miércoles, 10 de noviembre de 2021

SITUACIÓN ECONÓMICA ESPAÑOLA Y MUNDIAL A NOVIEMBRE DE 2021: una recuperación con incertidumbre, tapering (retirada progresiva de los estímulos monetarios) y amenaza de inflación

 

Tras la pandemia mundial, la economía se enfrenta a la mayor crisis histórica de abastecimiento sufrida. La ruptura de la cadena de suministros ha provocado una carestía de productos básicos que añade presión a la inflación, que alcanzó el 5,5% en octubre en España por el encarecimiento de la energía. Puede que el efecto dominó no ha hecho más que comenzar, de forma que la escasez de productos puede afectar a la inflación y recuperación económica.

GLOBAL:

En la reunión de política monetaria del Banco Central Europeo (BCE), el riesgo de la inflación ha sido el principal problema analizado.  Ello unido a la prolongación de los problemas de los suministros; la subida del precio de la energía; y a las causas que han elevado la inflación en la zona euro al 4,1% (2,1% la inflación subyacente, es decir, aquella que no tiene en cuenta los productos más volátiles, productos frescos y energéticos, que son más volátiles). Inflación que, siendo temporal, puedan retroalimentar las expectativas de los agentes y los salarios.

También otros bancos centrales que, con mayores tasas de inflación, están muy cerca de retirar estímulos. La Reserva Federal de Estados Unidos lo hará este mes, el Banco de Canadá lo acaba de realizar, y el Banco de Inglaterra parece estar cerca de subir los tipos de interés. Sin embargo, el Banco Central Europeo ha mantenido su postura, ya que afirma que la inflación es temporal, esperando que vayan desapareciendo a lo largo del próximo 2022.

En cualquier caso, el mercado sigue descontando subidas de tipos a finales de 2022, en clara desconexión con la visión del BCE que la presidenta del BCE, Cristhine Lagarde, señaló quizá como más tarde.

Podría ser que el mercado sea más pesimista respecto a la inflación. En ese caso, la postura del BCE relativa a la subida de los tipos de interés no resulte creíble.

El mes de diciembre va a ser clave: además de la decisión relativa a los programas de compra de activos, se actualizarán las previsiones de inflación. Por tanto, actualizando o manteniendo sus expectativas.

CHINA:

Tras la crisis de la pandemia, se ha frenado la recuperación económica de China. Los problemas del sector inmobiliario, los cortes y racionamientos eléctricos y varios brotes de covid-19 en diversas provincias.

Según los datos de la Oficina Nacional de Estadísticas, la economía de China ha registrado el crecimiento más bajo desde el tercer trimestre de 2020. El PIB de la segunda potencia mundial creció un 4,9% interanual entre julio y septiembre de este año, muy por debajo del 7,9% del trimestre anterior y del consenso de los analistas, que anticipaban un alza en torno al 5,2%. Con respecto al trimestre anterior, la expansión de la actividad fue de solo el 0,2%, frente al 1,3% logrado entre abril y julio.

China fue la primera gran economía en comenzar la recuperación económica superado el fuerte golpe de la pandemia, pero su mejoría puede estancarse, lastrada por la preocupación en el sector de la vivienda, un consumo que no termina de despegar, los altos precios de las materias primas y la debilidad en la producción manufacturera. Igualmente, está pesando negativamente el incierto futuro de la promotora Evergrande, con una deuda de más de 300.000 millones de dólares, y, por tanto, una seria incógnita de cómo vaya a afectar finalmente al sector inmobiliario y al financiero.

También la industria de China se ha resentido: la producción industrial creció un 3,1% en septiembre con respecto al mismo mes del año anterior, por debajo de las expectativas y del 5,3% alcanzado en agosto. Algo mejores fueron las ventas al por menor, que crecieron un 4,4% en septiembre. Ese aumento contrasta con la subida del 2,5% registrada en agosto, cuando el consumo aún se vio penalizado por las medidas de control sanitario para sofocar los brotes de covid-19 en algunas provincias chinas.

La Oficina Nacional de Estadísticas del país ha señalado que “la economía nacional en general mantuvo el impulso hacia la recuperación en los primeros tres trimestres. No obstante, debemos mencionar que aumentan las incertidumbres actuales en el panorama internacional y la recuperación interna sigue siendo inestable y desigual”.

Mayor sorpresa, quizá haya sido, que el Ministerio de Comercio de China ha recomendado a las familias que “tengan almacenada una cierta cantidad de artículos de primera necesidad para estar preparados en caso de emergencias”, en medio de una preocupación generalizada por una escalada fuera de lo común en los precios de las verduras, que en algunos casos ya superan a los de la carne, y el miedo a que se desaten problemas de suministro.

Mediante una directiva del ministerio, se insta a las autoridades locales a garantizar la estabilidad de los precios y la disponibilidad de los suministros, y a vigilar el comportamiento de los mercados para advertir a tiempo de posibles problemas.

El ministerio ha querido aclarar que el aviso se debe a “la abundancia de desastres naturales registrados este año, la fluctuación de los precios de las verduras, el fenómeno meteorológico de La Niña (del que se espera que traiga unas temperaturas especialmente bajas este invierno en el hemisferio Norte) y los casos de covid en varios puntos del país”. La idea es tomar medidas para que haya un suministro adecuado de cara al invierno y la primavera del año próximo”.  

Todos los años, de cara a los meses de enero y febrero, cuando se celebra el Año Nuevo lunar y las familias de todo el país se reúnen alrededor de sus mesas, el Gobierno chino refuerza las cadenas de suministro de carne de cerdo (el producto cárnico por excelencia en la gran potencia asiática de 1.400 millones de habitantes) y de verduras.   

Sin duda, también están influyendo los preparativos para los Juegos Olímpicos de invierno, que se celebraran en Pekín durante el próximo mes de febrero. El Gobierno busca que sirvan de escaparate mundial de sus logros y que no exista problema alguno.

Todas estas circunstancias han disparado los precios de las verduras y hortalizas. Los importes han crecido, de media, un 16% con respecto a septiembre. Las alzas, consideran los analistas, elevarán el índice de precios al consumo de China, y es que realmente los precios se han disparado.

Para evitar un mayor descontento popular, los funcionarios chinos supervisan las oscilaciones diarias en los precios de verduras, carne, grano y aceites. Incluso, según el ministerio, se “recurrirá a las reservas nacionales cuando sea necesario” (las autoridades locales almacenen verduras u hortalizas más duraderas y refuercen los sistemas de suministro de emergencia para casos de desastre).

ESTADOS UNIDOS:

Realmente, parece mentira, pero los rollos de papel higiénico, zapatillas deportivas, juguetes e incluso disfraces infantiles están siendo objeto de deseo en Estados Unidos por culpa de la crisis de desabastecimiento que recorre el mundo y que ha gripado la actividad en la capital mundial del consumo.

En vísperas de la temporada comercial más intensa del año, entre Acción de Gracias y Navidad, el estrangulamiento de la cadena de suministro acumula demoras y disfunciones, las primeras como efecto del parón de la pandemia; las otras, por debilidades sistémicas, pero también coyunturales, como la falta de mano de obra.

Una vez descargadas las mercancías en los puertos, faltan lugares de almacenaje y conductores para transportarlas por carretera, para no tener que depender del mal estado de muchas vías férreas. Se trata, en suma, de la congestión de un sistema anquilosado que el presidente Joe Biden pretende solventar, entre otras medidas, con su ambicioso plan de infraestructuras, que tantas dificultades está encontrando en el Congreso.

Todas estas circunstancias están suponiendo un serio problema para a la economía estadounidense, a lo que hay que añadir la “fiebre consumista” tras año y medio de contención y un incremento de los precios alimentado a su vez por la escasez. De forma que el precio de la gasolina, ha subido un 42% hasta septiembre; y el de la carne un 13%.

La deficiente situación de los puertos (a mediados de septiembre había 73 mercantes fondeados a la espera de poder atracar) y otras infraestructuras del país y las condiciones laborales de los camioneros (la patronal del transporte por carretera considera que faltan unos 80.000 camioneros), y el hecho de que las personas no han perdido poder adquisitivo gracias a las ayudas, y llevan medio año sin gastar en salir a cenar, ir al cine, cortarse el pelo o recibir en casa, …  Se trata de un problema de demanda, que desaparecerá cuando se terminen de ajustar los patrones de consumo a los previos al coronavirus.  

Algunas de las grandes cadenas de distribución, que en los últimos meses han llegado a fletar sus propios barcos para transportar mercancías desde Asia, secundan la propuesta de la Casa Blanca de trabajar a destajo las 24 horas, sin interrupción. Sin embargo, los 3.500 contenedores adicionales que se espera que muevan semanalmente, en horario nocturno y hasta fin de año, cada una de las seis principales empresas del sector representan una pequeña fracción del total que ahora pasa por el puerto.

Durante la pandemia, la dependencia del comercio por internet creció un 32% entre los estadounidenses, lo cual ha convertido los vestíbulos de los grandes edificios de apartamentos en improvisados centros de logística.

Otro problema que ha surgido es la falta de componentes. La alarma saltó ya a comienzos de este año, cuando varias cadenas de montaje de automóviles se vieron obligadas a parar temporalmente por la falta de componentes adecuados (semiconductores), dada la gran dependencia de China (que también ocurrió con las mascarillas, EPI y guantes).

Todas estas circunstancias han llevado a la economía estadounidense a registrar una desaceleración económica, vigorosa creación de empleo y presión inflacionaria, en un escenario de atasco productivo global y con leves repuntes del coronavirus.

Y es que la economía estadounidense afronta la peor crisis de suministros desde la del petróleo de 1973, y el frenazo que eso implica en la recuperación ha condicionado la decisión acerca de la progresiva retirada de estímulos en la primera economía mundial, así como sobre el precio del dinero, congelado en torno al 0% desde marzo de 2020.

Ello ha conducido a que la Reserva Federal, la Fed, que va a comenzar a retirar estímulos monetarios (tapering) durante este mes de noviembre. Lo hará reduciendo en 15.000 millones de dólares mensuales su programa de compras de bonos (10.000 millones) y valores respaldados por hipotecas (5.000 millones), vigente desde marzo de 2020, que hasta ahora funcionaba por un importe de 120.000 millones de dólares al mes.

Sin embargo, mantendrá sus tasas de interés en el rango del 0%-0,25%. La Fed justifica su decisión por la “sustancial mejora” de la economía, aunque reconoce que la inflación sigue siendo elevada (acabó septiembre con una tasa interanual del 5,4%, la mayor en 13 años).

Para todos los analistas la clave está en determinar si las subidas de precios son localizadas y temporales, o por el contrario se trata de tendencias a más largo plazo si continúan los desequilibrios entre la oferta y demanda en los mercados. oferta y la demanda. La Fed, según ha afirmado, espera que las presiones existentes se deben a “factores que espera que sean transitorios.  Aunque es difícil predecir la persistencia de los efectos de los problemas logísticos, y en especial el de la inflación, está claro que es un momento de incertidumbre, pero deberíamos ver el descenso de la inflación para el segundo o tercer trimestre de 2022”.

Con la temporada navideña a la vista, el dilema de la Fed es averiguar si la contracción de la oferta representa una amenaza inflacionaria tan grande que justifique una política monetaria más estricta, o si la economía vuelve a la normalidad, lo que permitiría una política monetaria más flexible.

Según Jeromin Powell, presidente de la Fed, “las restricciones de oferta y la escasez, y, por lo tanto, la elevada inflación, es probable que duren más de lo esperado, tal vez hasta bien entrado 2022. Aunque lo más probable, es que después la inflación se modere, hasta estabilizarse cerca del objetivo del 2%”. En estos momentos el incremento en el nivel de precios ha alcanzado el 5,4%, (su nivel más alto en 13 años).  

La realidad, es que los operadores del mercado ya esperan dos incrementos de tipos el próximo año. Los rendimientos de los bonos a plazos más cortos son un buen indicador de las expectativas de alza de tipos: el bono a cinco años sube al 1,2% y pone rumbo a los máximos anuales del 1,24% que tocó a principios de 2020. Por parte el bono a dos años se sitúa sobre el 0,5%, nuevo máximo anual.  

EUROZONA:

Según ha publicado la Oficina Estadística de Unión Europea (Eurostat), la zona euro aceleró ligeramente su actividad durante el verano. Su economía creció un 2,2% respecto al trimestre anterior, una décima más de lo que había hecho entre abril y junio.

La cifra ha sido impulsada por el aumento de Francia y de Italia, cuyo PIB aumentó un 3% y un 2,6% respectivamente. En el conjunto de la Unión Europea el crecimiento ha sido ligeramente menor, de un 2,1%.

Junto a Francia e Italia, también Austria y Bélgica han tenido un comportamiento más positivo de lo previsto, lo cual ha contribuido a que el crecimiento del área monetaria del euro haya mejorado sus expectativas. El dato podría haber sido incluso mejor, pero Alemania y España han tenido la evolución contraria: han crecido menos de lo que se esperaba.

La economía de la región del euro creció en el anterior trimestre un 2,1%, abandonando la corta recesión de dos trimestres que vivió entre finales de 2020 y comienzos de este año. No obstante, la persistencia de los problemas de suministro en las cadenas de producción ralentiza todavía la actividad, especialmente en las economías más industriales, como la alemana, la gran locomotora europea, que ha crecido un 1,8% el pasado trimestre.

La Comisión Europea ha señalado la disparidad de los datos provisionales conocidos, en el que países como Austria crecen en un trimestre un 3,3% y otros como Lituania están estancados.

No obstante, a pesar de los “cuellos de botella”, la economía europea está recuperándose a un ritmo mayor que las de Estados Unidos y China, al menos en los últimos dos trimestres. En el tercero, concretamente, el crecimiento de las dos grandes economías mundiales fue de un 0,5% y de un 0,2%, respectivamente.

La falta de materias primas y el aumento de los precios de la energía lastran el crecimiento de la actividad manufacturera. El índice PMI (índice de gestores de compra es un indicador económico que incluye informes y encuestas mensuales de empresas manufactureras del sector privado), cayó de 58,6 puntos en septiembre a 58,3 en octubre. Los 50 puntos representan la frontera entre el crecimiento y la contracción en este indicador que los analistas utilizan como un termómetro adelantado sobre la actividad. Aunque la producción manufacturera aumentó, el ritmo de crecimiento fue el más lento en la tendencia actual que acumula dieciséis meses de crecimiento. Sin duda, el principal causante es la ralentización del crecimiento de la producción: los plazos medios de entrega de materias primas se alargaron a un ritmo superado solo dos veces en casi veinticinco años de datos del estudio, ya que las empresas informaron que la demanda una vez más superó a la oferta para una amplia variedad de insumos y componentes.  

No todos los países de la eurozona mostraron la misma evolución. Países Bajos, Irlanda, Italia y Grecia registraron expansiones más fuertes. En cambio, Alemania y Francia apuntaron declives en el crecimiento de la actividad manufacturera: ambos índices se desplomaron hasta sus mínimas de nueve meses. El indicador español también sufrió una ralentización, situándose en los 57,4 puntos, su nivel más bajo desde marzo.

Los retrasos graves que se producen en la entrega de insumos a los fabricantes son una amenaza cada vez mayor para la recuperación económica, sobre todo en un momento en el que los nuevos pedidos siguen aumentando, aunque con un ritmo menor con respecto a los meses pasados.

La preocupación por la inflación y por la escasez de la oferta han impulsado a las compañías a comprar productos con antelación si estaban disponibles en el mercado, lo que dio lugar a un aumento del almacenamiento de los insumos durante más de tres años.

Por si fuera poco, la crisis energética se ha ido colando en el debate europeo poco a poco, a medida que el “el fuerte golpe” del gas se extendía por el bloque comunitario. La crisis energética es una de las preocupaciones existenciales de la Unión Europea.

Y es que los precios mayoristas de la electricidad han crecido en la región comunitaria un 200% de media en el último año, y la enorme dependencia de las importaciones del gas (el 90% viene de fuera de la Unión, sobre todo de Rusia) eleva su exposición a la volatilidad y a los caprichos del mercado.

Por ahora no se han decidido medidas conjuntas, pero se ha acordado el compromiso de “explorar” la creación de reservas estratégicas y las compras conjuntas, y de estudiar el funcionamiento del mercado energético, el del gas y el del comercio de derechos de emisiones de CO₂. Al contrario, el Ejecutivo comunitario ha dado prioridad a las medidas nacionales que permiten actuar sobre las personas y empresas vulnerables a través de ayudas, subsidios o exenciones fiscales, sin necesidad de cambiar algo del actual marco legislativo.

Hasta ahora, 19 de los 27 Estados miembros han comunicado a la Comisión la aplicación o la intención de aplicar algún tipo de iniciativa para hacer frente a la crisis de la electricidad: desde las tarifas sociales a los bonos energéticos, pasando por mecanismos para evitar la desconexión de la red o incluso ayudas monetarias directas para paliar la subida de la gasolina. España es uno de los pocos países que ha actuado en todos los frentes para contener la subida del mercado eléctrico.

Respecto al comportamiento de la locomotora europea, Alemania, su ministro de economía ha señalado que “el crecimiento de este año será menor de lo que todos imaginábamos”. Y es que, Berlín espera un aumento de solo el 2,6% en 2020, en lugar del 3,5% previsto en primavera, tras el desplome del producto interior bruto inducido por la pandemia.

Se ha afirmado que la corrección a la baja del PIB alemán, se debe a la escasez de materias primas y el aumento de los precios de la energía. El ministro de economía, por cierto, saliente, “la economía alemana está creciendo. Pero solo se convertirá realmente en un boom el año que viene, con más del 4%. La demanda de productos alemanes en los mercados mundiales sigue siendo alta. Si los cuellos de botella de la oferta desaparecen gradualmente, habrá importantes efectos de recuperación en 2022. El país prevé registrar una inflación de 3% en 2021, la más alta desde 1993. En septiembre, la tasa de inflación fue del 4,1%, alimentada principalmente por el aumento de los costes energéticos”.

El ministro admitió que se espera que la economía alemana recupere y supere su nivel anterior a la pandemia a finales del primer trimestre de 2022: “un trimestre más tarde de lo que se suponía en un principio. El requisito previo, por supuesto, es que la trayectoria de crecimiento no se estanque en los próximos meses. Esto se debe a que el fuerte aumento de las cifras de contagio del virus podría tener efectos económicos negativos, incluso sin un nuevo cierre. Nos enfrentamos a un segundo invierno pandémico. Por ello, es importante seguir usando mascarillas y observar las normas de precaución”.

La verdad, es que están cundiendo las noticias negativas para la mayor economía europea: el indicador de clima empresarial del instituto alemán Ifo cayó en octubre por cuarto mes consecutivo, con un deterioro en el sentimiento de los sectores de servicios, manufactura y comercio, mientras que la construcción fue el único que mejoró.

Con la caída en los suministros, los costes han crecido con fuerza en la locomotora europea. Los precios de la industria subieron un 14,2% interanual a septiembre, un incremento inédito desde la década de los setenta. Otros indicadores también cayeron: las exportaciones alemanas lo hicieron en agosto por primera vez desde abril de 2020, en pleno confinamiento. La producción industrial, por su parte, bajó el 4% en agosto y los nuevos pedidos perdieron un 7,7% ese mismo mes.

ESPAÑA:

Según el análisis de BBVA Research, la previsión de crecimiento de la economía española para este 2021 pasa del 6,5% al 5,2% para 2021. Este observatorio de la entidad ha señalado que todas las comunidades autónomas pierden fuelle en su actividad. Y cuando termine el año 2022 únicamente seis comunidades habrán alcanzado la actividad anterior al Covid: Cantabria, Galicia, Castilla-La Mancha, Extremadura, Murcia y Aragón. Las más retrasadas serán Baleares, Asturias y La Rioja.

Y es que según ha señalado el Instituto Nacional de Estadística (INE), la economía española creció un 2% trimestral entre julio y septiembre. Aunque se trata de un crecimiento muy vigoroso, en este trimestre era cuando se tenía que producir el gran rebote de la actividad tras el levantamiento de las restricciones y el avance en la vacunación. Y en ese sentido el dato se ha quedado bastante corto. A pesar del buen comportamiento del empleo, la progresiva recuperación del turismo, la robusta mejora de los servicios, el producto interior bruto no tira con el empuje que se esperaba hace tan solo un mes, justo antes de que el INE revisara con fuerza a la baja el crecimiento y cambiase el relato sobre la fortaleza de la recuperación.

Ahora bien, sin duda, la sorpresa es que, en plena recuperación económica, el consumo de los hogares ha caído un 0,5% trimestral. Por más que el empleo se esté recuperando, las ventas no avanzan con la misma intensidad. Pueden estar influyendo las compras de coches y otros bienes, que pesan mucho en el consumo y están paradas por la falta de suministros. O el despegue de la inflación, que merma la capacidad de compra: incluso si las familias están gastando más en euros, en realidad en volúmenes adquieren menos cantidad. Ni la evolución del crédito, ni la caída del ahorro acumulado durante las restricciones apuntan a un crecimiento fuerte en el consumo. La acusada desaceleración que se está produciendo se observa perfectamente en el crecimiento interanual del mismo, que se coloca en el 2,7% frente al 17,5% del trimestre precedente.

Las exportaciones registran, gracias al turismo, un fuerte crecimiento del 6,4% trimestral frente a un avance de las importaciones del 0,7%. La inversión repunta un 2% a pesar del retraso en los suministros, los malos datos de inversión en transporte y la falta de ejecución de los fondos europeos. La construcción sube un 1,8% después de tres trimestres en negativo. Y el consumo público apenas suma un 0,1% tras haber estado registrando importantes incrementos durante toda la pandemia.

Distinto es el comportamiento de los servicios, que se benefician del levantamiento de las restricciones y en su conjunto remontan un 3,2% trimestral. Destacan en esta rúbrica el comercio, transporte y hostelería, que se dispara un 7,9%, las actividades artísticas y recreativas, que se incrementan un 18,6%, y las actividades profesionales, que aumentan un 4%. Por el contrario, el sector financiero cae un 1,1%, la información y comunicaciones ceden un 0,6%, y la administración pública, educación y sanidad pierden un 0,6%, entrando por primera vez en el terreno negativo desde principios de 2020.

Dado que nos encontramos en una situación con grandes vaivenes y muy complejo para recabar las estadísticas, el propio INE advierte de que hay que tomar con cautela estas cifras hasta que no haya datos más definitivos. En cualquier caso, la economía todavía se encuentra un 6,6% por debajo de los niveles previos al coronavirus. Y falta por recuperar casi un 30% de la producción perdida.

En fin, … para el año que viene se espera que el crecimiento sea mejor si se van solucionando los desajustes entre oferta y demanda, baje el coste de la energía a partir de la primavera y empiecen a gastarse los fondos europeos. De esos tres factores dependerá la robustez del crecimiento en 2022.

En relación a los precios, subieron en octubre un 5,5% respecto al año pasado (una cota que no se alcanzaba desde hace 29 años). El dato aún preliminar, publicado por el Instituto Nacional de Estadística (INE), marca un nuevo pico en España este año, que mantiene una tendencia alcista desde marzo. Desde entonces, el coste de la vida encadena ya ocho meses encareciéndose por los altos precios de la electricidad y los combustibles, el repunte del consumo y los problemas en las cadenas de suministro globales, azotadas por una tormenta perfecta de colapso en los puertos, falta de contenedores, escasez de trabajadores, carencia de chips y un aumento inasumible de los pedidos por el desembalse del ahorro acumulado por los hogares durante la pandemia en un entorno de estímulos públicos y recuperación económica.

El aumento de la inflación se está sufriendo en todo el mundo: Alemania registra un aumento del 4,6% (un nivel cercano a los tiempos de la reunificación).

Mientras, la inflación subyacente, la que no tiene en cuenta los precios de la energía y de los alimentos frescos (los elementos más volátiles) se mantiene en el 1,4%. Los altos precios de la energía explican la diferencia entre una y otra. La más significativa para la política monetaria es, sin duda, la subyacente.

Según los mercados de futuros, el precio de la energía remitirá en primavera, y, por lo tanto, en el próximo año 2022, muy probablemente, observaremos un fuerte crecimiento con una inflación menos elevada que en 2021.

En el mes de octubre, el petróleo brent ha cotizado por encima de los 83 dólares, frente a los 78 dólares en que cerró septiembre. Y en prácticamente todo el mes de octubre, el precio medio de la electricidad ha sido de 208,05 euros por megavatio hora, el mes más caro de la historia, inflado por los máximos del precio del gas natural y la escalada de los derechos de emisión de dióxido de carbono.

La pregunta es la misma en todo el mundo: ¿La subida de precios es transitoria? El Banco Central Europeo y la Reserva Federal estadounidense, aseguran que se trata de un fenómeno transitorio, ya que la oferta y la demanda se irán ajustando. Resultando, por tanto, un mero aumento de los precios para un nuevo equilibrio, y no un proceso dinámico de subida de precios (inflación).

En el otro lado, los halcones (los ultraliberales más ortodoxos) advierten de los peligros de una espiral inflacionista si las alzas de precios se trasladan a los salarios y a otros productos, generando un círculo vicioso que se retroalimenta.

En cualquier caso, las subidas de tipos de interés aún están lejos, si bien hay factores económicos que la desaconsejan. Es difícil dar marcha atrás en la política monetaria ultraexpansiva, dados los elevados niveles de deuda acumulados que supondrían el pago de elevados intereses; así como los riesgos que persisten para el crecimiento.

Ahora bien, vamos a oír hablar bastante de la llamada “espiral inflacionista” o “espiral precios o beneficios- salarios”. En España, la distancia entre los aumentos de precios y los de la nómina sigue siendo alta, pero con la inflación ascendiendo en octubre hasta el 5,5% debido a los precios de la energía, el debate sobre la pérdida de poder adquisitivo gana terreno, y ahí el juego de equilibrios entre mantener la paz social y evitar una retroalimentación de precios y salarios.  

El encarecimiento del coste de la vida en España afecta doblemente al bolsillo de los ciudadanos. Si los precios suben y el sueldo se mantiene, los salarios o ingresos reales bajan. Ahora bien, según los últimos datos de Trabajo para medir la distancia entre ambos: los salarios por convenio han crecido de media un 1,4% este año, más de cuatro puntos por debajo de la inflación actual; y también por debajo de la media inflacionaria que prevé el Gobierno para final de año, y que es del 2,3%.

El proceso, en pocas palabras, consiste en una “lucha”: los empleadores, que, al tener mayores costes salariales, suben los precios de sus productos para mantener los márgenes de beneficio, y, por otro lado, los trabajadores, que, al percibir ese encarecimiento de la cesta de la compra con la consiguiente pérdida de poder adquisitivo, demandan a su vez nuevos aumentos de sueldo, en un bucle difícil de frenar. Este dinámico proceso es el que lleva a los “halcones monetarios” a postular que se lleven a cabo “ya” restricciones monetarias, y no se revisen los salarios de acuerdo a la subida de precios (pérdida del poder adquisitivo).

Por otro lado, en octubre se registraron 159.478 afiliados más a la Seguridad Social, hasta alcanzar un total de 19.690.590 (un nuevo récord de la serie histórica). El paro registrado, por su parte, también se anota otro tanto en octubre: bajó en 734 personas (-0,02%), que, aunque resulte una cifra menor en comparación con las que se venían produciendo en anteriores meses, es la primera vez que baja en 46 años, desde 1975. Es, también, el octavo mes consecutivo en el que el número de desempleados se reduce, hasta llegar a los 3.257.068.

En términos interanuales, comparando los datos con los de octubre de 2020, las afiliaciones han crecido en 700.226, y son 440.361 más que las contabilizadas en febrero del año pasado, el último mes sin afectación del virus.

Si bien, a nivel general, los datos de octubre son buenos, muestran que nuevamente son los jóvenes el colectivo más castigado: el desempleo de los menores de 25 años subió en 5.867 personas (+2,34%). También se mantiene la temporalidad. Según los datos facilitados por los ministerios de Trabajo y Seguridad Social, en octubre se firmaron 1.892.584 contratos, 341.227 más que en septiembre, pero de entre todos ellos, 1.682.012 (88,8%) fueron temporales.

De igual forma, la EPA (Encuesta de Población Activa) elaborada por el INE trimestralmente, señala que el número de ocupados aumentó en el tercer trimestre de 2021 en 359.300 personas, hasta alcanzar los 20.031.000, lo que supone no solo un aumento del 1,83% con respecto al trimestre anterior, sino la superación de la barrera de los 20 millones de ocupados por primera vez desde el cuarto trimestre de 2008, cuando comenzó la pasada crisis financiera.

Según la EPA, entre los meses de julio, agosto y septiembre el paro cayó en 127.100 personas (-3,59%) hasta situarse en 3.416.700 desempleados y reflejar una tasa del 14,57%. Un porcentaje que sigue a la baja por cuarto trimestre consecutivo.

Para todos los analistas, la EPA es la fuente más fiable. Y la del tercer trimestre del año tiene, no obstante, cierta estacionalidad: el incremento de la población activa (personas de 15 años y más con disposición y disponibilidad para trabajar durante la semana anterior a la realización de la entrevista), y que en el tercer trimestre de 2021 creció en 232.200, hasta situarse en los 23.447.700 de demandantes de empleo. Según subraya el INE, este colectivo se ha incrementado en 547.900 personas respecto al tercer trimestre de 2020.

Este aumento del número de personas que buscan un trabajo (y que supone el 50,52% de la población activa) impacta directamente sobre el cómputo de la tasa de empleo (que toma como referencia el tamaño de este nicho), por lo que su incremento con respecto a los guarismos del segundo trimestre es algo ligeramente significativa, puesto que no llega al punto porcentual (+0,89%).

El número de personas ocupadas creció en 359.300 personas respecto al cómputo de los meses de mayo, abril y junio, y según apunta el INE ha aumentado en 854.100 en los últimos doce meses (+4,45%). La ocupación ha aumentado en todos los sectores, especialmente en los servicios, donde hay 377.200 trabajadores más; seguido de la industria con 63.000. Sin embargo, esta ha bajado en la agricultura (-49.600) y la construcción (-31.200).

Los mayores aumentos de ocupación se han dado en tres territorios especialmente dependientes del turismo, y que se han beneficiado de la recuperación de este sector en el segundo verano de la pandemia: Cataluña (62.300 más), Canarias (50.000) e Islas Baleares (47.900). Aun así, otras comunidades como Andalucía (–7.200) o La Rioja (–2.100) no han salido tan reforzadas. Sin embargo, en cuanto a la variación anual (comparando los datos con los del tercer trimestre de 2020) el empleo ha subido en todas las comunidades, focalizándose los mayores incrementos en el número de ocupados en Andalucía (+162.300), Cataluña (+155.500) y la Comunidad de Madrid (+124.000).

Por edades, el desempleo juvenil descendió especialmente en aquellos entre 20 y 24 años (-13,2%), por delante de los de 16 a 19 años (-9,5%). Sin embargo, a partir de esta franja la balanza se inclina hacia el lado contrario: el paro subió entre los mayores de 55 años en 65.500 (+11,6%).

El número de hogares que tienen a todos sus miembros activos en paro y que descendieron en 35.800 en el tercer trimestre, hasta establecerse en 1.122.100; y que son 50.700 menos que hace un año. La otra cara de la moneda es igualmente positiva: el número de hogares con todos sus miembros activos ocupados aumentó en 197.300 hasta llegar a los 10.798.900, la cifra más alta en los últimos 14 años.

MERCADOS:

Noviembre ha comenzado con subidas en las Bolsas europeas. Los inversores permanecen pendientes de la temporada de resultados. Las primeras referencias procedentes del exterior han sido positivas, con una subida del Nikkei del 2,6% tras la cómoda victoria de la coalición gobernante en las elecciones generales celebradas en Japón.

La bolsa española alcanzó a principios de noviembre una cifra de negocios de 42.561,1 millones de euros. Se trata del mes que ha batido todos los récords de rentabilidad del Ibex 35. El número de operaciones en la bolsa española se disparó un 85,1% frente al año anterior, según datos aportados por la propia Bolsa.

El auge de la negociación que ha traído la recuperación de la renta variable al calor de los avances médicos frente al coronavirus se traduce en 5,8 millones de transacciones, lo que también supone un 39,2% más que en octubre.

A pesar de este importante incremento, la fuerte caída de cotizaciones que acumula el grueso de valores se traduce en unos volúmenes de efectivo un 8,4% más débiles que en noviembre de 2019.

En el caso de los fondos cotizados (ETF), que son una herramienta muy empleada por los inversores para adaptar rápidamente sus carteras a cambios de tendencia en el mercado, las cifras también reflejan un fuerte incremento. En número de operaciones, se alcanzaron los 15,1 millones de transacciones, mientras que en efectivo se contabilizaron 287,2 millones de euros.

Estos números suponen, respectivamente, un 254,5% y un 100,6% más que en noviembre del año pasado.

Por lo que se refiere a la renta fija, en noviembre se alcanzó un volumen de 15.298,4 millones de euros, lo que supuso quedarse un 38,7% por debajo del nivel del mismo mes del año anterior.  No obstante, las admisiones a negociación en este segmento ascendieron a 13.321,8 millones de euros, con un crecimiento del 26,6% desde enero.

En otro orden, en relación al mercado energético, se ha pasado de grandes pérdidas a beneficios multimillonarios. Tras un 2020 muy malo, los grandes del mercado petrolero se encaminan a un 2021 de brillantes números verdes. Sin duda, como consecuencia de una tremenda subida de los precios de ambas materias primas: el gas natural quintuplica su valor en lo que va de año y el crudo sube un 70%.

Repsol no solo ha dejado atrás los números rojos del año pasado, sino que en los nueve primeros meses del año ha superado en un 32% el beneficio cosechado en 2019, cuando no padecíamos la pandemia. Una mejora que le ha permitido aumentar la retribución al accionista a la vez que aumenta sus inversiones en nuevos nichos de negocio que le permitan dejar atrás su todavía elevada dependencia del crudo.

En la misma línea, la francesa Total ha batido las previsiones de los analistas, superando en un 18% el beneficio cosechado entre enero y septiembre de 2019. Y la anglo-holandesa Shell ha borrado de sus cuentas las pérdidas de casi 18.000 millones registradas en los aciagos nueve primeros meses de 2019 para anotarse una ganancia de 7.400 millones, notable pero todavía lejana respecto a las cifras prepandemia.

Aún mejores están siendo los resultados al otro lado del Atlántico. La segunda mayor petrolera del mundo, Exxon Mobil, ganó casi 12.200 millones de euros en los nueve primeros meses de 2021, dejando atrás los algo más de 2.000 millones de pérdidas del mismo periodo del año anterior. Una de sus mayores competidores, Chevron, se anotó un beneficio ligeramente superior a los 9.000 millones frente a los 4.000 millones perdidos entre enero y septiembre de 2020. En ambos casos, acorde con la cuenta de pérdidas y ganancias, los dividendos del próximo año serán mucho más jugosos que en anteriores ejercicios.

Hasta las empresas de tamaño medio, que dependen íntegramente del crudo obtenido por fracturación hidráulica (fracking), mayoritariamente en el Estado de Texas, las que más han sufrido en los últimos tiempos y que necesitan precios altos del petróleo para ser rentables, también han vuelto a los beneficios gracias a una cotización del crudo Brent que ronda los 85 dólares por barril, niveles inéditos en tres años.

Y en particular, la escalada de los costes de los carburantes no se ha frenado: el precio de la gasolina ha alcanzado un precio casi de 50 euros desde marzo de 2013, al superar los 1,48 euros, según el Boletín Petrolero de la Unión Europea publicado. El diésel se ha encarecido y acumula, igualmente, un mes y medio de subidas interrumpidas.

Aunque el encarecimiento de la energía es un fenómeno común a todos los países europeos, el precio de la gasolina sin plomo de 95 octanos en España está ligeramente por debajo de la media de la Unión Europea, situada en 1,63 euros. También de la zona euro, donde el precio medio es de 1,69 euros. En el caso del diésel, la diferencia es similar, ya que el precio en la Unión Europea es de 1,49 euros y en la zona de euro de 1,52 euros. Esta diferencia de precios a favor de España se debe, esencialmente, a la menor presión fiscal sobre los carburantes en comparación con los países vecinos.

Por lo que respecta al mercado automovilístico, según los datos elaborados por Anfac, Faconauto y Ganvam, la caída del mes de octubre ha sido muy importante. Las ventas se redujeron un 20,5% respecto al mismo mes del año pasado, hasta las 59.044 unidades, y poco a poco se va estrangulando la mejora respecto a las cifras del ejercicio pasado, cuando el confinamiento causó un importante agujero. En los diez primeros meses del ejercicio apenas se han comercializado un 5,6% más de coches que hace un año (un total de 706.998 unidades), y la falta de semiconductores está laminando las esperanzas de un efecto rebote provocado por la demanda embalsada de 2020.

Respecto a 2019, año sin afectación de la pandemia, la caída es de un 33%. La crisis por la falta de los semiconductores y la tensión en las cadenas globales de suministros están sustituyendo en los concesionarios a la crisis económica generada por el coronavirus: si hace un año no había clientes a quien vender, ahora no hay coches. Los potenciales compradores aguardan en las listas de espera de las marcas, mientras estas atesoran más existencias y bienes intermedios en sus inventarios que nunca, incapaces de utilizarlos en las líneas de producción porque la falta de chips las mantiene a medio gas.

EMPRESAS:

Según han informado ambas compañías, el Grupo Mutua ha adquirido el 8% de El Corte Inglés por 555 millones, lo que supone valorar la empresa en 6.937,5 millones de euros. Una operación de calado con la que entra en el accionariado de la cadena de grandes almacenes.

Mutua, también conocida como Mutua Madrileña, se queda también con la mitad de la división de seguros de El Corte Inglés por otros 550 millones, por lo que el montante total de la operación asciende a 1.105 millones, de los que la mayoría se destinarán a reducir la deuda de El Corte Inglés.

Mutua puede hacer crecer el volumen de ventas de seguros porque tiene el conocimiento de los clientes, la tecnología y una amplia gama de productos. Por su parte, El Corte Inglés es un gran distribuidor con acceso a millones de personas, una ventaja que también utilizó cuando se unió al Banco Santander en el negocio de tarjetas para financiar las compras.

El Corte Inglés sumaba una deuda de 3.811 millones de euros, por lo que se podría reducir más de un cuarto del total. Pese a ello, explican que el objetivo principal no era bajar esta cifra: “queríamos crecer en la división de seguros y para eso necesitamos un socio que tuviera capacidad de crecimiento”, explican portavoces de la firma.

La pandemia del coronavirus supuso un shock tremendo para El Corte Inglés, que acabó el año con unas pérdidas históricas de 2.945 millones, aunque dos tercios se debieron al saneamiento del valor contable que se les daba a ciertos activos, especialmente algunos centros comerciales. Pero el trabajo en la cúpula de la cadena no ha cesado y desde que cogió algo de aire con las reaperturas se ha esmerado para sacar diferentes acuerdos que relancen su negocio.

Por otro lado, el Banco Santander deja atrás los peores escenarios de la crisis derivada de la pandemia e incrementa todos los márgenes de la cuenta de resultados de los nueve primeros meses gracias a los buenos desempeños de las filiales del Reino Unido y de Estados Unidos, que en otros tiempos fueron fuentes de problemas. Así, la entidad que preside Ana Botín obtuvo un beneficio atribuido de 5.849 millones en los nueve primeros meses de 2021, frente a las pérdidas de 9.048 millones en el mismo periodo del año anterior, cuando el banco realizó ajustes del fondo de comercio y de los créditos fiscales diferidos (DTAs) ante el hundimiento de la economía por la crisis sanitaria.

En un año, el banco ha pasado de realizar provisiones por 19.760 millones en el tercer trimestre de 2020, a 6.134 millones este año, un 69% menos. La morosidad del grupo se sitúa en el 3,18%, apenas 0,03 puntos más que en septiembre de 2020. En este aspecto, España destaca como la peor filial, con un 6% de impagados, lo que le sitúa por encima de geografías con peor comportamiento tradicional en este aspecto, como Brasil (4,72%), Polonia (4,34%), o México, (3,14%). Por otro lado, todos los márgenes de la cuenta de resultados presentan mejorías.

En cuanto a los resultados, si se excluye el cargo por 530 millones por costes de reestructuración del primer trimestre, el beneficio ordinario de enero a septiembre fue de 6.379 millones, un 87% más que en el mismo periodo del año anterior. Es el mayor beneficio ordinario de Santander en los primeros nueve meses del año desde 2009.

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