La crisis sanitaria y
económica causada por el Covid-19 está trastocando a las
economías de todo el mundo. El tejido empresarial y toda la población laboral
está en serias dificultades. Pero es que, además, está acelerando
vertiginosamente el uso de la automatización (digitalización, inteligencia artificial, robótica...) el
teletrabajo, etc. Todo ello va a afectar a la ocupación, desempleo, ingresos
salariales, y formas de trabajo posibles.
Según un estudio del Foro
Económico Mundial, la robotización, va a estar mucho más presente en las
empresas. Según el informe, la recesión económica y la pandemia, alertan de que,
en 2025 –dentro de cinco años- el trabajo se repartirá al 50% entre humanos y
robots.
Es muy difícil prever las
repercusiones sociales de todo tipo que tendrá la crisis que estamos
padeciendo, cuya duración en el tiempo es incierta.
Si bien la automatización
ya estaba presente en nuestro quehacer diario, las máquinas y algoritmos están
adquiriendo un protagonismo relevante, lo que nos obliga a replantearnos el
empleo, las relaciones laborales y la legislación.
Se perderán empleos, pero
también van a aparecer nuevas oportunidades. Realmente, no existe consenso
respecto a los efectos a medio y a largo plazo de la automatización y, general,
todas estas nuevas formas del trabajo. Históricamente, cada avance tecnológico ha
supuesto la aparición de empleos especializados que generan nuevos puestos de
trabajo, pero, es indudable que también ocasionan la perdida de cuantiosos
empleos.
El avance se está
produciendo a tal velocidad, -se podría hablar de aceleración vertiginosa-, que,
sin duda, implica importantes cambios en el mercado laboral. Existe
preocupación por aquellos trabajadores que realicen tareas menos complejas.
Mientras que, por el contrario, pueden resultar más favorecidos aquellos que
tengan una mayor cualificación y nivel de estudios. Personalmente pienso que
afecta a todo tipo de trabajos, quizás más a los que sean más repetitivos.
Estudiando las
repercusiones que, históricamente, han tenido los avances tecnológicos,
sobrevivirán aquellos que mejor se adapten a los cambios e, incluso, sean
capaces de reinventarse.
Si nos centramos en la
robótica, no todos los puestos de trabajo son susceptibles de automatizarse.
Sin duda, lo que llaman trabajos “predecibles” (más repetitivos) tienen mayores
posibilidades de automatización. Pero ocurre que también se está produciendo la
sustitución por la automatización de trabajadores tradicionales en otros
empleos de mayores sueldos. Ocurre especialmente entre analistas de datos
y especialistas financieros: los ordenadores son insuperables recopilando y analizando información.
De forma que, con los algoritmos adecuados, un solo ordenador puede suplir
varios cientos de horas de trabajo de un analista. Ya en entornos como Wall
Street es cada vez más común que esta labor esté en manos de estas nuevas tecnologías,
que están suplantando al trabajo de una persona individual que tiene un sueldo
muy elevado.
Ya se aprecian muy
afectados todos los trabajadores de la banca y finanzas, donde sus empleados
son más fáciles de sustituir con nuevas
tecnologías que pueden realizar el mismo trabajo de forma
eficiente.
Respecto al Teletrabajo,
según el informe citado del Foro Económico Mundial, tras analizar las
consecuencias del impacto del coronavirus en el mercado de Estados Unidos, ha
concluido que las repercusiones de la crisis del covid-19 son y serán muy importantes,
pudiendo agravar las desigualdades existentes.
Sin duda, todas las
modalidades del teletrabajo han resuelto parte de los problemas presentes. Según
el informe, el 84 % de los empresarios están preparados para digitalizar los
procesos de trabajo, y afirman que “existe la posibilidad de que el 44 % de su
plantilla realice teletrabajo”. Sin embargo, el 78% de los empresarios cree que
este nuevo formato laboral generará un impacto negativo en la productividad de
sus trabajadores, por lo que están tratando de diseñar un sistema viable que
mantenga la efectividad de las tareas realizadas a distancia.
En todo caso, según la
OIT (Organización Internacional del Trabajo), el COVID-19, más allá de la
inquietud para la salud de los trabajadores y de sus familias, repercutirá
adversamente en el mundo del trabajo en varios aspectos fundamentales.
La institución ha
publicado varias estimaciones preliminares, -con un elevado grado de incertidumbre-
de las que se desprende una previsión de un aumento del desempleo mundial (de
media mundial un aumento de 13 millones de desempleados).
Además,
es probable que los efectos adversos vengan acompañados de ajustes en los
horarios de trabajo, y en materia de reducción salarial.
Se
apunta que el posible repunte del trabajo irregular (en muchas crisis ha
surgido como alternativa de supervivencia) se verá muy dificultado por las
restricciones en materia de circulación de personas y bienes.
Las
repercusiones en el plano laboral conllevan grandes pérdidas de ingresos para
los trabajadores. Las epidemias y las crisis económicas
pueden repercutir de forma desproporcionada en determinados grupos de
población, y propiciar un aumento de la desigualdad .
Pueden ser colectivos
especialmente perjudicados los jóvenes, sobre todo los de nuevo empleo, que
sufrirán un mayor índice de desempleo y subempleo; las mujeres que desarrollan
su labor en los sectores de servicios más afectados (el 58,6% de las mujeres trabajan
en el sector terciario).
En particular, a nivel
mundial, un gran segmento de las mujeres padece un menor acceso a servicios de
protección social y soportan una carga laboral desproporcionada en la economía
asistencial.
Otro colectivo al que
señala el informe de la OIT, son los trabajadores autónomos, los ocasionales y
los que llevan a cabo una labor esporádica en plataformas digitales,
especialmente susceptibles de verse afectados por el virus al no tener derecho
a bajas laborales remuneradas o por enfermedad, y estar menos protegidos en el
marco de los mecanismos convencionales de protección social.
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