martes, 2 de noviembre de 2021

SITUACIÓN ECONÓMICA ESPAÑOLA Y MUNDIAL A OCTUBRE 2021: la subida de los costes de producción en todo el mundo, amplificado por el encarecimiento del petróleo, es, sin duda, el mayor desafío a corto plazo.

 

El incremento de los costes de producción en todo el mundo, amplificado por el encarecimiento del petróleo, es, sin duda, el mayor desafío a corto plazo para la recuperación en los países importadores. Se debate respecto a sus consecuencias para el nivel general de precios. Los bancos centrales están emitiendo señales tranquilizadoras.

GLOBAL:

Los bancos centrales han llevado a cabo en su política monetaria la propuesta de una retirada prudente de los estímulos, a fin de seguir estimulando a la recuperación económica. Por esa razón, los responsables monetarios consideran que el alza de los precios es temporal. Los “halcones conservadores” señalan que se debería actuar con rapidez para tratar de evitar “los efectos de segunda ronda” (la situación en la que la subida de la inflación provoca a su vez una subida de los sueldos) que puedan agravar la inflación.

La recuperación económica ha animado a las autoridades monetarias a ir relajando los estímulos que lanzaron para sostener a las economías durante la pandemia. Uno de los resultados ha sido que se ha acabado con unos fuertes volúmenes deuda (un auténtico récord). Por lo que, en todo caso, es preciso actuar con prudencia.

En un foro organizado por el BCE, los jefes de los bancos centrales dijeron no estar preocupados. Pero la rotundidad con la que lo afirman, varía según la fase de la recuperación en la que se hallan sus economías.

Noruega es uno de los Estados que ha decidido una subida de tipos de interés al 0,25%. Canadá, Inglaterra y Australia han lanzado también señales de ir replegando las medidas expansivas. Pero, en cualquier caso, las decisiones relevantes las tomaran la Reserva Federal en Washington y el Banco Central Europeo en Fráncfort. Los mercados esperan que ambos marquen el camino de salida durante el próximo mes de diciembre.

En la economía estadounidense se han alcanzado niveles anteriores a la pandemia y la inflación ha subido hasta el 5,4%, (dos décimas por encima de la zona euro). Jerome Powell, el presidente de la Reserva Federal, sigue afirmando que es temporal.

De la misma forma, la presidenta del BCE, Christine Lagarde, que ha comenzado a reducir el ritmo de 80.000 millones de euros al mes, ha reiterado que va a seguir manteniendo su política monetaria acomodaticia: “el BCE no quiere repetir los errores de 2011, cuando el entonces presidente Jean-Claude Trichet subió los tipos de interés prematuramente. No podemos implantar una subida prematura que ponga en peligro la recuperación económica”.

Por tanto, a los grandes banqueros centrales del mundo no les inquieta el aumento de los precios, ya que lo consideran temporal. Sin embargo, si les preocupa la proliferación de “cuellos de botella” que obstruyan o impidan el funcionamiento de las cadenas de valor y frenen el impulso de la recuperación: sea de microchips (circuitos electrónicos), semiconductores, o minerales raros. También preocupa, la carestía del gas natural.

Tampoco tranquiliza la situación de la economía china, con la crisis de la inmobiliaria Evergrande.  A ello hay que añadir las posibles consecuencias del cambio climático.

Sin duda, lo que más preocupa son los efectos sobre la economía global de las turbulencias del sector energético: el gas natural y el carbón, en máximos históricos; el petróleo, en el entorno de los 80 dólares, lejos todavía de su pico de 2008 pero aún más de su mínimo de abril del año pasado, en pleno estallido de la crisis de la Covid; China, la fábrica del mundo, sumida en una ola de apagones que amenazan con causar estragos en su industria; la factura eléctrica, arrastrada por el gas y la subida de precio de los derechos de emisión de CO₂, erosionando la capacidad de compra de muchos hogares justo después de un periodo de sufrimiento económico. Una situación inquietante en un mundo con serias dificultades en sus cadenas de suministro, estrés y malestar social acumulado tras el drama de la Covid.

Para tratar de salvar la situación, España ha solicitado a la Unión Europea que centralice las compras de gas para así obtener un mejor precio conjunto. Solicitud que ha recibido el visto bueno de la presidenta del Banco Central Europeo (BCE), Christine Lagarde, pero que difícilmente podrá ofrecer resultados en el muy corto plazo.

Incluso el carbón, fuente muy dañina para el medioambiente, duplica su precio desde el pasado mes de enero. China es, sin duda, la que frente a su fortísima demanda energética y la escalada en el mercado gasista, ha aumentado su apuesta por el carbón.

CHINA:

Durante el mes de agosto del año pasado, el Gobierno chino impuso tres parámetros para limitar la enorme deuda en el sector inmobiliario, tratando de enfriar un mercado que llevaba dos décadas demasiado caliente.

Los precios en ese sector se han doblado en una década. Por lo que, siendo a largo plazo, necesaria la limitación de la deuda, a corto plazo ha desencadenado tal tormenta, que puede llevar a la quiebra de la promotora más endeudada del mundo, Evergrande, y extender sus efectos al conjunto del sector, e incluso afectar al propio crecimiento del PIB chino.

El sector inmobiliario en China representa alrededor de una cuarta parte del PIB nacional. Dentro del sector, el tamaño de Evergrande llega a suponer casi el 80% en las grandes metrópolis; y por razones culturales y económicas, la compra de vivienda es, a gran distancia, la inversión preferida de la inmensa mayoría de los ciudadanos. Algunas estimaciones sitúan su valor durante 2020, en, nada menos que, 52 billones de dólares.

La especulación se ha afianzado en el sector: alrededor de un 20% de las propiedades están vacías. Las familias que tienen capacidad para invertir, compran, al menos, una segunda vivienda, de forma que los precios se han disparado. En Pekín, el precio medio de una vivienda se sitúa en 55 veces el salario anual medio.

Ello ha conducido a que, en una economía en la que el endeudamiento corporativo supone el 220% del PIB, los créditos en el sector inmobiliario alcancen una cifra equivalente al 30% del total.

Pues bien, la permisividad del Gobierno ha llegado a su fin, de forma que el Partido Comunista chino está buscando eliminar las prácticas monopolísticas, y situar al nivel de deuda bajo control.  Y el sector inmobiliario es uno de los afectados.

El Gobierno chino, durante agosto del año pasado, impuso las llamadas “tres líneas rojas”:  una promotora debe contar con una proporción de deuda con respecto a sus activos de menos del 70%; menos del 100% con respecto al capital; y una proporción superior a “1” de liquidez con respecto a la deuda a corto plazo.

Resulta que Evergrande no cumplía ninguno de esos tres requisitos. Con unas obligaciones acumuladas superiores a los 300.000 millones de dólares, no ha podido acceder a más endeudamiento.

En el año 2020 Evergrande, que atendiendo a su tamaño es realmente descomunal (emplea a 200.000 personas y genera indirectamente trabajo para otros 3,5 millones y posee más de 1.300 proyectos en 280 ciudades de China) empezó a padecer serias dificultades.

La realidad es que, en estos momentos, Evergrande ha llegado a una situación prácticamente de insolvencia o quiebra. El grupo ha intentado desinvertir en algunas de sus subsidiarias y ofrecer descuentos en sus pisos para obtener liquidez. Pero no ha podido pagar a parte de sus subcontratistas y suministradores, por lo que el 60% de sus obras en marcha están paradas: 1,5 millones de viviendas. Ha dejado de atender al pago de cerca de 48 millones de dólares en intereses de un bono extranjero.

Dado que la quiebra de Evergrande podría ocasionar seísmos fuera de China, y dado que el presidente Xi Jinping se prepara para prorrogar su mandato en 2022, muchos analistas señalan que puede haber algún tipo de intervención del Gobierno chino para evitar la catástrofe.

La mayoría coincide en que no se dará una situación similar al de Lehman Brothers que precipitó la crisis financiera de 2008, ya que Evergrande no está tan vinculada al sistema financiero internacional.  

Sin embargo, la situación es mala para la economía china. Más de un año después de que Pekín diera el coronavirus por controlado, el consumo continúa sin levantar cabeza. De forma que es probable que el mercado inmobiliario, alimentado por la deuda, aseste un segundo golpe al crecimiento y vaya en contra de la inversión, el gasto y la confianza (el estallido de las burbujas inmobiliarias tiene consecuencias económicas duraderas).

Por otro lado, los apagones de luz que está sufriendo China están dañando a su economía. A lo largo del último mes, hasta 21 provincias de las 31 en la China continental se han visto obligadas a adoptar algún tipo de medida de racionamiento de la electricidad a sus industrias o a los consumidores. De forma que se teme que esta situación genere un impacto grave en la segunda economía del mundo, precisamente, en estos momentos de fuerte incertidumbre sobre su sector inmobiliario.

Semáforos y ascensores fuera de servicio en Shenyang, en el noreste. En Cantón, en el sur, empresarios adquiriendo a toda prisa generadores para mantener sus fábricas en funcionamiento. En Hunan, en el centro, las luces de los carteles publicitarios se apagan en horas punta.

No es la primera vez que los problemas de suministro obligan a racionar la electricidad de alguna forma en algún lugar de China, aunque lo normal es recortar el flujo a las industrias. Lo que en absoluto es frecuente, es que los recortes lleguen al consumidor, o que afecten a un territorio tan extenso.

El motivo, como ocurre en España que se refleja en el descomunal aumento de la factura, es una triple combinación que hace que China afronte problemas con su electricidad, pero que en este caso se manifiesta en apagones.

Por un lado, China ha visto un fuerte aumento de la demanda eléctrica, alimentada por un sector industrial y manufacturero a toda máquina para hacer frente a los pedidos tanto en el territorio nacional como en el extranjero, a raíz de la recuperación tras la pandemia de coronavirus: durante los primeros ocho meses de 2021, la producción industrial de valor añadido creció un 13,1% interanual, y la demanda de electricidad se elevó un 13,8%. Pero la producción de carbón solo aumentó un 4,4%.

A ello se suman los esfuerzos de las autoridades locales por cumplir sus objetivos anuales de recorte de consumo energético, medido tanto en volumen como en intensidad (el llamado “doble control” en el sector de la energía en China), para alcanzar la meta nacional de llegar al pico de emisiones antes de 2030 y llegar a la neutralidad de carbono antes de 2060. Como resultado, algunas provincias donde no hay escasez de electricidad, pero sí incumplían sus metas, han impuesto racionamientos a algunas empresas para conservar energía e intentar alcanzar los números adecuados a final de año.

Ahora bien, según expertos del sector energético, la causa principal es la escasez de carbón térmico, que a su vez ha disparado los precios, tanto de la materia prima local como la importada. El combustible fósil procedente de Australia se paga a un precio un 205% más alto que hace un año; el indonesio, un 233%, según un informe de la consultora Lantau Group. Estos elevados costes han hecho antieconómico operar a las centrales eléctricas alimentadas por este combustible, por lo que algunas han parado u operan por debajo de su capacidad.

Esa escasez y subida de precios del carbón (la principal fuente de energía en China, en torno al 67% del total) responde, a su vez, a lo que el Consejo para la Electricidad de China ha calificado de una “tormenta perfecta”. En el caso de los productos importados, el coste se ve aumentado por la guerra comercial entre Pekín y Canberra, o las intensas lluvias que han complicado el transporte desde Indonesia, y que han disparado las cotizaciones a futuro.

En el caso del combustible nacional, se añaden otros problemas: algunas minas han detenido la producción tras incidentes de seguridad laboral; trámites lentos en las solicitudes de ampliar la producción; las investigaciones sobre casos de corrupción en empresas mineras; la prolongación, más allá de lo que solía ser habitual, de las altas temperaturas veraniegas en provincias del sur como Cantón, que también aumentan la demanda de electricidad para alimentar los aires acondicionados; y en el norte, donde ya comienza a notarse la bajada de temperaturas, ha comenzado la temporada de adquisición de carbón para las calefacciones durante el invierno.

Pues bien, tanto Goldman Sachs como Nomura revisaron a la baja sus previsiones de crecimiento de la economía china para este año, que hasta ahora mantenían en un 8,2%. El banco de inversión estadounidense las rebajaba al 7,8%; el grupo de servicios financieros japonés, al 7,7%.

LATINOAMERICA:

La región ha sufrido la muerte de un millón y medio de personas a causa de la covid-19, y la pobreza ha aumentado, así como la inflación. En este contexto se está dando la recuperación económica, diferente en cada país, pero con un común denominador: el impacto positivo de los estímulos fiscales implementados por los Gobiernos. De forma que para aquellas economías que invirtieron en estímulos fiscales ha registrado un mayor crecimiento de su PIB. Mientras que los que no lo hicieron, no sólo se han quedado rezagados, sino que ha perdido posibilidades de crecimiento de su producto en el futuro.

Hay dos grupos de países: en el primero está Chile, Brasil y Perú que ya están en su nivel de PIB cerca de donde estaban antes de la pandemia. En el segundo grupo están los países más atrasados, entre ellos México y Colombia.

Entre las economías más grandes de América Latina, México es el país que menos medidas de gasto adicional como porcentaje del PIB destinó. Según el Fondo Monetario Internacional (FMI), México gastó 0,7% del PIB en medidas adicionales para contener el daño de la pandemia y se negó a hacer exenciones de impuestos. Mientras tanto, Chile destinó el 14%, Brasil 9,2%, Perú 7.8%, Colombia 4,7% Argentina 4,5%. Chile, por ejemplo, gastó muchos recursos en un seguro de desempleo y subsidió parcialmente la nómina para evitar que las empresas quebraran y los empleos no se perdieran. Brasil también aumentó el gasto público. El resultado es una recuperación más rápida.

Los programas de apoyos estatales en Colombia impulsaron la economía hasta que se topó con masivas protestas que se tornaron violentas y costaron decenas de vidas.

En Argentina sufren una inflación por encima del 50% en los últimos 12 meses, lo que está limitando su crecimiento económico. Argentina ha estado en recesión y comenzó un proceso de recuperación después de la pandemia, en el tercer trimestre del año pasado, pero fue más por un rebote aritmético que se presentó en prácticamente todas las economías del mundo.

No obstante, América Latina se encuentra en una fase de expansión económica: Chile, Brasil y Perú continuarán creciendo este año más allá de dónde estaba su nivel de PIB antes de la pandemia, mientras las demás economías, como México y Colombia, no podrán crecer más allá de nivel pre pandemia hasta el año 2022.

ESTADOS UNIDOS:

La Reserva Federal ha confirmado que mantendrá los tipos de interés, aunque apunta que a finales del año 2022 podrá acometer las primeras subidas de las tasas de interés. Por ahora, la Fed seguirá con los tipos en la horquilla de entre el 0% y el 0,25% y continuará comprando deuda al mismo ritmo que en los meses precedentes.

Sin embargo, el banco central estadounidense ha señalado que “si la economía progresa como se espera, el comité de la Fed considera que pronto se justificará una moderación en el ritmo de compra de activos.

La Reserva Federal ha decidido modificar sus previsiones de inflación y crecimiento por el impacto negativo de la variante delta del coronavirus en la recuperación económica. La previsión de la tasa de inflación aumenta casi un punto, del 3,4% previsto al 4,2%, mientras que el PIB se revisa a la baja, hasta el 5,9% desde el cálculo del 7% formulado en junio. También eleva ligeramente la tasa de desempleo hasta el 4,8%, sólo 0,3% más de lo estimado en primavera.

El banco central estadounidense ha reconocido que la inflación es “elevada”, muy por encima del 2% deseable a largo plazo, pero ha subrayado que gran parte del incremento registrado se debe a factores “transitorios” o estacionales. También considera que “las condiciones financieras siguen siendo acomodaticias como resultado de las medidas de apoyo a la economía frente a la pandemia y el flujo de crédito a hogares y empresas. Aunque los sectores más afectados por la crisis sanitaria han mejorado, el aumento de casos de covid-19 ha ralentizado la recuperación”.

Sobre la decisión de la Fed pesan la incertidumbre sobre el gasto fiscal de Estados Unidos; la sacudida de la inmobiliaria china Evergrande y su impacto en Wall Street; el repunte veraniego de la inflación; y el frenazo en la creación de empleo de agosto.

Hasta ahora la Reserva Federal ha mantenido un ritmo mensual de compra de bonos de 120.000 millones de dólares, lo que ha conseguido mantener a flote a su economía durante el año y medio de pandemia. Y ha mantenido este ritmo, aunque advirtiendo que puede reducir las compras, aunque no ha especificado una fecha concreta para ello.

Como se ha comentado anteriormente, la Reserva Federal considera “que, si la recuperación sigue su curso, un proceso de tapering (retirada progresiva de estímulos) gradual que concluya en torno a la mitad del año que viene es probablemente apropiado”.

Por otro lado, la aprobación por la Cámara de Representantes del aumento del techo de la deuda, para evitar el cierre de la Administración (si bien debe conseguir aún el visto bueno del Senado) ha aumentado el optimismo. El propio Jerome Powell ha señalado hoy que reviste una importancia “crucial” elevar el techo de la deuda cuanto antes “para que el país pueda seguir pagando sus facturas”.

UNIÓN EUROPEA:

La industria europea cada vez está más preocupada por los problemas en la cadena de suministros. El índice de gestores de compras (PMI) del sector manufacturero de IHS Markit (indicador macroeconómico que pretende reflejar la situación económica de un país basándose en los datos recabados por una encuesta mensual de sus empresas más representativas que realizan los gestores de compras) para la eurozona perdió fuelle entre agosto y septiembre, al pasar de los 61,4 a los 58,6 puntos. Es la caída en puntos más abultada desde abril de 2020, el peor momento de la pandemia, aunque aun así el índice se mantiene muy por encima de los 50 puntos que aseguran la expansión de la actividad.

El sector industrial de España también vio recortada su lectura respecto a agosto, pasando de los 59,5 a los 58,1 puntos en septiembre, aunque sigue en zona de máximo históricos. Las presiones inflacionistas y el retraso en la cadena de suministros son las causas de esta caída, tanto a nivel doméstico como en la zona euro. La falta de oferta es considerada un obstáculo clave para los programas de producción en septiembre, a lo que se le suma el debilitamiento de las condiciones de la demanda y el retraso en los tiempos de entrega de los proveedores, así como la escasez de componentes electrónicos y materias primas, particularmente generalizada y que lleva meses castigando al sector. Son problemas que se están agravando con los altos precios del carbón, el petróleo, el gas y la electricidad.

Christine Lagarde, presidenta del Banco Central Europeo (BCE), ha prometido reiteradamente que mantendrá los bajos tipos de interés.

Esta declaración de Lagarde era muy esperada, ya que el mercado sigue calibrando cómo será la secuencia exacta posterior al reciente anuncio de que reducirá “ligeramente” las compras de su programa anti pandémico, aunque no las adquisiciones de bonos de la ya habitual expansión cuantitativa, ni tampoco los tipos de interés.

Respecto a los precios, según Christine Lagarde, estamos viviendo ahora “una fase de inflación temporal vinculada a la reapertura” de la economía tras lo peor de la crisis, dijo como base de su argumento. Y que, por tanto, todavía es necesaria “una postura de política monetaria acomodaticia para salir de la pandemia de manera segura y llevar la inflación de forma sostenible al 2%”.

La calificación de “reiterada” declaración de la presidenta del BCE, se debe a que en varios momentos hizo alusión al fondo de la cuestión:  declaró que “por el momento no vemos ninguna señal de que el aumento de los precios esté alcanzando una amplia base transversal a toda la economía; los salarios no exageran y no hay sobrerreacción (volatilidad) de tipos: en suma: esperamos que la inflación suba desde el 1,5% en 2023 al 2% y se estabilice ahí en los siguientes cinco años”.

Así que “la política monetaria” debe “mirar a través” —o sea, sin dañarse de frente— de la inflación generada por la oferta (recuperación, impacto del crecimiento asiático), mientras sus expectativas “permanezcan ancladas”.

Y además Lagarde insistió de nuevo: “el reto clave es no sobrerreaccionar a los shocks que no se sostendrán a medio plazo”. Y de nuevo: “nuestra política monetaria continuará proporcionando las condiciones necesarias para nutrir la recuperación”.

Todavía por quinta vez señaló: “por nuestra parte, la política monetaria está comprometida a preservar las condiciones financieras favorables para todos los sectores” durante lo que quede de pandemia. “Y una vez esta se acerque a su fin, nuestra orientación de tipos de interés, igual que de compras de bonos, garantizará que apoyen el objetivo de alcanzar, a su tiempo, nuestro objetivo a medio plazo del 2%” de la inflación.

Y, por último: “la política monetaria debe mantener su objetivo de dirigir la economía con seguridad más allá de la emergencia pandémica y llevarnos a la inflación de nuestro objetivo, el 2%”.

ESPAÑA:

El Banco de España ha mejorado sus previsiones de crecimiento de la economía española: espera que este 2021 el producto interior bruto crezca un 6,3%, (una décima más que el 6,2% que preveía hace tres meses). Para el año que viene la proyección también se eleva del 5,8% al 5,9%. Y respecto a 2023 se sube del 1,8% al 2%.

El organismo explica que durante el segundo trimestre la actividad ha crecido muy positivamente, exhibiendo un comportamiento bastante mejor de lo que había anticipado, en especial el consumo privado. Las compras de los hogares se dispararon un 6,5% trimestral entre abril y junio, muy por encima del 2,9% que había estimado inicialmente, impulsadas por el avance en la vacunación, la relajación de las restricciones y el ahorro acumulado durante la pandemia.

Todo ello justifica la revisión al alza del crecimiento para este año. Por más que a finales de julio repuntasen los casos de coronavirus, gracias a la vacunación este rebrote no se ha traducido en la imposición de nuevas restricciones, favoreciendo la intensa recuperación de un sector servicios que había acusado mucho la pandemia.

Sin embargo, el Banco de España señala algunos factores que pueden enfriar a la fortaleza de la expansión en la segunda mitad del año. El supervisor cita “algunas señales tentativas de cierta desaceleración”. No significa que la actividad se frene. En absoluto. De hecho, se prevé que siga avanzando casi al mismo ritmo que durante la primera mitad del año. Simplemente quiere decidir que no aumentará el ritmo de crecimiento.

Uno de los factores es el retraso en el gasto de los fondos europeos, que pasarán a ejecutarse en mayor proporción en los siguientes ejercicios. Y de ahí la mejora prevista del crecimiento en 2022 y 2023. Es decir, el crecimiento repuntará algo porque en esos años se concentrarán más recursos europeos.

Igualmente, el Banco de España señala los ya citados cuellos de botella en el suministro de semiconductores, plásticos y otras materias primas. Y que la falta de estos materiales y equipos ya están produciendo algunos parones en la industria española, sobre todo en el sector del automóvil.

Respecto al comportamiento del nivel general de precios, la crisis energética ha llevado la inflación hasta su punto más alto de los últimos 13 años. Según el indicador adelantado del Instituto Nacional de Estadística (INE), el Índice de Precios al Consumo (IPC) se incrementó en septiembre un 4% en España con respecto a un año antes. Supone seis décimas más que el avance de Eurostat para el conjunto de la eurozona, lo que apunta a un diferencial desfavorable para España. La brecha se explica sobre todo por el alza del precio de la electricidad, especialmente intenso en nuestro país.

Descontando la energía y los alimentos no elaborados, el IPC subyacente (un magnifico indicador de la variación de los precios, que no tiene en cuenta el impacto ni de los alimentos no elaborados, ni de los productos energéticos ya que son los elementos más volátiles) ha aumentado a un ritmo anual del 1%, casi la mitad que en la eurozona.

Más allá de la energía, el aumento de los costes de los carburantes y lubricantes para vehículos particulares o el alza del precio de los paquetes turísticos con respecto a septiembre de 2020, cuando la crisis del coronavirus frenó buena parte de los viajes, son otras de las claves para entender este incremento de los precios.

Estos factores han propiciado que el IPC se haya colocado por noveno mes consecutivo en una tasa interanual positiva, desde que en diciembre del año pasado se situase en el -0,5%. La reactivación de la economía tras la pandemia ha propiciado un alza continuada de la inflación desde entonces.

A pesar del impacto que tiene la escalada de los precios en los consumidores, el Banco de España y otras instituciones son optimistas en que la situación se reconduzca a lo largo de la recuperación económica. Sus estimaciones son que el IPC cierre 2021 en el 2,1%. Mientras que el año siguiente seguiría reduciéndose hasta el 1,7% y en 2023 ya sería del 1,3%.

No obstante, hay que vigilar la evolución de los precios con respecto a la Eurozona, ya que puede afectar a la competitividad: en España la mayoría de episodios inflacionistas se ha padecido de forma más intensa. De momento, afortunadamente, este no es el caso: el superávit de la cuenta corriente se acerca a 9.000 millones (con datos acumulados entre enero y julio), en torno a la mitad de los niveles récord previos a la pandemia, pese al lastre de la disminución del turismo.

En todo caso, el verano de 2021 ha mostrado muy buenas señales para el sector turístico: aunque los datos siguen por debajo de la situación pre pandémica, se ha producido un vuelco en la tendencia y ha comenzado su recuperación. Persisten los problemas, pero al menos se ha duplicado el número de llegadas de turistas internacionales: según el INE, durante los meses de junio a agosto, hemos recibido 11,8 millones de visitantes extranjeros. Supone un incremento del 131% respecto al mismo periodo del año pasado. No obstante, si comparamos con el año 2019, es decir antes del confinamiento, la disminución es. nada menos, que del 59%. Los ingresos han sido de 13.550 millones (casi 20.000 menos que en el verano de 2019).

En cualquier caso, la situación invita al optimismo, ya que los datos consolidan la tendencia de recuperación del turismo internacional y confirman que España es percibida como un destino seguro.

Por otro lado, otro aspecto muy positivo, es la tendencia favorable es la inversión directa extranjera, con una inyección de capital en nuestro tejido productivo de 19.400 millones entre enero y julio, muy superior a los valores de 2019. Es posible que la reconfiguración de la globalización que se está produciendo tras la pandemia nos esté favoreciendo. Las empresas acortan las cadenas de valor, fragmentadas y dependientes de suministros provenientes de países alejados de los principales lugares de consumo.

Y es que, aunque parezca mentira, la estructura productiva española es relativamente competitiva de cara a los procesos de relocalización, en sectores clave como la química, el automóvil y los bienes de equipo. Es un hecho, que estos son los que están liderando las ventas en el exterior. Otro activo es la imbricación en un mercado eu­ropeo que intenta reducir su dependencia del abastecimiento desde Asia. Este movimiento pendular se está aprovechando, como lo muestra el fuerte incremento de nuestra cuota exportadora en la Unión Europea. Finalmente, la mano de obra disponible es abundante y de momento no asistimos a una espiral de precios-salarios o beneficios-salarios, a la inversa de otros socios europeos que se acercan al pleno empleo.

Por lo que respecta al empleo, el mes de septiembre, según el Paro Registrado, finalizó con 3.257.802 desempleados, 76.113 menos que en agosto (-2,28%), y la secuencia de mensualidades consecutivas a la baja se extiende ya hasta los siete meses. Según los datos de los Ministerios de Trabajo y Seguridad Social, no se encadenaba una situación de recorte del desempleo como la actual desde el año 2000, hace más de dos décadas.

De la misma forma, las afiliaciones a la Seguridad Social también han evolucionado muy favorablemente. La Seguridad Social registró 19.531.111 afiliados de media, lo que supone 57.387 cotizantes más que en la de agosto.

Sin embargo, como viene siendo habitual desde la irrupción de la pandemia, los datos de desempleo y afiliación han de observarse sin perder de vista el número de trabajadores en ERTE, puesto que no computan como parados y sí como cotizantes a pesar de no estar desempeñando su actividad con normalidad. El número de personas que se encontraron cobijados bajo este paraguas fue de 239.230, la cifra más baja desde el comienzo de la pandemia hace más de año y medio, y muy lejos de los más de tres millones y medio que llegaron a reunirse en los momentos más duros. Son, por tanto, 32.960 menos tomando como referencia la fecha de notificación, y 17.294 basándose en la fecha de alta.

Extrayendo a los trabajadores en ERTE de las cifras, los niveles de afiliación se acercan a los que se registraban antes de la pandemia. Los registros de septiembre no son solo mejores a los de los dos últimos años (18.876.389 y 19.323.451), sino también a los resultados que presentaba el mes de febrero de 2019 (18.888.472) y que marcan el final del periodo pre pandémico.

MERCADOS:

El energético ha sido uno de los sectores protagonistas del mes. A la subida del precio del Brent y el gas se ha sumado el alza de los precios de la electricidad, una tendencia que si bien ha sido una constante durante el año se ha visto agravada en las últimas semanas. Los esfuerzos del Gobierno por abaratar la tarifa aún no se han reflejado, pero sí se han dejado sentir en la Bolsa.

La inseguridad jurídica derivada del nuevo marco regulatorio ha propiciado la salida de los inversores. Superado el sobresalto de junio, cuando el Ejecutivo aprobó un recorte al exceso de retribución por el sobrecoste del CO2, ahora la decisión de apuntar directamente a los beneficios empresariales, aunque sea de manera temporal, se ha saldado con una caída en Bolsa del 9,27% para el índice que agrupa a las energéticas. Estos números rojos podrían haber sido mayores si en el cómputo no se incluyera la evolución de Repsol, uno de los valores más alcistas del mes.

Además, en las últimas semanas ha cundido el temor a subidas en las tasas de interés de los Bancos Centrales, que podría frenar el crecimiento económico.

Estas expectativas de tipos más altos han sido suficiente para que compañías como Iberdrola (-17,26%), Solaria (-18,6%), Endesa (-14,44%) y Siemens Gamesa (-12,31%) pasen a engrosar la lista de cotizadas más castigadas del Ibex 35 en el mes. Este balance contrasta con el buen hacer de estas firmas en 2020, año en el que el estallido de la pandemia llevó a los inversores a buscar refugio en estas firmas por la previsibilidad de sus resultados. Más moderados fueron los recortes de Naturgy (-0,23%) y Enagás (-0,31%). Fuera del selectivo, Audax perdió un 21,7% mensual y Acciona Energía, un 6,44%. Como en todo existen excepciones. Red Eléctrica suma un 2,49% mientras Grenergy avanza un 3,9% y Solarpack cierra el mes en tablas.

En Europa el sector bajó un 8,57%, situándose como uno de los más penalizados, solo superado por el inmobiliario (-8,59%). En el lado opuesto se situaron las gasísticas y petroleras (9,84%), seguidos por el bancario (3,67%), las empresas turísticas (2,64%) y las automovilísticas (0,4%), negocios de corte cíclico que se ven favorecidos por el levantamiento de las restricciones y la recuperación económica que ha acompañado al proceso de inmunización.

Los problemas del gigante chino Evergrande, anteriormente analizados, (sus deudas superan los 300.000 millones de dólares) ha llevado a algunos inversores a especular con una quiebra con consecuencias similares a la Lehman Brothers. Aunque las firmas de análisis descartan esta hipótesis, los inversores han aprovechado las dudas para recoger los beneficios acumulados en 2021.

El Ibex 35 no ha quedado al margen de esta corriente y tras cerrar la última sesión del mes con una caída del 0,94%, en septiembre el selectivo español retrocede un 0,57%, descensos que en el trimestre se limitan al 0,28% pero que sirven para poner freno a tres trimestres consecutivos al alza. La Bolsa española encara el último trimestre por debajo de los 8.800 puntos. El reto está ahora en recuperar la barrera psicológica de los 9.000, algo que ya logró hace unas semanas.

Las pérdidas de las Bolsas durante el pasado septiembre, alcanzan al Cac francés (-2,4%), al Mib italiano (-1,25%) y al FTSE británico. Más sonoros son los descensos mensuales del Dow Jones (-3.78%), el S&P 500 (-4,15%) y el Nasdaq (-5,05%).

Por otro lado, la evolución de los precios de la energía ha tenido repercusión también en las divisas. El dólar marcó máximos de 14 meses en su cotización respecto al euro. El dólar estadounidense se ha llegado a intercambiar a 1,1571 euros por dólar, un nivel un 5,5% inferior al registrado hace cuatro meses.

Respecto al mercado del petróleo, el barril de crudo brent superó por última vez el umbral de los 80 dólares. la principal referencia petrolera en Europa ha rebasado de nuevo esa barrera a lomos de la recuperación económica.   

En lo que ha transcurrido de este año 2021, el precio del barril de brent acumula una subida superior al 50%, cifra a la que hay que sumar las alzas registradas en el tramo final del año pasado, cuando la incipiente recuperación y las noticias positivas sobre la vacuna ya habían empezado a calentar los mercados de materias primas. Pero en estas últimas semanas se han sumado dos factores más al peligroso cóctel que es para Occidente el encarecimiento de la energía: la creciente demanda de China y de Asia en su conjunto, y un creciente temor al desabastecimiento de combustibles en el Reino Unido que ha hecho saltar las alarmas y que ha desatado las compras de pánico. Un punto más de desequilibrio en un mercado ya de por sí descompensado.

Pese a la subida acumulada, prácticamente nadie en el mercado se atreve a dar por concluida la escalada. Goldman Sachs, apunta a los 90 dólares por barril como próxima meta a final de año. Señala que “aunque nuestra visión sobre el petróleo siempre ha sido alcista, el desequilibrio actual entre la oferta y la demanda es mayor de lo que habíamos previsto. Ni la variante delta del virus ni los temores en torno los efectos adversos de los cuellos de botella en las cadenas de suministro sobre el crecimiento mundial parecen suficientes para aliviar la presión alcista. La recuperación de la demanda global de crudo ha sido incluso más rápida de lo que decían nuestros pronósticos”.

Respecto al mercado de la vivienda, ya se ha superado el valor que tenía en 2019 en la mayoría de España. Lleida, Vitoria y Vigo encabezan las subidas, por encima del 16%. Madrid lo supera en un 4,5%, y Barcelona se queda un 1,2% por debajo del nivel.

En relación al mercado automovilístico, las patronales de fabricantes, de concesionarios y de talleres y vendedores mantienen los mismos argumentos para explicar la caída de las ventas que en los últimos meses. Hay poca oferta de vehículos por la falta de semiconductores que está obligando a paralizar plantas a la vez que dirige a los potenciales compradores a los coches de segunda mano. Explica ese argumento el hecho de que la adquisición de coches por parte de particulares caiga un 21,8% respecto al año pasado, mientras que las empresas también han reducido sus transacciones un 15,3%. La paradoja es que, justo cuando acaba una temporada turística en la que se ha echado en falta una mayor oferta en las empresas de alquiler de vehículos, los rent a car han elevado sus compras un 39,6% en septiembre. Se explica porque las ventas en el mes de septiembre de 2020 fueron muy bajas (3.850 unidades), por lo que cualquier pequeño repunte dispara el porcentaje de crecimiento.

EMPRESAS:

El grupo textil Inditex ganó 1.272 millones de euros en la primera mitad de su actual ejercicio fiscal, que arrancó el pasado febrero, frente a las pérdidas de 195 millones en el mismo periodo del año pasado. Así, entre ese febrero y julio de 2021, la cabecera de marcas como Zara o Massimo Dutti obtuvo unos ingresos de 11.936 millones. Esto supone que las ventas de la compañía no solo están muy por encima de las de 2020, el año más golpeado por la crisis del coronavirus, sino también de 2019, antes de la pandemia. En la presentación de resultados del primer trimestre, Inditex ya señaló que en las cinco primeras semanas del segundo (es decir, durante mayo y el arranque de junio) su facturación era un 5% superior a la de 2019. Finalmente, en todo el periodo (de mayo a julio), las ventas han estado un 7% por encima de las de 2019. Y el grupo avisa de que en el inicio de su segundo semestre (concretamente del 1 de agosto al 9 de septiembre), las ventas han sido un 9% superiores a las de dos años atrás.

Gran parte de ello se debe a la creciente digitalización de la compañía, cuyas ventas por internet en el primer semestre crecieron un 36% con respecto al año pasado. Si se compara con el año 2019, lo que genera el negocio en línea es ya más del doble (un 137% más que en su primer semestre fiscal de hace dos ejercicios). La compañía señala que la migración a la Inditex Open Platform, la plataforma tecnológica propia de la que depende buena parte de su estrategia digital, ya ha avanzado hasta el 95%. 

Inditex ha declarado un EBITDA (recursos generados por la compañía) de 3.101 millones, un 109% más que en la primera parte del ejercicio anterior. Los gastos de explotación crecieron un 25% con respecto a un año antes, resultado lógico de la evolución de la pandemia, ya que durante gran parte de 2020 muchas de sus tiendas estuvieron cerradas, mientras que actualmente mantiene un 99% de ellas abiertas.

En paralelo, su tesorería progresó un 24% hasta alcanzar 8.023 millones al cierre del primer semestre del actual ejercicio, muy cerca del récord de 8.060 millones del cierre del ejercicio 2019. El grupo mantiene su intención de pagar 0,35 euros por acción, la segunda mitad de su dividendo del año 2020, el próximo 2 de noviembre.

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