El fuerte crecimiento de
las aplicaciones móviles ha llevado a que aparezca la posibilidad de llevar el
clásico presupuesto individual de ingresos y gastos a través de nuestros
teléfonos.
Desde luego, es más
correcto hablar de controlar los gastos, aunque eso pueda mejorar la capacidad
de controlar como marcha nuestro objetivo de ahorrar. Pero es importante
destacar este aspecto, ya que el mero hecho de utilizar estas apps, desde
luego, no implique que el usuario de la mismas vaya a ahorrar.
Cualquier sujeto racional
que quiera controlar sus ingresos y gastos, lo que históricamente ha venido
realizando ha sido, con “lápiz y papel en mano”, detallar en dos columnas sus
ingresos en una y sus gastos en otra. Incluso distinguiendo entre gastos fijos
y variables, como forma de ajustarlos a su capacidad de gasto o ingresos de la
otra columna. Es decir, sencillamente, llevar o elaborar un presupuesto personal
y controlar su ejecución real.
Pues bien, estas apps lo
que hacen, sencillamente, es facilitar al usuario ese trabajo. Dado hay que
facilitar la app el acceso a nuestra cuenta corriente bancaria, en cualquier
momento cualquiera puede saber cuál es su situación financiera.
Por tanto, debe quedar
claro que no es un producto de ahorro, ni que su mero uso evite las malas
prácticas. Simplemente, es una herramienta, más o menos sofisticada, que al
estar sincronizada con el banco, permite facilitar, casi en tiempo real, el
control y seguimiento de entradas y salidas de nuestra cuenta corriente.
Dado que para extraer los
movimientos directamente de tus cuentas corrientes, el usuario debe facilitar
todos los datos bancarios que permitan a la aplicación acceder a los mismos en
todo momento. Es decir, el usuario ha de facilitar a la app dicho acceso a la
cuenta corriente en su banco.
Aunque el sigilo y la
seguridad de las mismas pueda estar garantizado, es normal que el usuario a la
hora de facilitar esa información y el permanente acceso a la app, pueda
desconfiar de las mismas.
Cabe la posibilidad, en
algunas apps, que sea el propio usuario quien vaya introduciendo manualmente
los movimientos. Consiguientemente, en este caso, se pierde la comodidad de su
uso.
¿Y en que debemos
fijarnos cuando decidimos usar una de estas aplicaciones?
No existe un manual o
formulario para ver cuál puede ser la mejor. Sin duda lo aconsejable es
recurrir a los foros de usuarios, donde al igual que en otros productos,
aparecerán reflejadas sus experiencias y valoraciones.
Existen también en la red
infinidad de análisis de cada una de las muy abundantes apps existentes en el
mercado.
Quizá, un aspecto a tener
en cuenta, sea el número o cantidad de usuarios que tenga cada una de las
ofertadas.
Lo normal es que las
versiones básicas sean aplicaciones gratuitas, aunque algunas han comenzado a
cobrar, de forma que los ingresos que obtiene la firma que las gestiona
proceden de dos formas: la primera es ofrecernos publicidad personalizada, y la segunda es vender los datos anónimos que
recopilan de los usuarios a otras empresas. Esto puede no hacerle gracia a
todo el mundo, más cuando hablamos de nuestras cuentas bancarias.
Es conveniente fijarse en
el diseño de las webapp, ya que algunas son muy mejorables.
Finalmente, cabe
plantearse si estas Apps pude ayudar a a mejorar la educación financiera relativa
al ahorro: desafortunadamente, en general, está totalmente descuidada la
formación financiera y económica. Aspectos enormemente esenciales para
cualquier persona que, continuamente, ha de tomar decisiones y se encuentra
completamente “bombardeado” con noticias de ese carácter.
Creo que estas apps no
permiten mejorar o corregir ese importante déficit formativo, ni mucho menos
fomentar la cultura del ahorro.
La utilización de estas
apps permiten al usuario controlar su presupuesto de gastos e ingresos con una
mayor comodidad, casi en tiempo real. Ahora bien, es evidente que, si no existe
previamente la intención de racionalizar sus gastos respecto a sus ingresos, no
las utilizará.
Por tanto, se parte de la
inquietud o cultura personal del usuario respecto a la necesidad de
racionalizar el control de esas partidas, y si su situación económica lo
permite ir conociendo su ahorro, o por el contrario su exceso de gasto y
consiguiente endeudamiento.
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