Desde
hace demasiado tiempo venimos confundiendo a la inflación – un
proceso de alza persistente y notable del nivel general de precios-
con meras subidas de precios.
No
tiene ningún sentido hablar de inflación con aumentos muy moderados
del nivel de precios. Y qué decir de la cantidad de términos que
hemos inventado: desinflación, caída de la inflación, inflación
negativa… ¡algunos de ellos realmente no tienen sentido!... la
inflación o existe o no existe, nunca puede ser negativa.
Probablemente
este, con perdón, “galimatías de conceptos”, se deba en estos
momentos a que existe bastante miedo a utilizar un término muy
temido: la deflación. ¡Es de esas cosas que no citándolas se
pretende conjurar su aparición!
La
deflación es una caída del nivel general de precios, que acompañada
de la debilidad o estancamiento económico nos conduce a una
situación de especial gravedad: los precios bajan continuamente, se
contrae el consumo ya que los individuos esperan que sigan cayendo, y
no es fácil abandonar esa situación.
¡Japón
ha estado así, y sigue luchando por salir, durante dos décadas!
La
realidad es que en la región del euro existen datos inquietantes:
España, Grecia y Chipre están registrando caídas de precios, y
otros 13 países tienen tasas iguales o inferiores al 1%. Esta
circunstancia, unida a la débil reactivación económica, con una
demanda muy insuficiente, hace planear la amenaza de la deflación y
de una situación a la japonesa.
El
Fondo Monetario Internacional FMI -aunque dice no ver señales de
deflación- advierte de que con niveles de precios tan bajos se
están generando problemas: “el peso de la deuda en el PIB y de los
intereses reales que se pagan por ella crecen”. Y hasta el propio
Mario Draghi ha reconocido el riesgo.
Desde
luego hay demasiados factores que favorecen a la deflación: la caída
de rentas brutas por la bajada de salarios, el recorte de la renta
disponible por las subidas fiscales, el aumento del IVA, el
empobrecimiento de la sociedad por la pérdida del valor de los
activos como la vivienda, y las malas perspectivas laborales. Algo
así como un conjunto de “tristezas económicas”. Aquellas que
motivan que caiga el consumo. Que por mucho que nos digan que se ha
iniciado la recuperación, se mantiene tan deprimido como el año
pasado.
A
todo ello podemos añadir la
falta de medidas del BCE para debilitar el euro, ya que un
euro fuerte también favorece las caídas de precios.
No
debemos olvidar que los precios que pagan los consumidores son los
ingresos de las empresas, por lo que siendo completamente indeseable
la inflación, el confundir meras subidas en los precios con un
proceso de incremento persistente de los mismos, nos ha llevado a
olvidar que se necesita cierta alegría en el sistema económico para
que este funcione correctamente.
Con
tanto recorte y tanta contención, se puede estar asfixiando al
paciente provocándole una debilidad de la que no termina de
reaccionar. Probablemente, todos seamos conscientes de ello, pero si
aquellos que tienen capacidad para decidirlo no toman las medidas
necesarias que reanimen al enfermo, la gravedad puede acrecentarse.
¿Estaremos
ya en esa situación crítica? ¿o hay que esperar a que reaccionen
los que pueden tirar de carro para ayudar a los más castigados? De
seguir así, a ellos también les va a afectar aún más. ¿Cuánto
tiempo habrá que esperar para que alguien reaccione?
Negarse
a reconocer la realidad, no va a motivar que esta se esfume, y menos
a tornar a otra diametralmente opuesta.
Me
gustaría estar equivocado…
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarBuen diagnóstito. La aversión alemana a todo lo que suene a inflación está lastrando la recuperación. España se está japonizando, y en Japón sólo las políticas monetarias expansivas de Abe están retando una situación que es endémica como bien describes. H. Villora
ResponderEliminarBuenos días H. Villora, así es... desafortunadamente, está muy claro.
ResponderEliminarGracias por tu comentario.
Saludos.