El incremento de los
costes de producción en todo el mundo, amplificado por el encarecimiento del
petróleo, es, sin duda, el mayor desafío a corto plazo para la recuperación en
los países importadores. Se debate respecto a sus consecuencias para el nivel
general de precios. Los bancos centrales están emitiendo señales
tranquilizadoras.
GLOBAL:
Los bancos centrales han
llevado a cabo en su política monetaria la propuesta de una retirada prudente
de los estímulos, a fin de seguir estimulando a la recuperación económica. Por
esa razón, los responsables monetarios consideran que el alza de los precios es
temporal. Los “halcones conservadores” señalan que se debería actuar con
rapidez para tratar de evitar “los efectos de segunda ronda” (la situación en
la que la subida de la inflación provoca a su vez una subida de los sueldos) que
puedan agravar la inflación.
La recuperación económica
ha animado a las autoridades monetarias a ir relajando los estímulos que
lanzaron para sostener a las economías durante la pandemia. Uno de los
resultados ha sido que se ha acabado con unos fuertes volúmenes deuda (un
auténtico récord). Por lo que, en todo caso, es preciso actuar con prudencia.
En un foro organizado por
el BCE, los jefes de los bancos centrales dijeron no estar preocupados. Pero la
rotundidad con la que lo afirman, varía según la fase de la recuperación en la
que se hallan sus economías.
Noruega es uno de los Estados
que ha decidido una subida de tipos de interés al 0,25%. Canadá, Inglaterra y
Australia han lanzado también señales de ir replegando las medidas expansivas. Pero,
en cualquier caso, las decisiones relevantes las tomaran la Reserva Federal en Washington
y el Banco Central Europeo en Fráncfort. Los mercados esperan que ambos marquen
el camino de salida durante el próximo mes de diciembre.
En la economía
estadounidense se han alcanzado niveles anteriores a la pandemia y la inflación
ha subido hasta el 5,4%, (dos décimas por encima de la zona euro). Jerome
Powell, el presidente de la Reserva Federal, sigue afirmando que es temporal.
De la misma forma, la
presidenta del BCE, Christine Lagarde, que ha comenzado a reducir el ritmo de 80.000
millones de euros al mes, ha reiterado que va a seguir manteniendo su política
monetaria acomodaticia: “el BCE no quiere repetir los errores de 2011, cuando
el entonces presidente Jean-Claude Trichet subió los tipos de interés
prematuramente. No podemos implantar una subida prematura que ponga en peligro
la recuperación económica”.
Por tanto, a los grandes
banqueros centrales del mundo no les inquieta el aumento de los precios,
ya que lo consideran temporal. Sin embargo, si les preocupa la proliferación de
“cuellos de botella” que obstruyan o impidan el funcionamiento de las cadenas
de valor y frenen el impulso de la recuperación: sea de microchips (circuitos
electrónicos), semiconductores, o minerales raros. También preocupa, la
carestía del gas natural.
Tampoco tranquiliza la situación
de la economía china, con la crisis de la inmobiliaria Evergrande. A
ello hay que añadir las posibles consecuencias del cambio climático.
Sin duda, lo que más
preocupa son los efectos sobre la economía global de las turbulencias del
sector energético: el gas natural y el carbón, en máximos históricos;
el petróleo, en el entorno de los 80 dólares, lejos todavía de su pico de
2008 pero aún más de su mínimo de abril del año pasado, en pleno estallido
de la crisis de la Covid; China, la fábrica del mundo, sumida en una ola de
apagones que amenazan con causar estragos en su industria; la factura
eléctrica, arrastrada por el gas y la subida de precio de los derechos de
emisión de CO₂, erosionando la capacidad de compra de muchos hogares justo
después de un periodo de sufrimiento económico. Una situación inquietante en un
mundo con serias dificultades en sus cadenas de suministro, estrés y malestar
social acumulado tras el drama de la Covid.
Para tratar de salvar la
situación, España ha solicitado a la Unión Europea que centralice las compras
de gas para así obtener un mejor precio conjunto. Solicitud que ha
recibido el visto bueno de la presidenta del Banco Central Europeo (BCE),
Christine Lagarde, pero que difícilmente podrá ofrecer resultados en el muy
corto plazo.
Incluso el carbón, fuente
muy dañina para el medioambiente, duplica su precio desde el pasado mes de enero.
China es, sin duda, la que frente a su fortísima demanda energética y la
escalada en el mercado gasista, ha aumentado su apuesta por el carbón.
CHINA:
Durante el mes de agosto
del año pasado, el Gobierno chino impuso tres parámetros para limitar la enorme
deuda en el sector inmobiliario, tratando de enfriar un mercado que llevaba dos
décadas demasiado caliente.
Los precios en ese sector
se han doblado en una década. Por lo que, siendo a largo plazo, necesaria la
limitación de la deuda, a corto plazo ha desencadenado tal tormenta, que puede llevar
a la quiebra de la promotora más endeudada del mundo, Evergrande, y extender
sus efectos al conjunto del sector, e incluso afectar al propio crecimiento del
PIB chino.
El sector inmobiliario en
China representa alrededor de una cuarta parte del PIB nacional. Dentro
del sector, el tamaño de Evergrande llega a suponer casi el 80% en las grandes
metrópolis; y por razones culturales y económicas, la compra de vivienda es, a
gran distancia, la inversión preferida de la inmensa mayoría de los ciudadanos.
Algunas estimaciones sitúan su valor durante 2020, en, nada menos que, 52
billones de dólares.
La especulación se ha
afianzado en el sector: alrededor de un 20% de las propiedades están vacías.
Las familias que tienen capacidad para invertir, compran, al menos, una segunda
vivienda, de forma que los precios se han disparado. En Pekín, el precio medio
de una vivienda se sitúa en 55 veces el salario anual medio.
Ello ha conducido a que,
en una economía en la que el endeudamiento corporativo supone el 220% del PIB, los
créditos en el sector inmobiliario alcancen una cifra equivalente al 30% del total.
Pues bien, la
permisividad del Gobierno ha llegado a su fin, de forma que el Partido Comunista
chino está buscando eliminar las prácticas monopolísticas, y situar al nivel de
deuda bajo control. Y el sector
inmobiliario es uno de los afectados.
El Gobierno chino,
durante agosto del año pasado, impuso las llamadas “tres líneas rojas”: una promotora debe contar con una proporción
de deuda con respecto a sus activos de menos del 70%; menos del 100% con
respecto al capital; y una proporción superior a “1” de liquidez con respecto a
la deuda a corto plazo.
Resulta que Evergrande no
cumplía ninguno de esos tres requisitos. Con unas obligaciones acumuladas
superiores a los 300.000 millones de dólares, no ha podido acceder a más endeudamiento.
En el año 2020
Evergrande, que atendiendo a su tamaño es realmente descomunal (emplea a
200.000 personas y genera indirectamente trabajo para otros 3,5 millones y posee
más de 1.300 proyectos en 280 ciudades de China) empezó a padecer serias
dificultades.
La realidad es que, en
estos momentos, Evergrande ha llegado a una situación prácticamente de
insolvencia o quiebra. El grupo ha intentado desinvertir en algunas de sus
subsidiarias y ofrecer descuentos en sus pisos para obtener liquidez. Pero no
ha podido pagar a parte de sus subcontratistas y suministradores, por lo que el
60% de sus obras en marcha están paradas: 1,5 millones de viviendas. Ha dejado
de atender al pago de cerca de 48 millones de dólares en intereses de un bono
extranjero.
Dado que la quiebra de
Evergrande podría ocasionar seísmos fuera de China, y dado que el presidente Xi
Jinping se prepara para prorrogar su mandato en 2022, muchos analistas señalan que
puede haber algún tipo de intervención del Gobierno chino para evitar la
catástrofe.
La mayoría coincide en
que no se dará una situación similar al de Lehman Brothers que precipitó la
crisis financiera de 2008, ya que Evergrande no está tan vinculada al sistema
financiero internacional.
Sin embargo, la situación
es mala para la economía china. Más de un año después de que Pekín diera el
coronavirus por controlado, el consumo continúa sin levantar cabeza. De forma
que es probable que el mercado inmobiliario, alimentado por la deuda, aseste un
segundo golpe al crecimiento y vaya en contra de la inversión, el gasto y la
confianza (el estallido de las burbujas inmobiliarias tiene consecuencias
económicas duraderas).
Por otro lado, los
apagones de luz que está sufriendo China están dañando a su economía. A lo
largo del último mes, hasta 21 provincias de las 31 en la China continental se
han visto obligadas a adoptar algún tipo de medida de racionamiento de la
electricidad a sus industrias o a los consumidores. De forma que se teme que
esta situación genere un impacto grave en la segunda economía del mundo,
precisamente, en estos momentos de fuerte incertidumbre sobre su sector
inmobiliario.
Semáforos y ascensores
fuera de servicio en Shenyang, en el noreste. En Cantón, en el sur, empresarios
adquiriendo a toda prisa generadores para mantener sus fábricas en
funcionamiento. En Hunan, en el centro, las luces de los carteles publicitarios
se apagan en horas punta.
No es la primera vez que
los problemas de suministro obligan a racionar la electricidad de alguna forma en
algún lugar de China, aunque lo normal es recortar el flujo a las industrias.
Lo que en absoluto es frecuente, es que los recortes lleguen al consumidor, o
que afecten a un territorio tan extenso.
El motivo, como ocurre en
España que se refleja en el descomunal aumento de la factura, es una triple
combinación que hace que China afronte problemas con su electricidad, pero
que en este caso se manifiesta en apagones.
Por un lado, China ha
visto un fuerte aumento de la demanda eléctrica, alimentada por un sector
industrial y manufacturero a toda máquina para hacer frente a los pedidos tanto
en el territorio nacional como en el extranjero, a raíz de la recuperación tras
la pandemia de coronavirus: durante los primeros ocho meses de 2021, la
producción industrial de valor añadido creció un 13,1% interanual, y la demanda
de electricidad se elevó un 13,8%. Pero la producción de carbón solo aumentó un
4,4%.
A ello se suman los
esfuerzos de las autoridades locales por cumplir sus objetivos anuales de
recorte de consumo energético, medido tanto en volumen como en intensidad (el
llamado “doble control” en el sector de la energía en China), para alcanzar la
meta nacional de llegar al pico de emisiones antes de 2030 y llegar a la
neutralidad de carbono antes de 2060. Como resultado, algunas provincias donde
no hay escasez de electricidad, pero sí incumplían sus metas, han impuesto
racionamientos a algunas empresas para conservar energía e intentar alcanzar
los números adecuados a final de año.
Ahora bien, según
expertos del sector energético, la causa principal es la escasez de carbón
térmico, que a su vez ha disparado los precios, tanto de la materia prima local
como la importada. El combustible fósil procedente de Australia se paga a un
precio un 205% más alto que hace un año; el indonesio, un 233%, según un
informe de la consultora Lantau Group. Estos elevados costes han hecho
antieconómico operar a las centrales eléctricas alimentadas por este
combustible, por lo que algunas han parado u operan por debajo de su capacidad.
Esa escasez y subida de
precios del carbón (la principal fuente de energía en China, en torno al 67%
del total) responde, a su vez, a lo que el Consejo para la Electricidad de
China ha calificado de una “tormenta perfecta”. En el caso de los productos
importados, el coste se ve aumentado por la guerra comercial entre Pekín y
Canberra, o las intensas lluvias que han complicado el transporte desde
Indonesia, y que han disparado las cotizaciones a futuro.
En el caso del
combustible nacional, se añaden otros problemas: algunas minas han detenido la
producción tras incidentes de seguridad laboral; trámites lentos en las
solicitudes de ampliar la producción; las investigaciones sobre casos de
corrupción en empresas mineras; la prolongación, más allá de lo que solía ser
habitual, de las altas temperaturas veraniegas en provincias del sur como
Cantón, que también aumentan la demanda de electricidad para alimentar los
aires acondicionados; y en el norte, donde ya comienza a notarse la bajada de
temperaturas, ha comenzado la temporada de adquisición de carbón para las
calefacciones durante el invierno.
Pues bien, tanto Goldman
Sachs como Nomura revisaron a la baja sus previsiones de crecimiento de la
economía china para este año, que hasta ahora mantenían en un 8,2%. El banco de
inversión estadounidense las rebajaba al 7,8%; el grupo de servicios
financieros japonés, al 7,7%.
LATINOAMERICA:
La región ha sufrido la
muerte de un millón y medio de personas a causa de la covid-19, y la pobreza ha
aumentado, así como la inflación. En este contexto se está dando la
recuperación económica, diferente en cada país, pero con un común denominador:
el impacto positivo de los estímulos fiscales implementados por los Gobiernos.
De forma que para aquellas economías que invirtieron en estímulos fiscales ha
registrado un mayor crecimiento de su PIB. Mientras que los que no lo hicieron,
no sólo se han quedado rezagados, sino que ha perdido posibilidades de
crecimiento de su producto en el futuro.
Hay dos grupos de países:
en el primero está Chile, Brasil y Perú que ya están en su nivel de PIB cerca
de donde estaban antes de la pandemia. En el segundo grupo están los países más
atrasados, entre ellos México y Colombia.
Entre las economías más
grandes de América Latina, México es el país que menos medidas de gasto
adicional como porcentaje del PIB destinó. Según el Fondo Monetario
Internacional (FMI), México gastó 0,7% del PIB en medidas adicionales para
contener el daño de la pandemia y se negó a hacer exenciones de impuestos.
Mientras tanto, Chile destinó el 14%, Brasil 9,2%, Perú 7.8%, Colombia 4,7%
Argentina 4,5%. Chile, por ejemplo, gastó muchos recursos en un seguro de
desempleo y subsidió parcialmente la nómina para evitar que las empresas
quebraran y los empleos no se perdieran. Brasil también aumentó el gasto
público. El resultado es una recuperación más rápida.
Los programas de apoyos
estatales en Colombia impulsaron la economía hasta que se topó con masivas
protestas que se tornaron violentas y costaron decenas de vidas.
En Argentina sufren una
inflación por encima del 50% en los últimos 12 meses, lo que está limitando su crecimiento
económico. Argentina ha estado en recesión y comenzó un proceso de recuperación
después de la pandemia, en el tercer trimestre del año pasado, pero fue más por
un rebote aritmético que se presentó en prácticamente todas las economías del
mundo.
No obstante, América
Latina se encuentra en una fase de expansión económica: Chile, Brasil y Perú
continuarán creciendo este año más allá de dónde estaba su nivel de PIB antes
de la pandemia, mientras las demás economías, como México y Colombia, no podrán
crecer más allá de nivel pre pandemia hasta el año 2022.
ESTADOS UNIDOS:
La Reserva Federal ha
confirmado que mantendrá los tipos de interés, aunque apunta que a finales del
año 2022 podrá acometer las primeras subidas de las tasas de interés. Por
ahora, la Fed seguirá con los tipos en la horquilla de entre el 0% y el 0,25% y
continuará comprando deuda al mismo ritmo que en los meses precedentes.
Sin embargo, el banco
central estadounidense ha señalado que “si la economía progresa como se espera,
el comité de la Fed considera que pronto se justificará una moderación en el
ritmo de compra de activos.
La Reserva Federal ha
decidido modificar sus previsiones de inflación y crecimiento por el impacto
negativo de la variante delta del coronavirus en la recuperación económica. La
previsión de la tasa de inflación aumenta casi un punto, del 3,4% previsto al
4,2%, mientras que el PIB se revisa a la baja, hasta el 5,9% desde el cálculo
del 7% formulado en junio. También eleva ligeramente la tasa de desempleo hasta
el 4,8%, sólo 0,3% más de lo estimado en primavera.
El banco central
estadounidense ha reconocido que la inflación es “elevada”, muy por encima del
2% deseable a largo plazo, pero ha subrayado que gran parte del incremento
registrado se debe a factores “transitorios” o estacionales. También considera
que “las condiciones financieras siguen siendo acomodaticias como resultado de
las medidas de apoyo a la economía frente a la pandemia y el flujo de crédito a
hogares y empresas. Aunque los sectores más afectados por la crisis sanitaria
han mejorado, el aumento de casos de covid-19 ha ralentizado la recuperación”.
Sobre la decisión de la
Fed pesan la incertidumbre sobre el gasto fiscal de Estados Unidos; la
sacudida de la inmobiliaria china Evergrande y su impacto en Wall Street;
el repunte veraniego de la inflación; y el frenazo en la creación de
empleo de agosto.
Hasta ahora la Reserva
Federal ha mantenido un ritmo mensual de compra de bonos de 120.000 millones de
dólares, lo que ha conseguido mantener a flote a su economía durante el año y
medio de pandemia. Y ha mantenido este ritmo, aunque advirtiendo que puede
reducir las compras, aunque no ha especificado una fecha concreta para ello.
Como se ha comentado
anteriormente, la Reserva Federal considera “que, si la recuperación sigue su
curso, un proceso de tapering (retirada progresiva de
estímulos) gradual que concluya en torno a la mitad del año que viene es
probablemente apropiado”.
Por otro lado, la
aprobación por la Cámara de Representantes del aumento del techo de la deuda,
para evitar el cierre de la Administración (si bien debe conseguir aún el
visto bueno del Senado) ha aumentado el optimismo. El propio Jerome Powell ha
señalado hoy que reviste una importancia “crucial” elevar el techo de la deuda
cuanto antes “para que el país pueda seguir pagando sus facturas”.
UNIÓN EUROPEA:
La industria europea cada
vez está más preocupada por los problemas en la cadena de suministros. El
índice de gestores de compras (PMI) del sector manufacturero de IHS Markit (indicador macroeconómico que
pretende reflejar la situación económica de un país basándose en los datos
recabados por una encuesta mensual de sus empresas más representativas que
realizan los gestores de compras) para la eurozona perdió fuelle
entre agosto y septiembre, al pasar de los 61,4 a los 58,6 puntos. Es la caída
en puntos más abultada desde abril de 2020, el peor momento de la pandemia,
aunque aun así el índice se mantiene muy por encima de los 50 puntos que
aseguran la expansión de la actividad.
El sector industrial
de España también vio recortada su lectura respecto a agosto, pasando de
los 59,5 a los 58,1 puntos en septiembre, aunque sigue en zona de máximo
históricos. Las presiones inflacionistas y el retraso en la cadena de suministros
son las causas de esta caída, tanto a nivel doméstico como en la zona euro. La
falta de oferta es considerada un obstáculo clave para los programas de
producción en septiembre, a lo que se le suma el debilitamiento de las
condiciones de la demanda y el retraso en los tiempos de entrega de los
proveedores, así como la escasez de componentes electrónicos y materias primas,
particularmente generalizada y que lleva meses castigando al sector. Son
problemas que se están agravando con los altos precios del carbón, el petróleo,
el gas y la electricidad.
Christine Lagarde, presidenta
del Banco Central Europeo (BCE), ha prometido reiteradamente que mantendrá los
bajos tipos de interés.
Esta declaración de
Lagarde era muy esperada, ya que el mercado sigue calibrando cómo será la
secuencia exacta posterior al reciente anuncio de que reducirá “ligeramente”
las compras de su programa anti pandémico, aunque no las adquisiciones de
bonos de la ya habitual expansión cuantitativa, ni tampoco los
tipos de interés.
Respecto a los precios,
según Christine Lagarde, estamos viviendo ahora “una fase de inflación temporal vinculada
a la reapertura” de la economía tras lo peor de la crisis, dijo como base de su
argumento. Y que, por tanto, todavía es necesaria “una postura de política
monetaria acomodaticia para salir de la pandemia de manera segura y llevar la
inflación de forma sostenible al 2%”.
La calificación de
“reiterada” declaración de la presidenta del BCE, se debe a que en varios
momentos hizo alusión al fondo de la cuestión:
declaró que “por el momento no vemos ninguna señal de que el aumento de
los precios esté alcanzando una amplia base transversal a toda la economía; los
salarios no exageran y no hay sobrerreacción (volatilidad) de tipos: en suma: esperamos
que la inflación suba desde el 1,5% en 2023 al 2% y se estabilice ahí en los
siguientes cinco años”.
Así que “la política
monetaria” debe “mirar a través” —o sea, sin dañarse de frente— de la inflación
generada por la oferta (recuperación, impacto del crecimiento asiático),
mientras sus expectativas “permanezcan ancladas”.
Y además Lagarde insistió
de nuevo: “el reto clave es no sobrerreaccionar a los shocks que
no se sostendrán a medio plazo”. Y de nuevo: “nuestra política monetaria
continuará proporcionando las condiciones necesarias para nutrir la
recuperación”.
Todavía por quinta vez
señaló: “por nuestra parte, la política monetaria está comprometida a preservar
las condiciones financieras favorables para todos los sectores” durante lo que
quede de pandemia. “Y una vez esta se acerque a su fin, nuestra orientación de
tipos de interés, igual que de compras de bonos, garantizará que apoyen el
objetivo de alcanzar, a su tiempo, nuestro objetivo a medio plazo del 2%” de la
inflación.
Y, por último: “la política
monetaria debe mantener su objetivo de dirigir la economía con seguridad más
allá de la emergencia pandémica y llevarnos a la inflación de nuestro objetivo,
el 2%”.
ESPAÑA:
El Banco de
España ha mejorado sus previsiones de crecimiento de la economía española:
espera que este 2021 el producto interior bruto crezca un 6,3%, (una
décima más que el 6,2% que preveía hace tres meses). Para el año que viene la
proyección también se eleva del 5,8% al 5,9%. Y respecto a 2023 se sube del
1,8% al 2%.
El organismo explica que
durante el segundo trimestre la actividad ha crecido muy positivamente,
exhibiendo un comportamiento bastante mejor de lo que había anticipado, en
especial el consumo privado. Las compras de los hogares se dispararon un 6,5%
trimestral entre abril y junio, muy por encima del 2,9% que había estimado
inicialmente, impulsadas por el avance en la vacunación, la relajación de las
restricciones y el ahorro acumulado durante la pandemia.
Todo ello justifica la revisión
al alza del crecimiento para este año. Por más que a finales de julio
repuntasen los casos de coronavirus, gracias a la vacunación este rebrote no se
ha traducido en la imposición de nuevas restricciones, favoreciendo la intensa
recuperación de un sector servicios que había acusado mucho la pandemia.
Sin embargo, el Banco de
España señala algunos factores que pueden enfriar a la fortaleza de la
expansión en la segunda mitad del año. El supervisor cita “algunas señales
tentativas de cierta desaceleración”. No significa que la actividad se frene.
En absoluto. De hecho, se prevé que siga avanzando casi al mismo ritmo que
durante la primera mitad del año. Simplemente quiere decidir que no aumentará
el ritmo de crecimiento.
Uno de los factores es el
retraso en el gasto de los fondos europeos, que pasarán a ejecutarse en mayor
proporción en los siguientes ejercicios. Y de ahí la mejora prevista del
crecimiento en 2022 y 2023. Es decir, el crecimiento repuntará algo porque en
esos años se concentrarán más recursos europeos.
Igualmente, el Banco de
España señala los ya citados cuellos de botella en el suministro de
semiconductores, plásticos y otras materias primas. Y que la falta de estos
materiales y equipos ya están produciendo algunos parones en la industria
española, sobre todo en el sector del automóvil.
Respecto al
comportamiento del nivel general de precios, la crisis energética ha llevado la
inflación hasta su punto más alto de los últimos 13 años. Según el indicador
adelantado del Instituto Nacional de Estadística (INE), el Índice de Precios al
Consumo (IPC) se incrementó en septiembre un 4% en España con respecto a un año
antes. Supone seis décimas más que el avance de Eurostat para el conjunto de la
eurozona, lo que apunta a un diferencial desfavorable para España. La brecha se
explica sobre todo por el alza del precio de la electricidad, especialmente
intenso en nuestro país.
Descontando la energía y
los alimentos no elaborados, el IPC subyacente (un magnifico indicador de la
variación de los precios, que no tiene en cuenta el impacto ni de los alimentos
no elaborados, ni de los productos energéticos ya que son los elementos más volátiles)
ha aumentado a un ritmo anual del 1%, casi la mitad que en la eurozona.
Más allá de la energía,
el aumento de los costes de los
carburantes y lubricantes para vehículos particulares o el
alza del precio de los paquetes
turísticos con respecto a septiembre de 2020, cuando la
crisis del coronavirus frenó buena parte de los viajes, son otras de las claves
para entender este incremento de los precios.
Estos factores han
propiciado que el IPC se haya
colocado por noveno mes consecutivo en una tasa interanual positiva,
desde que en diciembre del año pasado se situase en el -0,5%. La reactivación
de la economía tras la pandemia ha propiciado un alza continuada de la
inflación desde entonces.
A pesar del impacto que
tiene la escalada de los precios en los consumidores, el Banco de España y otras instituciones son
optimistas en que la situación se reconduzca a lo largo de la recuperación
económica. Sus estimaciones son
que el IPC cierre 2021 en el 2,1%. Mientras que el año
siguiente seguiría reduciéndose hasta el 1,7% y en 2023 ya sería del 1,3%.
No obstante, hay que
vigilar la evolución de los precios con respecto a la Eurozona, ya que puede
afectar a la competitividad: en España la mayoría de episodios inflacionistas se
ha padecido de forma más intensa. De momento, afortunadamente, este no es el
caso: el superávit de la cuenta corriente se acerca a 9.000 millones (con datos
acumulados entre enero y julio), en torno a la mitad de los niveles récord
previos a la pandemia, pese al lastre de la disminución del turismo.
En todo caso, el verano
de 2021 ha mostrado muy buenas señales para el sector turístico: aunque los datos
siguen por debajo de la situación pre pandémica, se ha producido un vuelco en la
tendencia y ha comenzado su recuperación. Persisten los problemas, pero al
menos se ha duplicado el número de llegadas de turistas internacionales:
según el INE, durante los meses de junio a agosto, hemos recibido 11,8 millones
de visitantes extranjeros. Supone un incremento del 131% respecto al mismo periodo
del año pasado. No obstante, si comparamos con el año 2019, es decir antes del
confinamiento, la disminución es. nada menos, que del 59%. Los ingresos han
sido de 13.550 millones (casi 20.000 menos que en el verano de 2019).
En cualquier caso, la
situación invita al optimismo, ya que los datos consolidan la tendencia de
recuperación del turismo internacional y confirman que España es percibida como
un destino seguro.
Por otro lado, otro
aspecto muy positivo, es la tendencia favorable es la inversión directa
extranjera, con una inyección de capital en nuestro tejido productivo de 19.400
millones entre enero y julio, muy superior a los valores de 2019. Es posible
que la reconfiguración de la globalización que se está produciendo tras la
pandemia nos esté favoreciendo. Las empresas acortan las cadenas de valor,
fragmentadas y dependientes de suministros provenientes de países alejados de
los principales lugares de consumo.
Y es que, aunque parezca
mentira, la estructura productiva española es relativamente competitiva de cara
a los procesos de relocalización, en sectores clave como la química, el
automóvil y los bienes de equipo. Es un hecho, que estos son los que están
liderando las ventas en el exterior. Otro activo es la imbricación en un
mercado europeo que intenta reducir su dependencia del abastecimiento desde
Asia. Este movimiento pendular se está aprovechando, como lo muestra el fuerte
incremento de nuestra cuota exportadora en la Unión Europea. Finalmente, la
mano de obra disponible es abundante y de momento no asistimos a una espiral de
precios-salarios o beneficios-salarios, a la inversa de otros socios europeos
que se acercan al pleno empleo.
Por lo que respecta al empleo,
el mes de septiembre, según el Paro Registrado, finalizó con 3.257.802
desempleados, 76.113 menos que en agosto (-2,28%), y la secuencia de
mensualidades consecutivas a la baja se extiende ya hasta los siete meses.
Según los datos de los Ministerios de Trabajo y Seguridad Social, no se
encadenaba una situación de recorte del desempleo como la actual desde el año
2000, hace más de dos décadas.
De la misma forma, las
afiliaciones a la Seguridad Social también han evolucionado muy favorablemente.
La Seguridad Social registró 19.531.111 afiliados de media, lo que supone 57.387
cotizantes más que en la de agosto.
Sin embargo, como viene
siendo habitual desde la irrupción de la pandemia, los datos de desempleo y
afiliación han de observarse sin perder de vista el número de trabajadores en
ERTE, puesto que no computan como parados y sí como cotizantes a pesar de no
estar desempeñando su actividad con normalidad. El número de personas que se
encontraron cobijados bajo este paraguas fue de 239.230, la cifra más baja
desde el comienzo de la pandemia hace más de año y medio, y muy lejos de los
más de tres millones y medio que llegaron a reunirse en los momentos más duros.
Son, por tanto, 32.960 menos tomando como referencia la fecha de notificación,
y 17.294 basándose en la fecha de alta.
Extrayendo a los
trabajadores en ERTE de las cifras, los niveles de afiliación se acercan a los
que se registraban antes de la pandemia. Los registros de septiembre no son
solo mejores a los de los dos últimos años (18.876.389 y 19.323.451), sino
también a los resultados que presentaba el mes de febrero de 2019 (18.888.472)
y que marcan el final del periodo pre pandémico.
MERCADOS:
El energético ha sido uno
de los sectores protagonistas del mes. A la subida del precio del Brent y el
gas se ha sumado el alza de los precios de la electricidad, una tendencia que
si bien ha sido una constante durante el año se ha visto agravada en las
últimas semanas. Los esfuerzos del Gobierno por abaratar la tarifa aún no se
han reflejado, pero sí se han dejado sentir en la Bolsa.
La inseguridad jurídica
derivada del nuevo marco regulatorio ha propiciado la salida de los inversores.
Superado el sobresalto de junio, cuando el Ejecutivo aprobó un recorte al
exceso de retribución por el sobrecoste del CO2, ahora la decisión
de apuntar directamente a los beneficios empresariales, aunque sea de manera
temporal, se ha saldado con una caída en Bolsa del 9,27% para el índice que
agrupa a las energéticas. Estos números rojos podrían haber sido mayores si en
el cómputo no se incluyera la evolución de Repsol, uno de los valores más
alcistas del mes.
Además, en las últimas
semanas ha cundido el temor a subidas en las tasas de interés de los Bancos
Centrales, que podría frenar el crecimiento económico.
Estas expectativas de
tipos más altos han sido suficiente para que compañías como Iberdrola
(-17,26%), Solaria (-18,6%), Endesa (-14,44%) y Siemens Gamesa (-12,31%) pasen
a engrosar la lista de cotizadas más castigadas del Ibex 35 en el mes. Este
balance contrasta con el buen hacer de estas firmas en 2020, año en el que el
estallido de la pandemia llevó a los inversores a buscar refugio en estas
firmas por la previsibilidad de sus resultados. Más moderados fueron los
recortes de Naturgy (-0,23%) y Enagás (-0,31%). Fuera del selectivo, Audax
perdió un 21,7% mensual y Acciona Energía, un 6,44%. Como en todo existen
excepciones. Red Eléctrica suma un 2,49% mientras Grenergy avanza un 3,9% y
Solarpack cierra el mes en tablas.
En Europa el sector bajó
un 8,57%, situándose como uno de los más penalizados, solo superado por el
inmobiliario (-8,59%). En el lado opuesto se situaron las gasísticas y
petroleras (9,84%), seguidos por el bancario (3,67%), las empresas turísticas
(2,64%) y las automovilísticas (0,4%), negocios de corte cíclico que se ven
favorecidos por el levantamiento de las restricciones y la recuperación
económica que ha acompañado al proceso de inmunización.
Los problemas del gigante
chino Evergrande, anteriormente analizados, (sus deudas superan los 300.000
millones de dólares) ha llevado a algunos inversores a especular con una
quiebra con consecuencias similares a la Lehman Brothers. Aunque las firmas de
análisis descartan esta hipótesis, los inversores han aprovechado las dudas
para recoger los beneficios acumulados en 2021.
El Ibex 35 no ha quedado
al margen de esta corriente y tras cerrar la última sesión del mes con una
caída del 0,94%, en septiembre el selectivo español retrocede un 0,57%,
descensos que en el trimestre se limitan al 0,28% pero que sirven para poner
freno a tres trimestres consecutivos al alza. La Bolsa española encara el
último trimestre por debajo de los 8.800 puntos. El reto está ahora en
recuperar la barrera psicológica de los 9.000, algo que ya logró hace unas
semanas.
Las pérdidas de las Bolsas
durante el pasado septiembre, alcanzan al Cac francés (-2,4%), al Mib italiano
(-1,25%) y al FTSE británico. Más sonoros son los descensos mensuales del Dow
Jones (-3.78%), el S&P 500 (-4,15%) y el Nasdaq (-5,05%).
Por otro lado, la
evolución de los precios de la energía ha tenido repercusión también en las
divisas. El dólar marcó máximos de 14 meses en su cotización respecto al euro. El
dólar estadounidense se ha llegado a intercambiar a 1,1571 euros por dólar, un
nivel un 5,5% inferior al registrado hace cuatro meses.
Respecto al mercado del
petróleo, el barril de crudo brent superó por última vez el
umbral de los 80 dólares. la principal referencia petrolera en Europa ha
rebasado de nuevo esa barrera a lomos de la recuperación económica.
En lo que ha transcurrido
de este año 2021, el precio del barril de brent acumula una
subida superior al 50%, cifra a la que hay que sumar las alzas registradas en
el tramo final del año pasado, cuando la incipiente recuperación y las noticias
positivas sobre la vacuna ya habían empezado a calentar los mercados de
materias primas. Pero en estas últimas semanas se han sumado dos factores más
al peligroso cóctel que es para Occidente el encarecimiento de la energía: la
creciente demanda de China y de Asia en su conjunto, y un creciente temor al
desabastecimiento de combustibles en el Reino Unido que ha hecho saltar las
alarmas y que ha desatado las compras de pánico. Un punto más de desequilibrio
en un mercado ya de por sí descompensado.
Pese a la subida
acumulada, prácticamente nadie en el mercado se atreve a dar por concluida la
escalada. Goldman Sachs, apunta a los 90 dólares por barril como próxima meta a
final de año. Señala que “aunque nuestra visión sobre el petróleo siempre ha
sido alcista, el desequilibrio actual entre la oferta y la demanda es mayor de
lo que habíamos previsto. Ni la variante delta del virus ni los temores en
torno los efectos adversos de los cuellos de botella en las cadenas de
suministro sobre el crecimiento mundial parecen suficientes para aliviar la
presión alcista. La recuperación de la demanda global de crudo ha sido incluso
más rápida de lo que decían nuestros pronósticos”.
Respecto al mercado de la
vivienda, ya se ha superado el valor que tenía en 2019 en la mayoría de España.
Lleida, Vitoria y Vigo encabezan las subidas, por encima del 16%. Madrid lo
supera en un 4,5%, y Barcelona se queda un 1,2% por debajo del nivel.
En relación al mercado
automovilístico, las patronales de fabricantes, de concesionarios y de talleres
y vendedores mantienen los mismos argumentos para explicar la caída de las
ventas que en los últimos meses. Hay poca oferta de vehículos por la falta de
semiconductores que está obligando a paralizar plantas a la vez que dirige
a los potenciales compradores a los coches de segunda mano. Explica ese
argumento el hecho de que la adquisición de coches por parte de particulares
caiga un 21,8% respecto al año pasado, mientras que las empresas también han
reducido sus transacciones un 15,3%. La paradoja es que, justo cuando acaba una
temporada turística en la que se ha echado en falta una mayor oferta en las
empresas de alquiler de vehículos, los rent a car han elevado
sus compras un 39,6% en septiembre. Se explica porque las ventas en el mes
de septiembre de 2020 fueron muy bajas (3.850 unidades), por lo que cualquier
pequeño repunte dispara el porcentaje de crecimiento.
EMPRESAS:
El grupo textil Inditex ganó
1.272 millones de euros en la primera mitad de su actual ejercicio fiscal, que
arrancó el pasado febrero, frente a las pérdidas de 195 millones en el mismo
periodo del año pasado. Así, entre ese febrero y julio de 2021, la cabecera de
marcas como Zara o Massimo Dutti obtuvo unos ingresos de 11.936 millones. Esto
supone que las ventas de la compañía no solo están muy por encima de las de
2020, el año más golpeado por la crisis del coronavirus, sino también de
2019, antes de la pandemia. En la presentación de resultados del primer
trimestre, Inditex ya señaló que en las cinco primeras semanas del segundo (es
decir, durante mayo y el arranque de junio) su facturación era un 5% superior a
la de 2019. Finalmente, en todo el periodo (de mayo a julio), las ventas han
estado un 7% por encima de las de 2019. Y el grupo avisa de que en el inicio de
su segundo semestre (concretamente del 1 de agosto al 9 de septiembre), las
ventas han sido un 9% superiores a las de dos años atrás.
Gran parte de ello se
debe a la creciente digitalización de la compañía, cuyas ventas por internet en
el primer semestre crecieron un 36% con respecto al año pasado. Si se compara
con el año 2019, lo que genera el negocio en línea es ya más del doble (un 137%
más que en su primer semestre fiscal de hace dos ejercicios). La compañía
señala que la migración a la Inditex Open Platform, la plataforma tecnológica
propia de la que depende buena parte de su estrategia digital, ya ha avanzado
hasta el 95%.
Inditex ha declarado un
EBITDA (recursos generados por la compañía) de 3.101 millones, un 109% más que
en la primera parte del ejercicio anterior. Los gastos de explotación crecieron
un 25% con respecto a un año antes, resultado lógico de la evolución de la
pandemia, ya que durante gran parte de 2020 muchas de sus tiendas estuvieron
cerradas, mientras que actualmente mantiene un 99% de ellas abiertas.
En paralelo, su tesorería
progresó un 24% hasta alcanzar 8.023 millones al cierre del primer semestre del
actual ejercicio, muy cerca del récord de 8.060 millones del cierre del
ejercicio 2019. El grupo mantiene su intención de pagar 0,35 euros por acción,
la segunda mitad de su dividendo del año 2020, el próximo 2 de noviembre.
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