Quizá por ingenuidad o estupidez, a veces me pregunto:
¿Qué es
lo que más interesa a los políticos, ganar las elecciones o
solucionar los graves problemas económicos que seguimos padeciendo?
¿Realmente
hemos salido de la crisis, o nos encontramos en una situación de
estancamiento económico?
Veamos
cuál es el cuadro macroeconómico actualmente:
El PIB
español creció tres décimas en el último trimestre de 2013, lo
que ha supuesto la salida de la recesión (caídas de la producción).
La mal
llamada inflación fue del 0,2% -esto no es inflación, sino una
debilísima subida de precios- es un dato no demasiado
bueno, ya que evidencia la persistencia de la atonía en el consumo y
en la demanda.
El INE ha
publicado el “índice de comercio al por menor” del pasado
diciembre, mostrando una caída, nada menos, que de un 3,5% sobre el
mes anterior.
Se trata
de un dato tan malo y alejado de la tendencia de los últimos meses,
que habrá que esperar a disponer de más información para poder
analizarlo.
Además,
el hundimiento del consumo de bienes no es coherente con la aparente
mejora de la confianza de los consumidores del pasado diciembre.
Por otro
lado, hemos registrado un menor superávit de la balanza por cuenta
corriente debido al debilitamiento de las exportaciones. Frente a la
debilidad de la demanda interna, es fundamental al menos mantener la
externa.
La
reforma que ha abaratado el despido facilitando a las empresas bajar
o congelar los salarios en plena recesión económica, con un fuerte
ajuste presupuestario, unida a la desconfianza e incertidumbre, ha
generado aún más despidos: hemos acabado el año 2013 con 3,6
millones de personas ocupadas menos que al comienzo de la crisis,
escalando la tasa de paro al 26,4%.
Y
ahora resulta, que el FMI y la OCDE nos demandan aún más recortes
salariales. Esto no encaja muy bien con la clara insuficiencia de
demanda existente, es decir del consumo y de la inversión.
Si las
empresas no venden, y además el crédito no fluye, no es posible
hablar de recuperación. Y si no venden es por la caída de los
ingresos, la incertidumbre, el miedo y el nivel de endeudamiento de las
economías domésticas y de las propias empresas.
Cuanto me
gustaría ver ese cambio de ciclo que se está pregonando a “bombo
y platillo”.
No sería
más conveniente, que en lugar de preocuparse tanto por las
encuestas, y convencernos de lo bien que lo hacen, nuestros
representantes se pusieran de acuerdo. Primero en el diagnóstico de
la situación, y a continuación, cumpliendo con su alta
responsabilidad, acometer las necesarias medidas.
Probablemente,
tardaremos bastantes años en alcanzar los niveles de bienestar
económico previos a esta crisis, pero por lo menos debería
alcanzarse un mínimo consenso en la resolución de los problemas más
graves y acuciantes.
Mucho me
temo, que nos vamos a adentrar de nuevo en ese proceso de continuas
descalificaciones dentro de la casi permanente campaña electoral que
vive este país.
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