los acuerdos de fijación de salarios, las pensiones…
Cada vez son más las voces que señalan, que al aplicarse en todas las economías a la vez, son recetas en la dirección equivocada. Daniel Gros, director del CEPS (Centro de Estudios Políticos y Sociales), afirma que “es un error considerar que los excesivos déficits son la causa de la crisis". En la zona euro el déficit público agregado es del 4% del PIB, muy por debajo del 10% de Estados Unidos. En su opinión, "el problema es la distribución de los ahorros dentro de la eurozona. Hay un exceso de ahorro al norte de los Alpes; la reticencia de los ahorradores del Norte a invertir en la periferia es la raíz del problema". Señala que "eso se podría resolver si el BCE se convirtiera en comprador de última instancia de la deuda rechazada por los mercados". El BCE como salvador, una vez más, pero Alemania se opone aduciendo la necesidad de reglas eficientes para recuperar la confianza que necesita Europa.
Cabe citar aquí al Nobel Paul Krugman que suele recelar de quienes se empeñan en reclamar austeridad para convocar al “hada de la confianza” de los mercados, cuya varita mágica no termina de aparecer.
Todas las propuestas anunciadas están basadas sustancialmente en la austeridad y la desregulación laboral, y la realidad es que no han logrado detener el deterioro de la situación económica.
A mediados de año pasado el FMI comenzó a señalar que Grecia no podría cumplir. En junio el contagio llegó a España e Italia, dos grandes economías. La aparente solución llegó en el Consejo de julio. Se acordó un nuevo plan de rescate para Grecia de 109.000 millones. Se anunció que el sector privado contribuirá con otros 50.000 millones, con una fórmula que nunca quedó del todo clara: la banca dejó de ganar un 21% en los bonos que poseía, aunque en realidad las pérdidas fueron muy inferiores al 10%. Eso sí, se reconoce que el programa anterior era insoportable, se rebaja el interés de los préstamos al 3,5% y se alargan los plazos de devolución a 30 años.
Al mismo tiempo, se potenció el Fondo Temporal de Rescate y se le facultó para recapitalizar a los bancos, comprar deuda en los mercados secundarios y ayudar a países de forma preventiva. Todo parecía resuelto, pero la tormenta financiera de agosto echó por tierra esas esperanzas.
Fue de nuevo el Banco Central Europeo el que salvo la situación: reanudó la compra de deuda para evitar un desastre, aunque eran y son compras condicionadas. Igualmente, Trichet envío cartas a Madrid y Roma con serias exigencias. El resultado fue que Italia anunció un duro plan de ajuste y España una reforma exprés de la Constitución, que implica la cuasi eliminación del déficit.
Los efectos fueron prácticamente nulos: en septiembre, Barroso alertó de que la UE se enfrentaba a la mayor crisis de su historia.
Durante octubre, de madrugada “in extremis”, los líderes reconocen que Grecia no tiene solución si la banca no asume mayores pérdidas. Al mismo tiempo, se reconoció que el FMI tenía razón, necesitándose una capitalización bancaria mayor. La capitalización, en cualquier empresa, es necesaria cuando las pérdidas han eliminado o esfumado los fondos propios, por lo que esa empresa está en una situación de quiebra o insolvencia debida a las pérdidas sufridas.
En ese Consejo, Europa decidió que había que romper un círculo vicioso: el de los bancos a los que los Estados deben rescatar, lo que agrava la situación fiscal de las haciendas, y que a su vez provoca una devaluación de la deuda pública (mayores pérdidas) que penaliza a los balances de los bancos, que a su vez precisan un nuevo rescate (mayores pérdidas), y así sucesivamente...
Supuestamente, comenzaron a resolverse los problemas. Hubo avances, pero la realidad es que se resuelve poco: las cifras que precisa la banca empiezan a parecerse a la realidad (algo más de 100.000 millones de euros), pero está por ver cuál será la aportación pública. Los bancos asumen una quita del 50% de la deuda griega y la aportación de la UE al segundo rescate de Grecia ascenderá a 130.000 millones, pero se desconoce cuál será la participación del FMI. También se acuerda potenciar el fondo de rescate, pero confiando en que chinos, brasileños y otros emergentes echen una mano. Demasiados peros… La conclusión de la cumbre es la misma que en ediciones anteriores, “solemnes acuerdos a cumplir, sin detallar compromisos”.
Lo más inquietante es que estos acuerdos cada vez tienen menos credibilidad: no se cumplen, se contradicen o se corrigen como si nada. Sin embargo, la situación es peor ya que la Comisión ha pronosticado que Europa estará al borde de la recesión en 2012. Italia ya ha recaído, y España está en esa senda.
Los mercados, que antes pedían recortes, ahora empezarán a pedir crecimiento. Olivier Blanchard, economista jefe del FMI, describe esa paradoja aludiendo a "inversores esquizofrénicos". Los doctores del Medievo creían que sangrando a sus pacientes se les podía curar: el efecto era el contrario, una mayor debilidad.
"Los mercados reaccionan positivamente a un mayor control del déficit, pero después negativamente cuando eso lleva a un menor crecimiento, lo que a menudo sucede", avisa el prestigioso Blanchard.
El 9 de diciembre los líderes europeos vuelven a reunirse para intentar detener la sangría. Empieza a imponerse la solución final: el trasfondo es que Alemania acepte un mayor protagonismo del BCE en la compra de deuda o la emisión de eurobonos a cambio de un pacto fiscal más estricto.
Los líderes acuerdan más unión fiscal, pero de momento el BCE no reacciona. La gran sorpresa fue la ruptura con el Reino Unido, que exige importantes salvaguardas para la City.
Ello supondrá un nuevo acuerdo internacional; es decir, un Tratado para reforzar la disciplina fiscal de la zona euro, abierto a los demás países. Lo más importante es que se pacta una importante rectificación: los bancos no participarán en las pérdidas de la deuda. Se proclama que Grecia es un caso excepcional. Pero tampoco esto queda del todo claro porque se decide seguir los criterios del FMI, que no excluyen esta posibilidad.
El año 2012 se ha cerrado con una Europa más dividida que nunca. Ahora la tarea es acordar, en los primeros meses de 2012, dos tratados internacionales: uno para concretar el pacto fiscal de la zona euro y otro para activar el mecanismo permanente de ayudas.
Mientras la banca sigue sin dar créditos, la Unión Europea se encuentra en una auténtica situación de deriva intergubernamental, con la Comisión y el Parlamento como convidados de piedra.
Una banca paralizada, mientras los demás asistimos esperando a ver si los últimos y multimillonarios auxilios sirven para animar a las entidades a volver a prestar: de lo contrario el estancamiento será muy doloroso.
A ese sombrío horizonte se suma un lío de reformas institucionales de consecuencias impredecibles. Y ni una sola decisión para desencallar el crecimiento y el empleo en una UE pilotada por unos líderes que sólo creen en la austeridad y disciplina ortodoxas, a pesar de los fracasos recogidos especialmente en Grecia y Portugal.
Desgraciadamente, la posibilidad de ruptura, o de una implosión europea, ya no es imposible. La falta de un Tesoro Público común, y una Alemania y Francia que han anulado a las instituciones europeas parecen dibujar un panorama donde la falta de empleo y de crecimiento van camino de ser un problema crónico.
Por su parte el Reino Unido ha conseguido retener por el momento la máxima calificación de su deuda (triple A), pero el drástico recorte de las perspectivas de crecimiento y el incremento de la deuda y el déficit públicos amenazan por primera vez con rebajar ese baremo de solvencia. Ese es el diagnóstico del informe anual de Moody's, una de las tres grandes agencias de calificación crediticia, que también advierte sobre el menguante margen de maniobra de la economía británica ante las crisis en la eurozona.
El Gobierno del conservador David Cameron afronta "desafíos formidables y crecientes", cuando las previsiones de crecimiento han sido revisadas a la baja tanto este año (desde el 1,7% al 0,9%) como el próximo (del 2,5% al 0,7%), mientras que las cuentas públicas registraban un inesperado empeoramiento a pesar de las radicales medidas de ahorro.
Aunque Moody's ha destacado en el fiel positivo de la balanza la competitividad de la economía británica, la flexibilidad de su mercado y la fortaleza de sus instituciones, alerta al mismo tiempo sobre la disminuida capacidad del país para encajar "nuevas sacudidas económicas y fiscales" y los riesgos procedentes de la zona euro.
El déficit de Reino Unido, que supera el 10% de PIB y supone el tercer peor registro entre los socios de la Unión Europea (solo por detrás de Irlanda y Grecia), sumado a una deuda pública en torno al 80% del PIB, componen una situación muy preocupante.
Hasta la fecha, las agencias de calificación de riesgo habían considerado que la economía británica tenía capacidad para mantenerse al margen del riesgo de contagio de los problemas de la eurozona, pero el informe anual de Moody's ha puesto el acento en su vulnerabilidad.
ESPAÑA:
Que el nuevo ministro de Economía, Luis de Guindos, haya ofrecido al diario británico Financial Times (referente en el mundo financiero europeo) la primera entrevista a un medio de comunicación escrito es un signo de los turbulentos tiempos que vive la economía española. Como lo es que el Gobierno de Mariano Rajoy, en apenas una semana, haya anunciado un ajuste presupuestario de 15.000 millones de euros, tan drástico como el que estigmatizó al Ejecutivo de su antecesor, José Luis Rodríguez Zapatero. Más aún, se da por descontado que nos espera otro ajuste aún mayor a la vuelta de la esquina (después de las elecciones autonómicas en Andalucía, el próximo mes de marzo). Todo ello contribuirá a agravar la recesión y el paro.
Se trata de una apuesta arriesgada: la sucesión de ajustes presupuestarios empujan a otra recaída, sobre todo si el consumo privado sigue bajo cero y el dinamismo exportador renquea por el frenazo de la economía mundial. Y eso puede volverse como un bumerán contra los objetivos del Gobierno. "La experiencia del año pasado en toda Europa confirma que los recortes agravarán la recesión. Es una ilusión esperar los efectos supuestamente expansivos del ajuste fiscal, sobre todo con los niveles actuales de endeudamiento privado, la incertidumbre por las cifras de paro y el contexto europeo. Y lo peor es que esto hace imposible a la vez cumplir unos objetivos tan poco realistas de reducción del déficit.
El nuevo Gobierno del PP justificó su primer paquete de medidas (9.000 millones de recorte de gasto, 6.000 millones por subidas de impuestos) precisamente en el desvío "inesperado" del déficit público en 2011, del 6% al 8% del PIB. Y, en buena medida, el mecanismo de retroalimentación entre ajuste público y falta de crecimiento ya se ha puesto en marcha: los ingresos públicos flaquean por la caída de la actividad, muy acusada tras el recrudecimiento de la crisis financiera el pasado verano; y la promesa de nuevos ajustes se notará más pronto que tarde en las previsiones económicas de los expertos.
Según el Instituto Flores de Lemus de la Universidad Carlos III, "estas medidas y las que muy probablemente se recojan en la presentación de los Presupuestos, a finales de marzo, van a tener un efecto contractivo sobre el crecimiento, sobre todo a corto plazo". Entre los 18 servicios de estudios españoles que elaboran previsiones periódicas sobre el futuro más próximo, la Fundación de Cajas de Ahorros (Funcas) fue la más pesimista, aun cuando su vaticinio sobre el déficit para el año pasado se quedó en el 7,5%. A finales de noviembre, Funcas ya auguraba una recaída en toda regla, con un retroceso del 0,5% este año y una tasa de paro del 23%. En estos momentos, es posible que esa previsión se quede corta.
"Nuestra primera reacción fue mandar un mensaje muy claro del compromiso del Gobierno con la consolidación presupuestaria", justificó Luis de Guindos en la entrevista con Financial Times tras referir el desvío del déficit. El diario británico le insistió sobre el efecto depresivo en el crecimiento del nuevo ajuste. Un dilema al que el nuevo ministro de Economía replicó con la promesa de una "agresiva agenda de reformas estructurales" para incentivar el crecimiento a medio plazo. Y, también, con una restricción definitiva, que España tiene las manos atadas: "Ante los mercados, no podemos permitirnos decir que no vamos a hacer una política fiscal ortodoxa".
La estrategia es que, una vez que la Administración haya hecho lo que está en su mano para estabilizar la prima de riesgo que determina el coste de financiación del sector público, y por extensión, del conjunto de la economía española, entren en funcionamiento reformas (financiera y laboral) para reabrir el grifo del crédito y facilitar la creación de empleo.
La prima de riesgo -el diferencial del interés que paga el bono español con el rendimiento del título alemán- apenas se inmutó tras el doble anuncio del desvío del déficit y del nuevo programa de ajuste. Desde que el Banco Central Europeo concediera, en diciembre, un masivo préstamo a tres años a las entidades financieras de la zona euro, la tensión se había rebajado, hasta el punto de dejar la prima de riesgo española en los 320 puntos básicos. Sin embargo, a principios de este enero, se acercaba otra vez al nivel de los 400 puntos básicos.
El riesgo de la apuesta por los recortes acecha en los propios mercados, que parecen alabar la austeridad, pero también castigan el bajo crecimiento (realmente es lo que cuestiona la capacidad de pagar la deuda).
Según Santiago Carbó, catedrático de Análisis Económico de la Universidad de Granada "El juego es perverso, pero el ajuste parece inevitable porque cuando los socios europeos han acordado caminar en esta dirección, no hacerlo puede tener consecuencias más graves a corto plazo. Los mercados, en estos momentos, no van a valorar un crecimiento sin sostenibilidad fiscal". Añadiendo: “creo que es un error no intentar compatibilizar consolidación fiscal con políticas de crecimiento, pero el núcleo duro de la Unión Europea, con Alemania a la cabeza, no está por la labor".
La consolidación fiscal llevará, ahora, a más recesión. Y eso tendrá su efecto sobre lo que se pueda recaudar con el recargo temporal al IRPF (el tipo marginal pasa del 45% al 52%, con recargos, progresivos, en todos los tramos) o el aumento de la tributación por rendimientos del capital. Pero es muy difícil cuantificar en qué medida se verán comprometidos los objetivos de recaudación, y tampoco se sabe si el Gobierno ha tenido en cuenta esta posibilidad en su cálculo, que apunta a un ingreso superior a los 5.000 millones por estas dos medidas.
Pese a que el nuevo Gobierno central justificó su ajuste presupuestario por el desvío en el déficit público, más de la mitad de ese desfase corresponde a las comunidades autónomas, que habrían sobrepasado con creces el límite del 1,3% del PIB que se les adjudicaba como déficit conjunto en 2011. Con una de sus principales vías de ingreso cegada (los impuestos relacionados con la deprimida actividad inmobiliaria), las comunidades ven ahora también limitado el recurso a subir los tipos en el tramo autonómico del IRPF, una iniciativa en la que el Gobierno les ha ganado -Cataluña o Asturias ya lo hicieron la pasada legislatura- por la mano. Si igualaran el incremento adoptado por el Gobierno, los tipos máximos se irían al 59%, una medida con un coste político significativo.
A los gobiernos autonómicos se les presenta un 2012 endiablado. En las comunidades más endeudadas, el acceso a los mercados financieros es cada vez más estrecho. Además, este año tienen que devolver unos 5.000 millones al Gobierno central por los ingresos que recibieron de más en 2008 y 2009 del sistema de financiación autonómica. Los barones del PP han reclamado ya a Rajoy un aplazamiento de estos pagos.
El único camino que se deja a las comunidades es el del tijeretazo al gasto. La cura de adelgazamiento en la Administración autónoma y su sector empresarial, que habían crecido a buen ritmo en los últimos años, tiene un recorrido limitado. Más de dos tercios del gasto autonómico se destina a sanidad, educación y políticas sociales, que concentran buena parte del empleo público y de la apuesta política por el Estado de bienestar. La precaria situación financiera de las comunidades sirve para justificar recortes apresurados y cuantiosos.
Para el catedrático de la Universidad de Barcelona, Josep Oliver, Cataluña ha tomado ya medidas muy contundentes en educación y sanidad, y señala que más importante que el impacto directo en el crecimiento económico y en el empleo, es el efecto de estas medidas en la confianza. "La percepción de estar en crisis es mucho más acusada en Cataluña que en el resto de España", afirma.
De las medidas de gasto que ha adelantado el Gobierno -congelación de salarios y plantilla para los funcionarios, recorte en 9.000 millones de las partidas ministeriales-, lo que más llama la atención de los analistas es el reiterado (otra similitud con el anterior Gobierno socialista) tijeretazo a las políticas de apoyo a la investigación científica y a la innovación empresarial.
Tras la decisión del Gobierno hay mucho de cálculo político. El nuevo Ejecutivo pretendió dar contenido a la máxima de que "los que más tienen, tienen que aportar más", con recargos crecientes según los tramos de renta en el IRPF y una mayor tributación al capital. El mensaje se complementó con otras medidas para "proteger a los más débiles", como la subida del 1% en las pensiones o la prórroga de la ayuda de 400 euros para los parados que agostaron la prestación. El resultado es que el peso del aumento de la recaudación recaerá en las clases medias. Además, Rajoy se significó personalmente contra la última alza del IVA (del 16% al 18%), el impuesto indirecto con mayor potencial recaudador, cuando fue aprobado por el Gobierno socialista a mediados de 2010.
La composición del paquete fiscal divide a los expertos. "Subir el IRPF me parece una insensatez. España tiene una imposición elevada sobre las rentas del trabajo y el capital, si las comparamos con nuestros vecinos, en cambio tiene un IVA aún bajo. Se debería haber subido el IVA antes que los tipos a las rentas del trabajo. Las distorsiones causadas por tipos impositivos al trabajo tan altos son tremendas, y más en una situación de depresión del mercado laboral como el que nos encontramos", apunta Juan Rubio-Ramírez, profesor de la Universidad de Duke (EE UU) e investigador de Fedea, que también carga contra la reinstauración de la deducción por adquisición de vivienda.
El profesor Oliver plantea que "si bien la orientación no le ha parecido mal, echa en falta un impuesto a las grandes fortunas, cambios en la tributación de las Sicav y pactar con las comunidades la recuperación del impuesto de sucesiones". Añadiendo que si “las 10 mayores empresas del Ibex soportaran realmente el tipo teórico del 30%, y no el 16% real (por las deducciones que disfrutan) en el impuesto de sociedades se recaudarían 5.000 millones más".
La gran mayoría, ve como muy posible que el Gobierno instrumente nuevas subidas en impuestos especiales o en el IVA, dado el desafío presupuestario. El alza del IVA a cambio de recortes en las cotizaciones sociales sería un paso más en la ortodoxia fiscal que abandera el ministro Guindos (el FMI y la OCDE han recomendado varias veces a España que tome esta medida), aunque la precaria situación de la Seguridad Social, que acaba de encajar el primer déficit desde los años noventa, no lo pone fácil.
El principal problema no es precisamente el elevado endeudamiento público, sino el contraído por el sector privado en la larga década de expansión que concluye al final de 2007: las más endeudadas son las empresas, vienen luego las familias y, por último, las Administraciones Públicas (según cifras del Fondo Monetario Internacional, la deuda bruta de las Administraciones Públicas representa el 67% del PIB; la de las familias, el 87%, y la de las empresas, el 192%).
Destacar el resultado adverso de la contracción fiscal no significa que el nuevo Gobierno español tenga otras opciones de política económica. Políticas alternativas conducirían a la manifiesta indefensión ante eventuales desplomes en el precio de los bonos públicos y ampliaciones en la prima de riesgo. La contrapartida al ajuste que se inició el 9 de mayo de 2010 son los eventuales apoyos comunitarios, incluido el acceso a fondos de rescate, como en el caso de los tres países que los requirieron cuando se inició la crisis de la deuda soberana en la eurozona.
Al recorte de gastos e inversión el Gobierno incorporará, según anunció en el último Consejo de Ministros, un plan de lucha contra el fraude fiscal y una racionalización de organismos y entes empresariales de naturaleza pública. Son decisiones razonables, en cierta medida ya enunciadas por el anterior Gobierno. Menos importancia tiene la imposición sobre los inmuebles o la recuperación de la desgravación sobre la adquisición de la vivienda habitual: la demanda de vivienda depende más de la renta de las familias y del crédito que de incentivos fiscales dudosos.
Relacionado con todo lo anterior, se ha sabido que la renta “per cápita” de los españoles se ha seguido degradando en 2010 en relación a sí misma, pero también, y esto es más preocupante, respecto de la media europea. En 2010, según los datos de la Oficina Estadística Eurostat, se situó ocho puntos por debajo de la media de los 17 países de la eurozona y exactamente en el promedio de los 27 de la UE. Al inicio de la crisis, en 2007, la riqueza per cápita había convergido al alza, al situarse en el 105% y aún mantuvo el año siguiente un resultado superior al promedio, el 103%. Solo Grecia e Italia han exhibido peor recorrido. Por un lado, los países más prósperos resisten mejor. Por otro, los recién llegados del Este han aprovechado bien las ayudas europeas y los incentivos a su modernización.
Las explicaciones del específico retraso de la economía española (que, sin embargo, no anula los enormes progresos en convergencia registrados desde que se incorporó a la Europa comunitaria en 1986) son evidentes: la enorme tasa diferencial de paro y la brutal contracción del sector de la construcción, antiguamente motor del crecimiento.
Al mismo tiempo, los servicios de estudios que realizan predicciones sobre la economía española apuntan a la recesión para parte del estrenado 2012, con las consiguientes dificultades para cumplir los objetivos de reducción del déficit público.
MERCADOS:
Tras dos años consecutivos de retrocesos, el Ibex 35 ha llegado a perder casi todo lo ganado en la reacción alcista del año 2009, cuando el indicador llegó a subir el 82%. El pasado mes de septiembre marcó mínimos en 7.505 puntos, perdiendo desde enero el 23,8%. El cuarto trimestre ha permitido reducir la pérdida anual al 13,11%. A pesar de ello, de los 115 valores más negociados, sólo 21 han cerrado el ejercicio con ganancias.
Respecto al mercado de automovilístico, hay que señalar que la venta de coches (uno de esos termómetros tradicionales de la economía de un país, de su consumo y de la confianza de los ciudadanos en la marcha de las cosas), y que fue un símbolo de la euforia, con récord histórico de ventas, lo es ahora del declive.
La situación del año que se ha cerrado es muy mala: un presente aciago, y un futuro sombrío. España acabó el año pasado con 808.059 matriculaciones, lo que supone una caída de casi el 18% respecto al ya negativo ejercicio anterior y la cifra más baja desde 1993, según los datos hechos públicos por las patronales de fabricantes (Anfac) y de vendedores (Ganvam).
Las familias lo han pasado peor que las empresas, ya que las ventas a particulares cayeron más que el global del sector, un 33,6%, mientras que subieron para las empresas y los alquiladores (un 6% y un 4%, respectivamente), lo que contuvo el golpe. De hecho, las compras de los particulares han perdido peso en el conjunto, ahora representan el 48% del total de ventas, cuando en 2007 eran el 60% del total.
Los cinco millones de parados, la reducción de salarios y la sequía crediticia han estado castigando a este mercado, que desde que comenzó la crisis solo logró mejorar sus ventas en 2010, gracias al potente plan de ayudas públicas a la compra de coches. Digerido este efecto, y con la subida del IVA a mediados de aquel ejercicio, los concesionarios volvieron a sufrir para vender, pese a que en diciembre pasado la caída de ventas se moderó hasta el 3,6%.
La matriculación de automóviles lleva ya tres años por debajo del millón de unidades, una cifra que la industria considera la barrera simbólica bajo la cual el negocio, en España, va mal. En 2012 quedará incluso por debajo de esos 800.000, cuando, para Anfac, el mercado potencial español sería de 1,3 millones de matriculaciones al año, por debajo de aquellos 1,6 millones de unidades anuales que se vendían en el dorado periodo 2004-2006.
Pero, en medio de las cifras negativas, hay un segmento que va muy bien y que acaba de cerrar un año espectacular: el del lujo. En 2011 se vendieron 2.456 de la gama más alta (de a partir de 65.000 o 70.000 euros), lo que supone un salto de hasta el 83%.
Las ventas de Porsche, por ejemplo, subieron un 17%, y el modelo Cayenne se disparó un 42%, con 1.207 unidades.
Aparte de los automóviles de lujo, solo mejoran las ventas de los monovolúmenes grandes (11% más) y los todos terrenos pequeños (22%), pero se hunden en el resto.
¿Por qué le va mejor al coche más caro de todos? desde Anfac explican que hay un efecto estadístico claro, el salto porcentual es mayor cuanto menor es la cifra absoluta de la que parte, y esos casi 2.500 coches son apenas un 0,3% del total del mercado español. También ocurre que el comprador del coche de lujo tiene mayor poder adquisitivo y no sufre igual la crisis que el resto y, además, la época de crisis aún le puede beneficiar porque aprovecha las ofertas propias de este momento.
Pero eso le ocurre a pocos, muy pocos españoles y los empresarios piden ayudas públicas para animar las compras. La patronal de los fabricantes acercó el foco al asunto de los ingresos fiscales. "Hemos estimado que en 2011 se dejaron de ingresar cerca de 450 millones de euros por la recaudación en la imposición directa en la compra de automóviles", apuntó Arancha Mur, la directora económica de Anfac.
Finalmente, en relación al mercado del petróleo hay que señalar que el petróleo se encarece, lo que unido a la depreciación del euro en el mercado de divisas, complica aún más la salida de la crisis.
La cotización de la moneda europea ha llegado a estar en 1,27 dólares (el nivel más bajo desde septiembre de 2010). Esta caída y las tensiones con Irán llevaron al precio del petróleo calculado en la divisa europea a su cota más alta desde mediados de 2008, cuando las materias primas vivieron la mayor subida de precios en décadas. El barril de Brent llegó a cotizar a 88,7 euros (112 dólares), un precio solo superado por el máximo histórico del 3 de julio del año 2008
Ni siquiera en plena escalada revolucionaria en los países árabes, en 2011, el coste del petróleo tuvo este impacto calculado en la divisa europea. Un crudo petrolífero caro en época de bonanza es mala noticia, pero en situación de crisis es pésima noticia. Eleva los precios, afecta negativamente al crecimiento, y encarece nuestras importaciones.
La prima de riesgo de España, que es el sobreprecio que paga el Tesoro por sus bonos a 10 años respecto a la referencia de Alemania, ha llegado a estar a principios de enero en casi 400 puntos (385 puntos básicos o 3,85 puntos porcentuales de diferencial. Los planes del Gobierno no han calmado a los mercados y la prima ha ganado 55 puntos en la primera semana del año. Los bonos españoles se venden en el mercado a un interés del 5,6%, frente al 1,8% de Alemania, aunque por debajo del 7% que se exige a Italia, cuya prima ha llegado a principios de este año a 527 puntos.
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