miércoles, 12 de septiembre de 2018

SITUACIÓN ECONÓMICA ESPAÑOLA Y MUNDIAL A SEPTIEMBRE DE 2018: Turquía y Argentina han podido provocar una nueva crisis financiara global.


Turquía y Argentina han podido provocar una nueva crisis financiera  a nivel global. Por otro lado, la situación de las economías emergentes no es, precisamente, boyante.
Según un informe de la Cepal, América Latina y el Caribe seguirán creciendo en 2018, pero a un ritmo notablemente más bajo de lo previsto. La economía de la región se expandirá un 1,5%, siete décimas menos de lo esperado.

GLOBAL:

Algo no marcha bien entre las divisas de los países emergentes. La alarma la dio la dio la lira turca en julio. Además, las sacudidas y los aranceles de Trump al acero y aluminio de Turquía, llevaron durante el pasado mes de agosto a la lira turca a su mínimo histórico respecto al dólar estadounidense.
Esta circunstancia, ha conducido a Turquía a una situación peligrosa dado el volumen de su endeudamiento en dólares y su abultado déficit por cuenta corriente.
La realidad, es que la Lira turca no ha sido la única divisa emergente que ha tenido problemas, ya que también han sufrido las monedas de las economías de Argentina, Sudáfrica, Brasil, Rusia e India.
Son distintos los motivos que han llevado a esta situación a esas monedas. Ha influido la incertidumbre política, su dependencia de las materias primas y, desde luego, la política monetaria de Estados Unidos, ya que cada vez que la Reserva Federal comienza a subir sus tipos de interés, el dólar se aprecia y los mercados emergentes lo sufren como consecuencia de un periodo de fuerte endeudamiento en dólares de esas economías.
La depreciación de las divisas emergentes ha avivado el temor a una repetición de las peores crisis, como la que sacudió al Sureste asiático, Rusia y Latinoamérica entre 1997 y 1998. Se ha producido cierto contagio, ya que, tras el desplome de la lira turca, la salida de capitales se ha acelerado en Sudáfrica y en China. Pero, la mayoría de analistas opinan que es diferente a aquella crisis.
Ahora bien, existen motivos para la preocupación, especialmente por la escalada de las tensiones comerciales:  los productores de materias primas pueden verse duramente golpeados por la nueva ronda arancelaria anunciada en la guerra que mantienen China y Estados Unidos.
La realidad, es que las sanciones económicas de Trump, como las aplicadas con Turquía, Rusia, Irán o China, hacen especialmente vulnerables a las economías emergentes. 

LATINOAMERICA:

Como se ha señalado, América Latina y el Caribe seguirán creciendo en este ejercicio, pero a un ritmo considerablemente más bajo de lo previsto. La economía de la región se expandirá un 1,5%, siete décimas menos de lo esperado hasta ahora por la Cepal, aunque tres más más que en 2017.
La Cepal (Comisión Económica para América Latina y el Caribe) ha declarado "como el resto de organismos internacionales, fuimos demasiado optimistas. El año ha acabado marcado por la alta incertidumbre y volatilidad sobre la economía global y, muy especialmente, sobre el bloque emergente”.
La fortaleza del dólar frente a las principales monedas latinoamericanas y la firme decisión de la Reserva Federal de continuar con las alzas de tipos de interés han dañado a esas economías.  El desempleo, por su parte, seguirá ligeramente a la baja durante el ejercicio en curso, aunque la tasa de paro permanecerá por encima del 9% (un nivel elevado para las economías emergentes).
Además, el crecimiento no es equilibrado entre las distintas áreas y regiones: mientras que el área que engloba a Centroamérica y México seguirá liderando holgadamente la tabla, con una expansión media prevista del 2,5% en 2018 y con tres de los 10 países más dinámicos de la región en su seno, las islas del Caribe crecerán a una tasa media del 1,7% y América del Sur quedará por debajo de la media regional con un incremento del PIB de solo el 1,2%, lastrado fundamentalmente por Venezuela, Argentina y Brasil.
Según la Cepal esta divergencia interregional tiene que ver con los precios de las materias primas: si suben, como ahora, a América del Sur le debería ir mejor y a Centroamérica, peor. Sin embargo, lo peor son las incertidumbres respecto a Argentina y Brasil.
Y, sin duda, el mayor lastre es Venezuela que sufre una grave crisis económica e institucional en el que la recesión se ha convertido en habitual (se espera que su PIB se contraiga este año otro 12% a pesar del alza del precio del petróleo, el gran activo del país). Desde 2013, la economía venezolana ha retrocedido, nada menos, que un 43%.
Más allá de la hiperinflación, el problema de Venezuela es que su deuda es cada vez menos sostenible. Y la producción de petróleo, que se destina al repago de la deuda, se mantiene a la baja.
El segundo mayor problema sudamericano es Argentina, que no ha logrado superar la tormenta cambiaria iniciada a finales de abril, que provocó una rápida devaluación del peso (del 65%) frente al dólar. Por primera vez un organismo internacional estima que el PIB argentino sufrirá una caída del 0,3%.
Por su parte, Brasil se ha visto sacudido por una huelga de camioneros que paralizó al país en mayo. "Afectó muchísimo, más de lo que pudiéramos anticipar", destacan los técnicos de la Cepal. Sin embargo, el gigante suramericano se aleja de la recesión.
En América Central y el Caribe la tendencia es notablemente mejor que en el sur. México, el gran exponente de la zona, cerrará 2018 con un crecimiento de su PIB del 2,2%. Solo superan esa tasa de aumento, Chile (3,9%), Perú (3,6%) y Colombia (2,7%). Todas ellas impulsadas por el encarecimiento de las materias primas, en las que descansa buena parte de su crecimiento.
Además, un país caribeño, la República Dominicana, y otro centroamericano, Panamá liderarán en 2018 el crecimiento latinoamericano con sendas expansiones del 5,4% y del 5,2%. Economías más pequeñas, como Costa Rica, Honduras, Antigua y Barbuda y Granada también se encuentran entre las 10 con economías más dinámicas.
Tras varios años de niveles históricamente bajos de volatilidad financiera, con la liquidez en máximos, las mayores dudas afectan especialmente a los emergentes, con América Latina a la cabeza. En paralelo, los flujos de capitales hacia mercados emergentes, tras aumentar de forma sostenida el año pasado, caen en este 2018. "La combinación de un dólar fuerte, tasas de interés altas y menos liquidez es lo que ha disparado los niveles de incertidumbre". En consonancia, el riesgo soberano de las principales economías de la región ha repuntado a partir de febrero, sobre todo en Venezuela (el caso más dramático), Argentina, tras el rescate del Fondo Monetario Internacional, y Ecuador, una economía plenamente dolarizada.
América Latina y el Caribe tampoco son ajenos a los movimientos proteccionistas de Washington. La gran incertidumbre pasa por las tensiones comerciales. El conflicto arancelario entre EE UU y China está creando una tensión muy fuerte en todas las economías, también en las latinoamericanas y caribeñas.

ARGENTINA:

Realmente, nadie sabe cómo va a terminar la situación de la economía argentina. El presidente Macri anuncio el acuerdo con el FMI para recibir de este los fondos necesarios que el país vaya precisando, y el peso argentino se ha depreciado alrededor del 14% con respecto al dólar.
Frente a esta situación el Banco Central argentino ha tratado de frenar la depreciación de su moneda, subiendo los tipos de interés oficial (el que cobra a los bancos comerciales), nada menos, que hasta el 60% (un incremento de 15 puntos).
El objetivo fundamental, es evitar que tenga lugar el desbordamiento de la inflación.
El presidente Macri ha declarado que el FMI adelantará a Argentina todos los fondos que sean necesarios para que el Gobierno cumpla con los pagos de su deuda con prestamistas extranjeros. Los fondos saldrán del rescate por valor de 50.000 millones de dólares que se aprobó en el pasado junio.  
El escenario económico del país es muy complicado, aunque el Gobierno trate de aparentar una situación de calma. 

TURQUÍA:

Los desequilibrios del país euroasiático, agravados por el enfrentamiento con Estados Unidos a raíz de la detención de un pastor protestante, han desencadenado la crisis de la lira turca, que, consiguientemente, ha afectado a la economía real.
El índice de precios al consumo, publicado por el Instituto de Estadística Turco (TÜIK), muestra que la inflación se desbordo en el pasado agosto respecto al mismo mes del año anterior. Ascendió al 17,9%, (el nivel más alto desde finales de 2003).
La situación ha forzado al Banco Central de Turquía a señalar que tomará las medidas necesarias. De forma que en la reunión de política monetaria del 13 de este mes subirá los tipos de interés.
El problema es que el presidente Erdogan considera a las subidas de los tipos de interés como “la madre de todos los males” y origen de la inflación. Lo que ha, en otras ocasiones, ha supuesto muchísimos esfuerzos convencer a Erdogan para que autorizase el incremento de las tasas.  
En todo caso, la inflación es solo una de las dificultades y problemas a los que se enfrenta la economía turca: su industria depende de la importación de energía, materias primas, productos semielaborados y tecnología para funcionar. Pues bien, la depreciación de la lira ha incrementado los costes de producción.
Que esos mayores costes se trasladen al consumidor solo es cuestión de tiempo. De hecho, varias empresas han utilizado ciertas estrategias para ocultarlo, disminuyendo el gramaje de los productos empaquetados.
Todos estos factores y problemas han llevado a que algunos hayan recomendado a Ankara que vaya negociando con el Fondo Monetario Internacional (FMI) un préstamo que ayude a resolver los problemas de financiación de la economía euroasiática. Entre el déficit por cuenta corriente y la deuda privada a corto plazo de las empresas (que en los últimos años han contraído préstamos en grandes cantidades en divisas), Turquía necesita 180.000 millones de dólares en los próximos doce meses y los pagos exteriores en divisas serán cada vez mucho más difíciles con una lira que ha perdido el 40 % de su valor en lo que va de año.

ESTADOS UNIDOS:

Durante el segundo semestre de este año, la economía estadounidense tuvo un fuerte crecimiento, ya que ha conseguido un crecimiento de su PIB, en tasa anualizada, del 4,1%.
Se trata del aumento más elevado de los últimos cuatro años. Sin embargo, la mayoría de los analistas afirman que este crecimiento se moderará a un aumento próximo al 2,5%, ya que parte del incremento se debe a las exportaciones de soja en anticipación al arancel chino (aceleración de los envíos de soja hacia China anticipando la entrada en vigor del arancel de China a los productos agrícolas de EE UU).
El consumo privado, que representa dos terceras partes de la economía, se ha intensificado ya que ha crecido un 4% desde el bajísimo 0,9% a principios de 2018. Es un ritmo superior a la tendencia media del 2,6% de los últimos años, y que Trump lo señala como mérito propio a consecuencia de sus incentivos fiscales y a la subida de los salarios. La inversión empresarial lo hizo un 7,3%.
La Reserva Federal de Estados Unidos decidió dejar los tipos de interés intactos en una banda entre el 1,75% y el 2% (hasta donde los había subido en junio, con la segunda alza en un año), aunque ha indicado que volverá a subirlos en septiembre y posiblemente otra vez en diciembre. Se anticipan tres incrementos más a lo largo de 2019 y otro en 2020 en un proceso de normalización que va en paralelo a la reducción de los activos que acumuló durante la crisis.
Donald Trump quiere que la Fed deje de subir tipos alegando que “complica su plan de crecimiento”. Sin embargo, El presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, considera necesario seguir adelante con el plan para llevar los tipos a un nivel más normal.
Powell ha señalado que no se deben cometer errores estratégicos que posteriormente haya que lamentar, por lo que “considera apropiado seguir avanzando con el alza gradual de los tipos de interés. La economía se refuerza”, por lo que señala que no encuentra motivos para dudar que se mantendrá el ritmo económico.  
Los economistas están muy pendientes respecto a la marcha de las curvas de los intereses a corto plazo y a largo. Se trata de un indicador que sirve para predecir un cambio en el ciclo expansivo, y Powell anticipa que la tendencia es hacia una moderación del crecimiento, pero, sin embargo, no ve riesgos de una recesión.
Con respecto al empleo, según las cifras publicadas por el Departamento del Trabajo de Estados Unidos, durante el pasado mes de julio se crearon 157.000 nuevos empleos (por debajo de las previsiones de 190.000) y la tasa de paro cayó una décima respecto al mes anterior, hasta el 3,9%. La cifra supone cierta ralentización en la creación de empleo ya que en junio registró 213.000 nuevos empleos.
El buen momento de la economía estadounidense no es exclusivo de la Administración Trump, ya que la economía  acumula 94 meses consecutivos presentando datos positivos en la creación de puestos de trabajo (un récord que no se ha visto frenado hasta ahora por la guerra comercial del Trump con China).
Sin embargo, a pesar de situarse en casi una situación de pleno empleo, y de las quejas de las empresas respecto a las dificultades para conseguir trabajadores para ocupar sus vacantes, los salarios están estancados: el aumento salarial anual de julio a julio se mantuvo en un 2,7%, una cifra que no ha variado desde hace dos años.

UNIÓN EUROPEA:

Durante el pasado mes de julio, Mario Draghi señaló que la eurozona va a mantener un crecimiento sólido. Anunció el final de la compra de activos a finales de año, y una subida de las tasas de interés durante el segundo semestre del próximo año.
Draghi apuntó que la amenaza proteccionista de Estados Unidos supone un grave riesgo: “una guerra comercial con rondas de represalias crearía un clima totalmente diferente”.
La realidad, es que durante el tiempo que le resta al frente del BCE (alrededor de 15 meses) tiene un trabajo muy comprometido: debe graduar la retirada de las medidas históricamente excepcionales que se han adoptado (tipos de interés reducidísimos y compras masivas de activos).
El presidente Trump ha llegado a decir que la cotización del euro frente al dólar favorece a las exportaciones de la eurozona. Frente a ello, Draghi ha declarado que “el tipo de cambio no es un objetivo de nuestra política. En las últimas décadas hay un consenso internacional para evitar las devaluaciones competitivas”.
Sin embargo, en contra de lo anterior, se ha confirmado el enfriamiento económico de la eurozona, ya que, según Eurostat, tan sólo ha crecido durante el segundo trimestre de este año un 0,4%.
El aumento citado del PIB supera en una décima el dato preliminar proporcionado por la agencia estadística. En los últimos 12 meses, la economía de los países del euro ha registrado un aumento del 2,2%.
Hay que señalar que ha sido la economía alemana la que ha evitado males mayores, pero la desaceleración que se está registrando elimina el argumento que señalaba como causa del problema a factores estacionales.
La economía alemana creció entre abril y junio, por encima de lo esperado, un sólido 0,5%. La locomotora de Europa esquiva por ahora la incertidumbre por las amenazas comerciales de Estados Unidos, y toma aire gracias al aumento del gasto doméstico y del sector público germano.
En el lado opuesto, Francia e Italia, segunda y tercera economía de la eurozona, quedan rezagadas, a la cola de los Diecinueve, con una pírrica mejora del PIB del 0,2%. En el caso de París, las autoridades culpan a la huelga de transporte del mal dato. Mientras que Italia acumula un largo historial de estancamiento del que no consigue levantar cabeza.
Todo ello, supone que Europa quede en peor posición que Estados Unidos. Sin embargo, hay economistas que ven en la eurozona un crecimiento sólido y más equilibrado que en los últimos años, ya se encuentra apoyado por el aumento del consumo y el empleo, si bien persisten bolsas de desigualdad y pobreza por todo el continente.
Como causas del enfriamiento económico se citan: "que el sentimiento general de los actores económicos se está deteriorando por las tensiones comerciales provocadas por Trump, la inestabilidad política en países como Italia, el posible endurecimiento de la política monetaria del BCE, la subida en los precios de los carburantes y las previsibles consecuencias de un Brexit sin acuerdo".
La última gran preocupación procede de Turquía y de la caída libre de su moneda, la lira. La exposición de la banca europea al país emergente ya está siendo vigilada por el BCE. Y el riesgo de contagio a otras divisas está sobre la mesa.
No obstante, la mayor preocupación a corto plazo proviene de Italia. El nuevo gobierno va a intentar ir contra la ortodoxia de la reducción de deuda imperante en Bruselas y Berlín y podemos encontrarnos con un choque de trenes mayor que él hubo con Grecia en 2015.  Italia es el segundo país más endeudado de la Unión Europa, solo por detrás de Grecia, con un pasivo que representa, nada menos, casi un 132% del PIB.
En el ámbito de la guerra comercial con Tump, pese al acuerdo Jean-Claude Juncker y Trump, los nubarrones no han desaparecido, ya que la amenaza de guerra comercial sigue y seguirá presente. Los aranceles entre China y Estados Unidos ya están teniendo impacto en las exportaciones, y en lo que respecta a la Unión Europea los acuerdos se han calificado de algo vagos.
En el conjunto de la Unión Europea, los países del bloque del Este, liderados por Rumanía, Eslovaquia, Hungría y Polonia encabezan las tasas de crecimiento con avances cercanos al 1% en el segundo trimestre. España está por encima de la media, aunque ha perdido fuelle y ha caído una décima hasta el 0,6% de crecimiento del PIB.
El Reino Unido, sumido en unas inciertas negociaciones del Brexit, ha crecido un 0,4%.
Por otro lado, el periodo de austeridad de la crisis está dando paso a un gasto público algo más fuerte. En consecuencia, el déficit público no termina de bajar y la Comisión Europea ha alertado varias veces de que hasta seis países podrían incumplir este año los objetivos de estabilidad marcados por Bruselas.
Además de Francia e Italia, Bélgica, Austria, Portugal y Eslovenia estarían en riesgo de incumplimiento. En el caso de España no se trataría formalmente de un incumplimiento del déficit, ya que la Unión Europea ha concedido un mayor margen a nuestro país, elevando el objetivo desde el 2,2% inicial al 2,7%.
El vicepresidente italiano Luigi Di Maio ha señalado que el límite del 3% del déficit impuesto por la Unión Europea no será un dogma para su gabinete. “no lo excluyo, todo puede ser, aunque ahora estamos trabajando en la ley de Presupuestos”.
Las medidas anunciadas por el Gobierno italiano combinan un aumento en los subsidios de desempleo (se anunció como “renta básica de ciudadanía”), un importante recorte de impuestos y la reforma de las pensiones.
Esa situación ha provocado una fuga de inversiones extranjeras de 72.000 millones de euros en los últimos dos meses. El déficit italiano cerró en el 2,3% el pasado año, su deuda pública continúa por encima del 130%.  
En el caso de Francia, el Gobierno galo ha reconocido que unas condiciones menos favorables de las esperadas tendrán efecto sobre las finanzas públicas, lo que situará el déficit este año en el 2,6% del PIB, tres décimas por encima el objetivo fijado hasta ahora. Además, para 2019 se prevé que la economía gala crezca un 1,7%, frente a la previsión oficial inicial, que era del 1,9%.
En otro orden, Grecia ha abandonado la era de los rescates, de forma que deberá financiarse por sí misma en los mercados. Transcurridos ocho años desde el rescate, ya no habrá más dinero para Grecia. Tampoco nuevas órdenes desde Bruselas, Fráncfort y Washington más allá de los compromisos adquiridos, que no son pocos ni sencillos de cumplir. Atenas recupera las riendas de la soberanía de su política económica, lastrada por una deuda mastodóntica de casi el 180% del PIB, aunque la troika volverá cuatro veces al año, para comprobar que las reformas no se revierten y que la situación fiscal sigue siendo holgada.
En Grecia casi nadie ha salido indemne de la depresión: recortes de pensiones, subidas de IVA, congelaciones salariales o ajustes en la sanidad pública forman parte de un memorial de daños que se ha comido un 25% del PIB desde el comienzo de las turbulencias y ha dejado a más de un tercio de la población al borde de la pobreza, según Eurostat, el nivel más alto de la Unión Europea tras Rumanía y Bulgaria. 
El Fondo Monetario Internacional admite que a medio plazo la inquietud por la deuda griega desaparece, pero advierte de que, al observar el problema con una visión más larga, las incertidumbres hacen acto de presencia.
El Gobierno griego se ha comprometido a cumplir con un superávit primario (antes del pago de intereses) del 3,5% del PIB hasta 2022, y superior al 2% hasta el año 2060, unas cifras sin precedentes.
No obstante, el FMI ha citado varias amenazas que pueden hacer descarrilar el ambicioso plan acordado por ambas partes: una ralentización de los países de su entorno, y el calendario político doméstico. También factores demográficos como el envejecimiento de la población, agravado por el éxodo de jóvenes sin oportunidades laborales.
Esa mejoría ha alentado a Atenas a aventurarse tímidamente en los mercados. Lo ha hecho con mucha prudencia: pequeñas emisiones de bonos a cinco y siete años en las que ha debido abonar altos intereses. La prueba de fuego llegará cuando trate de colocar bonos a diez años, algo que no hace desde 2010 pese a que cotiza actualmente en niveles precrisis y su rentabilidad se aproxima cada vez más a la del italiano que ha evolucionado en sentido opuesto al griego, y cada vez más es considerado un activo de riesgo.
La crisis se ha saldado con una importante fuga de cerebros: entre 350.000 y 400.000 griegos han dejado el país desde 2010, más del 3% de la población, en su mayoría jóvenes. Los recién incorporados al mercado laboral han pagado con creces la factura de la crisis: el desempleo en la franja de edad de 15 a 24 años es del 39,7%, el doble que la total. Y el siguiente grupo más afectado es el de entre 25 y 34 años.
Por otro lado, el Banco de Inglaterra ha decidido subir un cuarto de punto porcentual el tipo de interés de referencia de la libra, que queda situado en el 0,75%, lo que supone el precio del dinero más elevado en Reino Unido desde febrero de 2009. Se trata de la segunda subida del precio del dinero durante el mandato de Mark Carney, gobernador del Banco de Inglaterra desde julio de 2013, después de la realizada el pasado mes de noviembre. La institución afirmó que no tiene prisa por subirlos de nuevo ante la incertidumbre del Brexit.
Carney aseguró que “las políticas necesitan caminar, no correr, hasta detenerse” y subrayó que cualquier subida futura será “limitada y gradual”.
“Seguimos reconociendo que las perspectivas económicas podrían verse significativamente influenciadas por la respuesta de hogares, empresas y mercados financieros a la evolución de los acontecimientos relacionados con el proceso de salida de la UE”, avisó. En la mente de todos está el resultado de las negociaciones con Bruselas sobre el Brexit, previsto para marzo de 2019. Los analistas no esperan nuevas subidas de tipos de interés hasta después de esa decisiva fecha.

ESPAÑA:

El clima económico se ha deteriorado estos últimos meses a causa del cambio de tendencia en el entorno externo y en un contexto marcado por las incertidumbres sobre la política presupuestaria. Después de un inicio de año boyante, una mayoría de indicadores de coyuntura apunta ahora a un debilitamiento.
El turismo es uno de los sectores que más se resienten, consecuencia de la saturación de los destinos más populares. El número de extranjeros que vienen a pasar las vacaciones a nuestro país apenas crece, lo que contrasta con las cifras récord de anteriores temporadas. El frenazo se nota en la hostelería y la restauración.
España está recibiendo estas vacaciones menos turistas extranjeros que otros años. En julio, a España llegaron 9,98 millones de visitantes internacionales, un 4,9% menos que en el mismo mes de 2017. Es la mayor caída de llegadas desde abril de 2010 y la causa hay que buscarla en el pinchazo en los principales nichos de turistas para España, como Reino Unido o Francia. En parte, porque los competidores del turismo de sol y playa, como Turquía y Túnez, han recuperado fuerza. Pero también porque la ola de calor del Norte de Europa frenó las reservas de última hora.
En el sector turístico español explican la aparente debilidad de este verano por la recuperación de la competencia: los hoteleros y las grandes patronales ya explicaron que Túnez, Turquía y otros destinos de sol y playa se habían recuperado este verano (tras años de bajadas por atentados e inestabilidad en la zona). Y compiten con precios atractivos. En el caso de Turquía, la depreciación de la lira es a corto plazo un aliciente más para que a los extranjeros les resulte más barato todavía
Pero, además, este verano ha sido especialmente caluroso al norte del Viejo Continente. No ha hecho falta volar a España para disfrutar de playas a 30 grados, ya que, en países como Reino Unido, Rusia, Francia e incluso Noruega o Finlandia, han tenido puntas de calor muy intenso. Eso ha frenado las reservas de última hora e incluso ha llevado a algunas cancelaciones, algo que no ocurre cuando los veranos llegan fríos en el Norte y la búsqueda del calor anima las costas españolas.

Sin embargo, otros sectores de servicios (actividades de apoyo a empresas, publicidad y márketing, servicios administrativos) han mantenido su ritmo de actividad.
 La industria también se ha resentido. Durante la primera mitad del año, el índice de producción industrial progresó un escaso 1,8%, casi la mitad que en 2017. La desaceleración es especialmente perceptible en la producción de bienes de consumo y de energía. Por el contrario, los sectores de bienes de equipo, material informático y química muestran una inalterable solidez.
Sin embargo, según Funcas, la construcción es la principal excepción en este panorama de enfriamiento. La actividad en este sector sigue avanzando a un ritmo elevado, próximo al 5% según el índice sintético de esa institución, que corrobora el auge del mercado de la vivienda, impulsado por los bajos tipos de interés y la entrada de capital extranjero.
Respecto al sector exterior. Las exportaciones apenas han crecido en lo que va de año, como consecuencia del débil crecimiento de algunos de los principales mercados como son Francia, Italia y un Reino Unido atenazado por un Brexit sin acuerdo. Las turbulencias en los mercados emergentes y los esfuerzos para equilibrar el crecimiento en China han provocado una disminución de las ventas fuera de Europa.
Por su parte las importaciones están ganando cuota en el mercado interno, sobre todo en un sector clave como el automóvil. Todo ello, sumado a la debilidad exportadora, está provocando que el sector exterior empiece a restar crecimiento. Se atasca el motor externo de la expansión, lo que pone en evidencia la necesidad de fortalecer el tejido productivo.
Durante los años de crisis, fundamentalmente el petróleo barato condujo a España a reducir la factura de las importaciones y a las empresas a lanzarse a vender al exterior. Eso redujo el déficit comercial al mínimo e incluso se convirtió en superávit algún mes (en marzo de 2013, por primera vez, con 635 millones). Sin embargo, con la recuperación económica las importaciones se han recuperado paulatinamente y, sobre todo, la subida del petróleo ha vuelto a elevar la factura.
Como resultado, aunque las ventas sigan al alza, el déficit comercial, la brecha entre lo que sale y lo que entra en España, se dispara: creció el 31,5% en el primer semestre del año, hasta los 14.585 millones de euros. En 2017 ya ocurrió algo similar y el año terminó con una subida del déficit del 31,9%.
En concreto, entre enero y junio las exportaciones españolas de mercancías se situaron en 144.916 millones de euros, un 2,9% más que en el mismo periodo de 2017. Por su parte, las importaciones subieron a mayor ritmo, un 5%, hasta los 159.502 millones de euros. Así, la diferencia entre unas y otras arroja un déficit comercial de 14.585 millones de euros, frente a los más de 11.000 millones del año anterior.
La culpa no solo la tiene el petróleo, aunque es sin duda el principal catalizador del déficit comercial. El saldo no energético (es decir, sin contar las compras de productos energéticos del exterior, de los que España es muy dependiente) arrojó un déficit de 2.348 millones de euros, que contrasta con el superávit de 262 millones de euros del acumulado hasta junio de 2017, y el déficit energético aumentó un 7,8%, hasta los 12.237 millones de euros (déficit de 11.351 millones en enero-junio de 2017).
Así, entre lo que España importa más, y sobre todo más caro, destaca la energía en el primer semestre: las compras al exterior de productos energéticos incluso descendieron en volumen, un 1,9%, pero en precio de esa carga importada supone una subida del 9,1%, porque según destaca el Ministerio de Industria, el coste subió más 11,2%. En cuanto al resto de compras no energéticas, subieron un 4,3%, en parte porque compramos más en volumen (2,9%) pero también porque se compra más caro, lo que arroja un aumento en precio del 4,3%. España adquiere más productos químicos y más componentes y coches.
La tendencia de más compras que ventas, además, parece ser sólida: si se mira solo el mes de junio, las exportaciones españolas de mercancías crecieron un 3,1% mientras las importaciones se incrementaron un 7,7%. Como resultado, en junio de 2018 se registró un déficit de 2.448 millones de euros, frente a los 1.259 millones de euros en el mismo mes de 2017.
Además, las importaciones en España se incrementaron en todos los sectores excepto en manufacturas de consumo (10,9% del total) que cayeron un 2% interanual. Las importaciones de bienes de equipo (es lo que más importa España, con el 20,7% del total) se incrementaron un 1,8% interanual; las de productos químicos subieron un 6,8%; las de productos energéticos ascendieron un 9,1%; y las del sector automóvil crecieron un 7%.
Por destino de las exportaciones, las que España las elevó hacia los socios de la Unión Europea un 2,8%. Mientras, las que van fuera de la UE se incrementaron el 1,9%.
Por otro lado, la deuda pública española vuelve a marcar otro récord histórico. El Estado, las Comunidades y los Ayuntamientos deben en total 1,163 billones de euros. La mayor cifra, en valores absolutos, alcanzada hasta ahora.
En todo caso, en términos relativos (en relación al PIB español) no se ha vuelto a los niveles más altos. En 2016 la deuda llegó a superar el 100% del PIB por primera vez en un siglo. En este momento se sitúa cerca del 98,2% del PIB (tomando como referencia las últimas cifras provisionales de PIB trimestral a precios corrientes publicadas por el Instituto Nacional de Estadística), ya que la economía española seguía creciendo con fuerza en la primera mitad del año. En el segundo trimestre el avance fue algo más moderado (del 0,6% frente al 0,7% del primer trimestre), pero todavía con cierta velocidad de crucero.
La desaceleración del consumo privado, ya prevista por los principales analistas, pesa sobre la actividad. Así pues, las ventas minoristas se han estancado desde marzo, o incluso caen como en julio, último mes disponible (una tendencia que no se registraba desde el inicio de la recuperación). La expansión de la inversión residencial y en bienes de equipo no logra compensar el frenazo en el consumo, lo que explica la desaceleración de la demanda interna.
Las perspectivas de crecimiento podrían deteriorarse aún más si la crisis en Argentina y Turquía se extendiera a otros países emergentes. En particular, habrá que prestar especial atención a la maltrecha economía brasileña, dado su tamaño y los importantes lazos comerciales y financieros con la economía española. También habrá que vigilar las amenazas proteccionistas proferidas por la administración Trump.
En el plano interno, los recientes acuerdos salariales podrían aportar un respiro al consumo privado. Además, el desendeudamiento de las empresas y las favorables condiciones financieras seguirán alentando la inversión. Sin embargo, las incertidumbres en torno a la política presupuestaria afectan a las expectativas, como lo muestran la evolución de los índices de confianza.
En definitiva, lo más probable es que la economía siga expandiéndose en los próximos trimestres, aunque a un ritmo cada vez menor y con riesgos externos claramente al alza. Las incertidumbres que rodean el proceso de aprobación de los Presupuestos Generales del Estado, y la indefinición en cuanto a la orientación de las políticas de estímulo al crecimiento y al empleo pueden tener efectos negativos.
Por lo que respecta al mercado de trabajo, agosto es tradicionalmente un mes flojo para el empleo, ya que tras la temporada estival llega el fin de muchos contratos unidos al verano, ya sea en la hostelería, el comercio o las sustituciones por vacaciones en la industria y la sanidad. Sin embargo, este año el balance es todavía peor que en la pasada temporada: el número de parados registrados en las oficinas de los Servicios Públicos de Empleo ha subido en agosto en 47.047 personas en relación con el mes anterior, frente a los 46.400 desempleados nuevos del 2017. Y se han destruido casi 203.000 empleos.
El de agosto de 2018 es el mayor aumento del paro registrado para un mes de agosto desde 2011. Así, la cifra total de parados registrados es de 3,18 millones de personas. El desempleo masculino se sitúa en 1,30 millones personas —al subir en 27.415 hombres (2,14%)— y el femenino, en 1,87 millones —sube en 19.632 mujeres (1,06%) en relación al mes de julio—.
Además, la afiliación a la Seguridad Social arroja incluso datos más preocupantes: la creación de empleo registra su peor cifra desde enero de 2016 y el peor mes de agosto desde 2008. En concreto, la afiliación media a la Seguridad Social alcanzó los 18.839.814 ocupados en agosto, tras destruirse 202.996 puestos de trabajo, el -1,07%, respecto al mes de julio.
En concreto, el régimen general registró un descenso de 184.660 personas (-1,18%), hasta los 15,51 millones de ocupados. En agosto, la afiliación creció en términos absolutos principalmente en la sanidad (15.287) y la hostelería (5.833), pero disminuyó en educación (-57.706), industria manufacturera (-23.632) y en la construcción (-20.261). En cuanto al régimen de autónomos, cuenta con 3.249.275 personas, tras descender en 17.894 (-0,55%) en el último mes.
Por Comunidades Autónomas, el número de afiliados creció en agosto en Canarias en 2.126 afiliados (0,27%); Asturias, con 988 afiliados más (0,27%); Cantabria, con 644 (0,29%), y en las ciudades autónomas de Ceuta, con 360 ocupados más (1,71%), y Melilla, con 130 afiliados más (0,56%). Pero los mayores descensos, por el contrario, se registraron en Cataluña, con 65.891 ocupados menos (-1,91%), la Comunidad de Madrid, con -36.595 bajas (-1,17%), la Comunidad Valenciana, -31.499 (-1,69%) y Andalucía, -19.028 (-0,63%).
En cuanto a los contratos registrados, durante el mes de agosto fueron 1,60 millones en total. Supone un incremento de 66.095 (4,3%) sobre el mismo mes del año 2017. Del total, solo 153.921 contratos de trabajo eran de carácter indefinido, el 9,61% de todos. Aunque se trate de menos de uno de cada diez, supone un incremento de 38.539 (33,4%) sobre el año anterior. Del total de contratos indefinidos, 92.963 eran a tiempo completo y 60.958 a tiempo parcial.
En cuanto a los contratos temporales, que suman en total 1.448.574 en el mes de agosto, 945.086 eran a tiempo completo y otros 503.488, además de ser temporales, eran solo para jornadas a tiempo parcial.
En relación a los precios, La inflación se mantuvo en agosto en el 2,2%, el mismo nivel que registró en julio, según ha adelantado el Instituto Nacional de Estadística (INE). Según el organismo estadístico, una vez más es la energía la responsable de que el índice de precios de precios del consumo (IPC) no baje. Así, señala que la subida del precio de la electricidad, que se mueve estos días en máximos anuales, empuja hacia arriba la tasa de la inflación, mientras que los combustibles (gasolina y diésel), que suben menos que el año pasado por estas fechas, ayudan a contener el dato.
Al tratarse solo de un dato provisional y de avance del IPC, el INE no especifica las subidas y bajadas de los distintos productos que forman la cesta con la que se elabora el índice. Tan solo adelanta a grandes rasgos cuáles han sido los grandes responsables y, como viene siendo habitual este año, han sido los productos energéticos los responsables de la tendencia.
En especial, la electricidad, que ha encadenado máximos anuales en el mercado mayorista en agosto.
El IPC lleva así dos años al alza. Este año ha ido cogiendo fuerza: en enero la tasa interanual fue del 0,6%, en febrero superó el 1% y su máximo lo registró en junio, cuando se situó en el 2,3%. Tanto en julio como agosto, se ha colocado en el 2,2%.

MERCADOS:

El IBEX 35 perdió durante agosto el 2%, pero aún conserva cierta revalorización desde enero: el 9,06%.
Si bien el indicador comenzó el mes pasado con ganas de subir, los días de escalada dialéctica entre Donad Trump y el líder coreano King Jong motivaron una bajada del indicador de un 4,21%, haciendo bajar al Ibex un 4,21%, lo que ha supuesto perder una capitalización de 27.800 millones de euros.
Los nuevos retrocesos se llevan por delante los 10.300 puntos, ponen fin al tercer mes consecutivo de caídas y confirman la validez de la directriz bajista.
Sin embargo, ha continuado la buena racha en Wall Street que lleva más de nueve años sin sufrir una gran corrección, es decir, una caída de más del 20% desde su cota máxima. Es el periodo más largo de mercado alcista que registra el índice S&P 500, superando así el anterior récord marcado, que coincidió con la burbuja de los valores tecnológicos.
En el parqué de Nueva York todavía ven margen para que la subida continúe. Pero también hay analistas que ven señales de que el ciclo podría estar llegando a su fin. El periodo alcista arrancó técnicamente el 9 de marzo de 2009, seis meses después de que la quiebra de Lehman Brothers detonara una crisis que puso al sistema financiero al borde del precipicio. Fue el momento en el que se tocó fondo. Entonces el S&P 500, el selectivo que integra a las mayores compañías cotizadas, estaba en los 666 puntos. De ahí a escalar hasta los 2.872 puntos, el récord al cierre marcado en enero.
El índice se está moviendo estos días cerca de ese máximo histórico, lo que le permite acumular un incremento del 320% en estos nueve años y medio de mercado alcista. La solidez del crecimiento económico en Estados Unidos, los resultados trimestrales y una expansión sincronizada a escala global son los principales factores que respaldan el mercado alcista actual.

EMPRESAS:

El Corte Inglés no es una empresa cotizada, pero tiene diversos accionistas entre los que cada año se reparte dividendos. Y tras un ejercicio en 2017 más positivo (los beneficios crecieron un 24,9%, hasta los 202 millones), la retribución de sus propietarios crecerá. En concreto, la empresa repartirá 65 millones de euros, frente a los 50 millones del año anterior.
De los 65 millones del ejercicio, 60 millones son con cargo a los resultados. Otros 5 millones, un reparto extraordinario con cargo a reservas que aprobó la junta este domingo. Entre ambas cosas, supone un aumento del 30% con respecto al anterior ejercicio, en el que se repartieron 50 millones con cargo a los beneficios.
Los grandes almacenes han ido variando el reparto de dividendos en los últimos años, en especial en los ejercicios en los que redujeron mucho sus resultados. Antes de 2007, en pleno boom de ventas, solía aprobar remuneraciones a sus propietarios de más de 60 millones de euros.
La empresa ganó en el ejercicio 2017-2018 (se cierra en febrero, tras las rebajas) 202 millones de euros, el 24,9% más que un año antes. La facturación creció el 2,8%, hasta 15.935 millones, con lo que firmó su cuarto año consecutivo al alza. A cierre de año, la compañía contaba con 92.078 empleados en plantilla, el 0,4% más.

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