GLOBAL:
La evolución económica
viene marcada por el repunte de la inflación, que ha sido persistente y global.
Las razones del alza de la inflación son
muy diversas -combinan factores de oferta y demanda- variando para cada una de
las zonas geográficas: Los altos precios de las materias primas en los mercados
internacionales, los cuellos de botella en la producción de determinados
bienes, y los problemas sufridos en el transporte marítimo. La desaparición de las
restricciones por la pandemia, se ha traducido en una intensificación de la
demanda de los servicios, provocando una subida de los precios del ocio, la
restauración y el turismo. Incluso, podíamos citar al aumento del teletrabajo, que
ha determinado un incremento del gasto en equipamiento del hogar, aunque quizá
haya sido compensada por un menor gasto en transporte y gastos de comedor fuera
de casa.
Por otro lado, el
continente europeo está extremadamente expuesta a los efectos económicos de la
invasión rusa de Ucrania, dada su cercanía geográfica, sus estrechos lazos
comerciales y financieros con Rusia y, especialmente, por la elevada
dependencia de las importaciones de combustibles fósiles desde Rusia, siendo
limitada la capacidad para su sustitución a corto plazo.
Al comienzo de la guerra,
las importaciones de gas desde Rusia suponían aproximadamente un 40 % del
consumo de gas en Europa y un 10 % del consumo total de energía. La combinación
de la elevada inflación, el endurecimiento de las condiciones de financiación
asociado a la reacción de la política monetaria en muchos países, entre otros
aspectos, están afectando negativamente a la economía global y han generado una
revisión generalizada a la baja de las proyecciones macroeconómicas: en Estados
Unidos el PIB real se redujo en los dos primeros trimestres y en China la
actividad cayó de manera abrupta en el segundo trimestre como resultado de las
medidas aplicadas por las autoridades bajo la estrategia de COVID-0.
Como consecuencia de la
situación económica, el comercio internacional se ha desacelerado, aunque se
mantienen sus precios tan elevados.
Ha habido una tendencia a
la moderación de los precios de la mayoría de las materias primas, que han
tendido a moderar sus precios, como respuesta a las perspectivas de
desaceleración económica global.
Por otro lado, ha
aumentado la preocupación respecto a los efectos de las subidas de tipos de
interés motivada por el endurecimiento de la política monetaria, justificada
por las presiones inflacionistas en cada región.
En definitiva, se
mantiene una enorme incertidumbre, ya que las economías se enfrentan a retos
muy complejos, con una guerra en suelo europeo y un fuerte aumento de las
tensiones geopolíticas.
Esta situación motiva que
haya cundido el temor de los banqueros centrales respecto a que la inflación se
enquiste en la economía. Un aspecto poco tratado es el de las expectativas: si
los agentes creen que los precios van a subir mucho, actuarán con arreglo a
ello y acabará convirtiéndose en una profecía que se autocumple. La correa de
transmisión habitual es la llamada espiral “precios-salarios” o “beneficios-salarios”.
Los costes suben, y para mantener los márgenes de beneficio, aumentan los
precios, por los que los trabajadores reclaman subidas de sueldos, … los costes
vuelven a subir, las empresas subirán de nuevo los precios, volviendo a
reclamar los empleados nuevas actualizaciones salariales. Si las tasas de paro
son bajas, como en Estados Unidos y muchos otros países desarrollados, el poder
negociador de los trabajadores es mayor y el riesgo, por lo tanto, aumenta.
El FMI, sin embargo, no
cree que de momento esto esté sucediendo. Ha señalado en su informe Perspectivas
de la Economía Mundial, que “hay tres factores que contribuyen a
contener los riesgos: las perturbaciones subyacentes de la inflación proceden
de fuera del mercado laboral, la caída de los salarios reales contribuye a
reducir las presiones sobre los precios y los bancos centrales están
endureciendo enérgicamente su política monetaria”.
El problema es que el
endurecimiento de las condiciones monetarias, puede provocar la recesión
económica, o caída del PIB en las economías durante dos trimestres consecutivos.
ESTADOS UNIDOS:
Las subidas de precios
parecen ralentizarse, aunque preocupa la inflación subyacente (la que excluye a
los componentes más volátiles, energía y alimentos frescos) que ha vuelto a
subir, situándose en un máximo del 6,3%.
El IPC interanual estadounidenses
se ha situado en el 8,3%, prosiguiendo con la tendencia de bajada durante el
mes de julio pasado, lo que quizá confirme la postura de algunos analistas que
afirman que los precios pudieron haber “tocado techo” durante el mes de junio
(el IPC llegó a alcanzar el 9,1%).
La caída del precio de la
gasolina este verano, ha influido mucho en la moderación de los precios durante el mes
de agosto.
Aun así, la cesta de la
compra sigue encareciéndose. Concretamente, un 11,4%, es decir, medio punto más
que el mes anterior. Según Moody´s, el coste medio del supermercado para las
familias estadounidenses ha aumentado 460 dólares (452 euros) al mes. En el
lado contrario se sitúa el ocio, con los billetes de avión y los hoteles
reduciendo precios a medida que las vacaciones de verano llegan a su fin.
Sin embargo, la inflación
subyacente se ha incrementado cuatro décimas, alcanzando el 6,3%. Se pone de
relieve, ya que la inflación subyacente mide la tendencia, que los precios
están lejos de moderarse y seguirán subiendo.
Por esta razón, la
Reserva Federal ha acelerado los incrementos de las tasas de interés,
endureciendo su política monetaria: ya ha encadenado tres subidas consecutivas
de 0,75 puntos en el precio oficial del dinero. Sin duda, asistimos al endurecimiento
más fuerte de la política monetaria desde principios de los años ochenta.
Históricamente, para
frenar la burbuja inmobiliaria, la Reserva Federal subió los tipos entre 2004 y
2006 un total de 4,25 puntos, pero siempre a saltos de 0,25 puntos, primero con
Alan Greenspan y luego con Ben Bernanke al frente. Tardó dos años en un
recorrido que ahora se prevé pueda tardar menos de la mitad aquel tiempo.
El actual presidente de
la Fed, Powell, ha señalado que dado que el mercado de trabajo está en una
buena situación (existen más ofertas de empleo que parados y una tasa de
desempleo cerca de los mínimos en medio siglo), y aún mantienen las familias
cierta cantidad de ahorro, la actividad económica se mantendrá a buen ritmo.
Ahora bien, matizando que “un aterrizaje suave es muy difícil. Por lo que no
sabemos, nadie sabe, si este proceso conducirá a una recesión o, de ser así,
cuán significativa sería esa recesión”.
JAPÓN:
El Gobierno japonés ha
reaccionado muy moderadamente a las subidas de la Reserva Federal. Las
consecuencias lógicas han sido la depreciación del Yen (al ser más atractiva la
inversión en dólares por el mayor tipo de interés, motiva la demanda de dólares
y oferta de Yenes), Por ello, el Banco Central japonés ha tratado de apuntalar
la cotización de su moneda.
Ahora bien, no hay
razones para subir los tipos de interés en Japón: la inflación está ligeramente
por encima de su objetivo del 2%, pero la guerra en Europa y el exceso de
estímulos en Estados Unidos, y el crecimiento de su producto interior bruto,
del 2,2% en el último trimestre, no lo aconsejan.
Estas son razones, por
las que el Banco Central de Japón prefiera esperar al resultado de las
negociaciones salariales anuales de las empresas el año que viene antes de
extraer conclusiones para su política monetaria.
Por todo ello, se está
ampliando aún más la brecha entre las rentabilidades de los bonos de referencia
estadounidenses y japoneses, que ya supera ampliamente los tres puntos
porcentuales, lo cual ahonda en la depreciación del yen frente al dólar.
Incluso los exportadores
japoneses beneficiados por la debilidad de su moneda (favorece sus
exportaciones que se ven abaratadas) están, no obstante, preocupados por el
peligro de su posible volatilidad.
Estas son las causas por
las que Tokio ha decidido utilizar parte de sus 1,3 billones de dólares de
reservas para frenar la caída (venderlas en el mercado de divisas,
incrementando su oferta). Sin embargo, como se ha señalado, lo único que pueden
conseguir es moderar la pendiente de la caída del yen.
REINO UNIDO:
Muchos analistas señalan
que los tipos en el Reino Unido podrían alcanzar, llegado noviembre, un nivel
del 6%. La Libra Esterlina se ha
desplomado a valores desconocidos desde 1971 en su cotización frente al dólar.
Respecto al euro, la libra también veía reducida su cotización a niveles
similares a los de septiembre de 2020, una clara señal de que las turbulencias
vividas en torno a la divisa británica no responden únicamente a la fortaleza
global del dólar, sino a los problemas derivados de la economía británica.
El nuevo Gobierno de Liz
Truss anunció la mayor rebaja de impuestos aprobada en el Reino Unido en más de
50 años. Un alivio fiscal que incluye a empresas, particulares con mayor nivel
de ingresos, y a las transmisiones patrimoniales, y que, combinado con los
más de 150.000 millones de euros comprometidos en ayudas directas a negocios y
hogares para hacer frente a la actual crisis energética, anticipa un nivel de
endeudamiento que los mercados han considerado insostenible.
La bajada de impuestos es
una medida claramente inflacionaria, por lo que se creó cierta sensación de
pánico.
Como resultado, la prima
de riesgo en los bonos emitidos a cinco años por el Tesoro británico se
incrementó 40 puntos básicos, hasta situarse en el 4,503%, el nivel más alto
desde octubre de 2008. Una década de austeridad contuvo el valor de la libra, a
costa de un serio incremento de la desigualdad en el Reino Unido. Las medidas
anunciadas por el nuevo Ejecutivo auguran un largo invierno de conflictividad
social.
El nuevo ministro de
Economía, Kwasi Kwarteng, había anticipado, a través de varias entrevistas, que
mantendría la rebaja de impuestos, calculada ya en unos 50.000 millones de
euros, y que añadiría bajadas de otros gravámenes. Pues bien, a los mercados no
les gustó en absoluto, debido a su principal inquietud: la insostenibilidad de
la deuda.
Ante la reacción de “casi”
pánico vivido en la economía británica, Kwarteng ha intentado el difícil
equilibrio de reafirmar sus promesas y transmitir calma, aunque rechazando
incluso la oferta de la Oficina de Responsabilidad Presupuestaria (OBR, en sus
siglas en inglés) de elaborar un análisis previo, que calculara el impacto en
las cuentas públicas de la rebaja fiscal que se disponían acometer.
De forma que, una medida
tan propia del ala dura de Partido Conservador (se trata de una medida que
supera las adoptadas por el neoliberalismo de Ronald Reagan y Margaret
Thatcher, para favorecer a los más ricos), pretende una rebaja de impuestos de
dimensiones desconocidas en más de cincuenta años.
Por todo ello, el
ministerio de economía, ha prometido acompañar al nuevo informe de las medidas,
rebajando sus pretensiones, con el informe de rigor de la OBR.
Los
laboristas se oponen a un mayor endeudamiento público, a fin de mantener los
150.000 millones de ayudas directas a hogares y empresas, para hacer frente a
la crisis energética. Por ello, se comprometen a gravar
de nuevo, de modo extraordinario, a las empresas gasísticas y eléctricas por
sus “beneficios caídos del cielo”.
EUROZONA:
Según Eurostat, la
inflación en la zona euro alcanzó durante el pasado mes de septiembre. el 10%
por primera vez. La energía le sigue ganando la partida a las subidas de tipos
del Banco Central Europeo (BCE): los precios no dejan de subir y añaden presión
sobre los hogares sin notar para nada que la economía se esté enfriando y que
haya muy pocas dudas de que en este tercer trimestre del año en la eurozona se
ha contraído.
La situación apunta, a
que en este mes de octubre el BCE subirá de nuevo en 75 puntos básicos los
tipos de interés. De la misma forma, se van a intensificar las llamadas a impedir
las actualizaciones salariales al mismo ritmo que los precios, aunque existan
evidencias de que esa espiral no stá teniendo lugar.
De hecho, el influyente
instituto de estudios bávaro IFO ya ha señalado que el anunciado aumento del
salario mínimo en su país de 10,45 euros por hora a 12 euros “probablemente
exacerbaría la inflación”. Al otro lado, los argumentos se centran en la
necesidad de incrementar los impuestos a las empresas (sus márgenes de
beneficio, a diferencia de los salarios, no se pueden controlar). Igualmente,
para tratar de contener la redistribución de la renta en favor de los más
fuertes, y tratar de ayudar a superar la situación a los más golpeados por los
aumentos de precios, incrementar las ayudas públicas con mayores impuestos a los
ricos. Así lo ha señalado el economista jefe del BCE, Philip Lane.
La realidad, es que
cuando se inauguró, ya hace más de dos décadas la eurozona, nadie pudo
sospechar que la inflación iba siquiera a acercarse a los dos dígitos. Lo ha
hecho de la mano de una crisis energética cuyo final depende mucho más de la
voluntad del presidente ruso, Vladimir Putin, que tiene en su mano el grifo del
gas y la opción de acabar con la invasión de Ucrania, que del Banco Central
Europeo.
Pues bien, en menos de
dos meses, los tipos oficiales han pasado del terreno negativo al 1,25% y ya no
hay compras extraordinarias netas de bonos. Da igual, el IPC ha subido en un
solo mes nueve décimas: ha saltado del 9,1% de agosto a este 10% de septiembre.
Muy probablemente no será el techo en esta crisis.
El aumento de los precios
en Alemania, ha sido muy importante: del 8,8% al 10,9%. El final de ayudas al
transporte y otras medidas de apoyo social ha sido clave para que se produzca
este movimiento. La inflación alemana, también la de Italia (cuatro décimas al
alza, hasta el 9,5%) ha superado la mejoría en Francia (6,2%) y España (9,35%),
países en que los precios han frenado algo su escalada.
A pesar de que las
grandes economías son las que sufren el mayor impacto en la inflación, la
crisis energética golpea ha golpeado con mucha más fuerza a orillas del
Báltico. Las tres repúblicas (Estonia, Letonia y Lituania) superan de largo el
aumento anual del 20%. Por detrás de ellos, aparece Holanda (17%), un país que,
pese a ello, sigue resistiéndose a cambiar el mecanismo comunitario de fijación
de precios en la electricidad y a separarlo de lo que sucede en el mercado del
gas.
Este combustible, el gas,
es el que se encuentra detrás de buena parte de lo que está pasando con los
precios -y, por extensión, con la economía-. La estimación divulgada por
Eurostat muestra el impacto en las cotizaciones energéticas, que han vuelto a
encarecerse en un año por encima del 40%. Al haberse mantenido en estos niveles
durante muchos meses, el contagio a otros productos de la cesta de la compra de
los hogares ha sido inevitable (el impacto de los combustibles en el resto de
la cadena llega a través del transporte y la logística o como materia prima). Y
así, cuando se observa lo sucedido con los precios al eliminar componentes
volátiles como la energía, el alcohol o los productos frescos, el incremento es
del 4,8%.
La realidad, es que,
según
los datos de Eurostat, la inflación ha golpeado de lleno a la
cesta de la compra más básica en la zona euro: los alimentos. La escalada de
precios comenzó por la energía, pero desde ahí se ha ido extendiendo a otros
componentes en la medida que la presión de los combustibles no ha aflojado y la
gran mayoría de productos precisan de ser transportados. Y así el contagio ha
llegado a los alimentos, que en el mes de septiembre se encarecieron un 12,4%
en toda la zona euro respecto al mismo mes del año anterior.
Buena parte de lo que
sucede con los precios en este 2022 está asociado a la invasión de Ucrania y
las decisiones adoptadas previamente por Moscú, hasta hace unos meses principal
proveedor de gas para muchos países de la Unión Europea, para preparar la
guerra. Estos movimientos han provocado que se dispare la cotización de la
energía y los combustibles: solo en agosto el aumento fue del 38,6%, y eso que
disminuyó algo la presión respecto a los últimos meses (en marzo llegó al
44,5%). De ahí que los precios energéticos sean los que más contribuyan a que
la inflación no se contenga: de ese aumento del 9,1% de agosto, casi cuatro
puntos llegan por esta vía. El siguiente componente son los alimentos, el
alcohol y el tabaco, 2,25 puntos.
Con los diferentes
componentes que integran el IPC sucede lo mismo que con su dato agregado. La
diferencia entre Estados es muy grande. En Hungría, por ejemplo, los precios de
la comida han aumentado en el último año un 33%, y en Bulgaria, Letonia,
Estonia o Eslovaquia superan el 20%. En otros países como Irlanda, Francia o
Luxemburgo el aumento es ligeramente superior al 8%, y en Chipre cae hasta el
5%. España, con el 13,8%, se sitúa algo por encima de la media, en un nivel en
el que se encuentran Holanda, Austria o Eslovenia.
La inflación, es la
principal amenaza para la economía europea. Está íntimamente ligada a la severidad
de la recesión que, pocos dudan, va a sufrir la zona euro en la segunda mitad
de este año: según el banco de inversión, Goldman Sachs, “se espera una
recesión modesta en el segundo semestre de 2022, provocada por los
significativos cortes de suministro del gas ruso debido a la guerra en Ucrania
y a la ralentización del crecimiento”.
Según Goldman Sachs, se relajará
algo la inflación en 2023, esperando un aumento medio del IPC del 4,8%. Con
todo, muy lejos todavía de lo que Europa ha conocido en los últimos años: un
2,9% en 2021, cuando la energía ya se había convertido en un problema y un 1,5%
en 2019, justo antes de que llegara la pandemia.
ESPAÑA:
El Banco de España ha
anunciado que estima que, frente a la previsión del Gobierno que espera un
crecimiento del PIB durante el próximo 2023, del 2,1%, que rebaja en siete
décimas esa estimación hasta el 1,4%. La Autoridad Fiscal, que avaló la
cifra de crecimiento del Gobierno porque entra dentro del rango de
probabilidades, también ha señalado que su proyección para el 2023 es del 1,5%.
Y la OCDE vaticinó otro 1,5% de avance del PIB para el mismo periodo.
Las proyecciones del
Banco de España mejoran algo el crecimiento de este año 2022, del 4,1% al 4,5%,
por el buen comportamiento de la actividad y el empleo durante la primera mitad
del año, gracias en buena medida a la robusta recuperación del turismo y la
hostelería tras el levantamiento de las restricciones por la pandemia. Este
factor compensó holgadamente las consecuencias de la crisis energética desatada
por la guerra de Ucrania, según el BdE.
Sin embargo, para 2023 el
Banco de España empeora su anterior previsión de junio en torno a un punto y
medio, del 2,8% al 1,4%, debido a la persistencia de la inflación, unas
condiciones financieras menos favorables, las dificultades de las industrias y
empresas afectadas por la crisis energética, el aumento de la incertidumbre y
el debilitamiento de la demanda global, con una Europa particularmente afectada
por las consecuencias del conflicto bélico en Ucrania. “En los trimestres más
inmediatos, los elevados precios del gas y la electricidad afectarán
adversamente a la actividad económica”, subraya la institución que dirige Pablo
Hernández de Cos. Pese a la interrupción del suministro de gas ruso, el
supervisor contempla que en este escenario no serán necesarios racionamientos
severos en la Unión Europea.
El informe publicado del
Banco de España, señala “la debilidad” de la economía española “en la segunda
mitad de este año y en el primer trimestre del próximo”. El banco observa, ya
con datos del tercer trimestre, “una ralentización del empleo, una menor
facturación empresarial, la persistencia de una inflación que lastra el consumo
y el rápido deterioro de las condiciones de financiación y de la confianza”.
De acuerdo con sus
estimaciones, el PIB español solo repuntará un exiguo 0,1% entre julio y
septiembre. “Este peor comportamiento limitará, por el efecto arrastre, el
crecimiento del año que viene, dice el supervisor. Si bien a partir de la
primavera vaticina un mayor dinamismo, empujado por el alivio gradual de los
precios energéticos, la consiguiente recuperación de las rentas y de la
confianza de los agentes, un desatascamiento paulatino de los cuellos de
botella globales y una mayor ejecución de los fondos europeos. Esta mejora se
plasmaría en un crecimiento del 2,9% en 2024.
En todo caso, como
resultado de estos cambios en las proyecciones, se retrasa el momento en el que
se recobrarían los niveles de PIB previos a la pandemia hasta principios de
2024. Estas proyecciones se basan en que no hay una resolución temprana del
conflicto bélico en Ucrania y en que no se produzca una escalada adicional”.
En cuanto a los precios, señala
el supervisor, que “una proporción cada vez más elevada de rúbricas ha ido
registrando tasas de inflación muy elevadas”. Destacan las subidas en
alimentos, bienes industriales no energéticos y ocio y hostelería una vez
terminadas las restricciones de la pandemia. Aunque los precios de los
carburantes se han moderado, esta desaceleración se ha visto neutralizada por
los fuertes incrementos en los precios del gas y, por tanto, de la
electricidad. Además, la acusada depreciación del euro frente al dólar también
ha provocado un mayor encarecimiento en Europa de las materias primas compradas
en los mercados internacionales.
No obstante, las medidas
del Gobierno han contribuido a reducir la tasa de inflación en algo más de dos
puntos, de los que la mitad se corresponden con el mecanismo ibérico para
limitar el precio del gas en el mercado eléctrico.
La previsión del Banco de
España es que la inflación se sitúe este año de media en el 8,7%, y que en los
dos años siguientes se moderará hasta el 5,6% en 2023 y el 1,9% en 2024. La
persistencia de la inflación es tal que el supervisor ha subido su estimación
respecto a la de junio en 1,5 puntos para este año y en 3,1 puntos para el que
viene. Estos cálculos se sustentan en que la asunción de que las empresas ya
han trasladado buena parte de sus subidas de costes, y en que se han producido,
tan sólo, aumentos moderados de los salarios que no retroalimentan la inflación
(espiral precios-salarios). Hasta el momento no está habiendo efectos de
segunda ronda significativos, “mientras que los salarios en convenio están
repuntando un 2,6%, los márgenes de las empresas se mantienen estables, aunque
con cierta heterogeneidad por sectores y tipos de empresas. Es decir, el pacto
de rentas se estaría produciendo por la vía de los hechos”.
Respecto a los efectos de
la inflación en los colectivos más vulnerables, el Banco de España insiste en
que las ayudas públicas se concentren en estos grupos.
El organismo recuerda que
todas estas previsiones están sujetas a una gran incertidumbre y que hay
riesgos de que haya un menor crecimiento y una mayor inflación. Entre estos
riesgos, señala que un escenario más desfavorable de precios, con las
cotizaciones del gas en los máximos de agosto, podría restar hasta un punto de
PIB adicional a la proyección. Si bien también reconoce que la economía podría
crecer más en 2023 si se produce un escenario favorable en los precios del gas.
El banco ve además riesgos de que se dé una menor ejecución de los fondos
europeos y en la posibilidad de que haya un aumento del ahorro por prudencia o precaución.
Y alerta de que las subidas de tipos para reaccionar ante la inflación
combinadas con un empeoramiento de las perspectivas económicas están provocando
un endurecimiento de las condiciones de financiación que podría llegar a
provocar “algún episodio potencialmente disruptivo en los mercados de
capitales”.
El empleo se desacelerará
transitoriamente. Pero el banco no contempla cambios muy sustanciales en el
mercado de trabajo y cree que los ajustes se producirán más en las horas
trabajadas. Así que la previsión de la tasa de paro se estabilizará en torno al
12,7% el año que viene y el siguiente. La del Gobierno en cambio se sitúa
ligeramente por debajo: en el 12,2% en 2023.
Por otro lado, el
Instituto Nacional de Estadística (INE) ha revisado al alza el crecimiento de
la economía en el segundo trimestre de este 2022. Frente al 1,1% estimado a
finales de julio, ahora la institución anuncia que el PIB español aumentó en un 1,5% intertrimestral entre abril
y junio. Esto son cuatro décimas más frente al dato adelantado. La razón: el
tirón del sector exterior, que compensa con creces un peor comportamiento del
consumo de los hogares.
Sin embargo, Estadística
también muestra que en el primer trimestre hubo una caída de la actividad. La
última revisión apuntaba a un crecimiento entre enero y marzo del 0,2%,
prácticamente plano, pero ahora el dato ha sido actualizado de nuevo a la baja hasta registrar una caída del PIB
del 0,2% en ese primer trimestre.
En términos interanuales,
el crecimiento del segundo trimestre de este año, fue del 6,8%, muy en línea con el 6,7% del
periodo inmediatamente anterior, y que supone cinco décimas más respecto al
dato adelantado a finales de julio. La contribución de la demanda nacional es
de 1,9 puntos, lo que equivale a 1,9 puntos menos que el trimestre precedente;
por su parte, la demanda externa presenta una aportación de 4,9 puntos, lo que
son 2,1 más que el trimestre anterior.
Este 1,5% supone un tirón
para la economía en términos intertrimestrales, a las puertas de una segunda
parte del año que se augura cuanto menos complicada y con el riesgo de la amenaza de recesión en la Eurozona.
Yendo al detalle del PIB
trimestral publicado por el INE, el gasto en consumo final entre abril y junio
de este año, fue de un crecimiento del 0,5%, tras apuntarse una caída del 0,9%
en el primer trimestre. El consumo de los hogares fue al alza con un 1,2%,
mientras que el de las Administraciones Pública se hundió un 1,3%, una caída en
este aspecto por tercer trimestre consecutivo. Así, la demanda nacional creció
un 0,6%.
Respecto a la inversión, señala el INE, que se
registró una subida del 0,8% intertrimestral. Mientras que las exportaciones lo
hicieron al 4,9% y las importaciones al 2,8%. Este importante comportamiento del
sector exterior español, justifica en buena parte la revisión al alza del PIB
del segundo trimestre.
Si nos referimos a las
previsiones de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos
(OCDE), ha mejorado al 4,4% su previsión de crecimiento para la economía
española en 2022, tres décimas más que en su anterior previsión de junio,
mientras que para 2023 empeoró su pronóstico y situó el crecimiento en el 1,5%,
siete décimas menos.
A su vez, ha empeorado
también sus augurios respecto a la inflación en España para este año, que señala
que acabará en el 9,1% de subida, un punto más que en su previsión de junio.
Para 2023 también la ve peor que hace tres meses, y la vislumbra en un repunte
del 5,0%, dos décimas más que en junio.
En todo caso, añade la
OCDE, existe una "incertidumbre significativa" respecto a las
proyecciones. En caso de que haya escasez de combustibles, especialmente del gas,
el crecimiento en Europa para 2023 podría reducirse otros 1,25 puntos,
provocando una recesión, mientras que el crecimiento global se reducirá en
medio punto adicional.
Los principales problemas
radican en "la guerra en Ucrania y el aumento de los precios de la
energía", circunstancias que "han llevado a reconsiderar los
objetivos presupuestarios a corto plazo, a pesar de la mayor deuda acumulada
durante la pandemia, el aumento de los rendimientos de los bonos y las
presiones de gasto a más largo plazo".
La organización asegura
que “casi todos los países han tomado nuevas medidas fiscales para proteger a
los hogares y las empresas del aumento de los precios de la energía y los
alimentos y varios países europeos, entre ellos España, han anunciado nuevas
medidas de socorro a sus economías, pero el impacto sobre la deuda se presenta
incierto.
El tope propuesto a nivel
de la Unión Europea sobre los precios pagados a los productores de electricidad
de bajo costo (energías renovables y nuclear) y un posible impuesto adicional
sobre las ganancias extraordinarias de los productores de combustibles fósiles
podría proporcionar algunos recursos adicionales para los países que
actualmente no imponen tales gravámenes, pero no se incorpora en las proyecciones".
Eso sí, el organismo ha
pedido apoyos fiscales para amortiguar el impacto de los costes energéticos en
hogares y empresas, aunque ha subrayado que deben ser temporales, centrados en
los más vulnerables y preservar los incentivos para reducir el consumo.
Por otro lado, según el
Banco de España, la deuda de las Administraciones públicas sigue creciendo.
Ha aumentado hasta su máximo histórico: 1,475 billones de euros a final del
segundo trimestre (se moderó hasta el 116,1%, 2,1 puntos porcentuales menos que
a final del año pasado).
La tasa de crecimiento
del saldo de deuda fue del 3,6% en términos interanuales. Esto supone un
incremento en 50.651 millones, como consecuencia de los menores ingresos y
los mayores gastos derivados de la crisis.
El escenario que plantea
el Programa de Estabilidad español. para el periodo 2022-2025, muestra un
descenso del déficit hasta que la ratio de deuda sobre PIB quede en el 109,7%
en 2025.
Sobre la evolución de la
deuda de los distintos subsectores de las Administraciones públicas, el saldo
de la deuda del conjunto de la Administración central se elevó a 1,326 billones
de euros en junio, lo que representa el 104,4% del PIB. El crecimiento, en
términos interanuales, de la deuda de este subsector en el segundo trimestre
fue del 4,1%.
El saldo de deuda de las
Administraciones de Seguridad Social se situó en 99.000 millones, con un
crecimiento interanual del 8%. Por lo que respecta a las Administraciones
territoriales, la deuda de las comunidades autónomas creció hasta los 317.000
millones, un 24,9% del PIB, con un aumento interanual del 1,5%.
La deuda de las
corporaciones locales se situó en 23.000 millones en el segundo trimestre, lo
que representa un 1,8% del PIB y supone un 0,6% más que el saldo registrado un
año antes.
Con
referencia a las autonomías, Cataluña (84.486 millones), Comunidad
Valenciana (54.260 millones), Andalucía (37.419 millones) y Madrid (34.563
millones) siguen concentrando en el segundo trimestre dos tercios de toda la
deuda en manos de los gobiernos de las comunidades, aunque también obedece a
una cuestión de población. Le siguen Castilla-La Mancha (15.519 millones),
Castilla y León (13.124 millones), Galicia (11.824 millones), Murcia (11.587
millones) y País Vasco (11.395 millones). Cierran la tabla Aragón (9.199
millones), Islas Baleares (9.135 millones), Canarias (6.455 millones),
Extremadura (5.093 millones), Asturias (4.246 millones), Cantabria (3.282
millones), Navarra (3.064 millones) y La Rioja (1.647 millones).
No obstante, en
porcentaje del PIB, la Comunidad Valenciana, con un endeudamiento que supone el
45,8%, sigue encabezando a las regiones más endeudadas respecto a su economía,
seguida de Cataluña, con el 35%, Castilla-La Mancha (34,6%) y Región de Murcia
(34,2%).
Por tamaño de
ayuntamientos, los de más de 300.000 habitantes acumularon una deuda de
4.852 millones de euros hasta marzo, 49 millones más que en el mismo trimestre
del año anterior. En concreto, Madrid, con una deuda de 1.905 millones de
euros, sigue en cabeza de las corporaciones locales más endeudadas, seguida de
Barcelona, con 791 millones, y Zaragoza, con 638 millones.
Bastantes analistas esperan
una leve recesión a principios del año que viene en España. La duda es si a finales
de este 2022 y comienzos de 2023, el enfriamiento económico será recesión
económica (caída del PIB durante dos trimestres consecutivos), estancamiento o
una simple desaceleración económica. Sea del tipo que sea, el enfriamiento de
la economía, ayudará a frenar la inflación.
Lo que está claro es que
hay un factor clave que es la energía. En este sentido, España no está tan
expuesta como los países del norte de Europa a los cortes del gas ruso. Lo más
probable será que haya que pagar más caro el gas, pero no hay riesgos de
racionamiento, como sí existe en países como Alemania.
Uno de los factores más
preocupantes para España. consiste la situación de los socios europeos,
teniendo en cuenta que el turismo y demanda externa han sostenido la economía
en este verano (el sector exterior aportó 4,9 de los 6,8 puntos porcentuales que
creció el PIB en términos interanuales, y seis décimas de los 1,5 puntos que
creció sobre el trimestre anterior).
Con respecto a la
evolución de los precios, durante el mes de septiembre la inflación ha
concedido cierta tregua: la tasa interanual de los precios de 1,5 puntos
porcentuales, pasando el IPC del 10,5% al que cerró agosto a un 9%.
En términos mensuales los
precios han bajado un 0,6%. Se trata del mayor descenso mensual desde que
arrancara la serie histórica del IPC, en 1961.
En relación al empleo, se
han mostrado ciertos signos de flaqueza. El paro aumentó en septiembre,
casi en 18.000 personas, hasta situar al total de desempleados al borde los
tres millones (2.941.919). A pesar de este aumento, se trata del cómputo de
parados más bajo habido en este mes desde el año 2008.
Sin embargo, la
afiliación a la Seguridad Social se ha mantenido estable, creciendo en 29.000
trabajadores, tras registrarse, por sexto mes consecutivo, más de 20 millones
de cotizantes a la Seguridad Social (20.180.287).
El número de afiliados creció
hasta los 20.224.355 trabajadores, 51.079 personas más que en agosto; siendo el
tercer mes en el que se ha creado más empleo en lo que va de año. Según señala
el Ministerio de Seguridad Social en su estadística, “a pesar de la incertidumbre,
el promedio de afiliación de los primeros nueve meses de 2022 está en línea con
el registrado entre los años 2017 a 2019 (años de gran dinamismo en el mercado
laboral)”.
Según ha declarado,
Secretario de Estado de Empleo, “estamos en un mes de septiembre que se mueve
en la moderación y cuyos datos que se producen en un contexto económico
influenciado por una guerra en Europa, un aumento de los costes de la energía y
la incertidumbre que deriva de la subida de los tipos determinada por las
autoridades europeas”.
Se ha señalado que es
habitual que el paro suba durante el mes de septiembre, como consecuencia del
final de las vacaciones de verano. Los contratos firmados para cubrir la
campaña expiran, y se incrementa el número de demandantes de empleo que se
apuntan a las listas.
A la vez que ha aumentado
el número de personas inscritas en las oficinas de empleo, durante el mes de septiembre
se firmaron 1.660.792 contratos, casi 400.000 más que en agosto, de los cuales
775.856 (el 46,72%) fueron de carácter indefinido; la segunda mayor cifra en lo
que va de año. También se inscribieron 281.253 fijos-discontinuos, la segunda
mayor cota en el año. Son, además, medio millón más de relaciones laborales de
las que acordaron en el mismo mes del año pasado, y tienen en la agricultura y
la construcción su principal caladero. El paro ha crecido en agosto por una
subida en el sector servicios (24.691 personas) y entre aquellos sin un empleo
anterior (5.016).
La afiliación se elevó en
septiembre por decimoséptimo mes consecutivo, hasta los 20.224.355
trabajadores, 51.079 personas más que en agosto; siendo el tercer mes en el que
se ha creado más empleo en lo que va de año.
Tampoco septiembre ha
sido un mal mes para los autónomos, ya que 2.427 trabajadores por cuenta propia
se sumaron al RETA (Régimen Especial de Trabajadores Autónomos) hasta alcanzar la
cifra de 3.329.863.
Por otro, lado, un hecho
que ha comenzado a preocupar, como consecuencia de la subida de tipos de
interés, es como está afectando a las familias que están hipotecados a tipos de
interés variables (en especial a aquellos de rentas más bajas).
El Banco de España estima
que las familias que destinan más del 40% de sus ingresos al pago de
obligaciones financieras se ha disparado en los últimos meses, y desde el
comienzo del proceso de endurecimiento monetario son ya 350.000 los hogares nuevos que están en una
situación financiera crítica.
Si bien a finales del mes
de junio, se estimaban en torno a 175.000 familias, la cifra, como se observa, se ha multiplicado por dos durante el verano,
por lo que muchas familias pueden estar en una situación crítica por sus
créditos.
De la misma forma, el
Banco de España también ha señalado su preocupación por la situación de las empresas
y de las cuentas públicas: “el endurecimiento de las condiciones de
financiación puede incrementar la
presión financiera soportada por algunas empresas. En la financiación
bancaria empresarial tienen un peso destacado los préstamos con vencimiento a
corto plazo o a tipo variable, por lo que la traslación del aumento de los
tipos de interés de mercado al coste medio de la deuda es relativamente rápida”.
MERCADOS:
La Bolsa española negoció
en renta variable 24.197,8 millones de euros en septiembre, lo que supone un
aumento del 27,1% respecto a agosto y una caída del 25,1% en comparación con el
mismo mes de un año antes.
El número de
negociaciones en el mes de septiembre fue de 2,8 millones, lo que supone una
subida del 23,8% frente al mes anterior y una caída del 24,3% respecto a septiembre
de 2021.
Según los datos de Bolsas
y Mercados Españoles (BME), en el acumulado del año el volumen contratado
ascendió un 4,6%, pero el número de negociaciones se redujo un 9,2%.
En cuanto a la renta
fija, el volumen contratado en septiembre alcanzó los 10.022,6 millones de
euros, un 52,4% más que en agosto y un 59,8% menos que en el mismo mes de 2021.
En el acumulado del año, el volumen negociado cayó un 54,4%.
En
todo caso, el mes de septiembre ha sido difícil para los
mercados europeos. El Ibex se ha dejado un 6,5% durante el pasado
mes.
De la misma forma, las pérdidas del Dax alemán, el Cac 40 francés
y el Mib 30 italiano se movieron entre el seis y el cuatro por
ciento en septiembre.
El aumento de la inflación, y el miedo a que Europa no
cuente con suficientes reservas energéticas para afrontar el invierno, señalan una situación muy complicada
para los mercados.
En relación al mercado de
divisas, el dólar está
siendo el ganador, ya que ha obtenido durante el pasado mes cotizaciones máximas
contra el euro en 20 años, y escalando posiciones contra otras divisas como el yen o la libra, viéndose
favorecido porque los inversores están buscando refugio en activos con menos
riesgo.
El Bank of America fijan un objetivo
para el euro de 0,95 dólares por euro al cierre de 2022, y dudan de que las
intervenciones que están realizando los bancos centrales vayan a poner fin a la
inestabilidad.
Por otro lado, un aspecto
muy preocupante, es que la OPEP (Organización de Países Exportadores de
Petróleo), liderada por Arabia Saudí y Rusia han anunciado un recorte de la
oferta de crudo, de dos millones de barriles diarios, el 2% de la demanda
global, a partir de noviembre. El objetivo: contener la cotización del barril
de Brent, que acumula un descenso del 25% desde sus máximos de hace
cuatro meses.
El tijeretazo a la
producción de crudo petrolífero ha sido mayor de lo esperado: las apuestas
fluctuaban entre los 500.000 y 1,5 millones de barriles. Para ver una rebaja de
esta magnitud en la oferta petrolera hay que remontarse a 2020, cuando la
pandemia tenía atenazada toda la actividad productiva.
El mercado petrolero,
como la economía mundial en su conjunto, lleva años instalado en la
incertidumbre. Si el hundimiento del consumo durante la crisis sanitaria llevó
los precios a terreno negativo por primera vez en la historia (el mundo al
revés: los productores pagaban por deshacerse de barriles), el levantamiento de
las restricciones, la recuperación de la actividad y, sobre todo, la invasión
rusa de Ucrania disparó la cotización hasta máximos de casi una década,
desatando una nueva fiebre petrolera global.
En los últimos meses, sin
embargo, la ralentización de la economía china (primer exportador mundial), y el
riesgo de recesión en Occidente, alimentados por la fuerte subida de los tipos
de interés, han permitido una relajación de los precios del petróleo, dando un
respiro en los precios de los combustibles a los consumidores. Situación que,
con este recorte de la producción, puede dar lugar a mayores subidas en los precios.
En otro orden, el índice
al que están referenciadas casi el 80% de las hipotecas en España, unos 4,1
millones, avanza a una velocidad sin precedentes y ya marca el 2,156% en tasa
diaria (niveles no vistos desde finales de 2011). La media mensual ha escalado
al filo del 2% frente al 1,249% de agosto, mes en el que también pulverizó
récords. La mayoría de analistas creen que a partir de ahora las subidas no
serán tan bruscas y el euríbor a 12 meses finalizará el año en el entorno del
2,5%. Pero el escenario es muy incierto, dependiendo de la variación de los
tipos de interés del BCE.
Hace un año, el euríbor
era del -0,492%. Esto supone que a los ciudadanos con hipotecas variables a los
que les toque revisión este mes les subirán los intereses un 2,5% de golpe. En
el caso de un préstamo medio de 150.000 euros con un vencimiento a 25 años y un
diferencial del 1% sobre el euríbor, las cuotas se encarecerán unos 179 euros
al mes o 2.150 euros al año.
Desde la Asociación
Hipotecaria Española (AHE) vaticinan que estas sustanciales subidas puedan
traducirse en una ralentización de la actividad inmobiliaria y, en
consecuencia, de la contratación de hipotecas, que según el último dato del
Instituto Nacional de Estadística (INE) correspondiente a junio todavía aumentan
a un ritmo del 12% anual, con 56.700 nuevas firmas sobre vivienda.
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