viernes, 7 de junio de 2019

LA EUROZONA, ¿TRAMPA A LA JAPONESA?


En la teoría Macroeconómica se estudia la llamada “Trampa de la liquidez”. Sus características son las de una “depresión económica”: una débil o muy baja actividad económica, con unos precios cayendo, y unos tipos de interés bajísimos. Hoy en día, actualizada esa situación a los tiempos que corren, se habla de “Trampa a la japonesa”.

Paradójicamente, en esas circunstancias, la política monetaria ya no es eficaz, “se ha agotado la munición”. En ese contexto, lo único válido son políticas de demanda: intensificar el gasto público, sobre todo las inversiones, además del consumo.

Pues bien, parece que esa situación parece asemejarse cada vez más a la vivida en la eurozona:

-          Una tasa de crecimiento del área muy débil:  en el conjunto de la Unión Europea, el PIB registró un crecimiento del 0,5% en los tres primeros meses de 2019, frente al avance del 0,3% del trimestre anterior.
     En comparación con el primer trimestre de 2018, el PIB de la zona euro creció un 1,2% interanual, mientras que el de la UE lo hizo un 1,5%.
    Según las previsiones de la Comisión de la Unión Europea, este 2019 y el próximo año, no lo hará muy por encima del 1%.
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      Los precios, que no terminan de despegar. Es sorprendente, (recordando tiempos pasados, dónde el problema eran las fuertes subidas de precios o inflación) que llevemos tiempo persiguiendo que los precios repunten al 2%. El IPC Armonizado de la zona Euro, durante mayo fue, en tasa interanual, de un 1,2%, con incremento en ese mes del 0,2%.

-              Unos tipos de interés de referencia del BCE situados en 0%, e incluso negativos, y un Euribor (interbancario en la zona) que en mayo ha vuelto caer, hasta el – 0,134 %.

No es de extrañar, que una vez más, el Banco Central Europeo ha dado muestras de su preocupación, al mantener los tipos de interés en su nivel actual, y anunciar que, como mínimo, hasta mediados de próximo año 2.020, no habrá subidas de tipos de interés.

Todo ello, incluso, dejando entrever que, quizá, sea necesario implementar nuevas medidas cuantitativas. Es decir, que el Banco Central Europeo intensifique sus compras de Obligaciones, tanto públicas como privadas.

Por tanto, se impone la realidad de la amenaza de caer en el tiempo en esa situación, en la que Japón lleva más de dos décadas.

Y claro, si la política monetaria aparece como ineficaz para aumentar el crecimiento económico (hasta ahora parece que ha evitado males mayores, saliendo de la recesión y superando la débil deflación que hemos padecido), habrá que intensificar, como comentaba anteriormente, a las políticas de demanda.

Se trata de estimular la demanda agregada a través de sus dos componentes (consumo e inversión, tanto públicos como privados).

Incrementar la inversión pública en la zona euro, en un momento de fuerte nivel de endeudamiento, ha de acometerse con sumo cuidado. Según Eurostat, la Deuda Pública se situó en 2018 en una cifra equivalente al 85,1% del PIB. Grecia (181,1%) e Italia (132,2%) son los dos países más endeudados de la región.  En el conjunto de la Unión Europea, en el 80% del PIB (12,71 billones de euros).  

Por esa razón, parece conveniente, que sea emprendida con la financiación y el protagonismo de las grandes instituciones comunitarias, en aquellas áreas donde más se precisa (fundamentalmente digitalización y cambio climático).

Respecto al endeudamiento privado, sigue siendo, sobre todo en España muy elevado (ha venido creciendo junto al aumento en el consumo). Lo que hace muy poco recomendable que aumente aún más. Igualmente, indeseable sería una bajada del consumo de las familias, ya que, automáticamente, tendría un efecto negativo para el necesario crecimiento del PIB.

La otra posibilidad, sería bajar los impuestos, lo que en las circunstancias actuales, no creo que aumentara la recaudación (todo lo contrario), por lo que sería preciso disminuir considerablemente el Estado de Bienestar, sobre todo en su componente de gasto social (sanidad, educación, pensiones…).  Medida, que aparte de frenar el consumo, iría frontalmente contra la necesidad de recuperar y corregir las mayores desigualdades que ha generado la Gran Recesión sufrida.

Finalmente, es preciso recuperar el poder adquisitivo de las familias, incrementando sus ingresos con la mejora de sus salarios, que, desde hace años, han visto disminuir las capas medias y bajas de la sociedad. Este medida, incrementaría el consumo de las economías domesticas, redundando positivamente en el crecimiento económico. 

Es obvio, que todas estas medidas exigen la actuación decidida y coordinada de los Gobiernos. Medidas de diferente calado social que, sin duda, han de ser adoptadas. De lo contrario, se profundizará en esa “Trampa a la japonesa”, de la que resulta tan extremadamente complicado salir.


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