Rusia es el país más grande
del mundo, pero apenas supone el 1,7% de la economía global. Sin embargo, su capacidad
para desestabilizar la economía mundial es extraordinaria. No solo desde el
ámbito geopolítico, sino también económico, gracias a sus ingentes reservas de
hidrocarburos: gas y petróleo.
GLOBAL:
En este artículo se
persigue analizar, exclusivamente, sus consecuencias económicas. Pero vaya por
delante, la más enérgica condena a la invasión desencadenada por Putin, que
está sometiendo a Ucrania al dolor, destrucción y pérdida de vidas, de cuya
responsabilidad algún día debería responder ante un tribunal internacional. Un
megalómano autócrata que está llevando al mundo al peligroso borde de un
conflicto mundial.
La invasión de Rusia a
Ucrania ha desencadenado una guerra en Europa, que ha dado lugar al riesgo del
mayor conflicto armado desde la II Guerra Mundial, y que, con independencia de
la gravísima tragedia humana, constituye una grave amenaza para la recuperación
de la economía internacional tras la crisis originada por la pandemia.
El ataque lanzado por
Rusia ocasionará gravísimas subidas en los precios de la energía, aumentando
las expectativas de una mayor subida de la inflación, que afectarán en mayor
medida a las economías más dependientes de las importaciones de gas (los países
europeos), y a los cereales que llegan desde la región.
La combinación de las sanciones, la guerra, y
el golpe de probables represalias rusas en los mercados de la energía, reducirá
el crecimiento económico mundial, agravado por los problemas de las cadenas de
suministro.
Europa compra a Rusia la
mitad del gas que consume y casi una cuarta parte del petróleo. Los precios
llevan meses subiendo y cada vez se cuestionan más las previsiones oficiales de
crecimiento del PIB. Por ahora, no hay señales de que el Kremlin cierre el
grifo de sus suministros, dado que, aunque aumente las ventas de gas a China,
los gasoductos que van hacia la economía asiática, aún no tienen la capacidad
necesaria para compensar la disminución de las ventas rusas a Europa.
Es una realidad, que la
enorme dependencia europea del gas ruso, sitúa al viejo continente como el mercado
más expuesto al conflicto.
También, respecto a las
exportaciones de la Unión Europea a Rusia, hay que señalar que el 88% del total
son bienes manufacturados (alrededor de 78.000 millones de euros anuales sobre
todo de vehículos y maquinaria), y que en caso de represalias rusas se podrían redirigir
hacia China.
Igualmente, desde Rusia y
Ucrania se suministran el 30% de las exportaciones mundiales de trigo. Ucrania
es un gran productor de maíz y cebada. Hasta el momento los precios de los
cereales han superado su mayor nivel desde julio de 2012, lo que podría ser
devastador para las economías más frágiles (norte de África y Oriente Próximo).
En realidad, la marcha de
la economía global ha empeorado sensiblemente y, previsiblemente, irá
empeorando con las sanciones impuestas a la economía rusa.
Rusia no puede ignorar
las características y funcionamiento del sistema financiero internacional,
controlado por los gobiernos y banqueros fuera de la economía rusa. Frente a la
gigantesca movilización militar de Rusia, los gobiernos aliados han movilizado
su gran poder financiero, pero, desde luego, aumentando los riesgos para la
economía global.
También habrá
dificultades para algunos bancos europeos, que podrían perder su acceso al
dinero que mantienen en Rusia.
Otros países petroleros se
pueden ver beneficiados por el aumento en sus ingresos. Entre ellos Irán, que
lleva años aislado de la economía global.
A largo plazo, el
conflicto tendrá efectos presupuestarios para varios países, aumentando el
gasto militar, como así ha anunciado la economía germana.
Algunos analistas apuntan
el riesgo de una posible recesión mundial (caídas del PIB) acompañada de
inflación. Lo que se conoce como estanflación (situación
económica caracterizada por el estancamiento económico con alza de los precios
y aumento del desempleo).
Cerca del 40% de gas
natural que consume la Unión Europea. y
una cuarta parte del petróleo provienen de Rusia. Dependencia que, desafortunadamente,
va a ocasionar el retraso de la recuperación económica, manteniendo una subida
de precios superior al 6% durante este año 2022.
Por si fuera poco, en la
economía global la posición que detenta Rusia también afectará a la cadena de
suministros. Moscú produce alrededor del 6% del aluminio a nivel global y el 7%
del níquel, lo que afectaría la producción mundial en caso de que decidiera
cortar el abastecimiento. A esto se suma Ucrania, gran suministrador del neón y
otros materiales que se utilizan en la fabricación de chips.
A todo ello, hay que
añadir el problema del precio de los alimentos. Como se ha citado
anteriormente, junto a Ucrania, Rusia es el mayor productor del trigo del mundo,
representando más de la cuarta parte de las exportaciones mundiales.
Todos estos factores que
inciden en la inflación a largo plazo, se estima que pueden obligar al Banco
Central Europeo a mantener los tipos de interés en mínimos, durante los
próximos tres años.
Otros analistas señalan
que no siempre un conflicto bélico supone caídas del PIB. A las guerras de Irak
y de Crimea les sucedieron periodos de aceleración económica. Ahora bien, los
riesgos de la guerra actual, pueden ser de tal magnitud humana y económica que
no parecen comparables a los citados.
Ahora bien, incluso con
una deseable resolución del conflicto de forma rápida, la inflación perece que
no va a dar tregua. Por lo que, lamentablemente, una inflación más elevada va a
erosionar la renta real o capacidad de compra de los hogares, disminuyendo el
consumo de las economías domésticas, y, por tanto, incidiendo negativamente en
el crecimiento económico.
La escalada de la guerra,
en el caso español, también afectaría a las exportaciones hacia países como
Alemania, aún más expuesta a los recortes de suministro de gas ruso. Todo ello
sin contar el previsible deterioro de la confianza, factor clave de la
inversión empresarial, o el impacto sobre los tipos de interés y las primas de
riesgo.
Por
otro lado, incluso en el caso de que Moscú consiguiera de China el apoyo
incondicional a su agresiva política, la realidad, es que la suma del PIB
agregado de los actuales integrantes de la OTAN (que supone más de 34 billones
de euros), aún supondrías casi el triple la suma de las economías china y rusa.
Rusia es el país con
mayor peso militar, debido a sus armas nucleares y a la extensión de su
territorio. Sin embargo, económicamente es, desde hace tiempo, una
economía emergente, distanciada de las economías más
desarrolladas. Dispone de 150 millones de habitantes, pero sus 1,3 billones de
PIB equivalen a una cantidad casi idéntica al Producto de las economías de
España, o de Australia, o de Brasil.
Estados Unidos sigue
siendo la primera potencia mundial con un Producto Interior Bruto superior a
los 18 billones. China con sus 13 billones, no ha conseguido superar al de
Estados Unidos. Por ello, Rusia ni con China consigue igualarse al que suponen
los países de la Alianza Atlántica.
Se puede concluir que es
improbable que Moscú esté en condiciones de sostener una prolongada ocupación
en Ucrania, porque, para algunos, realizaría un repliegue tras asegurarse un
Gobierno satélite en Kiev.
En cualquier caso, es muy
aventurado tratar de prever el comportamiento del presidente Putin, cuyas
decisiones irresponsablemente arriesgadas y contrarias al derecho
internacional, están haciendo temer al mundo el desencadenamiento de un
conflicto global de previsiones inimaginables.
ESTADOS UNIDOS:
En la economía
estadounidense, los precios escalaron hasta el 7,5% en enero, el mayor ritmo en
cuatro décadas. Esta cifra, la más elevada desde 1997, podría de un lado
suponer una mayor presión para forzar subidas en el tipo de interés. Pero de
otro, para no frenar la recuperación en el contexto actual surgen
serias dudas respecto a la oportunidad y conveniencia de subirlos.
La Reserva Federal está
en un aprieto. La invasión de Ucrania está enfriando las expectativas de
subidas en los tipos de interés. El
retraso de la subida de tipos por parte de los bancos centrales se basa en la
lógica de intentar evitar un frenazo del crecimiento económico que trunque la
recuperación, pero pone en riesgo
la posibilidad de que se incremente la inflación. Sea como
sea, cada vez más analistas avisan del riesgo de estanflación citado
anteriormente en la región del euro.
Sin embargo, el empleo en
Estados Unidos ha aumentado considerablemente, ya que, en febrero, una vez que
ha disminuido el impacto de la variante ómicron, se han creado 678.000 puestos
de trabajo. La cifra está por encima de las previsiones del consenso.
UNIÓN EUROPEA:
La invasión rusa de
Ucrania, claramente, va a ocasionar más inflación y un menor crecimiento por el
fuerte incremento de los precios de la energía, si bien, el BCE cree que no va
a ser el desencadenante de una situación de recesión económica.
Durante el pasado mes de
febrero, el Incremento de los Precios al Consumo en la zona euro de febrero, fue
del 5,8%. Y eso que aún no refleja el efecto de la subida del precio del gas y
el petróleo a causa de la guerra de Ucrania.
Luis de Guindos,
vicepresidente del Banco Central Europeo, ha señalado que “la situación no
afecta a la estabilidad financiera de la zona euro. Los mercados financieros no
han registrado una tensión extrema de liquidez. Sí ha habido una búsqueda
lógica de activos refugio, pero nada comparable a lo sucedido en marzo de 2020.
La razón está en que la economía rusa no es grande, es similar en términos de
PIB a España, aunque haya que tener en consideración otros rasgos como su poder
energético o militar. La exposición del sistema financiero europeo a Rusia es
muy limitada, de apenas el 0,3% del total de la exposición bancaria y no
bancaria. El problema es el impacto energético en los precios. Y, sobre todo, cómo
se trasladará a los precios de la energía y la inflación, y si eso lleva a
reducir la renta de las familias y puede derivar en un menor crecimiento de las
economías mundiales y europeas”.
En cualquier caso, la
guerra en Ucrania obliga a las instituciones comunitarias a replantearse su
política económica para los próximos meses. Si Bruselas y Fráncfort apuntaban a
comienzos de año a un repliegue progresivo de las medidas de política monetaria
expansivas, las consecuencias del conflicto abierto por Rusia han alterado esos
planes de “normalización”. La Comisión Europea esperaba volver a sujetar a
todos los socios a las reglas fiscales el año que viene, pero ahora se abre a
dar otro año más de oxígeno.
Según la Comisión
Europea, “dada la incertidumbre actual, necesitaremos reevaluar la
esperada desactivación de la cláusula general de escape en 2023 (la citada
clausula se activó con la pandemia para que se pudieran activar las economías
con inversiones públicas incumpliendo los criterios de control de déficit y
deuda: 3% del PIB para el déficit público y un 60% para la deuda) de acuerdo
con nuestras previsiones de primavera, que se presentaran a mediados de mayo”.
Y es que los mercados
están asumiendo que el Banco Central Europeo no subirá los tipos de interés
este año por el peligro de que la recuperación descarrile a pesar de que
Estados Unidos pueda decidir seguir adelante con sus planes elevando los tipos
de interés.
Durante el pasado mes de
enero, la presidenta del BCE Christine Lagarde rechazaba pronunciarse sobre si
pensaba subir los tipos de interés este año 2022. Sin embargo, en las últimas
semanas, los miembros del Banco Central Europeo han ido dejando la puerta
abierta a retrasar la subida de tipos.
Se apunta ahora, por la
mayoría de los analistas, que el conflicto de Ucrania va a retrasar el incremento
de los tipos de interés en la eurozona hasta el primer trimestre de 2023.
Antes de la invasión, el
mercado de opciones y futuros descontaba dos subidas de tipos de 25 puntos
básicos, en septiembre y en diciembre de este mismo año. Sin embargo, los
inversores ahora descuentan que el BCE preferirá intentar no afectar
negativamente al crecimiento económico, que se verá afectado por el impacto de
las sanciones económicas a Rusia, y mantendrá la política de tipos al 0% más tiempo de lo previsto.
Y es que el BCE no puede
subir los tipos de interés sin tener claro el impacto económico que tendrá la
guerra. Se trata de evitar otro frenazo al crecimiento.
De forma, que el fin de
la era de los tipos negativos tendrá que esperar un poco más. La agresión rusa
a Ucrania ha afectado tremendamente a los mercados financieros.
A principios de año, las
instituciones comunitarias hablaban de la “fase de normalización económica”. De
forma que la Comisión Europea pedía ir retirando ya los estímulos fiscales
de la economía, abogando por desactivar la cláusula general de escape (suspensión
de las reglas fiscales). Pues bien, la situación está conduciendo a extender
otro año más la suspensión de las reglas para dar margen a los socios para
evitar que la recuperación acabe descarrilando.
Los inversores descartan
que pueda producirse un encarecimiento del precio del dinero este año y lo
aplazan a 2023, ya que el BCE se muestra más preocupado por el crecimiento
económico que por la inflación.
ESPAÑA:
La escalada del conflicto
tras la invasión rusa recortará en alrededor de medio punto las proyecciones de
avance del PIB, que se situará en torno al 5%. La mayoría de instituciones
apuntan al aumento de la inflación como consecuencia de la subida de los precios
de la energía, como la principal causa del frenazo a la recuperación.
La realidad, es que la
enorme incertidumbre existente permite afirmar su incidencia al frenazo del
crecimiento, pero su magnitud e intensidad en el tiempo es bastante
imprevisible.
Y es que, la consecuencia
económica principal del conflicto es el impacto en el precio de la energía por
la gran dependencia europea de Rusia, en petróleo, gas, o metales preciosos e
industriales, y de otras materas primas. Su impacto provocará subidas de precios
en toda la economía, que algunos prevén no bajará del 4,5% en 2022 y restará
unas tres o cuatro décimas al PIB, hasta el entorno del 5%”.
En ese sentido, el
Instituto Nacional de Estadística (INE) ha publicado el IPC adelantado, que en
febrero ha tenido una variación mensual del 0,6%, mientras que en tasa
interanual ha aumentado un punto, hasta situarse en 7,4%. Se trata de la tasa
más alta en 33 años, concretamente desde julio de 1989. El IPC interanual
encadena su decimocuarta tasa positiva consecutiva.
Asimismo, los posibles
problemas en las cadenas de suministro, que ya parecía que se estaban
relajando, también pueden frenar la producción. El índice PMI compuesto de la
actividad total de la Eurozona en febrero (indicador económico que incluye informes
y encuestas mensuales de empresas manufactureras del sector privado), ha sido de
55,8 frente a 52,3 de enero. Se ha constatado una intensa aceleración del
crecimiento económico que, dada la situación, puede verse truncada.
Una autentica inflación (subidas
persistentes y notables del nivel general de precios) a lo largo de 2022, puede
ocasionar que los ciudadanos se vean obligados a reducir su consumo, obligando
a las empresas a reducir su producción, impactado negativamente en el
crecimiento económico.
El INE incorpora en el
avance de datos del IPC una estimación de la inflación subyacente (aquella que
no incluye a los elementos más volátiles: alimentos no elaborados y productos
energéticos), que aumentó en febrero seis décimas, hasta el 3%, con lo que se
sitúa más de cuatro puntos por debajo de la tasa del IPC general.
Sin embargo, respecto al
empleo, en febrero el número de desempleados bajó en 11.394 personas hasta
situarse en los 3.111.684 parados, registrando la caída más pronunciada para
este periodo desde 2015. La disminución está acompañada de una mejoría de la
calidad de los contratos firmados (de los 1.444.057 acuerdos laborales, 316.841
fueron de carácter indefinido, representando al 22% del total). Se trata del
porcentaje mayor de una serie histórica que arrancó hace 25 años, y el registro
más alto de la historia dentro la estadística de contratación, que se remonta a
1987.
Los contratos temporales
(1.127.216, que suponen el 78% del total) suman ya tres meses de caídas
porcentuales consecutivas (la última del 16,97%). La entrada en vigor de
la reforma laboral a comienzos de año, que sitúa la contratación fija en
el centro de las relaciones profesionales, puede encontrarse detrás del aumento.
En relación a las afiliaciones
a la Seguridad Social, también han crecido con respecto al mes de enero. Durante
el pasado febrero se ha alcanzado la cifra de 19.694.272 (67.111 más que en el
mes anterior, y cerca de un millón más que hace un año). Por lo que respecta a
los ERTE (Expedientes de Regulación Temporal de Empleo) han disminuido en 3.307
personas, hasta los 101.736. En este grupo de afectados continúan siendo
mayoría los trabajadores de las agencias de viajes (28% del total). El Gobierno
ha acordado ampliar hasta el 31 de marzo, la posibilidad de que las empresas
sigan acogidas a los ERTE por covid.
Según los datos
anteriores publicados, la mayoría de los contratos indefinidos se han celebrado
para jornada completa (173.960), mientras que los 142.881 restantes firmaron una
relación laboral a tiempo parcial. Y los contratos de un día de duración se han
desplomado.
En la comparativa
interanual, se registraron 184.410 contratos indefinidos más que en el mes de
febrero de 2021 (+139,25%), y, además, sumando los registros de los dos
primeros meses de 2022, en este periodo se han realizado 555.513 contratos por
tiempo indefinido, lo que supone un ascenso de 298.891 (+116,47%) sobre el
mismo lapso de tiempo del año anterior.
En otro orden, respecto
al sector exterior, el año 2021 ha concluido con un saldo positivo de 8.400
millones de euros, con lo que acumula nueve años consecutivos con superávit por cuenta corriente. Sin
embargo, hay una reducción del 9,7% respecto al que presentaba el año anterior,
cuando fue de 9.300 millones. El Banco de España ha señalado también un
incremento de los ingresos en el sector turismo, pero aún se encuentran muy por
debajo de los niveles previos a la pandemia.
En la Balanza por Cuenta
Corriente, sin duda la de mayor significado económico, los ingresos ascendieron
a 494.000 millones de euros (un 18,9% más que en 2020, cuando la cifra fue de
425.700 millones). En el otro lado, los pagos ascendieron a 485.600 millones de
euros (un 19,5% más respecto al mismo periodo). Esta evolución de la balanza, y
su pérdida de crecimiento respecto a 2019, se explica por el aumento de déficit
de las rentas primaria y secundaria. La antigua Balanza de Rentas se divide en
dos: una, la Cuenta de Ingreso o Rentas Primarias, que recoge todas las
operaciones derivadas de los rendimientos del proceso de producción, del
suministro de activos financieros y recursos naturales en forma de renta; y
dos, la Cuenta de Rentas Secundarias, que incluye todas las transferencias
corrientes. No obstante, se registra una mejora del superávit de la balanza de
bienes y servicios, especialmente por los ingresos derivados del turismo.
En concreto, la balanza
de rentas primaria y secundaria, registró un déficit de 8.600 millones de
euros. Esto es un 17,8% más que el año anterior. Por contra, la balanza de
bienes y servicios presentó un superávit de 17.100 millones de euros, un 3,6%
más que en 2020. Dentro de esta categoría destaca el superávit de turismo y
viajes, que se disparó más de un 130% para llegar a los 19.900 millones.
Los ingresos que registró
España en el capítulo de viajes, se dispararon un 78% respecto al ejercicio de
2020, en plena pandemia. En ese año las restricciones sanitarias provocaron el
desplome de la actividad hasta los 16.200 millones de euros. En cambio, en este
los ingresos fueron de 280.900 millones. No obstante, aún nos encontramos lejos
de las cifras de hace dos años, cuando se alcanzaron los 71.200 millones.
Por otro lado, el saldo
de la cuenta de capital (recoge todos los movimientos de capital, tanto a corto
como a largo plazo, así como la variación de las reservas de divisas que posee un país frente a terceros), ha
elevado su superávit entre enero y diciembre del año 2021 hasta los 9.900
millones, frente a los 4.500 millones de euros del ejercicio anterior.
Así, el saldo agregado de
las cuentas corriente y de capital, que determina la capacidad o necesidad de
financiación de la economía española, registró un superávit de 18.300 millones
de euros entre enero y diciembre, un 33,6% más que los 13.700 millones registrados
en el mismo periodo de 2020.
Hay que señalar que, en
2021, la economía española registró una salida de capitales por valor de 11.600
millones, frente a la salida de 98.200 millones de un año antes. Se trata del saldo
resultante de la diferencia entre lo que los residentes españoles invierten
fuera del país y lo que los extranjeros destinan a España.
MERCADOS:
En la situación que
estamos sufriendo, las Bolsas se han instalado en el nerviosismo y en los
altibajos. El bono alemán a 10 años (utilizado
también para calcular las primas de riesgo) que el pasado mes de enero había
regresado a tipos positivos, ha vuelto a terreno negativo con jornadas de
elevada volatilidad. Igualmente, han caído con fuerza la deuda de Francia,
Italia o España.
En estos momentos la
volatilidad es tal, que los mercados se han convertido en un lugar peligroso e
impredecible. Y el nerviosismo se hizo
máximo tras los bombardeos rusos a la central nuclear de Energodar, en el
sureste de Ucrania. Se ha hecho más patente la amenaza del terrible desastre
nuclear. Afortunadamente, según el Organismo Internacional de la Energía
Atómica (OIEA), por el momento "no se han registrado cambios en los
niveles de radiación”: se trata de la central nuclear más grande de Europa, ya
que dispone, nada menos que de seis reactores nucleares.
El Ibex 35 ha caído en
este momento hasta los 7.700 puntos. Y las caídas han sido generalizadas en
todos los mercados mundiales.
En el mercado de materias
primas continúan las subidas: el Brent sube más del 4% y supera los
115 dólares por barril. Los futuros del gas de Holanda también han repuntado.
Y es que los inversores están
buscando refugio ante el riesgo de que la guerra en Ucrania desemboque en una
tormenta nuclear. Ante las alternativas, la deuda estadounidense es uno de los
valores favoritos. Y los precios del oro también han subido, apuntando a su
mayor ganancia desde mayo de 2021.
Detrás de la fuerte caída
del selectivo español, sobre todo destaca la penalización a los valores del
sector turístico, y los de los bancos, por la expulsión de entidades rusas
del SWIFT y el retraso de la subida de tipos, que mejoraría la
rentabilidad de los bancos,
Los mercados occidentales
siguen la estela de los índices asiáticos, que han cerrado con fuertes
descensos: Hong Kong y el Nikkei de Tokio han cedido posiciones.
Por su parte, la Bolsa de
Moscú lleva días cerrada ante el miedo de un desplome de sus cotizadas, y el
rublo no levanta cabeza, después de que las agencias de rating Moody’s
y Fitch hayan calificado la deuda rusa como bono basura.
El dólar ha seguido
reforzándose frente al euro, que ha continuado con su depreciación.
También ha tensionado aún
más la situación, la negativa de la Organización de Países Exportadores
Petroleros (OPEP) y sus socios externos, entre ellos, la propia Rusia, de
inyectar al mercado mundial una mayor oferta de crudo para aliviar la tremenda presión
existente.
Hay que destacar,
igualmente, el varapalo para la economía de Rusia recibido de parte de las agencias
de calificación crediticia Moody's y Fitch, que han decidido rebajar la nota de
solvencia de la deuda soberana de Rusia hasta “B3” y “B”, respectivamente,
dentro de la categoría especulativa o “bono
basura”. Manteniéndose los
'ratings' del país en vigilancia de cara a posibles recortes adicionales.
En concreto, la agencia
Moody's Investors Service ha degradado la nota de solvencia a largo plazo como
emisor de Rusia desde “Baa3” hasta “B3” y mantiene la calificación del país en
revisión para posibles rebajas adicionales:
“la rebaja de varios escalones de las calificaciones de Rusia y el
mantenimiento en revisión para una nueva rebaja vienen provocados por las severas sanciones impuestas por los
países occidentales, incluida la sanción al Banco Central de la
Federación Rusa y algunas grandes instituciones financieras, en respuesta a su
invasión militar de Ucrania”.
Por su parte, Fitch Ratings ha recortado la nota de
solvencia a largo plazo como emisor de Rusia hasta “B” desde “BBB”.
Asimismo, ha colocado los ratings de Rusia en vigilancia negativa, lo que abre
la puerta a nuevos recortes de calificación en el corto plazo.
De este modo, las tres
principales agencias de calificación del mundo han situado la nota de solvencia
de Rusia en la categoría de “bono basura”.
La invasión de Putin
desencadénate del conflicto, coloca a las materias primas en el punto
de mira: no solo los recursos
energéticos como el gas, el carbón y el petróleo, sino también de metales como
el aluminio, paladio, platino, níquel, cobre y plata. Todo ello, produce un
impacto importante en las dinámicas de la inflación en los próximos meses.
Respecto a los alimentos,
Ucrania, es el “granero de Europa”, y Rusia aún lo es más. Como hemos señalado
anteriormente, entre ambos países exportan alrededor de un 30% dentro del
comercio mundial.
Por otro lado, en el
mercado de divisas, el rublo se ha desplomado cerca de un 30% frente al dólar y
el euro, tras el anuncio de las sanciones por parte de la Unión Europea y
Estados Unidos. La decisión de excluir algunos bancos rusos del sistema de
comunicaciones interbancario internacional SWIFT y la congelación de las
transacciones con el banco central de Rusia ha golpeado al corazón financiero
de Moscú.
Para tratar de contener la
hemorragia, el Banco de Rusia ha duplicado los tipos de interés al 20% y ha
impuesto límites para evitar la fuga de capitales. El organismo ordenó retrasar
la apertura de los mercados bursátiles y suspendió la venta de valores de
titularidad de no residentes “para garantizar la protección de los derechos e
intereses legítimos de los inversores en los mercados financieros”.
Esta fuerte depreciación
del rublo, va a afectar al poder adquisitivo de los rusos. Los productos
importados se encarecen porque la divisa local es más débil respecto al euro o
el dólar. Para tratar de contrarrestar este efecto, el banco central ruso ha
subido los tipos tipos. Sin embargo, esta elevación de los tipos de interés es
insuficiente, entre otras cosas porque la máxima autoridad monetaria ha perdido
margen de maniobra. La congelación de sus activos en los países que han
decidido dar el paso (la Unión Europea, Estados Unidos y Canadá) supone que
Moscú se ha quedado sin cerca de la mitad de sus reservas para actuar contra
las presiones deflacionarias de los mercados. Según la memoria económica del
propio banco ruso, las reservas ascendían a finales de 2020 a unos 640.000
millones de dólares. Pero como ha explicado el alto representante para la
Política Exterior de la UE, Josep Borrell, al bloquear al banco central ruso el
acceso a estos activos, ha perdido la posibilidad de utilizar al menos la mitad
de sus recursos en esta batalla.
Para evitarlo, el Banco
de Rusia ha empleado más contramedidas. Entre otras ha intervenido en los
mercados vendiendo divisas por más de 84.000 millones de rublos y ha permitido
que las entidades rusas usen sin restricciones las dotaciones de capital que
tenían que proveerse al conceder préstamos al consumo e hipotecas no
garantizadas. Según Interfax, estos “colchones” ante impagos sumaban
actualmente unos 733.000 millones de rublos (unos 6.000 millones de euros).
EMPRESAS:
El Banco Santander ha reclamado
a Hacienda la conversión de otros 642 millones de euros por créditos
fiscales para compensar pagos futuros, una cuantía que se deriva de las
pérdidas cosechadas en 2020. La normativa fiscal española permite que las
entidades financieras se anoten contablemente las pérdidas registradas en años
anteriores que no pudieron deducirse y las incluyan en el balance como activos
fiscales diferidos (DTA, acrónimo de defferred tax assets, en
inglés). En realidad, se trata de derechos de cobro frente a la Administración,
que los bancos se van deduciendo en los ejercicios siguientes.
“En la autoliquidación
del Impuesto sobre Sociedades del ejercicio 2020, como consecuencia de las
pérdidas incurridas en dicho ejercicio, el grupo fiscal consolidado en España
ha consignado la conversión en crédito exigible frente a la Administración de
activos monetizables por importe de 642 millones de euros. Esta declaración de
impuestos está sujeta a revisión por parte de las autoridades fiscales”,
explica el Santander en su último informe financiero.
Por acabar con una
noticia más positiva, hay que señalar, que nunca en la historia las
compañías cotizadas en la Bolsa española habían ganado tanto dinero como
el pasado año 2021: 64.021 millones de euros. Los primeros ejecutivos han
sacado pecho ante semejantes números. “Aumentan con fuerza los ingresos en
todos los negocios”, destacó Ana Botín, presidenta del Santander; “Ha sido un
año extraordinario”, subrayó Josu Jon Imaz, consejero delegado de Repsol;
“Seguimos mejorando nuestra posición competitiva en los principales mercados”,
enfatizó el presidente de Telefónica, José María Álvarez-Pallete.
La cosecha de resultados
adquiere una dimensión aún más espectacular si se analiza de dónde venían las más
de 120 empresas escrutadas. Exactamente, de un agujero negro que las llevó a
perder 9.389 millones un año antes. ¿Cómo ha sido posible esta resurrección de
las ganancias en un ejercicio como el de 2021 donde la pandemia estuvo aún muy
presente, la crisis energética despertó la inflación y se produjeron
cuellos de botella en las cadenas de suministro que ralentizaron el comercio
mundial?
En el caso, por ejemplo,
de Repsol, el precio del crudo, en máximos de ocho años, es combustible de alto
octanaje para su cuenta de resultados. La petrolera se anotó el año pasado un
beneficio neto de 2.499 millones de euros, por encima de las previsiones de los
analistas y la mayor cifra desde 2010, un ejercicio aquel inflado por las
plusvalías obtenidas por la venta parcial de su filial brasileña al
gigante chino Sinopec. Solo en los tres últimos meses del año, la energética
española ganó 560 millones, también más de lo que esperaba el mercado. La
empresa deja atrás así las pérdidas de casi 3.300 millones sufridas en 2020, el
peor ejercicio de la pandemia, y eleva en un 5% el dividendo. La deuda neta se
redujo en un 15%, hasta los 5.762 millones de euros.
En 2021, sin plusvalías
de ninguna clase, la división de Exploración y Producción voló como
consecuencia de la elevada cotización del petróleo hasta obtener una ganancia
neta ajustada de 1.687 millones.
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