“Las grandes economías
desarrolladas, sobre todo Japón y la zona euro, podrían afrontar un periodo de
estancamiento secular. Lo que está pasando en Europa es que no funcionan las medidas, y lo que
siguió en Japón fueron 15 años de deflación y crecimiento funesto”. La frase no
corresponde a un clarividente que ha consultado su bola de cristal, sino al
Fondo Monetario Internacional en su último Informe “Perspectivas de la Economía
Mundial”.
No deja de sorprender que
una institución tan alérgica a los déficit públicos, se haya transformado en
una fuerte defensora de la inversión pública como motor que mueva a la
actividad económica y consiguiente creación de empleo.
El crecimiento
potencial, es decir, aquel que podría conseguirse en el PIB utilizando todos los
recursos disponibles, está decreciendo tanto en las economías emergentes como en
las desarrolladas.
En la mayor economía
mundial, Estados Unidos, existen temores respecto a la evolución de su
productividad. El Fondo ha estimado para Estados Unidos una caída en su
crecimiento potencial al 2%.
La institución de
Christine Lagarde ha reclamado inversiones en infraestructuras y más reformas, sobre
todo en la obra pública, ya que las nuevas y viejas potencias parecen
condenadas a crecer menos los próximos años.
El Fondo Monetario
Internacional también ha expresado sus dudas respecto al corto plazo, y
admitiendo que a veces ha errado en sus previsiones, las ha rebajado. Ha
influido en ello, los riesgos como el
conflicto de Ucrania o el efecto miedo que pueda generar el brote de ébola. “El
repunte proyectado puede de nuevo no materizalizarse o quedarse corto”, ha
advertido.
La economía mundial se
encuentra en un difícil equilibrio. Por un lado, los países deben hacer frente
al legado de la crisis financiera global, que ha dejado un rastro de
sobreendeudamiento y alto desempleo. Por otro, los países tienen un futuro
incierto, donde la reducción de las tasas de crecimiento potencial está incidiendo
en la confianza, en la demanda y en la actividad diaria.
La economía de Estados
Unidos e Inglaterra están dejando atrás la crisis financiera con tasas aceptables
de aumento de su PIB, aunque su crecimiento potencial es aún menor que a
comienzos de la década de 2000. Japón también está creciendo, pero los altos
niveles de deuda pública heredados del pasado, sumados a un crecimiento
potencial muy bajo en el futuro, plantean enormes desafíos macroeconómicos y
fiscales.
En el otro lado, la Eurozona está prácticamente estancada desde comienzos de este año. La
baja actividad de las economías centrales y las graves secuelas que la crisis
ha dejado en el sur de Europa, apuntan a un bajo crecimiento potencial que impide
que se consolide la recuperación.
No sólo ha de ser un
objetivo prioritario continuar con el saneamiento de los balances bancarios,
sino que es preciso seguir reduciendo el sobreendeudamiento de las empresas y de
las economías domésticas que sigue siendo muy elevado en economías como la
española.
Todas son causas que, mientras
persista la debilidad de la demanda, hacen prioritario mantener una política
monetaria acomodaticia y bajos tipos de interés.
Sin permitir que la
mejoría en la estabilidad financiera se vea amenazada, se debe recurrir a la
política fiscal para sostener la recuperación. Como se explica en el Informe
del Fondo Monetario Internacional , la inversión en infraestructuras, incluso
si se financiara con la emisión de deuda, puede estar justificada y ayudar a
estimular la demanda a corto plazo. Siempre que estas inversiones tengan un
efecto beneficioso a medio y largo plazo. No se deben acometer proyectos de
dudoso valor, sino en aquellos que consigan una rentabilidad suficientemente
elevada.
Incluso, incrementando
de manera notable esta inversión pública eficiente, en aquellos casos en los
que exista una notoria deficiencia en sus infraestructuras, sobre todo si el
riesgo de estancamiento existente se llegará a materializar.
Desde luego, se trata
de una tarea complicada: hay que distinguir entre declaraciones grandilocuentes
y el anuncio de grandes objetivos que casi nunca se materializan, y la
prioridad de acciones y reformas políticamente viables. No es momento del
marketing politico.
Para vencer estos
importantes retos se precisa de la responsabilidad y profesionalidad de las abundantes
instituciones y autoridades que nos rigen, que para ello están investidas de
ese poder.
Mi estimado paisano...tú si que sabes y entiendes....¿por qué no dejan estos políticos nefastos la economía de nuestro país a personas que si saben?...un besito
ResponderEliminarEstimada Agueda, muchas gracias por tu comentario y valoración.
EliminarBesos
Excelente análisis. Keynes hablaba de expectativas...y de confianza !
ResponderEliminarSaludos